Diccionario apologético de la fe católica
Sociedad Editorial de San Francisco de Sales, Madrid 1890
tomo 1
columnas 1130-1136

Espiritismo

I. Relación de los hechos. En Diciembre de 1847, una familia que llevaba por apellido Fox fue a establecerse en el pueblo de Hydesville, en el Estado de Nueva York. Algunos días después de su instalación acontecieron extraños sucesos en la casa que había comprado dicha familia. Sonaban en la pared, sin causa alguna natural visible, ligeros y vibrantes golpes; mudábanse de su sitio los muebles, o a veces las tres muchachas de la familia sentían el ligero tacto de algo invisible, así como si fuese una mano fría un mastín que se restregase contra su cama.

El 31 de Marzo de 1848 por la tarde, la menor de las jóvenes, muchacha de doce años, oyendo aquellos mismos ruidos que ya no la asustaban, hizo castañetear sus dedos y exclamó: –«Vamos, Sr. Pezuñas, haced como yo;» instantáneo fue el efecto de sus palabras: el golpeador hizo oír el mismo castañeteo. «Cuenta diez», le dijo la señora Fox; los contó, en efecto, y se puso luego a responder con la más rigurosa exactitud a una porción de preguntas. El golpeador declaró ser Carlos Ryán, asesinado y enterrado en la cueva de aquella casa. Hiciéronse excavaciones, y se encontraron en el sitio indicado algunos huesos y un pedazo de cráneo. El espíritu de Carlos Ryán anunció que traía la misión de instruir a los hombres y demostrarles la supervivencia del alma después de la muerte. Se observó que estas manifestaciones iban unidas a la presencia de ciertas personas con quienes tenía gusto en ponerse al habla el espíritu golpeador, y se dio a tales personas el nombre de mediums. Después se dejaron oír aquellos golpes en las mesas. Se observó también que bajo el impulso de varias personas formando cadena, y aun de una persona sola caso de ser ésta un buen medium, tomaban un movimiento de rotación más o menos rápido una mesa, un sombrero, un canastillo, un mueble cualquiera. Otras [1130] veces agitábanse los muebles, huían y parecían animados de varias pasiones.

Las mesas daban respuestas, ya por medio de golpes en forma convencional, ya por medio de un lápiz unido al pie de las mismas sobre una hoja de papel, y que escribía o dibujaba según las peticiones de los asistentes o los antojos del espíritu.

Después los mediums tomaban un lápiz en la mano, y bajo un impulso ajeno a su voluntad escribía su mano cosas que ellos absolutamente ignoraban.

Por fin se obtuvieron sin ayuda de mediums comunicaciones del espíritu colocando un lápiz sobre una hoja de papel, que poco tiempo después se encontraba escrita.

Otras manifestaciones hubo todavía de los espíritus en transportar muebles, tocar diversos instrumentos músicos o hacer aparecer diversos objetos.

Mientras que el medium está adormecido en una alcoba, vense aparecer cuerpos luminosos, nubecillas, manos que cogen y transportan una flor, una pluma u otros objetos. «Al tacto, dice Mr. Crookes, citado en la Revista titulada La Controverse et le Contemporain (tomo III, pág. 384), estas manos en unos casos parecen frías como el hielo y muertas; en otros me han parecido calientes y vivas, y han estrechado la mía con el firme apretón de un antiguo amigo. He retenido en las mías una de esas manos resuelto a que no se me escapase. No hubo tentativa ni esfuerzo alguno para que yo soltase, sino que poco a poco pareció aquella mano disolverse en vapor, y de ese modo fue como se libró del aprisionamiento en que yo la tenía.»

Más aún: los espíritus han aparecido con cuerpo entero envueltos con diversas vestiduras. Han conversado de viva voz con quienes los veían, han permitido a éstos que los cogiesen y contasen los movimientos de sus pulsaciones, los latidos de su corazón, que se hiciesen cargo del estado de sus pulmones y que sacasen su fotografía a la luz eléctrica. Hay que advertir, sin embargo, que tales apariciones de cuerpo entero han sido con frecuencia efecto de supercherías reconocidas, lo cual da derecho a poner en duda la realidad de esa especie de fenómenos. [1131]

Las comunicaciones hechas por estos medios, y particularmente por escritos, varían mucho. Son en diversas lenguas, y a veces en lenguas desconocidas de todos los asistentes. Les revelan a éstos cosas que del todo ignoran. Entre esas manifestaciones, unas hay groseras, otras frívolas, otras serias y otras instructivas. Y la causa sería que, según los espiritistas (Allán Kardec, Libro de los mediums, 2ª parte, cap. X), los espíritus que se manifiestan son unos buenos, otros malos y otros indiferentes; y hasta sucede no raras veces, dicen ellos, que un espíritu mentiroso o grosero venga a intercalar sus comunicaciones en medio de las de un espíritu bueno.

