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Anuario Hispano Cubano de Filosofía

Felipe Giménez Pérez
La democracia formal
(Madrid / 18 de abril de 1995)

E07-DEMO.05

El pasado día 21 de marzo de 1995 tuvo lugar en Oviedo un debate entre Pablo Guadarrama, David Alvargonzález, Alberto Hidalgo, José María Laso y Gustavo Bueno a propósito del libro de Guadarrama América Latina: marxismo y postmodernidad, en el cual se habló sobre todo de marxismo y filosofía.

Se problematizó sobre todo la esencia del marxismo y el papel de la filosofía y si el marxismo era una filosofía. Estoy de acuerdo con la reflexión metacientífica de Alberto Hidalgo y Gustavo Bueno. Quisiera señalar que el materialismo filosófico, si tiene una falla o agujero, es precisamente en las cuestiones de filosofía práctica. Del marxismo en todas sus versiones nada que comentar. Dado que lo decisivo en este tipo de encuentros es la filosofía práctica, creo que hay que dejar claros algunos presupuestos.

La filosofía política ha de ser materialista, anticlerical, antirreligiosa y atea, pero además ha de ser ilustrada, racionalista, democrática y socialista. En este tipo de discusiones hay que realizar propuestas programáticas y descender a los detalles. En la política los detalles son lo fundamental y lo que afecta directamente a la vida de millones de personas.

Hay un punto que nadie mencionó siquiera y que para mí sí es el núcleo duro del marxismo: es la dictadura del proletariado. Como dice Lenin: «Marxista sólo es el que hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado» (Estado y Revolución). La dictadura del proletariado no es un régimen político. Puede adoptar forma oligárquica, aristocrática, democrática y monárquica o tiránica. El marxismo es un conjunto de recetas y consejos para la emancipación del proletariado. Es una praxeología revolucionaria. Hoy, tal vez no exista el proletariado. La dictadura del proletariado puede convertirse o traducirse a ser la dictadura del partido o la dictadura de los que queremos el socialismo. Más que hablar de clase universal hay que hablar de un colectivo de individuos que apoyan tal dictadura como condición indispensable para acceder al socialismo.

Tal vez por lo anterior se escamoteó el tema de la democracia. Nadie dijo qué es la democracia. Quisiera humildemente, siendo un aficionado, ser muy breve y muy esquemático y por lo tanto voy a centrarme en algo que me interesa a este respecto: la democracia. Los intervinientes hablaron al final de democracia sin definir la palabra e incurrieron en el gran error de la izquierda marxista de no definir qué es la democracia y sobre todo, de hablar de democracia material frente a la formal. De tal manera, la izquierda no ha aportado nada para elaborar una teoría del Estado democrático. Ha hablado mucho de «democracia social», emancipación del proletariado, pero no ha dicho bajo qué condiciones políticas pensaba llevar a cabo tales transformaciones sociales y ha despreciado lo político considerándolo un mero epifenómeno derivado de la articulación de las fuerzas productivas con las relaciones de producción.

A mi entender, el eludir hablar de la democracia de forma concreta puede indicar el desconocimiento de qué es la democracia o eludir cuestiones muy espinosas sobre la realidad empírica española o tal vez, cubana. Sobre Cuba nada conozco. Sobre España, diré que no es una democracia. Espero poder demostrarlo al final de este escrito.

Creo que la única democracia que hoy existe es la democracia formal, nos guste o no. Yo diría además, que es la auténtica democracia. Nunca he conocido la democracia material o social o económica. Tampoco sé si existe en algún lugar. Así que cuando hablo de democracia, me refiero a la democracia formal. La democracia es algo meramente procedimental. Es un conjunto de reglas. Es un juego.

La democracia se rige por tres principios: el representativo, el electivo y el de la división de poderes. El principio representativo rige para el poder legislativo. Los diputados han de representar a sus electores y no han de estar sometidos a mandato imperativo. Por ello se impone un sistema electoral mayoritario a dos vueltas y uninominal.

El principio electivo significa que los gobernantes han de ser nombrados directamente por el pueblo. El poder ejecutivo ha de ser nombrado en elección directa mayoritaria a dos vueltas por el pueblo. Ello desemboca en el presidencialismo. Me atrevería incluso a sugerir que el poder judicial también ha de ser nombrado por el pueblo para que la democracia sea completa.

El principio de la división de poderes es el principio constitutivo del Estado democrático. Sólo la división de poderes garantiza la libertad política que consiste simplemente en que el pueblo nombra y depone a sus gobernantes.

A Pablo Guadarrama le diría que especificase si cuando habla de democracia entiende por tal lo que yo entiendo. La democracia es una conquista de la burguesía y de lo mejor del liberalismo y hoy por hoy es irrebasable. Les diría a Alberto Hidalgo y David Alvargonzález que no parecen estar muy preocupados por la situación presente de España, país sometido a una oligarquía corrupta de partidos.

Lo terrible es que vivimos en un país que no es democrático y hablando de democracia igual que cuando Franco gobernaba autocráticamente la nación española, como de algo que no existe aquí.

Los periodistas y espadachines intelectuales al servicio de este régimen oligárquico de partidos coronado por un rey Borbón no se cansan de perorar que esto es una democracia y la mejor prueba de que esto no es una democracia es que ocurre lo que ocurre.

