La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Anuario Hispano Cubano de Filosofía

Rafael Plá León
El cuerpo teórico del marxismo a la luz de la crisis del socialismo
(Conferencia en los II Encuentros Hispano-Cubanos de Filosofía,
Santa Clara / 5 de enero de 1996)

C03-MARX.07

I. Para una definición del marxismo

a) El marxismo como «sistema de ideas»

En siglo y medio de existencia del sistema de ideas conocido por «marxismo» ha habido oportunidad suficiente para el despliegue de disímiles formas, que reclaman para sí el derecho de representación de lo más esencial de esta doctrina.

Lo que sea el marxismo importa definirlo, ante todo, porque se está decidiendo aquí la orientación que le imprimamos a nuestra actividad práctica (y, por consiguiente, teórica, que no es más que la otra cara de la misma actividad práctica).

¿Es ciencia, filosofía, doctrina política, catecismo religioso o algo distinto?. Pasaremos por alto la historia de esta polémica en sus detalles y tocaremos sólo aquellos episodios que consideremos necesarios para argumentar alguna posición nuestra.

La dificultad mayor a la hora de definir lo que sea el marxismo es el amplio espectro de esferas en donde sus fundadores desplegaron su actividad. La división social del trabajo, que todavía nos impone un modo de vida y de conducir nuestra actividad a nosotros, ciudadanos comunes, no impidió a personalidades geniales como Marx y Engels desarrollar su actividad vital por esferas que comúnmente aparecen distanciadas.

Así, el «marxismo» suele confundirse con el comunismo, con la filosofía, con el movimiento obrero, y con otras cosas semejantes, los cuales no son precisamente idénticos a él. Pero para todo aquel que reconozca la evidente diferencia entre un movimiento social real (el movimiento obrero, por ejemplo, que se manifiesta en huelgas, asociaciones, congresos, &c.) y su expresión teórica general (obras filosóficas, económicas, políticas, documentos, &c.) podrá comprender que cuando se habla de «marxismo» nos estamos refiriendo a un fenómeno de la segunda índole, es decir, a un fenómeno intelectual. Es cierto que el marxismo tendría una estrecha relación con el movimiento obrero, o con los partidos comunistas formados en su seno; pero esto no es motivo para no saber distinguir que son cosas diferentes y que su identificación obedece a circunstancias muy concretas y específicas.

En lo que se refiere a la definición del cuerpo teórico del marxismo, «filosofía», «ciencia» y «doctrina política» parecen ser los términos más atrayentes para designarlo; pero, a decir, verdad, ninguno de ellos refleja la totalidad de sentido que exigiría una definición. Se ve claramente que hay una filosofía en el marxismo, pero no nos atreveríamos a afirmar que el marxismo sea una filosofía. Lo mismo ocurre con otros dos términos: el marxismo se fundamenta científicamente , pero propiamente hablando no puede decirse que sea una ciencia; tiene una doctrina política propia, sin dudas, pero es algo más que eso.

Nos parece lo más prudente en este caso alistarnos junto a aquella definición de Lenin que no por sencilla deja de ser profunda y exacta : «El marxismo es el sistema de las ideas y la doctrina de Marx» {1}. Por supuesto que si no nos detenemos a hurgar cada momento de la definición en relación con lo que ellos niegan, la definición por fuerza parece algo trivial. Intentemos mirar más de cerca.

Al definir al marxismo como «sistema de ideas» está pasando a primer plano el lado ideológico del fenómeno; pero, en su carácter de sistema, se está recalcando su complejidad (es decir, el hecho de que este sistema está constituido por ideas de distinto carácter y origen){2}. Estas ideas en su concatenación, van dando lugar a la doctrina marxista: una serie de conclusiones que se derivan lógicamente de las investigaciones realizadas por Marx y de la aguda observación de la vida de su tiempo.

La figura de Marx entra en la definición no con carácter excluyente, sino como arquetipo de ese sistema de ideas. Por supuesto que si el marxismo se presentara sólo como las ideas de su fundador (y así lo han entendido no pocos) la autoridad política e intelectual determinaría sobre la actividad vital de quienes decidieran adoptar el marxismo como ideología. Más que un sistema de ideas sería un sistema de dogmas y una doctrina religiosa. Pero este no es el caso, a pesar de que el marxismo ha sido utilizado así por muchas corrientes contemporáneas.

