La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Una década de Césares
La vida del Emperador Antonino Pío,
copilada por el señor don Antonio de Guevara, Obispo de Mondoñedo,
predicador y chronista y del Consejo de su Magestad.


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Una década de Césares / El Emperador Antonino
Capítulo primero

Del linage y naturaleza del Emperador Antonino Pío.

La naturaleza del Emperador Antonino Pío fue de la Gallia Transalpina, como si dixéssemos de la Dulce Francia, y nasció en una ciudad que avía nombre Nemesa, la qual desde el tiempo de Julio César fue hecha colonia romana. Su abuelo se llamó Thito Fulvio, y éste fue hombre generoso y valeroso, y que en los tiempos que Julio César conquistava las Gallias se mostró muy parcial al Imperio Romano, y por esta occasión, después que se acabó aquella guerra, él se fue a Roma. Muy bien le succedió a Thito Fulvio averse passado en Ytalia y hazer assiento en Roma, porque los Padres del Senado, allende de averle pagado todo lo que avía servido, le hizieron ciudadano romano. Súpose también aprovechar de aquella libertad que le dio el Senado, y diose tan buena maña en contentar al pueblo, que en torno de quatro años fue dos vezes cónsul, y una prefecto de la ciudad, y otra edil censorino, por manera que valía más su virtud que la naturaleza de otros. El padre de Antonino Pío se llamó Fulvio Aurelio, el qual fue hombre virtuoso y docto, y que no menos que su abuelo Thito fue dos vezes cónsul, mas junto con esto era naturalmente enfermo y de condición triste, porque amava la soledad y huýa la compañía.

Su abuela de partes de la madre se llamó Bobinia, y el padre de su madre se llamó Arrio Antonino, y su madre se llamó Arria Fatidilla, por manera que este nombre Antonino tomó de un su abuelo. El padre de su madre, que fue Arrio Antonino, no menos fue extimado en el Imperio Romano [484] que lo fue el otro su abuelo, porque fue censor dos años, maestro de los cavalleros uno, tribuno del pueblo otro y al fin fue dos vezes cónsul quando era ya viejo. Este Arrio Antonino fue muy gran perseguidor de Domiciano y gran amigo de Nerva y muy privado de Trajano, el qual, como vio a Nerva que, siendo tan viejo, acceptava el Imperio, tomóle muy gran compassión dél y díxole esta palabra: «Hágote saber, amigo mío Nerva, que o es maldición de tus antepassados o es vengança que quieren de ti tomar los dioses, pues permiten que tomes el Imperio, y que al tiempo que avías menester el consejo, entonces te priven de tu buen juyzio.» Sintió el buen viejo Nerva tanto esta palabra, que le dixo Arrio Antonino, su amigo, que, si no fuera por la mucha importunación de Trajano, luego renunciara el Imperio; y a la verdad, si lo hiziera entonces como lo hizo después, él acertara, porque le sobrava edad y le faltavan fuerças.

Tuvo un padrastro Antonino Pío que se llamó Julio Lupo, fue mucho tiempo senador, y que de su natural era pacífico y no entremetido, y trabajava de tomar officio del pueblo, si no bivir de su patrimonio. Casó Antonino Pío con una hija de Annio Vero, y llamávase ella Annia Faustina, y fue además muy hermosa, y ésta fue madre de la muy nombrada Faustina, muger del gran Emperador Marco Aurelio, de la vida de los quales dos, si a Dios plugo, copilamos un libro intitulado Marco Aurelio. Antonino Pío y Faustina tuvieron dos hijos, los quales murieron moços, y tuvieron dos hijas, la mayor de las quales casaron con el cónsul Silano, y también murió moça. A la segunda hija llamáronla Faustina como a la madre, y a ésta casaron con Marco Aurelio, en los quales dos quedó después la successión del Imperio. No tuvo Antonino Pío más de una hermana, y ésta se llamava Julia Fadilla, y queríala él mucho, lo uno porque no tenía más de a ella, lo otro porque era su hermana uterina, es a saber: que ambos a dos avían nascido en un día y en una hora.

Nasció Antonino Pío a treze días del mes de octubre en un lugar que avía nombre Laurina, al qual después noblesció él con muy solennes hedificios, y le libertó con grandes previlegios, y aun le amplió los términos que tenía cortos. Lo más [485] del tiempo de su puericia se crió con el padre de su padre, y, ya que era más entrado en edad, estuvo con el otro su abuelo por parte de su madre, y él era tan bueno y tan bien inclinado, que servía a todos y era amado de todos. Alcançó a conoscer a todos sus abuelos, es a saber: a los de parte de su padre y de su madre, los quales todos tenían puestos los ojos en Antonino, así para hazerle deprender sciencia, como para dotarle de riqueza, porque según él dezía después que dezían ellos, que le querían más por ser virtuoso que no por ser su nieto.

Deprendió en casa de sus abuelos la lengua griega y latina; diose mucho a la cosmographía más que a otra sciencia, y preciávase él mucho de platicar con los que venían de estrañas naciones para que supiessen como sabía él tan bien todas las particularidades de aquella tierra por su cosmographía como ellos lo sabían por vista. Como era tan amado de sus abuelos, siempre le tenían en compañía de philósophos, y allende desto, él de su proprio natural no se acompañava sino con hombres virtuosos, y de aquí le vino ser después tan gran émulo de los malos y tan gran amigo de los buenos. Las costumbres y compañías que los príncipes en la moçedad toman, aquéllas después que son hombres aman y siguen. [486]


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Una década de Césares / El Emperador Antonino
Capítulo II

De la proporción y compostura natural de su cuerpo.

Fue Antonino Pío alto de cuerpo y delgado, y además muy derecho; los ojos tenía algo salidos, los cabellos negros, la barba espessa, los dientes blancos y algo raros, las manos vellosas y el gesto blanco, alegre y hermoso, por manera que combidava antes a ser amado que temido. Naturalmente fue hombre sano, excepto de los dientes y muelas, que se le cayeron antes de tiempo. Como un gran artífice se obligasse de ponerle unos dientes con que pudiesse comer y hablar, díxole Antonino: «Pues nunca de mi coraçón salió palabra doblada, nunca en mi boca entrarán dientes fingidos.» El caérsele los dientes le fue ocasión de comer con pena y de cecear en lo que hablava, y como un truhán le dixesse burlando que era estropajoso en el hablar, respondió Antonino: «Poco se me da tropeçar ni cecear en las palabras, con tal que acierte en hazer buenas obras.»

Avía un senador en Roma que avía nombre Taurino, hombre muy suelto en el hablar y no muy templado en el comer, el qual como dixesse a Antonino que ya ni tenía muelas para comer ni dientes para hablar, respondióle: «Yo consiento en lo que dizes, porque yo, aunque quiera, no puedo ser goloso, mas tú puedes y no quieres dexar de ser malicioso. Y, allende desto, si a mí me faltan dientes para hablar, a lo menos no faltarán a ti malicias que dezir.»

Muchos príncipes sobrepujaron a Antonino Pío en la sciencia, mas ninguno le ygualó en la eloqüencia, porque ordinariamente hablava en lengua latina y disputava en lengua [487] griega. Naturalmente era bien acondicionado, y conoscíasele muy bien en que no era en las palabras malicioso, ni en los pensamientos sospechoso. Aunque de su complissión era colérico sanguíneo, lo qual es ocasión que sea el hombre súbito y desabrido, no lo fue por cierto Antonino Pío, porque tenía en las adversidades constancia y en las injurias paciencia. Quando dezían en su presencia tales palabras que a él le pesava oýrlas, o le traýan algunas tristes nuevas, en el morder los labios, en abaxar los ojos, en poner una mano sobre otra le conoscían tener muy gran tristeza, mas junto con esto jamás hombre le vio de súbito demudársele la cara, ni menos dezir palabra injuriosa ni lastimosa.

Antes que fuesse emperador, no avía hombre como él en todo el Imperio tan rico, porque heredó de todos quatro abuelos muy grandíssimo patrimonio, los quales todos le hizieron su único heredero. Fue amigo de tener, allegar, conservar y augmentar su hazienda, mas en todo esto jamás se quexó dél persona, porque bivía de su trabajo y no tomava el sudor ageno. Ya después que vino al Imperio, quando acaso se offrescía hablar de las cobdicias de los hombres y de las necessidades de los príncipes, muchas vezes dezía él: «Doy gracias a los immortales dioses, porque después que soy Emperador a nadie tomé cosa, ni antes que lo fuesse jamás me tomó la noche con deuda.»

