Zeferino González (1831-1894)
Obras del Cardenal González
Filosofía elemental
Libro primero: Lógica. Sección segunda: Lógica especial

Capítulo segundo
De la verdad y la certeza

Aunque el tratar de la verdad en sí misma pertenece a la Metafísica, es conveniente y hasta necesario tratar aquí de ella bajo diferentes puntos de vista, por la intima relación que tiene con el objeto y materias propias de la Lógica; así como también lo es tratar de los varios estados de la razón con respecto a la verdad.

Artículo I

Para evitar confusión expondremos primero ciertas ideas generales acerca de la verdad, y después trataremos de la verdad lógica, cuyo conocimiento es más necesario para el lógico.

§ I
Nociones generales sobre la verdad

1ª La experiencia y atenta observación nos enseña que la denominación de verdadero se atribuye, ya a los objetos en sí mismos, ya a los conceptos de nuestro entendimiento, ya a los signos con que expresamos éstos conceptos, o sea al lenguaje. De aquí la división de la verdad en metafísica, física y moral.

2ª Verdad metafísica es la realidad objetiva de las cosas en cuanto éstas por medio de su esencia corresponden a la idea típica de las mismas, preexistente ab aeterno en el entendimiento divino. En efecto, todo ser real tiene una esencia propia, determinada y distinta de la que tienen las demás cosas, esencia que se halla contenida y representada desde la eternidad en alguna de las ideas divinas que representan, no sólo los seres todos reales y actuales, sino los posibles. Luego todo ser real, en el mero hecho de serlo, se halla en relación y dependencia necesaria con la idea divina que le corresponde, lo cual constituye su verdad metafísica, o sea su ecuación con el entendimiento divino. Así, pues, cualquiera ente real, v. gr., el oro, es verdadero con verdad metafísica, según que tiene en la realidad la esencia, atributos y cualidades que corresponden a la idea típica de oro, preexistente en el entendimiento de Dios.

En atención a las varias relaciones y puntos de vista que podemos considerar en esta verdad metafísica, recibe diferentes nombres. Se llama: 1º veritas rei, verdad real, [127] verdad de la cosa, porque se identifica con la esencia de la cosa: 2º verdad trascendental, porque no se limita a alguna clase de seres, sino que conviene a todos, sea cual fuere su grado de perfección o imperfección: 3º verdad objetiva, y esto por dos razones: 1ª porque se identifica con los objetos reales de nuestro entendimiento: 2ª porque estos objetos reales, por lo mismo que tienen verdad metafísica, son capaces o aptos para determinar en nosotros conocimientos verdaderos acerca de tales objetos. Este metal, por lo mismo que es verdadero oro, puede servir de objeto a mi razón y determinar en ella un conocimiento o juicio verdadero.

De aquí se deduce que el ente real, además de la comparación y ecuación actual con el entendimiento divino, incluye otra comparación secundaria, o sea una ecuación virtual y potencial con el entendimiento humano; puesto que todo lo que tiene realidad objetiva o verdad metafísica, puede servir de objeto a nuestro entendimiento; y su verdad metafísica puede servir de regla y medida de la verdad de nuestros juicios con respecto a dicha realidad objetiva.

3ª La verdad lógica, que suele llamarse también verdad subjetiva, verdad de conocimiento o in cognoscendo, verdad formal, puede definirse: la conformidad o ecuación del entendimiento como cognoscente de la cosa conocida. Porque en efecto, el conocimiento en tanto se dice verdadero, en cuanto se conforma con la cosa que le sirve de objeto, o en otros términos, en cuanto es la expresión de la realidad objetiva. De esto se colige, que así como la idea divina es la medida, la norma y como la razón de la verdad metafísica, así ésta verdad metafísica o de la cosa es la medida, la regla y como la razón de la verdad lógica o de conocimiento.

4ª La verdad moral es la conformidad o ecuación del lenguaje externo con el juicio interno del sujeto: toda vez que entonces decimos que el lenguaje de un sujeto es verdadero moralmente o veraz, cuando sus palabras son la expresión de sus conceptos o juicios internos.

