La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro I

Capítulo XXVIII
De cómo en la república es muy bueno que no aya más de un príncipe que mande en ella, porque no ay mayor enemigo de la república que el hombre que procura que manden muchos en ella.


Muchas vezes me paro comigo a pensar que, pues la divina Providencia, la qual todas las cosas haze por peso y medida, y dél y no de otro todas las criaturas son regidas y governadas, y sobre todo en Dios no ay acepción de personas, por qué faze a unos ricos y a otros pobres; a unos sabios y a otros simples; a unos sanos y a otros enfermos; y a unos prósperos y a otros abatidos; a unos siervos y a otros señores. No se maraville nadie que yo me maraville desto, porque la variedad de los estados es el fundamento de la dissensión en los pueblos. Paréceme al parecer humano sería mejor que todos fuessen conformes en el vestir, todos fuessen yguales en el mandar, ninguno fuesse mejorado en el tener, todos se contentassen con un comer, se quitassen estos nombres de mandar y obedecer; porque, quitada toda la miseria de los unos y la prosperidad de los otros de por medio, desde aquí protesto que no avría embidia en el mundo. Dexado el juyzio humano, el qual no se ha de cotejar con el parecer divino, pregunto yo agora qué razón abasta a pensar que de dos hermanos (conviene a saber: Jacob y Esaú, ambos hijos de sanctos varones) quiso la divina Providencia que el uno fuesse electo y el otro aborrescido; el uno mandasse y el otro obedeciesse; el uno fuesse deseredado, siendo mayor, y el otro eredasse el mayorazgo, siendo menor. Lo que aconteció a Jacob con Esaú, aconteció a sus hijos de Jacob con Joseph, que, siendo todos hijos de un [200] padre, siendo todos hermanos, siendo todos patriarcas, siendo todos conformes, siendo todos electos; proveyó y ordenó Dios que a Joseph que era menor le sirviessen y obedeciessen todos onze hermanos. Hízose esto contradiziéndolo todos los onze hermanos, pero no les aprovecharon sus pensamientos; porque impossible es que pueda desordenar la malicia humana aquello que tiene ordenado la Providencia divina. No vemos otra cosa cada día, sino aquello que tiene concertado el parecer humano, en un punto lo desbarata el juyzio divino, y por cierto no es mal hecho sino muy bien ordenado; porque al fin al fin el hombre, como es hombre, en pocas cosas puede acertar, y Dios, como es Dios, es impossible pueda en ninguna errar. Muy gran beneficio es del Criador querer emendar y corregir las obras de las criaturas; porque, si Dios nos dexasse del todo al parecer nuestro, en todo seríamos contrarios al parecer suyo. No sin gran misterio ordenó Dios que en una familia no aya más de un padre de familias; a un pueblo generoso quiere que solo le mande un ciudadano; en una provincia no quiere que aya sino un governador solo; un rey solo quiere que govierne a un reyno superbo; un exército poderoso por solo un capitán quiere que sea regido; y (lo que es más de todo) quiere que un emperador solo sea monarcha y señor del mundo. Por cierto, son cosas éstas que las vemos con los ojos y no las conocemos, que las oýmos con las orejas y no las alcançamos, hablámoslas con las lenguas y no las entendemos; porque es de tan baxo estilo el entendimiento humano, que sin comparación es más lo que ignora que no lo que sabe.

Apolonio Thianeo, aviendo peragrado todo lo más de Asia y de África y de Europa, conviene a saber: desde el Pontho de Nilo (do estuvo Alexandro) hasta Gades (do estavan las colunas de Hércules), estando un día en Épheso en el templo de Diana, preguntáronle los sacerdotes de Diana quál era la cosa de que más se avía maravillado en toda la tierra; porque general cosa es que los hombres que han visto mucho, siempre notan más uno que otro. Aunque el filósofo Apolonio se preciava más de obrar que no de hablar, a los que le hizieron aquella demanda luego allí les dio esta respuesta: [201]

