Filosofía administrada

Don Eugenio D'Ors, Catedrático de Ciencia de la Cultura
Alcalá, 25 marzo 1953

 

He aquí dos hechos significativos: en primer lugar, que don Eugenio D'Ors entre a formar parte de la docencia oficial española, regentando una cátedra y una disciplina de la que él mismo había sido el creador y el árbitro: como el del mítico rey Midas, el difícil saber de don Eugenio consistía en hacer ciencia del fluente curso de la vida de la cultura que acariciaban sus dedos. Durante muchos años ha sido pescador en su orilla desde el Glosario; ha sido, en su filosofía, arquitecto; ha sido maestro desde su vida cotidiana. En el perfecto equilibrio de la anécdota y la categoría –su expresión favorita– se ha edificado a sí mismo, ha edificado esta cátedra que le cae ahora como un fruto maduro y se ha albergado bajo el propio dintel de su Obra Bien Hecha.

El segundo hecho destacable es la Cátedra misma. La Ciencia de la Cultura no es un saber subsidiario o adicional que pudiera incorporarse a la Facultad de Filosofía; no es tampoco una expresión feliz que se acomodase como un traje bien cortado e hiciese disciplina o asignatura de la unidad de pensamiento que en el hombre Eugenio D'Ors. Es una deficiencia que se ha venido a cubrir. El repertorio de disciplinas de la Universidad presentaba una zona de inquietud filosófica a la que no venía a corresponderse ningún programa. Cortado según el esquema escolástico, se equiparaban a él según la división clásica de los tratados escolásticos. Valiosa en su rigor, su profundidad y su metafísica, en esta concepción de la filosofía no había –a pesar de ello– posibilidad de incluir toda la zona germinar y las aportaciones del pensamiento contemporáneo si no era en sus disciplinas taradas de contingencia. Es decir: la historia de la filosofía, la filosofía de la historia, el derecho, la religión, &c. En la historia de la filosofía se las enjuiciaba desde la historia. En las otras, ese hecho real: la Cultura era partícipe de todas sin asentarse en ninguna. Si algo hay urgente en las facultades de filosofía y en su especialidad, es la de elevar a la categoría científica este mismo hecho de la cultura, que, hasta ahora, se nutría exclusivamente –bien que con cierta abundancia– de su parcial ensayismo, inclasificable entre las disciplinas universitarias.

Por tanto, hay que dejar sentados estos dos hechos:

El primero, la adecuación perfecta entre el pensamiento de don Eugenio D'Ors y esta nueva disciplina. Después, la necesidad de la disciplina misma. No es esta cátedra un don gracioso de la Universidad de Madrid a don Eugenio D'Ors, sino que Eugenio D'Ors empieza a prestar servicio –un valiosísimo servicio– en la misma Universidad, servicio que acaso debió comenzar hace ya bastantes años. En todo caso, todo esfuerzo y todo tiempo que ha mediado entre la necesidad y la cátedra ha sido necesario, para que armonizase el hecho existencial de un hombre que piensa y la posibilidad de encajar en un sistema y repertorio de disciplinas universitarias los caminos legítimos que se abren en el hecho mismo de su pensamiento, caminos, que en un sentido amplio, participan por igual de la ciencia y la filosofía.

Hay otro hecho valioso que consignar: el modo por el que don Eugenio D'Ors ha llegado a la cátedra, limpio de la culpa original de las oposiciones. El que la Universidad dé acceso a los que, entre profesores de filosofía y filósofos, son sólo filósofos. Filósofo, don Eugenio, que explicará en la más joven Facultad: la de Ciencia Política y Económica.

{Tomado de Alcalá. Revista Universitaria Española, Madrid-Barcelona, 25 de marzo de 1953, números 28-29, página 11.}


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