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Anuario Hispano Cubano de Filosofía

Jorge Jesús García Angulo
Contribución a «liberalismo, democracia y socialismo», a lo Gabriel Vargas Lozano
(Santa Clara / 10 de enero de 1996)

C10-GVL.07

Una de las sesiones más importantes del coloquio «Los grandes cambios de nuestros tiempos», celebrado en la Universidad Autónoma de Puebla (México), en 1992; fue dedicada a debatir el tema «Liberalismo y Socialismo», y en ella intervino un numeroso grupo de pensadores de diferentes nacionalidades. El distinguido colega Gabriel Vargas Lozano, al parecer estimulado porque: «la cuestión tocaba un punto crucial del período histórico que nos ha tocado vivir», expuso en la revista Dialéctica (nº 22 del referido año) un artículo bajo el título «Liberalismo, democracia y socialismo», donde realiza una excelente exposición de las complejidades del desarrollo de las teorías acerca del liberalismo y su vital importancia e influencia «en la práctica de las sociedades humanas en los últimos tiempos». Finalmente se adhiere al criterio de que lo que queda es: «una crisis generalizada: el liberalismo como teoría y práctica, engendró una sociedad egoísta individualista, enajenada; profundamente desigual; de economía de mercado; y a últimas fechas xenófoba y racista. Y por su lado, el llamado socialismo devino en una sociedad que no merecía tal nombre porque no existía una democracia auténtica.»

Y plantea: «frente a estas conclusiones, que han extraído muchas personas en el mundo y sobre todo en el socialismo real, ha emergido un repertorio de posiciones que van desde el cinismo y la doración ingenua de la economía de mercado, hasta el nihilismo.» Y Vargas Lozano plantea las diferentes propuestas de alternativa al socialismo real: Entre las que se encuentra la de Habermas, de «eliminar definitivamente el concepto de socialismo y sustituirlo por el de democracia radical», con el cual el autor no está de acuerdo por considerar que dicha tesis: «cede a la tentación de identificar el socialismo o bien con el socialismo real, o con la socialdemocracia», y manifiesta: «un socialismo auténtico no podría identificarse con estos dos tipos de sociedad», porque según él: «en el primer caso, porque se trata de una sociedad que no conservó un rasgo esencial del socialismo, que es una democracia auténtica, y en el segundo porque conserva los aspectos principales del capitalismo y, lejos de liquidarlos, los fortalece. y plantea: «por otro lado, la tesis de democracia radical es muy vaga y tendría el mismo valor contrafáctico de un socialismo ideal como parte del reino de los fines.» Podemos estar de acuerdo con Vargas Lozano respecto a esta reflexión, sin embargo, ¿su propio ideal de socialismo auténtico, sin contactos con los socialismos existentes no es también un ideal todavía más vago y abstracto?

«La segunda posición -considera el referido autor- es la de hacer una síntesis entre el liberalismo y el socialismo, pero ateniéndose a una de las variantes del primero y del segundo», y nombra a los seguidores de esta posición -a cuyas obras desgraciadamente la mayoría de los cientistas sociales cubanos no tenemos acceso- y de las cuales no nos explica nada más...

«La tercera postura sería la de un Alec Nove, a partir de su libro La economía del socialismo factible, que sería mantener la tesis de la democracia radical que resultaría de un equilibrio entre empresas privadas, cooperativas y empresas públicas», y de la cual considera: «que parece muy idílico, pero que tiene como contrapartida la imposibilidad de controlar las fuerzas del mercado, y menos en esta etapa de capitalismo transnacional en que nos encontramos.»