Evocar la figura de Marx en la definición de marxismo no lleva otro sentido que el de determinar el esquema de pensamiento que marca esta corriente. De lo contrario desaparecerían las características particulares que lo diferencian de otros esquemas de pensamiento. La referencia constante de todo marxista al pensamiento de Marx se justifica cuando lleva el cometido de la identificación de ese esquema. Y esta tarea a su vez, es justificada mientras no se haga en el espíritu de secta que excluye, sino en el espíritu lógico racional de la coherencia de pensamiento (condición práctica indispensable para la coherencia de acción).

Esta coherencia de pensamiento es la que buscaba Lenin al desplegar las luchas políticas en el seno de su partido y fuera de él. Y lo más interesante de esta lucha es que fue librada no sólo contra los que sin entender a Marx confundían -como Mijailovsky, Bogdánov, Chernov, Bazárov y otros- todos los principios de su doctrina , sino que también se dirigió contra los que siguieron al pie de la letra la doctrina marxista con la ortodoxia más fiel (Plejánov, Kautsky, &c.).

Lenin se incorpora junto a Marx y a Engels, entre el pensamiento clásico del marxismo por que llegó desarrollar en nuevas circunstancias históricas el «sistema de ideas y la doctrina» de Karl Marx.

Otros pensadores y revolucionarios marxistas exponen ideas originales que ameritan un serio estudio para determinar hasta qué punto puede decirse que desarrollaron la experiencia de pensamiento marxista. Gramsci, Lukacs, Korsch, Trotsky, Stalin, Bujarin, Mao, Althusser, Sartre; y de los nuestros: Mariátegui, Mella, Ponce, Marinello, Fidel Castro, Che Guevara pueden incluirse en la tradición marxista de pensamiento luego que se definan responsablemente (sin los apasionamientos propios de la lucha política) sus propios esquemas de pensamiento tomando el de Marx como referencia.

Con esto lo que queremos decir es que pueden definirse (no a priori, claro está) las líneas generales del pensamiento marxista para obtener la definición de «marxismo» que buscamos; que no será definitiva, pero que será lo suficientemente precisa para noconfundir ese modelo de pensamiento con otros que le son afines o hasta contrarios.

En este punto de la exposición entramos en lo que Pablo Guadarrama gusta llamar el «núcleo duro» del marxismo{3}. En él destaca fundamentalmente cuatro aspectos, a saber: 1) el materialismo, 2) la dialéctica, 3) su posición revolucionaria y 4) su humanismo concreto.

b) Sobre el asunto de las fuentes teóricas del marxismo.

La definición del marxismo como «el sistema de ideas y la doctrina de Marx» implica a su vez situarse en otra importante idea de Lenin: «El marxismo es el sucesor natural de lo mejor que la humanidad creó en el siglo XIX: la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés.»{4} Para comprender el marxismo es imprescindible situarse en sus antecedentes teóricos inmediatos y entenderlos como fuentes teóricas, no como simples antecedentes.

Por supuesto que no fueron sólo movimientos de ideas los que dieron lugar al marxismo. Decir eso sería desconocer soberanamente el proceso real de su formación. Fue el movimiento real de la clase proletaria y el contacto directo con éste lo que posibilitó en definitiva que el pensamiento de Marx tomara la forma que tomó. Lo que aquí se trata de demostrar es que el marxismo, a diferencia de otras muchas concepciones que intentaban predominar en el movimiento obrero, era una doctrina teóricamente coherente, situada en el plano de la ciencia y no en el de una simple ideología, es decir, situada en el plano del conocimiento verídico y no en el de una falsa conciencia.

Asimilar ideológicamente el marxismo implica un trabajo teórico consciente y no espontáneo, implica desarrollar la capacidad teórica que permita la comprensión cabal del movimiento comunista, que es el movimiento de la humanidad hacia al libertad real. «Mas el pensar teórico -señalaba Engels- no es un don sino en lo que a capacidad se refiere. Esta capacidad ha de ser cultivada y desarrollada, y hasta hoy no existe más remedio para su cultivo y desarrollo que el estudio de la filosofía anterior»{5}.

