La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro II

Capítulo XXXIII
Que los príncipes y grandes señores deven mucho guardarse de no criar a sus hijos muy regalados; y que muchas vezes salen los hijos tan malos, que querrían los padres no solo averlos castigado con ásperas disciplinas, mas aun averlos enterrado con lastimosas lágrimas; y de cómo muchos príncipes antiguos fueron muy valerosos no por más de por averse criado en muchos trabajos. Prueva el auctor todo lo sobredicho con notables historias. Es capítulo muy notable para el padre que crió a un fijo muy regalado y después le salió aviesso.


Vemos por experiencia que en los exércitos, según la qualidad de los enemigos, assí se hazen los reparos; y los que navegan, según las mares bravas, assí eligen las naos gruessas; de manera que todos los hombres prudentes, según la calidad del peligro, assí se aperciben del remedio. Muchas vezes con mí mismo me paro a pensar si hallaré algún estado, alguna edad, alguna tierra, alguna gente, algún reyno, algún siglo en el qual algún hombre desta vida aya passado esta vida sin gustar qué cosa es adversa fortuna; porque si el tal hombre se hallasse, pienso que sería monstruosa cosa en toda la tierra y con razón le ternían vivos y muertos embidia. Al fin al fin hallo por mi cuenta que el que era ayer rico, veo oy pobre; al que era sano, le veo agora enfermo; al que ayer se reýa, le topé oy llorando; al que estava muy contento, le hallo muy dessabrido; al que estava próspero, vemos agora abatido; finalmente, al que conoscimos vivo, le vemos estar sepultado. Y no es nada estar sepultado sino que está del [549] todo olvidado; porque es tan incierta la amistad umana, que, en cubriendo a un defuncto de tierra, luego le raemos de nuestra memoria.

Una cosa me paresce a mí muy trabajosa y que a los honbres cuerdos deve dar mucha fatiga, y es que en este mal mundo no se reparte por igual el trabajo, sino que muchas vezes toda la calamidad humana viene a descargar sobre una persona; porque somos tan mal fortunados, que el mundo nos da los deleytes y plazeres a vista, y nos da los enojos y trabajos a prueva. Llamen oy a un hombre sabio y que en un mediano estado aya vivido; díganle que diga qué es lo que ha passado desde que tuvo edad de tres años, que començó a hablar, hasta los cincuenta años, do se comiença ya a envejecer. Qué cosas nos diría que le han acontescido, conviene a saber, todas las siguientes: enojos con sus hijos, assechanças de sus enemigos, importunidades de sus mugeres, malos recaudos de sus hijas; enfermedades en su persona, grandes pérdidas de su hazienda; general hambre en su tierra, crudas pestilencias en su patria; grandes fríos en el invierno, enojosos calores en el verano; lastimosas muertes de sus amigos y embidiosas prosperidades de sus enemigos; finalmente han passado tales y tantas cosas, que muchas vezes llorava su triste vida y desseava la dulce muerte. Si estas y otras muchas cosas el mísero hombre ha passado de fuera, ¿qué diría de las que ha passado de dentro?, ¿qué diría de las que ha passado en secreto?; las quales, aunque los hombres discretos las saben sentir, muchas dellas no se saben ni se osan dezir; porque a la verdad los trabajos que passa un cuerpo en cincuenta años puédense contar en un día, pero los que passa un coraçón en un día no se contarán en cien años.