Considero que toda esta gran polémica filosófica acerca de la creación de un nuevo ideal de socialismo; pasa por alto un problema medular: Es característico de cada época que las clases o fuerzas dirigentes intenten crear la ilusión de que el orden social establecido no es un producto de la historia; sino de la naturaleza, o la materialización de ciertos ideales sociales. Esto es lo que Marx y Engels llamaron «la ilusión de la época»; que se corresponde con el concepto de «falsa conciencia socialmente necesaria». Estas ideas no surgen a consecuencia de ningún capricho o maldad; sino que, como es natural, estas clases se representan el mundo y lo evalúan desde «su mundo»; es decir: desde las condiciones de vida «ideales» de que disfrutan en esa sociedad. Así, la esclavitud fue justificada por Aristóteles sobre la base de que el esclavo era naturalmente inferior al hombre libre {1}. La servidumbre feudal fue justificada por Juan de Salisbury al plantear que: «según las leyes del universo, todas las cosas no están sujetas al orden igual e inmediatamente, sino las bajas a través de las intermedias y las intermedias a través de las altas» {2}. El trabajo asalariado fue justificado por Rousseau en su contrato social cuando afirmó que en la sociedad burguesa los individuos naturalmente independientes se ponen en contacto y tienen mutua comunicación. (Esta sociedad nació enarbolando las banderas de libertad, igualdad y fraternidad; y ahora se considera, a pesar de sus enormes y manifiestas lacras, como la máxima defensora de los «derechos humanos».) El socialismo real, por su lado, se justificó planteando que aquella sociedad constituía «la dictadura del proletariado» y la «verdadera y más grandiosa democracia»: independientemente de la forma en que se gobernara.

Sin embargo, la esclavitud puede ser observada como la sociedad donde se materializó el mayor desprecio por la condición humana; el feudalismo, donde al sometimiento físico se sumó la opresión ideológica y el oscurantismo religioso; a la sociedad burguesa con los justos adjetivos a que el colega Vargas Lozano se adhiere; el socialismo real con aquella sociedad donde también existió, al decir de A. Schaff: «comuno-fascismo», y otros comuno: despotismo, absolutismo, &c.

Esa misma historia puede ser valorada «paradójicamente» desde otra dimensión: El esclavismo como aquella sociedad donde nacieron y florecieron las artes , las ciencias y la democracia. El feudalismo: donde aparecieron y se desarrollaron las ciudades, la manufactura, el comercio; donde aparecieron nuevos instrumentos de trabajo y nuevas técnicas más eficientes y productivas. El capitalismo: como aquella sociedad donde ocurre una explosión del desarrollo de las fuerzas productivas, aparecen las naciones, el comercio mundial, &c. Con el socialismo: la educación se hace patrimonio de toda la sociedad, la redistribución del ingreso (mientras se dispuso del presupuesto necesario) mejoró la calidad de vida de los sectores más humildes del pueblo, así como fueron eliminadas o al menos amortiguadas diversas formas de discriminación social y otras lacras del capitalismo. Hasta la tenebrosa época de Stalin constituyó el marco histórico de verdaderas hazañas industrializadoras, de la guerra patria antifascista y la reconstrucción. La URSS fue ejemplo también de ayuda solidaria con el movimiento revolucionario mundial y de liberación nacional. Los cubanos agradecidos y patriotas tenemos una deuda insalvable de gratitud con ese pueblo y también, por que no, con aquel Estado burocrático y autoritario.

Lo que deseamos es llamar la atención acerca de que «las ilusiones» de cada época y su valoración son insuficientes para representarnos el proceso histórico en su complejidad y naturaleza contradictoria: ya que esas ilusiones sólo expresan la «autoenajenación» de la sociedad en ese peldaño cultural alcanzado. Tal parece que los filósofos no podemos en general resistir a latentación de representarnos el mundo de una forma «virginalmente filosófica»: tomando para ello solamente la abstracciones ideológicas creadas en esa época para reflejar unos u otros intereses y condiciones; cuando de lo que se trata es de que con el auxilio de las ciencias sociales se pueda lograr un enfoque multidisciplinario que revele la realidad social desde la realidad misma.