Ocurre también que el PCE e IU no dan ninguna importancia al tema e insisten en los derechos sociales y económicos. Ello significa que aceptan el marco constitucional oligárquico de 1978 y no están dispuestos a renunciar a las prebendas que el régimen de partidos otorgan a sus burocracias partidarias. Cualquiera que quiera la democracia está a la izquierda del PCE e IU. El presente régimen es fantástico para adherirse a las personas de los dirigentes oligárquicos de los partidos, pero no para representar a los ciudadanos.

Hay contenidos del mejor liberalismo que la izquierda ingenuamente ha olvidado y no ha considerado con seriedad: la necesidad, por ejemplo, del control del poder, de la división de poderes, de la desconfianza en los gobernantes, de la inexistencia de intereses generales, sino sólo particulares, que los gobernantes son delincuentes potenciales con sus propios intereses individuales. Con la que está cayendo en nuestro país, habría que recapacitar acerca de la torpeza de la izquierda en no pensar ni elaborar una teoría de la democracia. A todos los «marxistas» constitucionales del PCE e IU y a todos los que desprecian la democracia tachándola de «burguesa» y de falsa les invito a leer con atención el siguiente texto de Hume:

«%al elaborar un sistema de Estado y fijar los diversos contrapesos y cautelas constitucionales, debe suponerse que todo hombre es un bellaco y no tiene otro fin en sus actos que el interés personal. Mediante este interés hemos de gobernarlo y, con él como instrumento obligatorio, a pesar de su insaciable avaricia y ambición, a contribuir al bien público. Sin esto, en vano nos enorgulleceremos de las ventajas de una Constitución, pues al fin resultará que no tenemos otra seguridad para nuestras libertades y haciendas que la buena voluntad de nuestros gobernantes; es decir, ninguna» (ensayo De la independencia del Parlamento)

Hay que distinguir entre derechos civiles, derechos o libertades públicas y derechos políticos. En nuestro país faltan los últimos. En otros, también los públicos. El que en nuestro país haya libertades públicas no nos hace abrigar la opinión de que vivimos en una democracia. España tiene libertades y derechos. Todos excepto la libertad política, que es la más importante, la de nombrar y destituir a los gobernantes.

Lo más importante es luchar por instaurar la democracia. El pueblo español tiene derecho a ella y a equivocarse con ella. Una vez instaurada, los marxistas se pueden plantear el ganar las elecciones e instaurar sus medidas materiales y económicas con vistas a llegar al comunismo. No creo que el socialismo suponga la supresión de tal democracia. No debería ser así, al menos eso es lo que yo pienso. El socialismo sin democracia es la oligarquía burocrática del Este. Es estalinismo. Así les lució el pelo a todos ellos. Eran regímenes parlamentarios unipartidistas y, por tanto, corruptos. Hay que aclarar que el parlamentarismo puede ser monopartidista o pluripartidista y los resultados varían muy poco. Es necesario definir lo que es el socialismo. El socialismo es la idea de una sociedad igualitaria y sin clases. En el socialismo tiene que haber cada vez menos mercado y más planificación, pero sin renunciar a las libertades civiles, las públicas y las políticas. Esa sería una correcta dictadura del proletariado.

El marxismo hoy sólo sirve si se plantea como un programa de austeridad para la humanidad y dejando bien claro que se acepta la democracia. Si el marxismo pretende otorgar todo el poder a un solo hombre, que no cuenten conmigo. Si el socialismo se convierte en democracia popular, donde un hombre o unos pocos gobiernan al pueblo por su bien, donde la consigna sea «todo para el pueblo, pero sin el pueblo», consideraré tal régimen como deleznable. Más libertades y derechos y menos paternalismo. Hay verdades del liberalismo que son irrebasables. Hay que leer algunas veces a Kant:

«La mejor forma de gobierno no es aquella donde se vive con más comodidad (eudaimonía) sino donde más se garantizan los derechos al ciudadano» (Vorarbeiten der Rechtslehre, XXIII 257)

Un Estado que se basa en la búsqueda de la felicidad para sus ciudadanos trata a sus ciudadanos como a niños o menores de edad. Es más, «el soberano quiere hacer feliz al pueblo con arreglo a sus propias ideas y se convierte en déspota; el pueblo no quiere renunciar a su propia felicidad y se convierte en rebelde» (Gemeinspruch, VII 302).

Entonces, el socialismo garantizará a todos una existencia digna, pero el Estado tendrá que respetar la esfera privada de la libertad e iniciativa de los individuos. A este respecto creo es necesario descolonizar jurídicamente la enseñanza pública y reconstruirla. El Estado no se tiene que entrometer en la enseñanza pública y proponer enseñar valores a los alumnos. Hay que dar ejemplo simplemente. Los valores intervienen oblicuamente en la enseñanza.

Si se adopta la democracia en el programa de la izquierda ello sería grandemente positivo. A ello habría que añadir algunas medidas materiales como por ejemplo, la supresión de las subvenciones a partidos políticos, ONGs, sindicatos, asociaciones, &c., y la supresión de la reforma laboral de mayo de 1994, cuyos efectos son funestos.

La solución es una síntesis o yuxtaposición, o como se quiera diablos entender, entre el liberalismo y el marxismo, siempre y cuando haya democracia, y ya sabe el lector qué es lo que entiendo por democracia. En fin, sólo quisiera suscitar el debate sobre las siguientes cuestiones:

1. La cuestión de la democracia.
2. La cuestión de la dictadura del proletariado.
3. La cuestión de la postura de la izquierda en enseñanza y cultura.
4. El socialismo como austeridad.

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