La ideología, según la visión marxista, no nace de modo espontáneo en las masas. Es un proceso que tiene relativa autonomía y no basta con la intuición ni con el conocimiento empírico para alcanzar una concepción consecuentemente revolucionaria. El impulso revolucionario de las masas, que le viene de su situación objetiva debe ser encauzado por la comprensión clara de las condiciones en que tiene que llevar a cabo la revolución.

II. Sentido de las distintas partes del cuerpo teórico del marxismo

De la determinación de las tres fuentes teóricas fundamentales del marxismo Lenin deduce sus tres partes integrantes: la filosofía, la economía política y el socialismo. Hemos dicho ya que el término «marxismo», siguiendo la definición de Lenin, indica un «sistema de ideas» y no, digamos, una ciencia específica, o una corriente filosófica o política determinada. Cualquier definición de otro tipo sería unilateral o inexacta, aunque el marxismo como tal lleve de ciencia, de filosofía y de política, tanto como de ética, de estética y de otros muchos aspectos del pensamiento de los que se habla menos. La filosofía, la economía política y el socialismo entran como tres momentos fundamentales en el sistema de ideas de Karl Marx y sus seguidores. Aislados unos de otros pierden totalmente el sentido -como ya prácticamente ha pasado- y se transforman paulatinamente en lo que fueron antes de Marx (la filosofía vuelve sobre su afanosa construcción de sistemas; la economía política cae de nuevo, por su carácter vulgar, en la impotencia conceptual, confundiendo con frecuencia fenómenos materiales con sus expresiones ideales; el socialismo baja hasta la formulación de nuevas utopías, quizás más escandalosas por irrealizables que las de siglos anteriores).

De modo que en este sistema de ideas cada momento tiene una misión bien concreta que cumplir; misión que sólo puede esclarecerse en el examen de conjunto de todo el sistema y que se dificulta extraordinariamente por las condiciones de aislamiento relativo que impone aún entre nosotros la división del trabajo.

La orientación para asumir la totalidad del sistema teórico del marxismo la da su misión histórica: la de constituirse en ideología de la clase social llamada por su propia naturaleza a enterrar el sistema de explotación capitalista y, con él, todo sistema de explotación social. Es decir, ser una ideología revolucionaria, ser un sistema de ideas que permita comprender y proyectar la revolución (por cierto, no cualquier revolución, sino la revolución comunista, entendida en los términos teóricamente planteados por Marx y Engels). La pregunta sobre la que debe girar todo programa de exposición y divulgación del marxismo es: ¿cómo formar la idea de la necesidad objetiva y la posibilidad real de la revolución comunista en el mundo contemporáneo? Y esta pregunta no lleva una respuesta simple; estará compuesta por lo que a ella aporte cada una de las partes integrantes. Porque formarse la idea de la revolución comunista lleva estudio; no de otra forma pueden combatirse tantos años de creencias y supersticiones conservadoras.

Entonces, ¿cuál es el aporte concreto de cada una de las partes al todo? Comencemos por la filosofía.

«Filosofía marxista» no hay. Hay, sí, filosofía en el marxismo. ¿Cuál es esa filosofía? ¿Cómo contribuye a la idea de la revolución? «La filosofía del marxismo es el materialismo»{6}, con este sencillo término la definía Lenin. El «materialismo moderno», como le llamaba Engels, o «materialismo dialéctico», a diferencia del metafísico tradicional, se caracterizó, como se sabe, por la provechosa inversión y apropiación que hizo Marx de la dialéctica hegeliana. Inversión que fue posible hacer gracias a la nueva visión de la historia a la que llegaron Marx y Engels y que constituyó, según Lenin «el gran descubrimiento de Marx en filosofía». Tenemos entonces dos cuestiones que nos brinda la filosofía del marxismo: la comprensión materialista de la historia, que nos lleva a poder «distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo»{7}; y la lógica dialéctica, instrumento teórico con el que Marx armó su pensamiento para poder descifrar la realidad económica de su época y apreciar las tendencias de desarrollo que incubaba esa realidad y las fuerzas dispuestas a revolucionarlas.

