La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Menosprecio de corte y alabanza de aldea

Capítulo XVI
De cuánto mejor corregidas solían estar las cortes y repúblicas antiguas que lo están ahora las nuestras.


Lamentaba el rey Anquises la destrucción de la soberbia Troya cuando fue destruida de los príncipes de Grecia. Lamentaba la reina Roxana a su marido Darío cuando del Magno Alejandro fue vencido. Lamentaba el profeta Jeremías la destrucción de su república cuando fue llevada cautiva a Babilonia. Lamentaba el rey David a su hermoso hijo Absalón cuando le dio de lanzadas Joab. Lamentaba la hermosa Cleopatra al su buen amigo Marco Antonio cuando fue vencido del Emperador Augusto. Lamentaba el piadoso Marco Marcelo a la ciudad de Siracusana cuando vio que toda se ardía. Lamentaba Crispo Salustio la caída del pueblo romano. Lamentaba la hija del gran Gethé la virginidad que no gozaba y la vida que perdía. Lamentaba el patriarca Jacob a su hijo Josef por muerto y a Benjamín que estaba preso en Egipto. Lamentaba el gran príncipe Demetrio al su buen padre y rey Antígono porque a la vuelta de Maratona le halló muerto.

Con estos tan ilustres varones, razón sería de llorar las calamidades de nuestros tiempos, pues cada día vemos y cada hora oímos tantas y tan grandes cosas acontecer, que ni los curiosos escritores las escribieron ni en los siglos pasados se padecieron. Cuánta diferencia hay de los siglos pasados a los tiempos presentes puédese claramente conocer en lo que sus cronistas se pusieron a escribir y en lo que nosotros de nosotros mismos podemos contar. El filósofo Arimino escribió de la abundancia de Egipto; el filósofo Demofón escribió de la fertilidad de Arabia; el filósofo Tucides escribió de las riquezas de Tiro; el filósofo Asclepio escribió de las minas de Europa; el filósofo Dodrilo escribió de las alabanzas de Grecia; el filósofo Leónidas escribió de los triunfos de Tebas; el filósofo Bóreas escribió la opulencia y sanidad de Escancia; el filósofo Euménides escribió la buena gobernación de Atenas; el filósofo Tesiponto escribió la orden que tenían en sus casas y cortes los antiquísimos reyes siciomios; el filósofo Piteas escribió lo mucho que aprendían y lo poco que hablaban los discípulos de Sócrates; el filósofo Apolonio escribió la abstinencia y continencia que se guardaba en la academia del divino Platón; el filósofo Mirónides escribió el poco ocio y mucho ejercicio que había en casa del filósofo Iarcas; el filósofo Aulo Gelio escribió de lo poco que comían y mucho menos que dormían en las escuelas de su maestro Suborino; el filósofo Plutarco escribió de las mujeres que hubo en Grecia sabias y de las que hubo en Roma castas; el filósofo Diodoro escribió de cómo los de las islas Baleares echaron en la mar a todos sus tesoros por quitar a los extraños de ser codiciosos y alanzar de entre sí bandos.

Oído lo que hemos dicho y visto lo que hemos contado, pregunto ahora yo al lector de esta escritura qué es lo que le parece debería escribir de estos tiempos mi pluma; porque si escribimos que hay bondades y prosperidades hemos de mentir, y si escribimos las verdades hanse de escandalizar. ¿Cómo loaremos a nuestro siglo de la mucha abundancia, pues vemos a los temporales tan escasos y a los hombres tan hambrientos? ¿Cómo loaremos a nuestro siglo de hombres ilustres en las armas y doctos en las ciencias, pues las fuerzas se emplean en robar y las letras en engañar? ¿Cómo loaremos a nuestro siglo de próspero y sano, pues se ha hecho ya la pestilencia tan doméstica y vecina, que parece duende de casa? ¿Cómo loaremos a nuestro siglo de lo mucho que aprenden y de lo poco que hablan, pues los más de los que están en los estudios no aprenden sino a decir malicias y a hacer coplas y farsas? ¿Cómo loaremos a nuestro siglo de abstinente y continente, pues apenas hay hombre que ayune Cuaresma y se abstenga de amiga? ¿Cómo loaremos a nuestro siglo del poco ocio y mucho ejercicio, pues son más los que huelgan y hurtan en los pueblos que no los que trabajan y aran en los campos? ¿Cómo loaremos a nuestro siglo de lo poco que come y menos que duerme, pues no comen ya los hombres hasta hartar, sino hasta revesar y regoldar? ¿Cómo loaremos a nuestro siglo de tener mujeres que guarden castidad y tengan lealtad, pues no hay vicio en el mundo que se venda más barato que es el adulterio? ¿Cómo loaremos a nuestro siglo de no ser codicioso ni avaro, pues el oro y la plata no sólo no lo echan en las aguas, mas aun van por ello a las Indias?

