La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos

Capítulo XLIII
De las condiciones que ha de tener el buen obediente: en especial que ha de obedecer de buena voluntad: para en prueba de lo cual se exponen dos figuras.


Ad imperium domini erigebant tentoria et deponebant: ad imperium quoque domini proficiscebantur: et quiescebant, dice en el libro de los [LXXXIVr] cuentos, nono capítulo, y es como si dijese: Cuando los hijos de Israel estaban en el desierto, no caminaban sino cuando el señor se lo mandaba, ni dejaban de caminar hasta que él se lo vedaba, ni aun tampoco armaban las tiendas sino adonde Dios les señalaba: ni las osaban desarmar sino cuando él se lo mandaba. Más de seiscientas mil ánimas saliero de Egipto, y todas ellas estaban en el desierto: y decir la escritura sacra que no caminaban sin licencia, ni paraban sin licencia, ni tomaban posada sin licencia, ni salían de la posada sin licencia: en verdad que para hacer lo uno sólo era mucho, cuanto más obligarse a hacerlo todo un ejército. Como los hebreos tenían a Dios por señor, a Moisés por prelado, al desierto por morada, y que no comunicaban con gente perversa: eran entonces muy fáciles de gobernar, y muy buenos de mandar: de lo cual podemos colegir, que cuales son las compañías que tomamos, tales son las costumbres que tenemos. Todavía me espanta mucho, decir que no osaban sin licencia caminar, y ya que caminaban no se osaban parar, y ya que paraban no se osaban hospedar, y ya que se hospedaban no osaban de la posada salir: en lo cual se nos da a entender, cuán conformes viven, los que a la voluntad del señor se dejan. Primo Hesdre cap. III, se dice, que estando los hijos de Israel derramados por todas las ciudades de su reino, a la hora que los llamaba el que los gobernaba: tan fácilmente se juntaban en uno, como si todos fueran un hombre sólo. Mucho y muy mucho va, de lo que el mundo gobierna, a lo que Dios manda y ordena: pues ado quiera que hay congregación, suele haber gran confusión: mas en la casa y congregación de Dios, abasta uno para mil, y mil abastan para cien mil. Junto con esto es de saber, que todo el tiempo que los israelitas tuvieron a Dios en reverencia, y a Moisés obediencia, nunca traspasaron la ley divina, ni aun cayeron en el pecado de la idolatría: mas a la hora que comenzaron a suspirar por la hortaliza de Egipto, y osaron poner la lengua en Moisés su prelado: luego cayeron en grandes pecados, y vinieron a manos de sus enemigos.

Deben pues tomar ejemplo los buenos religiosos en aquellos tristes y desventurados de hebreos: es a saber, de cuán bien les fue en cuanto a su Dios obedecieron, y de cuán mal les fue desde que contra su prelado se rebelaron: porque conforme al proverbio antiguo, muy bien se puede llamar bienaventurado: el que con castigo de otro fue el corregido. Aunque era buena la obediencia que tenían los israelitas a su sinagoga, sin comparación es muy mayor la que tienen los cristianos a la madre santa Iglesia: porque si ellos tenían a Moisés por caudillo, tenemos nosotros al hijo de Dios por prelado: a cuya causa cuanto excedió Cristo a Moisés en la excelencia de la prelacía, tanto hemos de exceder nosotros a ellos en guardar la obediencia. Dime yo te ruego, ¿puédese por ventura comparar, ni menos igualar lo que Moisés enseñó, con lo que el bendito Jesús doctrinó y obró? Torno a decir que ni se puede comparar, ni menos igualar, Moisés y su sinagoga, con Cristo y su Iglesia: porque Moisés su ayo y caudillo pudo muy bien errar, y aun erró, mas Cristo nuestro señor y prelado, ni pudo pecar, ni aun pecó. Pues Cristo te es tan diestro caudillo, tan cierto adalid, tan caudaloso ayo, y tan piadoso prelado, injusta cosa sería, que le fueses tú mal súbdito: mayormente, que él no nos manda cosa que sea muy [LXXXIVv] difícil de creer, ni aun imposible de hacer.

