La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Una década de Césares
Comiença la vida del Emperador Cómodo,
hijo del buen Marco Aurelio,
copilada por el señor don Antonio de Guevara,
Obispo de Mondoñedo, predicador y chronista y del Consejo de su Magestad.


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Una década de Césares / El Emperador Cómodo
Capítulo primero

Del linage y nascimiento del Emperador Cómodo.

El Emperador Cómodo tuvo por abuelo a Annio Vero, y fue su padre el buen Emperador Marco Aurelio, y fue su madre la muy hermosa y nombrada Faustina, por parte de la qual fue nieto del Emperador Antonino Pío, varón que fue por cierto muy corregido en la vida y muy provechoso en la república romana. Nasció en un lugar que se llama agora Lody, y fue a ocho días andados del mes de septiembre, y eran a la sazón cónsules Marco, su padre, y Drusio, su tío, el uno de los quales estava en la guerra de Dacia y el otro entendía en la governación de la república. Estando la Emperatriz Faustina preñada y casi en días de parir, soñó que paría unas serpientes, y entre ellas la una que era más fiera que todas, el qual sueño, como lo oyesse su padre Marco Aurelio, dizen que dixo: «Miedo tengo, Faustina, que el hijo que deste parto parieres será tan feroz serpiente, que abaste para matar mi fama y para emponçoñar toda la república romana.»

Los astrólogos y nigrománticos que a la sazón residían en Roma muchas cosas dixeron y prenosticaron en el nascimiento del Emperador Cómodo, y según después paresció, muy poco fue lo que dixeron ellos respecto de lo que después paresció, porque este malaventurado príncipe más paresció en sus costumbres a las infernales furias que no a las criaturas racionales.

Desde la niñez trabajó Marco Aurelio de criar y doctrinar a su hijo Cómodo, y para esto hizo buscar por todo el Imperio varones muy doctos en las sciencias y muy corregidos en las [528] costumbres. Los primeros preceptores que tuvo fueron a Oneñérates para que le enseñasse griego, y a Capilo para que le hiziesse latino, y a Teyo que le hiziesse orador, y a Pulión que le enseñasse Música, y a Calfurnio que le impusiesse en las cosas de cavallería, y a Marcio que le enseñasse buena criança porque su padre, como no tenía otro hijo, trabajava porque fuesse muy bueno. Mas, ¡ay, dolor!, que tantos y tan excellentes varones ni le pudieron persuadir a que siguiesse las virtudes, ni le pudieron apartar de sus ynormes vicios. Felices se pueden llamar los padres, a los quales cupo en suerte tener hijos que Naturaleza los inclinó a ser virtuosos, porque si naturalmente son mal inclinados, ni les aprovecha lo que los maestros les enseñan ni lo que sus padres les corrigen.

Quando Faustina estava preñada de Cómodo, mucho se quexava tener muy mal preñado, y después, al tiempo del parir, tuvo muy peligroso parto, y también se quexavan mucho las amas que quando mamava les mordía las tetas, por manera que desde el tiempo que en el vientre de su madre fue engendrado, con todos los que conversó fue penoso. Ya que Cómodo dexó de mamar y començó a saber comer y deprendió a hablar, luego se conosció en él que era rezio en la condición, insuffrible en el servicio, ingrato a los beneficios, goloso en el comer, malicioso en el mirar, cruel en las venganças, impaciente en las injurias, superbo en el mandar y sobre todo suzio, torpe y doblado en el hablar.

No avía seis años quando se presciava de ser motejador, burlón, malicioso, chocarrero, infamador, parlero, mofador y copleador, por manera que era cosa monstruosa en tan tierna edad verle echar pullas y oýrle dezir coplas, y esto no lo dezía sino con ánimo de motejar y lastimar. Ninguno trabajó tanto en ser esforçado cavallero o en ser philósopho muy docto quanto trabajó el malaventurado de Cómodo por ser en el arte de truhán y chocarrero muy perito, y para este effecto jamás quando era niño se allegava sino a los mochachos parleros y a los niños desvergonçados.

Estando en un lugar que avía nombre Celum celis, teniendo edad no más de catorze años, como fuesse a ver un vaño artificial y el vañador le dixesse no sé qué palabra burlando, [529] mandóle echar en el fuego, y como sus ayos no lo quisiessen consentir, tomóle desto tan furiosa yra, que aýna muriera de pura postema. No pocos días después que passó esto, como estuviessen vañándose sus maestros en aquel vaño, hurtóles las ropas todas y echólas en el horno, y como fuesse por esto retractado, respondióles que agora quemava las ropas y que tiempo vernía quando también quemasse a sus personas.

Era muy agudo y de delicado ingenio, tenía muy facunda memoria y era también esforçado, atrevido y denodado; y conoscióse todo esto en él desde que fue niño, porque jamás le vieron temer agua, ni fuego, ni hierro, ni animal bravo. Dotóle también naturaleza en las abilidades naturales, en que si el esfuerço empleara en guerras, él fuera otro Alexandro; y si la memoria empleara en sciencia, él fuera otro Plathón. Si el ingenio empleara en virtudes, él fuera otro Trajano; mas como lo convertió todo en mal, por cierto él paresció más a Bruto el traydor y a Nero el cruel y a Cathilina el tyrano, que no a Plathón, ni a Alexandro, ni a Trajano. [530]


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Una década de Césares / El Emperador Cómodo
Capítulo II

De los títulos honrrosos que tuvo el Emperador Cómodo siendo moço.

Dado caso que, siendo mochacho Cómodo, era muy traviesso y muy desamorado y de todo el pueblo malquisto, siendo en edad no más de catorze años, le dio el Senado el título de César, y esto se hizo no por los méritos del hijo, sino por condescender a la virtud del padre. Viendo el Emperador Marco Aurelio que su hijo Cómodo cada día crescía más en edad y descrescía en virtudes, acordó de ponerle en un collegio de sacerdotes, en el qual se criavan muchos hijos de nobles; mas al fin tan poco le aprovechó la compañía de los sacerdotes como la doctrina de los ayos, porque era enemigo del parescer ageno y muy amigo de su voluntad propria.

