La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro III

Capítulo IV
En el qual el rústico prosigue su plática y arguye contra los romanos, que a sinrazón fueron a conquistar sus pueblos, y prueva por muy buenas razones que por tener ellos a sus dioses enojados, fueron de los romanos vencidos.


Pregúntoos, ¡o! romanos, qué actión teníades vosotros, siendo criados cabe el río Tíberin, a nosotros, que nos estávamos en paz a las riberas del Danubio. ¿Por ventura vístesnos de vuestros enemigos ser amigos, o a nosotros declararnos por vuestros enemigos? ¿Por ventura oýstes acá en Roma dezir que, dexadas nuestras tierras proprias, nos fuemos a conquistar tierras ajenas? ¿Por ventura fuestes avisados que, levantándonos contra nuestros señores, dimos la obediencia a los indómitos bárbaros? ¿Por ventura embiástesnos algún embaxador que nos combidasse a ser vuestros amigos, o vino alguno de nuestra patria a Roma a desafiaros como a nuestros enemigos? ¿Por ventura murió algún rey en nuestros reynos que en su testamento os dexasse por erederos, para que con aquel título nos constriñéssedes a ser vuestros vassallos? ¿Por ventura fallastes alguna ley antigua o alguna costumbre moderna en la qual se aclare que la generosa Germania de necessidad ha de ser subjecta a Roma la superba? ¿Por ventura destruymos vuestros exércitos, tajamos vuestros campos, saqueamos vuestros pueblos, dimos favor a vuestros enemigos, para que por ocasión de vengar estas injurias destruyéssedes a nuestras tierras?

Si vosotros de nosotros o nosotros de vosotros uviéssemos sido vezinos, no fuera maravilla que unos a otros nos [640] destruyéramos; porque muchas vezes acontesce que por ocasión de partir una pobre tierra se levanta entre dos pueblos una prolixa contienda. No por cierto uvo cosa déstas entre vosotros los romanos y nosotros los germanos; porque allá en Alemania tan aýna sentimos vuestra tyranía como oýmos vuestra fama. Si os enojáys desto que he dicho, yo os ruego que os desenojéys con esto que os diré, y es que el nombre de romanos y las crueldades de tyranos en un día llegaron a nuestros pueblos. Ya no sé qué me diga, romanos, del descuydo de los dioses y del atrevimiento de los hombres; porque veo que el que tiene mucho tyraniza al que tiene poco, y el que tiene poco sirve (aunque no quiere) al que tiene mucho, y la codicia desordenada se concierta con la malicia secreta, y la malicia secreta da lugar al robo público, y al robo público no ay quien le vaya a la mano; y de aquí viene a resultar después que la codicia de un hombre malino se ha de cumplir en perjuyzio de todo un pueblo.