Por último, manifiesta el distinguido colega Vargas Lozano que, a su juicio: «el movimiento de la nueva izquierda tendría las siguientes tareas: 1) La necesidad de reformular la idea de socialismo a la luz de los fracasos de la experiencia histórica: repensar la realización del socialismo en una sociedad atrasada, los peligros de la burocratización, planificación total, la tesis del vínculo partido-Estado; la ausencia de un pluralismo político e ideológico, o la incapacidad autocrítica, nos estarían dando la pauta de algunas de las causas del fracaso del auténtico socialismo» (subrayado mío). Tener en cuenta estos elementos es ciertamente indispensable; no obstante, con relación al fracaso del «auténtico socialismo», debemos convenir que si lo que fracasó fue un modelo primitivo de socialismo burocrático y autoritario: entonces el «auténtico socialismo», como democracia integral, no sólo no fracasó, sino que le falta aún por nacer. «2) La necesidad de rescatar temas que son aspiraciones de la humanidad y que no tienen que ser propiedad del liberalismo: libertad de expresión, de movimiento, de organización política y disenso; derechos humanos y democracia. 3) La reformulación del concepto de democracia, no sólo como una forma de elección de los gobernantes, sino también como una forma de vida en diversas dimensiones. 4) La indagación de una vía de equilibrio racional entre el hombre y la naturaleza. 5) El aprovechamiento de las innovaciones tecnológicas para la generación de una sociedad más libre y menos sujeta a enajenaciones. 6) Las posibilidades reales o irreales de construir una sociedad socialista en la presente etapa. 7) Y, finalmente, pensar lo anterior, tanto en su forma de ideal contrafáctico (antigua función crítica de las utopías), como en forma de metas factibles de ser logradas en un plazo razonable.»

En síntesis: convoca el autor a reformular la idea de socialismo teniendo en cuenta algunas de las conocidas limitaciones del socialismo real; unidas a otras señaladas a este sistema desde la óptica de la llamada democracia burguesa. y a esta compleja idea de socialismo debemos sumarle, además, una gran variedad de ideales de liberalismo y otros de carácter universal que nunca ni en ninguna parte se han cumplido. ¿Y al final qué tenemos?, ¿se acerca o se aleja el autor de las posiciones de refundición de las ideas de socialismo y del liberalismo que anteriormente criticó? La diferencia, a nuestro juicio, es que, en este caso se tratarían de fundir el ideal de socialismo auténtico con el ideal de liberalismo y otros ideales humanistas, preocupaciones e incógnitas que posee el autor. ¿Y después de unir de algún modo tales elementos, todos muy valiosos, incluso indispensables para el análisis... ¿Podrá tener el concepto de socialismo que resulte alguna cualidad específica y precisa? Y lo que sería más importante: ¿sería viable, realizable ante la urgencia de que al menos haya un poco de justicia y racionalidad en el existir y el hacer de los hombres?

No sería más lógico y oportuno, ante el fracaso de los dos modelos: el del liberalismo en toda la línea y el de socialismo real. Pensar el modelo de sociedad más humana «desprejuiciadamente», teniendo en cuenta todas las posibles aspiraciones realizables en ésta época, que es cuando hace falta; porque es precisamente en esta época donde ante la gravedad de los problemas acumulados y las contradicciones de todo tipo existentes, de no apurarnos: se cumpliría la sentencia de Martí: «Si los remedios han de tomar para su preparación más tiempo del que la enfermedad necesita para la muerte: ¿A qué el remedio?»

En mi concepto, el ideal de socialismo debe partir de varios principios teórico-metodológicos e «ingenieriles» que hagan realizables muchas de las buenas ideas expresadas por el referido autor:

1. Estamos de acuerdo que el socialismo hay que redefinirlo, pero como una sociedad donde no reine ningún ideal, porque debemos estar totalmente convencidos y esclarecidos de que desgraciadamente los ideales reinan sólo en el mundo de los ideales; pero no reinan en la realidad, y al concebirlo como un ideal materializado se hizo sagrado, intocable, «irreversible» y sin la capacidad de percatarse y superar a tiempo sus contradicciones «no antagónicas». El socialismo hay que definirlo como una sociedad real, lo más humana posible, hacedera incluso en las condiciones que más exigen su implantación: como alternativa emergente de los pueblos de la periferia; no como resultado del desarrollo legaliforme de la internacionalización del capital; sino como condición del desarrollo y desafío al orden irracional y deshumanizado de un mundo que condena crecientemente a la mayoría de los pueblos a una nueva, genocida y degradante esclavitud. Y, en general, concebir al socialismo como un tipo de sociedad basada en la mayor objetividad y donde exista una efectiva democracia en todos los órdenes de la vida. Pero cuya aspiración suprema sea, siguiendo el pensamiento de José Martí: «en vez de igualdad imposible, equidad posible.»{3}