Quando su padre vino de la guerra de los parthos, en señal de agradescimiento dio el Senado a Cómodo el título de príncipe, el qual nombre nunca a hijo de emperador romano hasta entonces se avía dado. El día que dieron a Cómodo la insignia del principado, que era una vestidura a manera de muceta y de púrpura, como se hizo de priessa, aún no estava del todo cosida, la qual como viesse un mathemáthico, dixo a la oreja a un senador: «Vosotros dais a este moço la insignia de príncipe y dáyssela descosida; pues yo juro a los immortales dioses que él os la torne rota.»

Tenían en costumbre los príncipes romanos de dar en cada un año al pueblo ciertas cosas para su mantenimiento (es a saber: trigo, vino, azeyte y otras cosas), y el día que esto se dava era muy gran fiesta en Roma. Fue, pues, el caso que, [531] siendo Cómodo en edad de quinze años, estando assentado en el templo de Trajano, dio y repartió al pueblo la ración acostumbrada de trigo y azeyte y vino, y fue aquel día Cómodo de todo el Senado tan festejado como lo era su padre el día que entrava en Roma con triumpho.

Quando Marco Aurelio vino de la guerra de los argonautas, fue rescebido en Roma con muy gran triumpho y, por más le festejar y hazer plazer, ordenó el Senado que su hijo Cómodo fuesse con él en el carro del triumpho y, allende desto, diéronle también la toga del Imperio, es a saber: que le abilitaron y eligieron para que después de la muerte del padre fuesse Emperador su hijo Cómodo. El día que todo esto passó dixo un astrólogo que avía nombre Rogerio al cónsul Fábato: «Oy son las nonas de julio, en el qual día murió o desaparesció nuestro padre Rómulo, y este día es día crético y de mal hado. Y por esta razón digo que si los astros no me mienten, el padre gozará poco del triumpho y el hijo será muy infelice en el imperio.»

Fue Marco Aurelio a Egipto y a Siria por causa de visitar toda aquella tierra, y llevó consigo a Cómodo su hijo y, como supo el Senado las hazañas y buenas obras que hazía por todas aquellas provincias, embiáronle dispensación de la ley annaria, la qual prohibía que ningún moço pudiesse ser cónsul, y esto hazían ellos porque pudiesse hazer a su hijo Cómodo consul romano. No tenía diez y siete años Cómodo quando se vio con la insignia de príncipe y con la toga del Imperio, y que repartió la ración al pueblo, y fue elegido en cónsul romano y entró con su padre en el carro del triumpho, las quales honrras y títulos no se davan por honrar al hijo, sino por complazer al padre.

La dispusición de Cómodo fue desta manera, en que tuvo el cuerpo alto y delgado, la cara blanca y bien barbada, los ojos grandes y negros, las manos blancas y los dedos largos, los cabellos roxos y espessos; finalmente era tan hermoso y tan agraciado, que no avía en su persona que tachar ni aun en suu vida que loar. Cosa era mostruosa, y aun lastimosa de ver, cómo a este príncipe le avía dotado naturaleza de tan alto ingenio y de tan extremada dispusición, y por otra parte, [532] llamándose Cómodo, era para todas las cosas tan incómodo, que al juyzio y parescer de todos no sólo era en él mal empleada tan buena dispusición y gracia, mas aun era indigno de la vida que bivía.

Fue Cómodo muy desfavorescido de su padre Marco y muy quisto y regalado de su madre Faustina, y el uno y el otro tuvieron razón, porque a la verdad el hijo se aprovechó poco de los buenos consejos del padre y siguió mucho la mucha libertad de la madre. Tuvo Cómodo otro hermano que se llamava Veríssimo, al qual quiso su padre mucho, y si no muriera moço, a él y no a Cómodo quería dexar el Imperio. Mas quiso la fortuna ansí ordenarlo, que muriesse el que merescía bivir y biviesse el que merescía morir.

Como en presencia de Marco Aurelio se moviesse plática de los príncipes que avían sido honrados y bienaventurados, y unos loassen a Alexandre porque venció a Darío, y otros a Scipión porque venció a Haníbal, y otros a Julio César porque venció a Pompeyo, y otros a Augusto porque venció a Marco Antonino, dixo Marco Aurelio: «A ninguno de los que avéys dicho tengo por tan bienaventurado como al Emperador Nerva, y esto no por más de por aver eligido por hijo a Trajano, de manera que elegió el que quiso, y no como yo, ¡triste!, que tomé el que me dieron.»

Tenía Cómodo los cabellos tan rubios, que quando les dava el sol y los meneava al ayre, no parescían cabellos, sino hilos de oro, y muchos pensavan que, según era tan extremada su lindeza de cuerpo y su frescura de rostro, que no le avían engendrado los hombres, sino que le avían hecho con sus manos los dioses. Todas las vezes que cavalgava por Roma salían a porfía los hombres y mugeres y dexavan sus officios, y unos se ponían a las ventanas, y otros se subían en los tejados, otros aguardavan a los cantones; y esto hazían cada vez por verle, como si nunca le ovieran visto; mas quanto al passar de la calle loavan su hermosura, tanto después blasfemavan y abominavan su vida. [533]


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Una década de Césares / El Emperador Cómodo
Capítulo III

De cómo heredó el Imperio de su padre, Marco Aurelio, y de una habla que hizo al Senado.

En el año de diez y seis del imperio de Marco Aurelio, y de sesenta y tres de su edad, levantóse una guerra en Panonia, que agora por otro nombre se llama Ungría, a la qual el buen Emperador quiso yr en persona, y llevó consigo a su hijo Cómodo en aquella jornada, y traýale siempre el padre consigo para que, gustando los trabajos de la guerra, se abezasse a tener en mucho la paz.

Estando, pues, Marco Aurelio en el mayor hervor de aquella guerra, diole una enfermedad repentina, la qual le constriñó en breves días morir y dexar esta vida, y era de tan tierna edad entonces Cómodo, que no sintió lo que perdía, ni aun el peligro en que quedava. Quando murió Marco, ya estava electo en príncipe y confirmado en César su hijo Cómodo, y lo uno por esto y lo otro por aver sido su padre tan amado, luego fue de todos los exércitos como verdadero Emperador obedescido, aunque a la verdad todos sospechavan dél que avía de perder la república y avría mal fin su persona.

