Zeferino González (1831-1894)
Obras del Cardenal González
Filosofía elemental
Libro primero: Lógica. Sección segunda: Lógica especial

Capítulo cuarto
Del método

Algunos filósofos, y principalmente los antiguos cartesianos, solían escribir largos tratados acerca del método, y en sus obras, aún elementales, la metodología ocupaba gran parte de la Lógica. Sin desconocer la importancia de la materia, nos ceñiremos a las observaciones y doctrinas más importantes y precisas, cual conviene a un tratado compendioso y elemental de Lógica.

Artículo I
Del método inicial o universal científico

Observaciones previas.

1ª La palabra método trae su origen de la griega methodos, compuesta de meta, que significa en, y de hodos que [199] significa camino. De aquí se infiere que el método, considerado etimológicamente, significa la inteligencia o el hombre puesto en el camino de la verdad.

2ª Empero, considerada esta palabra en su significación filosófica, el método puede definirse: el modo de proceder ordenada y rectamente en la investigación y enumeración de la verdad; o en otros términos: el empleo conveniente y racional de los medios adecuados para descubrir con seguridad la verdad y para enunciarla con lucidez y claridad.

3ª El orden o relación natural que la razón humana dice a la verdad, que es su perfección suprema y propia, puede considerarse, o en su principio y origen, según que concebimos que la razón comienza su movimiento hacia la verdad; o en su progreso y desarrollo. De aquí resultan dos especies de método científico, a saber: 1º el método inicial, que se refiere a la inteligencia por parte de lo que pudiéramos apellidar su primer momento racional o científico, según que toma algún hecho o verdad como punto de apoyo y principio de su movimiento científico; 2º el método de evolución, que corresponde a la inteligencia en el segundo momento, o sea por parte del empleo de los medios adecuados para adquirir con prontitud y seguridad las verdades que tienen enlace directo o indirecto y más o menos inmediato con la que sirve a la inteligencia de punto de partida.

Esto supuesto, y entrando ya en la discusión sobre el método inicial, diremos que las opiniones de los filósofos sobre la materia pueden reducirse a cuatro sistemas, que son el escepticismo, el psicologismo, el ontologismo y el dogmatismo.

a) El escepticismo pretende que al hombre no es dado llegar a la posesión de la certeza científica sobre ningún objeto. Esto vale tanto como decir que no existen en realidad, ni el método inicial, ni menos el evolutivo, y más bien que un sistema determinado sobre el método inicial o universal de la ciencia, puede apellidarse la negación de todo método científico.

b) El psicologismo afirma que el origen y razón primera [200] de la ciencia son los hechos de conciencia, o sea el yo con sus fenómenos y actos. Así es que pudiera llamarse también subjetivismo o método iniciales subjetivo.

Pueden distinguirse tres especies o fases de psicologismo: 1ª el trascendental, que también se puede llamar absoluto y panteísta, o sea el egoísmo de Fichte, según el cual el yo es el origen, no solo de la ciencia, sino de toda realidad: 2ª el sensismo, que hace proceder de los sentidos y sensaciones la ciencia, como de su causa única: 3ª el psicologismo tradicionalista, para el cual la ciencia trae su origen y firmeza científica del consentimiento y enseñanza de los hombres.

Ya dejamos refutados el tradicionalismo y el sensismo; y por lo que hace al psicologismo trascendental, demostraremos su falsedad en la ideología.

c) El ontologismo pretende que el origen de la ciencia en el hombre es una intuición más o menos inmediata y directa del mismo Dios, como primer ser y causa de los seres. Aunque en la ideología nos ocuparemos más detenidamente de este sistema, bastará para reconocer su inexactitud, tener presente que esa intuición de Dios y de las cosas en Dios, es una hipótesis puramente gratuita, toda vez que la conciencia nada nos dice sobre su existencia, o mejor dicho, atestigua que no existe semejante intuición, y que al conocimiento más o menos perfecto que poseemos acerca de Dios, llegamos, no por intuición, sino por medio del raciocinio.

