La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Benito Jerónimo Feijoo 1676-1764

Cartas eruditas y curiosas / Tomo tercero
Carta IX

Sobre un libro nuevo de Medicina


>>>

1. Muy Señor mío: Recibí el Libro intitulado: El Médico de sí mismo, o Arte de conservar la salud por instinto, traducido del Francés en Español, que Vmd. me remite, y cuya Crisis me enmienda, deseando saber mi dictamen en orden a la estimación que merecen sus preceptos.

2. Y empezando desde luego a obedecer a Vmd. digo lo primero, que no vi hasta ahora Libro donde menos correspondiese al título de la Obra. Dista lo uno de lo otro lo que el Polo Artico del Antártico. No sólo hay distancia, sino oposición, y contrariedad. Significa el título, que cada hombre puede curarse a sí mismo, sin más reglas que la atención al propio instinto; pero en todo el discurso de la Obra, bien lejos de dar lugar a que cada uno sea Médico de sí mismo, él pretende ser Médico de todos, proponiendo unas reglas que le dictó su capricho particular.

3. A este fin instituyó un sistema especial, que consiste en colocar por causa próxima de la mayor parte de las enfermedades las heces detenidas en el intestino colon, constando el cual de varias celdillas, ensenadas, o pliegues, aptas para que en ellos se aniden los excrementos, éstos detenidos allí fermentan, y se corrompen, de que resulta exhalar después unos vapores sutiles, pero malignos, que comunicados a la masa sanguinaria, la inficionan. En consecuencia de esto prescribe, como remedios casi universales, la dieta, la purga, la ayuda, y la sangría. De los tres primeros ya se entiende cómo pueden obrar contra la que constituye causa próxima de las enfermedades. En cuanto [120] al último algo embarazado se halla el Autor para señalar cómo influye en la expulsión de las heces; y así se atiene más a la operación de enmendar el mal efecto de ellas; por cuanto, quitando alguna porción de mala sangre, da lugar a que el resto se corrija.

4. Pero este sistema es una fábrica en el aire, que enteramente carece de fundamento. Basta para descubrir su falsedad la observación experimental de muchos, que siendo bastantemente difíciles de vientre, se conservan por muchos años en buena salud; lo que no podría ser, si fuese verdad que los vapores de las heces detenidas en el intestino colon inficionan la sangre. Cinco años tuve en este Colegio por Compañero a un Monje, y de mediana edad, el cual frecuentemente pasaba ocho, diez, y doce días sin evacuación intestinal. Con todo, en dichos cinco años no tuvo un día de cama.

5. Pero aunque diésemos al Autor que su sistema fuese verdadero, siempre quedaría muy lejos de desempeñar la propuesta, que hace en título del Libro, la cual contiene que todo hombre, siguiendo el instinto propio, puede ser Médico de sí mismo. ¿Por ventura dicta a todos los hombres el instinto, que las heces detenidas en los intestinos sean causa de las más enfermedades? Creo que a algunos, y no pocos, se lo persuade su discurso, aunque discurso errado, pero a ninguno el instinto. Ni, dejando a parte la causa de las enfermedades, dicta a todos los hombres el instinto que la curación, o precautoria, o expulsiva consista en la sangría, y la purga.

6. Dice el Autor que a algunos brutos dicta el instinto estos remedios. Supongo que esto hace relación a las especies que se hallan en varios Libros, de que el perro solicita el vómito, cuando le incomoda la repleción: la ave Ibis usa de su largo cuello, y acomodado pico para exonerarse con la ayuda: y el Hipopótamo, animal anfibio, revolcándose en las puntas de las cañas quebradas, se quita porción de sangre, cuando se halla muy gravado de ella. Pero sobre que lo que se dice del Hipopótamo, y la Ibis es muy [121] dudoso, y el vómito del perro es harto verosímil que sea coacto, y no procurado, como a los hombres sucede infinitas veces, todo lo que estos hechos, siendo verdaderos, pueden probarse, que a esas tres especies de brutos les dicta el instinto el vómito, la ayuda, y la sangría; de lo cual no se puede deducir consecuencia a los demás brutos, y mucho menos a los hombres; porque cada especie animal tiene su instinto particular, o una particular representación natural, de que tales, o cuales cosas les son convenientes, o nocivas; y como muy frecuentemente cosas, que son convenientes a una especie, son nocivas a otra, es preciso que el dictamen del instinto sea diverso en diversas especies en orden a muchas cosas.