Antes que muriesse, Marco dexó a ciertos ayos encomendados a su hijo Cómodo, lo uno porque diessen buen fin a aquella guerra que él dexava començada, lo otro porque le ayudassen y aconsejassen a governar la república; porque el padre, como conoscía al hijo, temíase que, dexados los enemigos, se diesse a los vicios, y aun que, olvidada la república, no entendiesse sino en los plazeres de su persona. Celebradas, pues, las obsequias del buen príncipe Marco y offrescidos por él a los dioses sumptuosíssimos sacrificios, acordaron [534] los ayos de Cómodo que hiziesse una habla a todos los senadores y capitanes que estavan allí en el exército, el qual subido en un cadahalso alto, començó desta manera a hazer su razonamiento:

La calamidad universal y la tristeza particular que por la muerte de mi padre este triste día oy se nos representa, tan común es a vosotros como a mí, porque si yo perdí padre piadoso, vosotros perdistes príncipe justo. Mucho perdí yo oy en perder tal padre, mas mucho más perdéys vosotros en perder tal príncipe, porque el daño de uno es tolerable, mas el de muchos para siempre es lamentable. La experiencia nos enseña que de cient padres no ay dos que sean malos para sus hijos, y por contrario de cient príncipes apenas ay dos que del todo sean buenos para sus súbditos. Si es verdad, pues, como es verdad lo que tengo dicho, justo y muy justo es que si los hijos lloran la muerte de sus padres con lágrimas de los ojos, que los súbditos lloren la de sus buenos príncipes con gotas del coraçón.

Quán humilde aya sido mi padre con los dioses, quán severo con los malos, quán affable con los buenos, quán paciente en las injurias, quán grato a los servicios, quán sin cobdicia para su casa y quán zeloso de la república, aunque lo avéys visto, no lo avéys bien conoscido, porque los buenos príncipes hasta que son perdidos no son conoscidos. Fue mi padre tan venturoso en la guerra, tan único en la sciencia, tan limpio en la vida y tan amador de su república, que los muertos tenían embidia a los bivos, no de la vida que bivían, sino del príncipe que tenían.

No se puede negar que el Imperio Romano deve mucho a muchos príncipes de los passados, mas digo y affirmo que a mi padre deve Roma más que a todos, porque los otros hizieron a su república rica, mas mi padre hízola virtuosa; los otros repararon los muros, mas él reformó las costumbres; y lo que más es, que los otros hizieron que Roma fuesse de todos los estraños temida, mas mi padre hizo que fuesse de todos los bárbaros servida y amada. Ya veys vosotros quánta differencia va del servicio voluntario [535] al servicio involuntario y forçoso, porque según dezía mi padre, más suffrible cosa es ser uno mandado de los que le aman que no ser servido de los que le aborrescen.

Ya mi padre acabó su jornada, y por cierto él passó muy bien su carrera, y en esto conosceréys el entrañal amor que os tuvo, en que puso y encomendó en vuestras manos a mí, su hijo; y si yo sigo su intención, no me dio el Imperio para que os aya de mandar, sino para que os aya de servir, porque expressamente me mandó que mi imperio fuesse más en utilidad vuestra que no en provecho mío. A los immortales dioses ruego y pido que me hagan tal qual mi padre me mandó en su muerte que fuesse, y qual vosotros, romanos, desseáys que yo sea, porque no ay oy en el mundo hombre tan malo, que no dessee ser governado de príncipe bueno. Vosotros comigo y yo con vosotros, cómo nos avíamos de aver después de su muerte él nos mostró muy bien en su vida, en que a mí mandava que os llamasse compañeros y a vosotros prohibía que no me llamássedes señor, porque quería mi padre que me favoresciéssedes y aconsejássedes como a hijo, y yo que os tractasse como a hermanos y que os creyesse como a padres. El amor que tienen los dioses con nosotros, aquél tuvo mi padre con vosotros, es a saber: que tan intensamente os amava a todos como si todos no fuérades más de uno, de lo qual resulta que si devéys mucho a mi padre por las buenas obras que os hizo, mucho más le devéys por las que quiso y no pudo por vosotros hazer.

Acuérdome que muchas vezes, siendo niño, mi padre holgava que me tomássedes y me abraçássedes y me besássedes y me regalássedes, y el fin de todo esto era porque, poniéndome él en vuestros braços, me pusiéssedes vosotros en vuestros coraçones, y también para que yo me acordasse que, hallando yo vuestros braços abiertos, no era justo hallássedes mis entrañas cerradas. No es mi Imperio de la manera de los otros emperadores, es a saber: que le compre por dineros, o que le alcance por botos, o que le gane con armas, o que le tome con mañas. No es por cierto assí, sino que los otros le ovieron por ventura, mas [536] yo le heredé por naturaleza, porque el día que yo nascí juntamente me vio el sol hecho hombre y emperador. Mucha razón ay para que vuestras voluntades estén satisfechas y vuestros coraçones estén contentos, pues tenéys príncipe no dado por manos agenas, sino nascido en vuestras casas. Yo confiesso que para ser uno bueno haze mucho al caso dessear ser bueno y esforçarse a ser bueno, mas junto con esto digo que para ser uno príncipe tiene necessidad del favor de su reyno, porque de otra manera, si los estraños le contradizen y los suyos no le ayudan, en su mano está que sea buen hombre, mas no está en su mano ser buen príncipe. Mi padre fue Emperador y viejo, y yo también soy emperador y moço, de lo qual se sigue que más gloria será para vosotros obedescer a mí que no a mi padre, porque la obediencia hecha a él procedía del merescimiento de su auctoridad, mas la que tuvierdes a mí procederá de vuestra pura bondad.