No me negará alguno que no tuviéssemos por atrevido al que tomasse una caña contra el que viene a él con una lança, y no tuviéssemos por loco al que se quitasse los çapatos para caminar por do ay espinas y abrojos; pues sin comparación se ha de tener por muy más loco y atrevido el que piensa que con carnes tiernas ha de prevalescer contra tantas fortunas; porque a la verdad la persona muy delicada con mucha pena passa la vida. ¡O!, ¿cómo se puede llamar bienaventurado el [550] hombre que jamás gustó qué cosa era regalo? Ca los moços que no saben otra cosa sino desde niños ser regalados, ni tienen prudencia para elegir lo bueno, ni tienen fortaleza para resistir lo malo, a cuya causa los hijos de los grandes señores son los que cometen a las vezes mayores desonestidades; porque infalible regla es quanto el hombre se da más a regalo, tanto más le engañan los vicios del mundo. Cosa es mucho de notar, aunque es muy lastimosa de ver, ver a nuestros hombres quán ingeniosos son para inventar cosas de honra, quán animosos son para emprenderlas, quán esforçados son en porfiarlas, quán fortunados son en alcançarlas, quán cuerdos son en sustentarlas y después quán desdichados son en perderlas. Y lo que en este caso da pena es que no se perdió la honra y la hazienda porque en el padre faltó el trabajo, sino porque en el hijo sobró el regalo. Al fin al fin téngase por dicho el hombre rico, que lo que él ganó velando, lo ha de perder su hijo durmiendo.

Una de las notables vanidades que oy ay en los hijos de vanidades es que el amor que tiene el padre al hijo no se le sabe mostrar sino en el regalo que manda hazerle en la vida, y cierto el tal no se puede loar de serle padre piadoso, sino serle padrasto muy crudo; porque no me negará ninguno que en el cuerpo do ay mocedad, libertad, regalo y dinero, allí hazen assiento todos los vicios del mundo. Licurgo el philósopho, gran rey y dador de las leyes a los lacedemonios, ordenó que todos los moços que nascían en las ciudades los llevassen a criar hasta los xxv años a las aldeas. Fue su fin de ordenar esta ley a causa que primero avezassen los moços sus cuerpos a trabajos que no viessen los deleytes delante de sus ojos. Y a la verdad tuvo razón de ordenar esto Licurgo; porque más fácilmente aprende un labrador los vicios de la ciudad, que no un cavallero se aplica a los trabajos de la aldea.

Los ligures, según dize Livio, fue antiguamente una gente amiga de Capua y gran enemiga de Roma, y éstos tenían entre sí una ley que ninguno ganasse sueldo a la guerra si no se uviesse criado en ella, o uviesse sido pastor en la montaña; de manera que por una manera o por otra tuviesse sus carnes cortidas al yelo y al agua para sufrir los trabajos de la guerra. [551] En el año ab urbe condita ccccxl emprendieron los romanos muy gran guerra contra los ligures, contra los quales fue embiado Gneo Fabricio, de los quales finalmente triumphó, y otro día de su triumpho dixo estas palabras en el Senado:

«Padres Conscriptos, yo he tenido guerra con los ligures cinco años continuos, y por los inmortales dioses juro que en todo este tiempo no se passó semana en la qual no uviéssemos batalla o una peligrosa escaramuça; y (lo que más es de maravillar) que jamás sentí en aquellos bárbaros algún miedo o flaqueza para que los pusiesse en necessidad de pedir paz a Roma. Proseguían estos ligures con tanta ferocidad aquella guerra, a que muchas vezes nos quitavan la esperança de alcançar dellos victoria; porque entre los poderosos exércitos el sobrado esfuerço de los unos siempre pone gran temor en los otros. E quiero deziros, Padres Conscriptos, otra cosa, para que tome della exemplo la juventud romana, y es ésta. Como aquellos ligures desde niños son pastores y acostumbran sus carnes por los campos a los trabajos, son tan señores de sí mismos, que, siendo aquella tierra peligrosa de nieves y enojosa de calores, por el dios Apolo juro por espacio de cinco años no vimos ni a solo uno dellos llegarse a la lumbre en el invierno, ni menos vimos assentarse a la sombra en el verano. No penséys, Padres Conscriptos, he querido dezir esto en vuestro Senado a causa que tengáys en más mi triumpho. Dígolo a fin que tengáys gran vigilancia en vuestra gente de guerra para que esté siempre ocupada y no la dexéys andar ociosa; porque los exércitos romanos más peligro corren en ser vencidos de los vicios que no en ser de los enemigos combatidos. E por tomar la cosa desde más lexos, paréceme que se devría proveer y mandar que no fuessen osados los hombres ricos criar a sus hijos viciosos ni regalados; porque al fin al fin impossible es que las carnes muy regaladas alcancen con sus manos muchas victorias. Muévome, Padres Conscriptos, a dezir lo que digo para que sepáys cómo los ligures no fueron vencidos con la fuerça romana, sino que les fue la fortuna contraria; y como no ay cosa en que [552] más muestre su mutabilidad la fortuna que es en las cosas de la guerra, parésceme, aunque pues agora los ligures están destruydos y vencidos, los devéys en buen amor tomar por confederados; porque no procede de sano consejo cometer muchas vezes a la fortuna lo que se puede hazer por concordia.»