2. El socialismo hay que establecerlo respetando la existencia de numerosas formas de propiedad, entre ellas: la propiedad privada capitalista. considero que hayan pocas dudas acerca de que Marx y Engels dedicaron la obra de sus vidas a la búsqueda de las causas más profundas de la enajenación humana y las posibles vías de su solución. Marx consideró -con razón- que la enajenación del trabajo constituía la base de dicho fenómeno; pero dejó diáfanamente establecido en sus famosos Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 que la propiedad privada no era la causa de la enajenación del trabajo, al respecto señalaba: «...si bien la propiedad privada figura como base y causa del trabajo enajenado, en realidad es todo lo contrario, es su consecuencia, del mismo modo que los dioses inicialmente no son causa, sino consecuencia de la equivocación de la razón humana. En lo sucesivo esta relación se erige en relación de acción recíproca. Sólo en la última fase, la culminante, del desarrollo de la propiedad privada vuelve a revelarse el misterio: La propiedad privada resulta ser, por una parte, producto del trabajo enajenado y, por la otra, medio de su enajenación, realización de esta enajenación.»

Por otra parte, Engels en sus Principios del comunismo, cuando se hace la pregunta: «Será posible suprimir de golpe la propiedad privada?» contesta: «No, no será posible, del mismo modo que no se puede aumentar de golpe las fuerzas productivas existentes en la medida necesaria para crear la economía colectiva. Por eso, la revolución del proletariado que se avecina según todos los indicios, sólo podrá transformar paulatinamente la sociedad actual, y acabará con la propiedad privada únicamente cuando haya creado la necesaria cantidad de medios de producción.»

Una de las dificultades mayores que tendrá que vencer con sabiduría y tacto el nuevo poder político será mantener el estímulo a la iniciativa privada y mantener ésta bajo el estricto control estatal: de manera que se evite el desarrollo autónomo del capital y con ello la reimplantación del capitalismo salvaje. «Lo que hay que establecer es la naturaleza meritoria del hombre y basar en ella, y en las necesidades y propósitos» del pueblo, una política que promueva: «el estímulo personal o colectivo al trabajo», unido a lamayor cuota posible de justicia social.{4}

3. Deberá existir una burocracia necesaria e inevitable: con tendencias naturales al autoritarismo, a la hipertrofia y al parasitismo. {5} Como todas las burocracias de todos los tiempos y todas las sociedades. Por lo que también deberá quedar bajo el estricto control democrático de las masas y desde las masas. No permitir que la burocracia se controle a sí misma; porque también su desarrollo autónomo trae como consecuencia -como se ha observado- su antagonismo con la sociedad civil y un desenlace fatal para el proceso revolucionario.

Recordemos las antiguas medidas tomadas por los comuneros de París para asegurar la democracia proletaria; evitar el esclerosamiento burocrático y la corrupción. Recordemos también que aunque fueron entusiastamente recibidas por Engels: no fueron luego materializadas por el socialismo real. Señalaba Engels: «La Comuna empleó dos remedios infalibles contra la transformación del Estado y de los órganos del Estado de servidores de la sociedad en señores situados por encima de ella, transformación inevitable en todos los Estados anteriores. En primer lugar, cubrió todos los cargos administrativos, judiciales y de enseñanza por elección, mediante el sufragio universal concediendo a los electores el derecho de revocar en todo momento a sus elegidos. En segundo lugar, todos los funcionarios, altos y bajos, estaban retribuidos como los demás obreros»... «con este sistema se alzaba una barrera eficaz ante la caza de cargos y el arribismo.»{6} Es utópica una sociedad que parta del principio de que sus dirigentes no resultarán arrastrados por las tentaciones del poder; de lo que se trata es de que se deben crear tales condiciones de todo tipo, donde tal posibilidad no pueda materializarse. La dificultad mayor de tal empresa estaría; en que deben ser los propios dirigentes los que creen esas «especiales» condiciones democráticas contra sus propios intereses individuales y colectivos. Lo que tendría que demostrarse que no constituye también una utopía.

