Alférez
Madrid, 31 de julio de 1947
Año I, número 6
[página 5]

Sobre nuestro tiempo

La mayor parte de los hombres de todos los tiempos han estado acordes en que su tiempo era malo y crítico. La Humanidad, ciertamente, ha conocido en su larga historia remansos de paz, localizados casi siempre en pequeños trozos de espacio y de tiempo. Pero para quien serenamente se haya asomado a la Historia, se trata de oasis minúsculos en el gran desierto.

Esta consideración, todo lo insignificante y hasta perogrullesca que su misma evidencia la hace ser, me parece de cierta importancia. Lo cierto es que muchas veces la ignoramos o, cuando menos, pretendemos olvidarla. Táctica de avestruz, por supuesto. Pero frecuentísima.

Hablamos de lo normal, de la vuelta a la normalidad. Y eso es olvidar que lo normal en las sociedades humanas es que las cosas marchen mal. Entendamos: no del todo mal, pero, desde luego, tampoco del todo bien. Y ya sabemos que si el mal es relativo, el bien no lo es.

La experiencia, repetimos, lo demuestra hasta la saciedad: Y las explicaciones no faltan. Pero queda establecido el hecho de que, como decía Mauricio Hauriou, las cosas marchan siempre peor de lo que cabría esperar.

Es decir: hay un problema de grado, y podemos estar mejor o peor. Pero mientras haya hombres, en lo previsible por lo que hoy sabemos, habrá enfermedades, hambres, delitos, revoluciones, guerras, desastres, escándalos, traiciones, crisis económicas, miseria al lado del lujo. Pecado, en fin, y dolor.

Hubo un remanso en el torrente de la Historia, cine va poco más o menos desde la guerra de 1870 a la primera Guerra Mundial. Nuestros padres la conocieron, y recuerdan que en ese paréntesis (que en España dura quizá hasta 1931), bastantes personas en bastantes países vivieron con bastante tranquilidad. No nos metamos a precisar el bastanteo, y dejémoslo así.

Pero que conste que esa normalidad (punto de un equilibrio sociológico que sólo muy de tarde en tarde se repite) era totalmente excepcional. Sin una concepción terrorífica a lo Wells, la Historia lo cine acusa son incendios, saqueos, batallas, destrucciones, epidemias, esclavitud, dolores de muelas. Y descanso de vez en cuando, para poder seguir.

¿Pesimismo? Nada de eso. En el panorama vastísimo de las Historias van quedando, entre ruinas de todas clases, las memorias de quienes supieron afrontar la realidad como era, difícil y dura. La de quienes no dijeron: si yo viviera en tal época; si yo tuviera más medios; si no me estorbara esto o lo otro.

De aquellos que sabiendo que construían para que tal vez una bomba o un terremoto borrara del suelo hasta las pavesas de su edificio, levantaron de todos modos. De quienes, en fin, con su sección tomaron la posición que les tocó en suerte, y siguieron adelante.

Adelantados, alféreces, caballeros, ascetas, santos, luchadores: de todo hay en la viña del Señor. Todos arrastran su debilidad, su concupiscencia, su miedo, su dolor, sus fracasos. Pero saben que esta vida es meritoria de otra mejor, la del honor y fama que dejarán. Y que si ésta «tampoco no es eternal ni verdadera», al fin vendrá el descanso, la plenitud total, el triunfo pleno, en que, muriendo se logra «la posesión total y perfecta de una vida interminable».

Nosotros, alféreces, preferimos ir por nuestro pie y con las botas puestas. Con espuelas.

Manuel Fraga Iribarne


www.filosofia.org Proyecto filosofía en español
© 2001 www.filosofia.org
La revista Alférez
índice general · índice de autores
1940-1949
Hemeroteca