La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Benito Jerónimo Feijoo 1676-1764

Cartas eruditas y curiosas / Tomo segundo
Carta Nona

Experimentos del remedio de Sufocados,
propuesto en el Tomo V del Teatro Crítico, Disc. VI.
Y virtudes nuevas de la Piedra de la Serpiente


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1. Mi venerado dueño: La noticia que V.S. me comunica de haber el Abogado Don Domingo Carraza salvado la vida, y aun en la apariencia resucitado en esa Ciudad al ciego Pescador, después de hora, y media de ahogado (que este espacio de tiempo me parece se colige de la Carta de V.S.) mediante las instrucciones, que para casos semejantes publiqué en el quinto Tomo del Teatro Crítico, Discurso VI, desde el n. 45, [120] me ha causado especialísimo placer; no ciertamente por la gloria, que me podría resultar de deberse a mis Escritos tan no esperada curación, y otras muchas del mismo género, que acaso se habrán logrado ya en otras partes, o por lo menos probabilísimamente se puede esperar para adelante con el excitativo de ese ejemplar, y de otro, de que también tengo noticia; sí sólo por el interés, y utilidad pública en una materia, que es de la suprema importancia.

2. La complacencia que me motivó la noticia de V.S. se me duplicó luego, dándome ocasión ella misma para que la tuviese de otro caso de la misma especie (este es el ejemplar que apunto arriba) sucedido en la Ciudad de Estella, distante, a lo que entiendo, no más que seis leguas de esa Ciudad. Es el caso, que habiendo yo divulgado aquí la venturosa restitución del ciego, por lo que a todo el mundo conviene que esto se divulgue, dos Colegiales Theólogos, que ahora hay en este Colegio, y antes oyeron Artes en el de Hirache, vecino, como V.S. no ignora, a la Ciudad de Estella (Fr. Pedro Maza, y Fr. Luis Serrano, hijo aquel del Monasterio de Cardeña, y éste del de Sahagún), refirieron como estando ellos en Hirache, una niña ahogada en la expresada Ciudad de Estella, después de una hora, cuando, ya no pensaban sus padres, sino en llorarla, y enterrarla, por la caritativa aplicación de un Caballero aficionado a mis Escritos, y que tenía muy presente lo que para el recobro de los ahogados estampé en el lugar citado arriba, fue felizmente revocada a la luz.

3. Pero me añadieron los dos Colegiales una circunstancia fuera de mi expectación. Y es, que dicho Caballero, fuera de los fomentos, o aplicación al fuego, y positura del cuerpo pendiente inversamente, hizo inspirar aire a la niña por el canal de la áspera arteria: diligencia, que yo siguiendo al Tozzi, sólo prescribo se practique con los ahorcados, o de otro cualquier modo sufocados por compresión de las fauces. Acaso fue este [121] un mero aditamento de sufragio por modo de supererogación, aun que no me atreveré a asegurar, que en todo género de sufocación no puede ser útil: así yo aprobaría, que en todos casos se usase de la insuflación, no correspondiendo pronto el efecto a las demás diligencias; pero tomando bien las medidas, a fin de que el aire se comunicase a la áspera arteria, para encaminarle al pulmón, y no al esófago, o conducto del estómago, lo que haría más daño, que provecho; y es muy fácil la equivocación en esta materia, por estar tan inmediatos los orificios de las dos canales.

4. Dejado ya este asunto, vamos Amigo, y Señor, a otro de no menor importancia. Sepa V.S. que recogiendo las noticias, que algunos sujetos fidedignos me dieron, hice poco ha un descubrimiento Médico, no sólo de igual, pero aún de mayor utilidad, que la invención para recobrar los ahogados.

5. Creo tendrá V.S. muy presente lo que en el segundo Tomo del Teatro, Disc. II, num. 52, escribí de la virtud de la Piedra de la Serpiente contra las mordeduras de sabandijas; y que ésta, llamada Piedra, no lo es, sino un pedazo de cuerno de Ciervo tostado. Esta noticia se adquirió en este País por un Religioso Franciscano, venido de la América, a quien amigablemente descubrió este secreto un Chino, que vendía estas piedras, después que el Religioso le compró todas las que después de otras ventas le habían restado. Esparcida aquí esta noticia, muchos se aplicaron a la formación de dichas Piedras (que este nombre les conservaré, conformándome a la costumbre) y ha sido mucho, y felicísimo el uso de ellas; pues se me aseguró varias veces por testigos oculares de sus operaciones sobre los mordidos de culebras, que en ninguna se le ha visto falsear.