Es auctor de lo sobredicho Junio Prato, libro iii De concordia regnorum, y dize allí que el capitán Gneo Fabricio no menos fue tenido por cuerdo y sabio en lo que dixo que por esforçado en lo que hizo.

Antiguamente, los de las yslas Baleares, que agora se llaman Mallorca y Menorca, aunque no eran tenidos por sabios, sino por muy bárbaros, a lo menos en criar a sus hijos no eran descuydados; porque assí los emponían en los trabajos desde niños, y assí aprobavan en los exércitos que los de Carthago davan cinco prisioneros de Roma por un esclavo de Mallorca. Dize Diodoro Sículo que en aquellas yslas las madres no davan pan a sus hijos con la mano propria, sino que lo ponían encima del tejado, o encima de una peña; de manera que los niños pudiessen ver el pan con los ojos, pero no alcançarlo con las manos; y, quando los niños querían de aquel pan comer, primero a hondadas lo avían de derrocar. Aunque la obra y exercicio era de niños, la invención fue de altos varones, y de aquí se les siguió a los baleares ser tenidos por muy valerosos hombres, assí en las fuerças para luchar como en las hondas para tirar; porque assí jugavan a tirar a blanco con la honda como juegan agora con la ballesta.

Los hombres de la Gran Bretaña, que agora por otro nombre se llama Inglaterra, no podemos negar que entre los bárbaros no fueron muy bárbaros, pero junto con esto emos de confessar que, después de algunos tiempos, su reyno entre todos los reynos fue uno de los más nombrados reynos, atanto que los romanos muchas vezes dellos fueron vencidos; porque el tiempo haze tantas mudanças en todas las cosas, que aquéllos que en un tiempo los conocimos grandes señores, dende a poco tiempo los vimos hechos esclavos. Dize Herodiano en la Historia de Severo, Emperador de Roma, que, estando [553] un embaxador de Bretaña en Roma, como acaso le diessen un día en el Senado una mala respuesta, dize que les dixo esta palabra, y aun no con poca osadía: «A mí me pesa que no queréys aceptar la paz, y a mí me pesa que no queréys otorgar la tregua, lo qual todo será para mayor justificación de nuestra guerra; ca, después de emprendida la guerra, no podrá tomar cada uno sino la suerte que le diere ventura; porque al fin las carnes delicadas de Roma bien saben si cortan las espadas de Bretaña.» Dize la Historia Británica que aquella tierra es muy fría, y que se yela en ella muchas vezes el agua, y que tenían por costumbre las mugeres de llevar a sus hijos a do estava el agua elada, y, quebrantando con una piedra el hielo, con los mismos yelos fregavan el cuerpo del niño. El fin porque estos bárbaros fregavan con yelos las carnes de sus hijos era a causa de tornarles los cueros duros para sufrir los trabajos, y a la verdad tenían razón; porque no quiero yo mayor penitencia para los hombres muy regalados que verlos en el invierno metidos en las chimineas, y verlos en el verano echados por las sombras. Siendo esto verdad como es verdad (digo lo que dezimos de los britanos), razón tiene Julio César en que le creamos lo que dize en sus Comentarios, conviene a saber: que passó grandes peligros hasta que domó a estos britanos; porque tan fácilmente se metían y ascondían ellos en una laguna de agua elada como un hombre cansado se echa a una buena sombra.

