La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Benito Jerónimo Feijoo 1676-1764

Cartas eruditas y curiosas / Tomo segundo
Carta XXIX

Hecho, y derecho
en la famosa cuestión de las Flores de S. Luis del Monte


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Prólogo

1. El Ilustrísimo Señor Don Juan Avello y Castrillón, dignísimo Obispo de Oviedo, a quien, con sumo dolor de todo este Principado, arrebató poco ha Dios de nuestros ojos; en virtud de la segunda información, que de orden suyo se hizo el presente año de 1744 sobre el asunto de las Flores de San Luis, tenía enteramente resuelto, como pudo hacer constar con buenos testigos, revocar, y anular auténticamente la aprobación, que había dado de milagrosa a la aparición de dichas Flores, fundado en la información hecha el año antecedente; y efectuando esto, tenía yo determinado hacerlo público para desterrar, y precaver el supersticioso culto (tal le juzgo), que muchos dan a estas llamadas Flores. Pero habiéndose detenido su Ilustrísima en consultar a algunos Doctos de primera magnitud de Madrid, y Salamanca, sobre el modo, orden, y método, que debía observar en tan delicado negocio, antes de llegar a la ejecución, le llevó Dios para sí; lo que me puso en [357] la necesidad de manifestar al Público todo lo que pasó en este asunto, haciendo sobre los hechos todas aquellas reflexiones, que pueden dar luz para aclarar la verdad.


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Asunto de la Cuestión
§. I

2. En este Principado de Asturias, dentro del término del Concejo de Cangas, y a tres leguas de distancia de la Villa de este nombre, hay una Ermita dedicada al glorioso San Luis, Obispo de Tolosa, hijo insigne de la Religión Seráfica, cuya Fiesta se celebra el día 19 de Agosto, y este día concurre todos los años a solemnizarla gran número de gente de los Pueblos comarcanos. Es fama derivada de tiempo inmemorial, que el día expresado anualmente se repite, sin interrupción alguna el prodigio de la producción milagrosa de cierta especie de Flores dentro de aquella Ermita; dando motivo para tenerla por milagrosa el creerla instantánea, y propia privativamente de aquel día, y de aquel sitio, bien que en cuanto a la circunstancia del tiempo varía la fama bastantemente aun dentro del País. Unos dicen, que aparecen las Flores, no sólo el día de la Fiesta, mas aun el antecedente; esto es, desde las primeras Vísperas, hasta las segundas; otros, que todo el día de la Fiesta, con exclusión de la víspera; otros, que sólo desde que se celebra la primera Misa, hasta la última inclusive; y otros en fin, que sólo al celebrarse la Misa cantada: opinión que prevaleció más en otro tiempo que ahora como luego se verá. [358]


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Relación que hacen de este Prodigio los dos famosos Historiadores de la Religión Seráfica, el Padre Wadingo, el Ilustrísimo Cornejo, y otros
§. II

3. La relación de Wadingo, que trata del caso al año 1298, num. 23 es como se sigue: Atque illud mihi videtur singulare, & digne celebrandum perpetuum prodigium quotannis patulum, & manifestum, quod in monte quodam in Principatu Asturiae, sub ditione Oppidi Cangas, Diocesis Ovetensis, in Hispania, in Oratorio, seu Ecclesiuncula in honorem Santi Ludovici exaedificata, ipso die, quo eius festum celebratur, concurrente ex vicinis oppidulis, & per illum montem constitutis domiciliis, freqüente populo, dum Missa celebratur, statim germinant circum circa parietes, & in ipso ostio, & vectibus ferreis, & clavis, quidam admirandi flores, quibus similis nullibi conspiciuntur, aspecto iucundi, qui tamen, expleto Sacrificio, marcescunt. Decerpuntur dum virent a devoto populo, & pie reservantur ad morbos varios depellendos. Frequentem habui in Hispania hec de re cum oculatis testibus sermonem, in qua enarranda constanter convenerunt, atque a viro gravi, & docto, qui quatuor dierum itinere illuc abiit, huius rei dumtaxat conspiciendae gratia, Historiam, Notarii publici manu scriptam acceptae ab aliis relationi omnino conformem accepi.

4. El Ilustrísimo Cornejo, en la parte 3 de su Crónica, lib. 2, cap. 22, dice así: Una de las maravillas más portentosas es la que todos los años se registra de todos los que concurren a su Fiesta (de S. Luis) en el día que la celebra un Pueblo de Asturias, en el Valle de Cangas, Obispado de Oviedo, en nuestra España. Hay aquí una devota Ermita consagrada a este Santo Obispo. Concurren el [359] día 19 de Agosto a la celebridad de su Fiesta todos aquellos Pueblos comarcanos. Sucede, que al punto que se empieza a cantar la Misa, brotan por las junturas de las piedras de las paredes, por los resquicios de las puertas, y ventanas, por las mismas cerraduras, y cerrojos unas Flores, admirables, que no se sabe de qué género sean; porque en la variedad hermosa que produce de flores el campo ninguna es a esta Flor semejante. Son hermosas a la vista, y de suave olor, y todas en acabando su Misa se marchitan. Cógenlas con devota codicia cuando están verdes, y lozanas en el tiempo que dura el Sacrificio de la Misa, y se guardan con cuidado, porque son medicinales, y con su aplicación se ven admirables curaciones. A nuestro Wadingo le hizo tanta admiración este milagro, que antes de darle a la estampa habló con muchos, que como testigos de vista depusieron de él; y no asegurándose, negoció con un Religioso grave, que fuese de propósito a las Asturias, estando él en Coimbra, y se hallase presente este día, examinase lo que hay en este particular, y todo lo que pusiese auténtico con testimonio de Notarios Apostólicos, y Escribanos Públicos, como lo hizo, y halló ser así, como queda referido. Esta misma averiguación han hecho otros; y en la verdad ninguna diligencia sobra para contestar tan singular maravilla.

5. El Maestro Gil González Dávila es un Autor, que frecuentemente se cita a favor de este prodigio; bien que no hace más que referirse a la narración que hace de él el Señor Don Sancho Dávila, Obispo de Jaén, en el lib. 3 de la Veneración de las Reliquias, cap. II. Ni tengo esta Obra, ni la del Maestro Gil González. Pero transcribiré sus palabras de la Traducción Latina, que hacen de ella los Jesuitas de Amberes en las Actas de los Santos del mes de Agosto, Tom. 3, die 19, §. 13, num. 128. In nostra Hispania in Episcopatu Ovetensi, in tractu Galleciae finitimo in altis quibusdam montibus extat quoddam Eremitorium Santi Ludovici Episcopi Tolosani, filii Caroli Siciliae Regis, Religiosi Sancti Francisci, cuius [360] festum celebratur die 19 Augusti cum magno populi concursu, qui venit ad visendum eius lipsanum sacrum: & in Missa, quae ibidem celebratur isto die, incipiunt statim prodire per altare, & circum illud multa lilia caerulea, quibus totus locus ille vestitur. Y poco más abajo: De hoc miraculo ad Santissimum Papam Clementem VIII testimoniun fuit conductum, & ego (ait Episcopus) illud habeo a Fratre Francisco de Sosa, Canariense Episcopo, qui dum Generalis esset Ordinis Santi Francisci, illius veritatem probabit. De modo, que Gil González Dávila no hace más que transcribir la que escribió el Obispo de Jaén, y éste parece que sólo estriba en el testimonio del Ilustrísimo Sosa, General de la Orden, y Obispo de Canarias.


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Descríbense las cuestionadas Flores
§. III

6. Son éstas pequeñísimas. No pienso que las mayores excedan la cabeza de un alfiler. Representa cada una un ramilletico compuesto de varios cuerpecitos, a quienes dan el nombre de las hojas, pero realmente su figura es de capullos, o minutísimas bolsitas, que al principio parecen cerradas, y con el tiempo se abren, y aun se dividen algo más unas de otras. Penden todas de un hilo, o pedículo largo, como la mitad del ancho de un dedo. He dicho que penden, porque ninguna se halla erguida, o levantada mirando al Cielo. Todos los pedículos están pendientes, o inclinados hacia la tierra; aunque arrancados, y fijado el pie en oblea, cera u otro cualquiera cuerpo viscoso, se sostienen, y sostienen la levísima Flor, según la positura que quieran darles. El pedículo, aunque es tan delgado como un cabello, se compone de varios sutilísimos hilos, que saliendo divididos del cuerpo adonde nacen, a cortísima distancia se [361] unen, y enroscan unos sobre otros en forma de cordel, prosiguiendo de este modo, hasta que a corta distancia de los capullos vuelven a dividirse, y termina cada uno en distinto capullo. De toda esta fábrica, en la forma, que va explicada, nos enteramos con la mayor exactitud una tarde en mi Celda el Doctor Don Policarpo de Mendoza, Provisor de este Obispado, Don Francisco Santos Calderón de la Barca, Fiscal de la Real Audiencia de Oviedo, Don José Alvaro de Puga, Alguacil Mayor de la misma, y yo, registrando las Flores, y sus pedículos, ya a simple vista, ya ayudándola con microscopios. Son estas Flores, por lo común, blanquísimas, a excepción de una, u otra muy rara, que tira a verde, o verdinegra. Entre muchas, que he visto, sólo una hallé de este último color. No sé si es accidental, comunicado de cuerpo extraño, o es propio de la Flor en determinada edad.


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Origen, y causa de la cuestión
§. IV

7. Habrá como cuatro, o cinco años, que Don Juan Pérez Román, vecino de la Villa de Brozas en Extremadura, escribió a su amigo, y mío Don Diego de la Gandara Velarde, siendo el asunto de la Carta pedirle, que pues me tenía tan a mano, procurase saber con toda distinción mi dictamen en orden a la aparición de las Flores de San Luis del Monte, y le avisase de él, suponiendo, que estando dentro de este Principado la Ermita, donde se dice verse esta aparición, no dejaría de estar informado de sus circunstancias, y haciéndome al mismo tiempo la merced de creerme bastantemente hábil para hacer recto juicio del fenómeno. Hizo Don Diego conmigo la diligencia encomendada; y yo, después de tomar las noticias que puede al intento, dí a Don Diego por escrito la respuesta, que después se imprimió, y [362] se halla estampada en mi primer Tomo de Cartas, página 270, para que la remitiese, o su asunto a su curioso amigo. Lo que me pareció conveniente advertir aquí, para desengañar a algunos, que han creído, o querido creer, que esta respuesta fue de pura idea, y la pregunta fingida, a fin de estampar lo que quise escribir por mero capricho. Don Diego de la Gandara está vivo, y sano, y saben todos los que conocen a este Caballero, que no es hombre capaz de entrar en alguna colusión conmigo, ni con nadie para la más leve ficción. Acaso vivirá también Don Juan Pérez Román, en cuyo caso podrá también deponer de la verdad.

8. Aunque estaba yo muy lejos de pensar, que haciendo pública esta Carta, podía incurrir la ofensión de nadie, no mucho tiempo después de divulgada supe, que había incurrido la de muchos (bien que estoy siempre firme en la persuasión de que no merecí incurrirla). Porque ¿quién puede darse por ofendido de ella? ¿El mismo Santo Obispo, a quien se atribuye el prodigio, o sus Hermanos, o devotos por él? ¿Por qué? Ni los Santos, ni sus sólidos devotos quieren que se les atribuyan milagros falsos; por consiguiente, no pueden llevar mal que se les dispute la existencia de tal o tal prodigio, pues esto naturalmente ha de parar en confirmar la existencia, si fuere verdadero, o disipar la ilusión, si fuere falso, y uno y otro es santo, y bueno. Dése norabuena que yo hubiese errado. Nadie dirá, en vista de los testigos que cito en mi Carta, que me moví ligeramente para el juicio, que hice.

9. Pero ya, aunque tarde, vine a saber el motivo del sentimiento por lo que leí en una Carta, dictada por cabeza muy respetable, y firmada de buena pluma, en la cual se enunciaba, que era interesada en la honra, y crédito de los Historiadores de la Religión de San Francisco, especialmente de su gran Analista Lucas Wadingo, en que se averiguase la verdad sobre este punto. Esto es decir, que quien niega el milagro cuestionado [363] vulnera la honra, y crédito de los Historiadores de la Religión Seráfica. Leílo, digo, en Carta dictada por cabeza muy respectable; y aun por eso lo extrañé mucho. Refieren el milagro de las Flores los dos famosos Historiadores Franciscanos, Lucas Wadingo, y el Ilustrísimo Cornejo. De uno, y otro he leído lo bastante para hacer digno concepto de su mérito. El Ilustrísimo Cornejo es bueno, y muy bueno, por más que un Moderno Español, a quien ningún Escritor Español agrada, haya (contra toda razón) dicho que ignoraba las leyes de la Historia, y que sólo alaban sus Obras los imperitos (Véase el Diario de los Literatos de España, tom. 3. pag. 246.) El Padre Wadingo, no sólo es bueno, y muy bueno; es grande, insigne, excelente, admirable, y por decirlo de una vez, es un Autor, a quien Dios dotó de cuantas cualidades se requieren para constituir un perfecto Historiador. ¿Pero era infalible? Eso no. ¿Era capaz de ser engañado? Eso sí. ¿Luego qué injuria se le hace en creer, que inculpablemente padeció error en uno, u otro hecho histórico? Sería prodigio inaudito, y aun no interviniendo asistencia particular del Espíritu Santo, absolutamente increíble, que un hombre, que escribió ocho libros grandes de Historia, siempre acertase con la verdad. Ni Lucas Wadingo, ni el Ilustrísimo Cornejo vieron el prodigio. El Señor Cornejo transcribe lo que dice Wadingo, como se ve claro en el cotejo de los pasajes citados arriba. Wadingo escribe lo que oyó a muchas personas en España, y lo que oyó a un Varón grave, y docto, confirmado con el testimonio de un Notario Público. Abajo se verá cómo, y por qué, en orden a este hecho, y así el Varón grave, y docto, como el Notario es facilísimo que padeciesen error. Lo mismo digo de los otros testigos oculares, que informaron a Wadingo. Acaso el Ilustrísimo Cornejo tuvo presentes las circunstancias por donde cabe mucha falencia en el examen de este hecho, cuando dijo que ninguna diligencia sobra para contestar tan singular maravilla. Como [364] quiera, esta advertencia es digna de la sinceridad, y buena crítica de aquel discretísimo Prelado.