«Hágovos saber, sacerdotes de Diana, que yo he andado el reyno de los galos, el de los britanos, el de los hispanos, el de los germanos, el de los lacios, el de los lidos, el de los ebreos, el de los griegos, el de los parthos, el de los medos, el de los phrigios, el de los corinthos, el de los persas y, sobre todo, el gran reyno de los indos; y llámole reyno sobre todos los reynos porque vale más él solo que todos estos reynos juntos. Hágoos saber que todos estos reynos en muchas y muchas cosas son diversos, conviene a saber: en lenguas, en personas, en animales, en metales, en aguas, en carnes, en costumbres, en leyes, en tierras, en edificios, en vestidos, en mantenimientos; y, sobre todo, son diversos en dioses y templos, porque no ay tanta diferencia de una lengua a otra quanta ay de los dioses y templos de Europa a los dioses y templos de Asia. Entre todas las cosas que he visto, de dos solas estoy maravillado, la primera de las quales es que en todo lo que he andado del mundo, vi el pacífico ser mandado del reboltoso; el humilde, del sobervio; el justo, del tyrano; el piadoso, del cruel; el animoso, del covarde; el prudente, del ignorante; y sobre todo vi que los peores ladrones ahorcavan a los más innocentes. La ii cosa de que estoy maravillado es que en todo quanto he andado no he podido hallar a un hombre perpetuo, sino que todos son mortales, y al fin al fin mayores y menores todos han fin; porque muchos anochecen en la sepultura, los quales aquel día pensavan tener más segura la vida.»

Dexado aparte el juyzio divino, de verdad en lo que dixo habló muy altamente este philósopho, porque parece un disparate gracioso ver cómo goviernan los hombres al mundo.

Viniendo, pues, agora al caso, razón es sepamos qué es la causa desta tan antigua novedad, en que quiere Dios que uno mande a todos y todos obedezcan a uno, porque no ay cosa que Dios haga que, aunque sea a nosotros ignota la causa della, no por esso carezca de razón en su eterna sabiduría. En este caso hablando como christiano, digo que si nuestro padre Adán quisiera obedecer a un mandamiento solo que Dios le dio en el Paraýso, nosotros quedáramos libres y señores del [202] mundo; pero como no quiso obedecer a un mandamiento, házenos agora guardar muchos mandamientos; finalmente, y por no obedecer a un señor entonces, somos esclavos de tantos señores agora. ¡O!, maldito seas pecado, que por ti solo fue introduzida la servidumbre en el mundo. No sin lágrimas lo digo esto que quiero dezir, que por fazerse nuestros primeros padres esclavos del pecado, perdimos nosotros de ser señores del mundo; porque, estando el coraçón preso del pecado, muy poco vale la libertad del cuerpo. Grandes diferencias uvo entre la achademia de Pitágoras y entre la achademia de Sócrates, en que dezían los unos que era mejor que todas las cosas fuessen comunes y que todos los hombres fuessen iguales; los pitagóricos, por contrario, dezían que era mejor república do cada uno tenía proprio y do todos obedecían a uno; de manera que los unos admitían este nombre de siervos y los otros aborrecían este nombre de señores. Según dize Laercio, libro i De vitis philosophorum, Demóchrito fue philósopho cathegórico, pero también fue de opinión que para ser bien regidos los pueblos se avían de quitar estos dos nombres de señores y vassallos; porque los unos por querer mandar con sobervia y los otros por no querer ser mandados con tyranía, derraman la sangre de los innocentes, fazen violencia a los pobres, destruyen los famosos pueblos, toman osadía los malos tyranos, lo qual todo sería quitado si no oviesse señorío ni servidumbre en el mundo. Pero, esto no obstante, según el Philósopho, primo Politicorum, por quatro razones naturales podemos provar ser muy necessario el mandar y obedescer en el pueblo.

La i razón es de parte de los elementos simples y mistos; ca vemos por experiencia que, para que los elementos se compadezcan juntos y se conformen los cuerpos mistos, es necessario que un elemento mande más que todos. Y assí parece por experiencia en los cuerpos pesados, que el elemento del agua, y el elemento del fuego, y el elemento del ayre obedecen, y el elemento de la tierra manda y contra su naturaleza los trae por tierra. Pues si todos los elementos generosos obedecen al elemento más vil sólo por formar un cuerpo misto, más razón es que todos obedezcan a una persona virtuosa [203] porque esté bien governada la república. La ii razón se toma del ánima y del cuerpo, en cuya armonía el ánima manda como señora y el cuerpo obedece como siervo; porque el cuerpo ni oye, ni entiende, ni sabe sin el ánima, pero el ánima, oye, sabe y entiende sin el cuerpo. Infiere de aquí el Philósopho que los hombres sabios naturalmente han de ser señores de todos los otros, porque no ay cosa más monstruosa que mandar los simples en la república. La iii razón se toma de parte de los animales. Vemos por experiencia que muchas bestias se rigen por el solo saber de los hombres; pues muy justo es que muchos hombres que son más bestias que las bestias se dexen regir por personas sabias; porque a la verdad más aprovecha en la república un animal bruto que un hombre sin seso. La iiii razón se toma de parte de las mugeres. Vemos que, siendo ellas criadas a la imagen de Dios, mandó Dios que fuessen sujetas a los hombres, con presupuesto que no tienen tanto saber como los hombres. Pues si esto es assí, ¿por qué muchos hombres mortales, los quales sin comparación saben menos que mugeres, no se ternían por dichosos ser mandados de uno con tal que aquel uno sea hombre muy virtuoso?

