La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Benito Jerónimo Feijoo 1676-1764

Teatro crítico universal / Tomo séptimo
Discurso séptimo

Cuevas de Salamanca, y Toledo, y Mágica de España


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§. I

1. Este espantajo de las gentes, y coco de adultos, que llaman Magia, en todos tiempos hizo gran ruido en el mundo. En todos tiempos digo, exceptuando acaso los antiquísimos, porque juzgo muy verosímil, que hasta que empezó, y aun hasta que estuvo muy adelantada la Idolatría, no se practicó, ni aun soñó en el mundo la Magia. Fúndome en la natural conexión, y dependencia, que hay de esta profesión a aquélla. Habiendo sucedido aquella portentosa inversión, de que olvidando el hombre la Deidad, que era autora de su ser, se metió él a Autor de la Deidad, fabricando Dioses al arbitrio de su fantasía, se vino, como natural secuela del primer error, el irlos multiplicando, no sólo por individuos, mas también por clases. Colocada la Deidad en la criatura, era imposible no advertir la limitación de su poder; y por consiguiente, que una sola Deidad no podía atender, o cuidar de todo; con que ya metido el hombre en la errada senda, a cada nuevo ministerio que le ocurría propio de la Providencia, y necesario, o conveniente para la vida humana, en la oficina de la imaginación fabricada nueva Deidad, a quien consignaba aquella intendencia. [177]

2. Habituado ya a aquella infeliz libertad el entendimiento, y a proporción, depravada en grado eminente la voluntad, fue fácil al hombre, y en algún modo natural, dar el último paso, que le restaba, hacia lo más monstruoso del error, que fue multiplicar Deidades, no sólo ya en atención a sus indigencias, mas también en contemplación a sus pasiones. Llegando el hombre a una gran corrupción de costumbres, confunde las necesidades con los antojos, y sólo confusamente distingue los vicios de las virtudes. En este estado se hallaba cuando ideó Deidades favorables a sus apetitos. De aquí vino la introducción de Deidades protectrices de la lascivia, del hurto, de la venganza, y otros delitos; de aquí la división de Dioses Benignos, y Malignos, Celestes, y Tartáreos.


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§. II

3. Colocada en este estado la superstición, era secuela suya casi necesaria la Magia; o por mejor decir, ésta se debe considerar como parte integrante de la Teología Gentílica. Admitidos Dioses patronos de los delitos, era preciso proporcionar a su genio los cultos; por consiguiente cultos horribles, cuyo asunto principal se constituía de maldades.

4. Como entre todos, los Dioses infernales, por la lóbrega habitación del abismo, y por el destino a atormentar las almas de los infelices, se juzgaban los más crueles, y que se deleitaban en la aflicción de los mortales, se pusieron los ojos en ellos para el ministerio de dañar unos hombres a otros. Ve aquí el origen de la Magia demoníaca, que es la que hoy absolutamente entendemos, siempre que sin aditamento decimos Magia. La que hoy, digo, entendemos, porque esta voz entre los antiguos era indiferente para significar tres especies diversísimas de Magia, la Natural, la Teúrgica, y la Goëtica. La Natural, a quien también hoy damos ese nombre, y viene a ser lo mismo que llamamos Secretos de Naturaleza, es la que por la penetración de las virtudes de varias cosas naturales, produce [178] efectos admirables al común de los hombres, que ignora aquellas virtudes. La Teúrgica, como imaginaban los Gentiles, era una Magia santa, que por el íntimo comercio con las Deidades Celestes, y benéficas, ejecutaba cosas prodigiosas, y pedía una gran pureza de espíritu, así como la intención de los que la practicaban siempre era pura, y ordenada al beneficio de los hombres. En fin, daban nombre de Goëtica a la que nosotros apellidamos Negra, o Diabólica, y el Vulgo llama Hechicería, Teúrgica, es lo mismo que Divina. Pero la voz Goëtica significa cosas de encanto.

5. Tanto la Teúrgica, como la Goëtica eran supersticiosas, porque ambas envolvían el culto de Dioses falsos. Mas con esta diferencia, que la Teúrgica sólo era delincuente por el capítulo de Idolatría; la Goëtica, sobre esta enormidad añadía, ya la mala intención del Operante, ya algunas especiales maldades, que a veces acompañaban la obra.

6. Así como la Teúrgica, y Goëtica convenían en ser supersticiosas, una, y otra convenían con la Natural en ser por la mayor parte falaces, y vanas. He dicho por la mayor parte, pues no es dudable, que en las dos primeras tal vez rara resultaba el efecto pretendido; permitiendo Dios por altos fines de su providencia soberana, que el demonio prestase el auxilio deseado, como se vio en los Magos de Faraón. También es cierto, que hay, y hubo en casi todos tiempos verdadera Magia Natural; pero ceñida a límites mucho más angostos, que los que les señalaban sus Patronos, y creía la simplicidad de los Pueblos. Así las admirables virtudes, que atribuían a tales plantas, o piedras, como de atajar el curso de los ríos, hacer invisible al que las trae consigo, precaverle de todos riesgos, conciliarle el amor de todos los demás hombres, y otras semejantes, todo fue una mera charlatanería de embusteros, de que Plinio en varias partes hizo la mofa que debía; y que sin embargo mucho después de Plinio, y en tiempo en que correspondía estar el mundo más desengañado, algunos volvieron [179] a escribir seriamente lo mismo, citando a Plinio como fiador del suceso. De la misma harina son, y entraban también a la parte de la falaz Magia Natural los Arcanos Astrológicos; v. g. los Sellos Planetarios, la impresión de los Signos, y otras constelaciones en varias materias, &c. sobre que nos remitimos al Tom. III, Disc. II, núm. 17. y siguientes. Bien es verdad, que no pocas veces se mezclaría en estas cosas la superstición, introduciéndose subrepticiamente en ellas el pacto, que los Teólogos llaman implícito.