d) El dogmatismo, finalmente, afirma que el origen propio de la ciencia humana son ciertas verdades de evidencia inmediata, que el entendimiento percibe con toda claridad desde los primeros momentos que ejercita y aplica su actividad, verdades que por lo mismo pueden decirse connaturales y virtualmente innatas al hombre, cuya razón o inteligencia es por su misma naturaleza una participación de la luz increada; una semejanza de la verdad increada que resplandece en nosotros, según la expresión profundamente filosófica de santo Tomás: participatio quaedam luminis increati; similitudo increate veritatis in nobis resultatis. Estas verdades constituyen lo que se llama primeros principios de las ciencias. Y he [201] dicho que son el origen propio de la ciencia, para excluir los sentidos, que pueden apellidarse ocasión y origen remoto de la misma, o mejor dicho, de los conocimientos intelectuales en general; porque el científico, o sea la ciencia, como ciencia, no existe sino como aplicación racional de los primeros principios.

Tomado el dogmatismo en el sentido que acabo de indicar, constituye, en nuestra opinión, el verdadero método inicial de la ciencia. En efecto, este modo de explicar el origen de la ciencia humana se halla en relación y armonía con la naturaleza de ésta; pues es sabido que la ciencia, como tal, tiene por objeto las cosas universales y necesarias, y no las singulares y contingentes.

Por otra parte, es indudable que la ciencia se forma y desarrolla en nosotros, ya deduciendo de los primeros principios verdades particulares contenidas en ellos, ya aplicándolos por medio del raciocinio a los hechos y fenómenos singulares, tanto internos como externos, sensibles e inteligibles: lo cual vale tanto como decir que todo conocimiento científico, en cuanto tal, depende y radica en las verdades de evidencia inmediata que llamamos primeros principios. Una verdad o conclusión cualquiera, en tanto puede apellidarse científica, en cuanto conocemos que tiene conexión necesaria con algún primer principio, o como dice santo Tomás, ex hoc quod conclusio secundum actum rationis in principia per se visa resolvitur. Con razón, pues, dijo el mismo santo Tomás, usando de una expresión tan exacta como gráfica, que los primeros principios son quaedam seminaria scientiarum.

Corolarios

Luego no sin razón hemos establecido antes, que el criterio fundamental, último, y en cierto modo universal de la verdad, es la evidencia considerada ontológicamente. Porque la evidencia, en este sentido, es inseparable de los primeros principios con los cuales se identifica objetivamente.

Luego puede admitirse, en algún sentido o bajo algún punto de vista, que en la teoría de santo Tomás, la intuición de Dios es el principio y origen de la ciencia. Efectivamente: en la [202] teoría del santo Doctor, la primera verdad racional y científica que percibe nuestro entendimiento, es la verdad de los primeros principios, y esto por medio de una percepción y juicio espontáneo e intuitivo. No siendo, pues, otra cosa estos primeros principios que cierta impresión de las ideas divinas, y como una derivación o participación de la verdad increada, quaedam impressio veritatis primae, es lógico el deducir que el primer acto intelectual del hombre en orden a la verdad científica, es una intuición de Dios, no inmediata y directa, como quieren los partidarios del ontologismo, sino mediata e indirecta en los primeros principios, los cuales contienen y expresan relaciones necesarias de ciertas ideas divinas y universales, que sirven de principio y de base al movimiento científico de la razón humana (1).

{(1) Así es que santo Tomás apellida algunas veces visión o intuición el acto con que conocemos los primeros principios. «Et ideo, dice hablando de este conocimiento de los primeros principios, praedicta cognitio intellectus, vocatur visio.»}

Luego la ciencia humana consta de dos elementos, uno racional e ideal, y otro singular o empírico. Los primeros principios constituyen el primero de estos elementos: los hechos o fenómenos singulares y sensibles, tanto externos como internos, constituyen el otro. De la combinación racional de estos dos elementos, y de su comparación por medio de las diversas formas del raciocinio, resulta la ciencia humana.

Artículo II
Del método cartesiano

Observaciones.

1ª En consonancia con la arrogante pretensión de que hizo alarde más de una vez sobre dotar al género humano de una filosofía completa, integrum philosophiae corpus humano generi darem, Descartes quiso inventar también un nuevo método filosófico, llevado sin duda de su idea favorita y nada [203] modesta, de presentarse al mundo como el inventor de la verdadera filosofía, y sobre todo de romper y despreciar todas las tradiciones de la filosofía cristiana (1): pensamiento tan inmodesto como anticristiano, que ha servido de base y de punto de partida para el movimiento irreligioso que viene saturando de errores la filosofía moderna.