Difícilmente pueda orientarse por el camino trazado por Marx una persona cuya mente esté dominada por los esquemas rígidos del pensamiento metafísico (muy propio de la conciencia común) o entienda la historia según el prisma idealista del «deber ser».

La función de la filosofía está, entonces, en preparar el marco teórico por donde se encaminará el pensamiento científico de aquel que se acerque a la realidad con ánimo de conocerla para transformarla. Y ese marco teórico, en el caso del marxismo, se concreta en los dos aspectos que acabamos de mencionar: la comprensión materialista de la historia y la lógica dialéctica.

Hoy no puede planteársele a la filosofía la tarea de responder a preguntas tales como «¿qué es la naturaleza?» o «qué es la sociedad?». La filosofía se muestra impotente para dar una respuesta sólida a tales preguntas. Más bien, ella le queda debiendo a las distintas ciencias particulares el servicio que le han prestado para ayudarla en esa difícil tarea. Es lo que Gustavo Bueno tiene en cuenta al llamar a la filosofía «saber de segundo grado».

Qué sea la naturaleza le corresponde definirlo a la física, la química, la botánica, la biología, la geología, la astronomía y todo un sinfín de ciencias que se dedican a ello. Qué sea la sociedad podrán decirlo ante todo la economía política, auxiliada por al historia, la sociología, la arqueología, la etnología, la antropología y otras muchas. Sin embargo, qué es el pensamiento sí corresponde a lo que el conocimiento filosófico puede aclarar con su experiencia propia. Y en última instancia, después de muchas explicaciones, la filosofía nos dará a conocer los distintos esquemas de pensamiento que ella ha logrado delimitar en tantos siglos de existencia. Distinguir y caracterizar dentro de esos esquemas (o estilos , o formas) el modo dialéctico-materialista de asumir la realidad es tarea de la filosofía del marxismo.

Una vez que el pensamiento haya sido entrenado en le método dialéctico a través de la clara distinción con respecto a los demás es que se encuentra en condiciones de pasar al conocimiento «positivo» propio de la ciencia.

Si en alguna ciencia hay una contribución sustancial e históricamente trascendente por aparte de Marx, es en la economía política. En Marx se puede encontrar una respuesta concisa a la pregunta «¿qué es la sociedad?». La desarrolla en la investigación que hace de la sociedad burguesa, de la que hasta ese momento no se había podido decir a ciencia cierta qué cosa era, tras la apariencia de libertad económica y ausencia de explotación. La tarea de la economía política dentro del marxismo consiste en poner al descubierto la esencia explotadora de las relaciones sociales que sustentan el modo de producción burgués, a través del descubrimiento hecho por Marx de la ley de la plusvalía.

Y en este análisis el estudio de la investigación concreta realizada en El Capital no se puede obviar ni relegar a un segundo plano por estar supuestamente «envejecida». Aunque el pensamiento burgués en la materia trate la teoría del valor por el trabajo (de la que parte Marx) y, en consecuencia, la teoría de la plusvalía como formas refutadas por la realidad económica del mundo industrializado, el hecho es que no otra cosa explica el nebuloso mecanismo de explotación del modo de producción capitalista.

Las tendencias pragmáticas en el pensamiento económico no pueden ser extrañas a la burguesía, a la que no le va a interesar qué es el capitalismo, sino si funciona o no el mecanismo de obtención de la ganancia. Es al proletario en este caso a quien interesa conocer bajo qué condiciones reales está viviendo y bajo cuáles puede emprender su acción desmontadora. La economía política socialista, buscando por un lado justificar un régimen económico que no logró la racionalidad prometida, y por otro diseñar un modelo de mecanismo económico que pusiera a funcionar saludablemente su sistema, descuidó la tarea que realmente sí le correspondía: desarrollar, con el método practicado por Marx la investigación de las nuevas condiciones en que se planteó el desenvolvimiento económico del capitalismo mundial contemporáneo y la naciente economía socialista.