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§. III

7. La vanidad, o inutilidad de todas tres Magias es visible en las Historias. Había muchos Magos de todas tres especies en el tiempo del Gentilismo. ¿Y qué hacían con la Magia? Nada. ¿Qué Profesor se hizo Rey con ella? ¿Qué Mago, usando de sus Artes, defendió su Patria de algún Ejército enemigo? Ninguno. La pericia Militar, la sagacidad Política, la multitud de Soldados, la abundancia de dineros eran, y fueron siempre (a la reserva de uno, u otro caso, en que Dios a favor de su Pueblo quiso obrar algún prodigio) las únicas máquinas, con que unos hombres se elevaron sobre otros, o unas gentes conquistaron a otras. En ninguna parte del mundo estuvo tan válida la Magia como en Caldea, tanto la Natural, como la Supersticiosa. Aquella Región era venerada como la gran Escuela de este Arte. ¿De qué les sirvió su Magia a los Caldeos? De nada. Ciro los conquistó sin más Magia que su conducta, y su valor, arruinando el floridísimo Imperio de los Asirios, que hizo Vasallos de los Persas.

8. Plinio me da motivo para otra importantísima reflexión hacia el mismo intento. Dice este Autor, que los Romanos desterraron la Magia, con singularidad la Goëtica, de todos sus Dominios {(a) Lib. 30, cap. 1.}. Y ve aquí, que los Romanos, no sólo no usándola, mas aun prohibiéndola, se hicieron [180] dueños del mundo, y conquistaron aquellas mismas Naciones, que abundaban de Magos, como a la Caldea, de quien ya se dijo, y la Bretaña, donde por relación del mismo Plinio, reinaba altamente esta superstición: Britannia hodieque eam (Magiam) attonite celebrat tantis caeremoniis, ut dedisse Persis videri possit (ubi supra).

9. Así es muy cierto, que sucedía en aquellos tiempos a los Profesores de la Magia lo mismo que hoy pasa en los que jactan saber el gran secreto de la Crisopeya, o Piedra Filosofal. Estos, sin embargo de preciarse de que pueden fabricar más oro, que el que se engendra en todas las Minas de la América, andan por la mayor parte desarapados, hambrientos, viviendo de gorra, y sin conocer al Rey por su moneda. Aquellos, aunque ostentaban un poder casi sin límites para dar, y quitar Coronas, trastornar los Elementos, y aun hacer descender a la tierra los Astros, eran una gente miserable, a quienes sin Magia alguna hacían a cada paso esclavos sus enemigos.

10. ¿Y hoy no sucede lo mismo? ¿De qué sirvieron a varias Naciones Americanas, a quienes conquistaron los Españoles, la multitud de Hechiceros, que se dice había en ellas? En algunas de las que aún no están sujetas se proclama del mismo modo la copia de Hechiceros; no obstante lo cual, baten a aquellos Bárbaros los Españoles, aun siendo menores en número, casi siempre que hay encuentro. Ya veo que se responde, que la virtud de Cristo, y de su Cruz, a quien adoramos, abate el poder del demonio, y les impide auxiliar a aquellos Infieles. Pero pregunto lo primero: ¿Los Herejes Europeos, Ingleses, y Holandeses, enemigos de nuestra Santa Fe, y que no adoran la Cruz, no derrotaron varias veces, ya en la India Oriental, ya en la Occidental, Tropas mucho más gruesas que las suyas, de Idólatras, en quienes (a lo que se dice) estaba muy introducida la práctica de hechicerías? Pregunto lo segundo: ¿Los Romanos, cuando se hicieron dueños del mundo, eran Católicos, ni aun Cristianos? O por mejor decir, ¿no eran tan finos Idólatras como todos los demás del Orbe? ¿Cómo, [181] pues, no les resistieron los Hechiceros de las Naciones que conquistaron?

11. El argumento con que S. Agustín, Epist. 5 {(a) Edit. Paris. an. 1555.} prueba que Apuleyo no fue Mago, o no prueba lo que el Santo quiere, o prueba cuanto podemos pretender sobre el asunto. ¿Cómo es creíble, decía, que Apuleyo haya sido Mago, no habiendo podido ascender a alguna ilustre fortuna? Es cierto, que no le faltó deseo de ella: luego el no lograrla, no fue porque no quiso, sino porque no pudo: Unde patet eum nihil amplius fuisse, non quia noluit, sed quiae non potuit. Aplíquese este argumento a toda la turba de Hechiceros (a la reserva de muy pocos), que se dice que hay, y hubo en el mundo. No evitan, o no evitaron la miseria propia, ni aun la ruina de su Nación, o Patria; no fue porque no quisieron: luego porque no pudieron. ¿Y si no pudieron, dónde está el celebrado poder de su Mágica? Es, pues, constante, que en materia de Magia, a vueltas de poco, y poquísimo de verdad, se ha mezclado mucho, y muchísimo de embuste.


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§. IV

12. He visto, que algunos fortalecen la opinión vulgar con el argumento de que la Iglesia varias veces prohibió el uso de las Artes Mágicas, y los libros que las enseñan: de que se infiere, que dichas Artes no existen sólo en nuestra aprehensión, sino en la práctica de los hombres. Respondo lo primero, que no negamos la realidad, sino la multitud de hechicerías; y por pocas que sean, justamente se ha prohibido su práctica, y su estudio.

13. Respondo lo segundo, que en las operaciones Mágicas se deben distinguir el medio, y el fin: el rito, y el logro: la práctica, y el efecto. Decimos, pues, que los que se han dado, y aun hoy dan, al estudio, y práctica de la Magia, fueron, y son muchísimos. Lo que se cuestiona no [182] es eso, sino si con las Artes, que llaman Mágicas, logran los admirables efectos, que con su práctica se prometen. Eso decimos, que rarísima vez sucede. Pero doy que nunca sucediese. Con todo eso la Iglesia justísima, y prudentísimamente podría, y debería prohibir la práctica, y estudio de esas Artes; porque la práctica por sí misma, y prescindiendo del suceso que haya de tener, es ilícita, supersticiosa, y torpe en alto grado; sobre que es verosímil, que si no en todos, en los más de sus ritos envuelve algún sacrílego culto del demonio. La Iglesia, pues, en sus prohibiciones prescinde de que se logren, o no los depravados fines de los Magos, siendo objeto suficientísimo de ellas, y de las penas estatuidas la deformidad intrínseca de esas operaciones supersticiosas.


