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Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro III

Capítulo LIV
Cómo el Emperador Marco Aurelio a la hora de su muerte mandó llamar a su hijo Cómodo, y de una muy notable plática que hizo. Divídela el auctor en quatro capítulos. Contiénense en ella muchas doctrinas y exemplos para que los padres den a sus hijos.


Como fuesse muy grave la enfermedad de que Marco Aurelio estava enfermo, por manera que en cada hora de su vida estavan con sobresalto de la muerte, después que uvo platicado largamente con Panucio, su secretario, mandó despertar a su hijo Cómodo, el qual como moço dormía a buen sueño. Traýdo, pues, en su presencia, todos los que allí estavan se movían a lástima, ver los ojos del buen padre hechos carne de llorar y ver los ojos del hijo apegados de dormir. No podían despertar al hijo con el descuydo y no podían hazer al viejo tomar el sueño por estar tan cuydadoso. Visto por los que allí estavan quánto desseava el padre la buena vida del hijo, y en quán poco tenía el hijo la muerte de su padre, todos por cierto tuvieron muy gran compassión al viejo y tomaron no pequeño enojo del moço. Entonces el buen Emperador, alçados los ojos en alto y dirigendo las palabras al hijo, dixo:

Quando eras niño, dixe a tus maestros cómo te avían de criar; y, después que más creciste, dixe a tus ayos y mis governadores cómo te avían de aconsejar; y agora te quiero dezir cómo tú por ellos, que son pocos, y todos por ti, siendo uno, os avéys de regir. Si tuvieres en mucho lo que yo, hijo, te quiero dezir, en mucho más terné yo tú quererlo [921] creer; porque más fácilmente sufrimos los viejos vuestras injurias que no vosotros los moços recebýs nuestras palabras. Fáltaos prudencia para creernos y no os falta osadía para deshonrarnos, y, lo que es peor de todo, que solían en Roma tener los viejos cáthedra de prudencia y cordura, y tiénenla oy los moços de desvergüença y locura. Está oy tan pervertido el mundo y tan trocado de lo que solía ser en otro tiempo, que todos tienen ya atrevimiento de dar consejo y ninguno tiene paciencia de recebirlo, por manera que ay mill que vendan consejos y no ay uno que los compre.

Bien tengo creýdo, hijo, que, según mis hados tristes y tus costumbres malas, esto que te quiero dezir muy poco ha de aprovechar; porque de las palabras que no quesiste creer siendo yo vivo, no dudo sino que burlarás después que me veas muerto. Más hago esto por satisfazer a mi desseo y cumplir con la república que no porque espero de tu vida alguna emienda; porque no ay lástima que tanto lastime a una persona como es quando él mismo se fue causa de su pena. Quando alguno me haze alguna injuria, con poner en él las manos o dezirle palabras injuriosas se satisfaze mi coraçón; pero, si yo mismo a mí mismo injurio, de manera que soy el que injurió y el injuriado, como no tengo en quien quebrantar el enojo, púdrome y deshágome entre mí mismo. Si tú, hijo, fueres malo después que eredares el Imperio, quéxese mi madre Roma de los dioses, que te dieron tan malas inclinaciones; quéxese de Faustina, tu madre, que te crió en tantos regalos; quéxese de ti, que no te sabes hazer fuerça en los vicios; y no se quexe de este viejo de tu padre que no te aya dado buenos consejos; porque si tú uvieras creýdo lo que yo te he aconsejado, holgarían los hombres de tenerte por señor y los dioses de tratarte como amigo.

No sé, hijo, si me engaño, pero véote en el juyzio tan depravado, en las palabras tan incierto, en las costumbres tan dissoluto, en la justicia tan absoluto, en lo que desseas tan atrevido y en lo que te conviene tan perezoso, que si no mudas de estilo, los hombres te han de perseguir y los dioses te [922] han de desamparar. ¡O!, si supiesses hijo y qué cosa es tener a los hombres por enemigos y ser desamparado de los dioses, a ley de bueno te juro que no sólo aborreciesses el señorío de Roma, mas aun con tus manos te quitasses la vida; porque el hombre que no tiene a los dioses propicios y tiene a los hombres por enemigos come pan de dolor y beve lágrimas de tristeza. Yo soy cierto que no es tan grande tu dolor en ver que se acaba la noche de mi vida, como es el plazer que tienes de ver que en breve serás emperador de Roma, y desto no me maravillo; porque do sensualidad reyna, la razón se da por despedida. Muchos muchas cosas aman porque en la verdad no las conocen, las quales, si de verdad fuessen conocidas, muy de verdad serían aborrecidas; pero ¡ay de nosotros! que la manera de nuestro amar es burla, mas los dioses y los hombres aborrécennos de veras. Somos en todas las cosas tan dubios, y andamos en todas nuestras obras tan desatinados, que unas vezes nuestros juyzios se despuntan y saltan de agudos y otras vezes no cortan nada de botos. Quiero por lo dicho dezir que lo bueno no lo queremos oýr, ni menos aprender, y para el mal sabemos más de lo que es menester.