{(1) No sin razón se ha observado por muchos y notables escritores, que Descartes, al inventar su nuevo método filosófico, no hizo más que trasladar al terreno de la filosofía el principio fundamental del protestantismo, o sea el libre examen privado o individual, negando todo valor a la tradición y a la enseñanza de los antiguos. No hay que extrañar, por lo tanto, que así como del principio fundamental de Lutero ha nacido lógicamente esa multitud de herejías y errores religiosos que registra la historia eclesiástica, así también de la filosofía cartesiana y de su método ha nacido la mayor parte de esos sistemas filosóficos, tan absurdos como contrarios a la moral y la religión, que la historia de la filosofía, posterior a Descartes, nos presenta en la Europa. Entre los muchos testigos de mayor excepción, que en comprobación de esto pudiéramos citar aduciremos solamente dos, nada sospechosos por cierto en la materia, puesto que los dos ensalzan a porfía a Descartes y sus doctrinas.
Sea el primero Cousin, el cual confiesa paladinamente que de la filosofía de Descartes, salieron por una parte el idealismo de la escuela alemana, y por otra el sensualismo inglés y francés.
El segundo es Tenneman, el cual 1º elogia a Descartes porque contribuyó eficazmente a destruir y borrar la diferencia o distinción entre el sobrenaturalismo y el racionalismo: 2º afirma y reconoce que la filosofía de Descartes sirvió a Espinosa para desenvolver la idea fundamental de su sistema; añadiendo, en fin, que la teoría panteísta de Espinosa fue preparada por Descartes. «Cette théorie remarquable, preparée par Descartes, suivant laquelle il n'existe qu'une substance. Dieu, l'etre infini avec ses atributs infinis d'etre infini avec ses attributs infinis d'etendue et de penseé». Cousin, Cours de 1828, lec. 13ª, Tennemann, Manuel de l'Hist. de la Philos., edic. 1839, t. 2º, pág. 94 y sigs.}

2ª Este nuevo método del filósofo francés se reduce a la duda universal y completa acerca de todos los conocimientos adquiridos de antemano, o sea hasta el momento en que se comienza a dudar de todo, sin excluir las percepciones de los sentidos, ni los primeros principios: de manera que, según [204] Descartes, no podemos conocer con certeza cosa alguna, sino bajo la condición de dudar primero de todo.

3ª Esta duda es posible y aplicable a todas las cosas y verdades, exceptuando únicamente los hechos o fenómenos de conciencia, o mejor dicho, el pensamiento, acerca de cuya existencia no es posible la duda. De aquí se infiere que el primero y único juicio absolutamente cierto para el hombre, es el siguiente: yo pienso, luego soy, y que de él únicamente se deriva la certeza de todas las verdades científicas.

Tesis 1ª
La duda cartesiana es imposible, y además inútil para el fin que su inventor se propuso.

Prueb. la 1ª parte. La duda que constituye el método cartesiano, según su autor, debe ser universal, de manera que se extienda a todas las cosas, excepto la existencia del propio pensamiento; es así que semejante duda es imposible: luego, &c. Prueb. la men. Repugna la existencia simultánea en el entendimiento de la evidencia inmediata acerca de una verdad, y de la duda acerca de la misma: luego siendo los primeros principios verdades evidentes con evidencia inmediata, repugna toda duda acerca de los mismos. Y ciertamente que no sería fácil a Descartes persuadir a hombre alguno racional, que puede dudar de la verdad del principio de contradicción, o que la certeza que posee acerca del mismo es inferior a la que posee acerca de su pensamiento.

Este raciocinio puede aplicarse igualmente a ciertos conocimientos adquiridos inmediatamente por los sentidos. Cuando toco y veo esta mesa, y observo que otros hombres la tocan y perciben del mismo modo que yo, tan cierto estoy de que existe esta mesa, como de que pienso y existo.

Para reconocer como verdadera la segunda parte de la tesis, bastará tener presente que el fin intentado por Descartes por medio de la duda universal, es abandonar y reformar los juicios falsos formados en virtud de la educación, enseñanza, costumbres, &c.: es así que para conseguir este [205] fin es completamente innecesario y superfluo dudar de los primeros principios, puesto que con respecto a éstos no cabe falsedad de juicio; y, lo que es más todavía, esta clase de verdades, lejos de favorecer los falsos juicios o preocupaciones, más bien se oponen a ellos: luego la duda universal es inútil y supérflua para conseguir el fin que su inventor y preconizador se propone.

