La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Benito Jerónimo Feijoo 1676-1764

Teatro crítico universal / Tomo cuarto
Dedicatoria

Que hizo el Autor al Serenísimo Señor
Infante de España Don Carlos de Borbón y Farnesio,
por mano del Señor Don Francisco de Aguirre y Salcedo,
Ayo de su Alteza


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Señor

Animosidad temeraria fuera llegar a poner este libro a los pies de V.A. si un accidente feliz, haciéndolo precisión, no le quitase ser osadía. La indignación [IV] con que V.A. notó en aquella Tabla del cotejo de Naciones, compuesta por un Religioso Alemán, y estampada en mi segundo Tomo, algunos rasgos poco honrosos a la nuestra, al paso que lisonjeó altamente mi vanidad, pues la indignación contra aquellos borrones suponía la dignación de pasar los ojos por mis escritos, me ocasionó el singularísimo gozo de ver tan amada de V.A. la Nación Española, que juzgase digna de las llamas (yo mismo oí a V.A. la sentencia) aquella hoja donde estaban impresos sus agravios; pero esto mismo me constituyó en el empeño de desenojar a V.A. y desagraviar la Nación, lo que ejecuto en los dos últimos Discursos de este Tomo; y supuestos aquellos antecedentes, uno y otro designio hace tan propia de V.A. esta Obra, que el dedicársela, más se debe mirar como tributo forzoso, que como obsequio voluntario. El numen ofendido tiene derecho a que en sus aras se exhale el incienso, con que se aplaca. [V] Es deuda, no mérito, templarle el enojo; su ceño ejecuta por el sacrificio. Así el rendírsele no es donativo gracioso, y el negarle sería nueva ofensa.

Verdad es, que aún si esa circunstancia podría ser, que el nobilísimo genio de V.A. me animase a hacer por arbitrio lo que ahora ejecuta por obligación. Esa dulcísima índole, ese agrado soberano que hechiza a cuantos le experimentan, infundiría valor a mi respeto para acercarme a los pies de V.A. con don tan humilde. No por eso defraudaría sus derechos a la grandeza; porque el aliento que inspira la afabilidad del Príncipe, en vez de ajarla, ilustra la Majestad, confesándole la cualidad de benigna, así como ennoblece la veneración, quitándole lo que tiene de cobarde. ¡Mal podría yo formar estos rasgos, si sólo contemplase la excelsa cumbre en que colocó a V.A. su Regio nacimiento! Desmayaría el ánimo, y trémula la pluma sólo explicaría los sustos del corazón; [VI] pero la imagen que tengo impresa en la mente desde que logré la dicha de ver a V.A. esfuerza mi humildad. La gracia incomparable de esos ojos que vibrando luces influyen dichas, la apacible hermosura de ese rostro donde la vista forja cadenas de oro para el alma, la discreta dulzura de esa lengua que articula encantos pronunciando voces, me inspiran aquella especie de animosa confianza que como hija del amor guarda todos sus fueros al respeto.

La grande y bien aprovechada afición de V. A. a todo género de literatura me mueve también a esperar que sea de su agrado este débil parto de mi limitada erudición. Cualquier obra del ingenio es presente más acepto a V. A. que cuanto oro produce el Nuevo Mundo. Esto acredita aquella respuesta que en una ocasión dio V. A. a los que le preguntaron, cuál de tantos gloriosos epítetos como lograron sus esclarecidos ascendientes, deseaba que se le aplicase: [VIII] Querría (dijo V. A.) merecer, que me llamasen Carlos el Sabio. ¡Ah, Señor, y cuánto promete esta respuesta! Apenas cabe lo grande de la esperanza en lo inmenso de la imaginación. Será sin duda V. A. llamado Carlos el Sabio, si el Cielo, como le pedimos tantos millones de almas, conserva la vida a V. A. para que los altos principios de sabiduría que ostenta en tan tierna edad, lleguen a su perfección ¿Qué Ciencia, ó Arte habrá inaccesible a una comprensión tan dilatada, que en pocos años ha bebido tantas luces? Hállase ya V.A. versado en la Historia General, tanto Eclesiástica, como Secular, en la del Viejo, y Nuevo Testamento, en la de España, y de Francia, en la Geografía, y Cronología. Sabe, sobre la lengua nativa, la Latina, la Francesa, y la Italiana. Está muy adelantado en la Aritmética, y entiende la Música. A esto se añaden las habilidades propias de Caballero, como danzar, y montar a caballo. [VIII] En esta última especialmente admiran todos la gentileza, el garbo, el primor de V.A. ¿Tantas prendas juntas a una felicísima memoria, y a una exquisita viveza de ingenio, qué no prometen para en adelante?

Será sin duda V.A. (vuelvo a decir) llamado Carlos el Sabio. La elección, que V.A. hizo de este epíteto sobre todos los demás a que puede aspirar la grandeza de su espíritu, ya le califica de tal: siendo cierto, que fue sapientísimo entre todos los mortales, aquel que dijo, que no hay prenda ó dicha que iguale el valor de la sabiduría. Será V.A. llamado Carlos el Sabio. Mas entretanto que llega ese tiempo, conténtese V.A. con que le llamen, como ya le llaman, Carlos el Hermoso, Carlos el Discreto, Carlos el Amable. Hoy es V.A. Idolo, mañana era Oráculo: hoy cuidado de las Gracias, mañana ornamento de las Musas. Ruego a la Divina Majestad prospere la vida de V.A. [IX] por muchos años, para logro de nuestras esperanzas, para gloria de los Españoles, para admiración de los Extranjeros, para protección de Ciencias, y Artes. Oviedo, y Noviembre cuatro de mil setecientos y treinta.

Señor

Fr. Benito Feijoo


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{Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), Teatro crítico universal (1726-1740), tomo cuarto (1730). Texto tomado de la edición de Madrid 1775 (por D. Blar Morán, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo cuarto (nueva impresión, en la cual van puestas las adiciones del Suplemento en sus lugares), páginas III-IX.}


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