6. Pero mucho más que han mostrado los experimentos de este País; y es, que no sólo es antídoto esta Piedra contra la ponzoña de serpientes, escorpiones, &c. mas también cura de otros accidentes igualmente funestos, [122] y que comúnmente se reputan incurables. Este es el descubrimiento, que he encarecido a V.S. por muy precioso, como en efecto lo es. De modo, que es prodigiosa la extensión de virtud de esta Divina Piedra, como manifestarán a V.S. los experimentos siguientes, que me han certificado personas dignas de toda fe.

Experimento I

7. En el distrito del Concejo de Onís se padeció uno de los años pasados la epidemia de unos carbunclos pestilenciales, que infaliblemente llevaban a la sepultura a los que eran atacados de ellos. Hablando un Cirujano, que asistía como podía a los enfermos, con Don Antonio Duque, Caballero principalísimo de aquel Partido, sobre tal estrago, y afirmándole, que aquellos carbunclos eran sin duda venenosos, pues nadie escapaba, le dijo Don Antonio, que tenía una Piedra de experimentada eficacia contra toda mordedura venenosa, y acaso tendría también virtud contra aquella distinta especie de veneno. Sobre éste, al parecer levísimo fundamento, se fue aplicando la piedra a muchos infestados de los carbunclos, y todos sanaron, muriendo al mismo tiempo todos los que no lograron este beneficio.

Experimento II

8. En las cercanías de Villaviciosa, Lugar distante siete leguas de esta Ciudad de Oviedo, fueron mordidos dos hombres por un lobo rabioso. El que más padeció esta hostilidad, porque fue herido, no sólo en una, sino en distintas partes, acudió a un Caballero de aquella Villa, llamado Don Pedro de Peón, el cual, sobre otros bellos talentos, de que es adornado, posee un conocimiento nada vulgar en materia de Medicina; preguntándole, ¿qué remedio podría aprovecharle? No ignoraba dicho Caballero, que cuantos se leen en los libros para la hydrofobia, o mal de rabia, cada día se experimentan inútiles; y acaso sabría también, que el célebre [123] Boerhave los desprecia todos, afirmando, que aún no se ha descubierto alguno, que lo sea para esta horrible dolencia. Así le dijo al herido, que no sabía, remedio alguno para su mal; pero nada se aventuraba en probar en él unas Piedras, que tenía, con que se curaban las mordeduras de las culebras, y otras sabandijas venenosas. En efecto las aplicó una en cada herida. Sin más diligencia se curó perfectamente; y el compañero, que había sido menos herido, rabió, y murió.

Experimento III

9. Otro hombre, mordido de un perro, que se creía rabioso, se curó del mismo modo. Pero parece que no hubo entera certeza de la dolencia del perro.

Experimento IV

10. A la criada de un Cura de las cercanías de esta Ciudad sobrevino un tumor rebelde en una rodilla, que la dejó inútil para el servicio, por lo cual el Cura la despidió. Poco después fue mordida de una culebra en la parte entumecida. Aplicó la Piedra; y lo singular fue, que no sólo fue expelido el veneno, mas también deshecho el tumor.

Experimento V

11. El Ilustrísimo Señor Obispo de Mondoñedo D. Fr. Antonio Sarmiento de Soto-Mayor, siendo General de nuestra Congregación, después de padecer muchos días, al visitar los Monasterios de este País, los dolores de un grano, o tumorcillo de mala condición (acaso sería alguna especie de carbunclo), sin que aprovechasen varios remedios, que le aplicaron, con el uso de la Piedra convaleció en breve tiempo.

12. Siendo los alegados experimentos verdaderos, como yo los juzgo, no me negará V.S. que este descubrimiento es mucho más estimable, que el esperado, y desesperado de la Piedra Filosofal; y que en el cuerno [124] de Ciervo tenemos una cornucopia verdadera, y real, harto más preciosa que la fingida de Amaltéa. Acaso en las astas de este medio doméstico bruto logramos todas las virtudes, y aún más que las que se atribuyen a la del Unicornio.

