Proyecto Filosofía en español
Compendio moral salmaticense Tratado trece. De la adjuración
Capítulo único. De la naturaleza, división y otras condiciones de la adjuración

Punto tercero <<<>>>
Del ingreso de los demonios en los hombres, de su salida y de otras cosas tocantes al asunto

P. ¿Entran en los cuerpos humanos los demonios? R. Que sí. Y aun es de fe esta resolución, pues consta de varios lugares del Evangelio, que Jesucristo los expelió de ellos; y además dio facultad y potestad a sus Apóstoles para esto mismo. Pueden entrar por cualquier parte del cuerpo humano; porque siendo espíritus, por ninguna pueden ser impedidos a entrar. También es indubitable, que el obseso se puede hallar poseído de muchos; como se vio en el que se nos refiere por S. Lucas cap. 8, que se hallaba ocupado de una legión.

P. ¿Cuáles son las señales para conocer si uno se halla verdaderamente energúmeno? R. Que son muchas, bien que pocas hay ciertas. Las que se tienen por ciertas son, si habla lenguas extrañas; si penetra las ciencias que jamás estudió; si revela las cosas ocultas, que el conocimiento humano no puede naturalmente alcanzar. Las dudosas son; un temblor de miembros preternatural, la voz desacostumbrada; el semblante terrible y espantoso; la resistencia para pronunciar los nombres de Jesús, y María, o invocar a los Santos, y para tocar las cosas sagradas; fuerzas irregulares y extraordinarias. Véase S. Tom. 1. Part. Q. 115. art. 5.

P. ¿Las obras y palabras, que alias son culpas, hechas o dichas por los obsesos se les han de imputar a pecado? R. Que si obran o hablan violentados por el demonio, y sin consentimiento propio, no se les deben imputar a culpa; porque no les son libres ni voluntarias. Lo mismo decimos, si el demonio de tal manera les turba los sentidos internos, que conciben invenciblemente lo malo como bueno; pues entonces obran, como si careciesen del uso de la razón. Mas si el demonio solamente excita al energúmeno con persuasiones o sugestiones aunque vehementes, y sin pervertir los sentidos internos, pecará el obseso en sus obras o palabras pecaminosas; porque en este caso [370] obra libremente; y así pecó Saúl, cuando arrebatado del mal espíritu, tiró la lanza contra David. Puede el demonio, pues, compeler al hombre a que haga lo que es pecaminoso de sí, mas no puede precisarlo a pecar, como dice S. Tom. 1. 2. q. 80. art. 3.

P. ¿Cuáles son las señales ciertas para conocer que el demonio salió ya del cuerpo humano? R. Que señal cierta no hay alguna, y así queda al juicio de los prudentes su conocimiento, tal cual lo permite la materia.

P. ¿Es lícito condescender con la petición de los demonios, cuando para salir de los cuerpos piden alguna cosa? R. Que se podrá condescender con su petición, si lo que piden no cede en ofensa alguna de Dios, ni del prójimo. Y si Jesucristo permitió a los espíritus inmundos entrasen en los puercos, pudo hacerlo como Señor absoluto de todas las cosas, cuyos soberanos ejemplos más deben servir a nuestra veneración en semejantes casos, que a la imitación, a no conocernos ciertamente movidos de algún superior impulso.


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Moralistas Compendio moral salmaticense
Pamplona 1805, tomo 1, páginas 369-370