La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Benito Jerónimo Feijoo 1676-1764

Cartas eruditas y curiosas / Tomo quinto
Carta XIII

Señales previas de Terremotos


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1. Muy señor mío: Recibí la de Vmd. de quince del pasado, en que me expresa la satisfacción con que leyó la anterior mía, en que procuré descubrir la causa del gran Terremoto de día primero de Noviembre del año pasado de 55 usando con el Italiano del mote, se non e vero, e bene trovato. ¿Y qué mayor aprobación puedo pretender yo? En materias físicas andan tan caras las demostraciones, que apenas se encuentra una por un ojo de la cara. Los señores Matemáticos ha estancado este género, que tienen recogido en grandes almacenes; dejándolos por lo común solo el recurso a las probabilidades, [277] y en tal cual caso al quid pro quo de la demostración, quiero decir, la certeza moral.

2. Ya Vmd. se hace cargo de la gran dificultad, que hay en señalar con toda certeza la causa física de los Terremotos, la cual dificultad es mucho mayor respecto de los Terremotos de una insigne extensión, como lo fue el que acabamos de padecer; sobre lo cual añade discretamente, que para satisfacer en algún modo la curiosidad filosófica, basta la causa probable, que yo he expuesto; y para la utilidad, aun cuando yo descubriese con evidencia la causa, sería totalmente inconducente este conocimiento; pues no nos podría servir para resguardar la vida de los furores del Terremoto.

3. Convengo en ello, y también convengo en la deducción, que Vmd. hace, de que nos importa infinitamente más conocer las señales, que preceden a los Terremotos (si hay algunas seguras), que indagar sus causas; pasando de aquí a preguntarme, qué siento sobre este asunto.

4. A que respondo, que no tengo hecha alguna observación en la materia; porque aunque sentí cuatro Terremotos en Galicia, y dos en este País, así éstos, como aquellos, vinieron tan inopinadamente para mí, como para todos los demás. Es verdad, que así en Galicia, como aquí, fueron leves, aunque el último del día primero de Noviembre en otras partes se experimentó terrible, Acaso en los mayores la causa que los produce anteriormente al temblor, hará algunas sensibles impresiones en la tierra, en el aire, o en la agua, por donde se puede preveer el Terremoto.

5. En efecto varios Autores traen por anuncio suyo la turbación del agua de fuentes, y pozos, cuya observación es muy antigua; pues Cicerón el libro primero de Divinatione dice, que Ferécides, Maestro de Pitágoras, por la inspección del agua extraida de un pozo, predijo un Terremoto, que luego vino. Lo mismo refiere Plinio en el lib. 2 de la Historia Natural, cap. 79. [278]

6. Mas para mí esta especie de pronóstico es poco creíble: lo que pruebo con este argumento. La agua de fuentes, y ríos, tiene su origen, y curso en la superficie de nuestro globo. Por consiguiente, cuando se enturbia, es por algún movimiento, o impulso, que haciendo impresión en esa misma superficie, destaca de ella alguna porción de tierra, la cual, mezclándose con el agua, la turba. Pero esto ya supone el Terremoto existente, o una conclusión en dicha superficie perceptible al tacto: por consiguiente la turbación del agua no es presagio de Terremoto venidero, sino efecto de Terremoto ya presente. Ni el testimonio de Cicerón, y Plinio, en un hecho tan antiguo como el que refieren de Ferecides; pues precedió este Filósofo a Cicerón poco menos de seis siglos, y a Plinio cerca de siete, hace mucha fuerza.

7. Así se me hace mucho más verosímil lo que dicen algunos, que quieren concurra para el pronóstico, juntamente con la turbación del agua, algún insólito, y desagradable sabor, u olor mineral, especialmente si es sulfureo, o propio de algún otro mineral inflamable. Yo dijera, que este sabor, y olor, sin la concurrencia de la turbación, la cual, como acabo de probar, no es anuncio, sino efecto del Terremoto, por sí solos anuncian su próxima futura existencia. La razón es, porque esos insólitos olor, y sabor minerales, se concibe bien, que provengan de los hálitos, o humos de las materias inflamables contenidas en los senos de la tierra, desde aquel tiempo en que empieza su movimiento fermentativo, o inflamatorio, y en que se van disponiendo para causar el Terremoto; pero aún no le causan, no habiendo dificultad alguna en que esos hálitos desde alguna profundidad suban por los poros de la tierra, hasta aquella superficie por donde fluyen las aguas.

8. En esta País, aunque llegó a él el Terremoto, y se sintieron dos concusiones en el mismo día primero de Noviembre; la primera a las nueve, y tres cuartos de la mañana; la segunda cerca de las diez de la noche, no se [279] halló novedad alguna en el agua. Es verdad, que como el Terremoto aquí fue tal leve, que unos sintieron una concusión, y otros otra (yo ni una, ni otra), pudieron aismismo algunos, u otros efectos de sus mismas causas, o previos, o concomitantes, ser tan leves, que no se hiciesen perceptibles.

