La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Carta XV
De la dicha, su amiga Bohemia, en respuesta de la a ella embiada, y es letra de notar.


Bohemia, tu antigua amiga, a ti, Marco del Monte Çelio, su mortal enemigo, desea vengança de la persona y mala fortuna para toda tu vida.

Tu carta resçebí, y por ella paresçe quán dañadas están tus entrañas y quán crudas sean tus maliçias. Este privilegio tenéis los malignos como tú: que hos suffren vuestras ruindades hechas en secreto porque no lastiméis a ninguno en público. Pues no lo avrás así comigo, Marco, que, si no soy thesorera de tus thesoros, a lo menos soylo de tus maldades, y lo que no puedo con mi persona trabajaré por vengarlo con mi lengua. Y puesto que las mugeres por ser flacas somos vençidas en el cuerpo, ten çierto que ni por eso jamás somos domeñadas en el coraçón.

Dizes que, escapando de una batalla resçebiste mi carta, y muy gran espanto con ella. Cosa es muy común a los tibios hablar de amores, y a los nesçios tractar de libros, y a los covardes blasonar de armas. Dígolo porque para responder a una carta no avía neçessidad dar cuenta a una muger como yo, si fue antes o después de batalla. Yo bien sé que escapaste della, porque ni serías el primero en acometer ni el postrero en huir. Nunca quando eras moço te vi ir a la guerra que me quedase reçelo de tu vida, porque, conosçiendo tu covardía, dávame pena la absençia, que en lo demás segura estava de tu persona. Pues dime, Marco, ¿qué harás agora en la vejez? Pienso que traes la lança no para ir a la guerra, sino para arrimarte en la gota; el capaçete no pienso que le tienes para [309] esperar cuchilladas, sino para bever en las tavernas; las manoplas, yo estoy segura que no son para iustar en las plaças, sino para empeñar por golosinas. Nunca te vi herir a algún hombre con tu espada y hete visto matar a mill mugeres con tu lengua. ¡O!, maligno Marco, si fueses tan esforçado como eres maliçioso, tan temido serías en las naçiones bárbaras como eres aborreçido, y con razón, de las matronas romanas. Dime lo que quisieres, que a lo menos esto no me lo podrás negar: que has sido y eres agora amador tibio, cavallero covarde, amigo desconosçido, avariento infame, maliçioso crudo, enemigo de todos y amigo de ninguna; y sobre todo las que te conoscimos liviano moço, agora te condemnamos por viejo loco.

Dizes que, en tomando la carta en la mano, luego prendió la yerva de su maliçia en tu coraçón. Yo lo creo sin que me lo iures: que en ser cosa de maliçia luego avía de hallar posada en tu casa. En los animales podridos prende la yerva, que en los bien complexionados luego reviesan. De una cosa soy muy cierta: que nunca tú morirás con ponçoña, porque un veneno pocas vezes daña a otro veneno. ¡O!, Marco maligno, y si todas te conosçiesen en Roma como te conosçe esta triste Bohemia, verían quán differentes son las palabras que dizes a las entrañas que tienes, y que si por las escripturas que compones meresçes nombre de philósopho, por las maldades que inventas meresçes renombre de tyranno.

Dizes que nunca viste en muger conçierto en el amar ni fin en el aborresçer. Yo tengo gran gloria que en pensar que otras romanas de Roma sin mí de tus poquedades tienen notiçia. Mira, Marco, quiérote desengañar, porque tú eres tal, que ni meresçes iamás te comiençen amar ni iamás te dexen de aborresçer. ¿Quieres tú conçierto en los amores, no siendo tú fiel en los serviçios? ¿Quieres tú servir de burla y que te amen de veras? ¿Quieres tú gozar de la persona sin costa de tu hazienda? ¿Quieres tú ayan fin nuestras quexas no atajando tú tus maliçias? Mal conosçes mugeres. Hágote saber que ni somos tan locas como pensáis ni vosotros tan cuerdos como hos loáis. Hasta agora más hombres hemos visto dexarse al querer de mugeres que mugeres al querer de los hombres. [310] Mill vezes lo he visto, y aun tú y yo platicado, que un hombre no tiene coraçón para apoderarse con tres mugeres cuerdas, y una muger le tiene para acoçear a trezientos livianos.