Todas las mercedes, todas las honrras y todos los officios que dio mi padre en su vida yo los confirmo a los que los tienen desde agora, porque, siendo como él era sancto y virtuoso, aviendo lo que él hizo aprobado los dioses, no es justo sea reprobado por los hombres. Ni en las dignidades del Senado, ni en los capitanes del exército, ni en los officios de mi casa, ni ay que hablar, ni menos que mudar: sola una cosa resta entre mi padre y mí, y es confirmar sus buenas obras y mudar yo mis no muy corregidas costumbres. Esforcémonos todos a dar buen fin a la guerra que mi padre dio tan buen principio, la qual acabada todos nos yremos a descansar y a gozar de los plazeres de Roma, porque si otra cosa se hiziesse y esta guerra no se acabasse, aunque en mí redundasse el daño, de vosotros procedería la culpa.

No quiero más deziros, amigos y compañeros míos, sino que os ruego y encargo traygáys siempre a la memoria el amor que siempre mi padre os tuvo y el buen tractamiento que siempre os hizo, porque de su antigüedad y de mi tierna edad y de vuestra mucha virtud haréys un príncipe que sea para vosotros bueno y para la república provechoso. Finalmente digo que, si os acordáys de mi padre, Marco Aurelio, [537] nunca olvidaréys ni desobedesceréys a mí, su hijo Cómodo, porque, comparada su virtud con mi libertad, sin comparación os persuadirán más sus noblezas que os alterarán mis mocedades.

Acabada, pues, de hazer esta plática, derramaron entre los exércitos muchos dineros, porque en semejantes días tenían en costumbre de hazerlo assí los romanos. No estavan muy fuera de razón los príncipes romanos en dar y prometer muchos dineros en los principios de sus imperios, porque, según es la malicia humana avara y cobdiciosa, más se persuaden los hombres con pocos dineros que les dan, que con muchas palabras que les dizen. [538]


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Una década de Césares / El Emperador Cómodo
Capítulo IV

De una famosa plática que le hizo un su ayo porque quería dexar la guerra de Pannonia.

Todos los officiales del Senado y todos los capitanes del exército mitigaron mucho el dolor que tenían por la muerte de su muy querido señor, Marco Aurelio, en oýr tan altamente como habló su hijo Cómodo, lo uno por verle confirmar y aprobar lo que su padre avía hecho, lo otro porque prometió de immitarle y seguirle. ¡O, quánta differencia uvo de lo que este príncipe dixo entonces a lo que obró después! Por cierto, mucha y muy mucha, en que no paresce sino que aquel día se le acabaron todas las buenas palabras y todas las buenas obras, porque dende en adelante no sólo hablava mal y obrava mal, mas aun lo que es peor de todo, que jamás se vio en él una buena obra, ni aun desseo de hazerla. Muchos ay que son malos y pésales que no son buenos, mas este malaventurado no era oy tan malo, que no desseava y procurava mañana ser muy peor.

Algunos días después que esta plática hizo al exército se dexó Cómodo governar por el parescer de sus ayos, mas en muy breve espacio puso en olvido lo que su padre le mandó y lo que a su exército prometió, porque perdió el temor a los ayos y la vergüença a los amigos. Era Cómodo quando heredó el Imperio flaco y delicado y en edad muy tierno, y desta occasión tomaron sus ayos por achaque de darle alguna más libertad de la que en la vida de su padre solía tener para que hablasse, jugasse y burlasse, mas él usó tan mal de aquella licencia y libertad, que para la salud de su cuerpo le aprovechó poco y a sus inclinaciones y costumbres dañó mucho. [539]

Visto por los ayos y governadores que Cómodo se aprovechava mal de la licencia y empleava en vicios la libertad, acordaron de mudar estilo, es a saber: yrle en algunas cosas feas a la mano y corregirle y aconsejarle en secreto, mas él era de tan mala condición, que luego que sus ayos le començaron a contradezir, començó él de los aborrescer. Ya que Cómodo públicamente perdió a los ayos el temor, a los governadores la obediencia y a los amigos la reverencia, ni quería ver a los unos ni hablar a los otros, sino que toda su conversación y comunicación era con hombres viciosos y con moços livianos, por manera que con los que cometía los vicios se comunicava y dava parte de sus secretos.

Començaron, pues, aquellos mancebos a ponerle en la cabeça que, dexada la guerra, se fuesse para Roma. Y, para persuadirle esto, traýanle a la memoria la opulencia de Ytalia, la hermosura de Roma, y junto con esto murmuravan de la tierra de Pannonia, diziendo que era estéril, seca, fría, pobre y malsana, y que para bever un jarro de agua avían de quebrar primero los yelos del río. Con estas y con otras semejantes palabras, fácilmente se persuadió Cómodo a dexar la guerra de Pannonia y a caminar para Ytalia, y para poner esto en obra, llamados sus ayos y governadores, fingió que tenía gran sospecha no se le levantasse alguno con Roma entretanto que él estava en la guerra, y que para esto obviar estava determinado de yr a assegurar primero sus tierras proprias y después conquistar las tierras agenas. Tan gran tristeza cayó en los coraçones de los governadores y de los capitanes que en aquel consejo estavan, que, puestos los ojos en tierra, no le pudieron responder palabra.

Estava en aquel consejo un senador que se llamava Pompeyano, el qual era casado con Lucilla, hija de Marco Aurelio y hermana mayor de Cómodo, y allende que era su cuñado, era hombre rico, sabio, esforçado y anciano, y allende desto tenía mucha osadía en lo que hazía y mucho crédito en lo que dezía. Este cónsul Pompeyano, viendo que todos los que allí estavan callavan, acordó de tomar la mano y respondió al Emperador Cómodo desta manera: [540]

Tener tú desseo, ¡o, hijo mío y señor mío!, de ver a Roma y de yr en Ytalia no es de maravillar, porque lo mismo que tú desseas muchos días ha que nosotros lo desseamos; sino que, siguiendo y abraçándonos con la razón, no nos dexamos vencer de la sensualidad. Llámote hijo porque te crié desde tu infancia y llámote señor porque eres señor de mi madre Roma. Por lo uno soy obligado como fiel vassallo de te seguir y por lo otro eres obligado como a buen padre de me creer, y plega a los immortales dioses que tengas tú el coraçón tan prompto para creer mis consejos qual yo le tengo para obedescer tus mandamientos. Muchos años seguí a tu padre, serví a tu padre, y aun creo que mis servicios fueron en su coraçón aceptos, y él amóme mucho y diome mucho, por cuya razón a él ni a su casa jamás yo seré ingrato, y estoy determinado de una por una aconsejarte lo que deves hazer, y después emplear la vida en lo que me quisieres mandar.