Como el hombre naturalmente sea político, que es ser amigo de compañía, la compañía engendra embidia; la embidia pare discordia; la discordia cria la guerra; la guerra levanta la tyranía; la tyranía dissipa a la república; y, perdida la república, tienen todos en peligro la vida. Por esso es muy necessario que en todo ayuntamiento muchos se rijan por uno, que al fin al fin no ay república bien regida si no la que por un solo bueno es governada. Los muchos inconvenientes que hallaron los antiguos en el tiempo passado les hizo venir a que en la república todos obedeciessen a uno, pues vemos que en el campo todos obedecen a un capitán, en la mar todos a un piloto, en el monesterio todos a un prelado, en la Iglesia todos a un obispo, en la colmena todas a una abeja; y, pues las abejas no están sin rey en la colmena, no es justo estén los hombres sin rey en la república; porque de otra manera en la colmena de las abejas avría miel y en la república de los hombres avría hiel. Los hombres que no quieren rey en la república no son [204] sino los abejones que sin trabajar comen la miel de la colmena, y sería mi parecer en este caso que todo hombre que no quiere ser mandado, como enemigo del bien público públicamente del pueblo fuesse alançado; porque no ay tan gran enemigo de la república como el hombre que procura que aya muchos que manden en ella. En la república tomando uno el cuydado de todos, y todos obedeciendo el mandamiento de uno, será en ello Dios servido, el pueblo aumentado, los buenos honrados, los malos abatidos y los tyranos suprimidos; porque jamás se concluye una congregación de muchos si no se remiten al parecer de pocos. ¡O!, quántos pueblos y reynos por no querer obedecer a sus príncipes con justicia fueron después mandados de crudos tyranos con tyranía; porque muy justo es los que menospreciaron los sceptros de los príncipes piadosos, esperimenten los açotes de los crudos tyranos. Siempre fue, siempre es y siempre será aver en el mundo quien mande y sea mandado, aver quien rija y sea regido, aver quien govierne y sea governado. Y en este caso no diga nadie «yo soy esento», porque fasta oy no se ha visto príncipe ni cavallero que no aya arado so las coyundas deste yugo. Amonesto, ruego y importuno a todos los hombres virtuosos tengan por bien de ser fieles siervos porque todos merezcamos amorosos señores; que al fin al fin el príncipe malo faze que su vassallo sea rebelde y el siervo rebelde torna a su señor tyrano. Mucho está en mano de los pueblos que sean buenos o malos sus governadores; porque no ay príncipe tan remisso que para siempre dissimule lo malo, ni ay governador tan tyrano que en algún tiempo no conozca lo bueno. Muchas vezes permite Dios emperadores en los imperios, reyes en los reynos, governadores en las provincias, señores en las tierras y prelados en las yglesias no según lo requiere la buena governación de los pueblos, sino según lo merece la muchedumbre de sus pecados; porque muchos vemos oy tener cargo de ánimas en la Yglesia, los quales no merecían aun guardar ovejas en la montaña. Que esto sea verdad parece muy claro, porque los tales no goviernan, sino desconciertan; no amparan, sino ofenden; no resisten a los enemigos, sino entregan a los innocentes; no son juezes, sino tyranos; no son [205] clementes, sino carniceros; no aumentadores de república, sino dissipadores de justicia; no conservadores de leyes, sino inventores de tributos; no despertadores de lo bueno, sino mollidores de todo lo malo; finalmente pone Dios malos perlados y governadores no por administradores de sus leyes, sino por verdugos de nuestras maldades. [206]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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