La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Inocencio María Riesco Le-Grand

Tratado de Embriología Sagrada
Parte Segunda
/ Capítulo tercero

§. IV
De la apoplejía de los recién nacidos


Se considera la apoplejía de los recién nacidos como que tiene su asiento en el cerebro: porque la compresión ejercida sobre este órgano es la que produce este estado de muerte aparente en que nace el infante. Es una especie de letargo o soporismo [283] profundo acompañado de postración de fuerzas y de perdida de sensación. Esta compresión obra impidiendo al cerebro, obedecer a la acción del corazón.

Este accidente sobreviene cuando el parto ha sido largo y laborioso, de suerte que la cabeza se ha detenido mucho tiempo en la excavación de la pelvis, o se ha empleado el fórceps, para superar los obstáculos que se oponían a la salida de la cabeza. La compresión del cuello por cualquiera vuelta del cordón umbilical, por el cuello del útero, o por la vulva, puede dar lugar al mismo accidente.

Los signos o síntomas que caracterizan este estado son los siguientes: rostro lívido violado, o tumefactado; párpados hinchados, ojos salientes, abolición de movimiento y sentimiento, y por consiguiente suspensión de la respiración y de la circulación. El cerebro comprimido, no pudiendo obedecer a la acción del corazón deja este a su vez de obrar, porque su acción no puede subsistir largo tiempo, sin la influencia cerebral.

Corriendo el niño que nace apoplético, un peligre inminente, exige necesariamente los más prontos socorros. Es necesario cortar el cordón umbilical, o la ligadura, en el caso que haya sido hecha, la sangre que sale o surge, desembaraza el cerebro y el pecho que están ingurjitados.

Raramente la sección del cordón umbilical produce un desagüe suficiente, para hacer cesar la compresión que aniquila, o destruye, las fuerzas vitales, porque no salen amenudo más que algunas gotas de sangre. [284]

Entonces debe aplicarse una o dos sanguijuelas detrás de cada oreja, y comprimir ligeramente el abdomen. Se sumerge al niño hasta los sobacos, en un baño tibio roborizado con algún licor espirituoso, como vino, aguardiente o vinagre. A medida que sale la sangre, la circulación, y la respiración se establecen, la lividez del rostro y del cuerpo, disminuye por grados.


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Inocencio María Riesco Le-Grand, Tratado de Embriología Sagrada (1848)
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