Zeferino González (1831-1894)
Obras del Cardenal González
Filosofía elemental
Libro quinto: Metafísica especial. Cosmología

Capítulo cuarto
Las leyes de la naturaleza

El mundo, como efecto que es de una inteligencia infinita, hállase sometido a leyes determinadas que contienen la razón suficiente de la uniformidad de los fenómenos que en él se realizan, leyes que al propio tiempo sirven de criterio a posteriori para reconocer las manifestaciones extraordinarias o preternaturales del poder de Dios y su independencia del mundo.

Artículo I
Noción y existencia de las leyes de la naturaleza.

Observaciones previas.

1ª La naturaleza significa aquí el conjunto de las sustancias creadas, según que poseen las fuerzas y propiedades necesarias para los diversos fenómenos que constituyen el orden armónico y general del mundo.

Ley de la naturaleza es la determinación constante de las causas creadas a producir ciertos y determinados efectos en circunstancias y condiciones semejantes y determinadas. Así, por ejemplo, decimos que el agua, según las leyes de la naturaleza, busca y adquiere el equilibrio constantemente, si no lo estorba alguna fuerza extraña.

3ª La constancia y uniformidad de las leyes naturales, [222] da origen y contiene la razón suficiente de lo que se llama orden de la naturaleza, que no es otra cosa que la subordinación de los efectos a sus causas con relación a los fines particulares de cada una, los cuales, tomados en conjunto y como medios para la existencia y conservación del mundo, constituyen el orden universal. Considerados los fenómenos y efectos por parte de su enlace y sucesión constante, como la sucesión de la vida de la infancia respecto de la vida embrionaria, constituyen lo que se llama curso de la naturaleza.

Estas nociones hacen casi innecesario hablar de la existencia de las leyes de la naturaleza, porque ésta es una de aquellas verdades que la experiencia y la observación demuestran con toda evidencia.

Vemos, en efecto, que las sustancias y causas naturales obran del mismo modo y producen los mismos fenómenos, en circunstancias y condiciones idénticas o análogas. La sucesión constante de las estaciones, de los años, de los días y las noches; los movimientos ordenados y proporcionales de los astros; el modo con que las plantas y los animales nacen, se nutren, crecen y mueren; la caída de la piedra abandonada a sí misma en el aire; las hojas, flores y frutos que producen constantemente los vegetales, en relación con las familias, géneros y especies a que pertenecen; los órganos, instintos y vida de los animales según sus géneros y especies, con otros mil ejemplos que pudieran citarse, no permiten dudar que la producción de los efectos y fenómenos varios de la naturaleza, se realiza con sujeción a leyes constantes y fijas, al par que demuestran que estas leyes son la obra de una inteligencia superior al mundo, la cual por medio de ellas realiza el orden universal y armónico.

Otra prueba convincente de esta verdad, es la existencia misma de las ciencias físicas, que no podrían existir ni concebirse siquiera, si los fenómenos de la naturaleza no estuvieran relacionados con leyes constantes y fijas, únicas que hacen posibles los experimentos científicos y la inducción racional en que se apoyan estas ciencias.

Lo mismo puede aplicarse a la previsión del hombre en la [223] la infinita variedad de sucesos que rodean su vida. Porque la previsión carece de sentido y es imposible, si no existen leyes constantes sobre las cuales pueda fundarse la presciencia de los sucesos futuros.

Lo que se acaba de decir se refiere directamente a las leyes que pudiéramos llamar particulares de la naturaleza, o sea a las que rigen las varias clases de seres que ésta encierra. Empero, además de éstas, existen otras de un orden superior, que pudieran apellidarse leyes generales, leyes cósmicas, y mejor leyes de la Providencia divina ordinaria, en atención a que expresan el plan general del gobierno divino respecto del mundo, de manera que las leyes físicas particulares pueden y deben considerarse como aplicaciones y derivaciones de esas leyes cósmicas o providenciales, expresión y manifestación directa de la voluntad divina en el gobierno del mundo.

A esta clase de leyes cósmicas y ordinarias de la Providencia divina pertenecen,

a) La ley de la utilidad, contenida y expresada en el apotegma: Natura nihil facit frustra; la naturaleza nada produce o hace en vano: ley que los descubrimientos de los físicos y naturalistas se encargan de corroborar y probar a posteriori, y que tiene su fundamento a priori también en el concepto de la sabiduría divina.

b) La ley de la continuidad, mencionada ya en las obras atribuidas a san Dionisio, y que santo Tomás expresa diciendo que supremum infimi attingit infimum supremi; lo cual no quiere decir otra cosa sino que los seres que componen el mundo, forman una escala ordenada bajo el punto de vista de su perfección relativa. Entre el mineral y el animal está la planta, inferior a éste y superior al primero: entre el vegetal y el hombre está el animal, cuya naturaleza propia tiene una perfección relativa media entre las dos, y así de los demás seres. Pero esta gradación en la escala de los seres, no excluye la distinción esencial entre los mismos, y nada tiene de común con esa evolución transformativa e indefinida de un tipo único, que Lamark, Darwin y la escuela positivista [224] defienden, y que conduce directa y necesariamente al materialismo. Los modernos suelen expresar esta ley diciendo que la naturaleza no hace saltos, adoptando la fórmula de Leibnitz: natura no facit saltus.

c) La ley del medio ordinario, que consiste en que Dios, por lo regular, no hace inmediatamente por sí mismo las cosas que pueden hacerse por medio de las causas segundas.

d) La ley de unidad, cuyo sentido y realidad se expuso arriba al hablar del mundo en general.

e) La ley de constancia, la cual abraza dos extremos, a saber: 1º que las leyes del mundo y el orden de la naturaleza resultante de las mismas no se cambian o mudan en otras: 2º que el curso de la naturaleza y la aplicación o ejercicio de estas leyes, son de tal manera constantes que, o nunca, o rarísima vez se suspenden.

Artículo II
Efectos superiores a las leyes naturales o posibilidad del milagro.

La demostración de la posibilidad de los milagros, no puede ser verdaderamente científica, sino a condición de poseer precisamente la noción filosófica del mismo y de sus condiciones características y esenciales. Vamos a exponer esta noción y estas condiciones, condensándolas en las siguientes reflexiones:

1ª El milagro, considerado etimológicamente o por parte del origen del nombre, es lo mismo que res mir abilis, efecto o fenómeno que causa admiración. La causa general de la admiración es la percepción de un fenómeno que, o se verifica raras veces, o sólo se verifica en condiciones especiales, y cuya causa se ignora. De aquí resulta que una cosa puede ser extraordinaria y maravillosa respecto de un sujeto que [225] ignora la causa, y no respecto de otro que la conozca, como sucede con el eclipse del sol respecto del ignorante y del hombre de ciencia. Luego la admiración producida por un fenómeno extraordinario o maravilloso puede proceder, o de ignorancia meramente subjetiva, es decir, por defecto de ciencia posible naturalmente al sujeto, o de ignorancia objetiva, es decir, porque la causa del fenómeno excede la comprensión científica y las fuerzas de la razón humana. Y aquí se descubre ya uno de los caracteres fundamentales del milagro considerado en sí mismo y quoad rem significatam. Para que un fenómeno sea maravilloso, o si se quiere, milagroso, en sentido puramente etimológico, basta que su causa sea oculta a la generalidad de los hombres y en virtud de ignorancia evitable; pero para que sea milagroso, en el sentido propio y filosófico de la palabra, es necesario que su causa sea oculta por su misma naturaleza, y por consiguiente, respecto de todos los hombres, cuya razón no puede comprender la esencia y atributos de esta causa.