Tesis 2ª
El método cartesiano, sobre ser contrario a la recta razón y a la religión, es incapaz de fundar y establecer la certeza científica.

Prueb. la 1ª parte. En primer lugar lo dicho en la tesis anterior demuestra bien claramente lo irracional y absurdo de esa pretendida duda universal. Añádase a esto, que la duda universal de Descartes se reduce en el fondo a dudar de la legitimidad de las facultades o fuentes de conocer, haciendo excepción en favor de la conciencia, excepción completamente gratuita, toda vez que no existe ninguna razón de preferencia o de mayor legitimidad para la facultad de conocer que llamamos conciencia, que para los sentidos externos y para la inteligencia o razón, con respecto a sus objetos propios. ¿Será, por ventura, que cuando la conciencia nos dice que pensamos, merece mayor crédito que el entendimiento cuando nos dice que es imposible que una cosa sea y no sea al mismo tiempo (1), o que los sentidos, cuando nos testifican que tenemos un cuerpo con tales miembros, que [206] existe realmente la mesa que tocamos y vemos, y con nosotros otros hombres?

{(1) El mismo Tomás Reid, a pesar de su predilección por las doctrinas cartesianas y de su admiración hacia su autor, no pudo menos de reconocer la exactitud y verdad de las observaciones indicadas. He aquí sus palabras: «Il est étrange que Descartes qui se sentait obligé de croire au temoignage de sa conscience, ne se sentit pas obligé de croire également au temoignage de ses sens, de sa memoire et de sa raison: qu'etant assuré qu'il raisonnait et doutait, [206] il ne le fût pas que deux et trois font cinq, et que le sommeil est different de la veille...
Il est difficile d'imaginer contre la veracité de nos autres facultés une objeción qui n'atteigne pas également la conscience, et quiconque se méfie du jugement et de la raison que Dieu lui a donés, est condamné á rester dans son scpticisme jusq' á ce que Dieu lui accorde de nouvelles facultés pour juger les anciennes». OEuvres compl., t. I, cap. último.}

La 2ª parte de la tesis es un corolario legítimo y una deducción necesaria de lo que dejamos consignado. Porque es incontestable, que si podemos y debemos dudar de la legitimidad de las facultades cognoscitivas con que Dios nos ha dotado, y principalmente del entendimiento y de los sentidos, la ciencia humana desaparece por completo y es hasta inconcebible, puesto que la ciencia humana no pude existir, como tal: 1º sin los primeros principios que constituyen su base y su elemento fundamental, y, lo que es más aún, que contienen la razón suficiente de la certeza racional o científica: 2º sin los datos y hechos singulares suministrados por los sentidos, y que constituyen otro elemento indispensable de la ciencia humana.

Segunda prueba. El testimonio de la conciencia es puramente interno por su naturaleza, y se halla limitado a los fenómenos subjetivos. Empero la ciencia se refiere más principalmente al orden objetivo: ciertamente, el que emprende investigaciones científicas acerca de Dios, del mundo, del hombre, &c., no busca, ni se contenta con saber lo que aparece en su conciencia acerca de los mismos, sino cuando conoce su valor objetivo. Igualmente, el que afirma científicamente que el alma racional es inmortal, no pretende afirmar solamente que así le parece o que así se representa en su conciencia, sino que así es en realidad e independientemente de la [207] conciencia. Luego el método cartesiano, al exceptuar únicamente la conciencia de la duda universal, cierra el camino a la certeza objetiva y científica, y lo abre a un escepticismo casi universal.

