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Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Capítulo IV
Que por ser sabio Marco Aurelio Emperador, en su tiempo floresçieron muchos y muy famosos sabios en Roma.


Como la vida del prínçipe no sea sino un blanco donde todos assestan y un señuelo al qual todos se abaten, vemos por experiencia que a lo que es inclinado el príncipe trabaja seguir el pueblo. No tiene discreción el vulgo para reprochar lo malo y elegir lo bueno; no menos por cierto se abate al falso señuelo de pluma que al verdadero de carne, por cuya occasión de solo un buelo que dio perdió la libertad que tenía y no mató la hambre con que rabiava, y sobre todo las alas del libre se le tornaron en piyuelas de servidumbre.

No carece de grave culpa e inmortal infamia el príncipe que, aviendo de dar la mano de buena vida con que otros se levanten, atraviesa el pie de malas costumbres do todos tropieçan. Pero sin comparaçión es mayor la liviandad del pueblo que no el descuido del príncipe, porque a uno que bive mal seguirle uno no es maravilla, ni aun tan poco que le sigan algunos no es cosa nueva, ni en caso que le siguan muchos no es espanto; pero seguirle todos en todo esto es grave escándalo. Si el pueblo fuese quien avía de ser, más presto se tornaría uno por muchos de lo malo a lo bueno que no muchos por uno de lo bueno a lo malo.

Por cierto, bien sabe cada uno, por ignorante que sea, que con nuestros príncipes, si somos obligados a obedesçer su iustiçia iusta, no somos obligados a imitar su vida mala. Pero ¿qué diremos, que están oy en tanta estima el regalo de sus personas y tan abatido el rigor de su imperio, que sin [37] vergüença ninguna menospreciamos sus mandamientos iustos y seguimos sus obras malas? ¡O!, si los príncipes tuviesen tantos buenos que cumpliesen lo que mandan como tienen malos que imiten lo que hazen, yo iuro que no huviese menester tener cárçel para los traviesos, mordaza para los blasfemos, hierro para los esclavos, rollo para los traidores, cuchillo para los adúlteros, pozo para los salteadores, ni horca para los ladrones.

Quiero dar exemplo de todo esto y verán ser verdad lo que digo. Si el rey es inclinado a caça, todos caçan; si en iuegos, todos iuegan; si a armas, todos tornean; si es adúltero, todos adulteran; si es liviano, todos son locos; si es virtuoso, todos son cuerdos; si es callado, todos se refrenan; si es atrevido, todos se desmandan; si es piadoso, todos son clementes; y si es sabio, todos deprenden.

Y porque no culpemos a solos los presentes de nuestros tiempos, traigamos a la memoria algunos príncipes de los tiempos passados. Quien ha leído a Sexto Cheronense en el libro que se llama De las varias inclinaciones que tuvieron los príncipes, hallará que Rómulo, fundador de Roma, honró mucho a los canteros; Numma Pompilio, su successor, a los sacerdotes; Paulo Emilio, a los marineros; Camillo, capitán, a los monteros; Gayo César, a los plateros; Scipión, a los capitanes; Augusto Octavio, a los iugadores de pelota; Calígula, a los truhanes; Tiberio, a las alcahuetas; Nero el cruel, a los dançadores de espadas; Claudio, a los escrivanos; Sylla, a los armeros; Mario, su competidor, a los entalladores; Vaspasiano, el bueno, a los pintores; Tito, su hijo mejor, a los músicos; Domiciano, hermano déste y muy malo, a los ballesteros; y sobre todos nuestro Marco Aurelio Emperador, a los sabios.

Las varias inclinaciones que en diversas cosas tuvieron los príncipes hizieron variar los favores o disfavores de muchos con los pueblos. Y como el vulgo mire más el favor que no la iusticia, aquellos officios son más favorescidos a los quales los príncipes se muestran ser más inclinados. Esto todo dezimos por mostrar quánto fueron favorescidos en tiempo de este Emperador todos los sabios. Si las hystorias no nos mienten, desde los tiempos de Mecenas el romano, el qual fue el más [38] venturoso en tener por amigos sabios que no en inventar nueva manera de manjares, hasta Marco Aurelio, passaron diez y siete emperadores, que fueron Julio, Octavio, Tiberio, Calígula, Claudio, Nero, Galba, Otho, Vitello, Vaspasiano, Tito, Domiciano, Nerva, Traiano, Hadriano, Antonino y Aurelio, de los quales todos solos dos hallamos que fueron favorescedores de sabios, conviene a saber: Nerva y Traiano. Todos los otros emperadores no sólo fueron discípulos de las mentiras, pero hiziéronse açote de las verdades. Parece esto ser verdad, porque Julio persiguió a Cicerón, Octavio desterró a Ovidio, Tiberio empozó a Calviçio, Calígula degolló a quatro oradores iunctos, Nero mató a su maestro Séneca, Claudio encarçeló a su tío Lucano, Otho ahorcó a Patroclo, Domiciano desterró a todos los oradores de Roma y por mostrar mayor su maldad, quando salían los sabios por una puerta a ser desterrados entravan los truhanes por otra, los quales por Tito, su hermano, de Roma avían sido expellidos. Y como digo de estos pocos podía dezir de otros muchos.

No fueron por cierto assí tractados en tiempo de este buen Emperador. Y que esto sea verdad, parece por muchos y muy excellentes varones en diversas sciencias doctos que en su tempestat floreçieron. Iulio Capitulino cuenta algunos dellos y son los siguientes: Alexandro Griego, Trusión, Polión, Euthicio, Annio Macro, Cavinio, Herode Áthico, Frontón, Cornelio, Apollonio, Sexto Cheronense, Iunio Rústico, Claudio Máximo, Cina Catulo, Claudio Severo y el muy famoso Diogeneto pintor y el muy docto en leyes Volusio Meciano. Estos todos estavan en su palacio y residían en su presencia, que otros muchos avía en Roma y estavan derramados por Italia.

Cosa fue maravillosa de ver en aquellos tiempos quánta fue la muchedumbre que floreçieron de sabios: no avía padre que, si tuviese dos hijos, no pusiese el uno al estudio (el otro por la ley romana avíale de dar para la guerra). Ya sabían todos que qualquier mancebo que fuese sabio sobre todos del Emperador avía de ser muy favoreçido. [39]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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