En lo que agora te quiero dezir, si no tuviere aquel acatamiento que de vassallo se deve a señor, a lo menos terné el amor que padre deve a hijo; y si agora te esasperares de mis palabras y las tomares a otro fin de para lo que son dichas, tiempo verná en el qual te arrepentirás de no aver creýdo al viejo Pompeyano y de aver seguido tu parescer proprio.

Viniendo, pues, al caso, ya vees, sereníssimo príncipe, que todos los que aquí están presentes ni te miran ni te responden, y esto no puede proceder sino que, o ellos no saben hablar, o ellos no te osan responder, o ellos piensan que no los has de creer; y qualquiera destas cosas es harto dañosa, porque gran culpa es en el príncipe pedir consejo a quien no se lo sepa dar, mas muy peor es que no se lo osen dar, y lo que es más peor de todo: no saberse del buen consejo aprovechar. Si tuviesses en la memoria lo que tu padre te mandó hazer, superfluo sería ponerme agora yo a te aconsejar; y témome que, como has tenido en poco su mandamiento, ternás en mucho menos mi ruego. Mas al fin yo diréte lo que siento, y después tú elige lo que fueres servido. [541]

Acuérdate, hijo, de quién eres hijo, es a saber: de mi señor Marco Aurelio, porque si te acuerdas que tuviste por padre a tan buen padre, gran obligación tienes siendo su hijo de ser buen hijo. Heredaste de tu padre su casa, su hazienda, su parentela, su estado y su memoria; y por cierto todo ello es muy poco si no le heredaste la nobleza, porque por sola la virud has de ser honrrado y obedescido, que todo lo demás, como lo heredaste en un día, lo puedes perder en una hora. La gloria que tú tomas de tener tan buen padre cabe los dioses, aquélla ha de tener él allá de tener tan buen hijo entre los hombres, porque de otra manera, quanto plazer tomares tú de su gloria, tanto pesar tomará él de tu infamia.

Quieres, hijo, dexar la guerra que tu padre dexó començada, y quiéreste yr a gozar de los plazeres de Roma. Por los immortales dioses te juro no puedo pensar quién te puso esto en la cabeça, porque tal y tan gran empresa como ésta no sólo no la avías de dexar, mas aun, si no estuviera començada, la avías de començar. No puedes negar que tu padre no fuesse sabio, cuerdo, pacífico y esforçado; y siendo esto assí, a mí parescer muy justo sería que aventurasses tú la hazienda en lo que él aventuró y aun perdió la vida. Las cosas de Ytalia están pacíficas; en Roma no ay agora persona bulliciosa; en Áffrica y Asia no sabemos de república que esté alterada. Y la causa de todo es el sobrado amor que tuvieron a tu padre y la gran potencia que les dizen tener aquí su hijo. Y si esto quisieres desamparar y de tan gran reputación como ésta caer, dexarás a los bárbaros en paz y yrás a ti mismo a hazer la guerra.

Si quieres, hijo, tener descanso y buena vida, sostiene y conserva lo que ganó tu padre en su vida y hallarás que todo lo conquistó, todo lo ganó, todo lo recuperó, todo lo allanó. Y no sin causa digo que fue suyo todo, porque si conquistó los muros con armas, ganó los coraçones con buenas obras.

¿Qué quieres tú, hijo, yr a buscar fuera de Pannonia que no halles en Pannonia? Si te toma desseo de ver a Roma, hágote saber que allí está la verdadera Roma do está el Emperador [542] romano, porque no es nombrada ni tenida Roma por los superbos muros de que está cercada, sino por los heroycos hombres de quien es governada. Si quieres riquezas, aquí está el erario y cogedores dellas. Si quieres hombres de consejo, aquí está todo el Sacro Senado. Si quieres varones de gran ánimo, no ay otros en el mundo como los de tu exército. Si quieres mancebos de tu edad regozijados, aquí están todos los hijos de nobles romanos. Si quieres pescar, aquí está el gran río Danubio. Si quieres caçar, aquí ay fieras montañas. Si quieres mugeres, aquí ay romanas y germanas muy hermosas. Pues si esto es verdad, como es verdad, ¿para qué, hijo, quieres salir de Roma para yr a buscar a Roma?

Si dexas agora de súbito esta guerra, pornás gran mácula en tu fama y aun en gran peligro a la república, porque los bárbaros pensarán que la dexas por no los poder vencer, y aun porque no los osas acometer. Dexó tu padre gran potencia contigo y gran reputación en el Imperio, y deves, hijo, poner más los ojos en conservar la reputación que no la potencia, porque la potencia solamente aprovecha para resistir a los enemigos, mas la reputación aprovecha para vencer a los enemigos y para conservar a los amigos. No se te ponga en la cabeça de pensar que es tan grande el poderío de los príncipes romanos, que en su mano está hazer paz y hazer guerra a los bárbaros, porque no ay cosa en que menos corresponda la fortuna que es en las cosas de la guerra. Los buenos príncipes mucho han de hazer, mucho han de trabajar, y aun mucho han de aventurar por no començar una guerra; mas, después que se determinaren de començarla, han de posponer qualquiera cosa por acabarla, porque muchas cosas se atajan con una buena guerra que no se pueden acabar con una sospechosa paz. Locura es ponerse ninguno en el peligro con esperança del remedio, mas muy mayor locura es, ya que se puso uno en el peligro, no buscar algún remedio para salir del tal peligro. [543]


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Una década de Césares / El Emperador Cómodo
Capítulo V

De cómo desamparó la guerra en que su padre Marco Aurelio murió.

Después que Pompeyano hizo su razonamiento, mostró Cómodo tener pesar por lo que avía delante todos propuesto, y mostró también tener plazer por lo que le avían respondido, y dio por respuesta que al presente él sobreseýa en la yda hasta que, avido otro maduro consejo, él determinasse otra cosa. Aunque tenía poca edad, era tan dissimulado en lo que quería y tan doblado en lo que dezía, que las palabras que dixo y la respuesta que dio no fue con ánimo de no se yr, sino por hazerlos a ellos descuidar. Divulgóse en todo el exército lo que Pompeyano avía dicho a Cómodo y cómo cessava ya la yda de Ytalia hasta que se acabasse la guerra, y desta nueva unos tomaron plazer y otros tomaron pesar, porque los buenos y ancianos desseavan la honrra de la república y los moços y viciosos desseavan yrse a los vicios de Roma.