Fue muy aficionado a la labrança del campo, y esto no sólo en tener los aparejos para ello necessarios, es a saber: búfanos, bueyes, carretas, arados; mas aun él mismo se occupava en sembrar las heredades, podar las parras, escamondar los árboles, y aun algunas vezes tomava el arado y hazía una dozena de surcos. En ninguna cosa era extremado, sino que en todo y por todo era muy amigo de ponerse en el medio, y mostró esto bien en la governación de su persona y estado, do ni por el sobrado gasto fue notado de soberbio, ni por falta de ánimo le notavan de mezquino.

Muchas vezes, estando el cielo sereno y el tiempo assentado, dezía él que dende a tantos días se mudaría y llovería, y jamás en esto errava, y presciávase él mucho en dezir y jurar que esto no lo sabía por sciencia como philósopho, sino por [488] experiencia de quando era labrador. Como una vez estuviesse podando con un cuchillo un ciruelo en una huerta que tenía vía Salaria, díxole un senador: «Pues eres emperador, dexa el officio de labrador.» Respondió a esto Antonino: «Menos mal es al emperador que esté podando árboles en su huerta, que no que se esté perdiendo tiempo en la plaça.»

Estava muy atento a lo que le dezían, y mirava muy curiosamente lo que otros hazían, y esto con desseo de saber y con curiosidad de deprender, porque naturalmente era agudo y de juyzio muy delicado. Siempre estava occupado en leer, o en estudiar, o en disputar, o en hazer algo de sus manos y lo que no sabía hazer tenía humildad para lo preguntar y cuidado de lo aprender. Por la mayor parte, siempre traýa la cabeça descubierta a causa que tenía mucho calor en ella, y como le dixesse uno que era muy dañoso el sereno de Roma y que por esso le sería necessario traer la cabeça cubierta, respondióle: «Assegúrame tú que no me empezcan los hombres que están en la tierra, que seguro estoy yo de no me dañará cosa que embíen los dioses del cielo.»

Era muy músico y amigo de músicos y música, sino que después a la vegez, por consejo de los del Senado se la vedaron, porque se arrobava tanto en oýrla y gustarla, que le hazía entristecer y le provocava a llorar. Fue Antonino Pío tal y tan bueno, que todos los coraçones le amavan, todas las lenguas le loavan, todos los que le conoscían le servían, todos los que no le conoscían en oýr dél se espantavan; finalmente, fue comparado a Numa Pompilio porque no hallavan en él más virtudes que dessear ni solo un vicio que reprehender. [489]


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Una década de Césares / El Emperador Antonino
Capítulo III

De las obras piadosas que hizo por que le llamavan Antonino Pío.

Annio Vero, padre que fue de la primera Faustina y suegro de Antonino Pío, llegó a ser tan viejo, que no podía tenerse yendo cavalgando, ni podía andra yendo a pie, sino que le llevavan de los sobacos sobarcado a botar y a dezir su parescer en el Senado, porque de los viejos podridos salen los sanos y maduros consejos. Antonino Pío era el que llevava cada día de braço a su suegro, y muchas vezes por llevarle por lo enxuto y limpio se metía él por el lodo, y al tiempo que avía de entrar al Senado, como de necessidad uviessen de subir unas altas escaleras, él le tomava a cuestas sobre sus proprias espaldas. Passando una vez por cabe la cárcel, vio llevar preso a un hombre pobre y viejo, el qual se llamava Juliano, y, sabida la causa de su prisión, que era por deudas, luego allí las pagó Antonino por él todas, y lo que fue de mayor piedad, que no sólo pagó por él lo que devía, mas aun diole que comiesse en su casa.

Era pena capital a qualquiera que con justicia o sin justicia derramasse sangre humana dentro del ámbito de Roma, y a esta causa estava fuera de la ciudad, a la puerta Salaria, un lugar deputado do la justicia hazía justicia de los culpados, y los señores también castigavan allí a sus siervos. Fue, pues, el caso que, como Antonino Pío passasse un día por aquel lugar y viesse allí amarrados muchos esclavos y a otros verdugos que estavan allí dándoles muy grandes açotes, tomóle tanta piedad de verlos sin piedad açotar, que luego los compró todos, y el día que los compró aquel día los libertó. [490]

Desde que fue mancebo tuvo inclinación de visitar a los enfermos y acompañarse con los que estavan tristes y desconsolados, y mostrava el buen Antonino tanta pena de su pena y tanta tristeza de su tristeza, que ninguno sentía tanto el daño proprio quanto él llorava el infortunio ageno. Una muger biuda y romana, no teniendo más de un hijo, fue su desdicha que el moço mató a otro moço; y, como por el censor estuviesse a muerte sentenciado, la triste madre vínose llorando al Emperador Antonino, con la qual él lloró tanto y tan de veras como si él fuera del moço padre como lo era ella madre. Como los privados y amigos le retraxessen el llorar con muger y como muger, respondióles: «Vínome aquella triste muger a pedir remedio para su hijo y, como no pude ayudársele a remediar, ayudésele a llorar.»

Tenían en costumbre los romanos que a los que justiciavan siempre les dexavan los cuerpos muertos en los campos, y Antonino Pío fue el primero que ordenó en Roma que a los tales les diessen sepultura, diziendo que bastava a los hombres les quitassen las vidas sin que los animales les comiessen las carnes. Desde el tiempo de Tarquino el Superbo tenían en costumbre los romanos de dar a los malhechores muy grandes tormentos, y el buen Antonino Pío ordenó que se quitassen todos los tormentos con los quales peligravan los miembros humanos, diziendo que el tormento abastava que fuesse para castigar y no para lastimar. Ordenó assimesmo que, quando se uviesse de hazer de alguno capital justicia, en tal caso el censor o juez no tuviesse más auctoridad de dezir a uno que avía de morir, y que el paciente eligiesse la muerte que avía de tomar, diziendo que muchos avía que sintían más la cruel muerte que les davan que no la triste vida que perdían.

A Fábato, a Dióscoro, a Lípulo, a Macrino, a Fulvio, a Torquato, a Encenio, a Brusco y a Emilio, quatro de los quales fueron cónsules, y los tres fueron censores, y los dos pretores, estando desterrados por Adriano, los perdonó Antonino Pío; y, como muchos le afeassen este caso, diziendo que era en perjuyzio de la fama y memoria de Adriano, respondióles él: «Adriano, mi señor, acertó en lo que hizo entonces, y yo no [491] pienso errar en lo que hago agora, porque él aprovechóse entonces de su justicia y yo quiero agora provecharme de mi clemencia.»

Doquiera que se hallava, ora fuesse en Roma o fuera en Ytalia, cada semana yva a visitar la cárcel y a los pobres que hallava por deudas presos mandava pagar por ellos los dineros; y, como ya tres vezes uviesse pagado por uno y tornasse la quarta a ser por deudas preso, mandó que le entregassen a su deudor por esclavo. Dende a pocos días que avía mandado esto, no pudiendo su clemencia compadescerse con tan rigurosa justicia, aunque de verdad la sentencia avía sido muy justa, proveyó que a su costa de nuevo aquel pobre hombre le comprassen y libertassen.

Según se contó arriba, quando Adriano estava malo, estava con su enfermedad tan aborrido, que a unos mandava matar y a otros desterrar y a otros prender; mas Antonino Pío, como era ya adoptado en Augusto y por su mano se governava todo, ni los desterrava, ni los matava, ni los prendía, sino que solamente les mandava que se absentassen y que en presencia de Adriano no paresciessen. Entre todas las obras notables de piedad que hizo Antonino Pío fue velar Adriano por se matar y desvelarse Antonino porque no se matasse, como sea verdad que, según sensualidad, él avía de procurar y no de estorvar que se le acabasse la vida, pues en él avía de succeder el estado y la casa.