Oýd, romanos, oýd, y por los dioses immortales os conjuro estéys atentos a esto que os quiero dezir, y es esto. Mirad bien lo que avéys hecho, que o los dioses se han de descuydar, o los hombres han de fenecer, o el mundo se ha de acabar, o el mundo no será el mundo, o la fortuna hincará el clavo, o se verá lo que nunca fue visto, o lo que ganastes en ochocientos años vernéys a perder en ocho días; porque no puede ser cosa más justa que, pues os hezistes tiranos por fuerça, os tornen esclavos por justicia. No penséys vosotros los romanos que si tomastes y os enseñoreastes de nuestra Germania, que fue por alguna industria de guerra, ca ni soys más bellicosos, ni más animosos, ni más osados, ni aun más esforçados que nosotros; sino que, como nosotros teníamos ofendidos a nuestros dioses, ordenaron ellos en sus secretos juyzios que para castigar a nuestros desordenados vicios fuéssedes vosotros sus crueles verdugos. Ni estiméys a vosotros por tan fuertes, ni tengáys a nosotros por tan flacos, que si los dioses no estuvieran a la sazón de por medio, pudiera ser que no llevárades como llevastes el despojo del campo; porque (hablando la verdad) no alcançastes [641] vosotros la victoria por las armas que llevastes de Roma, sino por los muchos vicios que avía en Germania. Pues si nosotros nos perdimos no por ser covardes, no por ser flacos, no por ser tímidos, sino sólo por ser malos y por no tener a los dioses propicios, ¿qué esperáys será de vosotros, romanos, siendo como soys viciosos, y teniendo como tenéys a los dioses ayrados? Ni porque juntéys grandes exércitos, ni porque os preciéys de grandes thesoros, ni porque tengáys grandes dioses, ni porque levantéys grandes templos, ni porque ofrezcáys grandes sacrificios; no penséys, romanos, que por esso seréys más victoriosos; porque os hago saber, si no lo sabéys, que ninguno tiene más parte con los dioses de quanto tuviere paz con las virtudes. Si los triumphos y vencimiento no estuviessen en más de llevar sotiles ingenios, capitanes diestros, hombres esforçados y exércitos gruessos, por cierto sería harta inadvertencia no procurar de llevar todo esto a la guerra; pero ¿qué diremos?, pues vemos por experiencia que los hombres no pueden dar más de las batallas, y que solos los dioses son los que dan las victorias. Si yo no me engaño, lo que nosotros contra nuestros dioses tenemos ofendido pienso que lo tenemos pagado; pero también creo que las crueldades que vosotros en nosotros avéys hecho y la ingratitud que con los dioses avéys tenido, aún no lo avéys pagado; mas tengo gran certenidad que todo lo avéys de pagar, y en este caso podría ser que como agora nos tratáys como a esclavos, algún día nos reconoceréys por señores.

Después que en este camino he visto las bravas montañas, las diversas provincias, las muchas naciones, las tierras tan ásperas, las gentes tan bárbaras, las muchas y muchas millas que ay de Germania a Roma, yo no sé qué locura le tomó a Roma de embiar a conquistar a Germania; porque si lo hizo con cobdicia de sus thesoros, sin comparación fue más el dinero que se gastó en conquistarla y agora se gasta en sustentarla, que no le renta ni rentará por muchos años Germania, y podrá ser que primero la tenga perdida que no saquen la costa que hizieron por ella. Si me dezís, romanos, que no por más fue Germania conquistada de [642] Roma, sino porque Roma tuviesse esta gloria de verse señora de Germania, también es esto vanidad y locura; porque muy poco aprovecha tener los muros de los pueblos ganados y tener los coraçones de los vezinos perdidos. Si dezís que por esso conquistastes a Germania, por ampliar y ensanchar los términos de Roma, también me paresce éssa una muy frívola causa; porque no es de hombres cuerdos aumentar en tierra y desminuyr en honra. Si dezís que nos embiastes a conquistar a fin que no fuéssemos bárbaros ni viviéssemos como tyranos, sino que nos queríades hazer vivir debaxo de buenas leyes y fueros, tal sea mi vida si la cosa assí sucediera; pero ¿cómo es possible que vosotros deys orden de vivir a los estrangeros, pues quebrantáys las leyes de vuestros antepassados? Muy gran vergüença han de tener de corregir a otros los que veen que ay mucho que corregir en sí mismos; porque el hombre tuerto no toma por adalid al ciego. Si esto es verdad, como de hecho es verdad, conviene a saber: que ni tuvo ocasión, ni menos razón, la superba Roma de conquistar ni tomar a la innocente Germania, andémonos todos a robar, a matar, a conquistar y a saltear, pues vemos el mundo está ya tan corrupto y de los dioses tan desamparado, que cada uno toma lo que puede y mata al que quiere; y (lo que es peor de todo) que tantos y tan grandes males ni los que goviernan los quieren remediar, ni los agraviados dellos se osan quexar.

