La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Benito Jerónimo Feijoo 1676-1764

Cartas eruditas y curiosas / Tomo tercero
Carta XV

Contra la pretendida multitud de Hechiceros


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1. Muy Señor mío: Muy trasnochada viene ya la reconvención, que Vmd. me hace, sobre lo que en el Discurso quinto del segundo Tomo del Teatro Crítico dije sobre la raridad de hechiceros. Pero ya veo que esta tardanza pendió de que hasta ahora no tenía los materiales, que hoy me presenta como objeción contra lo que afirmé en el lugar citado. ¿Y qué materiales son éstos? La hechicera de una Aldea del Tirol, y el Mágico de Ingolstad, de que le dio noticia un Viajero, que Vmd. no nombra, contentándose con decir, que es un Militar muy entendido. Norabuena que lo sea. ¿Y qué? ¿No hay Militares muy [157] entendidos, que cuentan sendas patrañas? Señor mío, como no soy amigo de insinuar por rodeos lo que puedo explicar por atajos, resueltamente digo, que tanto creo el vuelo de la hechicera, y la burla que hizo él al Mágico Viandante de desaparecerle los platos de la mesa, con lo demás que me refiere de uno, y otro, como las aventuras de Amadis de Gaula, y de Don Belianis de Grecia.

2. Ni lo que Vmd. añade, como previniendo de antemano mi disenso, que aquellos prodigios son posibles, hace alguna fuerza. Sí señor, posibles son. ¿Pero estoy yo obligado a creer como existente todo lo que es posible? En ninguna manera. Posible es sin duda, que Dios haya colocado algunos habitadores en la Luna, y otros Planetas. Con todo, apostaré algo de bueno a que Vmd. no cree existentes tales habitadores, como yo tampoco los creo. Lo posible no coincide con lo verisímil, antes discrepa infinito uno de otro. Todo lo que es extraordinario, por posible que sea, tiene otros tantos grados de increíble, cuantos tiene de extraordinario. Esto se entiende prescindiendo de los testimonios que lo apoyan, los cuales pueden ser tan fuertes, que obliguen a creer lo que sin ese apoyo sería imposible. Sobre que puede Vmd. leer lo que he escrito en el Discurso de la Regla Matemática de la Fe Humana, que es el primero del quinto Tomo del Teatro Crítico. ¿Y qué autoridad tiene para calificar aquellos prodigios mágicos un Viandante, sin otro carácter, que el que Vmd. le da (acaso graciosamente) de un Militar muy entendido? Mas doy que sea verdad todo lo que dijo el Viandante. No veo que eso pueda servir mucho al intento de Vmd. pues yo no niego, que haya hechiceros: sólo digo que éstos son rarísimos; y el que sean muchos no se prueba con dos solos que se cuentan allá de lejas tierras.

3. Hágome cargo de que ya Vmd. preocupó esta solución, agregando a los prodigios, que refirió su Viajero, otros muchos, (aunque sin especificarlos) que testifican varias relaciones escritas por otros Viajeros, (que tampoco [158] nombra) especialmente algunos que han peregrinado, ya por los Países Orientales, ya por la América.

4. Lo primero, señor mío, Estrabón dijo, que todos los Viajeros son mentirosos en el asunto de sus viajes. Ya veo que esto es mucho decir. Mas no se puede negar, que, por lo común, este género de gente claudica bastantemente por este camino. Hacerse un hombre espectable, y grato en las conversaciones, refiriendo de lejas tierras cosas singulares, que los circunstantes no han visto, ni oído, da una gran satisfacción a su amor proprio. Mucho más si son sucesos prodigiosos los que refiere. Ya lo he escrito más de una vez, que hombres, por otra parte nada embusteros, suelen caer en la tentación de fingir, que vieron tal, o cual portento, por complacerse en la admiración de los oyentes; como que ésta es en alguna manera reflexiva sobre sus proprias personas. Se puede decir, que es menester una veracidad heroica para no rendirse a este género de alhago. Sobre todo, cosas de hechicerías, y encantamientos hechizan, y encantan al que habla, y al que oye. De aquí vienen tantos cuentos Mágicos, que primero se esparcieron en las Plazas, y después, por beneficio de la Imprenta, subieron a las Bibliotecas.