Los del Senado y otros muchos romanos intentaron de anular todo lo que avía mandado Adriano, mas Antonino muy fuertemente lo contradixo, y al fin no sólo lo hizo todo confirmar y aprovar, mas aun acabó con el Senado que fuesse entre los dioses contado Adriano. Hedifficó un templo en honrra de Adriano solemníssimo en un lugar llamado Puzol, y poblóle de sacerdotes que le sirviessen, y dotóle de rentas para que les pagassen, y llamávanse los sacerdotes Adrianos. Instituyó en honrra de Trajano unos juegos que se jugassen de cinco en cinco años, que llamavan lustros, y dio mucho patrimonio para jugar los tales juegos. Antes que muriesse Adriano, avía para sí hecho un sepulchro, cabe Týberin el río, y en este sepulchro traxo a enterrarle Antonino, y acabó [492] con el Senado y con los romanos, que al entrar de Roma le hiziessen tan gran rescibimiento, siendo ya muerto, como le solían hazer quando era bivo. Ningún príncipe uvo en el Imperio Romano que no fuesse notado de cruel o de poco piadoso, excepto Antonino Pío, el qual con su lengua nunca mandó a hombre matar, ni sentencia de muerte quiso firmar, ni con sus ojos jamás quiso ver a ninguno justiciar, porque era tan grande su clemencia, que no podía ver derramar sangre humana. [493]


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Una década de Césares / El Emperador Antonino
Capítulo IV

De las palabras que dixo Adriano al Senado quando adoptó a Antonino Pío.

Ya que convalescía el Emperador Adriano de una grave enfermedad, acontescióle un día que, estando comiendo, le tomó una importuna tos, de la qual se le siguió un fluxo de sangre de las narizes, y fue la sangre tanta y tan continua, que pensaron todos y pensó él que primero le vieran morir que no cessar la sangre de correr. Viendo, pues, Adriano que, quanto más el fluxo de la sangre se alargava, tanto más se le acortava la vida, queriendo como buen príncipe proveer en el común bien de la república, mandó llamar a todos los senadores y cónsules y otros notables officiales romanos que allí estavan, y hízoles una breve plática, digna por cierto de encomendar a la memoria, y fue ésta:

Ya veys, Padres Conscriptos, quán sin pensar me ha salteado la muerte y de quán pequeña occasión yo pierdo la vida. Tomad exemplo en mí, y teneos por dicho que aquella parte de la vida es más peligrosa que la mucha confiança la haze desapercebir.

No me concedió natura tener hijos naturales, mas yo doy por ello gracias a los dioses porque, quitándome los hijos, me libertaron de muchos cuydados. Mucha diferencia va de engendrar a eligir un hijo; porque el que se engendra tómase por necessidad, mas el que se elige elígese a voluntad. Los hijos que nos da naturaleza muchas vezes nos los da mancos y feos y aun nescios, mas los que eligimos eligímoslos ábiles, sanos y discretos; porque ninguno es tan [494] imprudente, que al tiempo del eligir no elija siempre lo mejor.

En los días passados yo eligí a Lucio, el qual fue assaz de vosotros conoscido, mas fuéronle los hados tan contrarios, que primero gustó la sepultura que no a qué sabía el mandar a Roma. Agora emos eligido y adoptado por vuestro Emperador a Antonino, el qual os prometemos que será manso, benigno, assosegado y aun misericordioso, porque tan natural es a él la clemencia como es al sol alumbrar el día. Tómale en edad competente el Imperio para que no temáys que con la mucha juventud hará cosa temeraria, ni por la mucha senectud dexará de governar la república. Criado á sido en nuestra tierra, y por esso guardará la costumbre della; también á sido criado debaxo de nuestras leyes, lo qual será occasión de no buscar leyes estrañas, y no tengáys esto en poco, porque no ay cosa que más dañe a las repúblicas que introducir en ellas costumbres peregrinas.

Ya sabe qué cosa es andar en la guerra, governar exércitos, sufrir passiones de pueblos, usar de clemencia con unos y castigar a otros, por manera que muy bien cabe en él la governación de la república, pues tiene de todas las cosas experiencia. Ya le conoscéys y os conoce; ya os ha tractado y le avéys tractado: tengo dél tal concepto, que ni a vosotros menospresciará, ni a mí olvidará, por manera que a mí obedescerá como a padre y a vosotros tractará como a hermanos.

Y quiero que sepáys los que estáys aquí comigo y los que están también en Roma, que con tal condición le traspasso el Imperio con que él después de sus días le dexe a Marco Aurelio, que es su yerno y mi criado, y dende aquí juro y protesto que estas dos electiones serán a los dioses acceptas y a los hombres provechosas. En crédito y en vida y en sciencia excede Marco Aurelio a Antonino, excepto que hasta agora el Antonino tiene más experiencia que no el Marco Aurelio, y a esta causa a él antes que al otro cometimos el Imperio; porque para la general governación de la república más vale un año de experiencia que diez de sciencia. [495]

Yo he sido flaco y descuydado en muchas cosas de la república, y mucha parte ha sido aver tenido yo tan grandes enemigos en ella; mas en recompensa desto yo dexo dos príncipes, uno en pos de otro, que goviernen a la república, los quales excederán en sciencia y virtud a todos los passados, y dubdo yguale con ellos ninguno de los advenideros.

Dichas estas palabras por Adriano, sacó un anillo que tenía en el dedo y púsole en el dedo de Antonino Pío, y desde aquella hora fue tenido y servido y obedescido como emperador romano, dado caso que no murió luego Adriano. Mucho acertó el Emperador Nerva en adoptar al buen Trajano, y también acertó Trajano en adoptar a Adriano, y muy mucho acertó Adriano en adoptar a Antonino Pío y a Marco Aurelio, los quales cinco emperadores fueron tales y tan buenos unos en pos de otros, que paresció un prenóstico de acabarse en ellos la felicidad de los emperadores romanos. [496]


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Una década de Césares / El Emperador Antonino
Capítulo V

De los officios que tuvo Antonino antes que fuesse Emperador.

Antes que Antonino Pío viniesse a la alteza del Imperio, muchas vezes dava dineros a logro, mas todo lo que en el semejante tracto ganava, en socorrer a pobres y en rescatar cautivos lo expendía. Embióle una vez Adriano a visitar la isla de Sicilia, en la qual visitación reformó muchos pueblos, castigó a muchos tyranos, privó a muchos officiales, quitó muchas enemistades, reparó muchas casas caýdas, hundió muchas adulterinas monedas, y lo que más es, que de tal manera governó la república, que ninguno quedó dél con quexa.

Fue quatro años pretor dentro de Roma, y fue cónsul en compañía de Catilio Severo, y fue censor tres años arreo, y en todos estos officios nunca le notaron de súbito en el mandar ni de riguroso en el castigar. Adriano dividió a toda Ytalia en quatro juridiciones, y puso en cada una un cónsul para governarla, y hizo que Antonino fuesse supremo governador de todas ellas, por manera que tenía tanta auctoridad y crédito, que en Roma todo se governava por sus consejos, y en Ytalia todos obedescían a sus mandamientos. Por lexos que estuviesse Antonino Pío, siempre en las cosas arduas embiava Adriano por su consejo, y no sólo Adriano, mas aun todos los del Senado, y era la causa de todo esto porque tenía el juyzio muy claro para fundar lo que dezía y, como era virtuoso, era muy libre en lo que votava. No sin causa dezimos que por ser virtuoso era tan libre en el voto, porque, hablando la verdad, no sólo no es justo, sino que es muy yniquo que tenga libertad en el hablar el que no tiene virtud en el bivir. Estando en [497] Asia exercitando el proconsulado, mostróse en él tan cuerdo en lo que mandava y tan sin cobdicia en lo que tractava, que le llamavan el sanctíssimo procónsul, y más era llamárselo en aquella tierra, que no si se lo llamaran en Roma, porque naturalmente los governadores estrangeros son aborrescidos de los naturales. Antes que se le acabasse el officio de procónsul, vio un agüero de su Imperio, es a saber: que estava en Asia en un lugar que avía nombre Trillo, y fue el caso que una muger sacerdotisa, queriéndole saludar y aviendo de dezir «Ave, procónsul», dixo «Ave, Imperator».

Viniéndose ya de Asia a Roma, se le murió en Anthiochía la hija mayor que tenía, la qual tuvo tal fama en la vida, que dexó de sí después de muerta no muy buena memoria. Ya diximos cómo se llamava Faustina, su muger de Antonino, y que fue madre de la hermosa Faustina, muger de Marco Aurelio, y a la verdad madre y hijas fueron no muy bien infamadas, porque les sobrava libertad y les faltava virtud. Jamás se vio en el Imperio Romano ser dos príncipes tan honestos y tener dos mugeres tan derramadas, aunque es verdad que harto avisava el uno a la madre y corregía el otro a la hija; mas como ellas eran tan agraciadas en la conversación y tan hermosas en sus personas, era muy poco lo que les dezían respecto de lo que les dissimulavan.