5ª En atención a que cosas contrarias u opuestas tienen opuestos atributos, no habrá inconveniente en dividir la [129] falsedad en metafísica, física y moral, aplicándoles definiciones opuestas a las que se refieren a la verdad. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que la falsedad metafísica, si se toma en rigor, o no existe, o sólo puede acomodarse a la nada absoluta; la cual, en cuanto niega o excluye toda realidad, no tiene ecuación con las ideas divinas. Empero si se toma en un sentido impropio y secundario con relación a nuestro entendimiento, diremos que hay falsedad metafísica en laguna cosa cuando por sus condiciones puede dar ocasión a un juicio falso; y en este sentido solemos decir que este metal es oro falso, porque presenta algunos accidentes que a primera vista pueden inducirnos a juzgar que es oro, no siéndolo en realidad.

De todo lo que dejamos consignado en el presente artículo, se deduce que la razón propia y el carácter distintivo de la verdad consiste en la relación y consonancia entre alguna cosa y algún entendimiento. La verdad metafísica o trascendental, consiste en la conformidad del ser con el entendimiento divino: la verdad formal o de conocimiento, en la conformidad entre nuestro entendimiento y la cosa conocida por él: la verdad moral, en la conformidad entre las palabras externas y los conceptos internos del entendimiento. Luego es tan profunda como filosófica la definición que da santo Tomás de la verdad: ecuación de la cosa y del entendimiento: adaequatio rei et intellectus.

§ II
La verdad lógica o de conocimiento

Observaciones.

1ª De lo dicho en el párrafo anterior se desprende que la verdad tiene una relación más inmediata y directa con el entendimiento que con las cosas. En efecto: la verdad metafísica lo es, porque la cosa real que recibe la denominación de verdadera está en armonía con el entendimiento divino, o sea con la idea que en él le corresponde, y de la cual depende [130] como de su regla, medida y causa. La verdad lógica o de conocimiento se halla únicamente en el juicio, como luego veremos. Finalmente, que la verdad moral se refiere también más principalmente el entendimiento que a las cosas, se evidencia porque aun cuando las palabras expresen realmente una cosa falsa, sin embargo habrá verdad moral, si se conforman con el entendimiento del que habla, o son la expresión de sus conceptos o juicios internos.

2ª Esto es lo que quiere significar santo Tomás cuando dice que la verdad conviene primero y más perfectamente al entendimiento que a las cosas: veritas prius et perfectius congruit intellectui quam rebus. Las indicaciones consignadas aquí y en el párrafo anterior demuestran que esta afirmación es tan profunda como exacta.

Veamos ahora lo que corresponde a la verdad lógica en orden al conocimiento humano.

Tesis 1ª
La verdad lógica o de conocimiento sólo se encuentra con perfección y propiedad en el juicio: si se toma en un sentido impropio, conviene también a la simple percepción.

Pruébase la 1ª parte. 1º La observación psicológica y el sentido común, nos enseñan que la verdad y falsedad no existen en rigor y con propiedad en nuestros conocimientos hasta que afirmamos o negamos algo, y por consiguiente la verdad lógica o de conocimiento es inherente y peculiar a aquél acto de nuestro entendimiento que incluye afirmación o negación, cual es el juicio. Así es que mientras nos limitamos a concebir alguna cosa, sin afirmar ni negar nada de ella, no puede decirse con propiedad y en rigor que hay verdad o falsedad en nuestro conocimiento; pero desde el momento que formamos juicio acerca de la misma, habrá verdad o falsedad.

2º La verdad lógica o de conocimiento es la ecuación de nuestro entendimiento con la cosa conocida: luego debe [131] convenir con propiedad a aquel acto del entendimiento mediante el cual se verifica dicha ecuación. Es así que esto corresponde únicamente al juicio, mediante el cual el entendimiento ejerce o realiza su ecuación con la cosa, afirmando o negando que esta es o no es lo que concibe y piensa de ella: luego sólo en el acto de juzgar se encuentra con propiedad la verdad lógica.

3º La verdad lógica, por lo mismo que es una afección y perfección peculiar del entendimiento, debe corresponder a aquel de sus actos por razón y en virtud del cual posee un modo de conocer superior al de los animales que también conocen. Luego debe corresponder al juicio, ya porque este acto no conviene con propiedad a los animales, no obstante que les conviene la simple percepción de los objetos sensibles, ya también porque el juicio es el acto principal y fundamental, como hemos dicho arriba, al cual se refieren y se subordinan los demás actos del entendimiento humano. Siendo, pues, la verdad la perfección propia y principal del entendimiento, corresponde con propiedad al acto principal y fundamental de éste.