4. El socialismo deberá eliminar definitivamente el dominio de la burocracia sobre la actividad económica de la sociedad. La burocracia, desde el período de descomposición de la Comunidad Primitiva ha tenido que existir siempre -como habíamos apuntado- pero siempre se dedicó, como «sistema de oficios» a la esfera socio-política e ideológica: a su dinámica, control, dirección y administración. Con la instauración del socialismo real y la abolición por decreto de la propiedad privada es que esta «casta profesional» sustituye a los antiguos servidores de la sociedad, constituidos económicamente en señores suyos. Pero donde para mantenerse como tales señores privilegiados debían representar a las fuerzas sociales que en ese momento histórico, dadas las condiciones materiales existentes, constituían objetivamente el elemento rector de la actividad económica de esa sociedad -no sin conflictos ni contradicciones: Recordemos que el burgués no actúa como individuo; sino como representante del capital en esas condiciones sociales materiales (que no las determina él ni sus trabajadores).

A mi juicio, el socialismo real confundió la gestión histórica y tradicionalmente burocrática: con un tipo de acción cuyas cualidades más preciadas (al faltar el interés, la astucia y la picardía que el instinto de conservación y enriquecimiento le otorgan al capitalista): Son la profesionalidad científico-técnica, la capacidad creadora (que no se logra espontáneamente por «vocación» o «suerte» de ser jefe, instinto o inspiración) y el liderazgo laboral. Advertía Goethe que: « No hay nada más espantoso que una ignorancia activa». Y los cubanos , con cierta cotidianidad confesamos que no hay nada peor que un incapaz con iniciativa, ¡que de sus decisiones «originales» nos libre siempre Dios!, por muy buenas que sean sus intenciones.

Es necesario aplicar con rigor y naturalidad el principio de los comuneros en cada actividad y en cada lugar, y siempre serán elegidos, por lo general, los líderes naturales de esa actividad en cada lugar. Dejemos a las propias masas que revoquen también: por el voto directo y secreto, periódicamente y cuando lo estimen conveniente dichos mandatos, desde abajo, sin «propuestas» o imposiciones desde «arriba»: Como antídoto eficaz contra el favoritismo, el nepotismo y la corrupción. Las masas siempre se van a equivocar menos en sus decisiones.

Como contrapartida del capitalista y representante del pueblo deben ejercer trabajadores no sólo inteligentes y revolucionarios; sino también con una alta y reconocida calificación profesional; líderes que utilicen el estilo gerencial participativo y abierto; que propicie en la masa la permanencia de un sentimiento general de identidad, pertenencia y compromiso. Un ambiente político-moral en favor de la calidad y el aumento de la productividad. Sólo así dichos capitalistas podrán sentir respeto profesional por ellos. Sólo así, esos compañeros podrán cumplir dignamente y a cabalidad la compleja responsabilidad que les otorga el pueblo.

De la forma típicamente burocrática de comunicación en la esfera económica, existente en el socialismo real: de arriba a abajo como «orden», y de abajo a arriba, como «informe». Se deberá transitar a una cultura organizacional participativa, libre y consciente a todos los niveles.

La actividad económica dejará de ser dirigida por la burocracia en la medida que su dirección sea ejercida por los propios trabajadores y sus líderes naturales en un proceso interactivo vital donde todos participen directa y activamente.

Una de las manifestaciones de la enajenación del trabajo en el capitalismo es que la producción domina a los productores. En verdad al capitalista no le interesa lo que produce; sino la cuota de ganancia que finalmente consigue. Por ello no nos podemos extrañar de que favorezca entonces la participación entusiasta y creadora de sus obreros, técnicos y especialistas, si con ello consigue el ansiado fin de una mayor competitividad y rentabilidad.