Quiérote, hijo, avisar por palabra lo que en sessenta y dos años he aprendido por sciencia y experiencia; y, pues eres tan tierno moço, razón es creas a este que es tu padre y viejo; porque los príncipes, como estamos en el miradero de todos, nosotros a todos y todos a nosotros nos miramos. Oy o mañana eredarás el Imperio Romano, y piensas que en eredarle serás señor del cielo y del mundo; y, si supiesses quántos cuydados y peligros trae consigo el mandar y enseñorear, yo te juro que eligiesses antes obedecer a todos que no mandar a uno. Piensas, hijo, que te dexo grande señor por dexarte emperador, lo qual no es assí; porque todos no tienen necessidad sino de ti y tú tienes necessidad de todos. Piensas que te dexo muchos thesoros en dexarte las grandes rentas del Imperio, lo qual tampoco es assí; porque un príncipe, si tiene sobra de thesoros, tiene falta de amigos, y si tiene abundancia de amigos, tiene falta de thesoros. Piensas también, hijo, que te dexo esento, y que [923] en todo serás obedecido, y que ninguno ya te ose yr a la mano. No por cierto ha de ser assí, hijo; porque el príncipe que quiere conservar su vida y aumentar su honra, muy más seguro le es conformarse con la voluntad de todos que no querer que todos se conformen con la dél. Como tú, hijo, no sabes qué cosa es verdad, no te darán pena las mentiras; como tú no sabes qué cosa es paz, no te dará pena la guerra; como tú no sabes qué cosa es quietud, no te dará pena el bullicio; y como tú no sabes tener amigos, no te dará pena cobrar enemigos; porque si tú fuesses hombre pacífico, retraýdo, verdadero y amoroso, no sólo desecharías el Imperio de Roma, mas aun maldizirías al padre que tal erencia te dexava. Quiero que sepas, si no lo sabes, que en dexarte el Imperio te dexo no riqueza, sino pobreza; no quietud, sino bullicio; no paz, sino guerra; no amigos, sino enemigos; no plazeres, sino pesares. Finalmente déxote con que siempre tengas que llorar y no te puedas (aunque quieras) reýr. Avísote, amonéstote, exórtote, hijo, que todo lo que te dexo es vanidad, es liviandad, es locura y es una muy conocida burla; y, si no creyeres que es burla, dende agora te doy por burlado. Más he vivido que tú, más he visto que tú, más he experimentado que tú, más he leýdo que tú y con más cuydado he andado que tú. Pues si con todos estos avisos al fin me hallo burlado, ¿piensas tú vivir seguro y escapar sin ser engañado?

Quando pensares que tienes ya la tierra quieta, entonces se levantará en África o en Asia una provincia, la qual si se pierde es mucha afrenta y para cobrarse es mucha costa. Quando pensares cobrar nuevos amigos, entonces te sucederán estraños enemigos, por manera que a los amigos (aun grangeándolos) no los podemos conservar, y a los enemigos (aun desechándolos) no nos podemos dellos defender. Quando pensares estar en mayor regozijo, entonces te dará algún sobresalto; porque los príncipes que tienen mucho y posseen mucho, nuevas que les dé plazer son muy raras en su casa, y nuevas que les dé pesar les vienen cada día a porfía. Quando pensares tener más libertad para hazer lo que quisieres, entonces estarás más atado y con [924] menos libertad; porque los buenos y recatados príncipes no han de yr ni residir do los llevan sus juveniles desseos, sino a do conviene más para la honra de sus estados. Quando pensares que ya ninguno por ser emperador te osará reprehender, entonces por ti más has de mirar; porque a los malos príncipes, si no los osan amenazar, ósanlos vender; y, si no los osan castigar, osan dellos murmurar; y los que no pueden ser sus amigos, tórnanseles enemigos. Finalmente si no ponen las manos en su persona, ponen las lenguas en su fama. Quando pensares tener satisfechos a tus criados, entonces te pidirán algunos nuevos o antiguos servicios; porque costumbre es ya muy antigua entre los que son muy privados y regalados de los príncipes, en el servir afloxarse más cada día y en el pedir perder cada hora más la vergüença.

Teniendo, pues, de veras assí tantas congoxas el Imperio de Roma, no sé yo quál es el loco que con tal gravamen dessea su erencia; porque, dado caso que alcance uno el Imperio, sin comparación vale más el reposo que nos quita que no los plazeres que nos da. Si el Imperio Romano estuviesse tan corregido y tan honrado como solía estar en otro tiempo, aunque fuesse pena governarle, todavía sería honra tenerle; pero está ya tan depravado en los vicios y han entrado en él tantos tyranos, que ternía yo por más honrados a los que burlassen de su burla, que no a los que se abraçassen con su honra. Si supiesses lo que vale Roma, lo que tiene Roma, lo que puede Roma y lo que es Roma, yo te juro no penasses por ser señor de ella; porque Roma, si es muy torreada de muros, es muy abatida de virtuosos; si son muchos los vezinos, son sinnúmero los vicios. Finalmente digo que en un mes se podrán contar las piedras que ay en sus edificios, pero sus maldades y maleficios no se contarán en mil años.