Por fin, una vez conocida la esencia expoliadora de las relaciones capitalistas de producción, convencidos de la necesidad de su superación y esbozadas las líneas fundamentales de la edificación de nuevas relaciones sociales, queda lo principal: qué mecanismos políticos nos pueden conducir con paso firme hacia la transformación comunista de la sociedad. Esta cuestión ya se ventila en los marcos de una teoría socio-política (o «socialismo»). Y aquí entra todo lo relativo a la «misión histórica del proletariado», a su táctica en la lucha de clases, su política de alianzas, su concepción de la dictadura que pretende ejercer como clase dominante, la doctrina del partido de vanguardia -aquí es donde entra el «leninismo» con mayor fuerza- y toda una serie de conceptos y teorías dentro del marco de la visión socio-política del marxismo.

Entran también en la doctrina del socialismo, por supuesto, los proyectos sociales que ha elaborado la humanidad en su larga existencia. Pero no al estilo de los que ya adelantaron los representantes del socialismo utópico. Uno de los claros objetivos de una exposición de la doctrina socio-política del marxismo debe ser la delimitación precisa del socialismo marxista respecto de los proyectos socialistas anteriores. Es decir, el estudio del socialismo utópico se hace no para seguir al pie de la letra sus indicaciones, ni para mezclar eclécticamente la teoría socialista utópica con el movimiento proletario. Se hace para asimilar la experiencia y no volver a ella, asumirlo como experiencia es tomar distancia de ellos y analizar sin apasionamientos sus «pro» y sus «contras» y no repetir esa forma históricamente superada.

El ideal comunista, esclarecido por la filosofía como principio de solución de las contradicciones presentes, y no como «modelo de perfección», debe ser concretado en esa línea. No es lo mismo decir: «lucho por la sociedad que he soñado» (al modo como el religioso lucha por ganarse el paraíso), que: «la solución a esta contradicción está en aquello por lo que lucho». En el primer caso no hay planteadas contradicciones reales, en el segundo se parte de su existencia. En el primero se plantea una lucha permanente, ya que se concientiza generalmente que los sueños nunca serán realidad, pero que sirven precisamente para mantener con vida la lucha; en el segundo se lucha por objetivos bien concretos que se logran o no en dependencia de muchos factores.

En todo caso, la misión específica de una teoría socio-política del marxismo está en develar los métodos políticos propios del proletariado para la conversión de las relaciones burguesas imperantes en relaciones comunistas de cooperación.

III. Sobre la división de la filosofía marxista en «diamat» e «histmat»

No fueron los clásicos del marxismo quienes establecieron la visión esquemática y estricta que ha prevalecido sobre la estructura de su doctrina. La filosofía marxista-leninista (versión que predominó en el ámbito soviético) se concibió tradicionalmente en dos partes: una, donde se exponían las pautas conceptuales generales de la concepción que sobre el mundo adelantaba el marxismo (esta parte recibió el nombre condensado a la manera rusa de «diamat»); otra, donde los principios generales de la dialéctica se concretaban en una doctrina de la historia (esta se llamó «hismat»). Los propios términos de «materialismo dialéctico» y «materialismo histórico»no se ven con frecuencia en los clásicos, y mucho menos para designar partes de su concepción.

En el prólogo a la edición inglesa de su obra Del socialismo utópico al socialismo científico Federico Engels explicaba las razones de por qué daban a su concepción de la historia el nombre de «materialismo histórico». Con este nombre se designaba «esa concepción del curso de la historia universal que ve la causa final y la fuerza decisiva propulsora de todos los acontecimientos históricos importantes en el desarrollo económico de la sociedad, en las transformaciones del sistema de producción y de cambio, en la consiguiente división de la sociedad en distintas clases y en las luchas de estas clases entre sí»{7}.

Pero esta explicación la hace Engels al público inglés que detestaba la palabra «materialismo» y que, por tanto, se corría el riesgo de ver rechazada la doctrina de Marx en un país tan importante por simples cuestiones de nombre. La explicación está hecha en fecha tan tardía como 1892. No acostumbraron ellos a «bautizar» su concepción. Cuando hablaban de «materialismo dialéctico» no lo hacía aludiendo a un sistema bien estructurado y consumado con todas sus leyes y categorías, como nos hacían deducir los manuales; sino que simplemente hacía referencia a un materialismo diferente al que se conocía hasta ese momento, que había llegado a caer tan bajo en sus vulgarizaciones que era despreciado por la mayoría de las grandes autoridades del pensamiento filosófico. Así, cuando el propio Lenin se refiere a que la filosofía del marxismo es el materialismo dialéctico no lo hace olvidando al «materialismo histórico», es decir, no está excluyendo ni relegando a un segundo plano lo que se conoce por «materialismo histórico», sino que señala el carácter dialéctico(no metafísico) del materialismo filosófico de Marx. No más.