Es de significar que la aplicación práctica del método «comunero» de gerencia participativa y de liderazgo no fue un «aporte» del socialismo real -como debió ser- sino de las ciencias sociales al servicio del aumento de la eficiencia económica del propio capitalismo desarrollado; que las vienen utilizando desde hace décadas con excelentes resultados económicos para esas empresas.

5. Deberá aspirarse a la absoluta transparencia en la comunicación social: con el convencimiento de que nadie, ningún hombre, ningún partido, ninguna institución, ningún ente humano es dueño de ninguna verdad absoluta. Se deberá garantizar el diálogo abierto, la crítica sin cortapisas; que constituirá siempre la base cívica de la aspirada participación política del último ciudadano de una nación, y del encuentro con una verdad que siempre se tendrá que ir haciendo. Los medios de comunicación de masas deben ejercer, ante todo su función de vehículo de intercambio social de la crítica revolucionaria; pero nunca transformarlos en medios de información, de orientación, de divulgación -grotesco sucedáneo de los mecanismos de comunicación de masas del capitalismo- donde se establece una comunicación unívoca, unidireccional con el pueblo; al que se le otorga el triste papel de consumidor pasivo de las ideas de los de «arriba»; donde el énfasis mayor puede estar en tratar de hacer pasar lo deseado por real: lo que favorece el ocultamiento de lasdeficiencias y de hechos que merecen la censura pública.

6. Asegurar la existencia de un partido político de decisiva ascendencia popular que dirija el proceso revolucionario. En este partido único deben estar representadas equitativamente las diferentes fuerzas sociales del país {7}, su nombre no es esencial, pero su naturaleza y funcionamiento deberá constituir la más alta expresión del ejercicio de la democracia en esa sociedad. Sus filas deberán nutrirse de individuos elegidos en las diversas colectividades por el voto directo y secreto de la masa cada cierto período de tiempo, y a los que podrán revocar en cualquier momento dicha condición: Se tendría en cuenta el prestigio personal y la ejemplaridad de que disfrutan esos ciudadanos en ese momento. Con ello, en los centros laborales los sindicatos, inmediatos representantes de los trabajadores, adquirirían un formidable poder. Este sería, a mi juicio, el mejor modo para preservar la pureza de las filas del partido: una forma dinámica, participativa y abierta; ya que dicho partido (aunque tenga el más atrayente de los nombres y se haya propuesto el más noble de los fines) como cualquier otro partido político que se controle a sí mismo y que disfrute de un poder exclusivo, corre el riesgo, como cualquier otra organización de estructura jerárquica- de burocratizarse, alejarse de las masas y dejar de jugar objetivamente el papel movilizador y de liderazgo que le corresponde.{8}

Respecto a la constitución de las diferentes instancias del gobierno, sin chauvinismos de ningún tipo, considero debiera conocerse y si es posible perfeccionar el método que seguimos los cubanos desde la asamblea de vecinos, hasta los más altos niveles de dirección. Donde quién postula y elige es el pueblo y no el partido. Contrario a lo que sucede con el costoso y casi siempre sangriento espectáculo de la rebatiña electorera del pluripartidismo burgués para lucrar con la política a costa de la fe ciudadana en la instauración de un gobierno «moral».

7. El socialismo hay que concebirlo también como sinónimo de soberanía nacional e independencia política. Rara y costosa cualidad en este mundo transnacionalizado y unipolar. Sin lo cual no se podría dar un paso en el mejoramiento de las condiciones de vida y el respeto al ejercicio de la dignificación de los pueblos. Por lo que la decisiva defensa de la patria socialista y sus conquistas por un ejército popular debe estar íntimamente vinculada con una política internacional soberana, virtuosa y fraterna.