Estando, pues, ya los unos assossegados y los otros descuydados, acordó Cómodo de yr con su propósito adelante y escrivió unas cartas a Roma en que embiava a mandar que le adereçassen su casa y que aparejassen su rescibimiento, y aun también escrivió que le socorriesen con algún dinero, affirmando que con la guerra estava muy gastado. Despachadas las letras para Roma, mandó Cómodo que le llamassen a todos los capitanes más valerosos de la guerra, con los quales comunicó el modo y manera que ternía con aquellos bárbaros para que hiziessen con él una tregua honesta y, quando más no fuesse, fuesse una paz comprada. Después que los farautes anduvieron de Cómodo a los bárbaros [544] y de los bárbaros a Cómodo, vino el negocio a resolverse en que tornó a los bárbaros muchas tierras que les avían tomado, y allende desto les dio mucha summa de dinero y ellos prometieron de ser amigos, mas no vassallos, de los romanos; y él juró de jamás conquistarlos, sino de tenerlos por amigos. A todos los que este concierto vieron y a todos los que dél oyeron pesó mucho de saberle y oýrle, porque a la verdad la capitulación fue tan infame, que, según el estado en que estava la guerra, no sólo no era esto agible, mas aun ni era platicable, pues compró por dineros la paz y dio muchas ciudades y villas por la tregua. Destos infames conciertos que hizo y de los muchos dineros que dio no dio parte a los del Senado que allí estavan, ni a los ayos que allí governavan; solamente lo comunicó con aquellos que de la guerra se desseavan yr, y con los que él pensó que no le osarían contradezir. Divulgada la fama en que Cómodo se quería partir para Roma, alteráronse de tal manera todos los del exército, que ninguno quería quedar en la frontera, sino que todos adereçavan para se tornar en Ytalia, por manera que Cómodo no sólo dexó de guerrear a los bárbaros, mas aun no dexó guarniciones que guardassen los pueblos romanos.

Partióse el Emperador Cómodo de Pannonia para Roma andados diez días del mes de hebrero, y era tan grande el desseo de llegar a Roma, que como muchas ciudades que estavan en el camino le saliessen a rescebir, no sólo no quería parar a oýr lo que le querían dezir ni a rescebir lo que le querían presentar, mas aun solo y dissimulado atravessava por medio de las ciudades corriendo. Increýble fue el plazer que tomaron en Roma quando Cómodo les escrivió que se partía de Pannonia, y mucho más plazer tomaron de que supieron que estava cerca, porque acordándose que entre ellos avía nascido, y que ellos le avían criado, y que era de tan buen padre hijo, teníanse por dicho que en su tiempo florescería más que nunca floresció Roma y que cada uno en particular augmentaría su casa. Como su padre Marco Aurelio avía sido tan quisto y dezían a los romanos que su hijo Cómodo era tan hermoso, desseavan todos en Roma tanto verle y conoscerle, que aquél se tenía por más bienaventurado que más lexos salía [545] a rescebirlo. Era ya mediado el mes de março quando llegó a Roma Cómodo, y como en tal tiempo suelen echar flores los árboles y dar de sí olores los campos, para el día que uvo de entrar en Roma tenían los romanos los caminos limpios, hechas para comer y bever muchas choças, y salieron los senadores muy adereçados, todas las romanas muy ataviadas y todos los plebeyos muy enrramados, por manera que le rescibieron aquel día con tanto plazer y regozijo, como si entrara en un carro triumphal de Asia triumphando.

Después que entró en la ciudad, lo primero que hizo fue visitar todos los templos que avía en ella; señaladamente se detuvo en el templo de Júpiter, en el qual offresció sumptuosos sacrificios, estando presentes todos los generosos romanos. Visitados los templos, fuese a visitar algunos sepulchros antiguos; en especial visitó el sepulchro de Adriano y el de Trajano y el de Antonino Pío, su abuelo, y el de Faustina, su abuela, y otro de Faustina, su madre, y algunas cosas que estavan en ellos maltractadas mandólas reparar y mejorar. Junto al sepulchro de Adriano mandó hazer otro sepulchro assaz rico y sumptuoso para traer y trasladar allí los huessos de su padre Marco Aurelio, y después que se acabó aquel sepulchro, acordándose del amor que les tuvo y el buen tractamiento que les hizo Marco Aurelio, visitavan y honrravan y tenían en tanta reverencia su sepulchro los romanos como tenían a sus mayores y mejores templos. Esto hecho, fuese un día Cómodo al Senado y hablóles y amonestóles que en todo y por todo le siguiessen por lo que su padre avía ordenado, y cumpliessen y executassen todo lo que les avía mandado, porque desta manera el estado imperial se conservaría acerca de los estraños y la república sería bien governada entre sí mismos. Mandó también llamar a todos los censores de Roma, los quales tenían cargo de administrar la justicia y encargóles y mandóles que sin mirar ni tener acepción de persona ygualmente sentenciassen lo que hallassen por justicia con apercebimiento que si otra cosa se atreviessen a hazer revocaría lo que uviessen mandado y castigaría al que lo mandó. Muy gran plazer tomavan los romanos de ver a Cómodo cómo era obediente a los dioses, [546] amigo de los templos, grato a los amigos, zelador de la república; mas, ¡ay, dolor!, que fueron tan pocos los meses y aun los días que duró en él este hervor de bondad, que más paresció averlo ellos soñado que no él averlo puesto por obra. [547]


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Una década de Césares / El Emperador Cómodo
Capítulo VI

De cómo era Cómodo muy cruel y de las crueldades que hizo.