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§. V

14. A la fuerza de las razones propuestas añadamos la gran autoridad del Concilio Turonense Tercero, congregado a solicitud de Carlo Magno, cuyo Canon 24 es notabilísimo a nuestro propósito, y por cuyo motivo le copiaremos a la letra, y es como se sigue: Admoneant Sacerdotes Fideles populos, ut noverint, Magicas Artes, Incantationesque infirmitatibus hominum nihil posse remedii conferre: non animalibus languentibus claudicantibusve, vel etiam moribundis quidquam mederi: non ligaturas ossium, vel herbarum cuiquam mortalium adhibitas prodesse; sed haec esse laqueos, & insidias antiqui hostis, quibus ille perfidus genus humanum decipere nititur.

15. Dicen en suma los PP. del Concilio, que las Encantaciones, y Artes Mágicas nada sirven, ni pueden servir para curar hombres, ni brutos de alguna enfermedad; y que las ligaduras de hierbas, o huesos (instrumentos de la Magia, en que se pueden entender comprehendidos los demás de la misma clase) a ningún mortal aprovechan para algún efecto. Nótese, que para ningún fin se cree más extendida la eficacia de la Magia, que para la curación de enfermedades. ¿Quién hay que no asienta a que hay millares de [183] millares de viejezuelas en el mundo, que curan las enfermedades con remedios supersticiosos, y que éstos son vulgarísimos entre los rústicos en aquellos Países, donde carecen de la enseñanza necesaria? Sin embargo los PP. del Concilio afirman, que todo esto es ilusión, o patraña. Y si la Mágica no puede curar un dolor de cabeza, ¿es verosímil, que conmueva los Elementos, trastorne los Montes, detenga el curso de los Ríos, y haga otras cosas prodigiosas, con cuya relación nos quiebren la cabeza tantos simples crédulos?

16. Bien creo yo, que la expresión del Canon citado es hiperbólica en la parte que afirma, que las operaciones Mágicas no puede restituir la salud perdida, y que el no pueden, bien entendido, más se dirige a negar el acto, que la potencia. Pero por lo menos se infiere claramente del contexto del Canon, ser de la mente de los PP. que nunca, o rarísima vez se logra por esos medios supersticiosos la curación de las enfermedades.


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§. VI

17. Volviendo a la Magia Goëtica de los antiguos Idólatras, digo, que sus ritos eran enteramente conformes al genio de las Deidades, a quienes se dirigían las invocaciones. A unas Deidades atormentadoras, melancólicas, terribles, mal inclinadas, habitadoras de tinieblas, como se suponían todas las Deidades infernales, correspondían cultos tristes, terribles, lúgubres, sangrientos. Tales eran los que los Magos Goëticos les tributaban. Huesos de difuntos, y aun cadáveres enteros eran, ya instrumento, ya objeto inmediato de las ceremonias. Ofrecíanse víctimas negras, cuyas entrañas palpitantes, y vertiendo sangre, al punto que las descubría el cuchillo, servían a predicciones, y conjuros. Usábanse también víctimas humanas, tanto más horribles, cuanto más inocentes, porque eran tiernos infantes inhumanamente degollados. En las imprecaciones, porque también hubiese horror para los oídos, se mezclaban algunas voces bárbaras de áspero sonido, y de ningún significado. Finalmente, porque aun las circunstancias del [184] lugar, y tiempo no desdijesen del carácter del culto, estos ritos ordinariamente se celebraban de noche, y en cavernas, o lugares subterráneos.

18. Como la Religión verdadera se fue introduciendo, o por mejor decir extendiendo en el mundo poco a poco, y fue obra de tres, o cuatro siglos la expugnación de la Idolatría, éste fue el tiempo en que pasó el uso de la Magia Goëtica de los Gentiles a los Cristianos; ya porque, como en muchos Países vivían mezclados unos con otros, fue fácil que algunos malos Cristianos, aprendiendo de aquéllos los ritos; los empezasen a poner en práctica para sus depravados intentos; ya porque algunos de los mismos Gentiles convertidos, que antes de su conversión los practicaban, volviendo a la antigua perversidad de costumbres, reteniendo la verdadera creencia, recobrasen la profesión de Magos, o Hechiceros, sin dejar la de Cristianos.

19. En esta translación de la Magia del Gentilismo al Cristianismo perdió el demonio la soberanía de Deidad, reteniendo los gajes; esto es, el mero culto externo; porque los Cristianos dados a la hechicería, como tienen al diablo por lo que él es, y no por lo que le imaginaban los Gentiles, le doblan la rodilla para ganar su asistencia, quedando en el conocimiento de que es una maldita criatura, merecedora de la mayor abominación. Fuera de esta discrepancia, en lo demás las supersticiones se conservaron en el mismo estado. Las mismas ceremonias, las mismas maldades, sin omitir la detestable crueldad de sacrificar al demonio tiernos infantes, aun con la relevantísima circunstancia de hacer los Hechiceros, según se dice, víctimas tal vez su propios hijos.


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§. VII

20. Esta conformidad de la Magia posterior con la anterior, aunque en la substancia verdadera, creo que dio ocasión a algunas fábulas. Tales son las que tenemos entre manos de las Cuevas de Toledo, y Salamanca. Arriba dijimos, que entre los Magos Gentiles era circunstancia [185] del rito destinar Cuevas, o sitios subterráneos a sus sacrílegas imprecaciones. La especie de que un tiempo hubo Escuelas de las Artes Mágicas en varias partes de España, señaladamente en Salamanca, Toledo, y Córdoba (algunos ponen en vez de Córdoba a Sevilla), no sólo se derramó en el vulgo, mas también logró asenso en algunos graves Escritores. Legimus (dice el P. Martín Delrio in Prolog. ad Disquisit. Magic.) post Sarracenicam per Hispanias illuvionem tantum invaluisse Magicam, ut cum litterarum bonarum omnium summa ibi esset inopia, & ignoratio, solae ferme demoniacae artes palam Toleti, Hispali, & Salmanticae docerentur. Créese, que nos trajeron esta peste acá los Moros, los cuales aún hoy se supone, que son muy prácticos en toda hechicería. Es verosímil, pues, que juntando el vulgo una noticia con otra, la de ser circunstancia de las imprecaciones mágicas el celebrarse en Cuevas, y la de que en algunos Lugares de España se enseñaban las Artes Mágicas, sin otro fundamento destinase para Escuelas de ellas las Cuevas de Toledo, y Salamanca.

