La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos

Capítulo XXXVII
De cómo nos mandó Cristo orar, y del consejo que el apóstol nos da acerca de la oración: y para esto se exponen dos muy altas autoridades.


Oportet semper orare: et non deficere, decía Cristo por San Lucas en el XVIII capítulo: como si muy más claro dijera: Mirad mis discípulos no desmayéis en las oraciones que comenzaréis, ni aflojéis en las peticiones que a Dios hiciéseis: porque es él tal y tan bueno y tan bendito, en que así como de sus siervos quiere ser servido, así huelga de ser dellos importunado. En mucho hemos de tener tan buena palabra como Cristo nos dice, y muchas gracias le hemos de dar por tan alta licencia como nos da: es a saber, que siempre que le roguemos, siempre le importunemos, y siempre le pidamos: y esto sin por ello mostrar enojo, ni darse de nosotros por importunado. Tan gran facultad y privilegio nunca se dio en el mundo, ni jamás le alcanzó ningún mundano: porque allá en el mundo después de muchos servicios hechos, y después de muchos sudores pasados, sirven y no les pagan, ruegan y no los escuchan, llaman y no les responden, y aun padecen y no los creen. Dime yo te ruego: ¿qué es la causa porque no dijo Cristo que siempre diésemos limosna, siempre ayunásemos, siempre peregrinásemos, y siempre nos disciplinásemos: como dijo que siempre orásemos? ¿Por ventura el ayuno, la limosna, la peregrinación, y las disciplinas, no son virtudes tales y tan buenas como lo es la oración: para que sean siempre amadas, y de los siervos del señor ejercitadas?

La causa pues porque el señor manda lo uno y no manda lo otro es: porque para ayunar alegarle hemos flaqueza, para dar limosna alegarle hemos pobreza, para ser peregrinos alegarle hemos que somos flacos, y para ser abstinentes alegaremos que somos enfermos: mas para no orar y contemplar, ninguna excusa podemos al señor poner. Para orar y contemplar no has menester casa, ni ropa, ni zapatos, ni dineros, sino solamente altos y limpios pensamientos: los cuales en todo lugar, y en todo tiempo tú puedes tener, si de los bullicios y trasagos del mundo te quieres apartar. Gran indicio es que tenemos muchos enemigos, y que a cada paso somos dellos tentados, y de los vicios molestados: pues nos manda y amonesta Cristo, que siempre oremos, y que a cada paso y momento a él nos encomendemos. Dime hermano yo te ruego, de los engaños del mundo, de las malicias del demonio, de las miserias de la carne, de las importunidades de los amigos, y de las cavilaciones de los enemigos: ¿cómo será posible valernos, si de oraciones y lágrimas no somos amparados? Pues cada día y aun cada hora, qué cogitatione, qué delectatione, qué omissione, qué consensu, qué visu, qué auditu, qué verbo, y qué opere pecamos y delinquimos: ¿no es justo y muy justo, que cada día y cada hora oremos, y aun lloremos? Según somos para poco, y tenemos poco: ¿qué valemos, ni qué tenemos, ni aun qué podemos, si a la oración y devoción no nos damos? No se quejan tus miembros de cuánto pecan, ¿y quéjanse de sola [LXXVr] una hora que oran? Mucha lástima es de haber, y muy gran compasión es de tener a los hombres atribulados, y a los que de tentaciones son combatidos: los cuales toman por su principal remedio, el se quejar, y no el orar: como sea verdad, que a las veces las quejas sean causa de más a Dios indignar, que no de le aplacar. Ad dominum cum tribularer clamavi et exandivit me, decía el santo David, y es como si dijese: En las guerras que tuve con los filisteos, y en las persecuciones que padecí de mis enemigos, como de nadie me quejé, ni de nadie me vengué: no sólo el señor me oyó, mas aun me remedió.