5. Lo segundo, contra lo que afirman esos Viajeros de las muchas hechicerías de Países remotos está el silencio de otros, que anduvieron las mismas tierras, y refieren lo que observaron en ellas, sin hablar palabra de hechiceros, o hechiceras; lo que no dejarían de hacer, si los hubieran hallado, por ser esto cosa que excita, y lisonjea más la curiosidad, que todo lo demás que refieren.

6. Lo tercero, lo que por la mayor parte se infiere de las relaciones de esos Viajeros no es que haya los muchos hechiceros, de que hacen mención; sino que los bárbaros de aquellos Países, los tienen por tales, en que es facilísimo sean engañados: pues aun los pobres paisanos de por acá, con ser mucho menos estúpidos, lo son muchas veces, teniendo por hechiceros a los embusteros, que quieren [159] persuadirlos que lo son. De varios Países, se sabe positivamente por buenos Autores, que los que creen en ellos ser hechiceros, no son otra cosa, que unos bribones, que se hacen temer, y respetar con ese embuste.

7. Ya en otra parte cité al Padre du Halde, de la Compañía de Jesús, que en el Tomo 3. de su grande Historia de la China es de este sentir en orden a los hechiceros de aquella Región. El Padre Charlevoix, de la misma Compañía, viene a decir lo mismo de los del Japón en el Tomo primero de la Historia de aquel Imperio, cap. 11. Lo proprio asienta el Geógrafo Martiniere de los Iroqueses, Nación de la América Septentrional, en el Tomo 4, part. 2. pág. 149.

8. Pero el testimonio más decisivo en esta materia es el del Reverendísimo Padre Maestro José Gumilla, de la misma Compañía, Autor de la bella Obra del Orinoco Ilustrado, dada a luz en dos Tomos este año próximo de 1745. Digo que es el testimonio más decisivo por varias circunstancias. La primera es, que habla de lo que vio, y observó por sí mismo en los muchos años que ejerció el sagrado ministerio de Misionero en varios Países de la América Meridional. La segunda, que los oficios que obtuvo de Superior de las Misiones del Orinoco, Meta, y Casanare, Provincial del Nuevo Reino de Granada, y el que hoy ejerce de Procurador a entrambas Curias por dichas Misiones, y Provincia, constituyen un testigo muy superior a toda excepción. La tercera, y principalísima es, que sus mismos Escritos hacen visible, que es dotado de una justa crítica, y de conocida veracidad.

9. Vea, pues, Vmd. ahora lo que este sujeto en el libro 1. de su Orinoco Ilustrado, cap. 10, donde habla de la Nación de los Aruacas, siente de los hechiceros Americanos. Estos Indios, dice, son los más diestros, y aun creo que son los inventores de la Maraca, que se ha introducido también en otras Naciones; y se reduce a un embustero, que se introduce a Médico: hace creer a los Indios, que habla con el [160] demonio, y por su medio sabe si ha de morir, o no el enfermo. Para estas consultas tienen sus casitas apartadas, pero a vista de las poblaciones; y encerrados en ellas los Médicos, se pasan toda la noche gritando, y sin dejar dormir a nadie, así por los gritos, como por la Maraca, que es un calabazo con mucho número de piedrecillas adentro, con que hacen un fiero, e incesante ruido: grita y pregunta al demonio el Piache; (así llaman a los tales Médicos) y cuando se le antoja muda de voz, y finge las respuestas del Demonio. Digo que finge, porque ya está averiguado, que todo es una pura mentira, y un engaño, y hurto manifiesto lo que cobra por su trabajo después que muere el enfermo, y es todo lo mejor del difunto, menos lo que la pobre viuda puede esconder. Y muy poco después: Así entre estos Indios Aruacas, como en las demás Naciones del Orinoco, y Río Meta, no hallé señal alguna probable de que se aparezca el demonio a los tales. Y algo más abajo refiere, cómo un Flamenco, llamado Francisco Eglin, con astucia sorprehendió en la trampa de su fingido demonio a un Piache, con lo cual confesó de plano el Indio, su flaqueza, y el embuste con que engañaba a los Indios, para ganar de comer. Vea Vmd. en lo que paran esos Piaches Mágicos, de que algunos de nuestros Viajeros nos aseguran hay tanto número en la América.