Dizes que estás espantado de mi liviandad: verme dexar a Roma y quererme ir contigo a la guerra. Grande es el amor de la patria, pues muchos dexan muchos bienes que tenían en tierra agena y biven en estrecha pobreza en su tierra propria; pero mayor era mi amor, pues dexava a Roma con todos sus plazeres y te yva a buscar a tierras estrañas entre batallas tan crudas. ¡O!, maligno Marco, ¡o!, amigo desconosçido: si yo quería dexar a Roma, era por ir a buscar a mi coraçón, que estava allá contigo en la guerra. Y por çierto muchas vezes, pensando en tu absençia, me tomavan desmayos, y como el coraçón no estava comigo, iamás me podía aprovechar de algún remedio. No pensé yo que eran nuestros amores como el de los animales, que gozan sus plazeres sin quererse en sus voluntades. Yo te iuro por la diosa Vestal y la madre Bereçinta más me deves por el amor que en un día te tuve que por los serviçios que en veinte y dos años te hize. Mira, malvado Marco, quánto yo te quería, que en presençia siempre te mirava, en absençia siempre en ti pensava; entre sueños te soñava, tus trabajos yo los llorava y tus plazeres yo los reýa; y finalmente todos mis bienes quise para ti y todos tus males tomava para mí. Dígote una cosa: que agora no siento tanto las persecuçiones que me hazes como el desconoscimiento que me muestras. Gran dolor es del avaro ver sus bienes perdidos, pero sin comparaçión es mayor el del enamorado ver sus amores mal empleados. Lástima es que siempre lastima, pena es que siempre pena, dolor es que siempre duele y muerte es que nunca acaba. ¡O!, si conosçiésedes los hombres quán de veras aman las mugeres quando han de amar, y quán de coraçón aborresçen quando comiençan aborresçer. Yo te iuro que nunca las communicásedes con amor, o si las amásedes, nunca las dexásedes por miedo de su temor. Y como nunca aya gran aborresçimiento sino donde huvo primero mucho amor, por eso tú no serás muy aborresçido, porque iamás fuiste de veras de señoras amado. La triste Bohemia te amó [311] veinte y dos años de su vida: ella sola te aborresçerá hasta después de su muerte.

Dizes que me dexé comer en agraz y que me quiero vender agora por vino. Yo conozco que erré como moça y liviana, y quando conoscí aver errado el camino, ya mi desdicha no llevava remedio. Aquélla es grave pérdida, la qual sin otras pérdidas mayores no se puede remediar aquella pequeña. Yo erré como muger y flaca, mas tú como hombre y fuerte. Yo erré con la ignorançia simple, mas tú con malicia pensada. Yo erré no sabiendo que errava, mas tú sabías lo que hazías. Yo me fié en la fee de tus palabras como de cavallero, y tú me engañaste con mill mentiras, como mentiroso. Dime: ¿tú no buscaste occasión de entrar en casa de mi madre Getulia por sonsacar a mí, su hija Bohemia? ¿Tú no prometiste a mi padre de enseñarme a leer en un año, y tú leýasme el libro de Amores de Ovidio? ¿Tú no iuraste de ser mi marido y después alçástete a tu mano como malo y adúltero? ¿Tú no sabes que ni tú hallaste vileza en mi persona ni yo verdad en tu boca? A lo menos no podrás negar que no ayas sido a los dioses reo, a los hombres infame, a las romanas odioso, a los buenos escándalo, a los malos exemplo y finalmente a mi padre traidor y a mi madre fementido y a la triste de Bohemia enamorado desconosçido. ¡O!, Marco maligno, ¿tú no me cortaste en hoja, offresciéndote a mis padres de guardarles su viña segura? Muy mal se pueden fiar los pollos del milano, las ovejas del lobo y las colmenas del osso; pues muy peor eras tú quando criavas hijas de buenos, ¡o!, maligno Marco. Donoso viñadero avían hallado las matronas romanas para sus hijas en ti. Yo te iuro que no escapó razimo ni parra que no fuese o comida o picada. Tú me comiste en agraz, yo te iuro que te haga mala dentera.

Dízesme que me maduraron a poder de pulgadas como breva. No me pesa tanto por lo que dizes como por lo que me das occasión de dezirte. Es tu vergüença tan desvergonçada, y tu maldad tan descomedida, que no puedo responderte a tu propósito sin lastimarte en lo muy bivo. Pregúntote: quando te casaste con Faustina, ¿hallástela verde o madura? Bien sabes tú, y también lo sé yo, que otro ençentó la cuba y [312] tú beves las hezes; otro vindimió primero la viña y tú andas a la rebusca; otro la comió en agraz y a ti te hechó la dentera. ¡O!, Marco maligno, mira quántas son tus maldades, y cómo los dioses te dan iustos castigos, que ni siendo moço mereçiste ser querido de tus amigas, ni agora meresçes te guarden fidelidad tus mugeres. Para vengarme yo de tu persona no he menester yo más de verte casado con Faustina. Por la madre Bereçinta te prometo que si tu poca cordura alcançase a conosçer por entero lo que de ti y della dizen en Roma, de verdad que llorases de día y de noche la vida de Faustina, y dexases a la triste Bohemia. ¡O!, cuitado de ti, Marco, y quán desplomados están los juizios nuestros de los pensamientos tuyos, porque con tu gran doctrina tu casa de día está hecha escuela de philósophos y la lasçivia de tu Faustina la tiene hecha de noche burdel de rufianes. Iusto juizio es de los dioses que, pues basta para emponçoñar a muchas buenas tu sola maliçia, la maldad de una sola muger sea bastante a derrocar tu fama. Una differençia ay de mí a ti y a tu Faustina: que mis cosas son de sospecha, pero las vuestras de hecho; las mías son secretas, pero las vuestras públicas; yo tropeçé, pero vosotros caístes; de una cosa merezco castigo, mas vosotros por ninguna meresçéis perdón; mi deshonra murió con mi culpa y enterróse con mi emienda, mas vuestra infamia nasçió de vuestros deseos, crióse con vuestras maliçias y bive con vuestras obras; y finalmente por eso vuestra infamia nunca morirá, porque vosotros nunca biviréis. ¡O!, Marco maligno, ¿con quanto sabes no sabes que, perdiéndose la vida buena, se cobra la fama mala, y acabándose la vida mala comiença la fama buena? No cesas tú de dezir maliçias solo con sospecha que te dan tus falsos juizios ¿y quieres tú que callemos lo que vemos con nuestros ojos? De una cosa está seguro: que a ti y a tu Faustina no hos levantarán falso testimonio, porque son tantas las verdades, que no ay neçessidad de inventar mentiras.

