Blas Zambrano 1874-1938 Artículos, relatos y otros escritos

Trozo de una pequeña meditación
Nuevos Horizontes, 1916, páginas 33-35

 

Hacer de nuestra vida un ejemplar de las vidas inmediatamente futuras; cabalgar en el momento ahora, fugitivo hacia el porvenir, vivir con dinamicidad acordada con esa fuga constante, con ese fluir del río de la vida, que no va hacia atrás, sino adelante... eso es vivir.

El momento actual –la vida que llena esa forma vacía, o que palpita tras esa abstracción– se sumerge en el futuro, no en el pasado, como se ha creído, por error de óptica del viajero, en complicidad con otro error de pensamiento, suponiendo al tiempo como una cosa, una vía (tendida en el espacio sin límites de la eternidad) por la cual van pasando las cosas perecederas, deshaciéndose de continuo, dejándose en cada paso del camino algo suyo, su vida pasada; o bien, confundiéndose el tiempo con las cosas que nos rodean, las cuales dejamos atrás en nuestro avance. Y no hay vida pasada, propiamente hablando, sino como embebida en la presente, de un modo análogo (no digo idéntico) a como la causa en su efecto. Y no pasan las cosas por el tiempo, sino que este es, según frase feliz, el «pasar de las cosas». ¿Qué es, en efecto, el tiempo, o, mejor, los momentos, las horas, los siglos, sino los límites entre los hechos, algo así como las superficies dinámicas?

Pero las cosas pasan en una trayectoria desde el no ser al ser, y mientras son, diríase que poseen una como inercia vital, una tendencia a seguir viviendo y a complicar sus elementos y sus relaciones. Luego si la vida de los seres en general y en particular de los humanos puede representarse por una marcha, y si el tiempo no es sino el pasar de esos seres, el pasar será progresivo y no regresivo; aunque todo lo que sea predicar cualidades del tiempo es predicar las de la vida.

Cabalgar, pues, en el tiempo, es entregarse a la corriente progresiva de los hechos.

En un ser vivo no hay sino porvenir, esto es, presente en marcha constante.

Combinando con estos conceptos el de la perfección total del hombre, resultará que la perfección del momento que va a venir es el ideal del momento presente. La continuidad despaciosa de la vida, que se aparta de lo estadizo, tampoco consiente saltos. Por eso decimos que «a lo inmediatamente futuro» debe atender la vida mental y la vida práctica de cada uno.

Resulta así el ideal de vida un ideal dinámico, progresivo, como consecuencia de las rectificaciones racionales, de la crítica de cada momento, aunque haya otro ideal supremo, tipo de esas variaciones y colocado «fuera del tiempo» si nuestra vida ha de engarzarse en algo más que en el hilo que van tejiendo las Horas.

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La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto filosofía en español
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  Edición de José Luís Mora
Badajoz 1998, páginas 270-271