La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos

Capítulo XXXIX
De cuatro diferencias de oraciones que pone el apóstol, y expónese la autoridad del apóstol, y aléganse otras notables figuras.


Obsecro autem primo omnium fieri obsecrationes, orationes, postulationes et gratiarum actiones: decía el apóstol escribiendo a su discípulo Timoteo, en el capítulo segundo, y es como si dijera: Ruégote hermano mío Timoteo, que ante todas cosas hagas cada día al señor algunas obsecraciones y algunas oraciones, y algunas postulaciones, y algún hacimiento de gracias: porque te hago saber, que si en el orar guardas esta orden y regla, no dejará tu oración de ser oída. No vaca de alto misterio, avisarnos aquí el apóstol, que todas las cosas comenzemos, y mediemos, y acabemos, orando, y rezando y contemplando: de la cual doctrina podemos inferir, que ninguna cosa puede tener buena salida, si en el nombre del señor no fuere comenzada. Alumbrada por el espíritu santo la madre santa Iglesia, dice en el principio de todas las horas que reza y canta. Deus in adjutorum meum intende: domininc ad adjuvandum me sestina, y es como si dijese: Ayúdame señor a lo que quiero hacer, y está señor atento a lo que te quiero decir: y más y allende de esto te suplico y ruego, que te des prisa en me ayudar, pues la dan mis enemigos en me perseguir. No sólo los santos de nuestra Iglesia, mas aun los padres de la antigua sinagoga, oraban y se postraban por tierra en tiempo de pestilencia, o antes de dar alguna batalla: de manera, que la alteza y perfección de la oración, se comenzó en la sinagoga, y la continúa ahora la Iglesia. Dime yo te ruego, el mareante cuando se ve en la tormenta, y el capitán al punto de dar la batalla, y el enfermo desasinziado en la cama, y aun el ladrón al pie de la horca: ¿por ventura no ruega a Dios que le socorra de su mano, antes que piense ningún otro remedio? El hombre perseguido y el corazón atribulado, ¿qué otra cosa más ayna hace que es llorar, ni de que echa más ayna mano que es del orar, y a Dios se encomendar?

Muchas veces dicen que decía el santo Abad Arsenio: El cristiano que en la prosperidad no ora, y que en la adversidad luego a Dios no [LXXVIIIv] se encomienda, no puede pasar la vida sin trabajo, ni esperar la muerte sin peligro: porque sin llamar el nombre del señor, no sólo no habíamos de osar hablar, mas aun ni resollar. La santa mujer Judith oró al señor antes que saliese de Gerhulia, y lo mismo hizo antes que a Holofernes cortase la cabeza: y así es, que primero que echase mano a la espada, oró a su criador puesta de rodillas en tierra. El santo Rey David nunca guerra comenzó, sin que primero no orase, ni nunca batalla venció que gracias al señor por ella no diese: y como peleaba más con oraciones que no con armas, nunca pudieron los filisteos vencerle, ni pudo el rey Saúl acabar de prenderle. Del gran Judas Macabeo también se lee de él, que nunca derramó sangre de sus enemigos, que primero no orase y derramase lágrimas de sus ojos: y dos veces que se descuidó de hacer oración: es a saber, yendo contra el rey Antíoco, y otra contra el capitán Alquimo: en la una batalla fue vencido, y en la otra quedó allí muerto. Josafat rey de Judá, como viniese contra él inmenso número de bárbaros, acordó el buen rey de aprovecharse más de oraciones y lágrimas, que no de escudos y lanzas: el cual hecho le sucedió también, que las armas que traían contra él sus enemigos, se convirtieron en matarse unos a otros. La suma bondad del hijo de Dios, cuyas pisadas seguimos, y so cuya doctrina militamos: ¿no es por ventura a todos notorio, que la noche antes que eligiese los apóstoles en apóstoles, oró solo en el monte: y después en la muerte, con él in manus tuas dio el ánima en la cruz? De creer es, que si la virtud de la oración no fuese tan necesaria, que no nos mandara el apóstol ante todas las cosas orar, ni aun Cristo comenzara la Iglesia, y acabara la vida orando: y dado caso que aunque no le faltó virtud que no obrase, y por palabras, no nos la enseñase, la alteza de la oración es la de que él más continuo usó, y la que más nos encomendó.