Los espíritus que se manifiestan se dan a veces por una persona querida que los presentes han visto morir, toman su carácter de letra y su lenguaje, y muestran hallarse al corriente de cuanto dicha persona ha hecho en vida. Se comprende que comunicaciones por el estilo han debido atraer al espiritismo un gran número de adeptos.

Otras veces se dan por espíritus de personajes célebres, y se firman Sócrates, César, Napoleón, Pablo Apóstol, San Agustín, San Luis, y hasta Jesús de Nazareth. Pero si sus comunicaciones se presentan alguna vez con caracteres análogos a tan grandes nombres, es de ordinario evidente que las firmas son falsas, y que son espíritus frívolos y obscenos que se han encubierto de ese modo.

Los buenos espíritus, o más bien los que tales parecen, no anuncian lo por venir; y así, las predicciones hechas en el espiritismo han resultado casi siempre falsas, y denotan, según Allán Kardec, el más autorizado entre los publicistas del espiritismo, la intervención de espíritus mentirosos.

El estilo de las comunicaciones es vario, y se ha creído notar que el medium ejerce influencia respecto a ese estilo.

La facultad de los mediums se desenvuelve con el hábito. Se ejercita en estado de sonambulismo, pero más a menudo en estado de vigilia. Ese ejercicio no deja de traer su cansancio, sobre todo cuando los espíritus producen efectos físicos que exigen un gran desgaste de fuerzas. La mediumnidad, que [1132] dicen, o sea el oficio de medium, tiene sus inconvenientes, y Allán Kardec aconseja a las personas débiles y excéntricas que no se hagan mediums. Se han visto, en efecto, casos de personas que enfermaron o se volvieron locas a consecuencia de tales prácticas.

Hay también otro inconveniente, y es que el medium vaya poco a poco entregándose al poder de espíritus evidentemente malos, menos dóciles para marchar que para venir. Allán Kardec (Libro de los mediums, núm. 212) dice de las personas que se han entregado a esos espíritus: «Conozco algunas que han sido castigadas con años de obsesión de todas especies, con las más ridículas mistificaciones, con una tenaz fascinación, y hasta con desgracias materiales y las más crueles decepciones. El espíritu se presenta al pronto francamente malo, y después hipócrita, a fin de hacer que se crea, o en su conversión, o en un supuesto poder de ser subyugado para arrojarle cuando convenga.»

Se han reunido las respuestas de los espíritus a quienes se juzgaba buenos para formar con ellas un cuerpo de doctrina. Vamos a poner un resumen de los rasgos más notables tomándolos de Allán Kardec, y escogiendo, entre varios asertos difíciles de conciliar, aquellos que el autor ha puesto más de realce. Helos aquí:

Dios es eterno, inmutable, inmaterial, único, todo poderoso, justo y bueno, creador del universo. ¿Puede entrar directamente en comunicación con los hombres por medio de revelaciones? Punto es éste que aparece dudoso.

El universo se compone de seres materiales o visibles, y de espíritus.

Son estos últimos la parte principal; encárnanse sucesivamente en los cuerpos humanos. Al morirnos, nuestra alma se torna espíritu errante hasta el día en que vuelve a encarnar, ya aquí en la tierra, ya en otro globo del universo. Los espíritus encarnan siempre en el cuerpo de un ser racional, y nunca en el de los animales; pero, con todo, debe el espíritu haber adquirido ya cierta perfección para llegar a ser hombre.

Las diferentes encarnaciones del espíritu son siempre progresivas y sin retrogradar nunca; pero la rapidez en el [1133] adelantamiento depende de los esfuerzos que libremente hacemos para arribar a la perfección. No hay cielo ni infierno, sino una aproximación constante al bien ideal, que hace los espíritus cada vez más felices.

Los espíritus separados de los cuerpos están revestidos de un fluido sutil, llamado periespíritu, que les habilita para obrar sobre el mundo material y ponerse en comunicación con nosotros.

Los hay muy buenos, a los cuales se ha dado el nombre de ángeles; y muy malos, a los cuales se ha dado el nombre de demonios.

La moral de los espíritus superiores es casi conforme a la de la filosofía espiritualista; pero es de observar que se conforma, en general, a las tendencias de las opiniones del día. Para esa moral todas las religiones honran aun mismo Dios, y en ella no se consideran verdaderamente virtuosos otros sacrificios que los hechos en atención a los demás hombres, y además, a la indisolubilidad del matrimonio se la califica de ley humana muy contraria a la natural.

De Jesús dicen que es el modelo más perfecto que Dios ha ofrecido al hombre para servirle de guía y ejemplo. Así que los escritos de ciertos espiritistas abundan en palabras tomadas del Evangelio.

El espiritismo se atribuye el carácter de una nueva religión destinada a fundir en uno todos los cultos. Pretende enlazarse directamente con la revelación cristiana, dándose por continuador de la obra de Jesucristo, y se aplica a sí propio las profecías en que Jesús prometió que había de enviar después el Espíritu consolador.