10. Pero fuese concebida con poca, o mucha razón, como injuriosa a los Historiadores de la Religión Seráfica, la Carta, que yo había estampado, se trató por parte de la Religión de vindicar su honor, solicitando nueva información del milagro. Para cuyo efecto, el Reverendísimo P. Maestro Fr. Vicente González, Doctor Teólogo, Catedrático de Prima de la Universidad de Salamanca, y dignísimo Provincial de San Francisco de la Provincia de Santiago, dirigió sus Letras Patentes al Padre Predicador Apostólico Fr. Francisco Casimiro González, Guardián del Convento de San Francisco de la Villa de Tineo, dadas en el Convento de San Francisco de Benavente en primero de julio de 1743, de que me pareció transcribir lo que se sigue para los efectos, que abajo se verán.

11. «Por cuanto modernamente se intenta enflaquecer la antiquísima tradición, común fama, y humana fe del milagro, que nuestro Señor ha obrado, y obra en la sobredicha Ermita de San Luis del Monte en el día 19 de Agosto, en que la Santa Iglesia celebra la Fiesta del mismo Santo dejándose ver en ella desde sus primeras Vísperas hasta las segundas unas Flores, que antiguamente eran en tanta copia, que no sólo se veían en el pavimento, y paredes de dicha Ermita, sino también en los manteles del Altar, Corporales, y Casulla del Sacerdote con mucha abundancia, aunque hoy por altos, y ocultos juicios de nuestro Señor no se ven con tanta abundancia, pero con todo se continúa con escasez, hallándose algunas de las mismas que antes se hallaban, y que así estas pocas que hoy se hallan, como las muchas, que se hallaban antiguamente, no se han visto, ni se veían en dicha Ermita, sino en este día, y pasado él se desaparecen. De cuyo prodigio ha nacido, y nace el concurso de la Villa de Cangas, y Lugares circunvecinos en dicho día a dicha Ermita, [365] con estar en un despoblado, y sin casa, ni otro abrigo del calor que hace en aquel tiempo. Esta fe, constante tradición, y verdad se afianza en la fama común, y universal contestación de todos los Vecinos de aquellas poblaciones, y como tal la refieren todos nuestros Cronistas, y especialmente nuestro grande Analista Lucas Wadingo, advirtiendo, que desde Roma envió a averiguarla, y que la escribe con testimonios auténticos. Y como convenga para honra, y gloria de nuestro Señor, del Glorioso San Luis, Obispo de Tolosa, de nuestra Religión, y crédito de la fidelidad, y verdad de nuestro Analista, tan conocida, y acreditada en los Historiadores, y de la de los demás Cronistas de la Orden, el que se averigüe la verdad de este prodigio, así en el modo, que antiguamente sucedía, como en el que ahora sucede: Por tanto, &c.


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Información, y resultas de ella
§. V

12. Con orden, que de su Provincial tenía para ello el Reverendo Padre Maestro Fr. Felipe de la Carrera, Guardián del Convento de San Francisco de esta Ciudad de Oviedo, presentó Petición al Ilustrísimo Señor Obispo para que mandase hacer la deseada Información, nombrando Jueces para ella. Proveyóse la Petición, se nombraron los Jueces, y se procedió a la ejecución.

13. Protesto cuanto puedo protestar, que no era entretanto mi deseo otro, que el de que el milagro se verificase en forma que se hiciese indubitable, resuelto en ese caso a retratar públicamente lo que había escrito en la Carta mencionada arriba. Pero muy luego que se concluyó la Información, tuve, de personas que se hallaron presentes a lo más substancial de ella, algunas noticias, que me pusieron en gran temor de que no se lograría mi deseo. Como quiera, se hizo la Información, con la que [366] se pretendió hacer constar: Lo 1, que los tres días antecedentes al de la Fiesta del Santo se buscaron con gran diligencia Flores en el pavimento, y paredes de la Ermita, así por la parte interior, como por la exterior, y ninguna se halló. Lo 2, que se hizo barrer, y limpiar por dichas partes la Ermita la víspera de la Fiesta, a fin de que se viese, que las Flores, que pareciesen el día de la Fiesta, eran nacidas aquel día, y no antes. Lo 3, que el día de la Fiesta aparecieron algunas Flores, ya en la cabeza de un Religioso, ya en el hábito de éste, y otros. Lo 4, que en distintos días del año, y en distintos años habían buscado muchas Flores en la Ermita, y nunca habían hallado alguna, sino precisamente el día 19 de Agosto, en que se celebra la Fiesta del Santo. En vista de esto, aquel día a la tarde se cantó el Te Deum, dando gracias a nuestro Señor de que hubiese repetido, y hecho constar auténticamente el prodigio, que de tiempo inmemorial todos los años, en semejante día, se admiraba en aquel sitio. Decantóse esto en todo el País, y se escribió a varias partes, o por mejor decir a toda España.

14. Callaba yo entre tanto, aunque tenía algo que reponer sobre la Información hecha; y aunque llegaban a mis oídos las voces insultantes, con que me ultrajaban algunos sujetos, muy obligados, en atención a su estado, y al mío, a hablar con más moderación, tratándome de temerario, ridículo, escandaloso, &c. por haber negado, o dudado del milagro.

15. Digo, que callaba, y proseguía callando, hasta que pareció, dividido en innumerables ejemplares, un papelón impreso de versos hediondos, una sátira brutal, una producción, no del furor poético, sino de un furor diabólico: un parto, no de alguna de las nueve Musas, sino de todas tres Furias infernales, cuyo Autor, mal Poeta, y peor Cristiano, me ultrajaba con tan torpe, y sucio desbocamiento, que enfadó a los mismos Seculares, que estaban apasionados contra mí sobre la cuestión [367] del milagro, dando asco a unos, y horror a otros.

16. Sabido el lugar de la impresión, se arrojaron algunos a sacar por conjeturas al Autor. En mi sentir no fue uno sólo, sino tantos cuantos son los diferentes metros, que hay en el papelón; porque aunque todos son malos, hay unos peores que otros, con vicios de diferentes especies. Pero si el Autor, o uno de los Autores fue el que algunos conjeturaban, fue circunstancia insigne de su torpeza su ingratitud; pues no ignoraba un considerable servicio, que yo había hecho a persona de su mayor intimidad. Mas como quiera que se haya ocultado la mano, que escribió el famoso libelo, vio todo el mundo, con no poca admiración, algunas de los que repartieron los ejemplares, distinguiéndose en esto mucho cierto sujeto, cuya colección de circunstancias hiciera increíble una torpeza de este tamaño, a no ser innumerables los testigos que le vieron convocar auditorio para leer el papelón; y aun después le dejó en cierto Pueblo, para que anduviese de mano en mano, y sacasen copia de él los que quisiesen.

17. Este proceder me hizo dudar más de la realidad del prodigio, hallando nueva dificultad en que sean milagrosas unas Flores, que encubren áspides. Rarísima vez quien tiene buena causa la defiende, o promueve de este modo. ¿Quién creerá, que iras tan rabiosas provienen de un verdadero celo de la gloria de Dios, y de sus Santos? Aun cuando con la Información hecha me hubiesen vencido, ¿no sería esto triunfar con un modo indigno, y hacer un uso muy vil de la victoria?

18. Ya he dicho, que tenía algunas noticias, que me inducían a desconfiar de dicha Información, como eran la de que se había procedido en ella muy tumultuariamente, de modo, que luego que alguno levantaba la voz, diciendo que en tal parte parecía una Flor, sin más examen daban fe de ello los Notarios; que así había sucedido con una, que se clamó haberse aparecido en la [368] manga del Hábito del Padre Fr. Juan Bernardo Calo, Maestro de Novicios del Monasterio de San Juan de Corias: que la Misa cantada se había celebrado fuera de la Ermita en Altar portátil, aunque con la grave incomodidad de un viento fuerte, que reinó aquel día en aquel sitio, y que obligó a cubrir la Hostia con la Patena, porque no la arrebatase el viento. ¡Cosa extraña! cuando la Información se destinaba a verificar lo que dicen los Historiadores de San Francisco, los cuales sólo hablan de las Flores, que salen en la Ermita mientras en ella se canta la Misa. Finalmente, que algunas personas de más conocida advertencia, que asistieron a la función, no quisieron firmar las pretendidas apariciones de Flores, aunque las solicitaron para ello, excusándose con que aunque habían oído clamar, que en tal, o cual parte había aparecido una, u otra Flor, ninguna habían visto. Con todo, estaba callado, y sin hacer movimiento alguno para enterarme de la verdad, hasta que padeció el asqueroso papelón, dándome el cual nuevo motivo para dudar de la exactitud de la probanza hecha, supliqué al Señor Obispo me permitiese verla, para examinarla; lo que benignamente concedido por su Ilustrísima, pasé a su reconocimiento, de que voy a dar noticia, dividiendo la Información en dos partes; de las cuales la primera contiene lo comprobado desde el día 16 de Agosto, hasta el día 19 inclusive: la segunda, lo comprobado los tres días siguientes.


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Examen de la información en cuanto a la primera parte
§. VI

19. No bien resolví las primeras hojas del Proceso, cuando, con gran admiración mía, topé con una impracticable enormidad, que hace nula toda la probanza. Esta es, que el Padre Fr. Casimiro González, [369] Guardián del Convento de Tineo, fue en toda forma nombrado Juez para ella, y en todo su discurso procedió como tal. ¿No debía ser este Padre considerado como parte en la presente cuestión? Sin duda. El Rmo. Padre Provincial enuncia, como se vio arriba, en su Letras Patentes a dicho Padre Guardián, que conviene averiguar este prodigio para honra de su Religión, y para el crédito de la fidelidad, y verdad de su Analista, de los demás Cronistas de la Orden. Es manifiesto, que en una cuestión, en que se interesa la honra de una Religión, se deben considerar partes interesadas todos los Individuos de ella. ¿Y no es menos manifiesto, que la parte no puede ser Juez? ¿Pues cómo se hizo eso? ¿Se sorprendió, o eludió la vigilancia del Prelado? ¿Se interpretó siniestramente su voluntad por el Oficial, que extendió el decreto? No lo sé. Ignoro la causa: el hecho es constante.

20. La Petición, que para la averiguación del milagro presentó a su Ilustrísima Felipe Valdés Lavandera, Procurador de esta Audiencia Eclesiástica, exhibiendo al mismo tiempo las Letras Patentes del Rmo. Padre Provincial, es del tenor siguiente:

21. «Felipe Valdés Lavandera, en nombre del Padre Maestro Fr. Felipe Carrera, Doctor Teólogo, Catedrático de Santo Tomás en la insigne Universidad de esta Ciudad, y Guardián del Convento del Seráfico Padre San Francisco de ella, ante V.S.I. con la más debida veneración parezco, y digo: Mi parte se halla con Letras Patentes, que exhibo, y otras dirigidas al Padre Guardián de San Francisco de la Villa de Tineo, en que se le comete averiguar el milagro, que en cada un año, y día de San Luis 19 de agosto, sucede en la Ermita de San Luis del Monte sita, en el Concejo de Cangas de Tineo, para suplicar a V.S.I. se sirva conceder su comisión a dicho Padre Guardián, y nombrar otro Juez Eclesiástico, que acompañado con él, y por ante los Notarios, o Escribanos, que eligieren, averigüen la [370] certidumbre de dicho milagro. Por tanto a V.S.I. pido, y suplico, que en vista de dichas Letras, que son expedidas por el Padre Provincial del Orden de San Francisco de la Provincia de Santiago, se sirva conceder, y mandar expedir la referida comisión, y nombramiento, con la facultad necesaria para su ejecución, por ceder, como cede, en gloria de Dios nuestro Señor, y veneración de dicho Santo; en que mi parte, y dicha Sagrada Religión recibirá merced, &c.»

22. Nótense estas últimas palabras, por las cuales se ve, que la Sagrada Religión de San Francisco legalmente se representa parte interesada ante el mismo Juez, a quien pide.

El Decreto que se dio a esta Petición, fue el siguiente:

23. «Don Juan Avello Castrillón, por la Gracia de Dios, Obispo de Oviedo, Conde de Noreña, del Consejo de su Majestad, &c. Al Reverendo Padre Guardián del Convento de San Francisco de la Orden Seráfica, sito en la Villa de Tineo, de este Obispado, salud en nuestro Señor Jesucristo. Hacemos saber, y a Don Diego Valea Flórez, Cura del Lugar de Rengos, Concejo de Cangas de Tineo, que ante Nos se presentó la Petición siguiente. (Aquí se insertó la Petición de arriba, y prosigue) Vista dicha Petición, y las Letras, que por ella se exhiben, proveímos Auto, en que mandamos dar la presente; y por su tenor, usando de nuestra jurisdicción ordinaria Eclesiástica, y por lo a ella perteneciente, cometemos a dicho Padre Guardián de San Francisco de la Villa de Tineo, y a dicho Don Diego de Valea Flórez, Cura del Lugar de Rengos, y a éste mandamos, que acompañados uno del otro, y por ante los Notarios, o Escribanos, que eligieren, hagan información, y averiguación sobre lo contenido en dichas Letras, con los testigos, así Eclesiásticos, como Seculares, que de su oficio les parezca saben el caso en dichas Letras contenido; a los cuales, y cada [371] uno de por sí, precediendo juramento, harán las preguntas, y repreguntas necesarias, hasta que den razón suficiente de sus declaraciones, y se averigüe la verdad; y los Autos, que en esta razón hicieren, en pública forma, y manera que hagan fe, los remitan ante Nos, para en su vista proveer justicia; que para ello, y lo anexo, y dependiente les damos nuestro poder, y en caso necesario facultad para discernir censuras, ligar, y absolver de ellas, hasta impartir el auxilio de la Justicia Real, para compeler a los testigos a que hagan sus declaraciones de lo que supieren. Dado en la Rivera de abajo a 6 de Agosto de 1743 años.»
Juan, Obispo de Oviedo

Por mandado del Obispo mi Señor
DDon José Manuel de Alvarez de la Peña. V.S.