2ª Esto quiere decir que el milagro tiene una relación necesaria con la esencia y el poder de Dios, única esencia que en razón de su potencia infinita puede producir fenómenos independientes de las leyes de la naturaleza y superiores a la virtud de las causas creadas. Y aquí encontramos otro de los caracteres propios del milagro, a saber, que sea un efecto procedente de Dios como de su única causa suficiente y eficiente, y como agente cuya eficacia y actividad dista infinitamente de la eficacia y actividad de las causas y leyes que obran y se revelan en la naturaleza. «Aquellas cosas se deben decir milagros propia y absolutamente, dice santo Tomás, que son hechas por virtud divina fuera del orden que en las cosas se guarda comúnmente:» Illa igitur simpliciter miracula dicenda sunt, quae divinitus fiunt praeter ordinem communiter servatum in rebus.

3ª Las últimas palabras del pasaje que se acaba de citar, indican que para que un efecto se apellide con propiedad milagroso, no basta que sólo Dios pueda producirlo con su virtud infinita, sino que es preciso además que esta [226] producción sea excepcional y extraordinaria con relación al curso general de la naturaleza, o lo que es lo mismo, que no entre en el cuadro de los medios ordinarios empleados por la Providencia divina para la conservación y gobierno general del mundo. Por esta razón, la creación del alma racional cuando el cuerpo se halla convenientemente organizado y dispuesto para su recepción, no constituye ni se llama milagro, por más que su causa sea oculta simpliciter, puesto que es el mismo Dios, y por más que exija una virtud infinita y superior a las fuerzas de la naturaleza.

4ª De lo dicho hasta aquí podemos deducir la siguiente definición del milagro: un efecto extraordinario producido por sola virtud divina, según que ésta es superior a las fuerzas de la naturaleza creada, y según que es capaz de obrar sin sujección a sus leyes ordinarias. Cuando se dice por sola virtud divina, no se excluye el concurso de las causas segundas, de las cuales se vale en ocasiones Dios, como de instrumentos y medios para la realización de los milagros. Se añade en la definición según que ésta es superior a las fuerzas de la naturaleza, porque entre los efectos o fenómenos milagrosos puede haber algunos que, aunque considerados secundum se y con abstracción del modo y circunstancias, no exceden las fuerzas de la naturaleza, las exceden atendidas las circunstancias y condiciones de su producción. Para mejor inteligencia de esto

5ª Conviene distinguir y señalar con santo Tomás tres clases o grados de milagros. «Tienen el primer y sumo grado entre estos, dice el santo Doctor, aquellas cosas cuya realización e tal manera pertenece a Dios, que en ningún caso puede proceder de las fuerzas de la naturaleza, como es la existencia simultánea de dos cuerpos en el mismo lugar,» o sea la penetración de los cuerpos. Estos milagros suelen llamarse también milagros quoad susbstantiam facti, o quantum ad id quod fit. Constituyen el segundo grado de los milagros aquellos efectos que no exceden las fuerzas de la naturaleza, absolutamente hablando, pero sí las exceden con relación al sujeto en el cual se realiza el fenómeno milagroso. Así, por ejemplo, el comunicar la vida y la vista a un individuo humano [227] no excede, en absoluto, las fuerzas ni las leyes ordinarias de la naturaleza; pero el comunicar la vista a un ciego de nacimiento por efecto sustancial del órgano, y la vida a un hombre cuyo cuerpo se halle en putrefacción, excede las fuerzas de la naturaleza. Estos pueden denominarse milagros quoad subjectum. Finalmente, el tercer grado de milagros es cuando Dios hace lo que suele hacer también la naturaleza, pero sin hacer uso de los medios por esta empleados al efecto, «como sucede cuando uno es curado por virtud divina de una fiebre, capaz de ser curada por las fuerzas de la naturaleza.» Esta tercera clase de milagros constituye lo que pudiéramos apellidar milagros quoad modum, en atención a que se trata de cosas que no exceden las fuerzas de la naturaleza, ni absolute, ni atendida la condición o estado del sujeto, sino solamente en cuanto al modo o circunstancias con que se realizan, como sería el librar repentinamente de la fiebre por medio de un simple mandato.

6ª Esta clasificación de los milagros, aparte de su importancia especulativa y científica, es muy trascendental bajo el punto de vista de la cognoscibilidad quoad nos de los milagros, si es lícito hablar así; porque cuando el fenómeno maravilloso y extraordinario se halla más distante de las fuerzas de la naturaleza, tanto es más fácil para nosotros reconocer en él los caracteres propios del milagro propiamente dicho. Dada la penetración de los cuerpos, y dada la curación repentina de una enfermedad sin aplicación de los remedios originarios, con mayor seguridad calificaremos de operación milagrosa la primera que la segunda. Sin negar, pues, que en las tres clases dichas se salva y encuentra la naturaleza verdadera del milagro, es preciso reconocer a la vez que, en general, el criterio de los segundos es más difícil que el de los primeros, y el de los terceros más que el de los segundos.

7ª Y esto nos conduce a una última observación que no debe perderse de vista en esta materia, y es que no debe confundirse ni identificarse la posibilidad del milagro con la existencia o realidad del mismo en este o aquel caso particular. [228] Que son posibles los milagros, y también que son verdaderamente tales ciertos hechos contenidos en la Escritura en razón a su naturaleza, circunstancias y modo en que se realizaron, son cosas que ningún hombre sensato y libre de preocupaciones puede poner en duda. Pero esto no quita que cuando se trata del fenómeno A o B se proceda con suma prudencia y cautela, antes de afirmar resueltamente que es un verdadero milagro. En esta materia la excesiva credulidad y la precipitación en calificar de milagrosos los fenómenos, por extraordinarios y maravillosos que aparezcan a primera vista, son tan peligrosas y tan contrarias a la religión y a la ciencia, como el escepticismo absoluto y una afectada incredulidad, que es una verdadera debilidad de espíritu, por más que el vulgo y la vanidad la miren como el carácter de los espíritus fuertes.

8ª El milagro, así como es la obra de la omnipotencia divina y una especie de revelación de Dios obrando como ser transcendental, superior e independiente de la naturaleza creada, así es también la obra de una sabiduría infinita y de una inteligencia suprema. Bajo el primer punto de vista, corresponde al milagro el criterio interno, que no es otro que su misma superioridad y trascendencia sobre las fuerzas y leyes de la naturaleza. Bajo este segundo punto de vista, corresponde al milagro un criterio que podemos llamar externo, y es la relación del mismo con un fin en armonía con la inteligencia infinita y con los atributos morales de Dios. El fin u objeto del milagro es la manifestación de la gloria de Dios como autor y objeto del orden sobrenatural y revelado, por manera que todo milagro verdadero tiende por su naturaleza a fundar, manifestar, propagar, o testificar la verdad divina y revelada. De aquí es que toda obra extraordinaria, siquiera aparezca prodigiosa, que envuelve en sí misma o en su objeto alguna afirmación incompatible con la verdad revelada, no es ni puede ser verdadero milagro.

La revelación sobrenatural tiene dos formas fundamentales y paralelas: una interna, relacionada directa e inmediatamente con el espíritu, y es la inspiración que forma [229] los profetas, los apóstoles y los escritores sagrados; y otra externa, relacionada directa e inmediatamente con la naturaleza, que son los milagros.

Tesis
Los milagros son posibles con posibilidad interna y externa.

Aunque las reflexiones que se acaban de exponer son suficientes para que todo hombre de buena fe reconozca que la existencia de los milagros no envuelve contradicción o repugnancia de ninguna especie, no estará por demás demostrar esta tesis.