El espiritismo ha sido practicado por muchas personas en América, en Francia, en Alemania y en toda Europa; pero la mayor parte de ellas buscaban en eso la satisfacción de una vana curiosidad, más bien que no una nueva religión. A algunos materialistas los ha traído al espiritualismo; y algunos sabios distinguidos, como el químico Crookes y el astrónomo Zoellner, han estudiado la mayor parte de los expresados fenómenos de una manera que pone fuera de disputa la realidad de ellos.

II. ¿Qué concepto debe formarse del espiritismo? Se ha negado la exactitud [1134] de los hechos que dejamos referidos; pero se han repetido tan a menudo y en tales condiciones, que parece imposible ponerlos en duda, excepto ciertas apariciones de espíritus que se dejaron fotografiar.

Se ha intentado explicar estos hechos sin la intervención de espíritus superiores, ya por la superchería, ya por los movimientos inconscientes y las sugestiones de las personas presentes. –Que en ciertas circunstancias haya habido superchería e ilusión, cosa es bastante fácil de demostrar; pero no sería razón inferir de aquí que todo en el espiritismo es impostura y alucinación.

Sabios de primer orden, y de cuya buena fe no puede dudarse, han hecho constar matemáticamente que los movimientos de que hemos hablado no podían explicarse por las fuerzas allí puestas en juego. Las respuestas dadas han revelado frecuentemente una ciencia superior a la de los asistentes y conocimientos que ninguno de ellos poseía. Cierto es, sin duda, que es necesario un medium para que se produzcan los fenómenos espiritistas; que el medium se cansa en esas comunicaciones, como si su propio espíritu trabajase; que su facultad de medium se desarrolla con el ejercicio, y que a veces tiene un campo marcado; de suerte que tal o cual medium obtendrá comunicaciones de un estilo dado y en un determinado orden de ideas; mas todo eso no basta para que podamos atribuir a las facultades naturales de los mediums las comunicaciones que reciben éstos. Lo que únicamente parece resultar de aquí, es que el espíritu que se comunica se sirve de los mediums como instrumentos, y que encuentra ciertas personas que son instrumentos más adecuados para su acción.

Parece resultar, por consiguiente, que las causas naturales puestas en juego tienen su parte en estos efectos maravillosos; pero no es menos verdadero que son impotentes para producirlos tan sólo con sus propios recursos. Para explicar estas comunicaciones de maravillosa exactitud que hacen relación a cosas por completo ignoradas del medium y de los allí presentes, y que no podrían ellos saberlas aunque les supusiésemos dotados de la más grande [1135] penetración, es necesario admitir que son obra de otras inteligencias que las de los hombres presentes a la experiencia.

El espiritismo pone, pues, a sus adeptos en comunicación con espíritus, y la cosa es tan evidente que el espiritismo ha hecho a Zoellner y otros hombres entendidos, volver del materialismo al espiritualismo.

¿Pero qué espíritus son ésos?

Son espíritus mentirosos e hipócritas; son demonios, no cabe dudarlo. Respecto a muchos de ellos no es necesario demostrarlo, pues sus comunicaciones lo testifican por confesión de los mismos espiritistas.

Pero hay, se dice, en estos fenómenos espíritus verídicos, buenos, piadosos. –¿Y dónde está la prueba? Un espíritu mentiroso puede inopinadamente reemplazar al más sensato, servirse de su firma, y verificarlo así sin que este otro se lo impida ni dé señal alguna por donde pueda reconocerse la impostura. ¿Quién nos dice, pues, que el espíritu que se da por bueno no será el mismo que miente en seguida tan claramente que no se puede menos de tenerle por un espíritu mentiroso? Encontramos además una prueba de la hipocresía de todos los espíritus de que se trata en las pretensiones y contradicciones de la doctrina espiritista. La cual por un lado intenta darse como continuación del Cristianismo, mientras que pretende, por otra parte, echar a un lado todos los misterios de éste, e interpretar la doctrina de Cristo en un sentido racionalista y conforme a las pasiones del día. ¿No protestan, por ventura, contra tales interpretaciones los textos mismos del Evangelio?

Por lo demás, si el espiritismo pretende nada menos que completar el Cristianismo, debería ofrecer al mundo frutos mejores que los de la Religión que intenta suplantar. ¡Que muestre, pues, los Santos que habrán de reemplazar a un San Vicente de Paúl y a un San Francisco de Sales, y a todos los que han comprendido el Evangelio como la Iglesia católica lo comprende!

La manera, por último, en que se manifiestan las comunicaciones espiritistas por mesas giratorias, por mediums cogidos donde cuadra, por exhibiciones más propias para excitar la [1136] curiosidad que para causar edificación; los graves riesgos a que expone el trato con los espíritus, riesgos reconocidos por los espiritistas mismos, todo esto, decimos, muestra bien que el espiritismo es la obra de espíritus malvados e hipócritas por añadidura: que es llegar a los últimos términos de lo malo.

J. M. A. Vacant.


www.filosofia.org Proyecto filosofía en español
© 2000 www.filosofia.org
  Apologético
Enciclopedias