Era Antonino Pío tan limitado en lo que dezía y tan recatado en los consejos que dava, que jamás hombre le pidió consejo que después de seguir su consejo se hallasse arrepentido. Antes que Antonino Pío fuesse emperador, era cobdicioso; mas después fue muy dadivoso, y como su muger le retraxesse que no sabía dar, sino despender, respondió: «Mucho eres simple, Faustina, pues no sabes que después que al Imperio subimos todo lo que antes teníamos perdimos, porque los príncipes tenemos obligación a dar y no licencia de guardar.» El tributo coronario (es a saber, el dinero que davan a los emperadores para coronarse), hizo merced de la mitad dello a las ciudades de Ytalia para socorrer a los gastos de la república.

Honrrava y hazía honrrar mucho a su muger, y fue esto en tanta manera, que acabó con el Senado que la llamassen Augusta Faustina, y que en su nombre se esculpiesse cierta [498] moneda, la qual paresce aun hasta oy en día. Fue tan quisto Antonino de todo el Senado, que sin él lo pedir pusieron estatuas a su padre y a su madre, y a sus abuelos y a sus abuelas, y a sus hermanos y hermanas, aunque eran todos ya muertos. Los juegos circenses, que no se solían jugar sino de cinco en cinco años, ordenaron los del Senado que se celebrassen cada año en el día de su nascimiento, y él después que lo uvo mucho agradescido al Senado, rogóles que, como se avían de celebrar el día que él nasció, se celebrassen el día que Adriano murió. Los del Senado por complazer a Antonino condescendieron que su muger Faustina se llamasse Augusta, y assí en las monedas que se hizieron en su honrra dezía «Augusta Faustina», la qual excellencia jamás se concedió a otra muger romana, porque en darle título de Augusta le davan auctoridad de tener mano en las cosas de la república. [499]


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Una década de Césares / El Emperador Antonino
Capítulo VI

De cómo tenía en paz a todas las provincias, no con armas, sino con letras.

Entre todos los príncipes del Imperio Romano, ninguno tuvo en lo que avía de hazer tanta constancia como Antonino Pío, y la razón desto fue porque no era súbito en el mandar ni vario en el revocar, sino que mirava y examinava mucho lo que mandava y después por ninguna importunación lo revocava. Estando Antonino en la provincia de Campania, como embiasse al Senado a pedir cierta cosa y el Senado se la concediesse, aunque era muy ardua, díxole un senador que avía nombre Gayo Rufo: «Dime, sereníssimo príncipe, qué es la razón por que jamás te veo arrepiso por cosa que ayas hecho, ni tampoco veo negarte cosa que al Senado ayas pedido, ni tampoco veo en cosa que ayas mandado ser desobedescido.» Respondióle Antonino: «Si nunca me arrepiento de lo que hago, es porque miro mucho de hazerlo conforme a razón; si el Senado no me niega cosa de las que pido, es porque no pido sino lo justo; si en lo que mando nunca soy desobedescido, es porque no mando cosa sino que esté mejor a la república que no a mi persona.» Palabras fueron éstas dignas por cierto de tal varón.

Antigua costumbre era entre los romanos tener tassado el tiempo que los officiales avían de estar y residir en los officios, es a saber: el ditador seys meses, el cónsul un año, el pretor dos, los censores tres, el maestro de las cavalleros año y medio, y assí de todos los otros. No quiso Antonino estar por esta costumbre, sino que en todo y por todo la quebrantó, por manera que a muchos que no avían de estar en los [500] officios sino dos años o tres los tenían siete y ocho, y a otros que avían de estar tres años no los tenían tres meses, diziendo que al buen official avían de conservar por toda su vida y al malo no avían de sufrir ni solo un día. Embió Antonino por pretor a la provincia de Mauritania a Fulvio Tosculano, al qual dentro de medio año privó del officio porque era algo cobdicioso y no bien sufrido; y como se quexasse del tal agravio, diziendo y alegando que él fue en otro tiempo gran amigo de Antonino, y agora que se veýa emperador que le desconocía, díxole Antonio Pío: «No tienes razón de quexarte de mí, pues el officio te dio el Emperador, y no Antonino; y pues tú erraste no como Fulvio, sino como pretor, assí te quité el officio, no como Antonino, amigo que era tuyo, sino como Emperador que soy del Imperio Romano.»

No era amigo de comenzar guerras, ni aun después de començadas era inclinado a andar en ellas, porque, según él dezía, más sano consejo es que el príncipe encomiende a otros las cosas de guerra y govierne él la república, que no que encomiende a otros la república y que se vaya él a la guerra. Como una vez estuviesse hablando en su presencia de las guerras y batallas que Julio César y Scipión y Aníbal vencieron por el mundo, dixo Antonino Pío: «Tenga cada uno la opinión que quisiere, y alábese de lo que mandare, que yo más quiero presciarme de aver conservado por muchos años la paz, que no de aver vencido muchas batallas en la guerra.»

En el segundo año que fue emperador se revelaron los britanos, contra los quales embió al cónsul Lelio Úrbico, el qual venció y allanó la ysla, aunque después por un desastre perdió la vida. Luego el siguiente año, que fue el tercero de su imperio, se levantaron también los mauritanos, que son en la provincia de África, contra los quales embió al cónsul Muro Cespicio, el qual se dio tan buena maña en aquella guerra, que en breve espacio constriñó a los bárbaros viniessen a pedir paz. Traýan entre sí en aquel tiempo los germanos y los dacos muy grandes guerras y differencias sobre el repartimiento de ciertas tierras, y al fin después que se vieron destruydos vinieron a hazer entre sí tal concordia con que todos fuessen enemigos de Roma y su tierra, diziendo que no [501] gastarían tanto en defenderse de los romanos quanto gastavan en pagarles tantos y tan desaforados tributos. Sabida esta rebelión tan grande por Antonino, no quiso embiar luego contra ellos exército, sino embió un censor con grandes poderes para visitar todos los pueblos y deshazer todos los agravios, y para quitar todos los malos tributos; y junto con esto escrivióles tales y tan buenas palabras, que espontáneamente dexaron aquellos bárbaros las armas y reduxeron a la obediencia del Emperador todas sus tierras. Deste exemplo deven tomar exemplo todos los príncipes y grandes señores para que al pueblo furioso no quieran domeñarle con furia, porque muchas vezes se amansan más aýna los coraçones con palabras dulces que no con armas crueles.

Los judíos que estavan en la provincia de Pentápolis también los domeñó y reprimió, y esto fue por manos del presidente que estava en Assiria, al qual embió a mandar que primero les offresciesse la paz que no que les hiziesse guerra. En Achaya y en Egypto también se levantaron algunos pueblos, y como supo que la occasión de su levantamiento era ser los pretores romanos rigurosos en lo que mandavan y cobdiciosos en lo que tractavan, proveyó en que fuessen sus officiales castigados y los pueblos perdonados. Los pretores y qüestores que residían en las tierras de los alanos embiáronse a quexar a Roma que cada día aquellos bárbaros amenazavan de matarlos, y esto no por más de porque les pedían los tributos. Respondióles a esto Antonino:

Rescebimos vuestras letras, y pésanos de vuestros peligros y compadescémonos de vuestros trabajos. Si los de essos pueblos pagan los tributos que deven, suffridles las amenazas que os hazen, porque escusado es pensar que ningún hombre tributario ha de bivir jamás contento. Por ninguna manera seáys osados dezirles palabras injuriosas, ni de cohecharles o llevarles cosas injustas, porque en tal caso a ellos oyremos las quexas y a vosotros castigaremos las culpas. Sean los dioses en vuestra guarda y guíen bien vuestra fortuna. [502]


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Una década de Césares / El Emperador Antonino
Capítulo VII

De cómo visitava los officiales de la república, y de la correctión de su casa.

Quando embiava Antonino algún pretor para governar alguna provincia, no se contentava con que el tal pretor fuesse hombre cuerdo, limpio, sabio, virtuoso, prudente y animoso, sino que tampoco fuesse soberbio ni cobdicioso, porque dezía él que mal se puede governar la república quando el que la govierna es enseñoreado de soberbia y de cobdicia. A los pretores y censores y qüestores, antes que les diesse la governación de alguna tierra, primero les hazía hazer inventario de la hazienda propria para que, al tiempo que acabasse el officio, cotejassen lo que traýan con lo que avían dexado, y junto con esto les dezía y amonestava que los embiava para administrar justicia, y no para robar la tierra.