10. Es verdad que en la misma parte apunta un caso particular, en que parece, que el demonio con voz sensible procuraba retraer a unos Indios del ánimo en que estaban de hacerse Cristianos. Pero las señas que da, son compatibles con que esto fuese trampa de otro Indio. Fuera de que yo no niego, que en uno, u otro caso raro el demonio se aparezca a sus Idólatras.

11. Hágome cargo de que uno, u otro Misionero, de cuya veracidad, en atención a su Apostólica vida, no se puede dudar, sin hacerles grave injuria, dan por sentado en sus relaciones haber muchos hechiceros en los Países Gentílicos, donde ejercieron su sagrado ministerio. Pero respondo lo primero, que la mayor parte de lo que dicen [161] es puramente de oídas. Respondo lo segundo, que aunque no se puede dudar de su veracidad, se puede, y aun debe dudar si tenían la sagacidad, y aplicación necesarias para discernir entre la realidad, y el embuste; porque son infinitas las invenciones que hay para fingir operaciones Mágicas, y algunas tan solapadas, que imponen a los más advertidos.

12. El Padre Gaspar Scoto, en su Magia Natural, cuenta de un profesor de juegos de manos, que a todo el Pueblo Romano persuadió, que era Mágico; y si a él no le fuese preciso, para evitar el castigo, descubrir la superchería de que había usado, hasta hoy estarían allí en aquella creencia.

13. Gayot de Pitaval, en el Tomo sexto de sus Causas célebres, cuenta, que en París una mujer, llamada la Voisin, fue tenida de aquel gran Pueblo por hechicera insigne; y refiere los artificios de que usaba para vender una espada, que por encanto hacía vencedor de todos al que usaba de ella: para hacer creer, que sabía los secretos más íntimos de todas las familias: para representar en la agua de un barreño la figura propria del ladrón, que había hurtado unos dineros: para imitar truenos, y relámpagos, &c.

14. Mr. de Segrais, en sus Anécdotas, refiere cosas semejantes del Abad Brigalier. Este expendió cuarenta mil escudos por hacerse Mágico; y no pudiendo conseguirlo, se aplicó a persuadir, que lo era, lo que logró con varias sutilezas. En el Autor citado se puede ver cómo fingió la resurrección de un pajarillo realmente muerto: la mudanza repentina del color rojo de una pieza de tela en verde: la transformación de un pollo de gallina en pavo; y en fin, la aparición del diablo: pero esta última ilusión fue funesta para muchos. El modo con que se condujo en ella fue el siguiente.

15. Formó en una pared de su casa un nicho, o seno capaz de ocultar en él un hombre, poniendo delante una pintura del diablo. Hecho esto, para hacer el papel de tal, [162] echó mano de un pobre de la peor figura que pudo encontrar; al cual, después de bien tiznado el rostro, y revestido de otras circunstancias, que esforzasen la representación, colocó en el nicho, previniéndole, que cuando pronunciase tales palabras, tirando la efigie del diablo al suelo, saltase al pavimento de la cuadra, y corriendo sin detenerse pasase a otra inmediata, que estaba obscura. Fueron muchos los curiosos que concurrieron a ver cómo el Abad Brigalier desempeñaba la promesa, que había hecho de mostrarles el diablo, y después de practicadas por el Abad delante de todos, algunas ceremonias, que tenían el aire de mágicas, se ejecutó la ilusión en la forma insinuada; de que resultó la fractura de muchas piernas, y brazos, porque aterrados todos los circunstantes, hubo algunos que se arrojaron por las ventanas.

16. Pitaval en el lugar citado arriba dice, que la Voisin jugó la misma invención en París; pero como en León de Francia fue costosa para los circunstantes, en París estuvo muy cerca de ser funesta para el que hacía el papel de diablo. Fue el caso, que hallándose allí el famoso Duque de Luxemburgo, uno de los más resueltos Capitanes que tuvo la Francia, que había gustado de concurrir al ofrecido espectáculo; haciendo el diablo farsante, luego que se apareció, ademán de ir a embestirle para hacerle huir aterrado, el Duque le puso delante la punta del espadín, diciéndole: Monsieur diablo, si adelantáis un paso más, os pasaré de parte a parte: con que el pobre diablo no tuvo otro recurso, que echarse a sus pies pidiendo misericordia.