Muchos pensadores, incluso marxistas, han creado una polémica artificial al reaccionar contra la tesis de que «la filosofía del marxismo es el materialismo histórico», argumentando que al contrario es el materialismo dialéctico. Esta contraposición (que sí se da en pensadores burgueses o religiosos, rechazando principios filosóficos marxistas como el del determinismo, la teoría del reflejo, &c.) se refuta sólo con la argumentación de la verdadera unidad -o identidad- de la filosofía marxista en sus dos aspectos hasta ahora separados por «necesidades pedagógicas».

Y es que el materialismo abandona su tradicional forma metafísica, estrecha, naturalista, precisamente cuando se le incorpora el elemento social, la práctica humana, cuando la naturaleza deja de ser concebida desde el lado contemplativo para dar entrada a la concepción de la «naturaleza socializada» y ya aquí estamos brindando a la vez una concepción de la historia y la sociedad, estamos en los terrenos del materialismo histórico.

Es en Stalin donde encontramos una preferencia al «diamat» y al «histmat» como dos cuerpos teóricos diferenciados dentro de la filosofía marxista-leninista{8}. En su artículo Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico, escrito en 1938 encontramos la siguientes definiciones: «El materialismo dialéctico es la concepción filosófica del partido marxista-leninista. Llámase materialismo dialéctico porque su modo de abordar los fenómenos de la naturaleza, su método de estudiar estos fenómenos y concebirlos, es dialéctico y su interpretación de los fenómenos de la naturaleza, su modo de enfocarlos, su teoría, materialista. El materialismo histórico es la aplicación de los principios del materialismo dialéctico al estudio de la vida social, a los fenómenos de la vida de la sociedad, al estudio de ésta y de su historia»{9}.

El lenguaje es preciso, no tan ambiguo como el de los manuales. Esta lenguaje, de fácil acceso para amplias capas de la población en un país de alto índice de analfabetismo e incultura, era a la vez categórico y daba poco margen a opinar algo diferente. Pero en este artículo Stalin, dirigente político, no abordaba cuestiones estrictamente políticas, sino fundamentalmente filosóficas. Como tal nos corresponde opinar sobre estas definiciones. Si no fue él el responsable de esta concepción, al menos lo fue de su establecimiento, luego de la publicación de su artículo que «canonizó» los términos que fueron a convertirse luego en todo un sistema de asignaturas docentes y campos de «investigación» filosófica.

En lo adelante, el «histmat» se concibió como la extensión del «diamat» al conocimiento de la sociedad, a la extensión de aquellas leyes y categorías que la dialéctica enunciaba (teoría dialéctica que, por cierto no había elaborado inicialmente Marx, sino Hegel; Marx le dio un nuevo contenido pero no sistematizó sus ideas al respecto, sino que las aplicó a la investigación en le terreno de la economía política.

Lenin no dijo tanto como para fundamentar tal concepción (aunque la diferencia es bien sutil para el ojo no avisado). Observemos: «El descubrimiento de la concepción materialista de la historia, o, mejor dicho, la consecuente aplicación y extensión del materialismo al campo de los fenómenos sociales...»{10} (el subrayado es nuestro, RPL). No habla de «materialismo dialéctico», sino «materialismo» a secas; decir que Marx aplicó y extendió el materialismo dialéctico a la sociedad sería una redundancia.

La expresión del manual soviético bajo la redacción de Konstantinov nos parece además una subordinación incorrecta de la teoría de la sociedad a la leyes «más generales»: «El método dialéctico se concreta al ser aplicado a la sociedad. Esto significa que, como complemento de las categorías filosóficas generales se conciben otras puramente sociológicas...»{11}. Esta mantenida división entre «diamat» e «histmat» la consideramos como la extensión dentro del marxismo de la contraposición naturaleza-sociedad en la filosofía premarxista. Claro que no vistas aquí como contraposición, aunque sí como zonas diferentes, que tienen sus «especificidades». Se mantiene como sea la división.