En todas las cosas que Antonino mandava y proveýa y castigava era muy piadoso, excepto en los que delinquían en la justicia, con los quales era muy riguroso, por manera que en otros delictos las muy graves culpas perdonava y en éste las muy leves corregía. Holgava que las rentas de su fisco fuessen bien pagadas, mas no consentía que las repúblicas fuessen fatigadas por cogerlas. Vinieron a él una vez unos officiales del erario y truxéronle un memorial en el qual se contenía la forma y manera que se podía tener en sacar muchos dineros para su servicio y en pujar mucho sus rentas cada año. Visto y leýdo aquel memorial, escrivió en las espaldas dél estas palabras: «La orden y manera que avéys de buscar no ha de ser para pujar mis rentas, sino para mejorar mis repúblicas; ni avéys de buscar manera para imponer nuevos tributos, sino [503] pensar y ymaginar qué orden se tendría en que yo no tenga tantos gastos, porque si los príncipes romanos no ponen orden en el gastar, o nos emos de perder o a las repúblicas robar.»

Entre todos los príncipes passados, sólo Antonino Pío fue el que no permitió que en poco ni en mucho se pujassen las rentas de su estado, mas antes perdonó a muchas repúblicas algunas deudas antiguas y los relevó de algunas imposiciones que dezían ellos ser nuevas. Presentes que le traxessen de plata, de oro, de sedas, de púrpuras, de joyas o de otras cosas ricas, no los rescebía si no era de algunos reyes feudatarios al Imperio, porque dezía él que sus repúblicas más que no él lo avían menester; y si eran personas particulares, de otros lo avían de robar para avérselo a él de dar.

Las cosas que él más rescebía eran libros para leer, cavallos para correr y algunas frutas para comer, y era en esto tan agradescido, que lo pagava doblado. Tenía muy gran expediente en los negocios, es a saber: que si començava ha entender en un negocio, no alçava la mano dél hasta verlo acabado. Cada año hazía visitar su casa, es a saber: si eran demasiados los gastos, si robavan o cohechavan los de su casa a los estrangeros, si estavan en su servicio los que llevavan dél salarios, si avía entre ellos algunos que notablemente fuessen viciosos; finalmente, todo lo que el visitador en remedio destas cosas mandava al pie de la letra se cumplía.

Desde el tiempo de Domiciano, tenían en costumbre los officiales de los emperadores llevar muchos derechos a los que sacavan letras de algunas nuevas mercedes que les oviessen hecho, y el Emperador Antonino quitó aquella mala costumbre, diziendo que la merced graciosa graciosamente avía de ser expedida. La soberbia, la presumpción, la altiveza, la esquividad del Imperio truxo y puso en estilo de mucha humildad, por manera que tan fácil y tan brevemente se negociava con el Emperador Antonino como con un ciudadano romano. Cosa fue, por cierto, exemplar, espantosa y maravillosa ver en tiempo deste buen príncipe la Corte romana quán ordenada y corregida estava, porque a la verdad los que con el príncipe o con el Senado tenían negocios ni venían [504] temerosos, ni estavan desesperados, ni se despedían quexosos. A los officiales de su casa y a los del Senado, por manos de los quales se expedían los negocios, acrescentó a unos y dobló a otros los salarios, y esto no por más de que no osassen llevar cohechos. Los officios y mercedes que avía de dar enojávase quando unos las pedían para otros. Quería el buen Antonino que el que la oviesse de llevar, él mesmo se la viniesse a pedir, lo uno por ver a quién lo avía de dar, lo otro porque a él y no a otro lo uviesse de agradescer.

Como era amigo de la república, avía gana de estar en su gracia, y con este fin usava con los buenos de largueza y con los malos de clemencia; por manera que de todos era quisto y de todos era loado, assí porque perdonava a los unos como por lo que dava a los otros. Todo lo que él quería y dezía que avían de hazer los buenos príncipes, todo lo hizo él después que fue príncipe; y todo lo que a él le parescía que se devía de emmendar, todo lo emmendó y hizo corregir. ç

En el tercero año de su imperio se le murió la su muy querida Faustina, muger que era suya propria y madre de la otra hermosa Faustina, y mostró en su muerte tanto sentimiento, que excedió a la auctoridad de su estado y aun a la gravedad de su persona. Por memoria de Faustina hizo jugar los juegos circenses y hízole poner en todos los templos estatuas y acabó con el Senado que la contassen entre los divos, que era como canonizarla, y a la verdad esto hizo el Senado más por el ruego de Antonino que no por los méritos de Faustina. [505]


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Una década de Césares / El Emperador Antonino
Capítulo VIII

De cómo repartía el tiempo para comer y para negociar.

Aunque Antonino Pío en el vestir no era muy curioso, a lo menos en andar polido y limpio era muy recatado, y a este propósito dezía él muchas vezes que el hombre que holgava de andar suzio no podía él creer que tuviesse el entendimiento muy claro. La mesa de Antonino era más abundosa que rica, por manera que aderesçavan en su casa no lo que se avía de perder, sino lo que se avía de comer. Era naturalmente buen comedor, y comía ordinariamente dos vezes al día, mas en el bever no podemos dezir que fue destemplado, porque no bevía vino, de la qual excellencia no se podría presciar ningún otro príncipe romano. El agua que bevía, ni con oro ni con almáciga era cozida, sino que la bevía assí clara y cruda, excepto que algunas vezes le llevavan para su bever agua del río de Carpentania, que es un río en España que corre por Toledo. La caça y pescado que a su mesa se avía de comer a sus proprios pescadores y monteros la avían de tomar, por manera que a los tales officiales no sólo los tenía para recrear su persona, mas aun para proveer su despensa.

A muchos del Senado y de su casa quitó del todo los salarios porque los veýa que andavan occiosos, diziendo que no ay cosa más indecente y cruel en el mundo que de los sudores agenos coman los hombres occiosos. A los truhanes y esgremidores que estavan salariados mandó que si alguno quisiesse tomar plazer con ellos, que los pagasse de su propria hazienda y no de las rentas de la república. Tenía costumbre de dormir un poco entre día, y esto era poco más o menos de [506] media hora, por causa que antes que amanesciesse por espacio de dos horas leýa y estudiava. Jamás sabía estar occioso y, si no era quando estava en consejo con el Senado, siempre estava ocupado, aunque estuviesse con sus amigos hablando, porque o se cortava las uñas, o aderesçava las péñolas, o rebolvía algunas escripturas, o reveýa las armas, o visitava sus cavallerizas, por manera que muy pocas vezes hablava a secas con la lengua sin que estuviessen en algo occupadas las manos.

Quando casava a sus parientes o parientas, siempre los casava con sus yguales, y el dote que les dava no era de los bienes de la república, sino de su propria hazienda. Quando casó a su hija Faustina con Marco Aurelio, ninguna cosa le dio de lo que pertenescía al Imperio, sino de lo que era de su proprio patrimonio. Ámbar, canela, pimienta, mirra, almáciga y otras semejantes especias solía cada año presentar en gran cantidad a los príncipes romanos, las quales cosas todos ellos las expendían en sus plazeres y regalos; mas el buen Antonino todas aquellas especias vendía y el valor de todo en comunes usos de la república gastava. Los hedificios que hizo para perpetuar su memoria y los templos que hedificó en reverencia de Adriano y las memorias que instituyó por su muger Faustina, todo lo hazía de su propria hazienda, por manera que jamás gastava los bienes de la república si no era en provecho de la república.

Muchas vezes se yva desde Roma a Campania no por más de visitar y requerir sus heredades, y aun también porque dezía él que era muy gran carga a la república residir siempre el príncipe en Roma. Los que yvan desde Roma o de otras partes a negociar o a visitar a Campania, muchas vezes le hallavan regando la ortaliza, o podando los árboles, o escarvando las yervas, o adobando las hozes y hachas. No solo no se corría, mas aun se presciava el buen Antonino de hazer estas cosas, porque dezía él que de no querer los príncipes abaxarse a ser hombres venían después a ser menos que hombres. Fueron por cierto éstas muy graves palabras, y como de grave varón dichas. Dio en común y en particular todo lo que los otros príncipes acostumbraron dar, y a los cavalleros veteranos [507] añadió las raciones, por manera que lo que por una parte quitava de los occiosos y viciosos dava a los ancianos y virtuosos.

