La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos

Capítulo XXII
De muchas maneras que llama Dios a sus siervos, y de cómo el demonio también llama a los suyos: y en qué se conocerán los unos y los otros.


Non enim vocavit nos deus in immundiciam: sed in justificationem: dice el apóstol escribiendo a la Iglesia de Tesalónica, en el IV Capítulo como si dijese: Hágoos saber los de Thesalónica, que no os llamó el señor a su Iglesia, para que fuesedes malos, sino para que fuésedes buenos: porque debajo de la ley de Cristo, aunque algunos males se disimulan, no por eso se aprueban. Como quiera que estas palabras apostólicas se dirijan a todos los fieles cristianos, empero más particularmente hablan con los varones recogidos y perfectos: los cuales no se han de contentar, con no hacer cosas inmundas y escandalosas, sino que también han de resplandecer por obras muy heroicas y perfectas. San Bernardo en una epístola dice: Los que están en el mundo, cumplen con guardar los mandamientos y llamarse cristianos: mas los que estamos en el monasterio, no sólo hemos de guardar los mandamientos, mas aun también los consejos, para que seamos buenos religiosos: porque no se puede llamar religión, ado no hay perfección. No vaca de alto misterio, que no para el apóstol en decir que somos de Dios llamados, sino que pasa adelante y dice también para qué somos llamados: es a saber, para que seamos limpios, mansos, justos, y perfectos, como suelen ser los que de la mano de Dios son escogidos. Casiano en las colaciones de los padres dice: De tres maneras son llamados los varones perfectos: es a saber, que los llama Dios a solas, con santas inspiraciones, o los llaman los hombres con sus consejos, o son constreñidos a ser monjes por algunos desastrados casos: de manera, que la perfección evangélica es una, y los medios para venir a ella son muchos. La primera vocación es totalmente divina: y esta es cuando el señor toca al corazón del hombre, a que deje lo que hace, y haga lo que debe: y desta manera llamó Cristo a San Pedro que estaba pescando, y a San Pablo cuando iba caminando. La segunda vocación es humana: y esta es cuando se torna a Dios algún hombre malo, por consejo de algún varón santo: así como se tornó a la fe el glorioso San Hipólito, por consejo de San Lorenzo. La tercera vocación se llama forzosa: y esta es cuando por algún caso desastrado, se mete alguno religioso: así como el santo abad Moisés, que por ocasión de haber muerto a un hombre en el siglo, se entró monje en un monasterio.

Destas tres vocaciones se puede colegir, que para más o menos servir al señor, ni la primera aprovecha, ni la segunda estorba, ni la tercera daña: porque muchos de los que vinieron de su voluntad se condenaron, y muchos de los que fueron traídos por fuerza se salvaron. Al maldito de Judas el bendito señor le escogió, y al apóstol San Pablo, la necesidad de verse caído del caballo le convertió: de manera, que a Judas, el sublimarle le derrocó, y al buen apóstol, el abatirle le sublimó. San Agustín en un sermón a los ermitaños dice: No hagáis gran caso, ni tengáis en mucho, de llamaros Dios a la religión de su voluntad, o haber venido a ella por alguna necesidad: porque no ha de mirar el monje cómo Dios le llamó, sino para qué le llamó. [XLVv] Précianse muchos religiosos de haber venido a la religión siendo niños, otros de haber entrado en monasterios muy encerrados, y aun otros se precian de haber sido discípulos de varones muy santos. Otra manera de monjes hay que hacen gran caudal, de haber estado en la orden cuarenta o cincuenta años, motejando a los otros de novicios, y teniendo a sí solos por ancianos: y lo que no sin lágrimas se puede decir, que ponen su perfección en lo mucho que han estado en el monasterio, no haciendo cuenta de lo poco que allí han aprovechado. Entrar en la religión niño, o entrar ya hombre, o entrar ya viejo, no es caso para que dello se haga mucho caso: porque el siervo del señor no se ha de parar a contar los pocos, o muchos años que ha permanecido en el monasterio, sino lo poco o lo mucho que allí al señor ha servido. Tres años estuvo el triste de Judas en el colegio de Cristo, y tres horas no más estuvo el buen ladrón en la cruz con Cristo: y al fin de la jornada, tenemos por fe que aprovecharon más al ladrón solas tres horas que creyó en Cristo, que no a Judas tres años de su apostolado. En la parábola de Cristo, no se mandó dar más dinero a los que cavaron la viña de sol a sol, que a los que fueron a trabajar cuando ya se ponía el sol: para darnos a entender, que nuestro mérito, o desmérito no consiste en los servicios que allí hacemos, sino en el hervor y caridad con que los hacemos.