La primera prueba, aunque más fácil y perceptible para todos, es a posteriori, y por consiguiente inferior en sí misma a las dos últimas, que pueden decirse a priori, como fundadas en la naturaleza misma de la verdad y del entendimiento.

Pruébase la 2ª parte. 1º Porque toda vez que la verdad lógica consiste en la conformidad del entendimiento con la cosa conocida, donde quiera que se encuentre esta conformidad, diremos que se encuentra de alguna manera la verdad lógica; es así que la simple percepción envuelve cierta conformidad del entendimiento con la cosa, y esto bajo dos puntos de vista: 1º porque la percepción lleva consigo la representación intelectual del objeto, y es claro que entre la representación y la cosa representada existe cierta conformidad: 2º porque la percepción se refiere necesariamente a algún objeto determinado; pues el que percibe, algo determinado percibe. Luego es indudable que la simple percepción [132] envuelve naturalmente conformidad, al menos imperfecta, y por decirlo así, incoada con la cosa real.

2º Añádese a esto que la simple percepción se ordena por su misma naturaleza al juicio, en el cual se halla con propiedad la verdad lógica: luego la percepción debe participar algo de esta verdad; pues siendo la percepción un elemento natural y necesario, un principio y como la incoación del juicio, deberá convenirle también inchoative la verdad, que es atributo del juicio.

Tesis 2ª
La verdad imperfecta que conviene a la simple percepción acompaña a ésta siempre cuanto es de sí; sin embargo, esta percepción puede estar sujeto a falsedad accidentalmente.

Pruébase la 1ª parte. La verdad que se encuentra en la simple percepción es la interna representación inteligible del objeto, sin afirmación ni negación alguna, tanto en orden a sus atributos, como en orden a su existencia real. Siendo, pues, indudable que esto tiene lugar en toda percepción, puesto que el que percibe y piensa, necesariamente percibe y piensa algún objeto; es preciso admitir que el modo o razón imperfecta de verdad de que es susceptible la simple percepción, según lo expuesto en la tesis anterior, acompaña siempre a esta. Y esto es lo que quiere significar santo Tomás, cuando dice que «nuestro entendimiento siempre es verdadero al percibir alguna esencia o cualquiera naturaleza, sin afirmar ni negar nada de ella.»

Para probar la 2ª parte bastará explicar su sentido. Considerada la simple percepción de los objetos, en cuanto se refiere naturalmente al juicio como fundamento, principio e incoación de éste, se dirá que es falsa accidentalmente, per accidens, cuando va acompañada de circunstancias que pueden dar ocasión fácilmente a que se forme juicio falso o inexacto acerca del objeto percibido. Si concibo, por ejemplo, un centauro, puede decirse que esta percepción es falsa indirecta o accidentalmente, en cuanto que ésta percepción [133] envuelve cierta disposición a juzgar que el centauro existe realmente. Bajo este punto de vista, puede decirse que toda percepción oscura, incompleta, confusa, o defectuosa por cualquier capítulo, es falsa, en atención a que puede dar ocasión a juicios falsos.

Corolarios

Luego toda verdad incluye orden o relación al entendimiento. Ya queda demostrado que si la verdad es metafísica, dice orden al entendimiento divino; si es lógica o moral, al entendimiento humano. Con razón, pues, escribe santo Tomás: De quocumque dicatur verum, oportet quod hoc sit per respectum ad intellectum.

Luego todos los grados y géneros de verdad son participaciones o derivaciones de una verdad primera y única. Hemos visto, en efecto, que la verdad o veracidad moral depende de nuestro entendimiento; la verdad de éste, o lógica, depende y dimana de la verdad de las cosas reales; por último, la verdad de las cosas tiene su razón de ser, su principio y su medida en el entendimiento divino, que es la verdad por esencia, y por consiguiente la verdad única y primera.

Luego una proposición no puede decirse más verdadera que otra. Consistiendo la verdad lógica, que es la que conviene a la proposición, en la conformidad del entendimiento con la cosa conocida, no puede haber aquí más y menos; porque la conformidad, o existe o no existe, y entre el ser y el no ser no hay grados intermedios. Únicamente en un sentido muy impropio, es decir, por referirse la proposición a un objeto más perfecto y noble, podría decirse más verdadera que otra que se refiere a un ser menos perfecto en la escala de la creación.

