La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Benito Jerónimo Feijoo 1676-1764

Cartas eruditas y curiosas / Tomo primero
Carta Décimo sexta

Del remedio de la Transfusión de la sangre


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1. Señor mío: ¡Rara novedad! Extraña invención médica es la que Vmd. me participa, a fin de que comunicada por mi mano al Público, y asegurada con la experiencia [150] la certeza de su utilidad, se extienda a todo el mundo el beneficio. Díceme Vmd. le ha ocurrido un remedio, que juzga eficacísimo para casi todas las enfermedades, aun cuando éstas hayan llegado a aquel último infeliz estado, en que los enfermos se consideran próximos a las agonías. Este remedio es la Transfusión de la Sangre de unos cuerpos a otros, de los sanos a los enfermos. Considera Vmd. que casi todas las enfermedades, por lo menos las que más, penden de algún vicio de la sangre, el cual corregido, o quitado, las enfermedades infaliblemente se curarían. El vicio, sea el que se fuere, infaliblemente se quita, despojando sucesivamente al enfermo de toda su sangre, e introduciéndole al mismo tiempo la sangre de algunos cuerpos sanos, la cual se supone carece de aquel vicio que causaba la enfermedad. La maniobra parece a Vmd. fácil, y el remedio no muy costoso: por lo menos fácil a las personas de algunos medios; suponiendo, que no se ha de sacar toda la sangre buena, de que necesita el enfermo, de un cuerpo sólo, porque eso sería quitar la vida a uno para darla a otro, sino de diferentes; quitando a cada uno una pequeña porción, que no hiciese falta; y no faltarían jamás algunos pobres robustos, que vendiesen a bajo precio un poco de sangre para este insigne socorro. Puede añadirse, que aun a algunos de éstos sería útil la extracción de sangre; esto es, a los de suma robustez, o sanidad, si es verdadera la máxima Hipocrática: Bonum habitum statim solvere expedit, ut corpus rursus nutriri incipiat.

2. Yo alabo el buen celo de Vmd. porque en el asunto no tengo otra cosa que alabar. La que Vmd. propone como novedad inaudita, es una vejez caduca; pues ya pasa de la edad centenaria, aunque muchos no la dan más que setenta y seis años de ancianidad, o poco más, creyendo, que Ricardo Lower, Médico Inglés, fue el inventor de la Transfusión de la Sangre, de la cual hizo experiencia pública en Oxford el año de 1665. Pero es cierto, que Andrés Libavio, famoso Médico Sajón, que floreció a los principios del siglo pasado, en un libro suyo la propuso al público, [151] describiendo exactamente el modo de la operación, en la forma misma, que después se practicó en Inglaterra, Francia, y Alemania.

3. Yo estoy en la persuasión de que seguramente se le puede dar mucho mayor antigüedad, fundándome en la natural, y fácil ocurrencia de este remedio. A mí me había venido al pensamiento, siendo aún bastantemente joven; y en atención a que la idea de él no pide alguna meditación ingeniosa, o profunda, pues antes ella, casi por sí misma se presenta a cualquier entendimiento, luego que piense en que los vicios de la sangre causan las más enfermedades: juzgo que no ha habido siglo, en que a centenares, y millares de hombres no ocurriese este modo de curarlas. Acaso se habrá tentado también la experiencia algunas veces en los siglos anteriores; y porque no se logró la utilidad esperada, no se transmitió a la posteridad la noticia.

4. Mas luego que el Médico Lower la hizo pública en Oxford, se repitieron en Inglaterra los experimentos: pero al principio sólo en perros, y otros brutos. Pasó a Francia la noticia, no sólo de las operaciones hechas, mas también de que el suceso había sido feliz por lo común, jactándose entre tanto la arrogancia Anglicana de tan precioso hallazgo, como si fuese suyo. Inmediatamente empezó a controvertirse en Francia la materia con experimentos, y con razones, y la Transfusión tuvo en aquel Reino patronos, y enemigos. Preconizábanla aquéllos como utilísima: éstos la detestaban como perniciosa. Unos, y otros alegaban la experiencia. Debió prevalecer la de la Academia Real, como más segura, y más autorizada.

5. Hizo aquella noble Compañía la tentativa en siete perros. En la primera, el perro que recibía en una de sus venas la sangre, que se le comunicaba de la arteria de otro, murió; y la capacidad del ventrículo derecho del corazón, y de la vena cava superior se hallaron llenas de sangre cuajada. En los otros seis experimentos, el perro que recibía la sangre, siempre se debilitaba mucho; y al contrario, se hallaba bien el que la perdía; lo que en uno, y otro extremo [152] es directamente opuesto a lo que se esperaba de la Transfusión. Añádese en la relación de estos experimentos, que haciendo después disección de los brutos, que habían recibido la sangre de otros, esta sangre ajena se encontraba cuajada, en el corazón, o en las venas; y a ésta causa se atribuyó la languidez, que luego experimentaban.