1º Por parte de la imposibilidad interna:

a) Las fuerzas y eficacia de la naturaleza son necesariamente finitas, como finitos son los seres todos cuya colección o conjunto constituye lo que llamamos naturaleza. Por el contrario, la fuerza o eficacia de Dios es infinita, y como infinita no se agota con la producción de un efecto finito, sino que puede producir otros más y más perfectos indefinidamente. Decir, pues, que la existencia del milagro envuelve repugnancia interna, es lo mismo que decir, que la causalidad y el poder de Dios son finitos, y que no pudo producir un mundo más perfecto que el actual, o que encerrara en su seno algún ser más perfecto que los actuales.

b) Además, so pena de destruir la idea racional de Dios, de su omnipotencia y de su libertad, nadie puede negar que Dios pudo, o no crear este mundo, o crear otro menos perfecto y con menos seres que este, o señalar al actual otro orden, otras leyes, otras disposiciones y relaciones entre sus partes; porque si depende de su libre voluntad en cuanto a la existencia, a fortiori dependerá de la misma en cuanto a recibir otras leyes, otra disposición y relaciones diferentes de las actuales. Y esto demuestra a la vez que,

2º No hay imposibilidad o repugnancia externa.

a) Porque Dios, en tanto se dice omnipotente, porque puede producir o dar la existencia física a todo lo que [230] no implica contradicción. Luego si Dios puede producir otros mundos y pudo dar al actual otras leyes, otra disposición y otras fuerzas, como se demuestra por el poder infinito que posee en relación con la imitabilidad infinita de su esencia, claro es que puede con más razón producir efectos o fenómenos superiores e independientes de las leyes y fuerzas que puso en el mundo actual.

b) Por otra parte, así como Dios excede in infinitum como ser o esencia el ser de las cosas finitas que de él reciben su ser, así también excede in infinitum las cosas creadas consideradas en cuanto causas o fuerzas activas, siendo indudable que la perfección de causalidad y de eficiencia se halla en relación con la perfección de la esencia, la cual le sirve de base y es su razón suficiente. Luego su facultad de acción no solamente es independiente de las causas segundas, sino esencial y necesariamente superior a la facultad de éstas, pues Dios, como dice santo Tomás, «no está sujeto al orden de las causas segundas, sino que este orden está sujeto a él, de quien procede, no por necesidad de naturaleza, sino por el albedrío de la voluntad.»

Objeciones

La mayor parte de las objeciones presentadas por los racionalistas de todo género contra los milagros, son relativas a la existencia y criterio de los mismos, más bien que a su posibilidad y noción, contra las cuales apenas militan más que las tres siguientes, aunque presentadas bajo diferentes formas por las varias escuelas racionalistas.

Obj. 1ª Las leyes de la naturaleza son decretos de Dios, los cuales proceden de la misma esencia divina: luego la producción y realización de alguna cosa contraria a estas leyes, implica contradicción e imposibilidad absoluta.

Resp. Esta objeción, que los filósofos materialistas y ateos del pasado siglo, así como los positivistas del nuestro, han tomado del panteísta Espinosa, está fundada en un falso concepto del ser divino, como toda objeción panteísta. En [231] primer lugar, las leyes de la naturaleza no son los decretos de Dios, como actos subjetivos de Dios, sino más bien el término y el efecto de estos decretos. En segundo lugar, estos decretos, aunque proceden de la esencia divina y hasta se identifican a parte rei con ella, no proceden de ella necesariamente, sino mediante la voluntad libre, la cual de tal manera eligió el mundo actual y las leyes actuales, que podía elegir otro mundo y otras leyes. Por otra parte, al decretar estas leyes, las decretó como leyes del mundo y de los seres que había determinado crear, y no como leyes de sí mismo o que limitaron su poder.

Obj. 2ª La virtud con que obra la naturaleza al producir sus efectos, es una virtud divina, y por consiguiente infinita: luego su eficacia alcanza y es suficiente para la producción de toda clase de fenómenos.

Resp. Esta objeción, propia, como la anterior, del racionalismo panteísta, se reduce a una afirmación gratuita, como la mayor parte de las afirmaciones panteístas. Para desvanecerla, basta tener presente que si la virtud o eficacia activa de la naturaleza se llama divina, no es porque sea idéntica con la virtud existente en Dios; no es divina por modo de identidad, per identitatem; no es divina en el sentido de que las fuerzas activas de la naturaleza sean las fuerzas y el poder que corresponden a la esencia divina y que existen en Dios como ser personal, diferente, esencial y sustancialmente de la naturaleza, sino en el sentido de que las fuerzas con que obra la naturaleza y que se revelan en esta, proceden de Dios como de su causa primera eficiente, a la manera que podemos decir que la naturaleza es divina, en cuanto es un efecto de Dios.

Obj. 3ª Las leyes y fuerzas de la naturaleza se hallan en relación con las esencias de las cosas; es así que estas son inmutables y absolutamente necesarias: luego también lo son las leyes naturales, y por consiguiente no pueden ser suspendidas por los milagros, los cuales envuelven derogación y mutación de estas leyes.

Resp. 1º Las leyes de la naturaleza se hallan en [232] relación con las esencias de las cosas negativamente, es decir, en cuanto que no contienen nada incompatible con estas esencias, pero no en sentido positivo, o sea por identificación, ni siquiera conexión necesaria con estas esencias. La esencia de los cuerpos no desaparecería aunque las materias o moléculas ponderables o imponderables de que consta el cuerpo A o B, verificaran su reunión y combinación con sujeción a otras leyes distintas de las actuales. Sin destruir la esencia propia de los planetas, podrían estos estar sujetos a leyes diferentes de las actuales por parte de la dirección, magnitud de la órbita, y velocidad del movimiento. Las leyes, pues, actuales de la naturaleza se hallan en armonía y relación con las esencias de las cosas, en el sentido de que estas esencias tienen capacidad o aptitud para ser regidas por estas leyes, pero no en el sentido de que exijan necesariamente estas leyes, o que su existencia sea incompatible con otras leyes, con otro orden o disposición, ni con otras relaciones entre sí. Cuando de un pedazo de mármol se hace una estatua, esta se halla en relación con la esencia del mármol, y hasta puede decirse que procede de ella, en cuanto que este mármol envuelve capacidad o aptitud esencial y necesario para convertirse en estatua; pero si en lugar de una estatua se hace una mesa con este mármol, no por eso desaparece ni se muda su esencia.

Resp. 2º También es inexacto que el milagro envuelva violación, ni menos mutación de las leyes naturales. Toda criatura, como tal y por el solo hecho de serlo, tiene una dependencia esencial de Dios como autor de la naturaleza. En virtud de esta dependencia transcendental embebida en la misma esencia de la criatura, hay en esta una potencia que santo Tomás llama con razón obedencial, que no es otra cosa que la capacidad radical y primitiva para recibir de Dios cualquiera mutación o modificación que no envuelva contradicción con su esencia. De donde se infiere, que cuando Dios produce en la criatura alguna mutación o fenómeno a cuya producción no alcanzan las fuerzas de la naturaleza, no viola las leyes de esta, sino que produce lo que estas no pueden [233] producir, obra sobre la naturaleza, y no contra la naturaleza, la cual tiene aptitud o potencia obedencial para recibir la operación divina (1). Esto sin contar que no hay violación propia de la ley por parte del que no está sujeto a ella, como no lo está Dios respecto de las leyes del mundo creado libremente por él.