7. ¿Qué pretende, pues, este Autor? ¿Que nos gobernemos por el instinto de tres particulares brutos? ¡Cosa extraña! Todos, al leer en el título Arte de conservar la salud por instinto, lo entenderán del instinto propio del hombre. Pues no es eso. Ese instinto, según la mente del Autor, no es instinto del hombre, sino del bruto; y ni aun de todo bruto, sino de tres determinadas especies de brutos, a cuyo dictamen pretenden sujetar todos los hombres.

8. Mas es, que si se habla en particular del Hipopótamo, no sólo el instinto del hombre es diverso del de aquel bruto, mas aun diametralmente opuesto. Esto se evidencia en el nativo horror con que miramos la efusión de sangre, ocasionada por herida, y la herida misma que la ocasiona. De modo, que si hemos de atender a nuestro propio instinto, en orden a la conservación de la salud, nunca consentiremos en la sangría, porque, antecedentemente a todo discurso, nuestro instinto nos la hace mirar con horror.

9. No es más feliz el Autor en las señales que propone para pronosticar las enfermedades, o prevenir su próxima venida, que en la doctrina de sus causas, y remedios. También quiere que aquel conocimiento venga puramente del instinto; sin reparar en que, si ello fuera así, excusado sería que él nos propusiese esas señales, como lo hace en un [122] largo Catálogo, que hace de ellos: pues son superfluos los documentos para que entendamos lo que nos dicta el instinto. Pero esta contradicción, o consecuencia es transcendental a todo el contenido del Libro.

10. Lo peor es, que la mayor parte de las señales, que propone, bien lejos de dictarlas el instinto, ni aun puede aprobarlas el entendimiento. Verálo Vmd. en el siguiente Catálogo, que es el mismo del Autor, omitida una pequeña parte.

Los cansancios, el abatimiento, y pesadez de todo el cuerpo, sin estar fatigado por algún violento ejercicio.

Las erisipelas, o comezones en la piel, la sarna, y los diviesos en diferentes partes.

Los dolores de reumatismo vagos, y frecuentes, acompañados de pequeños temblores sin regla.

La gana de dormir casi continua, pero principalmente después de comer: o al contrario, los desvelos, o los sueños interrumpidos por no sé qué inquietudes, sueños espantosos, y terrores pánicos.

El humor sombrío, triste, y melancólico, que no consiente el uso de ningún deleite.

Los frecuentes dolores de cabeza, desvanecimientos, vértigos, y el entumecimiento de esta misma parte en poniéndose el sombrero.

El color rojo en todo el rostro.

Los flujos de sangre por nariz, o por alguna otra parte del cuerpo.

El sonar de los oídos como campanas, o el silbo de ellos.

El encendimiento de las mejillas, o de los labios, o su sequedad.

Los bostezos, y los suspiros involuntarios.

Sequedad en la garganta, como si estuviera desollada, principalmente por la mañana, sin que los excesos del día antecedente sean causa de ello.

El mal olor del aliento, que no precede de la corrupción de los dientes, ni de ninguna llaga, o de absceso en la boca. [123]

La pérdida del apetito, y levantamiento del estómago contra las viandas.

La reuma, la tos, y la dificultad de respirar, sin dolor alguno en el pecho, sino antes por opresión.

La tirantez, o hinchazón del vientre, con ruidos, dolores, y pequeños influjos que vienen con frecuencia.

Las almorranas obstinadas, y muy doloridas.

El gran calor en las palmas de las manos.

11. Certifico que he padecido los más de los afectos expresados muchas veces; y visto padecer éstos, y los restantes a otros muchos sujetos, sin que, ni en mí, ni en los otros resultase enfermedad alguna. Con que estas señas son enteramente falibles; y aun algunas juzgo, que bien lejos de serlo de enfermedad, lo son de salud, como las comezones del cutis, sarna, diviesos, la hemorragia por las narices, y algunos flujos de vientre.

12. Por lo que mira a las señales, que dejo de copiar, las considero equívocas, y que más ordinariamente son efectos de enfermedad existente, que preámbulos de enfermedad futura.

13. Así, señor mío, no sólo juzgo este Libro inútil, mas aun pernicioso, como ocasionado a que los que le leyeren, y dieren asenso a sus documentos, sin necesidad alguna se purgen, y sangren, o ya por precaver enfermedades, de que sin fundamento se juzgan amenazados; o ya por curar las que actualmente padecen, y no piden purga, o sangría. Dios guarde a Vmd. &c.


inicio / <<<

{Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), Cartas eruditas y curiosas (1742-1760), tomo tercero (1750). Texto tomado de la edición de Madrid 1774 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo segundo (nueva impresión), páginas 119-123.}


Biblioteca Feijoniana
Edición digital de las Obras de Feijoo
Teatro crítico universal / Cartas eruditas y curiosas / Varia
Proyecto Filosofía en español ~ www.filosofia.org ~ pfe@filosofia.org