Valga sin sello

24. Por este Auto claramente se ve, que igualmente se da comisión para proceder en la averiguación al Padre Guardián de Tineo, y al Cura Don Diego Valea Flórez, dándose a entrambos poder para discernir censuras, y hacer todo lo demás, que sea necesario para compeler los testigos, &c. Abajo se verá cómo también el adjunto Juez Don Diego de Valea Flórez tiene circunstancia por donde es legítimamente recusable.

25. Pudiera, con todo, el Padre Guardián de Tineo, conociendo que era ilegal su nominación de Juez Comisario, abstenerse de hacer el oficio de tal, y de este modo sanear cuanto estaba de su parte la Información. Pero no lo hizo así. Antes desde luego empezó a ejercerle, mandando al Notario Alejandro López, que pasase al sitio de San Luis del Monte, para servir como tal en la averiguación, de lo que el mismo Notario hace fe, fol. 2. [372] en la Certificación que dio el día 16 de Agosto; en que, después de nombrar a los dos, el Padre Guardián, y Don Diego de Valea, de ambos expresa, que debían mandar, y mandan. Y en todo el Discurso de la Información firman igualmente los dos todas las declaraciones.

26. No se debe omitir la monstruosidad legal, que se nota al fol. 6, donde se ve una Petición, que el Padre Guardián de Tineo presentó a su Adjunto en orden al Interrogatorio de los testigos, y que inmediatamente, en compañía de aquél, decreta como Juez la misma Petición, que presentó como parte. Tanta era la inadvertencia, o no sé cómo la llame, así de los Jueces, como de los dos Notarios que los asistían. Si no es que digamos, que sólo se miraba a componer una que sonase en el mundo como probanza del milagro, aunque ésta estuviese llena de nulidades, sobre la confianza de que éstas no habían de llegar al conocimiento del Público.

27. El Juez adjunto Don Diego Valea Flórez es cierto que no tiene para serlo la nulidad esencial del Padre Guardián de Tineo, ni otra alguna, que le incapacite para ser nombrado Juez en esta Causa; pero si una circunstancia, que le constituye legítimamente recusable en ella; que es la inmediación de su Curato, y aun más de su habitación, al sitio donde está la Ermita de San Luis.

28. Para que esto se entienda, se debe advertir una cosa, que es pública, y notoria en aquel País; y es, que todos los Curas, y Sacerdotes, que viven en aquella vecindad, son interesados, en que con la fama, prueba, y confirmación del prodigio de las Flores se haga famoso aquel Santuario, porque con esto se logra, que de varias partes de España les vengan encargos de Misas, que se celebren en él, con crecido, o extraordinario estipendio. Fuera de que a los ojos se viene, que esto es natural que suceda, porque así sucede en casi todos los Santuarios célebres, más, o menos, según es mayor, [373] o menor su celebridad: efectivamente se vio esete año que había encargos de Misas de Países distantes a algunos de los Sacerdotes vecinos, con estipendio de quince, y de veinte reales. Esta circunstancia, pues, que comprehende a Don Diego Valea Flórez, como interesado en la creencia del milagro de las Flores, ¿quién podrá negar que le constituye legítimamente recusable para Juez en la averiguación de él?

29. Añádese (que lo hace mucho al caso) que la nominación de estos Jueces no fue de movimiento propio del Señor Obispo, ni del Oficial, que acaso entendiendo mal la mente de Su Ilustrísima, formó el Decreto; sino a sugestión, o súplica de la parte. Esto en cuanto al Padre Guardián de Tineo es cosa clara: no sólo porque en la Petición presentada por Felipe Valdés, y copiada arriba, esto se enuncia expresamente, como se ve en aquellas palabras: Para suplicar a V.S.I. se sirva conceder su comisión a dicho Padre Guardián (de Tineo), y nombrar otro Juez Eclesiástico, que acompañado con él, &c. mas también porque en las Letras del Reverendísimo Padre Provincial, dirigidas al Padre Guardián de Oviedo, que están incorporadas en el Proceso, se expresa la misma solicitación. Son sus palabras: Por cuanto por la inclusa Patente mandamos al Padre Predicador Apostólico Fray Francisco Casimiro González, Guardián de nuestro Convento de San Francisco de Tineo, hacer las informaciones, que en ella se contienen, y para su efecto es necesario recurrir al Ilustrísimo Señor Obispo de ese Obispado, o su Vicario General, para que si fuere servido, nombre a un Conjuez Eclesiástico, que con dicho Padre Guardián haga dichas informaciones; y no gustando de esto, se sirva de mandar a los señores Sacerdotes de la Villa, y Concejo de Cangas de Tineo, que fueren Notarios Apostólicos, asistan a dicho Padre Guardián; y los que no lo fueren, depongan con juramento, &c. De modo, que la pretensión fue disyuntiva, o bien de lograr al Padre Guardián de Tineo por Juez único en la [374] averiguación, o por lo menos de que lo fuese acompañado con otro. No sé si será temeridad discurrir, que no tenían muchísima satisfacción de la bondad de su causa los que solicitaban fuese Juez Comisario en la Información quien conocidamente era parte interesada en ella.

30. En cuanto a Don Diego Valea, aunque no consta de los Autores, se puede conjeturar lo mismo. El motivo es, porque aunque este Párroco es un buen Sacerdote, para un negocio de esta gravedad tenía su Ilustrísima otros de más satisfacción suya, y de quienes se sabe se servía cuando era menester para algún informe, por haberlos tratado más, y tener más conocimiento experimental de su integridad, y talentos. Lo que induce a discurrir, que si Su Ilustrísima procediese en la nominación por movimiento propio, no elegiría por Conjuez a Don Diego Valea.

31. Si alguno acaso quisiere decir, que por tener Su Ilustrísima alguna especial satisfacción de la sinceridad, y buena fe del Padre Guardián de Tineo, consintió en que fuese Juez, no obstante ser interesado en la Causa, respondo, que aun en caso que tuviese esa especial satisfacción (lo que yo ignoro), esa circunstancia podría servir para darle fe extrajudicialmente; pero en lo judicial era enteramente inútil; alias se pudiera en muchos casos admitir el testimonio de la parte, y dar por él la sentencia; esto es, en todos aquellos en que los Jueces tienen especial satisfacción de la sinceridad, y buena fe de la misma parte.

32. Añado, que aunque el Padre Guardián de Tineo ciertamente es un buen Religioso, su celo por la verificación del milagro es muy impetuoso, ardiente, y ciego de que se darán pruebas, siendo menester.

33. Aunque lo que he notado en orden a los Jueces Comisarios arruina por los cimientos, o deja sin valor alguno la Información, pasaré a observar varias circunstancias de ella, de donde se podrá inferir la poca exactitud, o diligencia, con que procedieron, así Jueces como [375] Notarios; pero protestando desde luego, que no atribuyo su inexactitud a malicia, o infidelidad, sino a falta de advertencia, o reflexión.

34. La primera diligencia, que hicieron, fue examinar los tres días antecendentes la Ermita, por si en ella hallaban algunas de las mencionadas Flores. Esta diligencia era esencial, e inexcusable; porque fundándose la creencia del milagro en la suposición de que sólo el día de la Fiesta del Santo aparecen, o se encuentran las Flores en la Ermita, era menester asegurar lo primero la verdad de esta suposición. Registróse, pues, la Ermita todos tres días, y certifican los Notarios, que no vieron en ella, ni en el pavimento, ni en las paredes, ni por adentro, ni por afuera Flor alguna; y al tercer día, esto es, el 18 la barrieron, para quitar todo recelo de que quedase allí alguna Flor.

35. Aquí noto lo 1 la falta de registro del techo, pues expresando las demás partes de ella, se calla ésta. Sin embargo, en los techos, y maderas es donde más frecuentemente se hallan estas Flores. Noto lo 2, que este registro se hizo inútil, respecto que el día del Santo se celebró la Misa cantada en el Altar portátil fuera de la Ermita, que era el tiempo en que habían de aparecer las Flores en ella, según los Historiadores Franciscanos. Noto lo 3, que el barrer la Ermita se debe reputar una diligencia de pura ceremonia: lo uno, por lo dicho de celebrarse fuera la Misa: lo otro, porque por la suma pequeñez de estas Flores, tenuidad capilar del hilo de que penden, y bastante firme adherencia al cuerpo de donde nacen, aunque pase por ellas veinte veces a escoba, quedan a donde estaban; de lo cual hay bastante experiencia. Y por ella se arruina (caso que sea verdadero el hecho) aquella tan decantada prueba del milagro, tomada de que tal vez en el mismo sitio, que acababa de barrerse, o limpiarse con un pañuelo, se ha visto inmediatamente alguna Flor. Si el sitio no es extremamente terso (de lo que están muy lejos todas las superficies, [376] así interiores, como exteriores de la Ermita), si allí estaba la Flor, por lo común allí quedara, porque en cualquier menuda abertura, o ensenada de la superficie se escapará a la acción del pañuelo; y aunque el sitio sea igualísimo, si el pañuelo no se arrastra por él con bastante fuerza, no la llevará.

36. Al mismo principio se reduce lo que se dice (y se dice con verdad), que en el mismo sitio donde un momento antes no se veía Flor alguna, un momento después aparece. De aquí pretenden inferir, que su generación fue instantánea, y por consiguiente milagrosa. La ignorancia, y falta de reflexión hacen soñar muchos milagros. Una cosa es aparición repentina, y otra generación repentina, instantánea; ni ésta se infiere de aquélla. Los objetos muy menudos frecuentemente tienen aparición repentina. Mira uno, a distancia de una, o dos varas, hacia el sitio donde está un pequeñísimo insecto, y nada ve: acérquese a media vara de distancia, y le ve. Más: a la misma distancia sucede verse, y no verse. Si se dirige el eje óptico a el mismo por determinada línea, se ve: si se extravía, aunque muy poco, de aquella línea, no se ve. Aquí me enviaron el año pasado desde Cangas una de estas Flores en una pequeña caja, avisándome de ello por carta el que la remitía. Estaba a la sazón en mi Celda el Padre Fray Guillermo Melun, Prior de este Colegio: abrimos la caja, y ni él, ni yo vimos la Flor; lo que nos persuadió, que el que escribió la carta se olvidó de poner la Flor en la caja. A breve rato, volviendo a mirar la caja, dio con ella mi compañero. ¿Sería bueno, que por eso dijésemos, que la Flor había nacido después que registramos la caja la primera vez?

37. Los que no han visto estas Flores (que realmente no son más que unos átomos blancos, prescindiendo por ahora si son de la clase de los vegetables, o de los animales, de que hablaremos algo abajo), y piensan, que son de bastante cuerpo, esto es, como un pequeño [377] clavel, o por lo menos como un jazmín, no extraño, que se pasmen cuando oyen hablar de sus repentinas apariciones. Pero los que han visto lo que son, admiro que no reflexionen, que en una cosa tan menuda son facilísimas ilusiones, y trampas. De estos casi imperceptibles entecillos puede llevar un embustero más de doscientos ocultos entre los dedos, y dejarlos caer, sin que nadie lo entienda, en este, o en aquel sitio, para que allí aparezcan nacidos de repente. Pueden llevarse en cualquier parte exterior de la ropa, o hábito, porque por su levidad, y pequeñez, en cualquier parte, mayormente si hay algo de pelusa, por corta que sea, se sostienen. ¿Quién le quitará a otro, con la disimulación de rascarse la cabeza, derramarse sobre ella dos docenas de estas Flores, o que lo haga otro sin saberlo éste, con el pretexto de quitarle una pulga, que finge que ve en ella, o de sacudir de ella algo de polvo, aunque no le haya? ¿Ni quién quitará a otro, que teniendo una Flor entre las yemas del índice, y pulgar, clame, que en tal parte, v. gr. en el vestido de alguno hay una Flor, y luego, como que va a arrancarla, y como que la arranca, muestre la misma Flor, que llevaba oculta? ¿O aunque no lleve Flor alguna, finja que se le deshizo entre los dedos al tiempo de arrancarla?

38. Nadie me oponga, que esto es cavilar demasiado. No es sino cavilar muy poco; o por mejor decir, no es cavilar, porque todo lo que he dicho es facilísimo en la invención, y en la ejecución. Dejo otras innumerables trampas más sutiles, con que se puede engañar aun a los que son bastantemente perspicaces. Aun cuando la materia del cuestionado milagro fuesen unos florones como la palma de la mano, estaría sujeta a varios juegos de manos, como en efecto los Titiriteros engañan la multitud con cosas de bastante bulto. Mas con este prope nihil, a quien han querido honrar con el nombre de flor, el más lerdo podrá hacer sus ilusiones, y trampas.