{(1) Res est in potentia, dice santo Tomás, ad diversa secundum habitudinem ad diversos agentes; unde nihil prohibet quin natura creata sit in potentia ad aliqua fienda per divinam potentiam, quae inferior potentia facere non potest. Et ista vocatur potentia obedentiae.» QQ. Disp. de Potent., cuest. 6ª, art. I.}

Todavía es menos exacto, si cabe, decir que el milagro envuelve mutación de las leyes naturales. Las leyes de la naturaleza no se mudan por los milagros sino que permanecen las mismas antes, después y mientras éstos tienen lugar. Lo que hay es que Dios hace o produce por sí mismo en el instante A, lo que la naturaleza no hubiera hecho ni podido hacer con sus fuerzas propias. No hay, pues, en el milagro mutación o cambio de las leyes naturales, sino, o producción de un fenómeno fuera de su esfera, o cuando más, suspensión temporal de alguna de estas leyes. [234]

Artículo III
El magnetismo contemporáneo y el espiritismo.

En atención a la importancia excepcional que en nuestros días ha llegado a adquirir el magnetismo, principalmente en sus manifestaciones espiritistas, no es posible pasar en silencio esta cuestión, y es preciso examinar y discutir, siquiera sea con brevedad, sus fenómenos principales y manifestaciones múltiples, toda vez que la incredulidad sistemática de nuestro siglo, toma ocasión de estos fenómenos, unas veces para atacar la doctrina revelada, y otras para negar o poner en duda la existencia de los milagros.

§ I
Idea, clasificación y fenómenos del magnetismo.

1ª Idea del magnetismo.

Entendemos aquí por magnetismo, el conjunto de fenómenos extraordinarios que bajo el nombre de manifestaciones magnéticas y espiritistas se realizan principalmente en el hombre, aplicando al efecto varios medios, ya físicos y materiales, ya morales y espirituales. Aunque algunos de estos fenómenos se realizan en otros seres, como los movimientos de algunos cuerpos, es lo cierto que la mayor parte y los más principales tienen lugar en el hombre, o con relación al hombre, y en este sentido decimos que se realizan principalmente en el hombre.

Los procedimientos y medios empleados para la producción de los fenómenos del magnetismo, son muy varios y [235] diferentes, según las escuelas y magnetizadores. Al paso que Mesmer, que puede considerarse como el padre del magnetismo, se servía de varitas de hierro, Puysegur, Faria y otros empleaban y emplean los tratamientos o pases de manos, y los mandatos. Otros dicen que basta la voluntad y la fe en la eficacia del magnetismo. Quien se contenta con la sola voluntad, con tal que sea enérgica, y Dupotet hasta afirma que no es necesaria la fe, ni en el magnetizante, ni en el magnetizado.

2º División del magnetismo.

A tres puede reducirse las especies de magnetismo, que son el vulgar, el transcendental y el hipnótico.

a) El magnetismo vulgar u ordinario es el que emplea medios materiales y sensibles, cuales son los tocamientos o pases de manos, los gestos, fijeza en la mirada, insuflaciones, &c. Sus manifestaciones principales son la rotación de las mesas, movimientos mecánicos de los cuerpos, pandiculaciones y movimientos de los miembros, el sonambulismo, el sueño magnético, la transposición de los sentidos con otros por este estilo.

b) Transcendental llamamos aquí el magnetismo que se refiere al comercio o comunicación con seres espirituales e invisibles, y se practica principalmente en la evocación de los espíritus, o seres invisibles, ya sean estos los ángeles buenos, o los demonios, o las almas de hombres difuntos. En resumen; el magnetismo transcendental abraza los fenómenos que se realizan en la evocación y por la evocación de los espíritus, y es el que constituye lo que conocemos hoy bajo el nombre de espiritismo.

c) El magnetismo hipnótico apenas se distingue del vulgar, sino en que determina los fenómenos magnéticos por medio de la fijeza de la vista sobre objetos luminosos o brillantes, sin necesidad de emplear los tocamientos, pases y demás medios de que hace uso el magnetismo vulgar.

3º Clasificación de los fenómenos magnéticos.

No permitiendo la variedad y multiplicidad casi infinita de los fenómenos atribuidos al magnetismo, hacer una [236] enumeración completa de los mismos, las reduciremos a cuatro clases, que son:

A) Fenómenos mecánicos, cuales son la rotación de mesas, los movimientos varios y hasta locales del cuerpo humano y de sus miembros, la elevación y traslación de mesas, sillas u otros muebles, los golpes de martillo (1), suspensión de [237] cuerpos, bailes y danzas de muebles con otros fenómenos análogos.

{(1) Son casi innumerables los fenómenos de este género producidos por el magnetismo, tanto vulgar, como espiritista o transcendental. En el primero, el magnetizado sigue al magnetizador por todas partes, y hasta ejecuta movimientos idénticos a los que ejecuta el magnetizador, aunque se hallen en habitaciones distintas y separadas. El magnetizado, según Pigeaire, se inclina a derecha e izquierda, hacia delante, o hacia atrás, siguiendo y ejecutando como un autómata los movimientos que el magnetizante imprime a una moneda o una varita de hierro que tiene en la mano a cierta distancia de la persona magnetizada. El doctor Ricard refiere que la esposa de Mr. Pourrat, de Grenoble, habiendo sido magnetizada, se elevó en el aire desde el lecho en que yacía con gran asombro de los circunstantes.
Por lo que hace al espiritismo, bastará citar los siguientes hechos aducidos por Bizouard en su obra Des Rapports de l'homme avec le Demon, obra notable por más de un concepto, si bien su autor revela excesiva credulidad, en nuestra opinión, con respecto a algunos hechos particulares. He aquí sus palabras: «Le courrier des Etats-Unis du 18 juin 1852 contient une lettre datée de Saint-Louis, dans laquelle on raconte que les demoiselles Fox ont comparu dans l'amphithéatre de l'Ecole de médicine de l'université de Missouri devant cinq á six cent personnes. La réunión était présidée par un ancient maire de la ville opposé á la doctrine nouvelle. Ces demoiselles furent placées sur la table de dissection, de maniére à ce que e moindre de leurs mouvements ne put echaper à personne. L'assemblée muette dans son attente les comtemplait. Un dialogue par oui et non s'est alors etabli entre le doyen de la faculté et les esprits qui ont répondu fort á propos aux questions scientifiques par de légers coups de marteau... Les demoiselles Fox étant isolées ensuite sur de tabourets de verre, les bruits ont continué, et on á vu que le galvanisme et le magnetisme terrestre n'y etait pour rien. M. le doyen, vieux materialiste, a declaré qu'il croyait à la présence des esprits.
Un pasteur potestant, M. Hammond, raconte ce qu'il a vu chez [237] les demoiselles Fox. A peine assis, on entendit des bruits qui augmentèrent de rapidité, et d'intensité, jusqu' à ce que la salle entière fut agitée d'un tremblement...
Ayant tous les mains posées sur la table, celle-ci s'eleva en l'air; voulant la retenir, elle s'echappa, et fut transportée à une distance de six pieds. Il n'y avait ni fil, ni corde pour la trainer: la table revint. La famille Fox entonna le chant des esprits, et cette table battait la mesure; une main transparente se présenta dévant le visage du pasteur, une main tres-froide, s'appliqua sur son visage; il sentit plusieurs coups sur la genou gauche, et les epaules, sa chaise fut entrainée avec lui. Un morceau du carton parcourunt la chambre en tous sens... un sopha dansa violemment, &c.» Bizouard, op. cit., t. VI, págs. 147 y 148.}

B) Fenómenos fisiológicos, a los que pueden reducirse la contracción y dilatación de la pupila, las convulsiones y temblor de los miembros y de los nervios, el sueño magnético, la debilitación o aumento de la sensibilidad, el sonambulismo lúcido, la transposición de los sentidos, como la visión o audición por el occipucio, por medio del epigastrio, &c.