Escolio

Algunos escritores cartesianos, reconociendo, sin duda, cuán absurda, inútil y peligrosa es la duda universal de su corifeo, negaron que éste extendiera su duda metódica a los primeros principios, al testimonio de los sentidos, o a otros objetos de análoga evidencia y certeza, afirmando a la vez que el método de Descartes exige únicamente que no demos asenso cierto a ninguna proposición, si no es evidente por sí misma, o sin no tiene conexión necesaria con otra evidente. Esto vale tanto como decir que el método de Descartes y su famosa duda, después de meter tanto ruido en el mundo, se reduce a una verdad vulgar y reconocida or todos los filósofos. Empero la verdad es que Descartes entendía su duda metódica de una manera muy diferente, y para convencerse de ello bastará tener presentes los siguientes pasajes, entre otros muchos que se pudieran citar. «Pensaré, dice, que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y todas las cosas externas, no son más que ilusiones de los sentidos». «Se debe dudar, añade en otra parte, de las demás cosas que antes tuvimos por muy ciertas, aun de las demostraciones matemáticas, y hasta de los principios que hasta ahora pensamos que son per se nota».

Objeciones

Obj. 1ª Para desterrar las preocupaciones o falsos juicios, conviene separar lo falso de lo verdadero, lo incierto de lo cierto; es así que esto solo se consigue por medio del método cartesiano, o duda universal: luego, &c. Prueb, la men. Este método exige que no demos asenso a cosa alguna sin examinar los fundamentos de este asenso; es así que esto [208] lleva consigo la necesidad de dudar de todo antes de asentir: luego, &c.

Resp. Hay ciertas cosas a las cuales el entendimiento asiente en virtud de una especie de intuición, que abraza simultáneamente la verdad y los fundamentos o motivos que obligan al asenso. Tal sucede con ciertas percepciones de los sentidos externos y con las verdades de evidencia inmediata o primeros principios, con respecto a los cuales la misma verdad que se presenta al entendimiento con toda claridad, determina el asenso de éste. Así, pues, con respecto a esta clase de verdades, es falso que el entendimiento necesite ni deba examinar los fundamentos o motivos de asenso antes de asentir. Ahora, si se trata de verdades de evidencia mediata, o de hechos y fenómenos que no sean claros, fáciles y evidentes por sí mismos al entendimiento, será exacto el decir que éste debe examinar previamente los fundamentos de asentir y disentir. Pero esto no es ningún descubrimiento nuevo de Descartes, sino una verdad de sentido común, reconocida por toda filosofía racional. En términos de escuela se puede distinguir la menor. Es útil no asentir antes de examinar los fundamentos para separar lo verdadero de lo falso, &c.: si se trata de proposiciones evidentes por sí mismas con evidencia inmediata, o de objetos sensibles, claros y manifiestos por medio de los sentidos, neg. si se trata de objetos o proposiciones no evidentes, conc.

Obj. 2ª Replícase: Vemos que los filósofos algunas veces disputan y raciocinan acerca de los primeros principios: luego son susceptibles de examen por parte de sus fundamentos, y por consiguiente de duda.

Resp. Si se exceptúan los escépticos absolutos, es inexacto que los filósofos disputen acerca de los primeros principios en sí mismos, o sea por parte de su verdad. Cierto que algunas veces raciocinan y hablan de ellos; pero es, o bien para poner de manifiesto su importancia y aplicaciones científicas, o bien con el objeto de manifestar su enlace y relaciones con otras verdades, o finalmente, para que los ignorantes puedan penetrar mejor la verdad e importancia de [209] algunos principios menos claros y evidentes para el vulgo de los hombres. En términos de escuela. Disputan o raciocinan sobre los primeros principios, ut ipsorum utilitatem scientificam, ac nexum cum aliis veritatibus ostendant conc. quoad ipsorum veritatem, subdist. ut hanc veritatem quandoque aliis patefaciant, conc. ut eam ipsi certo assequantur, neg.

Obj. 3ª El hombre se engaña muchas veces: luego puede engañarse siempre, y por consiguiente conviene dudar y examinar los fundamentos antes de asentir. La consecuencia parece legítima; porque si no hay inconveniente o repugnancia en que el hombre yerre cinco, ocho, veinte veces, &c., tampoco debe haberla en que se engañe o yerre siempre.

Resp. Se debe negar la consecuencia; en primer lugar porque si el hombre pudiera errar siempre, en la hipótesis de no examinar metódicamente los fundamentos para asentir o disentir, siendo moralmente imposible a la inmensa mayoría de los hombres verificar este examen y duda metódica, la humanidad en su inmensa mayoría estaría condenada a la posibilidad de errar siempre, o sea en todos sus juicios, lo cual repugna al sentido común, no menos que a la providencia y sabiduría de Dios.