Objeciones

Obj. 1ª Donde hay comparación del entendimiento con la cosa, hay ecuación, y por consiguiente, conformidad, en la cual consiste la verdad lógica; es así que en la simple [134] percepción del entendimiento conoce por comparación a la cosa, puesto que cuando piensa o concibe, v. gr. animal racional, refiere estos conceptos al hombre y no a otra cosa: luego, &c.

Resp. La simple percepción envuelve comparación con la cosa por parte del modo con que se verifica la simple percepción, es decir, porque ésta incluye la representación inteligible del objeto, y toda representación incluye comparación con la cosa representada. Empero para que resulte la verdad lógica completa, se necesita además comparación entre el entendimiento y el objeto por parte de la cosa conocida, lo cual se verifica cuando el entendimiento, distinguiendo y comparando el objeto con otro, o sus diferentes partes, afirma o niega algo del mismo. Esta respuesta se puede condensar distinguiendo la menor: El entendimiento, &c., conoce por comparación ex parte modi cognoscendi, conc. ex parte rei cognitae, neg.

Obj. 2ª La verdad y la falsedad pertenecen al mismo acto del entendimiento; es así que la simple percepción está sujeta a falsedad, como sucede cuando refiere o concibe en orden a una cosa la definición que pertenece a otra, o cuando concibe interiormente una definición en la que entran conceptos que se excluyen, v. gr. si uno concibe el círculo como figura triangular: luego la verdad lógica puede hallarse en la simple percepción.

Resp. Para contestar a esta objeción basta tener presente lo que dejamos consignado acerca del modo con que la falsedad puede atribuirse a la simple percepción, a saber; que cuando ésta es defectuosa por cualquier capítulo, puede denominarse falsa per accidens, no porque lo sea propiamente por sí misma, puesto que mientras no se afirme o niegue algo determinadamente, no puede haber falsedad ni verdad: sino porque en el mero hecho de ser defectuosa, y como tal, tiende a ocasionar un juicio defectuoso o falso. Si al concebir, pues, el círculo me represento una figura con ángulos, no hay per se falsedad en el entendimiento mientras no juzgue o afirme que el círculo es angular; habrá sí falsedad per accidens, en [135] atención a que la concepción o representación del círculo como figura angular, predispone y prepara el camino para que el entendimiento afirme que el círculo es una figura angular. Lo mismo puede aplicarse a la simple percepción cuando envuelve la definición de alguna cosa. Si al pensar en el hombre, concibo y me represento la animalidad y la racionalidad, pero sin afirmar ni negar que se encuentran realmente en el hombre, tendré simple percepción de los elementos que constituyen la definición esencial; tendré también una percepción verdadera imperfectamente o inchoative, en cuanto que éste modo de concebir al hombre, tiende naturalmente y dispone al entendimiento a juzgar rectamente acerca de este objeto real; pero por más que yo tenga en mi entendimiento los conceptos de animal y racional; por más que al pensar en el hombre tenga la representación intelectual de animalidad y racionalidad, no habrá en rigor verdad lógica, hasta que juzgo o afirmo que el hombre es animal racional.

Artículo II
De la certeza

§ I
Naturaleza y división de la certeza

La verdad, que es la perfección más propia del hombre y el objeto o fin general de todas las ciencias, puede poseerse, o de una manera completa, perfecta, y por decirlo así, científica y racional, o de un modo imperfecto. Lo primero corresponde a la certeza; lo segundo a la opinión y la duda, las cuales, junto con la ignorancia y el error, representan los varios estados del entendimiento con respecto a la verdad. Es de la mayor importancia poseer ideas exactas acerca de estas cosas.

A) La certeza. [136]

a) Decimos que hay certeza en nuestro entendimiento cuando éste, conociendo o creyendo conocer algún objeto con toda claridad y evidencia, forma acerca de él algún juicio acompañado de tal firmeza y seguridad, que excluye todo temor de que sea falso o erróneo. He dicho o creyendo conocer, porque sucede alguna vez que el entendimiento se adhiere y asiente con entera firmeza o seguridad a alguna cosa, la cual, no obstante esto, no es realidad como expresa el juicio cierto. Ésta es la que se llama certeza falsa, o falaz, cuyas causas más frecuentes y poderosas son: 1º la precipitación en juzgar sin haber examinado el objeto con la atención que merece, atendidas sus condiciones: 2º y acaso lo principal y más frecuente, la influencia de la voluntad, la cual, como dueña y causa de los actos humanos quoad exercitium, mueve, induce y aplica al entendimiento a asentir con firmeza, sin que preceda la evidencia necesaria al efecto.