Los procuradores y hazedores de las provincias que residían en su corte cada mes avían de hablarle por lo menos una vez para darle cuenta qué nuevas tenían de su provincia, es a saber: si avía que avisar a los pretores o que corregir o desagraviar en los pueblos. Tan gran cuydado tenía de las cosas públicas como si fueran suyas proprias. Era universalmente tan quisto y tan amado de todas las naciones, que en todos los templos, en todos los muros, en todas las puertas y en todos los hedificios ponían estas quatro letras: «v. a. c. r.» Es a saber: «Vita Antonini conservatur respublica», que quiere dezir que de la vida de Antonino depende todo el bien del Imperio Romano.

En tiempo de ningún príncipe fue tan rara la confiscación de los bienes como en tiempo de Antonino, porque sólo un reo fue condemnado en todo el tiempo de su imperio, y éste fue Atilio Taciano, el qual fue condemnado por ser ambicioso y sedicioso. Ya que deste Atilio estava condemnada la persona y confiscados los bienes, mandó el Emperador Antonino a los censores que no le atormentassen ni preguntassen quiénes avían sido sus consortes en la tyranía, y esto hizo el buen príncipe por no tener ocasión de confiscar más haziendas, ni de justiciar más personas.

Avía en Roma un género de hombres que se llamavan los quadrupladores, los quales tenían por officio de pesquisar vidas agenas, y si por caso avían cometido algunos algunas culpas secretas, estos quadrupladores los accusavan, y era suya la quarta parte de los bienes confiscados. Como estos quadrupladores tenían cargo de buscar vidas agenas, también mandó Antonino que pesquisassen de sus proprias vidas, y como hallassen por relación verdadera que a muchos culpados dissimulavan y a muchos innocentes condemnavan, muchos dellos fueron muertos y muchos desterrados, y prohibió que dende adelante no se permitiessen aver en las repúblicas hombres que tuviessen tales officios. [508]


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Una década de Césares / El Emperador Antonino
Capítulo IX

De algunos notables hedificios que hizo Antonino.

Los hedificios que hizo Antonino Pío no fueron muchos, pero fueron en extremo grado muy generosos y muy cumplidos, porque en todos ellos se representava la grandeza de su estado y el gran ánimo que en gastar tenía.

Hedificó un templo en reverencia de su señor Adriano, en el qual le puso una estatua de plata y un capacete de oro y un chapitel de nacre, obra por cierto no menos curiosa que costosa. Rehedificó un hedificio que avía nombre Grecostáseo, el qual servía de aposentarse en él todos los embaxadores estrangeros, porque tenían en costumbre los romanos de dar a los embaxadores casa do morassen y ración que comiessen. Amplió y mejoró el sepulchro de su señor Adriano, al qual ninguno era osado allegar ni mirar si no era de rodillas. El mayor amphitheatro que avía en Roma quemóse en tiempo de Domiciano y hedificóle desde el fundamento el buen Antonino. Él hizo el templo de Agripa y dotóle y dedicóle en reverencia de la diosa Ceres. Sobre el río Rubicón hizo una puente generosa y muy costosa, y aun no poco necessaria, porque de antes peligravan allí muchos y después traýan por allí grandes bastimentos.

No lexos del puerto de Hostia, sobre la mar hizo una torre muy fortíssima para que estuviessen allí seguras las naos de Roma, porque de antes no podían subir por allí bastimentos a causa que salteavan por allí los cossarios. Al puerto de Gayeta, que por la gran antigüedad estava ya derelicto, él le hedificó todo de nuevo, es a saber: que a su costa labró casas, [509] levantó una torre, hizo un fortíssimo muro, puso allí moradores y dotólos de muchas libertades, por manera que donde antes era la cosa más olvidada, hizo que después fuesse la cosa más temida. Lo mismo que hizo en Gayeta hizo en un puerto de España que se llama Tarragona, el qual rehedificó y amplió y todo con grandes hedificios y previlegios.

Una milla del puerto de Hostia hizo hazer un vaño muy costoso y aun curioso, y allí yva él muchas vezes a vañarse, y dotóle de tal manera, que no avía en toda Ytalia otro sino aquél do no llevassen por vañarse algún derecho. Hizo fuera de Roma, casi una milla, tres templos llamados laurianos, porque avía allí muchos laureles, y tuvo fin de hazer estos templos porque las matronas y damas romanas, quando saliessen por los campos ha se espaciar, topassen algún templo do orar. Avía en Roma un barrio que se llamava Anticiano, en el qual no avía fuente ni pozo, por cuya occasión los vezinos tenían mucho trabajo y el Emperador Antonino hizo de muy lexos venir allí agua, la qual, allende de ser provechosa, dezían los romanos que era para los enfermos muy sana. Para todos los templos que se hazían, para todos los castillos que de nuevo se levantavan, para todos los muros que se reparavan, para todas las aguas que se traýan, ora fuesse en Roma, ora fuesse fuera de Roma, a todos socorría y a todos con su dinero ayudava. [510]


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Una década de Césares / El Emperador Antonino
Capítulo X

De las notables leyes que hizo el Emperador Antonio Pío.

Era costumbre entre los romanos que el que fuesse por justicia muerto no pudiesse hazer testamento, sino que, perdiendo la vida, perdiesse también la hazienda. Movido de piedad Antonino, ordenó que ninguno por ningún grave delicto que hiziesse fuesse obligado a perder juntamente la vida y la hazienda, sino que, si por justicia le quitassen la vida, libremente pudiesse el tal testar de su hazienda propria.

Quando tenía algún buen juez en alguna república, no sólo no le quitava, mas aun con ruegos y con dones le substentava. Hizo ley este buen príncipe que ninguno fuesse osado de pedir al príncipe ni al Senado officio de justicia, so pena que el que le pidiesse fuesse de Roma desterrado y para quien se pidiesse quedasse sin el officio. Avía en Roma un juez que se llamava Gayo Máximo, el qual fue en Roma juez veynte años, y déste dezía Antonino que jamás avía visto ni oýdo ni leýdo de hombre que fuesse tan limpio en la vida y tan recto en la justicia como él. En lugar deste Gayo Máximo succedió Tacio Sucino, varón por cierto que tenía muchas canas y muchas letras; mas como el officio de pretor era trabajoso y él muy anciano, murió en muy breve espacio después que tomó el officio.

Muerto Tacio Sucino, siendo informado Antonino que de puro trabajo avía muerto el buen viejo, dividió el officio en dos pretores, es a saber, entre Repentino y entre Cornelio. No passaron muchos días en que fue informado el Emperador Antonino cómo los del Senado avían dado el officio de [511] pretor al uno dellos, que se llamava Repentino, no por lo que merescía, sino porque una manceba del Emperador se lo rogara. Mandóle públicamente desterrar y con boz de pregonero por toda Roma dezir cómo lo desterrava de Roma porque avía sido pretor por ruegos de su manceba. Aquél fue el primero official romano que en tiempo de Antonino fue públicamente castigado, y puso aquel castigo tan gran miedo en todo el Imperio Romano, que desde aquel día fue el Emperador Antonino tan temido de los malos como amado de los buenos.

Un senador que avía nombre Tranquilo, como confessasse que con desseo de heredar uviesse muerto a su padre proprio por no contaminar o inviolar con sangre a Roma, mandóle llevar desterrado a una ysla, do se substentasse con pan de dolor y con sola agua de lágrimas. Todo el tiempo que fue emperador dio azeyte y trigo a todos los que moravan dentro de Roma, y esto todo se pagava de su hazienda. Començava ya el Pueblo Romano a desmandarse a bever demasiadamente vino y mandó que ninguno fuesse osado de vender vino si no fuesse en la botica para algún enfermo.

También eran muy excessivos los gastos que hazían los romanos en las bodas, y ordenó que en arras y en ropas y en joyas y en espensas de la boda no se pudiesse gastar más de la décima parte de la hazienda. Hizo ley para sí y para sus successores que el Emperador tres días en la semana saliesse públicamente por Roma y si por algún grave caso no pudiesse salir que los tales días estuviessen las puertas de su casa abiertas y sin porteros para que libremente con él los pobres pudiessen negociar. Mandó en toda Ytalia que en los años estériles no fuessen los ortolanos osados de sembrar ortaliza, sino que sembrassen trigo o cevada porque los pobres de la república tuviessen de do remediar su penuria. Hizo ley universal en todo el Imperio que los governadores ni regidores de los pueblos no se atreviessen a gastar los bienes de la república en cosas inútiles o superfluas, sino que se gastassen en defenderse de los enemigos o en reparar y ampliar los muros o en proveer la república los años caros.