En segundo lugar, semejante consecuencia solo podría presentarse con apariencias de legitimidad, si todos los juicios del hombre versaran sobre objetos no manifiestos por su naturaleza, o sobre verdades de evidencia mediata solamente. Empero, desde el momento que nos vemos precisados a admitir que entre nuestros juicios hay algunos que se refieren a objetos evidentes y manifiestos por la percepción de los sentidos externos, y a verdades de evidencia inmediata, se reconoce con toda claridad que semejante consecuencia es absurda o ilegítima.

Artículo III
Del método analítico y sintético

Los filósofos posteriores a Descartes solían escribir largos tratados en la Lógica, acerca del método analítico y [210] sintético. Nosotros, atendiendo a la brevedad que exige esta obra, condensaremos en los siguientes puntos las observaciones más importantes y necesarias para el conocimiento y uso del conveniente método científico de evolución.

1º Toda vez que análisis equivale a descomposición, y síntesis a composición, llamaremos método analítico al que procede descomponiendo los compuestos reales, o racionales e ideales, en sus partes o elementos simples; y método sintético el que procede de lo simple o general a lo compuesto y particular. Así es que puede decirse que estos dos métodos corresponden a los dos géneros de raciocinio que convienen al entendimiento humano, o sea la inducción y la deducción.

Cuando nuestra razón procede por medio de la inducción, de lo compuesto a lo simple, de lo particular a lo universal, de los fenómenos y hechos a las leyes y causas que los rigen y producen, funciona con sujeción al método analítico: cuando, por el contrario, procede o desciende de lo simple a lo compuesto, de lo universal a lo particular, de las leyes de la naturaleza y de los principios generales de la razón a los hechos singulares o a las verdades particulares, entonces la razón funciona por medio del método sintético. Ya dejamos indicado que el análisis y la síntesis, si se refieren a la descomposición y composición real de los objetos, se denominan reales u objetivas: si se refieren a la descomposición y composición de los conceptos, o a la aplicación de los principios a las conclusiones, se deberán denominar racionales o ideales y subjetivas.

2º Suelen decir algunos que para descubrir e investigar la verdad debe hacerse uso del método analítico, al paso que para enseñarla a otros conviene usar el sintético: así es que éste suele denominarse método de enseñanza, y el primero método de invención. Para nosotros semejante opinión es inexacta y errónea, si se toma en sentido exclusivo; porque la verdad es que tanto para el descubrimiento como para la enseñanza de la ciencia, conviene hacer uso simultáneamente de las dos especies de método, y por consiguiente deberíamos decir que el método de evolución científica es mixto de analítico y [211] sintético. Sin embargo, puede concederse que el método sintético debe predominar generalmente en la enseñanza de la verdad, y el analítico cuando se trata de su descubrimiento.

3º Fácil es reconocer, por lo aquí expuesto, que uno y otro método, como procedimientos o instrumentos científicos, se hallan sujetos a ciertas leyes o reglas comunes, sin perjuicio de las especiales o propias a cada uno. Las principales son:

A) Leyes comunes al método sintético y analítico.

Conviene presentar con precisión y claridad la cuestión y objeto que se trata de dilucidar, y declarar o definir las palabras oscuras. De esta manera se facilita y prepara el camino para llegar al conocimiento racional del objeto o controversia, y sobre todo se evitan las cuestiones de nombre.

Se debe fijar la atención en el objeto o cuestión que se trata de conocer, apartándola cuanto sea posible de los demás objetos. La pluralidad de objetos debilita necesariamente la intensidad de la atención con respecto a cada uno en particular. Téngase presente el adagio filosófico: pluribus intentus minor est ad singula sensus.

El examen de un objeto y la investigación de la verdad, deben comenzar por las cosas más fáciles o conocidas de antemano. El procedimiento natural de nuestro entendimiento en la investigación y descubrimiento de la verdad, es un procedimiento gradual y sucesivo, el cual exige naturalmente que se proceda de lo fácil a lo difícil, de lo conocido a lo desconocido.