9. No por eso negaré, que tal vez se vean las aguas turbadas antes de sentir el temblor. En el tomo 2 de la Historia de la Academia Real de las Ciencias, de Monsieur Du-Hamel, se lee, que en uno, que se sintió en Bolonia el año de 1695, el día anterior a el se vieron las aguas turbadas. Pero en el mismo lugar se nota, que esto se tuvo por cosa particular, que es lo mismo que decir, que este accidente acaso provino de otra causa. Y sea lo que fuere la causa, es cierto, que sobre un caso particular no se puede constituir regla alguna.

10. Hay quienes dan por preliminar del Terremoto la intumescencia del mar, y de los pozos, juntamente con una agitación de las aguas, semejante a la que tiene la agua hirviendo. Otros al contrario quieren, que la gran tranquilidad del mar, y silencio de todo viento, preceda siempre al Terremoto. Hay quienes proponen, como anuncio de él, la fuga de las aves, y de algunos animales terrestres de aquel sitio, a quien amenaza este daño. Hay también quienes buscan los presagios en la Atmósfera, señalando algunos por tal una columna íngnea, o como de fuego; otros recurren a una línea delgada, blanca, prolongada hacia el Ocaso, tal vez de día, tal vez después de puesto el Sol; para lo cual citan a Aristóteles, y a Plinio. Hay asimismo quienes la Atmósfera muy turbada, y nebulosa, quieren sea preliminar del Terremoto; otros al contrario, la muy limpia, y despejada. De la Andalucía, donde fue considerable el estrago, vi dos relaciones enteramente uniformes, en que el fatal día primero de Noviembre estuvo muy claro, y sereno todo aquel Horizonte.

11. Sería sin duda de una suma utilidad el conocimiento de alguna, o algunas señales previas de los Terremotos; [280] señales, digo, no inciertas, sino seguras; porque vistas éstas, podría la gente salir de los techos, o a plazas anchurosas, o a los campos, y abrigarse en ellos con barracas, o chozas formadas prontamente de materiales tan leves, que su ruina no pudiese ocasionar daño considerable; pues aunque los despoblados no está fuera de todo riesgo, habiéndose visto tal vez abrirse la tierra en ellos, y tragarse cuanto encontraba en la superficie, como sucedió en el gran Terremoto próximo a un Aduar del Reino de Marruecos, donde se abrió un horrible bocarón, en que se sepultaron cinco mil habitantes del Aduar, y seis mil Soldados de Caballería, que se hallaban alojados en aquel sitio; pero todavía, como estos hiatos, o aberturas de la tierra, son sin comparación más raras, que los destrozos de los Edificios, todo hombre cuerdo debe, cuando hay amenaza de Terremoto, apelar de las poblaciones a los despoblados.

12. Pero es bien advertir, que tomar la fuga solo por el temor, que inducen señales muy inciertas de Terremoto, cuales son casi todas las que expuse arriba, tiene otro gravísimo inconveniente, que es exponerse a morir, o por falta de alimento, o por la inclemencia del temporal; v. gr. excesiva humedad, calor, o frío, por la desnudez, falta de lecho, &c.

13. Digo, que juzgo muy inciertas casi todas las señales, que expuse arriba, limitando la aserción con la partícula casi, por exceptuar la del sabor, y olor minerales de las aguas de los pozos, cuando conste ciertamente la existencia de esas dos cualidades; y asimismo conte con certeza, que son totalmente insólitas en las aguas, en quienes se hace la experiencia. Para que conste lo primero, no basta, que solo uno, o dos perciban esas cualidades en el agua; pues uno, o dos pueden tener mal afecto el paladar, e imaginar en el agua el olor, y sabor, que no está en ella, sino en su saliva, u otro humor ingrato, que riega a aquella parte. Para que conste lo segundo, es menester, que los que acostumbran beber [281] el agua de tal pozo, nunca anteriormente percibiesen en ella dichas cualidades; pues no repugna, antes es natural, que haya pozos, o fuentes, que tengan olor, y sabor de algunos minerales; porque está vecinos, o pasa por ellos el manantial, como sucede en las aguas termales.

