La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Carta XVII
Embiada por Marco Emperador a la sobredicha Macrina, en la qual le manifiesta cada día por ella tener mayor pena.


Marco, vezino de Roma, a ti, Macrina, su muy dulçe enemiga. Llámote dulce porque es iusto por ti morir, y llámote enemiga porque no me acabas ya de matar. No sé en qué está esto: desde la fiesta de Iano acá te he escripto tres cartas, en respuesta de las quales quisiera ver siquiera tres letras. Si te sirvo, no te quieres servir; si te hablo, no me quieres hablar; si te miro, no me quieres mirar; si te llamo, no me quieres responder; si te visito, no me quieres ver; si te escrivo, no quieres responder; y lo peor de todo, que si otros te dizen mis ansias, échaslas todas en burlas. ¡O!, si yo tuviese tanto saber para de ti quexarme como tú poder para quexoso hazer a mí, no menos sería loada mi sabiduría entre sabios que tu hermosura entre locos.

Mucho te ruego no mires los desconçiertos de mis razones, mas mires la fee de mis lágrimas, las quales por testigos de mis males te doy. No sé qué bien de mi mal te puede venir, ni qué ganançia de mi pérdida puedes esperar, ni qué seguridad de mi peligro puedes sacar, ni sé qué plazer de mi despesar puedes tener. Diéronme por respuesta de la embaxada que sin ser leída por tus manos fue hecha pedaços mi carta. Bastar deviera pensar quán hecha quartos tienes mi persona. Mucho quisiera, señora Macrina, leyeras aquellos pocos ringlones porque por ellos vieras quán turbados están mis pensamientos. Estremadas sois las mugeres, que por una parte una sola muger se compadesce de todos los hombres en [319] general, y por otra todas iunctas sois crueles para uno en particular. En público perdonáis a todos la vida y en secreto procuráis a todos la muerte. Yo no tengo en nada lo que, señora Macrina, heziste; pero quéxome de lo que con Valerio, tu vezino, me embiaste a dezir. Una cosa querría que tuvieses en la memoria y no la pusieses en olvido, y es que, pues fue tan poca mi libertad y tan grande tu poder, para que siendo todo mío me tornase todo tuyo, pensases que quando iniurias a mí más iniurias a ti, pues ya yo en ti muero como tú en mí devrías bivir. En tan mal propósito no perseveres, porque aventuras la vida de entrambos, dañas la condiçión tuya y destruyes la salud mía, y al fin al fin has de venir a la melena.

Perdonadme, señora Macrina, porque hos quiero dezir una maliçia, y es ésta: sé yo que deseáis las mugeres una cosa y queréisnos hazer encreyente que ni hos passa por pensamiento della. Bien solías tú ser acondiçionada, y a lo menos, si no lo eras en la obra, tenías dello la fama, y fama antigua no se deve perder con ingratitud nueva. Bien sabes tú quán contrarios son el desagradesçimiento y la virtud en casa del virtuoso, y que no puedes virtuosa dezirte sin agradesçida llamarte. No ay cosa en qué mas se mire la ingratitud que es en el desamor. Que te visite y no me visites no es nada; que te hable y no me hables no es nada; que te conosca y me desconoscas no es nada; que yo llore y tú te rías no es nada; que te pida y lo niegues no es nada; que me devas y no me pagues no es nada; pero que te ame y no me ames esto es mucho, lo qual ni ojos pueden dissimular, ni coraçón suffrir. Todos los viçios en los mortales es razón se perdonen porque se cometen según naturaleza, sino el desamor en las mugeres y la ingratitud en los hombres, que se cometen por maliçia. Pues muchos serviçios por mí a ti hechos y muy mayores deseos para adelante hazer, tú sola, señora Macrina, con una sola cosa me puedes pagar.

Ruégote no seas agora escasa en darme el remedio, pues yo no lo fui en offresçerme al peligro. Si dizes que Patroclo, tu esposo, de ti tiene la propriedad, a lo menos resçíbeme a prueva. Yo pretender la possessión, y de esta manera en la vanagloria de ser tuyo se embevería el daño de no ser mío. [320] Maravillado me tienes cómo para merçed tan pequeña puedes suffrir importunidad tan larga. Por çierto muchas cosas otorgamos a un importuno que no las otorgaríamos a un hombre templado. Si esperas, señora Macrina, vençerme, yo me doy por vençido; si perderme, yo me doy por perdido; si matarme, yo me doy por muerto, porque en el gasto que llevo por tu puerta y en los sospiros que doy en mi casa conosçerás cómo el mucho resistir mío y el bravo combatir tuyo son edifiçios más para aplazar la muerte que no para defender la vida. Si quieres que escape de este daño, no me niegues el remedio, porque mayor virtud te sería matarme que fealdad remediarme. Y no es iusto por tan poco preçio perder la fee de tan gran serviçio. No sé para hazer a mí deudor y a ti pagadora qué pueda dezirte. Y lo peor de todo, ni sé qué diga, ni en qué açierte, porque yo no nasçí para açertar en mi provecho, sino para ser çierto en tu serviçio. Y pues fiastes de quien sabes la embaxada secreta, del mesmo fío esta letra pública y mi respuesta secreta.

Aý te embío un joyel de perlas y un pesante de oro. A los dioses pido y a ti ruego con aquella voluntad tú lo resçibas con que yo te lo presento. Marco, el orador, a ti, Macrina, la inexorable. [321]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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