Según dize Lucano, y Apiano Alexandrino, entre las otras naciones que vinieron a socorrer al gran Pompeyo en la Pharsalia fueron los masságetas, los quales dizen que quando niños les dan leche de dromedarios a mamar y les dan pan de bellotas a comer, y esto hazían aquellos bárbaros por tener las carnes más rezias para trabajar y por tener las piernas más ligeras para correr, y en esto no los podemos llamar bárbaros, sino hombres cuerdos; porque el hombre que come mucho impossible es que sea ligero.

Viriato, que de nación fue español, y fue rey de los lusitanos, y fue gran competidor y enemigo de los romanos; fue tan venturoso en la guerra y tan valeroso en su persona, que, experimentando los romanos por espacio de xiii años que [554] era invencible en la guerra, acordaron de matarle con ponçoña. Y, quando llegó la nueva a Roma que Viriato era muerto, hízose mucha alegría en todo el Imperio Romano, y en parte los romanos tenían razón; porque si Viriato no perdiera la vida, jamás los romanos enseñorearan a España. Junio Rústico, en su Epítoma, dize que este Viriato en su niñez se crió pastor guardando vacas a la ribera del río de Guadiana; después que era ya algo mayor, dióse a robar y a saltear caminos; ya que era en edad de xl años, vino a ser rey de los lusitanos, y esto no por fuerça, sino porque fue elegido por ellos; porque los plebeyos, quando se veen de sus enemigos cercados, a los hombres esforçados eligen, que en ser que sean viciosos no miran. Si no me engañan los historiadores antiguos, quando Viriato era ladrón, traýa consigo por lo menos cien ladrones, los quales andavan calçados con çapatos de plomo, de manera que quando avían de huyr cada uno los llevava; y desta forma, como traýan los pies cargados de plomo entre día, corrían como ciervos de noche; porque ésta es regla general, que quanto más estuvieren desañudadas las coyunturas, tanto más quedaran para correr ligeras las piernas.

En el libro De los hechos de los longobardos dize Paulo Diáchono que antiguamente los capuanos tenían por inviolable ley que los padres a sus hijos hasta que ya fuessen casados ni les davan cama para dormir, ni les dexavan assentarse a su mesa a comer, sino que comían en las manos y dormían en los poyos y suelos, y de verdad la ley era sanctíssima; porque el reposo y descanso no se inventó para moço que aún no tiene barbas, sino para el viejo podrido cargado de canas.

Quinto Cincinato fue segundo dictador de Roma, y a la verdad en merecimiento fue el primero emperador de la tierra. Este excellentíssimo varón fue con tanto trabajo criado, que le hallaron con los callos en las manos, y con el arado en los braços, y con el sudor en la cara quando le buscaron para ser dictador de Roma; porque los antiguos mejor se hallavan ser mandados de los que no sabían sino arar por los campos, que no de aquéllos que no sabían sino holgar por los pueblos.

Calígula, iiii Emperador que fue de Roma, dizen que fue criado con tanta costa y regalo quando niño, que dudavan en [555] Roma quién gastava más: su padre, Drusiano Germánico, en la guerra con los exércitos, o Calígula, su fijo, en la cuna con los regalos. Dicho esto, torno aora yo a preguntar a los príncipes y grandes señores de qué parcialidad querrían ser: de la de Quinto Cincinato, que por su esfuerço ganó tantas tierras estrañas, o de la parcialidad de Calígula, que aun en las torpedades no perdonó a sus hermanas proprias. A mi parecer, aquí muy clara está la respuesta, conviene a saber: la bondad del uno y la maldad del otro; porque Quinto Cincinato no uvo batalla que no venciesse y el maldito Calígula no uvo vicio que no inventasse.

Suetonio Tranquillo, en el segundo libro De los Césares, dize que el Emperador Augusto César, quando sus hijos entravan en el alto Capitolio, do se juntava el Senado, si acaso (quando en el Senado entravan aquellos moços) los senadores se levantavan de la silla, o les hazían alguna mesura, recibía el Emperador dello mucha pena y retraýaselo de palabra. Acaso como un día en el Senado le dixessen por qué con sus hijos era desamorado, dizen que respondió esta palabra: «Si mis hijos fueren buenos, ellos se assentarán do yo estoy assentado; pero si fueren malos, no quiero que su maldad auctorize el Senado; porque la auctoridad y gravedad de los buenos no se ha de emplear en servir ni auctorizar a los malos.»