Solían dar a los que traýan buenas nuevas muchas y muy [512] ricas joyas en albricias y ordenó Antonino que ninguno fuesse osado dar en albricias de los bienes de la república, sino que si quisiessen dar algo, lo diesse cada uno de su hazienda propria. Avía en Roma asalariados intérpretes de todas las lenguas para quando viniessen embaxadores de otras naciones, mediante los quales intérpretes fuessen entendidos, a los quales Antonino mandó quitar el salario y prohibió que no usassen del officio, diziendo que convenía mucho a la grandeza de Roma que todos los reynos deprendiessen a hablar su lengua y que era poquedad deprender ella alguna lengua estrangera.

Fue Antonino avisado que avía en Roma muchos ciegos, y proveyó que a los que eran muy viejos les diessen de comer de la república y a los otros costreñirlos a que tomassen uno de dos officios, es a saber: cerner harina para los panaderos o sollar los fuelles de los herreros. [513]


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Una década de Césares / El Emperador Antonino
Capítulo XI

De los prodigios y trabajos que acontescieron durante su imperio.

Muchos trabajos y infortunios se le siguieron al Emperador Antonino mientra bivió, y aun a todos sus reynos en el tiempo que imperó, porque es tan varia la fortuna, que jamás tiene queda su rueda.

En el año segundo de su imperio uvo una tan general hambre en toda Ytalia, que murieron tantos como murieran de una grave pestilencia. Uvo en Asia un tan feroz y tan general terremoto en que cayeron muchos hedifficios, murieron muchos hombres, despobláronse no pocas ciudades; y para reparar todos estos daños no sólo embió desde Roma dineros de la república, mas aun dio muchos más de los proprios de su casa. En el mes de Jano uvo en Roma un tan furioso fuego que quemó casi diez mil casas, en las quales peligraron entre niños y mugeres mas de diez mil personas. En aquel mesmo año se quemaron la plaça mayor de Carthago y la mitad de Antiochía y casi toda la ciudad de Narbona. En el mes de agosto uvo en Roma grandes aguas y, allende que se perdieron los panes segados y por segar, cresció el río Thíberin tan excessivamente, que no se reparó en tres años el daño que hizo en un día.

A quatro días andados del mes de mayo, aparesció una estrella sobre Roma de cantidad de una rueda de molino, y echava de sí tan espessas y tan continuas centellas, que parescía más fuego de fragua que no resplandor de estrella. En el sexto año del imperio de Antonino, nasció en Roma un niño con dos cabeças, la una como de hombre y la otra como de [514] perro, y lo que era más espantable, que con la una gruñía como perrico y con la otra llorava a manera de niño. En la ciudad de Capua parió una muger cinco hijos, todos varones, y en aquel mesmo tiempo fue vista en Arabia una grandíssima serpiente, la qual a vista de muchos encima de una peña se comió a sí mesma la mitad de la cola. El año que aquella serpiente se comió la mitad de la cola uvo una grandíssima pestilencia en toda Arabia. En el año noveno del imperio de Antonino acontesció que en la ciudad de Mesia fue visto nascer en lo más alto de los árboles cevada, por manera que ningún género de árbol llevó aquel año fruta, sino que todos llevaron espigas de cevada. Esse mismo año acontesció que en el reyno de los artemios, en una ciudad llamada Triponia se vinieron quatro leones a poner en la plaça, los quales se hizieron tan mansos que yvan con ellos por leña al monte y andavan los mochachos encima dellos cavalleros. En el reyno de Mauritania nasció un niño el qual tenía la cabeça buelta atrás, el qual bivió y se crió, y después todos los que le avían de ver o hablar se avían de poner hazia sus espaldas, mas dado caso que podía ver, hablar y andar, no podía con las manos alcançar a comer. Murió en Roma un senador que avía nombre Rufo, varón que era rico y de muy gran crédito. Fue, pues, el caso que después de muerto se venía muchas vezes al Senado y se assentava en el mismo lugar do solía y vestido de la misma forma que antes solía, mas nunca le vieron hablar palabra, y duró esta visión en el Senado por espacio de dos años largos. [515]


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Una década de Césares / El Emperador Antonino
Capítulo XII

De las guerras que uvo en su tiempo de Antonio Pío.

A ninguno de los príncipes romanos acontesció lo que a Antonino, y fue que sin salir de los términos de Ytalia, y aun casi de Roma, fue tan quisto y tan temido y aun tan servido de los reynos y reyes estraños, como si personalmente los visitara o los conquistara.

En el quarto año de su imperio vino el rey Pharasmaco a Roma no por más de por ver a Antonino, y trúxole tantas y tan maravillosas cosas, que no se hartavan los ojos de mirarlas ni los coraçones de dessearlas. El rey de los parthos avía tomado mucha tierra al rey de los armenios, el qual, como se embiasse a quexar a los romanos como a confederados y amigos suyos, escrivió el Emperador Antonio al rey de los parthos que dexasse las tierras que avía tomado a los armenios, y, vistas las letras, luego dexó las tierras.

El rey Abagaro, que era uno de los más ricos y más notables príncipes que avía en el Oriente, hízole el Emperador Antonino venir a Roma porque, deviendo cierta summa de dineros a un vassallo suyo, no quiso assentarse con él a cuenta. El buen Emperador Trajano avía costreñido a los parthos que tomassen la silla o corona real de mano de los romanos, y como su rey quisiesse quitar de sobre sí esta subjectión, no se lo consintió Antonino, diziendo que quando a uno escrevía una cosa buena, no mirava la péñula con que avía sido aquella carta escripta, y que por semejante no avía él de mirar quién le dava el reyno, sino agradecer que le hazía rey. [516]

Rometalce, rey que era de los píndaros, fuele puesta accusación en el Senado que no avía sido leal a los romanos en la guerra que tuvieron contra los rodos, el qual como viniesse a Roma a dar su desculpa, el buen Antonino no sólo le confirmó el reyno, mas aun no le consintió hablar en lo passado, diziendo que no avía podido aver tan gran culpa, que no fuesse muy mayor aquella obra.

Los olbiopolitos pueblos, que son en Asia, tenían guerra con los taurocistas, y Antonino embió por la mar socorro a los taurocistas, los quales con ayuda de los romanos vencieron a los olbiopolitos y, allende de ser vencidos, pagaron las costas de la guerra y dieron rehenes de guardar y mantener paz. Nunca Antonino levantó guerra, sino que trabajava de buscar y conservar la paz, y loava mucho aquel dicho de Scipión, es a saber: que quería más la vida de un ciudadano que matar mil enemigos.

Acordó el Senado de mudar los nombres al mes de setiembre y de octubre, y llamarlos Antoninos y Faustinos, el uno por él y el otro por su muger; mas él no lo quiso consentir, diziendo que los nombres de los meses propriamente avían de ser aplicados a los dioses.

Quando casó a su hija Faustina con Marco Aurelio, hizo muy grandes fiestas en su boda y dio muchos dones a la gente de guerra. Tenía en gran acatamiento a su yerno Marco Aurelio, y, como le quisiesse hazer cónsul, no lo quiso rescebir, diziendo que mejor se hallava en rebolver los libros que no en apaziguar los pueblos.

Sabidas las nuevas muy grandes que avía de Apolonio, embió por él a Calcedonia, y diole una casa en que morasse junto al río Thíberin, y allí se estava solo y recogido. Fue, pues, el caso que un día embió Antonino a llamar a Apolonio, el qual respondió que no quería venir, porque el discípulo avía de venir do estava el maestro, y no el maestro do estava el discípulo, y tomóle desto muy gran risa al Emperador Antonino y dixo: «Gran donaire es, que vino Apolonio por tantas mares desde Calcedonia a Roma, y agora rehúsa venir desde su casa a la mía.» Aunque Apolonio en la philosophía era muy docto y en la vida muy limpio, [517] junto con esto era muy avaro, lo qual como un día se murmurasse delante el Emperador Antonino, dixo: «Por muy caro que los philósophos nos vendan la philosophía, todavía vale más la sciencia que nos enseñan que no la hazienda que les damos.» [518]


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Una década de Césares / El Emperador Antonino
Capítulo XIII

De las cosas en que tomava passatiempo el Emperador Antonino.