C) Fenómenos de conocimiento, entre los cuales se cuentan conocer intuitivamente las enfermedades, su asiento o, sus remedios, sus crisis y duración; conocer las cosas ocultas y que se verifican en lugares distantes; ver los objetos, interponiendo cuerpos opacos entre estos y los ojos; conocer y predecir las cosas futuras, no solamente las que dependen de causas naturales y necesarias, sino también las que dependen de la voluntad libre del hombre; formar raciocinios y discursos científicos sobre materias y ciencias que no se han estudiado, y finalmente, hablar lenguas desconocidas o que no se aprendieron (1). [238]

{(1) La existencia y realidad de estos fenómenos no puede ponerse en duda racionalmente, so pena de abrir la puerta al escepticismo histórico. El que quiera convencerse de ello, lea la obra citada de Bizouard, en donde hallará consignados estos hechos con todas las [238] circunstancias y condiciones de autenticidad. A causa de la concisión que pide este compendio, transcribimos solamente los siguientes pasajes: «Dans la longue maladie de la dame Comet, rapportée par le docteur Teste, celle-ci prédit qu'elle aura le 7 decembre de 1839 un point de côte. Sans avoir nul égard á ses régles, elle prescrivit une saignée de vingt onces. Le 7, en effet, vive douleur au côte gauche... Les extases, la catalepsie, la marche de la fluxion, tout est annoncé, et la delivrance prédite pour la mercredi 18 Decembre, eut lieu la jour dit.» Bizouard. op. cit., t. V, pág. 23.
«Madame Perier déjá citée, voyait les plaies qui allaient se fermer, celles qui se formeraient de tel et tel côte; elle voyait sa fistule se guerir, une nouvelle poche d'humeurs se former, montrait la place qu'elle occupait, &c.». Ibid., pág. 34.
«Voir á travers les corps opaques, jouer aux cartes les yeux bandées, lire dans un livre fermé ou lire une lettre plieé dans la poche, &c., sont des faits, si connus que bientot les plus ignorants en magnétisme ne les nieront plus. En présence de soixante personnes, le docteur Ricard met Calixte en somnambulisme chez M. Frapart. Calixte étant endormi les sceptiques de la societé lui placent sur les yeux un de ces bandeaux qui ne laissent pas d'espoir á la supercherie. Mais Calixte fait plusieurs partiés de cartes avec tous ceux qui se présentent; ces cartes avait eté achetées et apportées par les assistants, cependant le somnambule qui joue avec une rapidité incroyable, gagne constantment, parce qu'il connait le jeu de son adversaire.» Ibid., pág. 44.}

D) Fenómenos transcendentales o supra-sensibles, a cuya clase pertenecen: 1º varios de los fenómenos ya enumerados cuando o según que traen su origen de la evocación de los espíritus: 2º algunos especiales y propios del comercio con los espíritus, como son recibir respuestas por palabra, por golpes u otras señales convencionales a las preguntas; disertar acerca de las ciencias, artes y religión; revelar el estado de las almas humanas después de la muerte; hablar en nombre del espíritu o alma de este o aquel hombre ya difunto, y hasta escribir páginas enteras sobre las materias que se les consultan.

Excusado es añadir que aquí es donde se verifican la mayor parte de los fenómenos relativos al conocimiento de las [239] cosas ausentes y ocultas, a la presciencia de las cosas futuras, apariciones de rostros, manos y otros fantasmas.

La evocación de los espíritus y los fenómenos a que da origen, suele realizarse con el concurso de lo que los espíritus llaman medium; y son ciertos hombres que poseen la facultad o facilidad de comunicar habitualmente con los espíritus. Los espiritistas afirman que estos mediuns reciben esta facultad de repente y sin que ellos tuvieran conocimiento previo de su posesión. Lo que sí es cierto es que se manifiesta en toda clase de personas, varones o hembras, adultos o niños, creyentes o incrédulos, contándose entre ellos, ministros de diferentes religiones, y hasta un magistrado de un tribunal supremo.

Los que se dedican al estudio y práctica del espiritismo distinguen y señalan varios géneros de mediuns, describiendo a la vez sus diferencias, oficios, condiciones y grados de desarrollo. Nosotros nos limitaremos a indicar las tres clases principales que son: 1º aquellos que conversan con los espíritus por medio de golpes, cuyo número designa y corresponde a las letras del alfabeto: 2º aquellos cuyo cuerpo o miembros sirven de instrumento para la comunicación con los espíritus, los cuales contestan a las preguntas que se les hacen, o bien por medio de movimientos espasmódicos de la cabeza, de los pies, de los dedos, &c., o bien el brazo del medium, después de adquirir una rigidez tetánica, y puesta una pluma o lápiz entre los dedos, sirve de instrumento pasivo a los espíritus para escribir o revelar lo que quieren: 3º lo que los ingleses llaman speaking medium, que vienen a ser una especie de pitonisas, que con voz diferente de la natural o propia, pronuncian las palabras que los espíritus les ponen en la boca, ya sea en el estado de sueño o en el de vigilia. [240]

§ II
Opiniones y teorías acerca de los fenómenos magnéticos.

Muchas y muy diferentes son las teorías adoptadas por filósofos, teólogos y médicos para dar razón de la variedad de fenómenos magnéticos arriba indicados. Pueden, sin embargo, reducirse a cinco fundamentales y principales, que son:

1ª La negación de los fenómenos o sea la hipótesis negativa, que consiste en negar la realidad y autenticidad de los fenómenos magnéticos, atribuidos por los partidarios de esta teoría a la colusión, fraudes, prestidigitación y astucia de los magnetizadores y magnetizados. Algunos teólogos y no pocos médicos, entre ellos Delebreyne, pretendieron explicar los fenómenos del magnetismo por este medio.

La teoría de los fluidos, según la cual los fenómenos del magnetismo no son más que manifestaciones y efectos de cierto fluido apellidado generalmente magnético, sin perjuicio de aplicarle otras denominaciones especiales, en relación con la opinión adoptada acerca de su naturaleza y de sus formas posibles. Así es que para unos, el fluido magnético coincide con el fuego o éter que, al penetrar las sustancias, reviste las propiedades y formas propias de cada una, pasando a ser fluido mineral en los cuerpos minerales, fluido nervioso en los animales y en el hombre, &c. Para otros, el fluido magnético es el calórico, el cual a su vez es una forma del fluido nervioso. Hay quien opina que es lumínico o fluido luminoso, origen y base primordial de todos los imponderables. Para algunos, en fin, el fluido magnético, es una sustancia universal, dotada de luz, de calor y hasta de inteligencia, y por consiguiente el [241] mismo Dios, el cual no es otra cosa que el sol (1). Y así no es extraño que por medio del fluido magnético pueda el hombre conocer las cosas ocultas y futuras.