39. De aquí es, que cuando un numeroso partido se [378] ha empeñado en mantener la fama de un milagro, como en nuestro caso lo están casi todos los habitadores del Concejo de Cangas, y aun otros muchos de los demás Concejos de este Principado, todos los cien ojos de Argos, y toda la vigilancia de otros tantos buenos entendimientos, apenas basta para apurar la verdad, mayormente cuando la materia del milagro, por su extraordinaria pequeñez, está tan sujeta a engaños, y equivocaciones.

40. Pero ni los Jueces, ni los Notarios, que intervinieron en esta Causa, hicieron tan obvias reflexiones: antes en todo el negocio parece procedieron con aquella especie de indolente confianza, que en rudo Vulgo, con el nombre de buena fe, se admite como plausible. Entre los que no son Vulgo, pero no tienen obligación a examinar la verdad de las cosas, se disimula como tolerable; pero entre los que son obligados a ello por su oficio, se condena como insufrible; y tanto más, cuanto más sea importante el asunto, que se entrega a su examen.

41. Las apariciones de Flores, que en la información se enuncian como sucedidas el día del Santo, y en el sitio de la Ermita, fueron las siguientes: 1, una Flor en el hábito del Padre Fray Juan Bernardo Calo, Monje Benito, Maestro de Novicios del Monasterio de San Juan de Corias. 2, muchas Flores en la cabeza del Padre Guardián de Tineo. Uno, y otro firman once testigos, los dos Jueces, y dos Notarios. 3, dos Flores en la capilla del Reverendo Padre Fray Diego Méndez, Guardián del Convento de Avilés, mientras se cantaba la Gloria de la Misa Mayor. 4, al Introito de la Misa diferentes Flores en la muceta del Padre Fray Francisco Partierra, morador en el Convento de San Francisco de Tineo, por la parte posterior. 5, antes de la Misa dos Flores en el Padre Guardián de Tineo. No se expresa en qué parte. 6, en las paredes, y pavimento diferentes Flores, que recogieron las personas, que concurrieron a [379] la Festividad. Estas cuatro partidas firman siete testigos, los dos Jueces, y dos Notarios. 7, una Flor en la capilla del Padre Guardián de Tineo, entre una, y dos de la tarde, después de haber comido. Firman ocho testigos, y un Notario. De los ocho testigos dos son Religiosos de San Francisco.

42. Es de notar lo 1, que de todas las Flores dichas sólo dan fe los Notarios haber reconocido por sí mismos las que aparecieron en el hábito del Padre Fray Juan Bernardo Calo, y en la cabeza del Padre Fray Guardián de Tineo; y aun de éstas está dudoso el contexto, porque el reconocimiento se expresa inmediatamente a la relación de la Flor aparecida en el hábito del Padre Calo: hácese luego relación de las aparecidas en la cabeza del Padre Guardián, a que no se sigue expresión de reconocimiento hecho por los Notarios; sí sólo la vaga enunciación de que a este milagroso portento concurrió toda, o la mayor parte de personas, que en dicho sitio había, quienes reconocieron lo mismo, &c.

43. Es de notar lo 2, que el Padre Fray Juan Bernardo Calo auténticamente ha contradicho el testimonio de los Notarios, en cuanto a la Flor, que dicen apareció en su manga; digo que auténticamente lo ha contradicho en testimonio, que ha dado como Notario Apostólico, que es, y tengo en mi poder, el cual afirma, que la que decían ser Flor, no lo era, sino una pavesita, que allí había llevado el aire de una hoguera vecina; como asimismo estaba esparciendo otras muchas a varias partes, por haber sido bastantemente impetuoso aquel día en aquel sitio. La data de este testimonio es del Lugar de Larna, día 20 de Agosto del año pasado de 1743; esto es, del día inmediato al que se hizo la Información. Es de advertir, que este Monje es Maestro de Novicios del Monasterio de S. Juan de Corias, para cuyo oficio siempre se elige uno de los más ejemplares de la Comunidad.

44. Es de notar lo 3 la circunstancia arriba insinuada de haber cantado la Misa fuera de la Ermita en Altar [380] portátil, en que debió de haber algún particular designio, porque el día era sumamente incómodo para esto, por el viento fuerte que corría, el cual obligó a colocar la Patena sobre la Hostia, porque el viento no la llevase: providencia, en cuya ejecución intervino el mencionado Padre Calo. Siendo la cuestión, si parecían, o brotaban las Flores en la Ermita al tiempo de cantarse la Misa, como afirman los Cronistas de San Francisco, ¿a qué propósito cantar la Misa fuera de la Ermita, donde congregada la gente, no podían ver si las Flores brotaban en la Ermita, o no? ¿Y para qué se barrió la Ermita el día antecedente, si en ella no se había de hacer el examen?

45. Es verdad, que los Notarios testifican, que en las paredes, y pavimiento de la Ermita, se vieron, y cogieron diferentes Flores por las personas, que concurrieron a la Festividad. Estas son sus precisas voces; y una expresión tan vaga, sin señalar qué persona, ni en qué tiempo; esto es, mientras la Misa, o antes, o después de la Misa, ni si esto lo saben los Notarios de vista, o de oídas, hace poquísima fuerza. Lo que se puede asegurar es, que si fue mientras la Misa, no pudieron verlo, porque ellos estaban entonces fuera de la Ermita asistiendo al Santo Sacrificio.

46. Lo que hay de verdad en esto (porque lo sé de sujetos fidedignos) es, que algunas personas, pocas a la verdad, mostraron aquel día Flores, que decían haber cogido en la Ermita, uno una, otro otra, y no sé si alguno dos. Esto bien pudo ser, sin que aquel día naciesen, pues por lo que arriba se notó del minutísimo cuerpo de estas Flores, tenuidad, flexibilidad, y firme adherencia de su pedículo, el examen, y barredura anterior de la Ermita no prueba, que no quedasen en ella algunas, mayormente si el examen no se hizo con aquella escrupulosa exactitud, propia en tan delicada materia de Filósofos, y no de unos simples Notarios.

47. Pero tampoco hay certeza alguna de que las Flores, [381] que se decía haberse hallado en la Ermita, se hubiesen hallado en ella realmente. La gente de aquel País, y aun puedo decir de todo el Principado, está empeñadísima en mantener el crédito del milagro, que consideran como un grande honor (y con razón si lo fuese) de toda la Provincia. Ya se sabe el poco escrúpulo que los ignorantes hacen de mentir en materia de milagros. Es para ellos éste el menor de todos los pecados veniales. De la Información hecha aquel día no consta (y debiera constar) que a ninguna de las personas, que decían haber hallado Flores en la Hermita, se le pidiese juramento sobre ello. De todo lo cual se infiere cuán poca fe merece su simple deposición. Y para confirmación de esta justa difidencia cito a Don Bernardo Canal, Cura Párroco de Santa Eulalia de Canranzo, que me dijo, que aquel día, y en aquel sitio, una de las personas, que mostraba Flor, publicando la habían cogido en la Ermita de San Luis, le dijo a él privadamente, que no era así: que aquella Flor la había cogido en otra Ermita, que señaló; pero que había de llevar adelante la patraña, y regalar en Oviedo con ella, como hallada en la Ermita de San Luis.

48. Es de notar lo 4, que de las Flores, que se dice aparecieron en la cabeza del Padre Guardián de Tineo, ninguna se mostró después: de modo, que se puede decir, que si el hecho de la aparición de estas Flores fue real, y milagroso, hubo, no un milagro sólo, sino dos: uno la repentina aparición, otro la repentina desaparición. Es verdad, que en la Información, que los días siguientes se hizo en Cangas, y de que se hablará luego, un testigo declara que cogió una Flor de aquellas, y la puso en una caja, la cual dice no sabe dónde paró. ¿Dormientes testes adhibes? Estas eran las Flores; que se habían de recoger con más cuidado. Y sin duda es poca cosa un testigo para un prodigio de este tamaño. Entre los que no creyeron que hubiese milagro en esta aparición, se hicieron varios juicios. El más admisible [382] de todos es, que se veían, no Flores, sino Pavesas conducidas por el viento de la hoguera vecina.

49. Es de notar lo 5 la diversidad de circunstancias, que hubo en la aparición de Flores este día, respecto de las que en todo el resto de días, o años anteriores escribieron los Cronistas Franciscanos, y publicó la fama. Según aquéllos, y según ésta, en la mesa del Altar, y en los Corporales nunca faltaba la aparición de Flores mientras se cantaba la Misa. Este día, esto es, el día 19 de Agosto del año de 1743, no apareció Flor alguna mientras se cantó la Misa, ni en el Altar, ni en los Corporales, ni en el Cáliz, Patena, &c. pues en la Información nada se dice de esto, y ciertamente no se callaría, habiéndose tomado en ella con tantas veras, y ardor la prueba del milagro. Añádese, que habiéndose cantado la Misa fuera de la Capilla, ya no restaba de todos los lugares, donde en los años anteriores se ejecutaba el prodigio, otro donde pudiese ostentarse sino el Altar. Algunos cavilaron no sé qué en orden a esto, sobre la circunstancia que observaron de haber asistido a los dos lados del Altar todo el tiempo que duró la Misa dos Monjes del Monasterio de Corias, el referido Padre Calo, y el Padre Alonso, Pasante de Exlonza.

50. Más: Los Cronistas Franciscanos señalan por términos de la aparición de las Flores, en cuanto al lugar, el ámbito de la Ermita; en cuanto al tiempo, el que dura la Misa cantada. La información relaciona apariciones de Flores, no sólo fuera del ámbito de la Ermita, mas también antes, y después de la Misa. Confiésase, que Dios puede variar las circunstancias del milagro como quisiere. Más parece, que habiéndose ya excitado cuestión sobre su realidad, para la confirmación de él, y para quitar toda duda, era más conveniente la uniformidad de circunstancias entre lo que sucedió el año de 43, y lo que refieren los Cronistas Franciscanos de los tiempos anteriores. [383]


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Examen de la Información cuanto a la segunda parte
§. VII

51. El día siguiente 20 de Agosto se hizo nuevo registro en la Ermita, y no se halló en ella Flor alguna. Esta diligencia miró al fin de confirmar, que sólo el día del Santo aparecen las Flores. Pero fue una diligencia de mera afectación; porque si el día antecedente había sido entrada a saco la Ermita por más de doscientas personas, que con grande ansia iban a arrancar cualquier Flor, que hallasen en ella, claro es que ninguna se había de hallar el día siguiente: con que ésta fue, como dije, una diligencia de pura afectación, que no acredita mucho la sinceridad de los Jueces.

52. Los dos días siguientes se hizo una larga Información en el Lugar de Cangas con dieciseis testigos, que depusieron debajo de juramento (así suena en la Información), que aunque habían buscado con mucha diligencia Flores en la Ermita en otros días del año, nunca las habían hallado, sino en el día de la Fiesta del Santo; y que el no hallarse sino en aquel día, era fama constante en toda la Tierra, y lo mismo habían oído a sus padres, y abuelos.

53. En esta declaración lo que primero se hace reparar es, que buscasen Flores en la Ermita, cuando por la fama común, y por lo que habían oído a sus padres, y abuelos, estaban persuadidos a que no las habían de hallar.

54. Pero sea lo que fuere de la verdad de aquellas declaraciones, es ya hecho constante, que las Flores se hallan en otros días del año, si las buscan con diligencia. Tengo en mi poder lista de 22 testigos, que las vieron en ella, así el año pasado de 43, como el presente de 44 en diferentes días. [384]

55. Y lo que es de una gran consideración en esta parte, que dos de los mismos testigos, que en la Información de Cangas depusieron, que aunque habían buscado Flores en la Ermita en otros días, no las habían hallado; el día 11 de Mayo del presente año las hallaron. Estos son Don Alonso Menéndez Maltemplado, Presbítero, vecino de la Regla de Parandones, y José Santos Puente, Escribano de Cangas. Tengo Certificación del primero, y Testimonio del segundo.

56. No sería cosa muy extraordinaria, que el juramento de los 16 testigos, que suenan en la Información de Cangas, fuese solamente relacionado, pues se sabe, que en pruebas, a que presiden Jueces interesados en ellas, sucede esto no pocas veces. ¿Y puede alentar la sospecha de que haya sucedido lo mismo en dicha Información un Testimonio, que tengo de Don José Rodríguez Varela, Cura Párroco de San Juan de Estralgo, y Notario Apostólico, el cual da fe de que habiendo preguntado el Doctor Don Policarpo de Mendoza, Provisor, y Vicario General de este Obispado, a Don Antonio Canal, Presbítero, que fue uno de los testigos, que declararon en aquella Información, si efectivamente le habían tomado juramento? Respondió, que aunque no tenía presente, ni estaba del todo cierto de habérsele, o no tomado juramento, se inclinaba mucho más a que no se le había pedido, ni él había hecho tal juramento.