No sólo Antonino Pío era naturalmente piadoso, mas aun desplazíanle los hombres crueles y holgava mucho con los piadosos. Fue, pues, el caso que, como muriesse uno de los maestros que avían criado y doctrinado al buen Marco Aurelio, su yerno, y él llorasse por la muerte de su maestro como si fuera por su hijo, rogaron muchos al Emperador Antonino que rogasse a su yerno Marco que callasse y no llorasse. Respondióles él: «Permititte -inquit illi- ut sit homo, neque enim vel philosophia vel imperium tollit affectus.» Como si más claro dixera: «Dexadle que sienta como hombre, pues es hombre, porque el amor que una vez en el coraçón se assienta, ni le puede quitar el Imperio ni desarraygar la philosophía.»

Tenía en costumbre de dar a los prefectos, quando les dava los officios, unas vestiduras ricas y generosas, porque dezía él que rescebía pena ver a los ministros de justicia dissolutos en el bivir y maltractados en el vestir. A los que condennavan en los bienes por el fisco, ninguna cosa dello para sí llevava, sino que todo a sus proprios hijos lo restituýa, con tal condición que ellos restituyessen primero al pueblo lo que sus padres allí avían cohechado y robado.

Holgava que holgasse el Pueblo Romano, es a saber: en los tiempos devidos, que era en las fiestas de sus dioses; mas fuera de aquellos regozijos no consentía que estuviessen occiosos, porque dezía él que no avía república mal governada sino aquélla do consentían aver hombres occiosos en ella. [519] Tomó un año de celebrar a su costa la fiesta de la diosa Berecinta, en la qual fiesta dio al pueblo muchos manjares que comiessen y muchos animales que corriessen, es a saber: elephantes, crocutas, tigres, rinocerontes, cocodrillos, hipotomes, albios, gifinos, turpos y otros semejantes animales incógnitos que hizo traer de la gran India, y cien leones que le truxeron de Egipto.

Los amigos que tuvo antes del Imperio ninguna mudança hallaron en él después que fue emperador, sino que assí los hablava y los tractava y les dava y les comunicava entonces como de antes, excepto que no consentía que le pidiesse cosa injusta ni que vendiessen a otros la privança. Muchas vezes dezía Antonino que no por más se perdían los privados de los príncipes sino porque, no contentos con aprovechar a sí, quieren también mostrar su privança en dañar a otros.

Algunas vezes tomava plazer con las burlas que los truhanes hazían y con los donayres que dezían, y como uno dellos le dixesse que por qué nunca le dava nada por los plazeres que le hazía, respondió Antonino: «Si lo uviesse de pagar, ya no sería plazer, porque doquiera que entreviene dádiva forçosa, no puede aver perfecta alegría.» Fueron, por cierto, palabras dignas de tal varón.

También tomava plazer en ver pescar con red, y algunas vezes pescava él con caña, mas luego que tomava un pez con el anzuelo, luego le tornava al río. Estando, pues, un día pescando, como tomasse muchos peces y los tornasse todos al agua, y le dixesse un senador que por qué lo hazía, respondióle él: «Tan natural ha de ser al príncipe la clemencia, que ni por su mandamiento han de morir los hombres ni con sus manos ha de matar los animales.»

Era muy amigo de passearse, y esto a pie, y acontescíale andarse passeando tres oras sin assentarse, mas quería que el lugar fuesse largo y por esso se passeava cabe el río o el campo. Freqüentava mucho los templos, y jamás hazía por manos de sacerdotes los sacrificios, sino que él mismo los hazía en persona, excepto si estava malo en la cama. Quando sabía que sus amigos tenían bodas, o fiestas, o regozijos en sus casas, él se yva a honrrarlos y se combidava sin que le combidassen, [520] porque dezía él que no les hazía tanta honrra en venir, quanto en tomar el cargo de se venir.

Acaso entró una vez Antonino en la casa de un hombrezillo muy pequeño de cuerpo, y como tuviesse un corredor fundado sobre unos pilares muy lisos y colorados, como le preguntasse Antonino que de dónde eran aquellos pilares, respondió el hombrezillo: «Mira, Emperador, has de saber, si no lo sabes, que quando entrares en casa de otro, ni as de tener oýdos para oýr ni lengua para hablar, sino que te contentes con mirar y callar.» Holgóse y rióse mucho Antonino con esta respuesta, y dende en adelante muchas vezes embiava por aquel hombrezito, y maravillávase de ver quán monstro era en el cuerpo y quán bivo en el juyzio, porque era muy prompto en responder a cada cosa y hablava con mucha gracia. [521]


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Una década de Césares / El Emperador Antonino
Capítulo XIV

De la successión del Imperio y de la ocasión de su muerte.

Aunque es verdad que el buen Emperador Antonino siempre en su mocedad fue amigo de buenos, quando vino a la vegez todo su trabajo y conversación fue con hombres sabios. Dexadas aparte muchas y muy buenas premáticas que hizo para la buena governación de la república, también establesció muy excellentes leyes para los pleytos, y para hazer esto tuvo cabe sí muy notables jurisconsultos, y hizo traer ante sí las leyes de todos los reynos para que tomassen dellas las que mejor les paresciessen a él y a sus sabios.

Un año antes que muriesse, embió a mandar por toda Ytalia que dende en adelante no enterrassen los cuerpos muertos dentro de las ciudades, porque de antes enterrávanlos en las casas. Los hombres sabios y jurisconsultos que tuvo cabe sí fueron a Vindemio Vero, a Silvio Valente, a Bolusio Metiano, a Ulpio Marcello y a otro que avía nombre Jaboleno. Ya también que era viejo, quitó los gladiatores no pudiessen por sus ruegos cohechar a personas particulares dineros, sino que fuessen del erario público pagados.

Unos juegos que usan los romanos hazer corriendo carros por la ciudad también dotó cierta renta para pagarlos, porque no podía sufrir que ningún género de hombres tuviessen por officio de andarse a pedir como chocarreros. Quando instituýa alguna ley o ordenava alguna premática, siempre dava la razón o motivo por que la instituýa, y ésta fue la causa por que nunca fue desobedescido en cosa que mandasse, ni fue revocada ley que instituyesse. [522]

Fue el Emperador Antonino alto de cuerpo y muy derecho, y aun presciávase él dello, excepto que, quando passó de los setenta años, començó a inclinar un poco la cabeça y a ser corcobado. Y para remediar esto poníase en los pechos y en las espaldas unas tablas de papel rezias y como andava con ellas muy apretado parescía algo derecho.

La occasión de su muerte dizen que fue desta manera. De la Gallia Transalpina presentáronle unos quesos mantecosos y sabrosos, y como una noche cenasse más de lo que era necessario dellos, diéronle unos peligrosos vómitos, en que revessó no sólo el manjar superfluo, mas aun la sangre necessaria. Recresciósele de allí una furiosa fiebre, y como viesse que ya no podía comer, ni menos dormir, mandó llamar a todos los senadores y prefectos, y delante dellos encomendó la república a Marco Aurelio, su yerno, y a su hija Faustina. El tercero día después que le avía dado el mal, hizo traer una fortuna de oro, que era costumbre ponerla a los príncipes colgada cabe la cama, y mandóla dar a Marco Aurelio y a Faustina, su hija. Hizo su testamento muy ordenado, en que a sus criados mandó muchos dones, assí muebles como raýzes, y, cumplido su testamento, mandó que su hija Faustina heredasse todo su patrimonio, es a saber: lo que tenía antes que viniesse al Imperio. Cresciéndole, pues, más la fiebre, y disminuyéndole cada hora más la virtud, vino a ser que el quarto día de su enfermedad, casi a la hora del mediodía, bolvióse a mirar a los que allí estavan, y cerrando los ojos como que quería dormir, dio el espíritu.

Quan amado fue en la vida, tan llorado fue en la muerte, y luego en conformidad de todo el Senado fue llamado sancto, y todo el pueblo, assí como espiró, davan a porfía por las calles grandes bozes y alaridos, ensalçando su bondad, su clemencia, su benignidad, su largueza, su justicia, su paciencia, su prudencia y su providencia. Fuéronle hechas todas las honrras, y diéronle todos los títulos famosos que a los príncipes buenos fueron dados, y meresció que en el templo de Júpiter fuesse un sacerdote de su nombre instituydo, y assimesmo le hizieron un templo y dedicaron en su honrra [523] los juegos circenses y una cofradía, do todos se llamassen los antonianos. Este solo entre todos los príncipes bivió y murió sin derramar sangre, y por esta causa fue comparado a Numa Pompilio, porque le paresció mucho no sólo en la buena governación de la república, mas aun en la pureza y limpieza de la vida.

Fin.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Una década de Césares (1539). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 335-904, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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Antonio de Guevara
La versión de la Década de Césares, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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