17. El mismo Pitaval, citando a Bakero, refiere de un Mágico fingido, que dejó atónita la gente, quitando repentinamente la corcoba a un hombre, que padecía esta deformidad, no más que con pasarle la mano por la espalda. ¿Pero qué? La corcoba era sólo aparente, y consistía en una vejiga entumecida, dispuesta de modo, que con una ligera presión se deshinchaba.

18. Me opondrá acaso Vmd. que en aquellas tierras [163] bárbaras, donde nos cuentan tantas hechicerías, no son los hombres capaces de discurrir estas sutilezas para contrahacer la Mágica. Pero a esto digo lo primero, que para mentir, y engañar en ninguna tierra faltan hombres muy hábiles. En el libro 6 de las Cartas edificantes se refiere un ingeniosísimo artificio con que los Sacerdotes idólatras del Maduré (País de la India Oriental) representaban, que su venerado Idolo lloraba a tiempos, ordenando este embuste a retraer aquella miserable gente de abrazar la Religión Cristiana.

19. Digo lo segundo, que si los embusteros de allá no son tan sagaces como los embusteros de acá, a proporción el Vulgo de allá es más rudo que el de acá: con que menos habilidad bastará para engañarlos. El Marqués de San Aubin refiere; que el que era respetado por supremo Hechicero entre los Hottentotes (Nación sumamente bárbara hacia el Cabo de Buena Esperanza) confesó, que era mayor Mágico que él un Soldado Europeo, a quien vio beber un poco de agua ardiente encendida; en que no hay más dificultad, que la de atreverse a hacerlo.

20. Digo lo tercero, que ni aun acá es menester alguna especial habilidad para engañar al Vulgo en materia de hechicerías. Añado, que ni aun poca, porque no ha menester que nadie le engañe. El se engaña a sí mismo. Por vanísimas conjeturas, y levísimas apariencias cree hechiceros, y hechicerías que no hay. Trate Vmd. esta materia con los inocentes paisanos de cualquier territorio, y les oirá tantos cuentos de hechicerías, que para ser verdaderos era preciso hormiguear el Mundo de hechiceros, y hechiceras.

21. Es verdad, que estos cuentos por la mayor parte son mentiras, que ellos fraguan, o que oyeron a otros. Pero muchas veces sólo a su propia rudeza deben el concepto de la hechicería. En cualquier Pueblo donde parezca un Volatín de particular agilidad, o un Jugador de manos de algo especial destreza: en fin, el que haga cualquier [164] cosa insólita, y en alguna manera admirable, juzga el Vulgo, que procede de pacto con el demonio.

22. Y entienda Vmd. que aquí debajo del nombre de Vulgo comprehendo no pocas brillantes pelucas, no pocos venerables bonetes, no pocas reverendas capillas. Habrá como treinta y seis años, que algunos Maestros, y Doctores de cierta Universidad tuvieron por hechicero a un tunante Francés, que imitaba con gran propriedad las voces de veinte y cuatro pájaros. Y habrá como catorce, que haciendo sus habilidades en esta Celda, en que estoy escribiendo, un Italiano muy diestro en juegos de manos, tuvimos bastante trabajo en quitar de la cabeza a un Lector de Teología, que concurrió, el que ejecutaba algunas cosas en virtud de pacto.

23. Por conclusión, Señor mío, en lo que todos debemos convenir es, que hubo, y hay Hechiceros, pero poquísimos; y aun ésos con un poder muy limitado: ya porque Dios por su bondad no permite al demonio que pase de tales, o tales límites; ya porque el demonio por su malicia rehusa a sus siervos, aun aquellas comodidades temporales, que por medio de la Magia podrían adquirir. Mas esta reflexión me da motivo, y ofrece materia para otra Carta, que remitiré a Vmd. cuanto antes pueda. Entretanto ruego a nuestro Señor guarde a Vmd. muchos años, &c.


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{Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), Cartas eruditas y curiosas (1742-1760), tomo tercero (1750). Texto tomado de la edición de Madrid 1774 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo segundo (nueva impresión), páginas 156-164.}


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