57. Pero para salvar, en orden al juramento, la conciencia de los declarantes, fácil es discurrir otro recurso más cómodo, que es superfluo expresar aquí, porque pienso, que no hay Escribano que lo ignore. [385]


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Consulta para la aprobación del milagro, y defectos de ella
§. VIII

58. Fió el Señor Obispo esta consulta a seis Teólogos, doctos, y píos. Sobre que lo primero que noto es, que una cuestión de esta naturaleza pide más que piedad, y doctrina Teológica para su decisión. Dúdase en ella (habiendo excitado yo la duda), si las pretendidas Flores milagrosas son realmente flores, u otra cosa muy diversa; conviene a saber, huevos, o capullos de una especie de insectos. Esta duda no se puede resolver por la Teología, sino por la Ciencia Botánica, y por una atenta, y estudiosa Observación experimental, hecha sobre las mismas pretendidas Flores. Por eso el Santo Concilio Tridentino, en la regla que da (sess. 25) para la aprobación de los milagros, prescribe, que se consulten, no sólo Teólogos, mas también otros Varones píos: Adhibitis in consilium Theologis, & aliis piis viris. Donde por Varones píos no se deben entender hombres precisamente dotados de piedad, la cual por sí sola no presta la luz necesaria para el caso, sino instruidos de la ciencia, o noticias conducentes a la resolución de la duda. Y es, porque según la varia materia, forma circunstancias del hecho, de quien se duda si es milagroso, se necesitan, ya aquella, ya esta Ciencia, o Arte; y por lo común para decidir en muchísimos casos, si el efecto es puramente de causa natural, o no, es indispensable un gran conocimiento de la Física Experimental, y de la Historia Natural. Así se practica en Roma en la disquisición de los milagros, que se exhiben para la Canonización de los Santos. Y nuestro Santísimo Padre Benedicto XIV, en su gran Obra de Beatificatione, & Canonizatione Servorum Dei, todas las dudas, que toca, sobre [386] si tal, o tal cosa es milagrosa, o no, las resuelve por la autoridad de Filósofos Experimentales ilustres, incluyendo aun muchos manchados de la herejía (como ya tengo notado en otra parte), los cuales ciertamente estaban muy lejos de ser Teólogos.

59. La resolución en nuestro caso pide ciencia Botánica, y una instrucción bastantemente extendida en la Historia Natural de lso Insectos. Ni uno, ni otro se halla en este País; pero uno, y otro se halla en otros, a donde se pudiera acudir, remitiendo a los Peritos algunas de las pretendidas Flores; aun cuando fuese preciso buscar los Peritos en Roma, pues ninguna diligencia se debe juzgar nimia para asegurarse en materia de tanta gravedad; y no pudiendo asegurarse, es obligación de los consultados dejar la duda pendiente.

60. Noto lo 2, y no sin grande admiración mía, que los Teólogos consultados no reparasen en una nulidad tan visible, y palpable de la Información, como fue el constituirse Juez en ella el Padre Guardián de Tineo, que notoriamente era parte, y consta esta cualidad de parte de Instrumentos que están incluidos en la misma Información. Un hecho posterior a la Información, de que yo quisiera olvidarme, y aunque se olvidasen los muchos testigos, que se hallaron presentes, mostró, que la pasión del Padre Guardián de Tineo por la verificación del milagro llegaba a un punto de vehemencia, capaz de cegarle enteramente.

61. No era menester tampoco mucha reflexión para conocer, que el Conjuez Don Diego Flórez Valea, como tan vecino al Santuario, era muy interesado en autorizarle con la comprobación del prodigio.

62. Noto lo 3, otra notable falta de advertencia en los Teólogos consultados; porque, o éstos vieron algunas de las Flores cuestionadas, o no. Si no las vieron, incidieron en la omisión de una diligencia importantísima; pues extendiéndose, como ellos no ignoraban, la cuestión a la duda de si son Flores, u otra cosa, debían [387] procurar su inspección para formar dictamen, según su alcance, sobre este punto. Si las vieron, ya por la inspección no pudiesen formar concepto de que no son Flores, debieron por lo menos formar el de que con unos entecillos tan menudos es facilísimo padecer varias ilusiones, ya juzgando ser producción instantánea lo que sólo es aparición repentina (téngase presente lo dicho arriba sobre este punto); ya creyendo que nació en tal parte la Flor, habiendo sido puesta allí dolosa, y furtivamente, como es facilísimo; ya juzgando que es Flor cualquier menuda hilacha, pavesa, o átomo blanco.

63. Mas al fin, todo lo notado hasta aquí pudo ser falta de ocurrencia. Lo que voy a notar ahora causa mucho mayor admiración. Es verdad, que la nota cae sobre los dos primeros consultados; esto es, los dos, cuyas son las dos primeras aprobaciones. Estos parece que, o sólo de oídas tomaron conocimiento del proceso de la información, o si le leyeron, muy presto se olvidaron de su contenido; no sólo se olvidaron, mas algunas especies de tal modo se trastornaron en su memoria, que concibieron circunstancias opuestas a las que constan del proceso. Haré ver esto con evidencia.

64. Dice el primer Aprobante, que mucho antes de ahora se comprobó el mismo contenido (de la Información) sin discrepar en la más mínima circunstancia. Y la comprobación, que inmediatamente propone, es la que refiere Lucas Wadingo. Pero ve aquí una circunstancia de gran consideración, que refiere Wadingo, y no consta de la Información; que es, que en ninguna otra parte del mundo se hallan Flores semejantes a las que aparecen en esta Ermita de San Luis: Quidam admirandi Flores, quibus similes nullibi conspiciuntur. Esto no sólo no consta de la Información; pero se sabe con certeza lo contrario. Es verdad, que el Ilustrísimo Cornejo, en cuanto a esta parte, dice lo mismo que Wadingo. Son sus palabras: En la variedad hermosa, que produce de Flores el campo, ninguna es a esta Flor semejante. Lo que de aquí se puede [388] inferir es, que las Informaciones, en que se fundaron estos dos célebres Historiadores, tampoco fueron exactas, pues ya está fuera de toda duda, que en muchísimas partes se encuentran Flores perfectísimamente semejantes a las de la Ermita de San Luis, aunque no en tanta copia en unas partes como en otras. Pero en el territorio del Concejo de Cangas de Tineo se encuentran muchísimas en Iglesias, Ermitas, Casas, Horreos, Bodegas, Lagares, &c.

65. Más: En otra circunstancia discrepó Wadingo de la Información; y es, que según Wadingo, las Flores se marchitan al punto que se acaba la Misa: Qui tamen expleto Sacrificio marcescunt. Si el Aprobante hubiese leído con cuidado la Información, no sólo no hallaría en ella esta circunstancia testificada por nadie; pero aun vería que dos testigos, en la Información que luego se hizo en la Villa de Cangas, positivamente deponen, que por muchos años se conservan las Flores en el mismo estado en que se cogieron; por consiguiente no diría, que el contenido de Wadingo no discrepa en la más mínima circunstancia de la Información.

66. Más: El mismo Aprobante cita, como Comprobante del pretendido milagro de las Flores, al Señor Don Sancho Dávila, Obispo de Jaén, el cual en Escrito, que imprimió, de la veneración de las Reliquias, lib. 3. cap. 11. Cuenta literalmente (son palabras del Aprobante) el caso de estas Flores, y que llevó testimonio de este milagro al Sumo Pontífice Clemente VIII. Y añade luego el Aprobante estas palabras del mismo Autor, que cita: Y yo le tengo de Fray Francisco de Sosa, Obispo de Canarias, que siendo General de San Francisco lo verificó. Este testimonio del Señor Don Sancho Dávila dice el Aprobante que se lee en Gil González Dávila en su Teatro Eclesiástico, hablando de la Santa Iglesia de Oviedo.

67. Es así. Pero si el Aprobante leyó en Gil González Dávila la narración del Señor Don Sancho Dávila, hallaría [389] en ella, que las Flores cuestionadas son azules. Yo no tengo, como dije arriba, el Teatro Eclesiástico de Gil González Dávila. Pero los Jesuitas de Amberes, poniendo a la letra el testimonio del Señor Don Sancho Dávila con las palabras mismas con que le copia Gil González Dávila, le traducen así: In Episcopatu Ovetensi in tractu Galleciae finitimo; in aliis quibusdam montibus extat quoddam Eremitorium Sancti Ludovici, Episcopi Tolosani... & in Misa, quae ibidem celebratur isto die, incipiunt statim prodire per altare, & circum illud, multa lilia caerula, &c. Las que se hallan en la Ermita de San Luis ya se sabe que son blancas. De aquí se infieren dos cosas. La 1, que el Aprobante, no sólo no vio alguna de estas Flores, pero ni aun de oídas se informó de la calidad de ellas: lo que es de extrañar en quien, para dar su aprobación en materia de tanta importancia, debiera instruirse exactísimamente en el asunto. La 2, que la Información, que el Señor Don Sancho Dávila dice se presentó al Papa Clemente VIII, tampoco fue exacta, pues se supone en ella ser las Flores azules. Con que parece, que bien mirado todo, de este milagro se hicieron varias Informaciones en diferentes tiempos, pero ninguna segura.

68. Del segundo Informante se puede colegir, que también en alguna parte substancial se olvidó de la Información; pues a lo último de su aprobación supone, que las Flores aparecen en el término prefijo de 24 horas. Lo habrá oído a algunos, como yo también lo he oído. Pero en la Información (hablo de la hecha en Cangas) todos los testigos uniformes declaran, que sólo aparecen el día de la Fiesta del Santo, desde la primera Misa hasta la última. [390]


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Representación hecha al Señor Obispo sobre la necesidad de nueva Información motivo urgente de ella,
y determinación de Su Ilustrísima
§. IX

69. Por lo común no tiene inconveniente grave el que se crea un milagro, que realmente no ha habido; ¿porque qué daño, o perjuicio trae, ni al particular, ni al Público, ni para Dios, ni para los hombres el que se piense, que una lluvia, que necesitaban los campos, y por tanto se solicitó con rogativas, fue milagrosa, aunque meramente procediese de la ordinaria disposición de las causas naturales? ¿O que se crea, que la sanidad del tal enfermo fue preternatural, y obtenida por la intercesión de algún Santo, aunque se debiese precisamente al beneficio de la naturaleza, o al de la Medicina?

70. Pero hay milagros falsos, que tienen el mismo inconveniente que las falsas Reliquias: esto es, ocasionar algún culto supersticioso. Y esto sucede en nuestro cuestionado milagro, si realmente es falso. Son muchos, son infinitos los que dan veneración religiosa a estas Flores, que llaman de San Luis, por haber sido halladas en su Ermita: colócanlas en Altares, y Relicarios, a par de los Agnus benditos, y Reliquias de Santos, teniendo más fe tal vez con las Flores, que con los Agnus, y las Reliquias: traénlas al pecho como un sagrado defensivo, &c. ¿Es tolerable esto, si es falso el pretendido milagro? ¿No debe remediar el abuso quien tiene autoridad para ello? Y quien no la tiene, ¿no debe advertirlo a quien la tiene para que lo remedie?

71. Esto fue lo que me movió a hacer al Señor Obispo una seria representación sobre el asunto, en un Escrito, que puse en sus manos, y en que le expuse todo lo [391] que dejo dicho arriba, en comprobación de que la Información hecha el año de 43, sobre ser nula de derecho, era por muchos capítulos incierta, por consiguiente inepta para autorizar el milagro; y así para hacer permisible el culto religioso a las Flores de San Luis, era indispensablemente necesaria otra más segura.

72. En que advierto, que este Escrito no llevaba el carácter de petición, en que yo me interesase como parte, antes expresamente protestaba en él, que para hacer aquella representación a Su Ilustrísima, no me atribuía otra facultad, que la que tiene cualquier hijo de la Santa Iglesia Católica Romana, para manifestar a los Prelados los abusos opuestos a la Religión, cual lo es todo culto supersticioso, solicitando por este medio la enmienda de ellos. En efecto, como yo he callado en orden a otros milagros que he visto publicar como verdaderos, teniendo certeza moral de que eran falsos (de uno que hizo mucho ruido en este Pueblo le hice, en conversación, memoria a Su Ilustrísima, a quien constaba la falsedad como a mí) callaría también a éste, si no tuviese el pernicioso inconveniente de un culto supersticioso permanente.

73. Hízose el Prelado muy bien cargo de mis razones; y entendiendo, que en ellas iba incluida una tácita reconversión sobre haber Su Ilustrísima aprobado el milagro sobre fundamentos, a quienes la menor nota, que se puede poner, es la de vacilantes, ocurrió a excusarse sobre este punto con lo que yo sabía. Todo aquel espacio de tiempo (y aún mucho más) que comprehendió las diligencias de presentar a Su Ilustrísima la Información hecha, cometerla éste al examen de los seis Teólogos, exhibirle el dictamen de éstos, instarle sobre la aprobación del milagro, y últimamente concederla, se hallaba Su Ilustrísima en la Villa de Avilés, entendiendo con la más vehemente aplicación en un negocio gravísimo, en que se interesaban en supremo grado su honor, y su conciencia. Excuso expresar su asunto, porque habiendo [392] subido este negocio a los Tribunales más altos de España, Secular, y Eclesiástico, en uno de los cuales, por lo que a él privativamente toca, aún está, según entiendo, pendiente; y habiéndose esparcido la noticia con distintos impresos por toda la Monarquía, cualquiera por estas señas conocerá de qué negocio hablo. Nadie ignora, que la vehemente aplicación del discurso a un objeto, le inhabilita para considerar otros debidamente, y hacer sobre ellos las reflexiones necesarias.

74. Hicieron a Su Ilustrísima una grande impresión mis razones, las cuales se fueron justificando más, y más con varias noticias extrajudiciales, pero seguras, que adquirió Su Ilustrísima, de que las Flores cuestionadas, no sólo se hallaban en la Ermita de San Luis otros días del año, distintos de los de la víspera, y Fiesta del Santo; más se encontraban en otros muchísimos sitios, tanto profanos, como sagrados. Y aun sucedió oportunamente por aquellos días, que noticioso yo de que en unos horreos, distantes de esta Ciudad dos tiros de arcabuz, se veían muchas de estas Flores, dispuse, que fuesen a reconocerlas, y cortarlas cinco personas dignas de toda fe, que fueron Don Pedro Palomino, Cura de la Parroquial de San Julián, extramuros de esta Ciudad, Don Antonio Morán, Presbítero, Don José García Jove, Caballero de Gijón, residente en esta Ciudad, Don Francisco Xavier Rabanal, Escribano del Cabildo de esta Santa Iglesia, y Don Tirso de la Fuente, Escribano de Millones, y otras Rentas Reales.

