Revista de las Españas
Madrid, enero-febrero de 1927
2ª época, número 5-6
páginas 47-50

La actualidad iberoamericana
Los sucesos de Nicaragua y la solidaridad hispanoamericana

Como señala muy oportunamente un diario madrileño, no ha pasado inadvertida para la Prensa de Europa, y buena prueba de ello es el editorial que a tal objeto consagra Pax, de París, la profunda impresión que han causado en el público español y en el de los países hispánicos los acontecimientos políticos que se desarrollan en Nicaragua. Los corresponsales de los más importantes periódicos de Europa, señalan este hecho en sus comunicados, atribuyéndole especial importancia. La Prensa española, sin distinción de matices políticos, tanto en sus artículos de fondo como en sus editoriales e informaciones, concede espacio preferente a lo que en Nicaragua ocurre, y cualquiera que sea su ideología, adopta una actitud de franca simpatía y adhesión espiritual hacia la República hermana.

Mas no es sólo España la que se produce de tal modo, pues toda la América española se ha conmovido unánime, ante el nuevo atentado contra lo que constituye el patrimonio espiritual y material de nuestra raza. En los propios Estados Unidos de Norteamérica, la opinión sensata se manifiesta contraria a lo que califica de desatentada política de la Secretaría de Negocios Extranjeros, y las más acres censuras sobre la actitud de los Estados Unidos en Nicaragua, hay que leerlas en la Prensa Norteamericana y, singularmente, en The World, de Nueva York.

En Chile, El Salvador, Guatemala, Méjico, Cuba, Uruguay, República Argentina, por medio de su Prensa más autorizada, se han formulado severos juicios, comentando la intervención armada de los Estados Unidos. En Buenos Aires, ha habido manifestaciones públicas de protesta, y en los Parlamentos de varias Repúblicas se han hecho acerbas críticas de la política yanqui. A continuación publicamos el manifiesto del Ateneo Hispanoamericano de Buenos Aires, y el redactado por la sección de estudios americanistas de la Universidad de Valladolid. La Unión Iberoamericana, que ha hecho siempre públicas sus opiniones sobre el particular, manifiesta, una vez más, su coincidencia con el espíritu que preside ambos documentos, que expresan lo general y lo vivo de la protesta en todos los países de raza hispana, siendo clara prueba de que el hispanoamericanismo va teniendo una realidad cada vez más definida. Hechos como el de Nicaragua, con ser muy dolorosos, tienen la virtud de revelarnos las etapas de ese gran movimiento de nuestra integración racial, que es el hispanoamericanismo.

Manifiesto del Ateneo Hispanoamericano de Buenos Aires, a propósito de la intervención Norteamericana en Nicaragua.

A la opinión universal y especialmente a los ciudadanos de América:

El Ateneo Hispanoamericano de Buenos Aires, encuentra que el conflicto intestino en la República de Nicaragua obedece a una de tantas incidencias [48] que han sido frecuentes en las incipientes democracias americanas, hasta que la práctica de la vida constitucional y una educación cívica más avanzada ha ido permitiéndoles consolidar sus instituciones republicanas. El acontecimiento calamitoso de la guerra civil, que allí se desarrolla, es de exclusivo orden interno, aunque afecte a veces, como es natural, a las personas y a los intereses privados de los extranjeros residentes que conviven con los hijos del país que los hospeda, sujetos a las mismas contingencias de carácter social, político y económico. El caso actual de la República de Nicaragua es de aquellos cuya resolución corresponde a la soberanía de cada país, y, por consiguiente, la intervención extranjera menoscaba dicha soberanía y pone en peligro la independencia nacional.

Puede asegurarse que la vida y los intereses de los extranjeros no corren en Nicaragua mayor, ni siquiera igual riesgo, que los mismos derechos de los nacionales; pues ambos bandos, por precaución enseñada por la experiencia y por sentimientos humanitarios, característicos en la raza iberoamericana, procuran resguardarlos, en cuanto pueden, de los males inevitables de la guerra civil; seguidos siempre en Centroamérica del grave mal de las indemnizaciones exigidas por los Gobiernos fuertes en favor de sus súbditos, víctimas de perjuicios siempre exagerados y a menudo imaginarios.

Los partidos nicaragüenses en armas, invocan principios políticos de reorganización interna. Ningún impulso xenófobo los inspira, y tampoco han estado siquiera en inminente amenaza individual los derechos extranjeros, por excesos de los beligerantes en las prácticas y usos permitidos en la guerra.

En tal caso, toda prisión directa, desembarcos de fuerza, intromisiones indebidas o parcialidad de un Gobierno extranjero, es un abuso injustificado de la fuerza y un atentado sin atenuante alguno contra la soberanía del país, víctima, en esas violaciones, de los principios cardinales del derecho internacional, sin cuyo respeto no se concibe la existencia, aun de hecho, de la comunidad de las naciones.