San Jerónimo escribiendo a rústico monje dice: Justa cosa es hermano rústico, que tu y yo y tú obedezcamos a Cristo en lo que nos encomienda, y a todos nuestros prelados en lo que nos mandan: porque es él tan buen redentor, y para con nosotros tan tierno señor, que no menos recibe en cuenta, todo lo que nuestro prelado nos manda: que si él mismo nos lo mandase. San Bernardo ad fratres de monte dei dice: La obediencia del siervo del señor ha de ser pronta y no forzosa, simple y no maliciosa, alegre y no triste, presta y no tardía, animosa y no flaca, mansa y no superba, perpetua y no caduca. Si estas siete condiciones del verdadero obediente fuesen tan fáciles de obrar, como lo son de escribir, soy cierto que ahorrarían los prelados muchos enojos, y aun los súbditos hartos trabajos: mas hay dolor que las obras virtuosas son muchos a loarlas, y muy pocos en guardarlas. Es de tan altos quilates la virtud de la obediencia, que de siete condiciones que puso San Bernardo de ella, a faltarle sola una, no se podría llamar obediencia: porque las obras virtuosas, súfrese que sean algo remisas: mas no se permite que sean defectuosas. Dice pues San Bernardo que la entera y perfecta obediencia, ha de ser pronta: es a saber, en buena voluntad hecha: y de verdad que él dice muy gran verdad: porque delante de Dios nuestro señor, ninguna obra puede ser meritoria, si de buena voluntad, y con perfecta caridad no fuere cumplida. Suelen allá en el mundo, decir un mundano a otro, que quiera o no quiera ha de hacer lo que él le manda: y con que de lo que le piden, haga lo que le mandan, muy poco le da lo haga de grado, o lo cumpla por fuerza. No es así, no es así, en la casa de Dios, adonde se hace poca cuenta de lo que hacemos, a respecto de la voluntad con que lo hacemos: y de aquí es, que todo nuestro bien, o todo nuestro mal consiste, en hacer lo que nos mandan con temor.

Multitudo filiorum Israel obtulit mente promptissima atque devota, primicias domini, dice la sacra escritura en el XXXV capítulo del Génesis, y es como si más claro dijera: Cuando Moisés quiso fabricar el tabernáculo, ado se habían de hacer los santos sacrificios, y se habían de guardar las grandes reliquias de la sinagoga, juntóse todo el pueblo israelítico, y ofrecieron al señor las primicias de todos los frutos que tenían, y lo mejor y lo más rico de cuantas riquezas poseían: lo cual hicieron con una voluntad muy pronta, y con una devoción muy entera. No se contenta la escritura sacra, con decir en general que todos ofrecieron, sino que también señala lo que en particular dieron: es a saber, oro, plata, grana, seda, e incienso, piedra, madera, pellejos de carneros, y pelos de cabras. Ante todas cosas es aquí de notar y ponderar, cuán buen Dios tenemos, y a cuán benigno señor servimos: pues para darnos lo que le pedimos, y aun para perdonarnos lo que le ofendemos, tan en cuenta nos recibe los pelos de las cabras, como si le ofreciésemos todo el oro de las Indias. Oh buen Jesús, oh amores de mi alma, si tengo oro quieres oro, y si tengo plata quieres plata, y si tengo piedras quieres piedras: y si no tengo más de pelos de cabras, con ellas tu señor te contentas: porque así como el mundo quiere la hacienda para sí, y el ánima para mí: así tú quieres el ánima para ti, y la hacienda para [LXXXVr] mí. Dice pues la escritura, que ante todas cosas ofrecieron los israelitas al señor sin primicias: en lo cual si los queremos imitar, y aun mejores primicias que no ellos ofrecer, podemos con verdad decir, que entonces el siervo de Dios ofrece al señor su primicia, cuando negada su voluntad propia, no hace más ni menos de lo que la obediencia le manda. Nadie se debe maravillar, de que osemos llamar primicia a nuestra voluntad propia: pues ella es la cosa que más amamos, y lo que a todas las cosas anteponemos: lo cual parece claro, en que una por una trabajamos de hacer aquello a que nuestra voluntad nos inclina: y esto hecho, poco se nos da que lo otro vaya o venga. El hortelano que quiere injertar en un árbol otro género de árbol, que sea más precioso, y más nuevo, primero corta la rama más dañada, que ose enjerir en él ninguna otra fruta: porque en ramo que está podrido, no se sufre hacer enjerto nuevo. Quiero pues por lo dicho decir, que ante todas cosas escamondes del corazón tu voluntad propia, que no que prometas el voto de la obediencia: porque entre el verdadero súbdito, y honesto prelado, no se sufre ser contrarios en la caridad, y divisos en la voluntad.

