Alférez
Madrid, 29 de febrero de 1948
Año II, número 13
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María Droc en Bucholz

Se le pregunta a ella cómo pinta, qué pretende con su arte, y ella, con la voz más dulce que pudiera oírse, se excusa porque no acierta a explícase. Obedece a una reacción interior, muy profunda... Y esto no hacía falta que nos lo dijese, pues se ve Meridianamente en su obra. Pero he aquí que todo lo expuesto en esta Galería es paisaje. Estamos acostumbrados a que el arte nos hable por la temática: es la romántica expresión del sentimiento. Si el asunto es religioso, deberá conmover el alma; si es naturaleza, a los sentidos; si es dramática la anécdota, nos llevará al gesto de la revolución. Yo he dicho ya que un Paisaje puede ser pintura religiosa si se vierte de una tal vocación.

El impresionismo, como sistema, es un atentado de la soberbia del hombre frente a la Naturaleza. Por eso no podía conducir a ninguna parte. Esa babélica pretensión de triunfar sobre todos los instantes, sobre la infinita variedad de manifestaciones que la magnificencia de Dios expande en el prodigioso esplendor de la Naturaleza, habla de devorarse a sí misma. Aquí –dice Maritain– la consideración teológica de la idea operante hace ver con claridad hasta qué punto la imitación servil de las apariencias de la Naturaleza es extraña, puesto que la más profunda exigencia de éste es que la obra manifieste no la cosa ya hecha, sino el espíritu mismo del que ésta procede. Como Dios hace existir fuera de sí las participaciones creadas de su esencia, así el artista se pone él mismo –no lo que ve, sino lo que es– en lo que hace. Si se considera las miríadas de paisajes que Dios señala a cada vuelta de la luz, bien se ve que son verdaderamente inimitables, y que hay mas humildad en proseguir a nuestra manera la impulsión creadora que pretender igualar su efecto en una imagen.

Cuando se asiste a una revelación como ésta de María Droc, en que por una mística propensión de su alma llega a una recepción de aguda sensibilidad para las esencias eternales de cuanto contempla, estamos seguros de que el arte tiene algo de Dios, y es humilde actitud de culto y posee virtud de ancha trascendencia. Salamanca, Ibiza, Segovia..., no importa cuáles estampas son; ha quedado en ellas lo perdurable y trascendente, un dialecto particular para el alma del espectador, capaz de revelarle el misterio esencial de las cosas, ese hálito que tienen de Dios.

Interesa mucho constatar hoy, que se proclama la desorientación del arte contemporáneo, esta precisa actitud de introspección mímica, esta contemplación desde el alma enamorada del eterno Creador, y esta singular visión humana, sencillamente proyectada en el plano con la línea y el color transfundidos, por milagro en forma de la Verdad. No hay otro posible progreso para el arte. Keyserling nos lo suscribe con su tesis: Todo progreso humano ha de venir de esta personalización. Exaltada por la creencia, decimos nosotros, para no incurrir en estéril rotación.

Todo esto lo dicen, apenas, unos apuntes de línea nerviosa y exquisita, de matices delicadísimos, en una armonía transida del espíritu en vigilia de la artista. Unos lienzos de flores tienen el mismo sentido hondo que quedó vibrando en los pétalos.

Venía entristeciéndonos tan pródiga serie de Exposiciones, por las ya innumerables, Galerías de Madrid que, por moda ya, nos sacan los trapos sucios de tantos especuladores del arte. Cuando se sale de esta Exposición de María Droc, con su obra apasionada de un año, se le ensancha a uno el corazón.

Ahora va a vivir a Granada. Con esta su disposición de ánimo, con su excepcional capacidad de aprehensión espiritual, avidez del alma, se va a encarar con la maravilla de un paisaje tan trillado de tópicos. Se nos ha dado siempre Andalucía en una visión casticista, deslumbrada por la anécdota y el brillo, por la fascinación periférica. Todo es naranja y cobalto, como todo es castañuela y lunares de gitanos. Yo tengo la ilusión de que va a revelarnos la entera verdad que ella es capaz de entrañar.

María Droc no será turista de Granada.

José Luis Fernández del Amo


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