13. V.S. que es buen Filósofo, podrá resolver algunas cuestiones, que ocurren sobre los casos referidos. v. gr. Si la malignidad del carbunclo pestilente proviene de veneno propriamente tal, análogo en alguna manera al de las sabandijas venenosas, respecto de que cede al mismo remedio. Si se puede discurrir, que el tumor de la mujer, que se curó con la aplicación de la Piedra (lo mismo digo de otros tumores semejantes a aquel), proviniese de algún fermento venenoso, a cuya sospecha da lugar, no sólo el verle curado con un contra veneno; mas también el que las mordeduras de las sabandijas venenosas causan grandes entumecimientos. Finalmente, si la experiencia de curarse con la Piedra, así las mordeduras de culebras, y víboras, como el mal de rabia, se opone a la opinión común de que aquel veneno es coagulante, y éste disolvente; pues no parece verisímil, que venenos diametralmente opuestos en las calidades, cedan a un mismo antídoto.

14. El modo que aquí se observa en la aplicación de la Piedra, es picar con un alfiler en el sitio de la mordedura, de modo qeu se descubra algo la sangre: al momento se aplica la Piedra, la cual se pega luego, y se deja estar pegada hasta que espontáneamente se despega, lo que se tiene por seña de haberse disipado el veneno. Para despegarse no hay periodo fijo. Tal vez se despega dentro de dos días, y tal tarda hasta doce, catorce, y aún más.

15. Preténdese comúnmente, que después que se despega, debe lavarse, unos dicen con agua tibia, otros con vino, otros (y esto es lo que más vulgarmente corre) con leche. Etmulero, que (Tom. 3. in Zoología, v. Serpens) trata de esta Piedra (en efecto la tenía por tal, [125] creyendo como los demás el embuste de los Bracmanes), y la llama Imán de los venenos, Magnes venenorum, aunque ignoraba su extensión a otros venenos, que los que se comunican mediante la mordedura de las serpientes, da por sentada la regla de que después de despegada, se eche en leche, en la cual, dice, suelta el veneno chupado, y hecho esto se repita su aplicación; en cuyo caso, si han quedado en el cuerpo algunas reliquias del veneno, se pegará de nuevo; y si no se pega, es señal de que todo se ha extirpado. Sobre que el veneno se comunica a la leche cita a Othon Tachenio, que testifica, que habiendo dado a un perro la leche, en que se había infundido la Piedra, después de haber extraído con ella el veneno de otro perro mordido de una víbora, fue la leche veneno tan mortífero para aquél, como la mordedura lo había sido para éste. Pero yo dudo mucho de la verdad de este hecho, porque consta de muchos experimentos, que el veneno de la víbora sólo tiene la eficacia de tal, comunicándose a la sangre, mediante la disrupción que hace en las venas capilares la mordedura.

16. Por otra parte he oído a sujeto, que puedo observar varias curaciones hechas con la Piedra, que una misma sirve para curar diferentes heridos, sin la precaución de lavarla, ni con leche, ni con otro licor. Es muy verisímil, que el hálito venenoso, que chupó la Piedra, por el continuo impulso del ambiente tenues evanescat in auras. Mas al fin, siendo tan fácil, y en que nada se aventura, el lavatorio de la leche, soy de parecer que se use por lo menos hasta experimentar si es verdad lo que afirma Tachenio, que aquella leche es venenosa; o lo que añade Etmulero (supongo que por haberlo oído) que la leche, en que se infunde la Piedra, muda el color, pasando de blanca a lívida. Pero también aconsejo, que extraída de la leche, se lave de nuevo con agua caliente, para mundificarla de la grasilla láctea, que, introducida en sus poros, podría minorar su virtud absorvente. [126]

17. Por no hacer más fastidiosa esta Carta, reservo para otra, y para otro Correo explicar mi dictamen sobre lo que V.S. discurre en orden a la incombustibilidad del Amianto.

Nuestro Señor guarde a V.S. muchos años. Oviedo, &c.

