Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana
Espasa-Calpe, S.A., Bilbao, Madrid, Barcelona 1927
tomo 56
página 889

Sistema

Conjunto de reglas o principios sobre una materia enlazados entre sí. Conjunto de cosas que ordenadamente relacionadas entre sí contribuyen a determinado objeto. (...)

Filosofía. La Lógica señala como característica del sistema la totalización o unificación según un principio previamente determinado. Aquel todo ordenado en que todas las partes están en relación y dependencia recíproca se dice que constituye un sistema. Con el mismo nombre se comprenden los sistemas reales y los mentales. Objetivamente, sistema es la síntesis de relaciones existentes en los objetos de nuestro conocimiento. Así se dice un sistema de fuerzas, el sistema nervioso, el sistema planetario, &c. Idealmente, sistema es un conjunto de conceptos subordinados a uno o más principios y coordinados entre sí de modo que unos no puedan comprenderse sin los otros, no sólo por su conexión real, sino por su mutua dependencia de unos mismos principios.

El sistema ideal debe tender a reproducir el sistema objetivo. La dificultad de adaptar y en todo caso de comprobar la identidad de las dos series de relaciones es el arduo problema del valor objetivo del conocimiento. De hecho el espíritu parte de las cosas para volver a ellas, pero la elaboración que subsigue al dato es independiente de la intuición sensible y necesita la constante referencia a las sensaciones e imágenes actuales, si quiere ser un reflejo o, por lo menos, un símbolo de la realidad. El sistema del conocimiento es una construcción que sólo por un optimismo ingenuo realista puede suponerse una copia de las conexiones reales.

Ranzoli, en su Dizionario di scienze filosofiche, cita estos tres conceptos del sistema: el de Kant, «una totalidad de conocimientos ordenados según un principio único» (Logik); Kiesewetter: «un conjunto de conocimientos ordenados conforme a la idea de un todo y en los cuales domina por lo mismo la unidad» (Grundriss einer reinen Logik), y Trendelenburg: «conexión de los conceptos y de los juicios», considerados como equivalentes, en el orden del conocimiento, al orden real constituido por las substancias y sus actividades (Logische Untersuchungen).

Se diferencia el sistema del método en que éste se refiere propiamente a los medios encaminados al descubrimiento o a la exposición, y el sistema es el resultado mismo obtenido. Sistema, método y tendencia se ofrecen en la historia de la filosofía como tres grados de unificación científica de los problemas. El grado menor de afinidad corresponde a la tendencia, que es la propensión ideológica favorable a un punto de vista. Por ejemplo, el matematismo y el naturalismo de los siglos XVII y XVIII. El método es esta misma tendencia convertida en exclusivo procedimiento de investigación. Por último, el sistema es la reunión de ambos elementos informando totalmente el contenido de un sector experimental o racional del conocimiento.

Al sistema, sin embargo, no puede exigírsele más de lo que puede suministrar su índole organizadora y sintética. Su misión no es explicar o demostrar, sino coordinar y unir. Los materiales dispersos reciben del sistema nueva fuerza de cohesión, que asegura su persistencia. Las doctrinas mejor sistematizadas resisten más tiempo a las corrientes nuevas de pensamiento y pueden incorporarse mejor a los adelantos de cada época.

El sistema es en filosofía más necesario que en las demás disciplinas científicas, en las cuales hay un dominio técnico hasta cierto punto independiente del sistema y de la historia. Esto no ocurre en filosofía, pues la ordenación sistemática de los problemas da mayor consistencia a una doctrina, y al mismo tiempo es indicio de un mayor poder mental en su autor. La índole misma de las materias filosóficas hace que sea difícil investigar en un sector independientemente de los demás, siendo toda doctrina bien sistematizada más apta para actuar en la ciencia y en la vida, y a su vez para defenderse de doctrinas y direcciones antagónicas.

Sistema analizador. Paulhan llama así al conjunto de cuadros mentales preformados, que permiten proceder rápidamente en el análisis de los objetos de cierto género respecto de los cuales tenemos ya conocimientos adquiridos. Por ejemplo, el caso del músico que analiza un acorde representándose de antemano lo que en él puede encontrar o el del médico que sabe ya a qué síntomas significativos ha de prestar su atención. (En su obra Analystes et esprits synthétiques.) En realidad, los sistemas analíticos son conceptos sintéticos gracias a los cuales podemos dar un sentido o significación a los objetos o hechos que nuevamente caen bajo nuestra percepción. El espíritu organiza sus experiencias y forma estos sistemas que le permitirán orientarse en un dominio antes familiar y que más tarde ha dejado de serlo por haber dirigido su atención a otros sectores de la experiencia. En el momento que el sujeto se propone reiterar su antigua percepción, evoca el sistema correspondiente y entonces la percepción se hace clara y distinta. Cualquiera que sea el valor que se conceda á esta actividad conceptual, virtualmente latente en el espíritu, respecto de su objetividad y trascendencia, no puede negarse su significación pragmática o de orientación en la vida. La elaboración sobre la base del dato sensible perdería gran parte de su eficacia sin los esquemas mentales, que realizan en el mundo de la experiencia función análoga al director de una empresa con relación a los obreros encargados de efectuar los distintos servicios o trabajos (Mach).

Sistema de las ciencias. Es frecuente entender que la clasificación de los conocimientos científicos constituye un verdadero sistema, en el cuál están orgánicamente agrupados los conocimientos, en tal forma que pueden verse intuitivamente las relaciones de coordinación y subordinación. Un verdadero sistema así estructurado (V. Goblot, Le système des sciences), difiere de las antiguas clasificaciones en que demuestra la filiación natural de los conocimientos. La escuela positivista francesa inició esta dirección desde la época de A. Comte. Este punto de vista, llamado por lo común Filosofía de las ciencias, es la verdadera epistemología en su sentido literal o etimológico, y absorbe en parte, si no en todo, la misma Metodología. Sin embargo, el hecho de excluir la valoración crítica del conocimiento (reservado a la Gnoseología o Criteriología) y la consideración de los procedimientos de indagación o descubrimiento (Metodología) deja al lado estos dominios también de la Filosofía de la ciencia, por cuya razón deberá ésta considerarse integrada por aquellos tres problemas: el método, el sistema y las ciencias.

Los sistemas filosóficos. Ha tenido tanta importancia en la historia de la filosofía el factor sistemático, que por algunos es considerada dicha disciplina como una simple sucesión de sistemas. Una clasificación de los mismos es de gran utilidad, pues equivale a una sistematización de las soluciones dadas a los principales problemas filosóficos. Condillac, que escribió un Traité des systèmes (1749), ha sido el primero en intentar una clasificación de los mismos. Los ha distribuido en abstractos, hipotéticos y experimentales. Los primeros, dice, se fundan en principios generales y pretenden dar la certeza absoluta. Los segundos parten de suposiciones imaginadas para explicar las cosas, de las cuales no podríamos darnos razón sin aquéllas. Los experimentales, que son los verdaderos, parten de hechos bien comprobados y ciertos, sirviéndose de ellos ya para dar razón de sus efectos (Física), ya para producirlos (Política), ya para ambas cosas (Química y Medicina).


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