En el año diez y nueve de su edad y tercero de su imperio dixo en el Senado que quería yr a visitar todas las ciudades de Ytalia y, en saliéndose de Roma, fuese a las montañas a caça, en la qual caça fueron muchos los días que empleó y los dineros que gastó y muchos más los vicios que cometió. Tres meses y tres días se anduvo por las riberas pescando, por los campos passeando y por los montes caçando sin que entrasse en algún pueblo ni dormiesse debaxo tejado, y después embió a mandar al Senado que le aparejassen el triumpho, diziendo que él quería entrar en Roma triumphando, y que mejor merescía él el triumpho por aver muerto los animales que pascían los panes, que no los otros emperadores por aver muerto los hombres que bivían en los pueblos. No pudo ni osó gran cosa hazer el Senado sino rescebirle con gran triumpho, y el abominable de Cómodo traýa en el carro triumphal consigo a un mancebo llamado Antero, y públicamente a manera de muger y marido se yvan abraçando el uno al otro.

En la salida que hizo y en los passatiempos que tomó por aquellas breñas y montañas ninguna cosa perdió de sus malas costumbres; antes añadió maldades sobre maldades, es a saber: que la ferocidad que cobró en matar las bestias fieras, después de venido a Roma la empleó en encruelescerse y matar a muchas personas honrradas. Quanto a lo primero, es de saber que de una vez desterró veinte y quatro cónsules y tomóles las haziendas, y hizo merced dellas a sus mancebas y a [548] otras infames personas, y a los cinco dellos que por importunación les hizo gracia de tornar a sus casas en breve espacio después les cortó las cabeças.

Avía en Roma un senador que se llamava Birrio, el qual en los tiempos de Marco Aurelio fue tan extimado, que meresció casar con una hermana de Cómodo y, como amonestasse y corrigiesse a Cómodo de las malas y feas obras que hazía, mandóle matar; y no sólo a él, mas aun a todos los que eran amigos dél y allegados y servidores de su hermana. Desde el tiempo de su padre de Cómodo avía quedado un prefecto que se llamava Ebuciano, varón por cierto anciano en los días y no nuevo en las virtudes. Fue, pues, avisado Cómodo que este Ebuciano avía llorado mucho por la muerte del cónsul Berrio, y a éste embió Cómodo un mensagero a dezirle que quería ver en él si lloraría con la muerte que le embiava como llorava con la vida que tenía, lo qual dicho por mandado de Cómodo cortóle la cabeça.

A otro senador que avía nombre Apolausto porque mostró pesar de la muerte de Ebuciano también le mandó Cómodo matar. El día que mataron al senador Apolausto, unos mancebos, moços de cámara que eran de Cómodo, como supieron que le matavan porque mostró pesar de la muerte de Ebuciano, acordaron de mostrar mucho plazer por la muerte de Apolausto porque a ellos no les acontesciesse otro tanto, lo qual sabido por Cómodo mandólos degollar, diziendo que por ninguna cosa que hiziesse el príncipe avían de reýr ni de llorar, sino oýr, ver y callar. Mató assimesmo a Servilio y a Dulio con toda su parentela, los quales descendían del linage de Silla; y mató a Antio Lupo y a Petronio y a Mameto con todo su vando, que eran del linage de Mario, y dixo que matava a los sillanos por vengar las injurias que Silla hizo a Mario, y que matava a los marianos por vengar las injurias que Silla rescibió de Mario.

Avía en Roma un mancebo, primo hijo de hermano de Cómodo, y era muy hermoso y muy esforçado, y como dixesse uno acaso a Cómodo que Mamerto Antoniano, su primo, le parescía en el rostro y le immitava en el esfuerço, mandó luego matar al que lo dixo y a su primo Antoniano, diziendo [549] que emperador avía de ser el que le paresciesse y el que le comparasse. Entre otros antiguos romanos avía en Roma seis cónsules muy viejos que se llamavan Alio Fusco, Acelio Felice, Luceyo Torcato, Alacio Ropiano, Valerio Bassiano, Patulio Magno, los quales, como ya no pudiessen yr al Senado por ser viejos, mandó matarlos a todos, diziendo que él era obligado a hazer en Roma lo que haze el ortolano en la huerta, es a saber: que al árbol viejo y seco arrancarle o cortarle y echarle en el fuego.

En la governación de Asia tenía puesto el Senado a Suplicio Crasso, procónsul, y a Julio Próculo y a Claudio Lucano para que governassen aquellas provincias, a los quales todos con todas sus familias ordenó Cómodo que con veneno los matassen, porque en su presencia loavan mucho las hazañas que hazían aquellos en Asia y aun porque en Asia se platicavan las maldades que él cometía en Roma. Andando visitando Marco Aurelio el reyno de Acaya, nascióle allí una sobrina, hija de su hermana, que avía nombre Annia Faustina, y a ésta mandó matar Cómodo, y el achaque que tomó para quitarle la vida fue que se avía casado sin su licencia.

Estavan una vez sobre la puente del río Týberin catorze nobles romanos hablando y passando tiempo, y, como a la sazón passasse por allí Cómodo, dixo a uno que les preguntasse como de suyo qué era lo que entre sí hablavan, a lo qual respondieron ellos que estavan contando las virtudes de Marco Aurelio, y que les pesava mucho porque era muerto. Oýda esta respuesta por Cómodo, luego allí de improviso los mandó a todos catorze despeñar de la puente abaxo y echar en el río, diziendo que no podían ellos dezir bien de su padre Marco Aurelio sin que dixessen mal dél, que era su hijo.

Yvase muchas vezes a pelear con los gladiatores, y entre burla y juego mató en vezes más de mil dellos. Fue tan cruel a natura y tan denodado en lo que hazía, que ni tenía empacho de matar, ni temor de ser muerto. Viendo Cómodo que todos los romanos huýan de verle, oýrle, hablarle y conversarle, y esto no por más de evitar las occasiones que no los [550] matasse, acordó de inventar una conjuración, es a saber: dezir y publicar que muchos avían conjurado contra él de le matar, a los quales todos mandó degollar y despedaçar, como fuesse verdad que la tal conjuración aun por el pensamiento no les avía passado. [551]


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Una década de Césares / El Emperador Cómodo
Capítulo VII

De una conjuración que se hizo contra Cómodo, y de un privado suyo que se llamava Perenio.