Apéndice primero a la Carta antecedente

18. El Padre Jacobo Vaniere, en el lib. 3. de su elegante Poema del Praedium rusticum, comparable a las Geórgicas de Virgilio, habla de la Piedra de la Serpiente, siguiendo la vulgarizada opinión de que es Piedra, que viene del Oriente; pero la descripción, que hace de ella, muestra, que las que vió no eran otra cosa, que trozos de cuerno tostado. Suyos son los siguientes versos:

Est lapis Eoo nuper delatus ab orbe,
Subniger, & levior, Serpentum nomine dictus,
Quem, si tecum habeas, secura innoxius angues
Iam poteris tractare manu. Serpentis ad ictum
Applicitus Lapis in sese trahit omne venenum,
Quod removit, vel aqua mersus, vel lacte tepenti.
Quin & mortiferam Lapis idem sugit ab altis
Vulneribus tabem, plagaeque tenacius haeret,
Ebrius exhausta sanie, dum labitur ultro.

19. La edición que tengo del Poema del Padre Vaniere es la segunda, que se hizo el año de 1730, aumentada, y corregida por el Autor. Tan poco ha se ignoraba aún en Francia, y acaso se ignora aún ahora, el que la decantada Piedra de la Serpiente no es Piedra, ni droga, más Oriental, que Occidental, sino originaria en todo País donde haya Ciervos. Las expresiones subniger, & levior, bien se ve que cuadran perfectamente [127] a los trocitos de cuerno de Ciervo tostado.

20. Sé que algunos de aquellos, que están siempre a favor de las opiniones preconcebidas, por más que se les muestre su falsedad, casta de gente de que abunda mucho el mundo, a quienes más fácilmente arrancarán de la cabeza los sesos, que los errores añejos, que han metido en ella; aún después de ver lo que en el segundo Tomo del Teatro he escrito en orden a la Piedra de la Serpiente, quieren mantener como verdadera la noticia de que es Piedra, que se cría en la cabeza de una Serpiente de la India; a lo cual dicen no se opone, que el cuerno de Ciervo tostado sea un antídoto equivalente a ella; de modo, que, según estos, se pueden dividir las Piedras de las Serpientes naturales, y facticias, o contrahechas.

21. Pero esto se dice sin fundamento alguno, y aun contra fundamentos positivos, que persuaden lo contrario, cuales son la noticia que dio el Mercader Chino al Religioso Franciscano, y la perfecta semejanza de las que se ostentan como Piedras venidas de la India con las que se hacen del cuerno del Ciervo.

22. Discurro, que Cneofellio, Autor Médico, que cita Etmulero, llegó a saber, que adquiriese este conocimiento por observación suya, o por noticia derivada de otro, que el cuerno de Ciervo es la verdadera Piedra de la Serpiente, fundándome en que dice Etmuleo de él, que hizo una Piedra Serpentina artificial, semejantísima a la natural: Lapis Serpentinus, seu Magnes venenorum artificiales, naturalli illi simillimus confectus fuit a Cneofellio. Una perfecta semejanza, cual es la que significa el superlativo simillimus, naturalmente excita la idea de que no hay sólo semejanza, mas identidad específica, no habiendo alguna evidencia en contrario; ni nosotros tenemos comúnmente otra prueba de que dos individuos están contenidos debajo de la misma especie, sino el verlos perfectamente semejantes. Así es razonable la conjetura de que Cneofellio llegó a [128] saber lo que ahora por acá sabemos; esto es, que las Piedras serpentinas, que se dicen extraídas de ciertas Serpientes Orientales, no son otra cosa, que trozos de cuerno de Ciervo tostados. Pero ocultó la noticia, y dejó al mundo en el error en que estaba; lo que se debe atribuir, o a la damnable vanagloria de poseer él solo un secreto utilísimo, o a una execrable avaricia, o simultáneamente a uno, y otro. Siendo él solo sabidor del secreto, podría vender su Piedras facticias a duplicado, y aún centuplicado precio del coste que le tenían; y aun cuando le moderase a duplicado, o triplicado, siempre sería considerable la ganancia, porque no podían menos de acudir muchos compradores a remedio tan importante; y al mismo tiempo adquirida la reputación, tan estimable para un Médico, de haber descubierto un remedio utilísimo, ignorado de todos los demás Profesores. Tanto es lo que muchos hombres desatienden el bien público, cuando éste obsta a su interés particular. ¡Oh depravación insigne del corazón humano!