Así, pues, la certeza, considerada como estado determinado del entendimiento con respecto a la verdad, puede definirse: la adhesión firme y estable del entendimiento a alguna cosa, de manera que excluya todo temor de lo contrario.

b) Además de esta certeza que podemos llamar subjetiva, porque denota un estado determinado del entendimiento con respecto a la verdad, es preciso admitir otra certeza relativa al objeto de dicha adhesión del entendimiento, y que por lo mismo puede llamarse objetiva. Esta certeza no es más que la capacidad o aptitud del objeto para producir en el entendimiento asenso firme y estable. Y digo en el entendimiento humano, porque una cosa que es dudosa o probable para el entendimiento humano, puede ser cierta para una inteligencia superior. Llámase con razón objetiva, porque se refiere principalmente a la condición del objeto o verdad cognoscible; pues ya sea que el entendimiento asienta o no asienta con firmeza a esta proposición, el todo es mayor que la parte, siempre será innegable que dicha proposición es cierta con certeza objetiva, o lo que es lo mismo, que por su misma naturaleza exige producir asenso firme en el entendimiento del hombre. [137]

c) La certeza se divide en metafísica, física y moral. Habrá certeza metafísica, cuando el asenso del entendimiento y el motivo que lo determina radican en la esencia del objeto, de manera que la conexión o repugnancia entre el predicado y el sujeto es inmutable y necesaria. Física es la certeza que estriba en las leyes constantes de la naturaleza, y por lo mismo sólo envuelve necesidad e inmutabilidad hipotética, pero no absoluta, como la metafísica. La certeza moral es la que, o estriba en las leyes morales a que obedece generalmente la naturaleza humana, las cuales pueden faltar en algún caso singular y concreto, o la que estriba en el testimonio de otros hombres. Ésta es la más imperfecta; porque la no existencia de la conexión o repugnancia entre el predicado y el sujeto, no lleva consigo ni la suspensión o defecto de las leyes físicas y constantes de la naturaleza, como sucede en la física, ni la destrucción de la esencia, ni del principio de contradicción, como la metafísica. Sin embargo, la certeza moral que estriba en el testimonio de los hombres, algunas veces va acompañada de tales condiciones y circunstancias, que equivale a la física; así, por ejemplo, la existencia de París es para mi tan cierta como pueda serlo la caída de la piedra abandonada a sí misma en el aire; porque la falsedad de lo primero llevaría consigo o exigiría que faltasen simultáneamente varias leyes morales relativas al hombre. Las proposiciones: el todo es mayor que la parte: los radios tirados desde el centro a la circunferencia en un círculo son iguales, pueden servir de ejemplos para la certeza metafísica.

d) Aunque esta división de la certeza se puede acomodar a la subjetiva, según se desprende de lo que acabamos de exponer, conviene, sin embargo, y se refiere con más propiedad a la objetiva; porque la verdad es que lo que separa y distingue principalmente la certeza moral de la física, y ésta de la metafísica, son los motivos o fundamentos que inducen a asentir con mayor o menor firmeza, en relación con la naturaleza y condiciones del objeto.

e) La certeza subjetiva, si se toma adecuadamente, puede decirse indivisible, en atención a que cualquiera que sea su [138] condición o especie, es preciso que excluya el temor de la parte contraria. Mas si se considera la certeza subjetiva parcialmente, inadaequate, o sea bajo un punto de vista determinado, no hay inconveniente en decir que es divisible, según que la adhesión al objeto se realiza con mayor o menor celeridad, ímpetu y firmeza. Para mejor inteligencia de esto téngase presente que la certeza subjetiva consta, por decirlo así, de dos elementos, uno positivo, que es la adhesión del entendimiento, y otro negativo, que es la negación o exclusión de temor por la parte contraria. Por parte del elemento negativo la certeza es indivisible y no admite grados; por parte del positivo, no veo inconveniente en decir que es susceptible de grados.