75. No quiso no obstante, Su Ilustrísima pasar a decretar nueva Información enteramente decisiva de la cuestión, sin que se hiciese otra preliminar, y menos ruidosa, pero también judicial, en orden a los dos puntos; conviene a saber, que las Flores se hallan en muchísimos sitios, y que en la misma Ermita de San Luis se hallan en otros días, y meses del año. Dio Su Ilustrísima comisión para esta Información, la cual se hizo a 7 de Agosto en el Lugar de Retuertas, del Concejo de Cangas [393] de Tineo, con siete testigos de vista, que bajo juramento depusieron unánimes afirmativamente, en orden a uno, y otro punto; esto es, haber visto Flores perfectamente semejantes a las de la Hermita de San Luis en muchos, y diferentísimos sitios, y en la misma Ermita de San Luis otros días del año, individuando éstos. Agregáronse también a esta Información los dos testimonios arriba mencionados de los dos sujetos, que habían depuesto en la Información hecha el año pasado, que en ningún día del año fuera del de la Fiesta del Santo aparecen Flores en la Hermita del Santo; y en estos testimonios confiesan, que las vieron después. Hubiérase tomado declaración a mucho mayor número de testigos, que ya se habían ofrecido para ello, si no fuese preciso abreviar todo lo posible, por el poco tiempo que restaba para disponer la otra Información en la Ermita de San Luis, examinándola, no sólo el día de la Fiesta del Santo, mas también en algunos de los anteriores.

76. Traída a Oviedo, y examinada aquí la Información hecha en el Lugar de Retuertas, dio comisión Su Ilustrísima al Doctor Don Policarpo de Mendoza, Doctor, y Catedrático de Sexto de esta Universidad, Provisor, y Vicario General de este Obispado, Arcediano Dignidad de esta Santa Iglesia, para que pasase al sitio donde está la Ermita de San Luis, y allí hiciese una plena, y perfecta averiguación sobre el milagro cuestionado, encargándole expresamente en el despacho, que practicase todas las diligencias que su prudencia creyese necesarias para evitar todo engaño, o equivocación.

77. En cumplimiento de este despacho se empezó el registro de la Ermita el día 16 de Agosto, tres días antes de la Fiesta de San Luis, como en el año antecedente. Hízole el Provisor, acompañado de Don José Rodríguez Varela, Cura Párroco de San Juan de Entralgo, y Notario Apostólico, señalado como tal de oficio para esta Causa: de Don Gonzalo de Llano, Canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Oviedo: del Padre Fray Rafael [394] de San Francisco Xavier, Religioso Carmelita Descalzo: de Don Bernardo Canal Cura Párroco de Santa Eulalia de Canranzo: de Don Francisco de Hevia Argüelles, Cura de la Parroquia de Posada de Rengos (en cuyo distrito está la Ermita de San Luis): de Francisco Alvarez, vecino de ella: de Don José Valdés, vecino de Oviedo, y otros. Y en este día se hallaron cinco Flores en la Ermita una de la parte de afuera, y cuatro de la parte de adentro. Pero sólo se recogieron tres, porque una no se cortó por estar en sitio alto donde no se podía alcanzar; y otra, habiendo caído en el suelo, no se pudo hallar. Y las tres Flores dichas depositó, y guardó el Provisor en una caja, que de prevención llevaba para este efecto.

78. Esto está certificado por los dos Notarios nombrados Don José Rodríguez Varela, y Don Bernardo Canal, y testificado debajo de juramento, y firmado por Don Gonzalo de Llano, Canónigo de la Catedral de Oviedo, el Padre Fray Rafael de San Francisco Javier, Carmelita Descalzo, Don José Valdés, vecino de Oviedo, Don Francisco Antonio Hevia Argüelles, Cura Párroco de Posada de Rengos, en cuyo término está la Ermita de San Luis, y Francisco Alvarez, Feligreses de la misma Parroquia. Este último no firmó por no saber. De éstos, los que habían visto Flores cogidas en la Ermita el día de San Luis en otros años, afirmaron debajo del juramento hecho ser enteramente semejantes éstas a aquéllas.

79. Este mismo día, bajando el Provisor del sitio de la Ermita al Lugar de Posada donde tenía su hospedaje, y viendo en el camino una Ermita, que está dedicada a Santa Marina, con el supuesto que ya tenía por evidente, que estas Flores se hallan en muchas Iglesias, y Ermitas de aquel territorio, o acaso en todas, se detuvo a ver si en dicha Ermita había algunas. En efecto vio muchas, de las cuales recogió seis, que depositó en otra caja. Esto certifica el Notario de la Causa. Lo testifican debajo de juramento el Padre Fr. Rafael, y Don [395] Gonzalo de Llano, que se hallaron presentes, y el último debajo del mismo juramento afirma, que dichas Flores le parecieron en todo semejantes a las que otros años se hallaron en la Ermita de San Luis.

80. El día siguiente 17 de Agosto volvió el Provisor a reconocer la Ermita de San Luis, acompañado del Notario de la Causa, del Padre Fray Rafael de San Francisco Javier, de Don Francisco de Hevia Argüelles, Cura de aquella Parroquia, y de Don Diego Valea, Cura de Vega de Rengos (nótese que éste fue Conjuez en la Información hecha el año antecedente) y haciendo el registro dentro de ella, en el techo, y hacia el Altar del Santo halló una Flor; y en la pared, por la parte de afuera, dos, que a vista de los expresados colocó en la misma caja, que las halladas en la misma Ermita el día antecedente. De esto dan fe, y lo testifican debajo de juramento los tres nombrados; esto es, el Padre Fray Rafael, Don Francisco de Hevia, y Don Diego Valea.

81. Las declaraciones sobredichas respectivas a todo lo sucedido en los días 16, y 17, se tomaron el día 18, que se ocupó en esto.

82. El día 19, habiendo ido el Provisor, bien de mañana, al sitio de la Ermita, puso lo primero en ejecución algunas providencias, que llevaba meditadas, para evitar toda ilusión, y confusión. Una fue poner, mediante Carta-Orden, que llevaba para ello del Coronel del Regimiento de Asturias, un Alferez con seis Soldados a la puerta de la Ermita, para que no dejasen entrar en ella más gente, que la que cómodamente podía estar; con que se logró que todas, o casi todas las personas, que ocuparon la Ermita, eran de alguna distinción, o por su estado, o por su nacimiento. Otra fue mandar por edicto, que se fijó en la puerta de la Ermita, que ninguno quitase por su mano cualquier Flor, que pareciese en la Ermita, sino que quienquiera, que viese alguna, lo avisase sin moverse del sitio, para que el Provisor, los dos Notarios, Don José Rodríguez Varela, Don Bernardo [396] Canal, y los demás que quisieren acercarse, la reconociesen. Ultimamente, pareciéndole que la multitud de Misas privadas podía ocasionar alguna fraudulencia, sólo permitió decirlas al Padre Guardián de Avilés, y al Padre Guardián de Tineo, y a una, y otra asistieron, puestos a los lados del Altar, el Provisor, y los dos Notarios. La Misa cantada se encomendó a Don José Fernández de Ys, Cura de Xedrez.

83. La utilidad de estas Providencias se reconoció principalmente en la Misa cantada, durante la cual no apareció Flor alguna en la Ermita, ni en la ropa de nadie; pero hubieran aparecido ilusoriamente algunas, o muchas, a no haberse usado de aquellas precauciones; porque no faltaron quienes imaginasen, y gritasen, que en esta, o aquella parte había alguna Flor; pero como estaba precavida la confusión, e indiligencia de otros años, luego se desengañaron todos los presentes de que no había tales Flores. A las señoras Doña Eulalia de Campomanes, y Doña María de Omaña se figuró, y lo dijeron, que veían una Flor en la extremidad de la Capilla del Padre Partierra, Franciscano. Acudió el Provisor, los dos Notarios, y otros a reconocerla, y hallaron ser una partecita de cal, que se había pegado a la capilla, por haberse el Religioso arrimado a la pared, que no mucho antes se había blanqueado, lo cual se hizo ver luego a las dos señoras expresadas. No sólo había aquella partecita de cal en la espalda de la capilla, mas otras muchas más menudas, que en breve pasarían por otras tantas Flores, si no se hubiese acudido con el desengaño. Asimismo, una criada de la señora Doña Eulalia de Campomanes levantó la voz, diciendo, que le había salido en el delantal una Flor. Dijola luego el Notario Varela, que mirase bien si era Flor, u otra cosa. Hízolo, y halló también ser un átomo de cal. Extendióse también por la Ermita la voz de que había una Flor pendiente de la tabla que de la parte de abajo tiene la caja en que está la Imagen del Santo. Acudieron a verlo el Provisor, [397] los Notarios, y otros muchos, y hallaron ser lo mismo que las dos antecedentes, con que se desengañó toda la gente.

84. Esto sucedió en la Misa Mayor, sin que ni en ella, ni antes, ni después de ella pareciese alguna Flor. Pero en la Misa, que por la mañana celebró el Padre Guardián de Avilés, uno de los que asistían percibió una Flor en un madero, que corre debajo del techo de la Capilla, al lado de la Epístola, y sale al esquinal de ella. Y habiéndole avisado, el Provisor, con los Notarios, y otras personas fue a reconocerla, y halló ser lo que se decía; esto es, Flor como las demás, que los días antecedentes había hallado en las dos Capillas; pero mandó que la dejasen estar en el sitio, hasta que acabase su Misa el Padre Guardián de Tineo, que estaba para decirla inmediatamente. Concluida ésta, se reconoció de nuevo la Flor, que se vio ser la misma, y estar en el mismo sitio, y positura, que antes se había visto; y habiéndose cortado, la mostró a los circunstantes, juntamente con las que en dos cajas había recogido los días 16, y 17 de las dos Ermitas, preguntando a muchos de ellos, ¿si les parecían ser todas de la misma especie? A que respondieron afirmativamente, y que no hallaban entre ellas la más leve diferencia.

85. Esto es todo lo que pasó el día 19, en que se celebró la Fiesta del Santo, y de ello dieron fe los dos Notarios expresados. Los cuatro días siguientes se ocuparon en tomar varias declaraciones en orden al asunto de la comisión, primero en el Lugar de Posada, y después en el de Entrambas aguas, ambos del Concejo de Cangas de Tineo.

86. De estas declaraciones resulta lo primero, que 16 testigos, que asistieron a la Misa Mayor el día de la Fiesta del Santo, todos, a la reserva de uno, u otro, personas de distinción, o por su nacimiento, o por su estado, deponen debajo de juramento, que durante dicha Misa Mayor no vieron Flor alguna en ninguna parte de [398] la Ermita; y de éstos los 11 expresan, que estuvieron con gran cuidado a observar si veían alguna.

87. Resulta lo 2, por deposición de seis testigos de vista, lo que arriba se dijo de la Flor, que apareció el día 19, estando celebrando la Misa privada el P. Guardián de Tineo.

88. Resulta lo 3 por la declaración de muchos testigos, ya de vista, ya de oídas, que Flores perfectamente semejantes a la que se cogió en la Ermita el día 19 este año, y a las que aparecieron en ella el mismo día otros años, se han hallado en otros distintos días en la misma Ermita, y se hallan de la misma calidad en otros muchos sitios. Sobre que no es de omitir la particularidad, que debajo del juramento hecho refirió Don Fernando Arias, Cura Párroco de San Cristobal de Entre-viñas, del mismo Concejo de Cangas, de haber visto en un grano de uva cinco Flores perfectamente semejantes a las que se dicen de San Luis, que tenían su pedicudo fijado en el mismo grano.

89. De las declaraciones hechas en orden a las Flores halladas en la Ermita de San Luis, y en la de Santa Marina los días 16, y 17, ya se habló arriba; aunque por equivocación se dijo, que todas habían sido tomadas el día 18, pues la del Canónigo Don Gonzalo de Llano no se tomó hasta el día 21 en el Lugar de Entrambasaguas.


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Cotejo de esta información con la del año antecedente
§. X

90. Se me aseguró, que el Padre Secretario actual de San Francisco de la Provincia de Santiago, el que asistió a toda la Función de la Fiesta de San Luis en el presente año, se le oyó decir, que si la formación del año pasado se hubiese hecho con la exactitud, que la [399] del presente, se hubieran excusado las inquietudes que hubo sobre este asunto. Que este dicho sea verdadero, o supuesto, lo que no tiene duda es, que la desigualdad entre las dos, en orden a aclarar la verdad, por muchos capítulos es grande.

91. Lo 1. De los dos Jueces, que presidieron el año pasado, el uno era notoriamente parte, y el otro legítimamente recusable, como arriba he probado. Al que presidió en la de este año no se le puede objetar nulidad alguna, ni capítulo por donde sea recusable. A que se puede añadir, que si un sujeto de tales circunstancias, y de tan notoria integridad fuese capaz de que alguna pasión humana le apartase en este negocio de la rectitud debida, sería la de salvar el crédito de su Prelado, interesado en la comprobación del milagro, por haberle aprobado auténticamente; la cual pasión le inclinaría a confirmar cuanto pudiese su existencia, para evitar a Su Ilustrísima, a quien debía tanto, la nota de haber procedido inconsideradamente en la aprobación. Pero la verdad es, que tampoco en esta parte tuvo que vencer, porque el Prelado mostró en esta ocasión, como en otras muchas, el espíritu, y celo, que le animaba, prefiriendo la verdad, y la pureza de la Religión a toda mira interesada de su persona. Por lo cual a su Provisor encargó con grandes veras, así de palabra, como por escrito, que, depuesto todo humano respeto, hiciese cuantas diligencias imaginase conducente para apurar la verdad.