14. Resta decir algo del ruido subterraneo, al modo de tambor, o de trueno continuado, ya más claro, ya más obscuro, ya más intenso, ya más remiso, que se siente algunas veces en los Terremotos: este ruido precede algunas veces a los Terremotos; otras es concomitante al temblor, y otras posterior a él, y suele durar bastante tiempo. En una de las relaciones que vi de los grandes estragos, que el día primero de Noviembre hizo en el Reino de Marruecos, se refería, que se subsiguió a él el ruido subterráneo por algunos días, sin que después se experimentase nuevo temblor de la tierra. Añado, que habrá cosa de un mes tuve una Carta de Amsterdam, en que se me decía, que habiéndose sentido allí bastante el Terremoto, sucesivamente por muchos días se percibió el ruido subterráneo, y aún subsistía al tiempo que se estaba escribiendo la Carta, sin que después viniese noticia de otro temblor en aquella Ciudad, ni por la Gaceta, ni por el Mercurio.

15. En algunos terremotos, demás del ruido subterráneo continuado, se ha oído un trueno grande bien distinguido, y de muy corta duración. De éste hago juicio sea causa la misma que lo es del Terremoto; la cual con un impulso de especial violencia por alguna parte rompe la superficie de la tierra, lo que algunas veces se ha visto hacer con erupción de humo, y llama. Lo más admirable es, que por esta causa se han formado en diversas partes del mar algunas nuevas Islas, rompiendo el fuego, y levantando debajo de mucha agua, peñascos hasta la superficie. Así se formó la Isla de Santorin en el Archipiélago a los principios de este siglo. Y el año treinta y ocho del pasado, una de las de los Azores se fue levantando en [282] sitio, donde los Pescadores habían reconocido la altura de ciento veinte pies de agua. Al principio no presentaba a la vista sino algunos peñascos; después fue creciendo, de suerte, que hoy tiene cinco millas de largo.

16. Ese grande trueno, que, como dije, indica haberse abierto la tierra en alguna parte, puede inspirar con bastante fundamento la favorable esperanza, si no de una total extinción del Terremoto, por lo menos de alguna aminoración de su rigor; por cuanto de debe concebir, que por aquel rompimiento se evaporase, si no toda, una parte de la causa. Y sin duda con esta mira dijo Plinio, lib. 2, cap. 82, que en los sitios donde hay muchas cuevas abiertas, tienen en ellas un remedio de los Terremotos. Por lo que juzgo, que en los lugares más expuestos a este azote, cuales son los vecinos a cualquiera Volcán, convendría excavar algunas profundas zanjas, para dar por ellas respiradero, así a los fuegos subterraneos, como al aire violentamente dilatado, e impelido por ellos.

17. Poco ha vi un corto impreso, cuyo Autor es un Caballero natural de Lima, dotado de ilustres prendas; el cual, por las observaciones que hizo en su Patria, que se sabe es infestadísima de los temblores de la tierra, da en el citado impreso algunas útiles reglas para construir los Edificios, de modo, que los que habitan peligren mucho menos en el caso de estas funestas concusiones.

18. Considero, que en los parajes donde son raros los Terremotos, solo uno, u otro hombre muy acomodado, y muy tímido, se reducirá a hacer este nuevo gasto, por precaver un peligro, que contempla muy distante; mayormente cuando el remedio precautorio expresado nada tiene de infalible. Así, en tales parajes, si el Terremoto es algo violento; no hay otro recurso alguno seguro, que el de la fuga del Pueblo al despoblado.

19. Añado (y valga lo que valiere), que aún en la extremidad de no haber lugar a la fuga, dentro de la misma habitación nos presenta Plinio (lib. 2, cap. 82), [283] otro resguardo, en que se puede fundar alguna esperanza. Éste es colocarse debajo de bóveda, si la hay en el Edificio, o debajo de algún arco, o entre columnas, o postes, que reciprocamente se apoyen uno contra otro, o en fin, en el ángulo de alguna cuadra. Confieso no haber leído esta advertencia en otro Autor de los que tratan de Terremotos, más que en Plinio. Pero Plinio de tejas abajo (los que le han leído entenderán lo que significa esta expresión) fue un grande Autor, y que supo dentro de la esfera de cosas naturales cuanto en su tiempo supieron Griegos, y Romanos. El vulgo ignorante (en que cuento algunos mal instruidos Escritores) le tienen por algo fabuloso, con el grosero yerro de atribuirle ficciones ajenas, de que él declaradamente hace escarnio, y mofa. Sobre que se puede ver su Apología en el Teatro Crítico tom. 6, Disc. 2, §. 4.

20. Pero sobre si las partes de los Edificios, que señala Plinio, son menos expuestas a ruina, que las demás, será bien consultar a Arquitectos científicos, por ser conocimiento propio de su Facultad. Dios quiera, que nunca llegue el caso de ser necesario practicar esta advertencia, ni las demás de esta Carta; y a Vmd. guarde muchos años, &c.


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{Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), Cartas eruditas y curiosas (1742-1760), tomo quinto (1760). Texto tomado de la edición de Madrid 1777 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo quinto (nueva impresión), páginas 276-283.}


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