B) Por lo que hace a los demás estados posibles del entendimiento al orden a la verdad, pueden reducirse a los siguientes:

a) El error que viene a ser la adhesión del entendimiento a una cosa falsa que aprende como verdadera. Esta adhesión unas veces va acompañada de certeza subjetiva, pero nunca de la objetiva, porque ésta es incompatible con la adhesión a una cosa falsa: otras veces va acompañada de sólo probabilidad y entonces resultan las opiniones falsas.

b) La duda se opone diametralmente a la certeza, y es aquel estado de entendimiento en el cual éste suspende el juicio acerca de un objeto o proposición sin asentir ni disentir. Si esta suspensión de juicio acerca de una proposición procede de la carencia de razones o motivos en pro y en contra, habrá duda negativa; v.g., en esta proposición: las estrellas son pares, si suspendo el juicio porque no tengo razón alguna para afirmar que son pares ni para afirmar que no lo son, tendré duda negativa. Si la suspensión del juicio reconoce por causa la igualdad de razones en pro y en contra de una proposición, entonces la duda se llama positiva.

c) La opinión viene a ser como un estado intermedio entre la duda y la certeza, y puede definirse: el asenso del entendimiento a una proposición con temor de que la contradictoria sea verdadera. Claro es que este estado del entendimiento [139] es susceptible de grados; pues cuanto más fundado y firme sea el asenso a una parte de la contradicción, menor será el temor de la parte opuesta y viceversa. La sospecha puede considerarse como un principio o primer grado de la opinión.

d) Finalmente, la ignorancia es la privación o carencia de conocimiento. Si esta carencia se refiere a todos los objetos, como acontece al niño recién nacido, será ignorancia absoluta; si tiene lugar con respecto a algún objeto, se dirá relativa. Ésta última, si es de tal naturaleza que nada conocemos acerca de un objeto determinado, se podrá decir completa con respecto a aquél objeto; si conocemos algunas cosas de él, por ejemplo, la existencia, sin conocer otras, se dirá incompleta.

Corolario

De lo dicho aquí y en el artículo anterior se deduce que toda verdad que lleva consigo certeza metafísica, se debe llamar necesaria, eterna e inmutable: porque esta verdad es la expresión parcial o total de la esencia de la cosa, la cual, a su vez, es la expresión de la idea arquetipo, en eterna, necesaria e inmutable que le corresponde en el entendimiento divino. Por el contrario, las verdades de certeza física o moral, sólo son necesarias e inmutables hipotéticamente, es decir mientras no falten las leyes físicas o morales a que se refieren. Entiéndese todo lo dicho de la verdad objetiva porque si hablamos de la verdad subjetiva o considerada como afección particular del entendimiento, toda verdad es mudable en absoluto, o sea en atención a la defectibilidad absoluta del entendimiento que puede ser aniquilado por Dios; y faltando el entendimiento claro es que faltaría ex consequenti la verdad en él. A la luz de estas reflexiones será fácil reconocer en qué sentido es verdadera aquella proposición axiomática: veritas est necessaria et inmutabilis. [140]

§ II
Existencia de la certeza

Observaciones previas.

1º Llámanse dogmáticos en filosofía los que afirman que el hombre puede conocer y conoce de hecho muchas verdades con certeza.

Escépticos y también pirrónicos suelen denominarse los filósofos que niegan la existencia de la certeza. Entre estos, algunos, aunque niegan la existencia de la certeza en el hombre admiten su posibilidad absoluta, y algunos hasta admiten que hay certeza con respecto a la existencia de los hechos de conocimiento o sentido. Éstos pueden llamarse escépticos moderados, al paso que los que niegan al hombre hasta la posibilidad de la certeza, se dicen acatalépticos. La tesis que ponemos a continuación se refiere a estos últimos, y también a los que niegan la existencia de toda certeza en el hombre.

Tesis
El escepticismo perfecto que rechaza la existencia de toda verdad cierta, es absurdo en sí mismo a la vez que incompatible con la sociedad y la religión.

Pruébase la primera parte. 1º El que rechaza toda certeza, o lo hace porque niega positivamente la existencia de la certeza, o porque duda de ella. Si lo primero, se contradice a sí mismo, porque admite como cierta esta proposición: no existe certeza alguna. Si lo segundo, admite y afirma implícitamente como cierta esta proposición: se debe dudar de todo. Si se dice que suspenden el juicio acerca de todo, inclusa la proposición indicada, siempre resultara que para él es cierto que se debe suspender el juicio o asenso sobre todas las cosas. Luego el escepticismo absoluto no niega toda certeza, implica contradicción y es absurdo por su naturaleza.