8. Aunque la implantación de este proyecto de sociedad más justa deberá acomodarse incluso a las condiciones existentes en países con bajo nivel de desarrollo socio-económico; la política deberá ser una expresión de los resultados obtenidos por las ciencias sociales en ese país y no a la inversa; lo que condujo a la justificación «científica» del voluntarismo, el triunfalismo y el oportunismo político. Son las ciencias sociales con sus métodos de investigación y experimentación las únicas capacitadas para establecer la política verdaderamente científica a seguir en la dirección y control de las diferentes esferas de la vida social. Una política que desprecie la actividad y los resultados de las ciencias sociales es ignorante, aventurera y está condenada de antemano al fracaso. La política, como el individuo, no puede hacer lo que quiere; sino lo que puede.

9. Por último, en un socialismo que no se proclame la sociedad ideal ni la antesala del paraíso de Dios en la tierra. El trabajo político-ideológico será vital. Y no hay mejor o peor trabajo político- ideológico que el ejemplo personal que ofrezcan sus dirigentes al pueblo, al respecto enfatizaba el «Che» Guevara que: «La personalidad juega el papel de movilización y dirección en cuanto encarna las más altas virtudes y aspiraciones del pueblo y no se separa de la ruta.» Otro factor «ideológico» decisivo es el aumento de bienestar material y espiritual que se vaya logrando como resultado de una política concientizadora y movilizativa consecuente con las necesidades y posibilidades objetivas en cada momento concreto y que la ciencia deberá respaldar. Aunque el hombre no puede vivir sin fe, no debe ser el abuso de la fe; sino la conciencia de las dificultades y complejidades del mundo en que vivimos y de las potencialidades objetivas que tenemos para hacerlo cambiar; la que en esa sociedad prepare y movilice a todos para resolver los problemas de todos.

Referencias bibliográficas

{1} Aristóteles, Política, 1254b.

{2} John of Salisbury, Policraticus, 6.10.

{3} José Ballón, Martí y «El Socialismo Contemporáneo» de John Rae. Anotación de José Martí en el margen superior de la pág. 19 del referido libro, donde se exponen las ideas de Baboeuff. Anuario del Centro de Estudios Martianos, n% 16, 1993.

{4} Me estoy remitiendo a otras anotaciones de José Martí en el referido libro, págs. 338-339, donde el investigador considera algunos fragmentos ilegibles.

{5} Max Weber (1864-1920) fue uno de los primeros en estudiar el fenómeno de la burocracia, por la que sentía una gran admiración, debió; no obstante considerar que tales organizaciones: «demandan que el individuo actúe de acuerdo con las reglas y fines de la organización» y puede eventualmente verse obligado a realizar actos para los cuales él como individuo no estaría dispuesto a responsabilizarse; pero que podría defender o justificar refiriéndose a las órdenes que ha recibido. Tomado de Joachim Israel, La enajenación de Marx a la sociología moderna, Fondo de Cultura Económica, México 1968, pág. 113.

{6} Citado por Lenin, El Estado y la Revolución, O.C., tomo XXXIII, pág. 247.

{7} Sobre el concepto de democracia, anota Martí: «Democracia no es el gobierno de una parte del pueblo o una clase del pueblo sobre otra, porque eso es tiranía. Sino el gobierno de tanto el pueblo en equitativa representación y el equilibrio de las clases, de modo que siempre quede (ilegible) parte que la han de representar», José Ballón (op.cit.). En mi concepto, lo que importa es hacerlo al «estilo» del pueblo, y no haciéndole el juego electorero a la burguesía, donde casi siempre triunfa el que más promesas haga, el que más dinero tenga, o el que más fraudes cometa.

{8} Para poder comprender la naturaleza de los fenómenos sociales es indispensable conocer que éstos se llevan a cabo no sólo con independencia de la voluntad de los individuos que participan en él; sino que ejercen sobre éstos un poder imperativo y coercitivo. Durkheim (1858-1917) Ilustra este fenómeno cuando plantea: «cuando me conformo a ellos por mi entera voluntad, como esta coerción es inútil, no se hace sentir, o se hace sentir muy poco. Pero no por ello deja de ser un carácter intrínseco de estos hechos, la prueba está en que ella se afirma cuando trato de resistir...»


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