21. La especie de la Cueva de Toledo ya casi enteramente se ha desaparecido del vulgo; mas la de la Cueva de Salamanca echó ondas raíces en él, y aún se halla apoyada por algunos Escritores Demonógrafos, como el P. Delrio en el lugar citado arriba, donde dice, que vio aquella Cueva, que había sido un tiempo Aula de las Artes diabólicas: Ostenta mihi fuit crypta profundissima, gymnasii nefandi vestigium, &c. Y D. Francisco de Torreblanca, lib. 1 de Mag. cap. 11, núm. 4; el cual, aunque tiene por fabuloso, que en la Cueva de Salamanca ejerciese el demonio el ministerio de oráculo, dando respuestas a los que iban allí a consultarle, como antiguamente había hecho en la famosa Cueva de Trofonio; pero da por verdadero, que un Sacristán llamado Clemente Potosí enseñó secretamente las Artes Mágicas en aquella Cueva.

22. Yo procuré apurar el origen de esta noticia; pero no hallé sino fábulas sobre fábulas, y contradicciones sobre [186] contradicciones. Lo que no tiene aprehendido el vulgo es, que en la Cueva de Salamanca, el demonio por sí mismo enseñaba las Artes Mágicas, admitiendo no más que siete discípulos por cada vez, con el pacto de quedarse con uno, aquel a quien tocase la suerte, destinándole desde luego en cuerpo, y alma a las penas infernales; y aquí entra la historieta del Marqués de Villena, aquel mismo de quien creyó toda España ser un insigne Mágico; y cuya defensa sobre este capítulo se puede ver en nuestro Tom. VI, Disc. II, §. IX per totum. De éste dicen, que habiéndose hecho consumado Mágico en aquella Escuela, entre los siete le tocó al suerte infeliz; pero él engañó al demonio, dejándole su sombra con la aprehensión de que era su cuerpo. ¡Ridícula quimera! Como si el demonio pudiese padecer una ilusión, en que no puede caer el niño más inocente. Delrio, y Torreblanca sienten, que se enseñaban allí las Artes Mágicas, mas no por el demonio, sino por Maestro humano. Sin embargo, se contradicen en una circunstancia. Delrio, dice, que se enseñaban públicamente, y sin rebozo: palam; Torreblanca, que esto se hacía furtivamente: secreto.

23. Nuestro Cardenal Aguirre tocando el punto en el aparato de los Ludos Salmanticenses, Praelud. 3, donde se inclina a que es fábula todo lo que se dice del estudio mágico de aquella Cueva, se remite sobre el origen de este rumor a Diego Pérez de Mesa en las notas a Pedro de Medina de Rebus in Hispania praestantibus. Mas como yo no tengo este Autor, ni sé dónde pueda hallarle, recurrí a dos Maestros Salmantinos de mi Religión, pidiéndoles inquiriesen si en Salamanca se podía encontrar algún monumento de donde constase el principio de esta tradición. Pero todo lo que su solicitud pudo hallar fue la noticia, que les dio Don Juan de Dios, Catedrático de Humanidad de aquella Ilustrísima Academia, extraída, según éste dice, de un manuscrito muy antiguo. La relación de Don Juan de Dios, como se me remitió, es del tenor siguiente.

24. «En cuanto a la fábula de la Cueva de S. Ciprian, [187] lo que hemos podido averiguar es, que adonde la Cruz de piedra, en el atrio, o plazuela, que llaman del Seminario de Carvajal, había una Iglesia Parroquial llamada de San Ciprian, la cual está unida con la de San Pablo. En ésta había una Sacristía subterránea, a modo de Cueva, que se bajaban unos veinte y tantos pasos, la cual era muy capaz, y vistosa. En ésta hubo un Sacristán, que enseñaba Arte Mágica, Astrología Judiciaria, Geomancia, Hidromancia, Piromancia, Aeromancia, Quiromancia, Necromancia. Los siete primeros discípulos, que tuvo el tal Maestro, propusieron, qué estipendio se le daría, y acordaron determinada cantidad, y echaron suertes entre los siete a cuál había de tocar pagar por todos, pactando primero, que al que tocase pagar, si no pagaba pronto, había de quedar detenido en un tránsito, o aposentillo, que había en la misma Sacristía, hasta que sus amigos se lo prestasen, o se lo enviasen de su tierra; y que habiendo otros siete discípulos, los nuevos hubiesen de hacer lo mismo; y creciendo el número, siempre para la paga se procediese por el número septenario. Sucedía, que unos podían pagar luego, y otros no, y así solían estar detenidos, o presos tres, o cuatro juntos. Duró esto hasta tres curias, en una de las cuales vino un hijo del Marqués de Villena; y como en el sorteo los compañeros le barajasen la suerte, pagó una vez por todos. Pero haciendo con él la misma trampa segunda vez, quiso ser de los detenidos, pero fue para hacer una pesada burla al Maestro, sin ser bastantes, a estorbarla cuantas Artes sabía, y desde entonces cesaron dichos estudios en la Cueva, o Sacristía. Sucedió esto por los años de 1332, ciento, y veinte y dos años después de fundada la Universidad.»

25. «Porque se deseará saber la burla del Marqués de Villena, de quien se dice se hizo entonces invisible, según en un manuscrito antiquísimo hallamos, fue de esta forma; advirtiendo, que falta una, u otra cláusula, porque el manuscrito está allí ilegible.» [188]