San Crisóstomo in de laudibus pauli dice: A todos los apóstoles llamó Cristo antes que muriese, y a solo San Pablo llamó después que murió: mas junto con esto no le podemos negar, que si fue el postrero en la vocación, que no fuese el primero en la perfección: quia plus omnibus laboravit. Entrar en la religión siendo niño, y llevar el yugo de Cristo siendo mozo, no sólo es de aprobar, mas aun de loar: mas esto se entiende, no para que por ello le den la mejor ración en el refictorio, sino para que sea el más humilde en el monasterio: por manera, que se precie de ser el postrero en el comer, y el primero en el orar y rezar.

San Basilio en su primera regla dice: Guardaos mucho hermanos míos de las acechanzas del demonio: el cual en pago de los muchos años que en la religión habéis servido, y de las grandes tentaciones que allí habéis sufrido, os quiere hacer pago con la mejor celda del dormitorio, y con la primera hoz del capítulo: de lo cual debéis huir, y ningún caso dello hacer: porque entre lo siervos del señor cuanto uno tuviere menos de consolación, tendrá más de perfección. Tampoco debe el monje jactarse mucho, de haber tomado el hábito en monasterio recogido, o en monasterio derramado: teniendo a sí por observante, y llamando a los otros claustrales: porque la perfección monacal no consiste en el monasterio ado entramos, sino en la buena o mala vida que hacemos. Los hijos de Israel a sólo Dios estando en Egipto adoraban, y después que los llevó a tierra de promisión le desconocían: de lo cual podemos colegir, que ado quiera, y como quiera que el señor nos llamare, trabajemos que el monasterio se precie de habernos criado, y no nosotros de haber allí el hábito recibido. Morando José entre los egipcios, Abraham entre los caldeos, Daniel entre los babilonios, y Tobías entre los asirios, fueron santos y bienaventurados: para darnos a entender, que el varón perfecto y religioso, del mundo hace monasterio, y el que es malo y profano, del monasterio hace mundo.

San Bernardo escribiendo a un monje dice: El monje que [XLVIr] procura mudanza de un lugar a otro, ora porque el prelado es desabrido, ora porque el monasterio no es muy recogido, más procede esto de tentación que no de perfección: porque no hay en el mundo lugar tan profano, en el cual no pueda cada uno servir a Cristo. Tampoco debe el siervo del señor hacer gran caudal, de haber tenido por maestro al monje que era santo, o al que era pecador: porque en tal caso, cosa sería muy vergonzosa para él, y aun no ejemplar para los otros, habérsele olvidado lo que le enseñaron, y preciarse mucho del que se lo enseñó. Oathan y Abiron fueron súbditos de Moisés, y el rey Achab tuvo por preceptor a Elías, y Ananías y Safirán al glorioso San Pedro, y el triste de Judas a Cristo: de los cuales todos aunque oyeron sus palabras, se aprovecharon muy poco de sus doctrinas. En las obras acá mecánicas, primero loamos la grandeza de la obra, que no el ingenio del maestro: queremos decir, que muy poco aprovecharía, si por una parte se preciase el discípulo, de haber tenido tan buen maestro, si por otra se quejase el maestro, de haber sacado en él un mal discípulo. Tampoco debe el siervo del señor alabarse, ni jactarse, de haberle llamado el señor a una religión más que a otra: porque después que es uno bautizado, y se arrea del nombre de Cristo, no hay estado en la Iglesia de Dios tan ocasionado: en el cual el bueno no se puede salvar, y el malo condenar. Muy poco hace al caso, tomar el hábito de benitos, de augustinos, de dominicos, de franciscanos, de trinitarios, o de mercenarios: pues todos son hábitos santos, y por varones santos constituidos: porque Dios nuestro señor mucho más mira al corazón con que le servimos, que no al hábito negro o blanco que traemos. Ante todas cosas esfuérzate tú hermano mío a ser buen cristiano, y préciate de guardar el santo evangelio, y esto hecho, puedes entrar en la religión que quisieres, y tomar el hábito que mandares: porque el inclinarse los hombres más a una religión que a otra, más se ha de atribuir a devoción, que no a perfección.