Los medios e instrumentos para llegar al conocimiento de una verdad, deben estar en relación con la naturaleza y condiciones del objeto que se trata de conocer. Esta es acaso la regla más importante en esta materia: los medios y caminos para llegar a la verdad son diferentes, como lo son también las clases de objetos y verdades. Si se trata, por ejemplo, de hechos o fenómenos singulares, deberemos echar mano de la observación, de la experiencia y de la inducción. Si se trata de verdades más o menos generales, el raciocinio y la deducción constituyen el camino ordinario para llegar a ellas. Si [212] se trata de objetos y verdades relativas a las bellas artes, deberemos tomar en cuenta las funciones de la imaginación. Si se trata, por el contrario, de objetos puramente espirituales e inteligibles, será conveniente prescindir de las representaciones de la imaginación, y atender a las concepciones de la razón pura.

B) Reglas del método analítico.

Antes de emprender el examen y resolución de una cuestión, es preciso darse cuenta de la naturaleza de la misma. Acerca de un mismo objeto podemos examinar y tratar de descubrir, o bien su esencia, o bien sus propiedades y atributos, o bien sus relaciones especiales con otros seres, &c. Fijando de antemano el término u objeto del examen analítico, es más fácil no extraviarse en el camino.

Conviene descomponer la cosa u objeto de que se trata en sus partes, elementos o principios. Ya dejamos indicado arriba, que ésta descomposición puede ser real y física, o racional e ideal, según sea el objeto de que se trate. Conviene además cuidar de que esta descomposición se verifique guardando las reglas de la división, para evitar la confusión.

Al examinar los elementos o partes de un objeto, debe hacerse de manera que no se pierdan de vista sus relaciones entre sí y con respecto al todo que de su unión resulta. El que considerase aisladamente las partes de un objeto, sin atender ni considerar las relaciones de unas con otras y con el todo, se expondría indudablemente a formar ideas inexactas y erróneas sobre aquél objeto.

C) Reglas para el método sintético.

Conviene exponer de antemano los principios, nociones, definiciones de palabras y de cosas, que sean necesarias y convenientes para esclarecer la cuestión y facilitar su conocimiento.

En cualquiera ciencia o tratado se deben exponer las verdades y cuestiones más generales, antes de descender a las particulares y concretas. La razón de estas dos reglas se halla en la naturaleza misma del método sintético, al cual pertenece, según queda indicado, descender de lo universal a lo particular, &c. [213]

Artículo IV
Algunos métodos especiales

Para auxiliar y dirigir al entendimiento en orden a adquirir la verdad, conviene saber leer, o tener método conveniente de lectura, y nociones acerca de lo que se llama método matemático y método escolástico.

A) Método de lectura.

La lectura y estudio de los libros conducen al conocimiento de la verdad, si se observan estas dos reglas fundamentales: 1ª leer los mejores autores sobre cada materia o ciencia: 2ª leer y estudiar estos libros de tal modo que se penetre el sentido de sus autores. Como aplicaciones de estas dos reglas fundamentales, se deben tener presentes las siguientes:

Prefijar las ciencias a que debemos dedicarnos y establecer el orden conveniente entre las mismas. Procediendo bajo el supuesto innegable de que el hombre no puede abarcar todas las ciencias, ni siquiera muchas a la vez, debe preferir y dedicarse a aquellas que se hallen en relación con su aptitud natural, necesidades, estado y demás condiciones personales. La segunda parte de la regla exige, que después de elegir o prefijar las ciencias a que debemos dedicarnos, no las acometamos todas simultáneamente, y sobre todo que se guarde el orden conveniente, ya sea no abarcando muchas a la vez, ya también estudiando primero aquellas que abren el camino y son indispensables para otras.

Sobre cada ciencia se deben escoger los mejores autores y los libros más útiles. Esta regla, aunque de la mayor importancia, lleva consigo gran dificultad práctica, principalmente respecto de los jóvenes estudiantes que carecen de los elementos o datos necesarios al efecto. Para suplir de alguna manera y con la mayor seguridad posible esta falta de criterio propio, deberán: 1º consultar a los hombres doctos [214] en aquella ciencia cuyo estudio desean: 2º preferir los libros y autores que generalmente son tenidos por excelentes en aquella materia.

La lectura debe hacerse con ánimo libre de preocupaciones o juicios anticipados sobre el autor y sus opiniones.