26. «En el aposentillo determinado para cárcel de los que no podían pagar de contado, a un rinconcillo estaba una tinaja de agua, hendida, por cuya razón estaba vacía: encima de la tapadera había unos trastos de la misma Sacristía. En ésta se metió, y con maña dispuso, que los trastos se volviesen a quedar como estaban. La tinaja debía de ser más que mediana, y él no debía de ser muy alto, pues cupo en ella agachado. Era tiempo que el criado le viniese a traer luz, y cena; y un amigo que venía acompañándole, y el Sacristán, o Bachiller con él, porque tenía la llave del tal aposentillo con candado por defuera, abrieron, y no viéndole, quedaron suspensos, no sabiendo cómo se hubiese salido. Encima de una mesa había uno, o dos libros abiertos de Arte Mágica, y no dudaron mucho de que la hubiese puesto en práctica. Saliéronse, no cuidando de cerrar la puerta. El criado, y el amigo cada uno se fue para su casa, el Bachiller se subió a su cuarto, y todos con el susto del desaparecimiento. El Marqués, luego que vio que se habían ido, se salió de la tinaja, y cuando presumió que el Bachiller, y muchachos estarían ya dormidos, se subió por la Sacristía. En la puerta estaban colgadas las llaves de las alhacenas, y cajones, y llevóselas de camino. En la Iglesia, con la luz de la lámpara, reparó en un Altar de un santo Cristo, que tenía cortinas; subióse a él, y metióse detrás de ellas hasta la mañana, que el un muchacho salió a abrir la puerta principal de la Iglesia; y así que el muchacho se volvió para dentro, y comenzó a bajar algunos pasos para la Sacristía, se bajó del Altar, y se puso con disimulo, como que había entrado a hacer oración. Salióse de la Iglesia, sin que nadie le viese, y se fue a la casa de un amigo, y contando lo que había, le encargó el secreto. Díjole también, que fuese a ver lo que sus condiscípulos decían; y yendo a la hora de los estudios, encontró con los más de ellos, y cada uno hablaba del desaparecimiento a medida de su caletre. A pocos días el Marqués volvió las llaves, y publicó todo [189] el suceso; confesando que había ido a aquellos estudios por curiosidad: y procuró desvanecerlos de allí adelante, agenciando al Bachiller un empleo, cuya ocupación le preciase a dejarlos.»


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§. VIII

27. En esta relación mucho se rebaja a la que corre en el vulgo. Ya no es el diablo, sino un Sacristán aliado suyo el que enseña en la Cueva. El Marqués, o hijo del Marqués de Villena, no hace aquella increíble burla, al demonio, sino otra al Sacristán; para que basta una ordinaria sagacidad. Con todo, siempre queda en la historia del manuscrito Salmantino no poco inverosímil. Ciento veintidós años después de fundada la Universidad es preciso suponer, que así en lo Secular, como en lo Eclesiástico se observase en aquella Ciudad una exacta, y regular forma de gobierno. Siendo así, ¿se atrevería un Sacristán, ni nadie, a enseñar las Artes Mágicas en medio de ella? Ni basta decir, que las enseñaba furtivamente. ¿Qué seguridad tenía del secreto vertido entre tantos muchachos? Si el Sacristán sabía las Artes Mágicas, ¿qué necesidad tenía del mísero estipendio, que le tributaban los discípulos? ¿O podía, o no, hacerse rico, y aun pasar de Sacristán a Patriarca con ellas? Si lo primero, ¿para qué arriesgaba su persona por un corto estipendio? Si lo segundo, falso es cuanto nos dicen del gran poder de las Artes Mágicas. Un Marqués de Villena, o hijo del Marqués (advierto que el famoso Villena fue muy posterior al año de 1322), es mucha persona para meterse en aquella garulla. Un Señor tan grande no es fácil se introdujese en aquel escondrijo, sin ser dentro de pocos días observado. Hay también la contradicción de decirse por una parte, que cada septenario de discípulos, o uno por todos pagaba sólo una vez; y por otra al Marqués de Villena se le hizo pagar dos veces.

28. ¿Qué resta, pues, de verosímil en esta narración? Sólo que el Sacristán engaitase a los muchachos con algunos juegos [190] de manos, que sabía; y por enseñárselos les sacase los cuartos que pudiese. Todo lo demás lo fue añadiendo el vulgo poco a poco, hasta formar una agigantada fábula. Acaso el mismo Sacristán puso en ella algo de su casa, jactándose entre sus alumnos de que sabía las Artes Mágicas, aunque sólo les enseñase pueriles ilusiones, que entonces no estaban tan vulgarizadas como ahora. Y si ahora sucede a cada paso, que muchachos, y plebeyos, al ver los juegos de manos, que hace un Titiritero, claman, que aquello no puede ser sin pacto con el diablo, ¿qué sería entonces?


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§. IX

29. Pasemos ya de la Cueva de Salamanca a la de Toledo. Esta es de mucho mayor amplitud, que aquélla, porque el monte, que sirve de asiento a la Ciudad de Toledo, está casi todo hueco. No he visto, ni impreso, ni manuscrito, que con expresión asegure, que en aquella Cueva se enseñase la Magia; con todo estoy muy inclinado a que un tiempo reinó esta voz en el vulgo. Varias circunstancias conspiran a fundar este pensamiento. La primera, la general persuasión de que la Magia, como hemos visto arriba, se practicaba, y enseñaba en sitios subterráneos: con que siendo voz común, que Toledo era una de las grandes Escuelas de Magia, que había en España, es natural que creyesen destinada para aula suya aquella Cueva.

30. La segunda, que algunos creen, que aquel Palacio encantado, que dice el Arzobispo D. Rodrigo había en Toledo, y estaba siempre cerrado por no sé qué predicción creída, de que cuando se abriese, se perdería España; pero el infeliz Rey D. Rodrigo le mandó abrir, y entrando en él, halló un lienzo en que estaban pintados hombres armados de hábito, y gesto de Moros, con esta inscripción: Por esta gente será en breve destruida España. Digo que algunos creen, que aquel Palacio encantado no era otro, que la Cueva de que hablamos: según cuya opinión, ya de mucha antigüedad había el demonio tomado posesión de aquel [191] sitio para oficina de encantamientos; lo que hace admirablemente a nuestro propósito. Que se diese nombre de Palacio a una Cueva, no se debe extrañar; pues Palacio Real llamó Virgilio a la Cueva de Caco:

An specus, & Caci detecta apparuit ingens
Regia, & umbrosa penitus patuere cavernae.

31. La tercera, que según me notició un amigo, que vivió algún tiempo en Toledo, hay en aquella Ciudad unas casas arruinadas con señas de haber tenido habitaciones subterráneas, y la plebe dice, que aquellas casas fueron del famoso Enrique de Villena, y en sus Cuevas se enseñó un tiempo la Magia. Es verosímil que la fábula se trasladase con el tiempo de la Cueva grande, y natural a estas artificiales, y pequeñas.