6. La persuasión a que inclinaba las experiencias dichas, se esforzaba con la natural, y sólida reflexión, de que cada animal, así como tiene su temperamento particular distinto de todos los demás, aún de su misma especie, tiene su textura, y composición particular de la sangre, de modo, que se hace increíble, que se acomode bien para sus funciones a la sangre de otro individuo. Por lo que decía con gracia Mr. Perrault, miembro de la Academia, que era cosa bien extraña, que los hombres pudiesen mudar de sangre, como de camisa.

7. Es verdad, que por la facción opuesta se alegaban algunos experimentos, en que los brutos que habían recibido la sangre de otros, se hallaban muy bien con ella; mas a esto respondían los impugnadores de la Transfusión. Lo primero, que acaso serían de especial, o más que ordinaria robustez aquellos brutos. Lo segundo, que es verisímil, que la sangre se cuajase al momento que entraba en la vena, y así recibiesen una levísima porción de sangre ajena, estorbando aquella poca, que se cuajaba luego, el ingreso a la restante.

8. Etmulero en la Disertación que hizo de Chirurgia Transfusoria, refiere varios experimentos, hechos en distintos Lugares, y Reinos. De cuya colección resulta lo primero, que en la Transfusión de Sangre de unos brutos en otros, aun de distinta especie, los que estaban sanos, y recibieron la sangre, quedaron sanos como antes. Lo segundo, que un caballo de veintiséis años, habiendo recibido sangre de cuatro carneros, cobró más fuerzas, y mayor gana de comer, que tenía antes. Lo tercero, que un perro de trece años, muy débil, y enteramente sordo, habiéndosele transfundido la sangre de un cordero, se puso más fuerte, y cobró [153] el oído; pero con una especie de inversión: de modo, que cuando le llamaban, en vez de ir hacia el que le llamaba, retrocedía, como si oyese en otra parte la voz. Lo cuarto, que habiendo transfundido en un perro sano la sangre de un perro sarnoso, éste sanó, y a aquél no se le comunicó la sarna. Lo quinto, que habiendo quitado a un hombre sano, y robusto diez onzas de sangre, y comunicándole veinte onzas de la sangre de un cordero, quedó sano, y robusto como antes. De experimentos hechos en hombres sanos, sólo éste refiere el Autor. Lo sexto, que los experimentos hechos en hombres enfermos fueron por la mayor parte desgraciados: de modo, que de nueve que refiere, que recibieron sangre ajena, uno sanó enteramente: otro mejoró, aunque no se limpió de la calentura que tenía: otro, que era loco, quedó como estaba, y los seis restantes murieron.

9. Mr. Du-Hamel testificó en la Academia de otro experimento, que él, y Mr. Blondél vieron hacer en la Sociedad Regia de Londres, donde tentaron la curación de otro loco muy robusto, por medio de la Transfusión. Pero hecha ésta, tan loco quedó como era antes; sólo que se le añadió una especie de tema, que no dejaba de tener mucho de racional: y fue, que se cualificaba Mártir de la Regia Sociedad.

10. De la colección de sucesos, que he referido, se debe inferir, que es insigne temeridad usar de la Transfusión para curar enfermedad alguna. Porque, aun permitiendo, (y es mucho permitir) que los experimentos referidos por Etmulero, merezcan igual fe, que los de la Academia; lo que se saca del cúmulo de unos, y otros es, que de los animales sanos, así hombres, como brutos, unos se deterioran con la Transfusión, otros no; que de los brutos enfermos sanan algunos: pero de los hombres enfermos mueren los más: luego, respecto de nuestras enfermedades, antes se debe juzgar la Medicina transfusoria perniciosa, que útil. Y éste fue sin duda el juicio, que según se refiere en el primer Tomo de la Academia de Mr. Du-Hamel, después de bien considerado todo, hizo el Parlamento de París: pues por Decreto suyo prohibió el uso de ella, como remedio inútil, y pernicioso. [154] Y lo que es más, parece que ya todo el mundo Médico, y Quirúrgico hizo el mismo juicio: pues ya ni se lee, ni se oye, que en alguna parte se practique la Transfusión.

Por tanto, es menester que Vmd. sin pensar más en la Transfusión, discurra en otra cosa, que por su utilidad sea digna de que yo la comunique al Público. Entretanto quedo a su obediencia, &c.


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{Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), Cartas eruditas y curiosas (1742-1760), tomo primero (1742). Texto tomado de la edición de Madrid 1777 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo primero (nueva impresión), páginas 149-154.}


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