La comunidad internacional es una asociación de iguales ante la ley, sea cual fuese la potencialidad de algunos de sus miembros; como son iguales todos los hombres, cualesquiera sean sus dotes, ante la ley nacional, que ampara y reglamenta sus actos. Esto no incluye, ni entre los Estados, ni entre los individuos, las diferencias que, por encima de la igualdad jurídica, son una consecuencia lógica de factores extraños al argumento arbitrario de la fuerza, con su séquito de predominios políticos y económicos deprimentes para la personalidad esencial del individuo o del Estado, y que repugnan a la conciencia universal.

El Gobierno de los Estados Unidos de América, al intervenir como lo hace actualmente en Nicaragua, contraría los postulados enunciados y provoca la justa protesta del mundo y, especialmente de la América Ibérica, cuya solidaridad en la defensa de la soberanía de cada una de sus naciones, es un sentimiento innato, fundado de una comunidad de origen, de ideales, de satisfacciones, de esperanzas, de ansias de libertad y progreso, así como de sacrificios y dolores.

La actitud del Gobierno de Mr. Coolidge contradice las elevadas miras que anunció en su mensaje el presidente Monroe en momento solemne, porque significa el predominio arbitrario de su voluntad, que, no por ser el de una República poderosa, es menos deprimente que la pretensión de los monarcas absolutos de la Santa Alianza, cuando en 1823 querían imponer su despotismo a la joven América Ibérica.

Las declaraciones del presidente Coolidge dadas a la Prensa el 31 de Diciembre sobre la protección diplomática y militar a los intereses norteamericanos en el extranjero y su afirmación anfática de que los Estados Unidos deben velar por el orden y el cumplimiento de las leyes internacionales en el exterior, exactamente como si la violación se hubiese producido en el país, constituyen un abuso intolerable, que los iberoamericanos debemos rechazar y protestar, como rechazamos y protestamos, no solamente por razones de justicia, sino invocando la dignidad y el decoro de nuestros países, que tantos títulos honrosos han conquistado durante más de un siglo de penosa pero constructiva vida independiente; y por esto nos aflige saber que sin necesidad alguna, naciones de sangre, cultura y conveniencias eminentemente latinas, que, a menudo se conocen hermanas de las naciones iberoamericanas, hayan solicitado el Gobierno de la Unión la defensa de sus intereses en Nicaragua, retribuyendo de este modo la restricción de inmigrantes latinos en los Estados Unidos.

El Ateneo Hispanoamericano, que consideró siempre perfectamente compatibles el iberoamericanismo con el panamericanismo, confían aún en el sentimiento de equidad de una parte considerable de la potente República del Norte y en una reacción [49] espontánea y honrosa del principio de Gobierno, reflejada en la protesta elocuente de Borah Wheeler y otros, ya que muchos de sus prohombres, en diversas épocas, aspiraron noblemente –aunque sin resultado las más de las veces– a que su patria descollara siempre en la historia del mundo, no sólo por su grandeza, sino también por su justicia.

De lo contrario, cumpliremos con firmeza el penoso deber de proclamar que el panamericanismo es un artificio de los Gobiernos, vacío y sin sentido práctico, e inconciliable con el sentimiento de los pueblos iberoamericanos, y que habrá en adelante que contemplar los peligros que para la soberanía de las Repúblicas del Nuevo Mundo representan las teorías que sobre el derecho inusitado de protección diplomática y militar, respecto de sus ciudadanos, capitales y comercio, pretende ejercer los Estados Unidos en el extranjero. Entonces corresponderá considerar seriamente si deben ya no fomentarse, sino admitirse en los países iberoamericanos, unos capitales, un comercio y una inmigración que en el momento menos pensado pueden significar o servir de pretexto para la pérdida de su independencia, como naciones libres.

Inspirados en estos sentimientos fraternales y justicieros, que estimamos humanos y muy americanos, e invocando en su valor el apoyo de la opinión pública sana e ilustrada de la patria de Washington, Franklin y Linconl, abrigamos la esperanza de que se imponga la paz espiritual en nuestro Continente, basada en el mutuo respeto a todas las soberanías, sin excepción, y en la fuerza del derecho para reglamentar nuestras relaciones y resolver nuestros conflictos.

Los Estados Unidos deben también considerar que existen en el mundo pueblos que acechan su poder y conspiran contra su grandeza, y, llegado el caso, las simpatías o antipatías universales –lo acabamos de palpar– son factores decisivos de triunfo o de fracaso.

Buenos Aires, Enero 8, 1927.

Por la solidaridad iberoamericana
Manifiesto de la Sección de Estudios Americanistas de la Universidad de Valladolid.