32. La cuarta, que dicha Cueva siempre fue asunto de varias patrañas del vulgo Toledano; y así, por decirse tantas cosas de ella, el Sr. Arzobispo Siliceo, según refiere Lozano en la Historia de los Reyes Nuevos de Toledo, la hizo registrar por muchos hombres, que entraron, y discurrieron por ella muy despacio con hachas encendidas; pero no dieron noticia de otra cosa, sino de que había en su concavidad grandes murciélagos. No faltarían quienes creyesen eran demonios debajo de la apariencia de murciélagos. Ni faltarían tampoco quienes atribuyesen a influencia de los espíritus malignos, habitadores, del sitio, la funesta resulta de algunos de los registradores, que murieron en breve dañados (a lo que debe creerse) del infecto ambiente de la Cueva. La entrada de ella se tapió luego por orden del Sr. Siliceo. Y hoy se muestra el sitio por donde se entraba a los pies de la Parroquia de S. Ginés.


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§. X

33. Fuese, o no reputada la Cueva de Toledo Aula donde se enseñaban las Artes Mágicas, lo que nos importa examinar es, si en Toledo se enseñaron tales Artes, fuese en este, o en otro sitio. [192]

34. Sobre cuyo asunto decimos, que el estudio mágico de Toledo no es menos fabuloso que el de Salamanca. Añadimos, que el mismo juicio se debe hacer del de Córdoba: por consiguiente, que en general la enseñanza de las Artes Mágicas, que se dice reinó tanto tiempo en España, es un oprobio, de que sin fundamento se cargó nuestra Nación, o sin más fundamento que la loca vanidad de algunos, que quisieron jactarse de Mágicos, y la necia credulidad de infinitos, que les dieron asenso.

35. La voz de que en varias partes de España, principal, y señaladamente en Toledo, y Córdoba, se enseñaron las Artes Mágicas, supone que los primeros Maestros de ellas fueron los Arabes en el tiempo que dominaron estas Regiones. En efecto es cierto, que tuvieron la intendencia de los estudios de Toledo, y Córdoba, y que por sus manos vinieron a España la Filosofía Aristotélica, Astronomía, Química, Botánica, y Medicina. Pero noto, que en la Biblioteca Arábico-Hispana, parte de la gran Obra de la Biblioteca Hispana del famoso D. Nicolás Antonio, donde este doctísimo, y diligentísimo Varón juntó cuantas noticias pudo adquirir de los Escritores Arabes, buenos, y malos, que hubo en España, haciendo índices exactos de todas sus Obras, no parece ni un escrito sólo de Magia, sí sólo de las cinco ciencias arriba nombradas. Hace asimismo varias veces memoria de Córdoba, y Toledo, como Lugares donde florecían las Letras; mas de la Magia, que se enseñaba allí ni una palabra.

36. Este argumento negativo es para mí de gran fuerza. Veo que Bartolomé Herbelot en su Biblioteca Oriental, verbo Sehr, dice, que entre los Orientales hay muchos libros de Magia, y señala los títulos de algunos. Mucho más presente tuvo el Autor Español todo lo que pertenecía a las Obras, y Doctrina de los Arabes de España, que el Francés de las Obras, y doctrina de los Orientales. No es creíble, pues, que si las supersticiones Mágicas hubiesen tenido curso entre los Arabes Españoles, y aun, como se dice, entre los mismos Españoles originarios, instruidos de [193] los Arabes, no llegase a D. Nicolás Antonio noticia de algún monumento, que lo acreditase.

37. Acaso se nos dirá, que las Artes Mágicas, como prohibidas, no se fiaban a la pluma, sino para comunicarse secretamente a iniciados, y confidentes, y así no es mucho, que el Bibliotecario Español no pudiese rastrear noticias alguna de esos escritos. Pero lo primero, admitida esta solución, ya sacamos en limpio ser contrario a la verdad lo que dicen algunos, y entre ellos el P. Delrio, que esas Artes, no sólo se enseñaban en varios Lugares de España, sino que se enseñaban públicamente. Lo segundo, ¿quién no ve que esos escritos, por muy reservados, que anden, al fin, por innumerables accidentes, se descubren, como otros muchos, que esconde el interés, el miedo, y la política; y a la corta, o a la larga los manifiesta, y saca a la plaza el tiempo? La expulsión de los Moros ministró infinitas oportunidades para descubrir esos escritos, si los hubiese; pues fueron infinitos los lances en que los Cristianos se arrojaron sobre sus despojos, sin darles lugar a retirar ni un arapo.

38. No negamos que a la prolija investigación de D. Nicolás Antonio se pudiese escapar uno, u otro monumento de los estudios mágicos de España; lo que se puede, y debe extrañar es, que siendo el asunto verdadero, a que es consiguiente, que los monumentos fuesen muchos, y legítimos, se le escapasen todos. Esta limitación importa tener presente, para precaver la objeción, que se puede hacer con algún raro manuscrito espurio, que acaso se nos alegue en confirmación de la corrupción Mágica de España. En efecto, sabemos de uno de este carácter, de que, o no tuvo noticia, D. Nicolás Antonio, o por despreciarle, no quiso darla. Pero yo la daré, ya porque conduce al asunto presente, ya porque me ministra motivo oportuno para una lección importante de crítica.

39. Este es uno, que se guarda en la Biblioteca de la [194] Santa Iglesia Primada de Toledo, y de quien dimos una escasa noticia en el Tom. VI, Disc. II, núm. 98. Dimos, digo, una escasa noticia, por no tenerla entonces más exacta; pero habiendo después, con el motivo de escribir este Discurso, recurrido a mi sabio amigo, y compañero el P. M. Sarmiento, para lograrla más cumplida, la obtuve con toda la puntualidad que deseaba, cual aquí la pondré al lector, para ilustrarla con algunas reflexiones convincentes, de que este escrito (como cualquier otro semejante, si se hallase), bien lejos de calificar los estudio mágicos de España, muestra, que cuanto se ha dicho, de ellos, señaladamente en Toledo, y Córdoba, es un mal fabricado embuste, una mal tejida patraña.

40. Suena en él ser su Autor Virgilio, Filósofo Cordubense, que le escribió en lengua Arábiga, y haber sido traducido en Latín (pero muy mal Latín) en el año 1290. Su principio es como sigue, copiando fielmente solecismos, y demás defectos Gramaticales, como están en el manuscrito.