2º La experiencia y la misma naturaleza del hombre demuestran con toda evidencia lo absurdo del escepticismo [141] absoluto. ¿Quien podrá persuadirse, en efecto, que un hombre puede dudar seriamente que existe, que piensa, que ve, o por lo menos que le parece que ve, que oye, &c., con otros fenómenos análogos de la conciencia interna? ¿ Hay razonamiento capaz de persuadir al hombre más ignorante, que no es cierto que toca la mesa o que le parezca que la está tocando, o que no es cierto que él exista?

No es menos incontestable la segunda parte de la tesis:

1º Porque si se realizara en la sociedad la duda universal de los escépticos, ésta no podría subsistir, siendo como es imposible la sociedad humana sin la fe en la palabra de aquellos con quienes se vive; sin medios para conocer y distinguir los padres, distinguir las personas, los títulos de propiedad &c., sin tener las nociones morales de bueno y malo, justo e injusto, verdadero y falso, &c. Es así que todo esto es incompatible con la duda universal de los escépticos: luego esta duda lo es con la sociedad humana.

2º Una cosa análoga sucede con respecto a la religión, la cual no puede ni siquiera concebirse, cuanto menos existir, desde el momento que se supone que nos hallamos en completa ignorancia y duda acerca de la diferencia entre el bien y el mal moral, acerca de la ley natural y divina, de la libertad o inmortalidad del alma, existencia de Dios con otras verdades análogas absolutamente indispensables, no solo para la religión católica o revelada, sino para toda religión natural.

Objeciones

Obj. 1ª El conocimiento humano se halla en relación con el objeto del cual depende como de su regla y medida; es así que los objetos que se presentan al entendimiento son inciertos, puesto que son contingentes y sujetos a mutación: luego también es incierto el conocimiento que a los mismos se refiere.

Resp. Para disipar esta objeción hasta tener presentes los siguientes puntos: 1ª es falso que todos los objetos del conocimiento humano sean contingentes y mudables, puesto que [142] entre estos objetos se halla Dios, el cual no esta sujeto a contingencia ni mutación, y acerca del cual podemos conocer no pocas verdades, como su existencia, su unidad, su eternidad, y su providencia &c.

2º Aun cuando se admitiera que todos los objetos del entendimiento humano fuesen contingentes, esta contingencia no impide la certeza y necesidad de conocimiento; porque aquélla se refiere a su existencia real, y éste se refiere a su esencia y atributos, los cuales son independientes de la existencia en cuanto a su cognoscibilidad científica. La piedra puede existir o dejar de existir realmente, pero en todo caso siempre será una verdad que la piedra no es racional; que es cuerpo, que es extensa, &c.

En términos de escuela se responde dist. la men. Los objetos todos que representan, &c., neg. muchos de ellos sub. dist. quod existentiam, conc. quod essentiam et nexum praedicati cum subjecto, neg.

Obj. 2ª Todos nuestros conocimientos traen su origen de los sentidos; es así que los sentidos excluyen la certeza, puesto que la experiencia nos manifiesta que se engañan con frecuencia: luego, &c.

Resp. 1ª En primer lugar puede y debe negarse la menor, porque es falso que los sentidos nos engañen con frecuencia siendo mayor sin comparación el número de veces en que no engañan, o mejor dicho, no dan ocasión de error. En segundo lugar, los sentidos nunca engañan hablando con propiedad, porque siempre perciben y presentan los objetos de la manera que deben percibirlos y representarlos en virtud de las condiciones que acompañan su uso o ejercicio. El error, pues, si existe en los casos a que alude la objeción, no procede de los sentidos, sino del entendimiento que no examina debidamente aquellas condiciones antes de juzgar. En términos de escuela: los sentidos engañan o son causa de error per se neg. occasionaliter o per accidens, conc.

Resp. 2ª Se puede responder también distinguiendo la mayor; porque si bien se puede admitir que todos nuestros conocimientos traen su origen de los sentidos bajo un [143] punto de vista general en cuanto que el ejercicio de la sensibilidad es anterior a todo conocimiento intelectual, y por consiguiente viene a ser ocasión general y origen remoto de éste; no hay necesidad de admitir por eso que todos los conocimientos traigan su origen de los sentidos, como si éstos suministraran la materia para todos, o fueran la regla necesaria de todos los juicios intelectuales. Para convencerse de esto y penetrar su sentido bastará tener presente: 1ª que hay ciertos conocimientos intelectuales, v. gr. yo existo, es imposible que una sea y no sea al mismo tiempo, y otros análogos, a los cuales los sentidos, suministran ocasión, pero no materia.