Cuando el profeta Isaías llevó las tribus nuevas al rey Ezequías, de que mandaba Dios que ordenase su ánima, porque en breve pasaría desta vida, no hizo más el buen rey de comenzar a llorar, y darse muy de corazón a orar: la cual oración fue tan en breve del señor oída, que aún no era el profeta salido de casa, cuando Dios tenía ya a Ezequías concedida la vida. Sobre la palabra que dijo Cristo: es a saber, que conviene a todos siempre orar, dice San Jerónimo. A nadie manda Dios peregrinar sino a los recios, ni manda ayunar sino a los sanos, ni manda dar limosna sino a los ricos: mas el orar y contemplar, generalmente lo manda a todos: y de aquí es, que nadie deja de orar por no poder, sino por no querer. Nadie puede ver si no tiene ojos, ni puede andar si no tiene pies, ni hablar palabra si no tiene lengua: mas para no darse uno a la oración, y ocuparse en la contemplación, será la que diere excusa fingida, mas no razón verdadera. ¿No pueden por ventura orar ni contemplar los que están ciegos y cojos, como los que están recios y sanos de todos sus miembros? El santo profeta Jonás ¿no estaba en lo profundo de las mares, y en las entrañas de la ballena, ado sin poder hablar, y apenas resollar, pidió perdón de su yerro, y fue del señor oído? El honrado y piadoso Tobías aunque le cegaron con su estiércol las golondrinas, ¿dejaba por eso Dios de oír sus oraciones, y compadecerse de sus lágrimas? Aunque el gran Moisés era balbuciente, y tartamudo, ¿dejaba por aquel defecto de orar y ser oído? Aunque era manco y cojo el santo patriarca Jacob, ¿dejaba por ventura de hacer a Dios sus peticiones, y serle aceptas sus oraciones? El hombre que estaba cabe Jericó ¿dejó de ser oído y alumbrado, porque era ciego? El ladrón que estaba cabe Cristo en la cruz ¿dejó de ser oído y perdonado, aunque estaba atado y enclavado? La santa mujer Lía ¿dejó de alcanzar de Dios lo que quería, aunque era enferma y lagañosa? El hombre que estaba enfermo cabe Cafarnaum ¿dejó por ventura de ser curado y alimpiado, aunque estaba sarnoso y leproso? He aquí pues hermano mío, en cómo igualmente oye Dios a los cojos, a los mancos, a los ciegos, a los sarnosos y leprosos, que oye a los que de todos sus miembros están enteros y sanos: de lo cual podemos colegir, cuán mayor cuenta tiene Dios con nuestros deseos, que no con nuestros miembros. Muy gran razón tiene el hijo de Dios en mandarnos orar a la continua, y que de oración a oración no hagamos pausa: pues sola la oración es con que los buenos más se consuelan, y con que los malos más se remedian.

El apóstol escribiendo a la Iglesia de Tesalónica en el quinto capítulo dice: Orate sine intermissione, y es como si dijese: Tenéos por dicho los tesalonicenses, que podéis [LXXVv] poner entre ayuno y ayuno, y entre confesión y confesión, y entre comunión y comunión algún intervalo: excepto que a la oración y devoción os habéis de dar continuo: porque más fácilmente se sustentaría un cuerpo sin comer, que la gracia en el ánima sin orar. A los no instructos en la disciplina, parecerles ha muy recia esta palabra, mas a los de buena consciencia parecerles ha muy ligera y mansa: porque las obras virtuosas, más es el espanto que ponen, que no el trabajo que dan. No pienses tú hermano, que está toda la perfección del orar, en recoger tu persona, en ir a la Iglesia, en hincar las rodillas, en alzar las manos, en rezar tus devociones, y rogar por tus finados: porque esta manera de orar, bien es que lo hagas cada día, mas no eres obligado a hacerlo sino el día de fiesta. Sin intervalo ora, el que visita los hospitales, sirve a los enfermos, socorre a sus prójimos, guarda sus ayunos, y no quebranta los mandamientos: porque para decir verdad, no deja de orar, el que no deja de bien hacer. Entonces el siervo del señor ora sin intervalo, cuando ninguna hora ni momento le hallan ocioso: porque santamente ora, el que santa y honestamente trabaja. Sin poner intervalo ora, el que por pereza o escasez no deja de hacer ninguna obra virtuosa: lo cual parece claro, en que dé hasta más no tener, y trabaja hasta más no poder: y en tal caso de creer es, que le recibe el señor en cuenta el bien que hace, y el que querría hacer: pues hace lo que puede, y da de lo que tiene. San Anselmo sobre estas palabras del apóstol dice: Aquél ora sin intervalo, que no se le pasa día sin hacer al señor algún notable servicio: y aquél hace cada día algún notable servicio, que vive en provecho de su prójimo, y sin ofensa del Evangelio. No deja por cierto de orar, el que no cesa de santos deseos tener, ni aun tampoco cesa de orar, que no deja de a su Dios amar: porque Dios nuestro señor mucha más cuenta hace del amor que le tenemos, que no de los servicios que le hacemos. Créeme y no dudes, que el que siempre ama siempre ora, y el que no cesa de amar, no cesa de orar: mas junto con esto, te hago saber, que muy poco le aprovecha lo que reza y ora, al que a Dios de todo su corazón no ama: porque no mira tanto el señor las palabras que en la oración le decimos, cuanto mira las entrañas con que se las ofrecemos. No cesa continuamente de orar el que no cesa de a su Dios servir, y no cesa de inmensas gracias le dar: así por haberle redimido, como porque le tiene sustenta con su poderosa mano: porque más debemos al señor por irnos a la mano en el pecar, que no por perdonarnos lo que hemos pecado. Sin ningún intervalo ora, el que igualmente da gracias al señor en la prosperidad y en la adversidad, en sanidad que en la enfermedad, en la alegría que en la tristeza, y en la pobreza que en la riqueza: por manera, que siempre ora, el que siempre está conforme con la voluntad divina. Todo lo sobredicho es de Anselmo.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos (1542). El texto sigue la edición de Valladolid 1545, por Juan de Villaquirán, 8 hojas + 110 folios.}

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