41. Santis spiritus asit nobis gratia filosofo proemium. Virgilius Yspanus ex Civitati Cordubensi omnibus filosofantibus, & filosofiam audientibus. Volumus vos scripta vera dimittere, de rebus, quae fuerunt temporibus nostris, ut qui estis scientes amplius cognoscatis, & sutiles ingeniores efficiantis. Cum ad Civitatem Toletanam essent studia instructa omnium artium per magnum tempus, & loca seclorum extra Civitatem essent postea. Et signanter studium filosofie esset ibi Regale generale, ad quem studium veniebant omnes filosofi Toletani, qui numero erant XII & omnes Philosofi Carthaginenses, & Cordubenses, & Yspalenses, & Marrochitani, & Cantuarienses, & multi alii, qui erant ibi studentes de aliis partibus. Cum cotidie in Scolis suis disputarent philosophice de omni re. Sic disputatio paulatim paulatim devenerunt ad questiones dificiles, de quibus nullam certitudinem habere poterant, & proinde hoc omnes philosophi erant sequestrati & divisi inter se, nisi philosofi Toletani, qui erant semper in simul, & isti erant semper contra omnes alios philosofos in omnibus disputationibus suis. Omnes alli erant sequestrati inter se, tenendo opiniones suas, & defendendo [195] eas, prout quisque melius poterat. Post hoc habuerunt consilium inter se, ut haberent aliquem iudicem, qui iudicaret eos, & questiones suas vere determinaret, & perfecte omnis intelligeret. Et scientes ipsi philosofi, qui erant Toleti studentes nos esse Magistrum scientiae magnae nimis, quae scientia vocatur apud nos Refulgentia, apud alios dicitur Nigromantia, miserunt pro nobis Cordubam, rogantes nos omnes Toleti studentes, ut dignaremur ad eos accedere... Tunc misimus eis propositionem nostram sic dicendam, quod si volebant a nobis aliquid adiscere, quod mutarent Studia Toletana ad locum nostrum Cordubensem, quia erat locus sanissimus, & in omnibus abundans. Tunc omnes Toleti studentes voluerunt exaudire preces nostras, & mutaverunt studia Toletana ad locum nostrum Cordubensem... ad preces eorum composuimus istum librum, in quo sunt omnia vera, & certa, & sine aliqua dubitatione, prout audivimus a Spiritibus: & scimus pro certo, quod nobis non essent ausi mendacium dicere aliquod. Et quia ipsi sunt antiquissimi, & sciunt onmia, ideoque ab eis audivimus, statim in libro isto scripsimus, in quo libro vobis omnibus declaravimus...

42. Entra luego en algo de doctrina. Refiere varias sentencias en orden a la causa primera, y las impugna, concluyendo, que hay primum movens super omnia. Niega la eternidad del mundo: Defiende la inmortalidad del alma; y mezcla con estas doctrinas físicas algunas sentencias morales.

43. Después, hablando de los Filósofos de su tiempo, dice así: Isti erant philosofi, & Magistri Yspanie, & 5 istorum erant Portugalenses: & 7 erant Legionenses: & 10 erant Navarrenses: & 5 erant Aragonenses: & 12 erant Toletani: Carthaginenses erant septem. Corduvenses erant quinque; scilicet, nos Virgilius, & Seneca, & Avicena, & Abenrroiz, & Algacel. Yspalenses erant septem: Philosofi Marrochinati, & omnes alii Ultramarini erant 12. Omnes isti Philosofi erant tempore nostro communiter in studio Cordubensi; & aliqui legebant de suis scientiis, & aliqui non. De Scholaribus, qui ibi erant audientibus erant numero 7?ooo, & amplius. De illis Philosofis duodecim Toletanis, tres illorum erant Magistri Astrologie, qui vocabantur sic: Calafataf, Gilibertus, Aladanfac. Et alii tres Philosophi illorum erant Magistri [196] Nigromantie, quorum discipuli Toleti nos fuimus, & quidquid nos scimus, ab eis audivimus, & de eis scimus, & vocabantur sic: Philadelphus, Liribandus, & Floribundus. Alii illorum Magistrorum erant Magistri in Pyromancia, & Geomancia, & in aliis scientiis multis, qui vocabantur sic: Beromandrae, Dulnataf, Ahafil, Yonatalfac, Mirrazanfel, Noliracanus. Isti duodecim nostri temporibus erant Philosophi Toletani...

44. Dejando otras noticias incluidas en el extracto, que se me remitió, no omitiré la que el Autor da de Alejandro Magno. Dice que este Príncipe vino a España, para conquistarla, mas no lo pudo lograr; antes fue vencido varias veces, e ignominiosamente por los Españoles: que después pasó a Jerusalén; y sabiendo Aristóteles, que iba en su compañía, que en el Templo estaban guardados los libros de Salomón, los hurtó, y con ellos se hizo tan gran Filósofo, siendo así que antes era rudo.

45. Ultimamente se concluye el libro con esta advertencia del Traductor: Istum librum composuit Virgilius Philosofus Cordubensis in Arabico, & fuit translatus de Arabico in Latinum in Civitate Toletana anno Domini millesimo ducentesimo nonagesimo.


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§. XI

46. En este manuscrito tenemos un ejemplo sumamente persuasivo de cuán necesaria es la crítica para hacer juicio de los libros; y de que para leer con utilidad algunos es menester haber leído muchos. Cualquiera que tuviese no más que una superficial noticia de este manuscrito, o el que le lellese, sin más noticia de su asunto, que las que halláse en él, tendría a su parecer un argumento demostrativo de que las Artes Mágicas se enseñaron públicamente en las Escuelas de Toledo, y Córdoba; porque ya se ve, qué prueba más clara que un manuscrito de notoria antigüedad, en que el mismo Autor confiesa, que sabe la Nigromancia: que la estudió en Toledo: que en el mismo libro propone enseñar al mundo cosas arcanas, que le enseñaron los espíritus; y en fin, que nombra los Maestros, [197] que en su tiempo enseñaban en Toledo, y Córdoba las Artes Mágicas? Pero yo, bien lejos de eso, hallo en él una nueva confirmación, de que esa enseñanza no tiene más apoyo, que la ficción de tal cual Idiota embustero. Esto se hará visible en el examen crítico del manuscrito.

47. En cuanto a su antigüedad no hay que dudar, pues el Maestro Sarmiento, inteligentísimo en la forma de caracteres, que se ha usado en cada siglo, afirma, que la escritura es propia del siglo decimocuarto.