2º Que aun con respecto a los conocimientos intelectuales a los cuales puede decirse que suministran la materia los sentidos, como son los que se refieren a los cuerpos y sus accidentes, las impresiones y representaciones sensibles no son la regla o medida del juicio, puesto que el entendimiento forma conceptos distintos de aquéllos, los cuales, juntamente con los principios a priori y con los preceptos lógicos, sirven de elementos y reglas para la formación de juicio. Además, que el entendimiento como facultad de conocimiento infinitamente superior y más perfecta que los sentidos, puede examinar, comparar y depurar las impresiones y representaciones de los sentidos para juzgar por sí mismos y no por aquéllas, acerca de los objetos a que se refieren.

En términos de escuela se puede distinguir la mayor: Todos nuestros conocimientos traen su origen de los sentidos, tamquan ab occasionibus conc. tamquam vel materiam ministrantibus, vel ita ut regula semper necessaria judicii, neg.

Obj. 3ª No poseemos certeza acerca de alguna verdad sino viendo con toda evidencia que el predicado conviene o repugna al sujeto de la proposición; es así que de esto nunca podemos tener seguridad y verdadera evidencia; porque sería necesario que conociéramos toda la esencia del sujeto con todas sus propiedades y atributos, conocimiento que no poseemos al menos con respecto a la mayor parte de los objetos: luego, &c. [144]

Resp. que en primer lugar, la mayor no es del todo exacta, porque hay cosas que producen en nosotros completa y absoluta certeza independientemente de la percepción de la conexión entre el predicado y el sujeto. Tal sucede con los hechos o fenómenos de conciencia, en los cuales no necesitamos atender a la conexión del predicado con el sujeto, para tener completa certeza de que yo pienso, existo, veo, &c.

2º Aunque la anterior respuesta bastaría para destruir la fuerza de la objeción, debe negarse la menor; porque es absolutamente falso que para poder adquirir y poseer la certeza de que tal o cual predicado conviene o repugna al sujeto, sea necesario conocer la esencia de éste con todos sus atributos y propiedades. Para tener completa certeza de la verdad de esta proposición: el círculo no es triángulo, no necesito saber o conocer todos los atributos del círculo, sino que me basta saber que uno de ellos es la redondez, la cual es incompatible con la figura triangular.

Obj. 4ª El entendimiento divino nunca se engaña ni está sujeto a error, porque es infinito: luego el entendimiento humano siempre se engaña y esta sujeto a error, porque es finito.

Resp. negando la consecuencia. Para que el entendimiento se diga y sea realmente finito, no es necesario que se haya siempre sujeto a error, y basta que pueda errar alguna vez. Más todavía: aun en la hipótesis de que el entendimiento humano no errara nunca en sus juicios, no por eso dejaría de ser finito e inferior infinitamente respecto del divino, ya porque éste conoce infinitos objetos actuales o posibles que no conoce el hombre, ya también porque el modo de conocer de Dios por medio de un acto solo, puro y simplicísimo, revela una perfección infinita de que carece el hombre.

Obj. 5ª Los que están entregados al sueño o sujetos a delirio, juzgan que perciben y que existen cosas que realmente no perciben, ni existen: luego no es posible la certeza absoluta para el hombre.

Resp. negando la consecuencia: 1º porque los que sueñan o deliran, al mismo tiempo que tienen certeza falaz [145] acerca de la existencia objetiva de lo que perciben, tienen certeza veraz acerca del hecho de conciencia que les representa u ofrece aquéllos objetos: 2º porque, aun admitido el antecedente, es ilegítima la conclusión relativamente a la tesis, la cual se refiere a la posibilidad y existencia de la certeza para los hombres que están en el uso de la razón, y no para los que sueñan y deliran. Si los escépticos solo trataran de negar la certeza respecto de los que sueñan y deliran, su opinión, aunque falsa, sería tolerable y no llevaría consigo los absurdos e inconvenientes consignados en las pruebas.

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Zeferino González Filosofía elemental (2ª ed.)
Madrid 1876, tomo 1, páginas 126-145