El xxvi Emperador de Roma fue Alexandro, el qual (aunque mancebo por sus virtudes) fue tan estimado entre los romanos, como lo fue el Magno Alexandro entre los griegos. Pues no diremos que a este buen Emperador la larga experiencia le hizo acertar en la governación de la república; porque, según dize Erodiano, libro sexto, el día que le alçaron por emperador los exércitos era tan pequeño, que le llevavan en braços los suyos. Este fortunado Emperador tuvo una madre que avía nombre Mamea, la qual le dio tan buena criança, que tenía guardas en torno de su palacio, para que no entrassen hombres viciosos a conversar con su hijo. Y no se tenga en poco tener aquella romana este cuydado; porque muchas vezes los príncipes de su proprio natural son buenos, y sola la mala conversación les haze ser malos. Teniendo, pues, como tenía esta excellente muger tanta guarda para que los truhanes [556] no entrassen a dezir lisonjas, ni los maliciosos a dezirle mentiras, acaso díxole un día un romano: «No me parece muy justo, excellente princesa, que pongas mucha guarda en tu hijo, y por otra parte te descuydes de la guarda del Imperio; porque los príncipes no han de estar tan retraýdos, que sea más fácil aver con los dioses audiencia que no hablar con ellos una sola palabra.» Respondió a esto la Emperatriz Mamea: «Los que tienen cargo de governar a los que goviernan, sin comparación han de temer más a los vicios del rey que no a los enemigos del reyno; porque los enemigos acábanse en una batalla, pero los vicios duran por toda la vida, y al fin los enemigos no destruyen sino las possessiones de la tierra, mas el príncipe vicioso destruye las buenas costumbres de la república.» Esto fue lo que respondió aquella generosa romana. Por estas historias que he contado, y por otras muchas que dexo de contar, podrán conocer todos los hombres virtuosos quánto les va en criar a sus hijos con trabajos o criarlos con regalos; pero desde aora adevino que los que esto leyeren loarán que está bien escripto, y junto con esto continuarán en el hijo el regalo; porque los hombres que leen mucho y obran poco son como las campanas, que tañen para que vengan otros a la iglesia y jamás ellas entran en missa.

Dexado aparte lo principal (que es el servicio de Dios, y la honra del padre, y el provecho del hijo), sólo porque no saliessen enfermos devrían los padres apartar de regalo a sus hijos; porque a la verdad los hijos muy regalados por la mayor parte siempre salen muy enfermizos. Qué cosa es ver a un hijo de un labrador el sayo sin agujetas, la camisa rota; los pies descalços, la cabeça sin bonete; el cuerpo sin cinto; el verano sin sombrero, el invierno sin capa; de día arando, de noche apacentando el ganado; comiendo pan de centeno, dormiendo encima de un poyo; y con todo este trabajo está el moço tan sano y tan bueno, que pone a todos desseo de tenerle por fijo. Lo contrario acontece con los hijos de los señores. Qué cosa es ver a un hijo de un rico criarle entre doblados pañales de Olanda; hecha de nueva manera la cuna; por amor de la leche hazen mil regalos a la ama; si acaso enferma la criatura, múdanle el ama, o pónenla en dieta; [557] el padre y la madre no duermen de noche ni de día; traen desvelada toda la casa; no le dexan comer sino çumos de gallinas; para que no caya por las escaleras traen sobre él gran guarda; no pide el niño una cosa quando ya se la tienen traýda; finalmente no emplean el tiempo sino en servirles, no emplean las riquezas sino en regalarlos, no emplean los ojos sino en mirarlos y no emplean los coraçones sino en amarlos. Pues yo les juro que los que emplean las riquezas en regalarlos, algún día empleen los ojos en llorarlos.