{(1) Esta es una de tantas manifestaciones del panteísmo que viene a ser como la forma general de la filosofía moderna, revelada contra la Iglesia y la verdad divina; filosofía que, según se ve por la muestra, pretende realizar el progreso de la humanidad renovando los antiguos errores, sin excluir el fetichismo. «Existe una sustancia universal, escribe Gentil, que es luz, calor, inteligencia: Dios es esta sustancia. La luz y el calor que llevan en sí la inteligencia, no pueden menos de emanar del sol: luego el sol es Dios.» Initiat. aux myst. du magn., pág. 55.}

La teoría del alma o el animismo, la cual pertenece a los que opinan que los fenómenos del magnetismo son el efecto de ciertas fuerzas ocultas y latentes del alma racional. Algunos explican la existencia de estas fuerzas latentes en sentido panteísta, identificando el alma del hombre con Dios, sustancia universal y alma del mundo. Otros admiten en el alma ciertas vibraciones orgánicas que la ponen en comunicación con los objetos externos, aunque éstos se hallen colocados a grandes distancias (1). La hipótesis de otros se reduce a una especie de animismo materialista; pues afirman que del alma del hombre se desprende cierta materia sutilísima, denominada od o fluido odilo, con cuyo auxilio se establece la comunicación entre el alma y los objeto externos. La comunicación recíproca de este od que se desprende de los cuerpos y del alma, es la causa y contiene la razón suficiente de todos los fenómenos del magnetismo (2), sin excluir los que pertenecen al espiritismo. [242]

{(1) Tal es la teoría que Morin expone y defiende en su obra Comment l'esprit vient aux tables, en la cual escribe lo siguiente: «Les actions de l'ame produisant une vibration organique en rapport avec elle-même, la communiquent par contatct à des objects quelconques, que ler rendent la vibration similaire ou l'accord; c'est ce qui constitute le langage des tables. Les même vibrations peuvent se communiquer à distance... de lá les auditions de bruits.» Pág. 169.
(2) He aquí cómo expone Bizouard esta extraña fase del animismo [242] magnético. «Este fluido (el od o fluido odilo), se desprende de ciertas sustancias y de ciertos lugares, y viene a obrar sobre el sistema nervioso: entre el mundo inorgánico y el organismo humano establece este fluido una simpatía, pero con más facilidad en las personas sensitivas: afectadas éstas de cierto estado nervioso, ejercen una reacción sobre dicho fluido, por medio del que se desprende de su centro nervioso. Produciéndose entonces los fenómenos que la religión considera como sobrenaturales; el od de las personas sensibles, escápase de su cerebro como un dardo, se precipita sobre el od del cerebro de otra persona, uniéndose o combinándose con él. ¿Qué sucede en seguida? El od más poderoso domina el alma de aquél, cuyo od es más débil, se la sujeta magnéticamente, hace ver a esta persona, a pesar de sus repugnancias, todo cuanto quiere, le dicta sus voluntades, sus palabras, &c.
Estos golpes débiles o fuertes que se oyen, esas melodías, esos conciertos que resuenan en una habitación, reconocen por causa este fluido odilo que desprenden los nervios enfermos; el sujeto sensitivo, lejos de apercibirse de esto, se espanta y atribuye estos fenómenos a los demonios, mientras que la verdadera causa es su propio od que se combina con las emanaciones universales o terrestres. Esta fuerza obra a lo lejos, lo mismo que de cerca, es la que hace dar vueltas a una mesa, la suspende en el aire, la pasea en él, apaga las bujías, toca el tambor, hiere, mata, incendia, cura, hace conocer muchas lenguas... Es también este od el que crea las apariencias de espectros, unas veces desprendiéndose del cerebro de un enfermo, otras de las partículas de un cadáver para reproducir la imagen del enfermo, o del difunto en un vapor luminoso; unas veces el espectro es objetivo, y hasta temible; otras existe solamente en el cerebro de los espectadores.» Op. cit., t. VI, pág. 291 y 92.}

La teoría de los espíritus, cuyos partidarios defienden que los fenómenos magnéticos son producidos por los espíritus. En esta teoría entran los espiritistas y los espiritualistas, que no deben confundirse. Pertenecen a la primera clase los que, renovando en todo o en parte las doctrinas de Pitágoras, Platón y Orígenes, suponen que las almas humanas estás sujetas a una serie de encarnaciones y reencarnaciones sucesivas, morando en diferentes astros y lugares, en relación con los cuerpos más o menos sutiles y perfectos a que se hallan unidas: y estas almas son las que intervienen en la evocación y fenómenos del magnetismo transcendental. Esto [243] es lo que constituye propiamente el espiritismo, o la teoría espiritista; a diferencia de la teoría espiritualista, que atribuye los fenómenos magnéticos a la intervención de los ángeles o de los demonios.

§ III
Examen de estas teorías: verdadero origen y causas de los fenómenos magnéticos.

Antes de exponer nuestro juicio acerca del origen, causas y naturaleza de los fenómenos magnéticos, discutiremos con la posible brevedad las cinco teorías expuestas en el párrafo anterior.

a) Desde luego nos parece inadmisible y completamente infundada la teoría de la negación de la realidad de los fenómenos magnéticos. Sin negar que algunas veces haya habido colusión y fraude en esta materia, sería preciso echar por tierra las leyes morales de la vida social y adoptar un escepticisimo histórico, tan contrario a la razón como al sentido común, pretender que centenares y millares de hechos, verificados unos en presencia de hombres prevenidos contra su realidad, de médicos, de académicos, de sabios; realizados otros en presencia de multitud de hombres honrados y de personas de todas clases, estados y condiciones; y atestiguados los más por hombres serios, en periódicos, revistas y libros de todo género, no eran más que fraudes o ficciones vanas sin realidad alguna. Sería no solamente imprudente, sino temerario y absurdo negar la autenticidad de hechos que tienen en su apoyo el testimonio de magistrados, obispos, sacerdotes, médicos, profesores, sabios, escritores y hombres de todas clases y condiciones.

En segundo lugar, semejante teoría es hasta peligrosa para la religión y la Iglesia. Porque si es lícito poner en duda la realidad y autenticidad de fenómenos, que tienen en su [244] favor el testimonio presencial e histórico de muchos hombres doctos, serios y de probada veracidad, algunos de los cuales antes de presenciar dichos fenómenos se burlaban de ellos y negaban su realidad; si es lícito, repito, rechazar la autenticidad de semejantes hechos, ¿qué se podría responder al que pusiera en duda la autenticidad humana e histórica de los milagros del Evangelio? La verdad católica y la Iglesia de Cristo no necesitan, ni menos exigen, que se nieguen los hechos que la razón y el criterio histórico abonan; porque la Iglesia católica vive de la verdad y se alimenta con la verdad, con la cual, por consiguiente, jamás se pone en contradicción.

b) La teoría de los fluidos es también insuficiente para dar razón de los fenómenos del magnetismo espiritista; porque si bien es cierto que es muy posible y hasta probable, que algunos de los fenómenos que hemos apellidado mecánicos y fisiológicos pueden ser efecto de algún fluido puesto en acción por medio de determinados procedimientos, no es menos cierto que sería absurdo a los ojos de la razón, del sentido común y de la ciencia, atribuir a los fluidos materiales una gran parte de los fenómenos magnéticos, y con especialidad muchos de los que hemos denominado transcendentales, como son el conocimiento de las cosas ocultas y distantes, la presciencia y previsión de las cosas futuras, hablar lenguas y discurrir sobre ciencias desconocidas, recibir respuestas de los espíritus evocados, y esto por medio de palabras habladas y escritas, o por signos convencionales, siendo incontestable que estos y otros fenómenos análogos revelan la presencia y la intervención de agentes intelectuales, que nada pueden tener de común con los fluidos ponderables o imponderables de la naturaleza.

c) Por lo que hace a las teorías de la imaginación y del animismo, se hallan en el mismo caso que la anterior. Sin negar que algunos fenómenos menos importantes, como el discurrir con mayor elevación y exactitud acerca de alguna materia determinada, hablar idiomas que se poseen imperfectamente con más soltura que en estado ordinario, ejecutar [245] ciertos movimientos con el cuerpo, ciertas operaciones y espectros, un grado mayor de sensibilidad con respecto a ciertas funciones vitales, &c., pueden traer su origen, al menos parcial, de la imaginación y del alma que, en circunstancias y condiciones dadas, revelan sus fuerzas con más intensidad y energía que en circunstancias normales, es incontestable que esas teorías son inadmisibles e irracionales, consideradas como causa general de todos los fenómenos que nos ocupan: 1º porque se reducen a una hipótesis puramente gratuita, que consiste en extender y agrandar pro libitu y sin aducir fundamento alguno científico, las fuerzas del alma racional y de la imaginación: 2º porque los grandes que se supongan las fuerzas latentes del alma y de la imaginación, jamás podrán explicarse racionalmente por ellas, siendo como son finitas, humanas y vitales, la visión por el epigastrio, o sea la sensación sin órgano correspondiente, la suspensión y elevación en el aire de mesas y otros cuerpos de gran peso, el conocimiento de hechos realizados a centenares de leguas de distancia, las respuestas obtenidas en la evocación de los espíritus y otros fenómenos análogos. Añádase a esto que estas teorías, como hemos visto, casi todas son, o panteístas, o materialistas.