La Sección de Estudios Americanistas de la Universidad de Valladolid ha sido fundada con el fin de participar activa y eficientemente en la labor que persigue la acentuación de la gran unidad moral, integrada por el mundo iberoamericano. Su actividad ha sido en todo tiempo eminentemente pacífica y sus propósitos encauzadores; ha repudiado, por paralizante, todo exclusivismo, buscando lo que une y condenando lo que desata. Entregada a esa labor de sereno pacifismo, vese hoy dolorosamente impresionada por realidades que tienen su teatro de acción en Centroamérica; no puede ignorarlas ni silenciarlas, por considerar que no sólo partiera en la realización de impurezas internacionales quien es agente directo de las mismas, sino el que coopera a su establecimiento, guardando un silencio punible, ya que la abstención en este caso constituye apartamiento del deber.

Hemos predicado, predicamos y continuaremos predicando con inquebrantable fe la causa de la solidaridad iberoamericana; mas para que los pueblos de Iberoamérica puedan participar con noble y deseable afán en la obra común de ascendencia moral, es preciso que la realidad internacional se depure y que de la misma sea eliminado cuanto suponga organización jerárquica de los pueblos, ya que ese régimen de escalonamiento lleva irremediablemente a la oligarquía internacional; si ésta es condenable cuando en su ejercicio participan varios Estados, resulta acentuadamente punible si el sojuzgamiento es unipersonal. En los Estados Unidos, una minoría, no un pueblo, al cual estimamos noble e idealista, viene realizando en las Repúblicas centrales una labor que constituye la negación de la independencia de pequeñas naciones; primero, en Panamá, estimulando y participando de una secesión, necesaria para obtener el control sobre una vía interoceánica, que, precisamente por tener carácter de tal, debiera ser internacionalizada en beneficio del progreso humano; después, en Santo Domingo, realizando una ocupación, salpicada de episodios censurables; más tarde, en Méjico, adaptando la política internacional allí desplegada a las exigencias de los magnates del petróleo; últimamente, en Nicaragua, apoyando abiertamente a los que, violando la Constitución del país, quieren conquistar el poder político para reanudar una política internacional que supone la entrega progresiva al imperialismo norteamericano de la soberanía enajenada al firmarse el Tratado Bryan-Chamorro, pacto que, a su vez, hizo imposible la formación de una Federación centroamericana, garantía de paz en aquella parte del Nuevo Mundo.

Nuestra posición condenatoria ante estos hechos se adapta claramente a lo que constituye la esencia de la política internacional, tradicional en Norteamérica, basada en el histórico Mensaje de 1823, claramente opuesto a cuanto [50] implique intervención en la política interior o exterior de otros pueblos; son hoy los imperialistas norteamericanos quienes conculcan cruelmente las doctrinas predicadas hace más de un siglo por el Presidente Monroe.

No sólo con la mencionada tradición abstencionista rompen los intervencionistas; ignoran y niegan recientes manifestaciones, tales como las del Presidente Wilson, cuando en su Mensaje al Senado norteamericano, el 2 de Enero de 1917, decía: «Yo propongo, en suma, que las naciones adopten la doctrina de Monroe como doctrina mundial; que ninguna nación intente imponer su política a otra nación, sino que cada pueblo pueda determinar libremente su propia política y el modo de desenvolverse, sin ser estorbado, amenazado o intimidado, lo mismo el débil que el grande y el poderoso.» Las reproducidas palabras del malogrado apóstol de la paz parecen escritas pensando en el caso de Nicaragua. Contradice igualmente la actual política de los Estados Unidos las inmortales palabras que figuran en el «Mensaje de Adiós», de Washington: «Contra los pérfidos artificios de la influencia extranjera (os conjuro a que me creáis, conciudadanos), la prevención de un pueblo libre debe estar constantemente despierta, ya que la Historia y la experiencia muestran que la influencia extranjera es uno de los más nefastos enemigos del régimen republicano.» Constituye, finalmente, la acción del imperialismo norteamericano la violación del art. 10 del Pacto de la Sociedad de Naciones, en el cual se garantiza a los miembros de la misma la integridad territorial y la independencia política.

Situados ante esa dolorosa realidad, pedimos que todos, sin excepción, sepan cumplir con su deber. La opinión norteamericana (opuesta en su inmensa mayoría a las actuales realizaciones imperialistas) debe restaurar la sagrada tradición legada por Washington, Jefferson y Monroe, ahora violada, trabajando por la supresión de una política internacional, actualmente conminatoria. Las Repúblicas americanas de origen ibérico deben romper un silencio que, prolongado, equivale a complicidad implícita, actuando de tal modo que se salve el patrimonio moral de la raza, actualmente amenazada; España, uniendo su esfuerzo encauzador al de sus hijas transatlánticas; los españoles, vulgarizando estos problemas de política internacional americana, realizando esa labor con cuidadosa objetividad para que la opinión se oriente sanamente. Todos, sin excepción, encauzando nuestra actividad hacia la implantación del lema predicado por la República mejicana: «Por la raza en servicio de la Humanidad.»

Valladolid, 15 de Enero de 1927. –Por la Sección de Estudios Americanistas: Camilo Barcia Trelles, Presidente. –Andrés Torre Ruiz, Secretario general. –Arturo Pérez Martín, Vocal.–R. López Prieto, Vocal.

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