Soys oy tan inexorables los supremos juezes, y tenéys tan amedrentados a los míseros pobres, que tienen por menos mal sufrir en sus casas las tribulaciones, que no poner delante vosotros algunas querellas, y la causa desto es porque allá en su tierra por ventura no le perseguía sino uno, y aquí en este Senado es desfavorecido de todos, y esto por ser el que querellava pobre y ser aquél de quien querellava rico. Pues fue vuestra dicha y cupo en nuestra desdicha que la superba Roma fuesse señora de nuestra Germania, ¿es verdad que nos guardáys justicia y tenéys en paz y tranquilidad la tierra? No, por cierto, sino que los que van allá nos toman la hazienda y los que estáys acá nos robáys la fama, diziendo que pues somos una gente sin ley, sin razón [643] y sin rey, que como bárbaros incógnitos nos pueden tomar por esclavos. Muy engañados vivís en este caso, ¡o! romanos, ca no me paresce a mí que con razón nos pueden llamar gente sin razón, pues tales quales nos criaron nuestros dioses nos estamos en nuestras casas proprias sin dessear, ni buscar, ni tomar tierras ajenas. Con mucha más razón podremos dezir ser vosotros gente sin razón, pues no contentos con la dulce y fértil Italia, os andáys derramando sangre por toda la tierra. Que digáys nosotros merescer ser esclavos a causa que no tenemos príncipe que nos mande, ni Senado que nos govierne, ni exército que nos defienda; a esto os respondo que, pues no teníamos enemigos, no curávamos de exércitos, y que, pues era cada uno contento con su suerte, no teníamos necessidad de superbo Senado que governasse; que, siendo como éramos todos iguales, no consintíamos aver entre nosotros príncipes; porque el oficio de los príncipes es suprimir a los tyranos y conservar en paz a los pueblos. Que digáys no aver en nuestra tierra república ni policía, sino que vivíamos como viven los brutos animales en una montaña, tampoco en esto como en lo otro tenéys razón; porque nosotros no consentíamos en nuestra tierra tratantes mentirosos, ni bulliciosos, ni honbres que de otras tierras nos truxessen aparejos para ser viciosos y regalados, de manera que como en el vestir éramos honestos y en el comer nos preciávamos de sobrios, no teníamos necessidad de muchos tratos. Porque en nuestra tierra no aya mercaderes de Carthago, azeyte de Mauritania, merchantes de Tiro, azero de Cantabria, olores de Asia, oro de España, plata de Bretaña, ámbar de Sidonia, seda de Damasco, trigo de Sicilia, vino de Candía, púrpura de Arabia, no por esso somos brutos en aquella tierra, ni dexamos de tener república; porque estas y otras semejantes cosas más tienen para despertar muchos vicios, que no para vivir con ellas los hombres virtuosos.

Felice y bienaventurada república es no en la que ay muchos tratos, sino do viven muchos virtuosos; no la que es abundante de muchas riquezas, sino la que se precia de muchas virtudes; no do viven muchos bulliciosos, sino [644] do residen hombres pacíficos. De do se sigue que a la policía de Roma por ser rica emos de tener manzilla, y a la policía de Germania por ser pobre avéys de tener embidia. Pluguiera a los immortales dioses que el contentamiento que teníamos nosotros con la pobreza, ésse tuviérades vosotros con la abundancia; porque desta manera ni fuérades a robarnos la tierra entonces, ni viniéramos a quexarnos a Roma nosotros agora. Bien veo, romanos, que va mucho de lo uno a lo otro; porque vosotros, aunque oýs nuestros trabajos, no por esso perdéys vuestros passatiempos, pero a nosotros mismos jamás se nos enxugan las lágrimas de los ojos, ni jamás cessamos de llorar nuestros infortunios. [645]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

<<< Capítulo 3 / Capítulo 5 >>>


Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
© 1999 Fundación Gustavo Bueno (España)
Proyecto Filosofía en español ~ www.filosofia.org ~ pfe@filosofia.org