d) Ya hemos dicho que la teoría de los espíritus se divide en espiritista y espiritualista. La primera debe rechazarse desde luego: 1º porque se halla basada toda sobre la hipótesis gratuita de la reencarnación o transmigración pitagórica de las almas humanas. Porque ya sea que esta reencarnación consista en la animación sucesiva de varios cuerpos en la tierra que habitamos, como pretenden algunos; ya sea que se verifique entrando las almas en otros cuerpos después de la muerte para habitar en los astros, pasando por una serie indefinida de animaciones e incorporaciones, como pretenden otros; ya sea que las almas al separarse del cuerpo humano lleven consigo un cuerpo sutil o aromático, como le apellida Fourier, llevando en el espacio y en la atmósfera que nos rodean una vida llena de delicias sensibles, no es posible desconocer que aquí no hay más que ficciones y teorías [246] fantásticas, más propias de poetas que de filósofos u hombres de ciencia. 2º Por otra parte, esta teoría es incompatible con la doctrina católica sobre los destinos del hombre en la vida futura, y por consiguiente inadmisible para todo católico, y hasta para todo hombre sensato, siquiera sea racionalista, que reconozca el fondo de verdad que encierra la solución cristiana del problema relativo al destino humano.

Pasando ahora a la teoría espiritualista, debe tenerse por cierto que los fenómenos magnéticos no proceden de los ángeles o espíritus buenos: 1º porque estos, en virtud de su subordinación y conformidad completa con la voluntad divina, no realizan cosas extraordinarias y prodigiosas, haciendo uso de sus fuerzas propias, sino con sujeción a la voluntad esencialmente santa de Dios, y por consiguiente con relación a algún fin bueno, necesario o útil en el orden moral, y no para fomentar o dar pábulo a la curiosidad de los hombres, ni sus pecados, pasiones e inmoralidad (1), como sucede en la práctica del magnetismo. La segunda y [247] principal razón es que los ángeles o espíritus buenos, no pueden enseñar doctrinas contrarias a las reveladas por Dios a su Iglesia, como lo verifican los espíritus evocados en el magnetismo, los cuales suelen también de vez en cuando manifestarse partidarios de las teorías internacionalistas (2). De manera que aquí debemos decir con el Apóstol: Licet nos, aut angelus de caelo evangelicet vobis praeterquam quod evangelizavimus vobis, anathema sit.

{(1) Sabido es, por todos, que la práctica del magnetismo no se halla exenta de inmoralidad y peligro, tanto por parte de los procedimientos empleados para la magnetización, como por parte del estado magnético resultante en el sueño, en el sonambulismo, la insensibilidad, excitación del sistema nervioso, de la imaginación, &c. Lo que tal vez no saben todos es que son bastante frecuentes y numerosos los casos de demencia y suicidio que deben su origen al magnetismo, y especialmente al trascendental o espiritista. «Les fourneaux des Etatas-Unis rapportent sans cesse des cas de suicide ou de folie amenés par ce commerce avec les esprits.
On lit dans le Courier and Inquirirer du 10 mai: Six personnes ont eté admises à l'hospital de fous de l'Etat d'Indiana le mois dernier; la cause est attribué aux esprits frappeurs.
Dans le Herald du 30 avril, no lit que M. Junius Alcott citoyen respectable d'Utica, s'est pour la mème cause velontairement précipité dans une roue de moulin, qui l'a instanement broyé.
Le Courier and Inquirirer du 18 juin dit que chaque jour les journeaux rapported des exemples de cette horrible influence.» Bizouard, t. 6º, pág. 157.

{(2) Son muchos los ejemplos que pudiéramos citar de respuestas espiritistas contrarias a la verdad católica y a la sociedad. La revista católica Le Correspondant, conocida por sus trabajos serios y severa crítica, decía ya en el número correspondiente al 10 de Agosto de 1852. «Los espíritus dicen que la Biblia es un tejido de imposturas, que todas las religiones son falsas, que los hombres deben proceder a una partición igual de las propiedades, &c., &c.
En una sesión de magnetismo espiritista verificada en Francia con solemnidad y en presencia de muchas personas en 1854, un espíritu evocado e interrogado dio las siguientes respuestas: «El cielo es una cosa imaginaria.-La muerte es nada.-Los malos no serán separados de los buenos.-El alma entra en la inmensidad.»
«Consultado un espíritu, dice Bizouard al historiar una sesión magnética, sobre el magnetismo, sobre el alma, sobre el infierno, &c., responde que el infierno verdadero está en la tierra: el pecador después de su muerte recibe de Dios una ligera reprensión: el culpable habita un lugar de expiación con una sociedad correspondiente a sus gustos; allí se purifica sin padecer nada.» Op. cit., t. VI, pág. 112.
No sería malo que reflexionaran sobre estos pasajes los que en nuestra patria se dedican a la práctica del espiritismo, pretendiendo no solamente pasar ellos por católicos, sino que nada hay en el espiritismo que se oponga a la religión cristiana.}

Luego aquellos fenómenos del magnetismo que, o exceden manifiestamente las fuerzas y medios que para su producción se emplean, o se obtienen mediante la evocación e intervención de espíritus, deben atribuirse a los demonios o espíritus malos.

He aquí ahora nuestra opinión acerca de este difícil [248] problema, cuya solución compleja reasumiremos en las siguientes proposiciones:

1ª En los experimentos y sesiones magnéticas, algunas veces, y acaso con frecuencia relativa, tienen lugar fraudes, colusiones, exageraciones, manipulaciones de prestidigitación, y hasta alucinaciones de la imaginación; pero las leyes del criterio histórico no permiten poner en duda la realidad y autenticidad en muchos casos de los fenómenos atribuidos al magnetismo, tanto vulgar, como transcendental o espiritista. Lo único que racionalmente puede hacerse, es suspender el juicio y poner en duda la realidad de éste o aquél hecho singular, principalmente cuando se trata de fenómenos aducidos y afirmados pocas veces, como la previsión y presciencia de futuros libres, hasta examinar con todo cuidado y rigor si tiene en su favor fundamentos ineludibles de autenticidad.