Dizes que vieja querella es en las enamoradas romanas que, tomando de muchos, seamos más pobres que todos, porque faltándonos el crédito seamos honradas por el fausto. Cosa es çierta que de las çarças no hemos de esperar sino [313] rampojos; de las enzinas, avellotas; de las ortigas, ronchas; y de tu boca, maliçias. Curiosamente lo he mirado, que iamás te vi sino dezir mal de todos, ni jamás sentí quererte bien alguno. ¿Qué mayor castigo quiero yo de tus maldades, ni mayor vengança de mis iniurias, sino ser çierta que a todas las señoras romanas les pesa con tu vida y a todas les plaze con tu muerte? Maldito el hombre cuya vida lloran muchos y en cuya muerte se ríen y gozan todos. Propriedad es de mezquinos e ingratos como tú olvidar lo mucho que resçiben y çaherir lo poco que ellos dan. Los coraçones generosos, quanto se regalan y glorían en dar a otros, tanto se afrentan en resçebir serviçios, porque dando se hazen señores y resçibiendo se tornan esclavos. Pregúntote: ¿qué es lo que me diste, o qué es lo que tú de mí resçebiste? Yo aventuré mi fama, dite la possessión de mi persona, hízete señor de mi hazienda, desterréme de mi patria, puse en peligro mi vida, ¿y en galardón de todo esto çayéresme agora con una miseria? Nunca cosa me diste de coraçón, ni yo la resçebí de voluntad, ni iamás me hizo provecho. Y como todas las cosas cobren nombre no por la obra pública que vemos, sino por la intençión secreta con que la obramos; y tú, malvado, me querías no por gozar mi persona, sino por cohecharme mi pecunia; llamarte hemos no enamorado polido, sino ladrón cossario y mañoso.

Un anillo tenía tuyo: acordé de echarle en el río, y una vestidura que me diste luego la quemé en el fuego. Y si supiese lo que en mi cuerpo se ha augmentado quando tu pan comí, la carne cortaría estando sana y la sangre me sacaría sin calentura. ¡O!, Marco maligno, tu offuscada maliçia no te dexó entender mi clara letra, porque yo no te embiava a pedir dineros para sobrellevar mi pobreza y soledad, sino conosçimiento y agradescimiento para satisfazer a mi coraçón y voluntad. Los hombres vanos y codiçiosos como tú se contentan con dones, que los coraçones encarniçados en amores poco les satisfazen dineros, porque el amor sólo se paga con amor. El hombre que no ama como hombre de razón, sino como bruto bestial, y la muger que no ama por ser amada, sino por interesse a su persona, a los tales ni han de creer sus palabras, ni querer sus personas, porque el amor della se acaba [314] quando a él se le acaba la hazienda, y el amor dél quando a ella se le pierde la hermosura. Si el amor tuyo sólo proçedía de la hermosura de mi cara, y el mi amor sólo se movía por el dinero de tu bolsa, iusta cosa es que no nos llamen cuerdos enamorados, sino livianos alivianados. ¡O!, Marco maligno, nunca te amé por tu hazienda, aunque tú me amavas porque era hermosa; de coraçón te amé entonçes y de todo coraçón te aborresco agora.

Dizes que usaron los dioses gran piedad comigo en darme pocos hijos y a ellos muchos padres. La mayor maldad en las mugeres es ser desvergonçadas, y la mayor ruindad en los hombres es ser deslenguados. Muchas cosas se han de suffir por la flaqueza de las mugeres, las quales no se permitten en la cordura de los hombres. Esto digo porque jamás vi en ti templança para encobrir las maldades proprias, ni cordura para dissimular las flaquezas agenas. Tú dizes que mis hijos tienen muchos padres. Pues yo te iuro que los hijos de Faustina, aunque tú mueras, no queden huérfanos. Y de verdad, si los dioses dizes que fueron piadosos con mis hijos proprios, no menos lo eres tú con los hijos estraños, porque a ti Faustina no te tiene sino por escusa de sus errores y por ayo de sus hijos. ¡O!, Marco maligno, bien puedes perder tu cuidado, que tus hijos proprios no han menester casamiento. De una cosa te somos en cargo, y es el exemplo que nos das a todos de suffrimiento, que, pues tú suffres a Faustina tantas infamias públicas, no es mucho te sufframos a ti algunas secretas.

Y al presente no digo más, sino que doy fin a esta carta deseando el fin a tu persona. [315]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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