No podemos negar, que no haya unas religiones más recogidas que otras, ado hay más ocasión para ser los unos buenos, y tienen menos libertad los otros para ser malos: mas junto con esto decimos, que la perfección o imperfección del monasterio, no consiste en el hábito que traen, sino en los monjes que lo traen. Mucho huele a vanidad, y aun sabe a liviandad, el competir unos religiosos con otros sobre los hábitos que traen, y sobre los apellidos que tienen: como sea verdad, que su competencia había de ser, no sobre quién es de mejor religión, sino sobre cuál dellos guarda su profesión. Tonso capite: et mutata veste obtulerunt Joseph pharaoni, dice la escritura sacra, génesis XLI, como si dijera: Cuando sacaron al santo José de la cárcel en que estaba preso, trasquiláronle la cabeza, y mudáronle la vestidura, para llevarle a palacio, y para que el rey faraón le recibiese por suyo. Los que salen de la cárcel del mundo, y quieren servir al señor en su palacio que es el monasterio, conviéneles ante todas cosas, mudar las vestiduras que traen, y trasquilarse los cabellos que tienen: es a saber, que no sólo deben al mundo de hecho, que significa la ropa: mas de pensamiento que significan los cabellos. Ni muda la vestidura, ni se trasquila los cabellos, el monje que con las costumbres que tenía en el mundo, y con los pensamientos que trajo en el siglo, se está acá en el monasterio: y el tal deberíase de acordar, que al santo José ninguna [XLVIv] de las que tenía cuando estaba encarcelado, le consintieron llevar ni tener en palacio.

En el libro de la vida solitaria dice así: Tengamos siempre en la memoria el trueque y cambio real que hicimos con el mundo, el día que nos recibieron en el monasterio: es a saber, soberbia por humildad, ira por paciencia, envidia por amor, gula por abstinencia, abundancia por penuria: libertar por recogimiento, crueldad por caridad, parlería por silencio, regalo por aspereza, e injurias por paciencia. San Jerónimo en su antigua regla dice: El monje que en la religión quiere ser pobre y paciente, seguramente puede tomar el hábito, y vivir en cualquier monasterio: mas el que quiere ser impaciente e incontinente, aconsejámosle que se quede en el mundo, y no cure de venir al yermo: porque la vida monástica es muy áspera para el regalado, es muy encerrada para el disoluto, es muy justiciera para el atrevido, es muy escrupulosa para el desalmado, y aun es muy callada para el parlero.

In de doctrina noniciorum dice San Buenaventura: Oh tú que vienes del siglo al monasterio, guárdate del mundo, pues va errado, mira no le sirvas pues es ingrato, guárdate no le creas pues es fementido, y mira no le ames pues es mentiroso: porque te hago saber hermano, que si ama es para engañar, y si engaña es para prender, y si prende es para no soltar. Y dice este santo más. Al verdadero siervo del señor muy más áspero se le hace de sufrir, un solo día del mundo, que un año entero de monasterio: y el que otra cosa desto siente, ni sabe lo que dejó, ni siente lo que toma.

San Agustín ad heremitas dice: Los tristes que no conocen al mundo aquellos solos aman al mundo, sirven al mundo, desean al mundo, y se pierden en el mundo: que los monjes avisados, y los religiosos hostigados, por no verle se esconden, y de solo oírle se santiguan.

Quia occidisti fratrem tuum abei, eris vaguus et profugus supra terram: dijo Dios a Caín en el Génesis: como si dijera: Púsete oh Caín en mi particular paraíso, y tú como malo mataste allí a Abel tu hermano: a cuya causa, andarás peregrinando, traerás la cabeza temblando, y vivirás siempre descontento. Conforme a esta figura, para el hombre bien ordenado muy gran paraíso es, el buen monasterio, y para el monje desordenado es otro infierno verse allí sujeto: de manera, que la vida monástica es como la flor del campo: de la cual hace la abeja miel para comer, y hace la araña ponzoña para matar. Si Caín no cometiera contra su hermano tan gran traición, nunca Dios echara sobre él tan grave maldición: quiero decir, que no permitiera el señor, andar ningún religioso desasosegado, si el primero no hubiese cometido algún gran pecado en el monasterio. En las vidas de los padres dijo un monje al abad Sisoy. Qué haré padre que ando desconsolado, y no quepo en todo el monasterio. A esto le respondió el santo viejo: Confiésate hijo si tienes algún pecado, y reconcíliate con tu prójimo si has con él reñido: porque en la vida monástica no puede haber tristeza, adonde hay buena consciencia.

