La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro III

Capítulo XLVI
En el qual Marco Aurelio prosigue su carta y relata cómo en la ysla de Ponto, do él desterró a los truhanes, halló muchos philósophos enterrados, y pone las causas por que los truhanes fueron desterrados.


Quiero que sepas, Lamberto, que essa tu ysla está con huessos de excellentes varones consagrada, los quales fueron desterrados por príncipes tyranos de Roma. Loan mucho los antiguos a essa ysla, en que se crían en ella piedras ametistas, ciervos mansos, mugeres hermosas, lobos domésticos, perros con cuernos, fructas suaves y fuentes deleytosas; pero yo ni loo, ni dexo de loar estas cosas, las quales gozan los vivos y con las quales quiero cotejar los muertos; porque en más tengo los huessos que cubre la tierra que no las riquezas que cría la ysla. Si no tienes perdido el sentido del odorato, como a mí me huele essa ysla a sabios, assí te hedería a ti Roma a simples; porque, tiempo por tiempo, menos trabajo es sufrir el hedor de un animal podrido que no oýr la plática de un hombre mal considerado.

Quando di fin a las guerras de Asia, víneme por essa ysla, en la qual visité todos los pueblos de los vivos y todos los sepulchros de los philósophos muertos; y dígote en verdad, Lamberto, que fue aquélla una tan enojosa jornada, que se fatigó en ella mucho mi persona, porque por la tierra sufrí muchos trabajos y por la mar me vi en muchos peligros. En essa ciudad de Horbita do tú resides agora, hallarás en medio de la plaça el sepulchro del philósofo Paminio, al qual aprovechó poco la estrecha amistad que tuvo con Ovidio y le dañó mucho la enemistad que tuvo con el Emperador Augusto. [875] A dos millas de Theofonte, so las peñas Arpinas, hallarás el sepulchro del famoso orador Armeno, el qual fue por el cónsul Sila injustamente desterrado; y de verdad, si se derramaron muchas sangres porque Sila no entrasse en Roma, no se lloraron pocas lágrimas quando este philósopho fue desterrado de Italia. En el puerto Argonauto, a la lengua del agua, encima de una roca hallarás los huessos de Coliodro, philósopho recopilador que fue de las leyes antiguas y no poco enemigo de introduzir costumbres nuevas. Fue este buen philósopho desterrado en la prosperidad y furia de los marianos, no por los males que ellos rescibían dél, sino por los vicios que él reprehendía en ellos. En los campos Helinos ay un muy nemoroso soto, dentro del qual están los huessos de Philipo Septeno, que en las siete artes liberales era tan docto como si él mismo las uviera compuesto; fue desterrado por el Emperador Nero, a causa que, como él era tan crudo en la república, persuadíale este philósopho a tener clemencia. En los mismos campos Helinos, fuera del bosque, a la parte del mediodía hallarás el sepulchro del philósopho Vulturno, varón en la astrología muy docto, pero paréceme que poco aprovechó para su destierro, el qual fue desterrado por el mal fortunado de Marco Antonio. No fue desterrado este philósopho porque le quisiera desterrar Marco Antonio, ca no estava dél ofendido, sino que su amiga Cleopatra le tenía por émulo y mortal enemigo; porque las mugeres que viven de mala manera muchas vezes vengan sus coraçones apassionados por manos de sus proprios amigos. Otros muchos sepulchros vi en essa ysla, los nombres de los quales, aunque los tengo en una escritura, no se me ofrecen a la memoria. Basta que a ley de bueno te juro, y en pena de no ser creýdo me ofrezco, si como lo he dicho no lo hallares assí todo.

Dígote verdad, Lamberto, que, visitando aquellos sepulcros sus discípulos, no les tuvieran más obediencia siendo vivos que yo les tenía siendo muertos; y aún es verdad que en todo aquel tiempo estuvieron mis ojos tan bañados en agua como sus huessos estavan cubiertos de tierra. No fueron desterrados estos philósophos por vilezas que cometiessen sus personas, ni por escándalos que cometiessen en sus repúblicas, [876] sino que el demérito de nuestros padres mereció ellos ser privados de compañía de tan excellentes philósophos, y nosotros sus hijos carecer de los huessos de tan famosos sabios. No sé quál es mayor: la embidia que tengo a essa tu ysla, o la compassión que tengo a esta mísera Roma; porque la una es immortal con las sepulturas de los muertos y la otra es infame con las vidas de los vivos.