Dime yo te ruego, ¿por qué el apóstol no manda a su discípulo Timoteo, que comience la vía de su perfección, en hacer limosna, o en ayunar continuo, o en peregrinar mucho, o en disciplinar su cuerpo: sino que solamente le manda, que ante todas cosas haga plegarias, y no cese de hacer oraciones continuas? Respondiéndote a esto digo, que muchos hombres pueden ser buenos sin ayunar, y sin peregrinar, y sin se disciplinar: mas no lo pueden ser sin alguna oración vocal, o mental hacer: porque la perfecta oración es, confesar a Dios padre por único señor, y a su bendito hijo por universal redentor. Decirnos el apóstol, que ante todas cosas hagamos oraciones, y postulaciones, es decirnos, que con el per signum crucis en la frente, y con encomiéndome a Dios en la boca, nos acostemos y levantemos, comamos y ayunemos, durmamos y velemos, y aun callemos y trabajemos: porque tantas veces al día oramos, cuantas del señor nos acordamos, y a él nos encomendamos. Es también aquí ahora de saber, porqué el apóstol pone tantas maneras de oraciones: es a saber, obsecraciones, oraciones, postulaciones, y gratiarum actiones: mayormente, que tenemos por se, que no hay en las divinas letras una letra superflua, ni una tilde demasiada: A esto respondiendo decimos: que dado caso que el que ora es uno y a quien se ora también es uno, no por eso la oración es toda una: porque cual es el estado en que [LXXIXr] oramos, tales son las oraciones que hacemos. Sé que de una manera ora el justo, y de otra el pecador, de una el triste y de otra el alegre, de una el sano y de otra el enfermo, y aun de una el próspero y de otra el atribulado: y por eso el divino Paulo, como hay varias condiciones, pone varias oraciones. Diremos pues de cada palabra una sola palabra: y por ella se verá que fue el intento del apóstol, en darnos para orar esta regla: la cual creemos que es de muchos leída, y de muy pocos entendida. Entonces hacemos a Dios obsecraciones, cuando le pedimos perdón de nuestros pecados: y conviénenos el perdón ante todas cosas pedir, y trabajar, y orar mucho por le alcanzar: porque si no estamos con el señor reconciliados, tarde o nunca seremos de él oídos. Oraciones propiamente hacemos, cuando al señor alguna cosa le prometemos y con voto juramos: el cual voto y promesa, cuán justo es hacerla, tan injusto sería no cumplirla: porque habiéndonos él dado todo cuanto en este mundo tenemos, si algo le damos, cierto es que de lo propio suyo se lo damos.

San Agustín dice, dime yo te ruego, ¿qué tienes que él no te lo haya dado: y qué das que de su propia mano no lo hayas recibido? Da pues te dieron, ofrece pues te dotaron, y no seas corto con el que fue contigo largo: pues hay harto en lo que el señor te da para que guardes para ti, y aun para que des a él. Lo de suso es de San Agustín.

Postulaciones propiamente son, cuando rogamos al señor por amigos y enemigos, por parientes y por propincuos, por grandes y por pequeños, por vivos y por finados: a fin que perdone a los pecadores que le ofenden, y confirme en su gracia a los justos que le sirven. De esta manera de orar, se aprovechaba el apóstol Paulo con los romanos, con los corintios, con los efesios, y con los tesalónicos: por los cuales salvar, y a conocimiento de la fe traer, inmensas oraciones al señor hacía, y muchas lágrimas por ellos derramaba. Gratiarum actiones propiamente son, cuando el siervo del señor hace al su Dios inmensas gracias, y de hecho le hace algunos servicios, por haberle criado, por haberle redimido, y por haberle en su amor y gracia reconciliado: el menor de los cuales beneficios es tan grande, que si tenemos lengua para blasonarle, no alcanzan nuestras fuerzas de todo agradecerle. No sin alto misterio puso el apóstol estas cuatro maneras de orar y contemplar: pues de obsecración nace la contricción, de la oración nace la promesa, de la postulación nace la caridad, y del gratiarum actiones nace el regradecimiento: con el cual nos ofrecemos a Dios por sus obligados, ya que no le podemos pagar todo lo que le debemos. Mucho nos conviene guardar, no sólo estas cuatro maneras de oraciones, mas aun no errar en el estilo y orden de ellas: porque el divino apóstol Paulo, como el oficio de orar aprendió en la escuela divina, quísonos dar y dejar esta tan santa regla.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos (1542). El texto sigue la edición de Valladolid 1545, por Juan de Villaquirán, 8 hojas + 110 folios.}

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