San Jerónimo a rústico monje dice: Por alcanzar la gracia del señor venimos a la orden, y por estar en su desgracia andamos desgraciados en ella: y de aquí es, que los monjes recogidos siempre andan contentos: y los que son disolutos siempre andan alterados. Créeme hermano y no dudes, que si con Caín cometes algún pecado, que con Caín serás maldito: y la maldición que te echará el señor será, que seas a todos los monjes enojoso: y tú mismo de ti mismo vivas descontento. [XLVIIr] Sobre aquel cae la maldición de Caín que se anda por el monasterio, de claustro en claustro, de dormitorio en dormitorio, de celda en celda, y de monje en monje: buscando con quien parlar, o quien le ayude a murmurar. Sobre aquel monje cae la maldición de Caín, que cada capítulo muda lugares, cada año fabrica celdas, cada mes solicita otros monasterios, y que cada hora querría otros prelados: lo cual él hace, no para ser más virtuoso, sino para vivir más libertado: de manera, que no ve día bueno, sino el que se ve sin sujección de prelado. Sobre aquel monje cae la maldición de Caín, que por fuerza entra en el coro a rezar, en el oratorio a orar, en la librería a leer, y en la celda a se recoger: sino que como hombre arrepentido de lo que hizo, y descontento de lo que hace, se anda por los dormitorios sospirando, y a todos cuantos topa quejando. Sobre aquel monje cae la maldición de Caín, que ni puede asosegar en el monasterio, ni quiere tener paz con su prelado: buscando ocasiones para ir al siglo, y procurando negocios que negocie en el mundo: y si le niegan la licencia, pónese a murmurar, y si por caso se la dan, vase del todo a perder. En el libro de la vida solitaria dice así. La perfección de la vida monacal, no consiste tanto en tomar el hábito, salir del mundo, y encerrarse en el monasterio, cuanto en sufrir los trabajos, resistir los apetitos, y permanecer con tus hermanos: porque venir a la orden, es cosa muy fácil: mas el permanecer en ella es cosa muy difícil. Muchos vienen a la religión llamados de Dios, y también vienen otros llamados del demonio: y la diferencia que de los unos a los otros hay es, que los que son llamados de Dios, perseveran hasta el cabo: y los que llama el demonio, viven en mal en el monasterio, o tórnanse otra vez al mundo. No se espante nadie, en oír decir, que no todos los que vienen al monasterio, vienen guiados por la mano de Cristo: pues es cosa notoria a todos, que el espíritu santo llevó a Cristo al desierto, y el espíritu diabólico lo llevó también al templo: de manera, que el uno le llevó para que ayunase, y el otro para que se despeñase. Otros lugares habían en Jerusalén más altos que no ado el demonio llevó a Cristo, mas no quiso el demonio sino despeñarle del pináculo del templo: para darnos a entender, que más precia el demonio derrocar a uno de los que están consagrados a Cristo, que a ciento de los que quedaron allá en el mundo. No querer el demonio echar a rodar a Cristo desde el monte adonde ayunó, sino quererle despeñar de lo alto del pináculo, adonde le sublimó: es darnos a entender, que la caída que el monje da en el monasterio, es más peligrosa para el ánima, y es más escrupulosa para la consciencia: que todas las caídas que se dan en la república. Dos hijos de Aarón fueron quemados y abrasados, por un pequeño delito que cometieron en una ceremonia del templo: para darnos a entender, que es nuestro estado de tan alta perfección, que lo que era en el mundo ceremonia, es en la religión perfección: y lo que allá era venial, es en nosotros mortal.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos (1542). El texto sigue la edición de Valladolid 1545, por Juan de Villaquirán, 8 hojas + 110 folios.}

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