Apéndice II

23. Acuérdome de haber leído en Etmulero, que hay Autores que dicen, que todos los cuernos de cualesquiera animales tienen virtud alexifármaca, y no lo contradice el mismo Etmulero: Sunt etiam qui putant, omnia omnium animalium cornua habere vim alexipharmacam (Tom. 3. in Zoologia, v. Bos.) Acaso esto será verdad, y por falta de aplicación a la experiencia, comúnmente se ignora. ¡Oh cuántas cosas verdaderas, y útiles he encontrado yo en algunos Autores Médicos, de que no hacen caso, o se les pasan por alto a los Profesores, los cuales ordinariamente no buscan en los libros de su Facultad sino fórmulas de recetas! Habiendo hallado yo en Lucas Tozzi el remedio para recobrar a los ahogados, aún pasada más de una hora después de la sufocación, le publiqué en uno de [129] mis libros, y la experiencia ha mostrado su utilidad. Discurro que antes que publicase yo dicho remedio, había más de doscientos Médicos en España, que tenían las Obras de Lucas Tozzi. ¿Cómo ninguno me previno, o se me anticipó en una cosa de tanta importancia? Caso que dudasen de la eficacia del remedio, ¿qué se aventuraba en proponerle, brindando a la experiencia, o en experimentarle, cuando los objetos, en quienes se ha de experimentar, ya se reputan por muertos?

24. Si separaveris pretiosum a vili, quasi os meum eris, dijo Dios por Jeremías, cap. 15. Esto quisiera yo que hicieran los Médicos en sus Autores. Pero no buscan en ello, ni hacen caso, sino de aquello, que es conforme a las preocupaciones adquiridas en la Aula, y en la Pasantía, despreciando no pocos excelentes documentos suyos, sólo porque son opuestos a aquellas preocupaciones.

25. Ni esto se entienda de todos los Autores Médicos, en cuya Facultad, como en todas las demás, los más de los Escritores son unos meros copistas de los que los precedieron, y copistas ínfimos, no por malicia, sino por falta de penetración de la misma doctrina que pretenden copiar; de modo, que transcriben mal lo que hallaron escrito bien. El estudio, y la elección, de que hablo, se ha de hacer en aquellos Autores, en cuyas plumas inspiró superior juicio, y numen original, como un Valles, un Sennerto, un Ballivio, un Sidenhan, un Boerhave, un Etmulero, y otros, a quienes el común consentimiento de los Facultativos de varias Naciones asegura bien fundados sus créditos.

26. Volviendo a lo que movió esta digresión, digo, que propongo al Público aquella opinión de que todo cuerno tiene virtud alexifármaca, con el fin de que algunos empleen bien el ocio que gozan, examinándola a la luz de la experiencia, la que hallada verdadera, sería muy útil para la gente pobre, que sin gastar un cuarto, hallaría en todas partes un antídoto seguro. [130]

27. Acaso esa multitud de pequeños pedazos, que se venden por trozos de cuerno de Unicornio, y cuya virtud encarecen sus dueños, son de distintas bestias, homogéneas todas en cuanto a la virtud con los del Ciervo, y del Unicornio; y la creencia de que sólo en éste existe la virtud alexifármaca, hizo aceptarlos todos por despojos de Unicornios.

Apéndice III

28. Un sujeto, que tiene muchas noticias de la eficacia de la Piedra de la Serpiente, me dijo, que es más segura la virtud, tostándolas mucho, hasta que se pongan enteramente negras. Pero el Padre Vaniere no la describe enteramente negra, sino que tira a negra, o nigricante. Yo he visto de unas, y otras, y creo que todas son eficaces. Para más seguridad se pueden tener prevenidas de ambos géneros. En cuanto al tamaño, basta que tengan la circunferencia de un real de plata, con triplicado grueso por el centro, que hacia las extremidades se vaya disminuyendo sucesivamente.


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{Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), Cartas eruditas y curiosas (1742-1760), tomo segundo (1745). Texto tomado de la edición de Madrid 1773 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo segundo (nueva impresión), páginas 119-130.}


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