De viña tan helada, de árbol tan seco, de fruta tan gusanienta, de agua tan turbia, de pan tan mohoso, de oro tan falso y de siglo tan sospechoso no hemos de esperar, sino desesperar. Véanse las cortes de los príncipes asirios, persas, medos, macedonios, griegos y romanos, y hallarse ha por verdad que en nuestras repúblicas y cortes se cometen tales y tantos vicios, que en aquellos antiguos reinos ni los supieran ordenar ni los osaran cometer. En aquellos tiempos pasados y en aquellos siglos dorados, en caso de ser uno malo, ni lo osaba ser, ni mucho menos parecer; mas, ¡ay, dolor!, que es venido ya el mundo a tanta disolución y corrupción, que les perdonaríamos el ser malos si no fuesen desvergonzados.

No me negarán los cortesanos que a la mañana, cuando van a palacio, en el espacio que hay del rey se vestir hasta oír misa, no se pongan a contar unos a otros lo que aquella noche han jugado, lo que han murmurado, las compañías que han tenido, las hermosas que han visto y aun las cortesanas que han engañado. Como es el mundo nuevo, así son las invenciones nuevas y las novedades que han hallado son un nuevo hablar, un nuevo jugar, un nuevo banquetear, un nuevo vestir, un nuevo negociar y aun un nuevo engañar.

Cada año más, cada mes más, cada día más y aun cada hora más, veo que ganan más tierra los vicios y se relajan los virtuosos. Si como crecen los vicios después que se introducen, creciesen los árboles después que se plantan, cada semana habría leña que quemar y fruta que comer, porque en la corte tienen las virtudes mil contradictores y los vicios dos mil factores. Si en la corte se introduce una obra virtuosa, aún no es llegada cuando es desaparecida; lo cual no es así en alguna vanidad o liviandad, porque si una vez en la corte toma posada, ojos que la vieron venir no la verán olvidar.

El filósofo Ligurguio prohibió en sus leyes el entrar peregrinos en su república y el peregrinar los suyos por otra tierra, porque los vicios extraños y las costumbres peregrinas ni los unos las supiesen ni los otros las aprendiesen. En los tiempos que era el cónsul Marco Porcio vino un gran músico desde Grecia a Roma, el cual era muy primo en el tañer y muy suave en el cantar, y como añadiese de nuevo una cuerda al instrumento con que tañía, la cual no tenían los otros instrumentos de Roma, fue el instrumento públicamente quemado y el maestro desterrado. Bien daríamos ahora licencia a que parasen todas las novedades en la música, con tal que no quedase novedad en la república; porque no está el daño en tener la vihuela muchas cuerdas, sino en faltar de la corte muchos cuerdos. Plutarco cuenta que, estando él en Roma, vio apedrear a un sacerdote griego en el Campo Marcio, no por más de que en el templo de la diosa Berecinta ofreció un sacrificio delante el pueblo, no como los sacerdotes de Roma, sino con las ceremonias de Grecia. Suetonio dice y afirma que en cuatrocientos y sesenta y cuatro años que duró en Roma el templo de las vírgenes vestales no se hallaron entre ellas sino cuatro que fuesen malas, es a saber: Domicia y Rea y Albina y Cornelia, las cuales públicamente fueron castigadas y aun vivas en las sepulturas metidas. Si ahora se hubiesen de registrar y castigar todas las vírgenes que son impúdicas y malas, tengo para mí creído que se hallarían más malas en cuatro años que entonces se hallaron en cuatrocientos. Trebelio Publio dice que el emperador Aureliano quitó de censor a su único amigo Rogerio porque en la boda de su vecina Postoria había comido y danzado, diciendo que el buen juez ha de emplear su gravedad en las cosas de veras y no perderla en tiempo de burlas. No obstante lo que este emperador hizo, todavía nos atreveremos a dar licencia a los jueces para que dancen con los pies con tal que no roben con las manos, porque al pleiteante muy poco se le da que su juez baile en la boda si después en la audiencia le guarda justicia. De Domiciano el Emperador también dice Suetonio Tranquilo: «Ex decreto Domiciani acussatori qui causam teneret ultra annum, exilio pena esset.» Quiere decir que mandó el emperador Domiciano que el pleiteante que prorrogase el pleito más de un año fuese de Roma públicamente desterrado. ¡Oh!, si hasta este nuestro siglo aquella ley durara y que ahora se guardara, yo juro y afirmo que fuese mucho mayor el número de los desterrados que no el de abogados.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Menosprecio de corte y alabanza de aldea (1539). Edición preparada por Emilio Blanco, a partir de la primera de Valladolid 1539, por Juan de Villaquirán.}

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