Mucho te ruego como amigo, y te mando como a criado, que las immunidades que yo di a essa ysla se las guardes sin quebrantarles ni una sola; porque es justo, immo justíssimo, sean privilegiadas de los vivos ciudades pobladas de tales muertos. Desse centurio sabrás muy bien por entero todo lo que a essos presos con nosotros y a nosotros con ellos ha acontescido; porque si escriviesse el triste caso assí como passó de facto, a mí sería trabajo escrevirlo y a ti sería fastidio leerlo. Abaste al presente dezir que el día de la gran solennidad de la madre Verecinta se levantó un tan gran escándalo en Roma por ocasión de los truhanes y pantomimos, que a ley de bueno te juro fue más la sangre que por las plaças quedó derramada, que no el vino que se bevió en aquella fiesta. Y no pienses que digo poco en dezir que fue tanta la sangre que se derramó, como el vino que se bevió; que, como tú sabes, son ya venidos a tanta demencia los ciudadanos de Roma, que el hombre que aquel día estava más borracho, dezían que aquél avía a los dioses hecho mayor sacrificio.

En mucho tengo las crueldades que aquel día vi con mis proprios ojos, pero en mucho más tengo lo que de nosotros dirán en los reynos estraños; porque los hombres vergonçosos y de coraçones generosos no tienen en tanto rescebir una cruda herida, quanto si el que se la dio es hombre de poca manera. Mucha diferencia ay en las redes con que se caçan las aves, y no menos la ay entre los cevos con que se pescan los peces. Quiero dezir que muy diferente es el cuchillo que rompe las carnes del cuchillo que lastima las entrañas; porque las heridas del cuerpo cúranlas los çurujanos, pero las ansias del coraçón solos los dioses son dellas médicos. Roma, nunca vencida de cuerdos, la vi allí acoceada de truhanes. Roma, a los muros de la qual jamás pudieron llegar los [877] cartaginenses, allí vieras sus plaças armadas de truhanes. Roma, la que triumphava de todos los reynos, allí triumphavan della los pantomimos. Finalmente a Roma, que en otro tiempo dava leyes a los bárbaros, allí la vimos hecha esclava de locos.

Estoy en este caso tan lastimado, que ni sé lo que me digo, ni menos lo que me escrivo. Una cosa me consuela, y es que, pues Roma y sus romanos no se consuelan sino con locos, ella y sus hijos no sea castigada sino por las manos de locos. No me parece que en esto la agravian los dioses, que, pues ella con los truhanes se reýa de burla, algún día llorasse con los pantomimos de veras. Podrásme tú dezir, Lamberto, que pues los príncipes somos obligados con todos a tener igual la justicia, por qué dissimulamos en otros muchos escándalos que hizieron de veras y no perdonamos a estos pobres juglares, pues todo lo que inventaron fue cosa de burla. Yo te prometo que, si no uviera más desso que tú piensas, por grave que fue su culpa, todavía fuera mayor mi clemencia; pero yo no los destierro tanto por las sangres que derramaron, quanto por los juyzios que pervertieron. Tórnote otra vez a dezir que no los destierro tanto por ocasionadores de algunas muertes, quanto por maestros de muchas mentiras. Sin comparación es mayor ofensa a los dioses, y mayor daño para la república, en quitar como quitan los truhanes el seso a los hombres cuerdos, que no lo que hazen los homicianos en quitar la vida a sus enemigos. Todo el fin de los pantomimos, de los juglares, de los gladiatores y de los truhanes es persuadir a los hombres a que siempre hablen en burla, traten en burla y desechen de sí tristeza; y todo esto es por cohecharles algo de su hazienda, en el qual caso digo que pluguiesse a los dioses que se contentassen con la hazienda y no nos robassen la cordura.

Scipión el Africano, después que uvo concluydo todas las guerras de África, andávase por Roma no acompañado de los esforçados capitanes, sino de los hambrientos truhanes, lo qual, como lo viesse un philósopho, dixo a Scipión estas palabras: «¡O!, Scipión, según lo mucho que de ti dezían, y según lo poco que en ti vemos, mejor te fuera morir en África que no venir en Roma; porque en absencia tus hazañas nos [878] espantavan y en presencia tus liviandades nos escandalizan. Gran infamia es a ti, y no poco desacato al Sacro Senado, que, aviendo tú vencido a príncipes tan poderosos en África, oses tú andar acompañado de solos truhanes y locos por Roma. Hágote, Scipión, saber que no tuvo tanto peligro tu vida entre los enemigos, quanto tiene agora tu honra entre los locos.» Fueron éstas palabras muy buenas, aunque de la malicia humana muy mal rescebidas; porque a poco tiempo aquel pobre viejo, aunque rico philósopho, fue por los amigos de Scipión desterrado de toda Italia y llevado a essa ysla. [879]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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