Qué cosa es ver a un hombre vano el armonía y gastos que haze en criar a un hijo, en especial si el hombre es un poco viejo y a desseo le nació el hijo, en que a las vezes desperdicia tanta hazienda en criarle, que muchas vezes después le falta para casarle. Y lo peor de todo es que lo superfluo que allí gasta tiene por bien empleado, y dar un pedaço de pan a un pobre tiene por superfluo. Pues ¿es verdad que por gastar mucho los padres, por ser muy cuydadosas las madres, por ser muy regaladas las amas, por ser muy solícitos los siervos, que por esto están más sanos los niños? Por cierto, no, sino que quanto más los curan, más enferman; quanto más comen, más enflaquecen; quanto más los regalan, tanto más se empeoran; quanto más gastan, tanto menos aprovechan. Y esto todo no es sin gran permissión de la providencia divina; porque no quiere Dios que valgan más los pañales de los niños que los vestidos de los pobres. No sin muy profundo misterio cría y guarda Dios a los fijos de los pobres y no permite que se críen los hijos de los ricos; porque el pobre cría a su hijo sin perjuyzio del rico y en provecho de la república, y el rico cría a su hijo con el sudor del pobre y en daño de la república. Pues si esto es assí, como de verdad es assí, muy justo es que muera el lobo que nos come, y viva la oveja que nos viste y mantiene.

Muchas vezes los padres no quieren con aspereza dar buena criança a sus hijos, diziendo que aún son niños y que les queda harto tiempo para ser doctrinados, y aun para mayor escusa de su error afirman que corre peligro la salud del niño quando desde niño muy niño es castigado. Con este descuydo que tienen los padres de los fijos, permite después [558] Dios que salgan tan escandalosos en la república, tan infames a sus parientes, tan inobedientes a sus padres, tan malignos en sus condiciones, tan aviessos en sus costumbres, tan inábiles para la sciencia, tan incorregibles en la disciplina, tan inclinados a la mentira y tan émulos de la verdad, en que quisieran sus padres no sólo averlos castigado con ásperas disciplinas, pero aun holgaran de averlos enterrado con lastimosas lágrimas.

Otra cosa ay en este caso muy digna de notar, y muy más digna de llorar, y es que los padres y las madres, so color que los niños son graciosos, críanlos parleros y chocarreros, la qual cosa después andando el tiempo redunda en gran infamia del padre y muy sobrado peligro del fijo; porque al hombre moço que crían como truhán quando niño, en obligación queda de ser loco quando viejo. Si es malo esto que he dicho, muy peor es esto que quiero dezir, y es que los padres y las madres (y si no, los ayos y las amas) enseñan a los hijos a dezir algunas torpedades y no muy castas palabras, las quales en la edad de los niños no se sufre dezirlas, ni menos en la gravedad de los viejos se permite oýrlas; porque no avría hombres desvergonçados si no consintiessen a los niños que fuessen parleros.

Los hombres que tienen cargo de criar hijos de buenos deven mucho advertir en que los tengan muy subjectos y temerosos, y no deven contentarse con que digan sus padres que están contentos; porque los padres, con el amor desordenado que tienen a los hijos, ni paran mientes si son parleros, ni si son mal criados. E, si aconteciesse como suele acontecer, que el padre fuesse a la mano al maestro para que no le castigasse, en tal caso si el maestro es hombre cuerdo, no menos deve amonestar y reprehender al padre que castigar y yr a la mano al hijo; y, si no aprovechare esto, aconséjole que dexe el cargo; porque los hombres que son de vergüença, después que se pusieren en una cosa o han de perder la vida o han de salir con ella.

No quiero negar que los hijos de los príncipes y grandes señores no sea razón que en su criança y niñez no devían ser mejor tratados y más acatados que no los fijos de los plebeyos [559] y rústicos; porque más delicadamente se cría la palma que da dátiles que coman los hombres, que no la enzina que da bellotas que coman los puercos. Guárdense los príncipes y grandes señores que no sea el regalo que hazen a sus hijos en tan excessivo modo, ni sea tampoco por tanto tiempo, que después, quando quisieren yr a la mano al moço, le tenga ya infistolado el mundo; porque los hijos muy regalados o son desobedientes a sus padres, o son enfermos en sus cuerpos, o son en sus costumbres viciosos, de manera que sus padres harían mejor enterrarlos vivos que no criarlos viciosos. [560]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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