En el libro de la vida solitaria se dice a este propósito: Así como jamás deja de doler la muela que está de neguijón tocada, hasta que sea sacada: así nadie puede sujetarse a la obediencia de otra persona, si primero no desarraiga de sí su voluntad propia: porque al corazón del hombre, no hay cosa que le sea a él más grata: y porque más ayna ponga la vida, que por hacer su voluntad, y conservar su libertad. ¿ Cómo es posible que nadie coja de una huerta buenas plantas: si ella está llena de ásperas ortigas? ¿Cómo es posible que nazca en la herida carne nueva: si del todo no cortas de ella la carne que está podrida? Quiero por lo dicho decir, que nunca te amañarás a obedecer a tu prelado, si primero no desobedeces a ti mismo: porque el trabajo de las religiones no consiste en lo que el prelado manda, sino en que nadie ha gana de ir contra su voluntad propia. Quieres ver que el trabajo de la orden consiste más en tu resistencia, que no en su obediencia, mira que a más mandar, él no te puede más mandar, de que vayas al coro, frecuentes el oratorio, barras el sábado, ayunes el adviento, guardes silencio, te retraigas con tiempo, y vivas pacífico: las cuales cosas todas puedes tú muy bien hacer sin que te suden las espaldas, ni aun que te nazcan en los pies ampollas. Quéjate pues hermano mío de tu soberbia que no hay quien te domeñar pueda, quéjate de tu condición mala que no hay quien te la sufra, quéjate de tu voluntad propia que no quieres en cosa forzarla: porque estas cosas son las que a ti te traen atribulado, que no lo que te manda el prelado. Por mucho que ofrezcan los hebreos en ofrecer a Dios sus primicias, mucho más le ofrecen los religiosos que le ofrecen sus voluntades propias: porque sin comparación da más el que da lo que quiere, que no el que da lo que tiene. ¿Hay en el mundo por ventura tan alta primicia, como es el voto de la santa obediencia: por el cual damos al prelado todo nuestro querer, para que haga del él nuestro no querer? El mi no querer hace todas las veces que a mis apetitos resiste, y a mi sensualidad contradice: y si entonces yo tengo paciencia, y no le hago resistencia, puedo con mucha verdad decir, que cumplo con la obediencia, y ofrezco a Dios mi primicia. La primicia de mi [LXXXVv] corazón es ese mismo de mi corazón: el cual yo deposité en mi prelado el día que juré de ser religioso, y de estar obediente a su mandado: y de aquí es que a la hora que no condescendió a su mandamiento, le hurtó el corazón que le había dado. Ladrón escosario, y religioso es fementido, el monje que hace lo que quiere en su monasterio, y no lo que le manda su prelado: pues hurta lo que no es suyo, y se alza con el corazón que ya había dado. Si tú fueses tuyo, bien sería te rigieses por tu propio seso, mas pues ya por amor de Cristo prometiste obediencia a tu prelado: dime yo te ruego ¿qué tienes que ver contigo?

Con tal condición te da la orden de comer y de beber, y de vestir y de calzar, y todo lo más que has menester, con que te dejes de ella gobernar, y aun castigar: porque muy grande abusión sería que todas las cosas del monasterio fuesen a todos comunes, y que sola tu voluntad guardases por propia. Haces consciencia de tener una celda curiosa, o un breviario sin licencia, y no la haces de perder a tu prelado la vergüenza, y de resistirle a cada paso la obediencia: San Bernardo a este propósito dice: Malo es ser en la religión el monje propietario, mas muy peor es que sea voluntarioso: porque tener algo en común, suélese en las religiones permitir, mas con la propia voluntad no se debe dispensar: porque no por más andan los monasterios desordenados, de por dejar a los monjes que hagan a sus apetitos.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos (1542). El texto sigue la edición de Valladolid 1545, por Juan de Villaquirán, 8 hojas + 110 folios.}

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