48. En cuanto al Autor digo, que no pudo serlo el que suena; esto es sujeto contemporáneo de algunos de los Maestros, que nombra. O no hubo tal Virgilio Cordubense en el mundo, o si lo hubo, no fue Autor del manuscrito en cuestión; o si lo fue, el tal Virgilio Cordubense era un hombre ignorantísimo, y mentirosísimo. Dícese contemporáneo de Avicena, y de Abenrroiz, que nosotros llamamos Averroes, y asimismo supone contemporáneos a estos dos Autores, lo que está muy lejos de ser verdad; pues Avicena floreció a los principios del siglo undécimo, y Averroes a los fines del duodécimo: de modo que precedió casi dos siglos el primero al segundo. Más: Refiere que Avicena enseñó en Córdoba. Esto es cierto, que otros muchos lo dicen; y aunque fue Español por nacimiento; pero también es cierto, que no sólo no fue Español, ni enseñó en Córdoba, mas ni entró jamás en España, ni aun se acercó a sus vecindades; de que hace evidencia D. Nicolás Antonio, y se colige también con toda certeza de lo que escriben de él Herbelot en su Biblioteca Oriental, y Moreri en su Diccionario.

49. Lo de Algazel, Maestro en Córdoba, es otra buena. Este fue un Doctor famoso entre los Mahometanos, que nosotros llamamos así, pero ellos Gazali. Nación en Thus, Ciudad del Chorasan, Provincia de la Persia, que es la antigua Bactriana, y no hizo salida de su tierra, sino una vez a Meca, por devoción, con su falso Profeta. ¡Qué traza de ser Maestro en Córdoba! Doy por Autor a Monsieur [198] de Herbelot, Bibliot. Orient. verb. Gazali.

50. La venida de Alejandro Magno a España, y derrotas que padeció en ella, es una fábula tan visible, que no necesita de refutación.

51. La presa de los libros de Salomón, hecha por Aristóteles en Jerusalén, aunque también la juzgo fabulosa, no es invención del Autor del manuscrito, pues otros dijeron lo mismo; y aunque había quemado aquellos libros, después de aprovecharse de ellos, porque no se conociese el hurto; pero nada de esto tiene el más leve fundamento. ¿Qué hay en la doctrina de Aristóteles, aun cuando haya merecido ser la admiración de los siglos, que pida ciencia infusa, cual la tuvo Salomón? Las obras de este Filósofo muestran un ingenio vasto, y sutil; acompañado de gran aplicación, y nada más. ¿Para qué gastaría Alejandro la suma de ochocientos talentos en la averiguación experimental, que hizo Aristóteles de todo lo que hubo menester, para escribir los libros pertenecientes a la Historia Natural de los Animales? ¿Para qué, digo, si lo halló todo en los libros de Salomón?

52. La rudeza de Aristóteles, antes de lograr aquel robo, es una patraña, aún más ridícula que la venida de Alejandro a España. ¿Un hombre tan advertido como Filipo, padre de Alejandro, buscaría para Maestro de su hijo un hombre rudo?

53. Finalmente, la arcana, y profunda doctrina, que el Autor ofrece en el libro, y que dice le enseñaron a él los Espíritus, se reduce a una Filosofía Aristotélica trivialísima, cual la sabe cualquier ínfimo Cursante de este tiempo, como testifica el Maestro Sarmiento, quien leyó el librito todo de verbo ad verbum.

54. ¿Qué se infiere de todo lo dicho? Que el manuscrito Toledano es monumento espurio, obra de un Impostor, y sobre Impostor Idiota, que se deleitaba en engañar a la posteridad con falsas, y quiméricas noticias. Es verosímil, que nunca estuvo escrito en Arábigo, sino que fue su Autor el mismo que se supone Traductor. No es [199] esta la única trampa, que se ha hecho dentro de la misma especie.

55. Siendo, pues, ése el único monumento, que ha parecido de la enseñanza de las Artes Mágicas en España, fácil es que haga el juicio, que debe, el lector; no pudiendo hacer otro, sino que esta es una voz vulgar sin fundamento.

56. Inclínome a que si examinasen otros algunos manuscritos, que se dice haber en esta, o aquella Biblioteca de Príncipes Extranjeros, con títulos de doctrinas mágicas, no se hallarían en ellos sino ineptias, como en el de Toledo; pero los dueños se interesan por lo común en retirarlos. El pretexto es evitar el daño que puede ocasionar su lectura; el motivo lisonjear su vanidad con la fama de poseer un manuscrito portentoso. Herbelot dice, que en la Biblioteca del Rey de Francia hay dos manuscritos de este género falsamente atribuidos a Algacel; el primero intitulado; Anillo Mágico. El segundo: Explicación de tres Alfabetos inversos para descubrir tesoros. Entre los Orientales hay muchísimos libros de estos. ¿Y qué milagros hacen con ellos, que no hagan los Europeos, careciendo de tales libros? Es verdad que no faltan Escritores, que digan que entre los Turcos hay hechiceros, que obran diabluras exquisitas. Pero replico yo: ¿Cómo no usan de ellos para batir en la campaña nuestras tropas, para derribar, sin gastar pólvora, nuestros muros? Responderáse, que no permite Dios al demonio, que haga estos daños. Admito como buena la respuesta. Es así que el demonio está pronto para hacer cuanto daño pueda a los hombres, especialmente a los fieles; pero la Omnipotencia ata las manos a su malicia. La máxima es verdaderísima; pero debe dársele mucho mayor extensión, que la que le da el vulgo; y creerse, que en muy rara ocasión permite Dios al demonio asista, para sus depravados intentos, a los impíos, que imploran su socorro. Si no fuese así, los hechiceros se harían en breve dueños del mundo. Pocas veces interrumpe Dios con su poder absoluto el curso de las causas regulares, que estableció [200] para el manejo de toda la naturaleza. ¿Es creíble, que al demonio le permita impedirle, o contravenirle a cada paso?


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{Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), Teatro crítico universal (1726-1740), tomo séptimo (1736). Texto tomado de la edición de Madrid 1778 (por Andrés Ortega, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo séptimo (nueva impresión, en la cual van puestas las adiciones del Suplemento en sus lugares), páginas 176-200.}


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