Se debe procurar penetrar los principios e ideas fundamentales del autor sobre la materia, lo cual sirve para comprender su sentido en los pasajes oscuros o difíciles: ayudará también mucho hacerse cargo del sentido o significación que el autor atribuye a ciertos términos.

La lectura debe ir acompañada de reflexión y meditación. Sabido es que los que devoran, como se dice vulgarmente los libros, es poco el fruto que sacan de la lectura, si se trata de obras científicas; y en general, la lectura precipitada y sin reflexión, suele dar origen a ideas confusas e inexactas.

B) Método matemático.

Lo que constituye el carácter propio de este método, es establecer al principio: 1º definiciones claras de nombres y de cosas: 2º principios o axiomas de fácil percepción y de evidencia inmediata: 3º postulados, es decir, ciertas proposiciones cuya verdad, o se percibe fácilmente o se supone: 4º disponer ordenar las conclusiones y sus demostraciones, de modo que se descubra con toda evidencia su enlace y conexión con alguno de los principios, postulados o definiciones que se establecieron de antemano.

Este método, aunque muy científico de su naturaleza, y conveniente en las ciencias matemáticas, no puede aplicarse con rigor a todas las ciencias; porque muchas de éstas no permiten su aplicación, al menos completa y rigurosa. Pretender aplicar el método matemático a la física experimental, a la ética, a la medicina, &c., sería desconocer las condiciones y la naturaleza de estas ciencias, muy diferentes de las que convienen a las ciencias matemáticas. El método de una ciencia debe hallarse en relación con la naturaleza, objeto, fuentes, principios y demás condiciones peculiares de la misma. [215]

C) Método escolástico.

El modo general de proceder, según el método escolástico, es: 1º presentar nociones generales, tanto doctrinales como históricas, acerca de la materia que se trata de dilucidar: 2º exponer y fijar el sentido de los términos oscuros, o de múltiple significación: 3º presentar, y en caso necesario, exponer los principios, nociones o verdades establecidas previamente, que tienen relación más o menos inmediata y directa con la cuestión que se trata de resolver: 4º enunciar con claridad la proposición y probarla, bien sea con verdaderas demostraciones, bien sea con argumentos probables, según lo permita su naturaleza: 5º proponer y resolver las dificultades y objeciones contra la proposición y sus pruebas: 6º servirse al efecto ordinariamente de la forma silogística.

A poco que se reflexione sobre los caracteres principales de este método, será fácil reconocer: 1º que no se distingue en el fondo del método general científico de evolución, o sea del método mixto de analítico y sintético: 2º que su empleo será muy conveniente y oportuno en las obras elementales, las cuales por medio de este método facilitarán su inteligencia a los principiantes, y conciliarán la claridad con la brevedad y concisión: 3º que en las obras no elementales y extensas, especialmente si tratan de filosofía o teología, será conveniente hacer uso parcial del mismo en mayor o menor escala, según el objeto de la obra, la clase de lectores, la extensión y naturaleza de la materia y demás condiciones especiales. Por regla general, en esta clase de obras será conveniente usar del método oratorio, en cuanto a la forma externa, combinando con ésta, en cuanto sea posible, el fondo, y por decirlo así, el espíritu, del método escolástico.

Escolio

De lo arriba consignado se desprende que para todo hombre de criterio científico es innegable la utilidad y hasta necesidad, con respecto a ciertas obras y materias, no solo del método escolástico en general, sino de la forma silogística. [216] Mas no por eso pretendemos aprobar la práctica de algunos Escolásticos antiguos, cuando encadenaban silogismos y silogismos sin fin, o amontonaban argumentos en que abundaban más las sutilezas y cavilaciones, que las objeciones de verdadera importancia científica. Verdad es que estos excesos y otros análogos de algunos Escolásticos, no excusan, ni menos justifican el menosprecio con que muchos modernos hablan de los Escolásticos, de su método y de sus obras, que probablemente nunca leyeron. No debe confundirse el método escolástico con el abuso del mismo; y debe distinguirse entre Escolásticos y Escolásticos. El que desconociera el método científico de los grandes Escolásticos de los siglos XIII y XVI, daría muy pobre idea de su criterio literario, y revelaría completa ignorancia acerca de la historia de las ciencias. [217]

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Zeferino González Filosofía elemental (2ª ed.)
Madrid 1876, tomo 1, páginas 198-216