92. Lo 2. El hecho monstruoso de presentar el Padre Guardián de Tineo una Petición como parte, y decretarla él mismo como Juez, muestra cuán inadvertida, y tumultuariamente se procedía en aquella Información.

93. Lo 3. Aunque varios testigos firmaron las apariciones de Flores, que se enuncian en aquella Información; mas no debajo de juramento, pues de haberse tomado, lo expresaría el Notario. Al contrario, en la última Información, sobre ser muchos los testigos, y por la mayor parte muy calificados, a todos se tomó juramento. [400]

94. Lo 4. El reconocimiento, que dicen los Notarios haber hecho de algunas de las Flores aparecidas el día 19 del año pasado, debió de ser a distancia, en que fuese fácil padecer engaño, pues sin duda le padecieron en la que dicen reconocieron en la manga del Padre Calo.

95. Finalmente, por lo que mira a la Información, que el año de 43 se hizo en Cangas en los días siguientes al de la Fiesta del Santo, en orden a que no se hallan Flores en la Ermita, sino el día 19 de Agosto, désele el valor que se quiera, está ya fuera de toda duda lo contrario. Los que deponen no haberlas hallado, son testigos negativos; los que deponen haberlas hallado, son testigos positivos. Pudieron muy bien aquéllos no hallarlas, aunque las hubiese. Es verisímil que no pusiesen la mayor diligencia en buscarlas los que (como consta de su misma disposición) por la fama, y voz común, iban ya persuadidos a que no las habían de hallar. Aun una gran diligencia no asegura que no las haya, cuando no se hallan, porque su pequeñez burla muchas veces la vista más perspicaz. En efecto, esto se palpó en la Información de este año; pues aunque el día 16 por muchas personas se hizo un exactísimo registro de la Ermita por dentro, y fuera, con el cual se hallaron algunas Flores, sin embargo, se escaparon a la vista tres, que parecieron al día siguiente. Y aun después de uno, y otro registro quedó otra, que fue la que se descubrió estando diciendo Misa el Padre Guardián de Avilés. También pudo ser que no hubiese Flores uno, u otro día, que las buscaron éste, o aquel testigo, por haberlas quitado otros antes, y así que las hubiese otros días distintos de aquéllos.

96. De todo lo cual se colige incontestablemente, que esta última Información es con infinita preferencia más digna de fe que la que hizo el año pasado. [401]


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Comprobación, o contraposición de lo que resulta de las dos últimas Informaciones, y de las experiencias de estos tiempos,
con lo que en fe de otras Informaciones, hechas en los tiempos anteriores, escriben los Historiadores de la Religión
§. XI

97. Discrepan tanto de la realidad del hecho las narraciones de los Historiadores en cuanto a las Flores de San Luis, que su autoridad es inútil para confirmar el pretendido milagro. Wadingo, y el Ilustrísimo Cornejo dicen, que Flores semejantes a éstas no se hallan en otra parte alguna del mundo, sino en aquella Ermita; y ni aun en aquella Ermita, sino el día 19 de Agosto; y ni aun este día, sino mientras se canta la Misa Mayor. Es ya notorio todo lo contrario. Hállanse las Flores en la Ermita el día 19, no sólo a la Misa Mayor, mas también fuera de ella, y esto consta, no sólo de la Información de este año, mas también de la antecedente. Hállanse, no sólo el día 19 de Agosto, mas también otros días del año. Hállanse, no sólo en aquella Ermita, mas en otras infinitas partes.

98. Dicen Wadingo, y el Ilustrísimo Cornejo, que todas estas Flores en acabándose la Misa se marchitan. En la Información del año pasado hubo quienes querían probar ser milagrosas con el contrario hecho de no marchitarse jamás. La verdad es, que conservan su tersura, y color mucho tiempo. Más ha de un año que mantienen uno, y otro algunas, que tengo en la Celda, y que se hallaron en horreos, techo, &c.

99. Añade el Ilustrísimo Cornejo, que estas Flores son de suave olor. No tienen olor sensible. Y era preciso, que fuesen insignemente aromáticas para percibírseles algún olor, respecto de ser tan pequeñas, que apenas [402] cuarenta juntas pesarán lo que un grano de trigo.

100. Gil González Dávila, fundado en el testimonio del Señor Don Sancho Dávila, derivado del Reverendísimo Padre General Fr. Francisco de Sosa, refiere, que estas Flores son azules, lilia caerulea. No sé que se haya visto jamás alguna azul. Todas son muy blancas, como dije arriba, a excepción de una u otra muy rara, que tira a verde, o a verdinegra.


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Conjetura piadosa, y razonable sobre esta discrepancia entre las noticias históricas, y el hecho
§. XII

101. Lo que inmediatamente ocurre sobre dicha discrepancia es, que aquellas noticias históricas se fundaron en informaciones siniestras, y opuestas a la verdad. Pero yo, más bien reflexionada la cosa, en esa misma discrepancia descubro una luz, que me guía a conciliar la verdad de las noticias históricas con la realidad del hecho, que refieren, y dejar acreditada la milagrosa aparición de las Flores, referida por los Historiadores.

102. Nadie, por poco versado que esté en las Historias Eclesiásticas, ignora, que en honor de muchos Santos, y por largo espacio de tiempo después de su muerte, hizo, y continuó la Omnipotencia algunos milagros, los cuales, por motivos que nos son ocultos, después han cesado. Tal fue el de teñirse de sangre el sitio donde fueron sacrificados nuestros doscientos Monjes de Cardeña, por muchos años, el día aniversario de su martirio. Tal el aceite medicinal, que fluyó también por muchos años de los cadáveres de algunos Santos. De modo, que habiendo durado por considerable espacio de tiempo muchos prodigios de estos, sólo uno, u otro raro se ha conservado hasta este siglo, como lo de la [403] sangre de San Genaro, y de San Pantaleón.

103. Yo me imagino, que lo proprio sucedió con el decantado milagro de la Ermita de San Luis del Monte. Habría allí un tiempo aparición milagrosa de Flores, y Flores tales, y con todas las circunstancias, que refieren los Historiadores; esto es, flores azules, olorosas, medicinales, únicas en su especie, y únicas en la circunstancia del sitio, y del día. De esto se harían Informaciones muy exactas en aquel tiempo, en que duró el milagro, cuya noticia pasó a los Historiadores, y así éstos dijeron la verdad, refiriendo lo que constaba de aquellas Informaciones. Cesó después, por ocultos fines de la Providencia, el milagro. Pero algunos del País, interesados en la fama de la continuación de él, a falta de Flores milagrosas, quisieron que pasasen por tales unas míseras producciones, a quienes nada conviene de cuanto atribuyen los Historiadores a las otras, porque ni son olorosas, ni únicas en aquel sitio, ni en aquel día, y probabilísimamente ni aun son Flores.

104. Cualquiera que considere la facilidad con que el Vulgo finge, y cree milagros, no hallará la más leve dificultad en que las cosas pasasen de este modo. Acepta pronta la creencia del Vulgo cualquier milagro, que se imagine, o se finja; y en menos de dos horas la ilusión de una despreciable mujercilla suena respetada en las bocas de todo un gran Pueblo; porque aunque algunos pocos conocen la ilusión, no se atreven a contradecir a la multitud, mayormente porque los vulgares tratan como especie de impiedad negar que sea milagro todo aquello, que ellos imaginan tal. Supongo, que cuando la necedad vulgar empezó a dar por substitutos de verdaderas, y milagrosas Flores estas viles, y pigmeas producciones de la naturaleza, no faltaron muchos, que notaron la insigne diferencia que había de unas a otras. Pero tampoco faltarían quienes repusiesen, que Dios podía variar el milagro como le pareciese, ya produciendo Flores de justo tamaño, ya minutísimas, ya [404] azules, ya blancas; y tal cual, preciado de discreto, añadiría, que no sólo en las obras de la Naturaleza, mas también en las de la Gracia es hermosa la variedad. Esto bastaba, y sobraba para que la multitud declarase por protervo, y pertinaz a quien negase la continuación del milagro.

105. Ni se me oponga, que era claro el desengaño, hallándose las pretendidas Flores en otras muchas partes, y sitios. Supónese que las había en otras muchas partes, como las hay ahora; pero esto se advirtió muy tarde. Ha pocos años que esto se reconoció por algunos. Aún el año pasado lo negaban muchos, pretendiendo, o por una ciega persuasión, o lo que es más cierto, por mantener a todo trance el Error Común del País, que las que se mostraban en otras partes eran algo distintas de las que aparecían en la Ermita de San Luis. Sin embargo, habiéndose hallado el año pasado de 43, al otro día de la Fiesta de San Luis, dieciseis de las pretendidas Flores en la viga de un horreo de Don Gonzalo de Llano, en la Villa de Cangas, que muchísimos reconocieron ser perfectamente semejantes a la de la Ermita; y habiendo esto movido a muchos curiosos a buscarlas en varios sitios, con cuya diligencia se hallaron muchísimas, y en muchísimas partes; en cuanto a este asunto ya parece que cesó el común error. Mas ni por eso desistió el Vulgo de su imaginación de milagro, sugiriéndole algunos, que el que Flores de aquella especie se produjesen naturalmente en otras partes, no quitaba que la producción, y aparición de ellas en la Ermita de San Luis fuese milagrosa. Y en esto dirían bien, si todas las demás circunstancias no disipasen la creencia del milagro. Ciertamente si yo en la Iglesia dedicada a algún Santo, y en el día de su Fiesta, viese aparecer de repente por las paredes, y techos unas rosas perfectamente semejantes a las de Alejandría, el que éstas se produzcan naturalmente en infinitos jardines, no obstaría a que tuviese aquella producción por milagrosa; ya porque en [405] ella no cabe aparición repentina sin producción instantánea, ya porque tampoco cabe dudar de que sean Flores, las de la aparición. Las de nuestra cuestión tienen contra sí, no sólo estos capítulos, mas todo lo demás, que arriba se ha alegado sobre este asunto.

106. A algunos hará dificultad, que por algún espacio considerable de tiempo se pudiese ignorar, que había estas Flores en sitios distintos de la Ermita, habiendo tantas, y en tantas partes. Pero esta dificultad está allanada con lo que ha sucedido en esta Ciudad de Oviedo, y en su territorio. Había aquí en varios sitios, como hay ahora, muchas Flores perfectamente semejantes a las de San Luis. Sin embargo, esto se ignoró enteramente hasta fines del año pasado de 43, que habiendo descubierto algunas un criado del Monasterio de Corias, habituado a reconocerlas, que vino aquí; con esta ocasión se dieron otros a buscarlas, y hallaron muchas. Las dos primeras, que vio el criado, estaban en el techo del Claustro alto de este Colegio, expuestas diaria, y horariamente a los ojos de todos los Monjes; no obstante lo cual nadie las había notado.


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Averíguase a qué género de sustancia pertenezcan las que llaman Flores de San Luis
§. XIII

107. En la Carta, que dio motivo a esta cuestión, expliqué, y probé el dictamen de que éstas, que llaman Flores, no lo son, sino huevos, o capullos de unos menudísimos insectos. Ministróme la prueba para este dictamen la experiencia de los dos Caballeros Velardes, que refiero en aquella Carta, y a que remito el lector. Después hubo otras semejantes, que me confirmaron en el mismo juicio. El año pasado de 43, habiendo el Canónigo Don Gonzalo de Llano recogido [406] dos Flores en la Ermita de San Luis, en el día del Santo, las depositó en una caja; y queriendo el día siguiente mostrarlas al Padre Maestro Fray Vitores, de Lasanta, para cuyo efecto abrió la caja, con admiración de ambos parecieron cuatro menudísimos insectos, moviéndose por su suelo. En el presente año, por el mes de Septiembre, el mismo Abad, estando reconociendo una de estas Flores, vio salir de una de sus bolsillas un insecto semejante; y observando luego, que de otra bolsilla apuntaba a salir otro, llamó al Padre Maestro Fray José Pérez, Maestro General de la Orden, Catedrático de Vísperas de la Universidad de Oviedo, y al Padre Predicador Fray Pedro Bahamonde, Visitador de la Religión, que estaban cerca, para que lo viesen salir, como en efecto lo vieron. En esta Ciudad observaron lo mismo en otras Flores Don Diego de la Gandara Velarde, y Don Lope Valdés, Catedrático de Artes de esta Universidad. En la observación de Don Diego de la Gandara, no sólo este Caballero; mas también Don José García de Jove, Don Manuel de Cáceres, y otros, y vieron con toda claridad salir el insecto del capullo.

108. Añado a estas experiencias, que estando examinando en mi Celda tres de estas Flores, ya con microscopio, ya sin él, Don Francisco de Paula Santos, Fiscal de esta Real Audiencia, Don Policarpo de Mendoza, Provisor, y Vicario General de este Obispado, Don José Alvaro de Puga, Alguacil Mayor del expresado Tribunal, y yo; dicho Don José Alvaro aseguró, que eran perfectamente semejantes en todo a varios capullos de Orugas, que había visto, a excepción de ser más pequeños los de la cuestión.

109. Demás de dichas experiencias, una prueba, que parece demostrativa, de que estos entecillos, no sólo no son Flores, mas ni aun pertenecen a la clase de los vegetables, es su generación en todo género de cuerpos, sin excluir los más secos, e infecundos; pues no sólo se hallan en maderas sequísimas, y en piedras tersas [407] destituidas de todo jugo, mas también en el hierro. En el Lugar de Barcena del Concejo de Tineo se vio una el año pasado en el cerrojo de una puerta; y en un balcón de hierro de la Celda Abacial del Monasterio de Corias el citado Abad vio dos, que dejó estar allí mucho tiempo, mostrándolas a todo yente, y viniente. Con que se hace enteramente inútil, para comprobación del milagro, la experiencia de haber tal vez hallado una de estas Flores en el cerrojo de una puerta de la Ermita de San Luis; pero el haberlas hallado en otros hierros es prueba, como dije, al parecer demostrativa, de que no son Flores, u otra substancia vegetable.