A ley de bueno te juro, hijo, que, quando comencé a imperar, en tres años reparé todo lo que estava en Roma de los muros caýdo, y en veynte años no he podido a bien vivir reformar un barrio. Dezía el divino Platón (y dezía bien) que las grandes ciudades más se han de gloriar de ciudadanos [925] virtuosos que no de superbos edificios. Mira mucho sobre ti, hijo, y el brío de la mocedad y libertad que tienes en tener el Imperio no te hagan desmandar en acometer algún vicio; porque no se llama libre el que en libertad nasce, sino el que en libertad muere. ¡O!, de quántos he yo leýdo, he oýdo y aun he visto, los quales nacieron esclavos y después murieron libres, y esto porque fueron virtuosos. Y ¡o!, quántos vi yo morir esclavos, aviendo nacido libres, no más de porque fueron viciosos, de manera que allí está la libertad, do permanece la nobleza.

Los príncipes que tienen grandes reynos, de necessidad se han de cometer en ellos grandes excessos; y para castigar estos excessos es necessario que sean muy animosos. Y créeme, hijo, que este ánimo no les ha de venir a los príncipes por ser muy poderosos, sino por ser muy virtuosos; porque para castigar más osadía les dará la buena vida que hazen, que no la auctoridad grande del Imperio que tienen. Un príncipe virtuoso ninguna cosa si quiere dexará sin castigo; porque los buenos por imitar su vida y los malos por miedo de la disciplina, ningún mal ni malo quedará en la república. El que limpiamente vive, osado es en el castigar; mas el que torpemente vive, aun no osa hablar; porque el hombre que se atreve castigar a otro por lo que él merecía ser castigado, justamente es de los dioses aborrecido y de los hombres escarnecido.

Ténganse por dicho una cosa los príncipes, y es que el amor del pueblo, la libertad de la república, el concierto de su casa, el contentamiento de sus amigos, la subjeción de sus enemigos y la obediencia de sus pueblos no la han de sustentar con muchas armas derramadas por la tierra, sino con muchas proezas juntas en su persona. A un príncipe virtuoso todo el mundo se le rinde y a un príncipe vicioso la tierra contra él se levanta. Si quieres ser virtuoso, oye qué cosa es virtud: la virtud es alcáçar que nunca se toma, río que no se vadea, mar que no se navega, huego que nunca se mata, thesoro que nunca se acaba, exército que nunca se vence, carga que nunca se cansa, espía que siempre torna, atalaya que no se engaña, camino que no se siente, amigo que [926] siempre acude, socrocio que presto sana y fama que nunca perece.

¡O, si supiesses, hijo, qué cosa es ser bueno, y quán bueno serías!; porque quanto más uno es vicioso, más con vicios se empalaga, pero quanto más uno es virtuoso, menos de las virtudes se cansa. Si quieres ser virtuoso, a los dioses harás servicio, a tus passados darás buena fama, para ti procurarás buena memoria, en los tuyos pornás plazer, en los estraños engendrarás amor; finalmente los buenos te tratarán con amor y los malos te servirán con temor. En los Annales de la guerra tharentina hallé que el muy famoso Pirro, rey de los epirotas, traýa estas palabras en un anillo escriptas: «Al hombre vicioso poco castigo le es quitarle la vida, y al hombre virtuoso poca paga le es darle el señorío de toda la tierra.» Fue por cierto sentencia digna de tal varón. ¿Qué cosa por un hombre virtuoso se puede començar que no esperemos verla a buen puerto salir? Miento si no vi en diversas partes de mi Imperio a muchos hombres los quales eran oscuros por la fama, inábiles en la sciencia, sin oficios en la república, pobres en hazienda, ignotos en la genealogía; y con todas estas condiciones baxas emprendieron tan grandes cosas, que parecía gran temeridad començarlas, y después sólo por ser virtuosos salieron con sus pensamientos. Por los dioses immortales te juro, y assí Júpiter me lleve a su casa, y a ti, hijo, te confirme en la mía, si no conocí a un hortolano y a un ollero en Roma, los quales por ser virtuosos fueron causa de echar del Senado a cinco senadores muy ricos. Fue la ocasión de prevalecer los unos y de perderse los otros, que al uno no quisieron pagar unas ollas y al otro unas mançanas; porque en otro tiempo más pena davan al que tomava una mançana al pobre que no al que derrocava una casa al rico. Todo esto digo, hijo, porque el vicio al príncipe osado desmaya, y la virtud al príncipe desmayado esfuerça. De dos cosas me he siempre guardado, y de no caer en ellas he tenido mucho aviso, es a saber: no pleytear contra clara justicia y no competir con persona virtuosa. [927]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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