2ª Los espíritus puros o sea los ángeles buenos y malos, en virtud de la superioridad y perfección relativa de su naturaleza, pueden producir muchos fenómenos y conocer muchas cosas a que no alcanza la inteligencia del hombre en su estado presente de unión con el cuerpo. Como sustancias espirituales puras, simples e inextensas, pueden mover los cuerpos sin contacto cuantitativo; pueden existir y obrar en lugares distantes, si no simultáneamente, al menos en brevísimo espacio de tiempo, porque no están sujetos a las leyes del movimiento local de los cuerpos, consiguientes a la ocupación circunscriptiva de lugar, que las sustancias extensas exigen. De aquí es que pueden, por ejemplo, conocer casi instantáneamente lo que sucede en lugares distantes; pueden producir espectros y apariciones, bien sea cmbinando los fluidos y diferentes cuerpos de la naturaleza, bien sea influyendo sobre los órganos de los sentidos, o alterando el medio; pueden dar respuestas por palabra, por escrito y por señales convencionales, sirviéndose de los órganos y miembros del cuerpo humano, como acontece en los hombres que se denominan mediuns en el espiritismo; pueden producir sonidos armónicos, ruidos, con otros fenómenos análogos; pueden [249] finalmente, conocer las cosas futuras necesarias y libres, pero con la diferencia que el conocimiento de las primeras, entra en la esfera de sus fuerzas naturales y puede ser más o menos cierto y seguro; pero de las segundas, sólo pueden tener un conocimiento conjetural, no cierto o absoluto; porque esto es propio de Dios, único que puede penetrar en lo interior de la voluntad y tener presciencia de sus determinaciones libres. Sin embargo, el conocimiento perfecto que poseen de las causas naturales, de su conexión, de los fenómenos necesarios futuros, y consiguientemente de la influencia de estas causas y efectos necesarios han de ejercer en las determinaciones de la voluntad humana, son causa de que su conocimiento de los futuros contingentes y libres, aunque sin salir de la esfera de conjetural, sea mucho más seguro que el que alcanzar puede el hombre con su previsión y sus fuerzas.

3ª Entre los fenómenos magnéticos hay algunos que, absolutamente hablando, no repugna que sean producidos por causas materiales y humanas, según arriba indicamos; y aunque es difícil determinar con precisión cuáles sean estos, o cuál sea el límite absoluto de la actividad de estas causas, cosa que exige mucho pulso y sobriedad (1), no es menos [250] indudable que algunos de los fenómenos magnéticos, entre ellos el movimiento de elevación y suspensión de mesas de gran peso, sin contacto ni impulso visible de otros cuerpos, hablar lenguas completamente ignoradas, las respuestas orales, escritas, y por golpes convencionales, tan frecuentes en la evocación de los espíritus, la visión y conocimiento de lo que sucede a centenares de leguas de distancia, la predicción de cosas futuras necesarias, contingentes y libres, y otros fenómenos análogos, pertenecientes principalmente al magnetismo transcendental, solamente pueden ser producidos por seres espirituales, y dotados a la vez de una inteligencia superior a la del hombre.

{(1) La historia de las ciencias y los anales de la medicina ofrecen fenómenos y casos extraordinarios, debidos probablemente a ciertos estados morbosos y fisiológicos, en que se desarrollan y manifiestan las fuerzas de la imaginación y del alma de una manera sorprendente; por eso es preciso proceder con suma cautela en esto, y tener además presente que, según santo Tomás, el alma racional, cuando se halla abstraída de las cosas corporales y sensibles, como sucede en el sueño natural, y con más razón en el magnético, adquiere cierta aptitud y facilidad para percibir las impresiones más delicadas de la imaginación, las cuales pasan desapercibidas durante la vigilia; y que también recibe con más facilidad la influencia de los espíritus puros: «Anima, cuando abstrahitur a corporalibus, aptiorredditur ad percipiendum influxum spiritualium [250] substantiarum, et etam ad percipiendum subtiles motus, qui ex impressionibus causarum naturalium, in imaginatione humana relinquuntur, à quibus percipiendis anima impeditur, cum fuerit circa sensibilia occupata... scilicet, percipit tunc etiam modicas impressiones.» Sum. Theol., 2ª cuest. 172, art. I.}

4ª Ni los ángeles, ni las almas racionales pueden ser los autores de estos fenómenos, porque a ello se oponen, entre otras razones; a) lo gratuito de las teorías sobre reencarnación de las almas; b) su oposición e incompatibilidad con la doctrina católica sobre la vida futura; y c) hasta con la doctrina puramente racional de la Providencia y justicia de Dios; d) la santidad de Dios, que no permite a los ángeles buenos obrar cosas extraordinarias, sino por fines justos y necesarios en el orden moral; e) la subordinación perfecta de los ángeles a la voluntad divina, en orden a sus operaciones sobre el mundo corpóreo; f) la inconveniencia de que los ángeles produjeran estos fenómenos a voluntad de los hombres y para satisfacer su curiosidad; g) la inmortalidad, excesos y pecados relacionados con la práctica del magnetismo; y h) finalmente, las doctrinas antireligiosas y antisociales enseñadas por los espíritus.

5ª Luego al menos los fenómenos magnéticos que revelan y exigen la intervención de seres inteligentes, deben [251] su origen a los espíritus malos, es decir, a los demonios; a los cuales permite Dios esta intervención en justo castigo de la vana curiosidad, superstición e incredulidad de los hombres. He dicho al menos, porque dada la intervención del demonio en algunos fenómenos del magnetismo, es posible que intervenga en todos, o por lo menos en muchos de los que, absolutamente hablando y considerados en sí mismos, pudieran ser producidos por otras causas.

6ª Luego la práctica y ejercicio del magnetismo, es ilícita y contraria a la moral cristiana: 1º por los peligros de inmoralidad, pecados, demencia y suicidios a que da ocasión: 2º y principalmente, porque semejante práctica envuelve pacto, o explícito, o implícito con el demonio, o al menos peligro del último, toda vez que es cierto que muchos de sus fenómenos y con especialidad las manifestaciones espiritistas proceden de él. Por eso, sin duda, la inquisición de Roma dice que la práctica del magnetismo es una decepción enteramente ilícita, heretical, y un escándalo contra la honestidad de las costumbres (1). La verdad es que el magnetismo espiritista es una superstición como otra cualquiera, indigna de hombres formales y serios, cuanto más de católicos, por más [252] que sea muy propia de los espíritus incrédulos y racionalistas, en los cuales revela la historia una especie de propensión invencible a la superstición.

{(1) He aquí algunos pasajes de la Encíclica expedida por la Inquisición de Roma sobre el magnetismo: «Etinem compertum est, novum quoddam superstitionis genus invehi ex phoenomenis magneticis... Adeo crevit hominum malitia, ut neglecto licito studio scientiae, potius curiosa sectantes, magna cum animarum jactura, ipsusque civilis societatis detrimento, ariolandi, divinandive principium quodd se nactos glorientur. Hinc somnambulismi, et clarae intuitionis, uti vocant, praestigiis, mulierculae illae gesticulationibus non semper verecundis abrepatae, se invisibilia quaeque conspicere effutiunt, ac de ipsa religione sermones instituere, animas mortuorum evocare, responsa accipere, ignota, ac longunqua detegere, aliaque id genus superstitiosa exercere, ausu temerario praesumunt... In hisce omnibus, quamcumque demum utantur arte vel illusione, cum ordinentur media physica ad effectus non naturales, reperitur deceptio omnino ilicita, et haereticalis, et scandalum contra honestatem morum.»

Al terminar esta discusión del magnetismo, debemos decir que no consideramos completamente destituida de fundamento la opinión de los que sospechan que el magnetismo espiritista, tan difundido y acreditado hoy en las naciones civilizadas, es una preparación más o menos lejana y como una incoación del misterio de iniquidad que se revelará en los últimos días. Lo que no admite duda es que la Escritura nos dice que el hijo de perdición, o sea el Anticristo, según la interpretación general de los Padres y Doctores de la Iglesia, ofrecerá grandes señales y prodigios: dabit signa magna et prodigia. Y san Pablo añade, que «en los últimos tiempos se apartarán algunos de la fe, atendiendo a los espíritus del error y a las doctrinas de los demonios:» Quia in novissimis temporis, discendent quidam a fide, ottendentes spiritibus erroris, et doctrinis daemoniorum. Sobre esta sospecha, sin embargo, está la palabra de Jesucristo cuando nos dice, que ni los ángeles, ni los hombres saben el tiempo o época de la consumación final. [253]

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Zeferino González Filosofía elemental (2ª ed.)
Madrid 1876, tomo 2, páginas 221-252