Alférez
Madrid, 31 de julio de 1947
Año I, número 6
[página 7]

Tareas para nostálgicos

Gentes hay, y bien duele que sean jóvenes, que pretenden disculpar su desgana y holganza diciendo que no se les ha señalado tarea colectiva, común quehacer. «Nuestros buenos deseos, probados con heroico esfuerzo –dicen los tales– no han sido bien recogidos y encauzados; lo pusimos todo en acto de servicio y ahora andamos sin comunal empleo.» Algo parecido se dijo allá por el año 31 cuando Ortega, en trance de rectificar la República, culpaba a los «señores Ministros» de no haber dado quehacer a la juventud española, que tanto había contribuido a la génesis de la nueva forma de gobierno. Nada importa la razón o sinrazón que entonces tuviese el ilustre pensador. Si recordamos aquel antecedente es para indicar la analogía de determinadas situaciones históricas y la falta de originalidad de las lamentaciones presentes. En uno y otro caso, creemos no ocurre sino que por mental pereza o abúlica actitud se confía demasiado en los guías profesionales, y, si bien es verdad que, es bueno y prudente no caminar a ciegas, también es un gran mal preferir el descanso al andar vacilante.

¿No es cierto que se incurre en un tópico lleno de falsedad citando se dice que no hay e empresa común planteada? ¿Es que no es tarea colectiva la afirmación con obras y palabras de la no caducidad de España? Es sorprendente constatar la falta de memoria de las gentes cuando olvidan que la afirmación del ser español es cosa recobrada de unos años a esta parte; que cuando José Antonio decía que «ser español es una de las pocas cosas serias que se puede ser en la vida», lanzaba una afirmación que sonaba a novedad y era acogida con gesto no falto de sorpresa. La tarea que supone la cotidiana afirmación de España, la no jubilación histórica de esta unidad de destino que en lo universal somos, corresponde a todos y cada uno de los españoles. En servicio de ella está lo mismo el técnico que calcula el hierro del hormigón armado de un gran edificio, como el filólogo analizador del lenguaje, como el artista que hace figura la idea... En manos de éste y de aquéllos, del que dicta las leyes y los sueños –por usar de la imagen de un poeta actual– está la conservación y logro de la continuidad histórica de España.

Y si hubiese que buscarle blanco a otro empresa en que andamos metidos los españoles desde hace unos años, no creo fuese mato aquel que tuviese por diana la reforma del hombre español. Los mejores y más nobles esfuerzos de españoles como Larra, Costa, Unamuno, Ortega, no han tenido otro objetivo que el de cambiar, perfeccionándolos, los modos de vida individual y colectiva de todos los hombres que pueblan nuestra patria. En fin de cuentas, el tono y calidad de nuestra historia dependerá del tono y calidad que logren alcanzar nuestras vidas individuales.

Se plantea aquí un interesante tema. ¿Hemos hecho lo suficiente para elevar el tono individual y colectivo de la vida española? Es cierto que ha sido mucho lo mejorado, que, por ejemplo, existe una mayor corrección y aun elegancia en ciertos modos públicos; pero, con todo, ¿no es verdad que desde el «pelona» callejero al académico de la Española que hace el anuncio de tal o cual establecimiento, pasando por las inscripciones vergonzosas que cubren las paredes de la Universidad, hay una constante de chabacanería?

Y para los que objeten que esta tarea recién señalada carece de brillantez, podría añadirse si no se sienten arrastrados por el pregón que les llama al intento de creación de un estilo de vida, ejemplo para el mundo hispánico. Cuando vernos crecer y ganar extensión modos que nos son ajenos –por ejemplo, el norteamericano–, no podemos permanecer ausentes ni tampoco intentar remediar los males poniendo parches, deteniéndonos en tal o cual cuestión parcial, sino lanzarnos a la tarea grande de inventar un estilo nuevo, capaz de prender con alegría y aliento en los pueblos que siempre nos mirarán con deseo de aprendizaje.

Y si a todos estos quehaceres unimos el de colaborar en la medida de las fuerzas de cada uno, en una inteligencia de conocimiento y de amor entre los pueblos que forman la Hispanidad, habremos redondeado una teoría de empresas con la suficiente capacidad de llevar tras sí, de presentar posibilidades de alistamiento a todos aquellos que pretenden justificar su inactividad con fáciles disculpas. Lo importante es ponerse al trabajo, sencilla y puramente, con vocación de servicio, con humilde entrega, con total dedicación, sin sentirnos repelidos por la pequeñez de la labor demandada, de la meta señalada. Lo otro, la nostalgia de Imperios y Gibraltares gratuitos, conducirá casi siempre al desaliento y a la desesperación desmelenada. No queremos decir que estos ideales últimos sean rechazables, sino que es absolutamente imposible su consecución si antes no se logran otros más humildes y cercanos. En la vida nacional, como en la deportiva, es necesario estar en forma para lanzarse a los graves campeonatos.

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