En nuestra opinión el método dialéctico se «concreta» también en la naturaleza. Y para expresarlo al estilo marxista sería mejor decir: el método dialéctico «nace» (y no se «concreta», como si fuera algo creado desde fuera) del análisis objetivo de los procesos reales que ocurren en la naturaleza y en la sociedad, como parte de esa naturaleza, tal como la concebía Marx.

IV. Acerca de la idea marxista del «fin de la filosofía»

Me interesa resaltar una idea de Federico Engels que ha sido muy esquivada por el propio marxismo y que aún hoy suscita interpretaciones de todo tipo, evitando la lectura literal.

Intentando explicar las bases filosóficas de donde partía el marxismo, Engels señalaba que desde que las ciencias iban alcanzando un nivel teórico, se tornaba innecesario el esfuerzo de la filosofía por darle un «sentido» a los datos y descubrimientos. Desaparecía así la llamada «filosofía de la naturaleza» y también, con Marx, la «filosofía de la historia». «Todo lo que queda en pie de la anterior filosofía con existencia propia, es la teoría del pensar y de sus leyes: la lógica formal y la dialéctica»{12}.

La filosofía no tiene por qué ocuparse hoy de dar una explicación a los fenómenos del mundo natural o a los acontecimientos de la historia. Las mismas ciencias naturales y sociales han alcanzado ya la capacidad teórica que les permite salir del nivel empírico y, por tanto, de la tutela de una rama del conocimiento que opera con métodos totalmente diferentes.

La filosofía soviética -y no sólo ella- no comprendió bien esa idea y se creyó por mucho tiempo en el deber de generalizar los datos empíricos de las ciencias; y así se creó toda una rama de investigaciones acerca de los problemas filosóficos de las ciencias naturales, contribuyendo a edificar nuevas ontologías. Si alguna relación subsiste entre la filosofía y las ciencias naturales ésta es de carácter gnoseológico. La filosofía sí tiene algo que aportar a la ciencia: es el conocimiento acerca de los esquemas de pensamiento (de la lógica) con que puede el científico abordar la realidad. Ese conocimiento sólo lo puede dar la filosofía (ni siquiera la lógica formal está en condiciones de enfrentar dicha tarea). Ese, por tanto, es su objeto: el pensamiento humano en todas sus manifestaciones (incluido aquí lo referido a la transformación de la naturaleza, así como de la propia historia).

Notas y referencias

{1} V.I. Lenin, Obras escogidas en tres tomos, tomo I, pág. 28.

{2} «Sistema» aquí no se entiende como producto teórico cerrado y acabado al estilo de la filosofía alemana del XIX. Tampoco «ideológico» quiere decir «falsa conciencia».

{3} Ver Pablo Guadarrama, América Latina. Marxismo y postmodernidad.

{4} Lenin, ídem, pág. 61.

{5} F. Engels, Anti-Dùhring, Editorial Pueblo y Educación, La Habana 1979, pág. 402.

{6} Lenin, ídem.

{7} C. Marx y F. Engels, Obras escogidas en tres tomos, tomo I, pág. 518.

{8} No conocemos si antes de Stalin fue establecida ya esta división. Es posible que algunos teóricos de la II Internacional se hallan referido al caso. A ellos les debemos muchos de los enfoques dogmáticos y cientistas de la filosofía del marxismo.

{9} J.V. Stalin, «Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico», en: Cuestiones del leninismo, Ediciones en lenguas extranjeras, Moscú 1946, pág. 527.

{10} V.I. Lenin, «Carlos Marx», en Obras escogidas en tres tomos, tomo I, pág. 33.

{11} Fundamentos de Filosofía marxista-leninista, parte II, Materialismo histórico, Editorial Progreso, Moscú 1977, pág. 10.

{12} F. Engels, ídem, pág. 35.


Anuario Hispano Cubano de Filosofía
© 1996 Proyecto Filosofía en español
Avenida de Galicia 31 ~ 33005 Oviedo ~ España
www.filosofia.org ~ pfe@filosofia.org