110. Hará a muchos no poca dificultad el extraño modo, con que los insectos de esta especie proceden en la propagación de ella. Tomando por basa cualquier cuerpo sólido, desde él empiezan a trabajar un tenue cordoncillo, que quedando adhrente, y pendiente de aquel cuerpo, sucesivamente van alargando; y en teniendo tal determinada longitud, en su extremidad deponen el huevo, o por mejor decir un racimo de infinitísimos huevecillos. ¿Para qué tan prolija, y difícil maniobra, que sobre representarse superflua, parece excede la industria de tan vil animalejo? Pero esta dificultad se desvanecerá enteramente mostrando yo otra maniobra semejantísima en la generación de otra especie de insectos.

111. Aquí el gran Moderno indagador de la Naturaleza Mr. Reaumur, de la Academia Real de las Ciencias, en el 3 Tomo de su Historia Natural de los Insectos nos presenta un perfecto símil de nuestro caso. No tengo yo la Historia de los Insectos de Mr. Reaumur; pero sí el breve compendio de ella, que hizo Mr. de Fontenelle, e insertó en la Historia de la Academia Real de las Ciencias de los años 34, 36, y 37.

112. Compendiando, pues, Mr. de Fontenelle lo que averiguó Mr. de Reaumur sobre cierta especie de insectos, que reduce a la clase de las Orugas, dice lo siguiente: Éstos ponen sus huevos; mas parece que hacen [408] misterio de ello como las Abejas, aunque con modo diferente. Se ven algunas veces pendientes de las ramas de las plantas, o de los árboles unos hilos largos, que se terminan en una cabecita más gruesa, que es como su cima, aunque pendiente hacia abajo. ¿Quién no creería, que esta es una producción vegetable? En efecto, algunos hábiles Observadores quisieron explicarla sobre este pie. Pero Mr. Reaumur, que había visto muchas producciones de estas, sin conocerlas, fue conducido por una larga serie de conjeturas a sospechar, que las cimas, o cabezas de estos hilos podrían ser huevos de insectos; y observándolas de cerca, vio en efecto salir de ellas ciertos insectillos; y ve aquí el punto enteramente decidido.

113. Hácese luego cargo Mr. de Fontenelle de la dificultad que hay en entender cómo se hace aquella maniobra; lo que da ocasión a pronunciar una sentencia como suya, y muy oportuna a nuestro asunto: El discurso, dice, de los Filósofos está ya bastantemente acostumbrado a ceder al instinto de los insectos.

114. La semejanza de los dos casos es perfecta. Acaso no es sólo semejanza, sino identidad. Así en el de Mr. Reaumur, como en el nuestro hay producciones, que por mucho tiempo se creyeron vegetables, y después la casualidad, y la observación descubrieron ser animales. En uno, y otro hay un proceder muy operoso, y en parte al parecer superfluo para la propagación de la especie. En uno, y otro hay dificultad en entender cómo se coloca el huevo en la extremidad de un hilo pendiente. ¿Mas qué obsta todo esto a la realidad de uno, y otro caso? Ya se sabe, que varios insectos hacen mucho más que lo que pueden entender los Filósofos. Siempre admiramos, aunque diariamente lo vemos, el opificio de las Abejas, y el de las Arañas.

115. He dicho que quizá de un caso a otro no hay sólo semejanza, sino identidad. Quiero decir, que acaso es la misma especie de insectos aquella, de que habla [409] Mr. Reaumur, y la de nuestra cuestión. Son, a la verdad, los huevos de Mr. Reaumur algo mayores que los nuestros; pero la diferencia de climas frecuentemente produce esta desigualdad dentro de la misma especie, así en los vegetables, como en los animales. También noto, que en el compendio de Fontenelle, ni se expresa, que aquellos insectos pongan pendientes sus huevos de otros cuerpos más que de plantas, y ramas de árboles, ni se hace mención de que el hilo, de que penden, sea fabricado en forma de cordón, como el de los nuestros. Pero sobre que estas circunstancias para lo substancial del asunto son muy accidentales, pudo Mr. Reaumur, o no advertirlas, o advertidas, callarlas por poco, o nada conducentes al fin de su Obra. Los buenos Autores se ciñen con discreta economía a lo útil, y preciso, y nunca escriben todo lo que saben. A la verdad, el conocimiento de la textura de los hilos de nuestros insectos pide una observación diligentísima; y así, este secreto era aquí ignorado de todos, hasta que se descubrió en mi Celda. También es verisímil, que aunque Mr. Reaumur expresase estas circunstancias, se omitiesen en el Compendio de Fontenelle, siendo preciso que los epítomes cercenen mucho, y aun lo más de lo que se contiene en la Obra compendiada.

116. Las noticias dadas en este §. servirán también a rectificar la errada inteligencia de dos modernísimos Escritores, que supusieron, que de las Flores corrompidas se engendran los insectos, y pensaron decir algo al caso, trayendo el símil de la corrupción de las especies Eucarísticas. No hay tal corrupción de Flores. Incorruptos se mantienen los capullos, a quienes quieren dar nombre de Flores, antes, y después de la extracción de los insectos. [410]


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Propónese en compendio lo que resulta de todo lo dicho
§. XIV

117. Resulta lo 1, que las cuestionada Flores, no sólo se hallan en la Ermita de San Luis el día, o víspera de la Fiesta del Santo, sino en otros días cualesquiera del año.

118. Resulta lo 2, que no sólo se hallan en dicha Ermita, mas en otros infinitos sitios, tanto sagrados, como profanos.

119. Resulta lo 3, que estas dos circunstancias hacen el hecho de la aparición de las Flores inconciliable con la relación, que hacen de él los célebres Escritores Franciscanos, Lucas Wadingo, y el Ilustrísimo Cornejo.

120. Resulta lo 4, que siendo las cuestionadas Flores blancas y no azules, es el hecho inconciliable con lo que el Ilustrísimo Don Sancho Dávila, y Gil González Dávila refieren de la Información presentada a Clemente VIII.

121. Añado ahora, que lo mismo que los dos Autores citados en orden al color de las Flores dice el Padre Fray Alonso López Madaleno, Cronista Franciscano, en la Historia, y descripción, que hizo del Capítulo General celebrado por la Religión Seráfica en Toledo el año de 1682. Suyas son las palabras siguientes, pag. 347: Rara maravilla es la que sirve de testimonio auténtico a esta peregrina pureza de San Luis. En el Obispado de Oviedo se venera una suntuosa Ermita, dedicada a su nombre, y culto. Y es suceso portentoso, que luego que se empieza la Misa de Santo, milagrosa, y repentinamente brotan del Altar, y en su circunferencia tantas azucenas de color celestial, o azul, que recogidas en azafates, se conducen a diversas Provincias de [411] todo el Orbe. Y son muy de notar las últimas palabras de este Autor. ¿Qué cosa para presentar en azafates las que hoy se llaman Flores de San Luis, cuando caben trescientas en una cáscara de avellana? Ni en trescientos años se podrá llenar el más pequeño azafate.

122. Resulta lo 5, que las que ahora se llaman Flores de San Luis, probabilísimamente no son Flores, sino otra cosa muy diversa, según se explicó arriba.

123. Resulta lo 6, que la exactitud de las anteriores Informaciones en orden al milagro, y veracidad de los Historiadores, que se refieren a ellas, sólo se pueden salvar suponiendo, que el caso fue en otros tiempos muy diferente que ahora. Esto es, hubo en otro tiempo aparición repentina de Flores, y tales Flores; conviene a saber, Flores, que eran como azucenas azules, olorosas, medicinales, y de una especie tan particular, que no se hallaban en otra parte del mundo, ni en la misma Ermita de San Luis, sino en el día de la Fiesta del Santo, y esto precisamente mientras se celebraba la Misa cantada. Ahora no hay aparición repentina de Flores, ni aun al parecer son Flores las que se llaman tales; y en caso que lo sean, se hallan en la Ermita en cualquier tiempo, y fuera de la Ermita en infinitas partes.


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Precauciones para en adelante
§. XV

124. Yo no sé si en adelante se hará nueva Información, o Informaciones sobre este asunto. Pero sé que si hicieren, y algunos se obstinaren en mantener fraudulentamente la opinión del milagro, será muy difícil evitarlo, porque para esto hay infinitos modos, y artificios. Por lo cual, si llegare el caso de nueva Información, será preciso que el Señor Obispo, que fuere, se sirva para ella, no sólo de sujetos desapasionados, íntegros, y de inexpugnable veracidad, mas también [412] muy perspicaces, y advertidos para tomar cuantas providencias sean necesarias para evitar todo engaño, o ilusión.

125. Sobre todo, conviene intimar, y predicar a toda la gente del País, que fingir milagros, o publicar por tales lo que no lo son, es pecado mortal, perteneciente a aquel género de superstición, que consiste en culto indebido; y que es una profanación sacrílega rendir homenaje a la Omnipotencia con embustes, y comprobar la Santidad de los Siervos de Dios con patrañas. El Vulgo, y mucho de lo que no pasa por Vulgo, necesita en esta parte de mucha instrucción; estando los ignorantes tan lejos de percibir las cosas como son, que en materia de milagros dan nombre de piedad a la ficción, y de impiedad, o por lo menos de indevoción al desengaño.


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Dos advertencias al Público, y conclusión de este Escrito
§. XVI

126. Cuando las que hoy llaman Flores de San Luis, por todo lo alegado hasta aquí, no fuesen indignas de toda estimación religiosa, bastaría para negársela, por lo común, lo que voy a decir. Constame con toda certeza, que las más, con gran exceso, de las que con nombre de Flores de S. Luis envían los habitadores del Concejo de Cangas a varias partes de España, no son cogidas en la Ermita del Santo, sino en otras Ermitas, o Iglesias, y en lugares profanos, como en los campos, en árboles, en horreos, en techos de casas, &c. de suerte, que apenas de ciento, que se reparten, habrá dos halladas en la Ermita. Y por lo que mira al presente año de 44, cualquiera que se haya enviado es falsa; porque así las que se hallaron los días 16, y 17 de Agosto, como la que se descubrió el día 19, fueron recogidas por el Juez, que asistió al examen. [413]

127. Finalmente advierto, que si los habitantes vecinos al sitio donde está la Ermita quieren mantener el error de que las Flores no se hallan en ella otros días del año, a excepción del de la Fiesta del Santo, será casi imposible evitarlo, por la facilidad que tendrán en ir quitando sucesivamente por el discurso del año todas las Flores que hallaren. Con lo que sucederá, que cuando algunos Curiosos, o Comisarios deputados por autoridad legítima, quieran hacer examen sobre este hecho, nunca encuentran Flor alguna en otros días del año. Y con todo, de mil modos podrán hacer que fraudulentamente aparezcan en el día de la Fiesta, si no se usa de diligentísimas precauciones. En efecto, en el presente año se experimentó algo de esto. Hízose registro de la Capilla por el mes de Abril, y se hallaron algunas Flores, que se dejaron donde estaban. Hízose segundo registro por el mes de Mayo, y aunque se hallaron Flores también, pero no las reconocidas en el antecedente registro; lo que se atribuyó a que los vecinos de aquel sitio, o alguno de ellos, conociendo que aquellos registros se ordenaban a despintar su soñado milagro, arrancaban las Flores, que sabían se habían hallado.


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Noticia añadida por modo de Apéndice

128. Teniendo concluido este Escrito, y dispuesto para enviarle a Madrid, se me ministró una especie del Monasterio de Corias, que me pareció participar a los lectores, para que vean cuán puro, y religioso es en algunos el celo de mantener la opinión del milagro de las Flores de San Luis. Hecha por el Provisor Don Policarpo de Mendoza la segunda Información, de que se ha hablado, le pidió cierto sujeto permitiese destinar un Demandante a aquel Santuario, para que cuidase de su limpieza, y pidiese por los Pueblos limosna para su decencia, y aseo. Concedida la súplica, se puso el Demandante; y para que moviese la piedad de los Fieles a [414] tan meritoria contribución, se le entregó un impreso, que había de leer per vicos, & plateas en todas las partes donde fuese a demandar, y el buen hombre lo ejecutó al pie de la letra. ¿Pero qué impreso era éste? Es natural que juzgue el lector fuese alguna sucinta relación de la portentosa vida, y estupendos milagros del Glorioso San Luis Obispo, o por lo menos algunos versos devotos en honor del Santo. Ni uno, ni otro era. Verso sí; ¿pero qué versos? Aquellos mismos (asómbrese el lector) de que se dio noticia en el §. 5 de este Escrito: aquella ridícula soez, y tonta sátira, que miraron con asco, y abominación los mismos que procuraban sostener la opinión del milagro, a excepción solamente de los que la divulgaban. De tales vilezas se vale una falsa, o hipócrita piedad. Se me avisó también, que habiendo el Juez del Concejo de Cangas arrancado el sucio papelón de las manos del Demandante, acudieron a solicitar se lo restituyese ciertas dos personas, que no sólo por sus circunstancias, mas también por lo que inconsideradamente dejaron caer en la conversación, dieron a conocer el Autor de aquella negociación: sujeto de quien ya nada se extraña en esta materia.

O.S.C.S.R.E


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{Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), Cartas eruditas y curiosas (1742-1760), tomo segundo (1745). Texto tomado de la edición de Madrid 1773 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo segundo (nueva impresión), páginas 356-414.}


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