Entre otras hermanas, tenía el Emperador Cómodo una que se llamava Lucilla, la qual en vida de Marco Aurelio su padre casó con un cónsul que avía nombre Lucio Vero, al qual tomó consigo por compañero en el imperio, de manera que a Lucilla llamavan Emperatriz y a su marido Emperador. Un año y tres meses bivió no más Lucio Vero siendo compañero en el imperio con Marco Aurelio su suegro, por manera que él siendo moço perdió la vida y Lucilla quedó harto moça biuda. Muerto Lucio Vero, acordó el buen Marco Aurelio de casar a su hija Lucilla con otro noble romano que avía nombre Pompeyano, varón que era sabio en las letras, experto en las armas y anciano en los días, porque Lucilla era moça y hermosa, y tenía necessidad de marido que la tuviesse recogida.

Después de la muerte de Marco Aurelio, como succedió en el imperio Cómodo y no era a la sazón casado, todavía se tractava Lucilla, su hermana, a manera de Emperatriz por aver sido muger de Emperador y aun porque antigua costumbre es en la malicia humana que, aunque se acabe el estado y se pierda la hazienda, no por esso se pierde la locura. Fue, pues, el caso, que Cómodo se casó con una romana que avía nombre Crispina, a la qual dende en adelante se hizo la honrra que se solía hazer a Lucilla (es a saber: assentarse en la silla primera en los theatros, rescebir los dones de los libertos, llevar lumbre encendida por los caminos y nombrarla por nombre en las oraciones que se hazían en los templos). [552] Mortal fue la embidia que le tomó a Lucilla de ver que la honrra imperial que estava depositada en ella se passó a Crispina su cuñada, y dende en adelante no pensava ni platicava en otra cosa sino cómo quitaría a Cómodo, su hermano, la vida y a Crispina, su cuñada, la honrra.

Avía en el palacio del príncipe un mancebo romano generoso en sangre y hermoso de rostro, con el qual era fama que cometía Lucilla adulterio, y llamávase él Quadrato y era hijo de un hombre riquíssimo, y a éste descubrió ella el secreto de querer matar a su hermano Cómodo, porque Cómodo perseguía a su marido Pompeyano y la Emperatriz Crispina tenía con ella odio. Quadrato, desseando hazer plazer a Lucilla, acordó con ella de matar a Cómodo, y la orden que dieron para ello fue que concertaron con un mancebo hijo de un senador, que avía nombre Quinciano, moço denodado y esforçado, que repentinamente entrasse en la cámara de Cómodo con una espada sacada y que le dixesse: «Este presente te embía el Senado», y que en acabando de dezir esta palabra, luego allí acortasse a Cómodo la vida.

Quinciano aceptó de hazer lo que le rogava Quadrato y Lucilla (es a saber: de matar al Emperador Cómodo), mas al tiempo de matarle erró el tiro, porque dado caso que tuvo esfuerço para entrar en la cámara con la espada sacada, desmayó al tiempo de herir con la espada, de manera que la trayción fue descubierta y no cumplida. Por los que estavan con Cómodo fue luego allí preso Quinciano, el qual descubrió la conjuración que Quadrato y Lucilla avían ordenado contra Cómodo, y como Quinciano era hijo de senador, tomó Cómodo tan mortal enemistad con el Senado, que dende en adelante a qualquiera que se nombrasse senador le tenía por traydor.

Luego que Cómodo començó a imperar, cayóle en gracia un prefecto militar que avía nombre Perenio, el qual en el arte militar era muy experto y en las inclinaciones y en las condiciones que tenía era muy perverso, porque era muy incompatible su soberbia y muy insaciable su avaricia y cobdicia. La privança, la conversación y el crédito que tuvo Perenio con Cómodo fue en muy gran perjuyzio de todo el [553] Pueblo Romano, porque si Cómodo era cruel, el Perenio era cruelíssimo; si Cómodo tenía yra, el Perenio le persuadía a que tomasse vengança; y sobre todo que no sólo no le aconsejava que se apartasse de los vicios, mas aun le inventava nuevos vicios en que fuesse más vicioso.

Pompeyano, como era hombre honrrado y anciano y marido de Lucilla, su hermana de Cómodo, todavía el Cómodo le tenía algún acatamiento, y junto con esto Lucilla tenía fama de muy enjoyada y rica, de lo qual todo Perenio estava muy triste y penado por ver que avía en palacio otro en quien también como en él pusiesse los ojos el Emperador Cómodo. Descubierta, pues, la trayción que contra Cómodo tenían Lucilla y Quadrato ordenada, incitó a Cómodo que de Pompeyano y de Lucilla hiziesse muy cruda justicia, y esto persuadía él no tanto por vengar aquella injuria, quanto por dar fin a la privança del marido y tomar para sí el thesoro de la muger. Quando están ayrados y furiosos los príncipes, mucho deven mirar a quiénes piden los consejos, porque no pocas, sino muchas vezes acontesce que el consejo que da al príncipe su privado no es tanto para vengar el delicto que se cometió público quanto es para vengar su coraçón dañado.

El tyrano Perenio, viendo a Cómodo ayrado, súpose aprovechar del tiempo, es a saber: que a Pompeyano y a Lucilla, y a Quadrato y a Quinciano, y a todos sus parientes, hermanos, amigos y criados los hizo matar y todos sus bienes confiscar, de manera que no sólo se vengó de todos sus enemigos, mas aun aplicó a sí todos sus bienes y thesoros. Después de la muerte déstos, todas las cosas del Imperio se governavan según el parescer y voluntad de Perenio, y era tan absoluto señor del Imperio, que las embaxadas que venían para Cómodo él solo las oýa, y las cartas mensageras él las leýa y a ellas respondía, de manera que Cómodo se llamava el Emperador y Perenio gozava del Imperio.

Como se davan todos los officios y todas las mercedes por mano de Perenio, quien más podía más le servía, mas él era en la condición tan duro y de oro y riquezas tan cobdicioso, que ningún officio ni merced dava de mera gracia, sino que todo a puro dinero lo vendía, y el que no lo quería comprar [554] más caro le salían los presentes que dava que no los dineros que le pedían. Tenía Perenio nómina de todos los hombres dinerosos y ricos que avía en los pueblos de Ytalia, los quales si no le embiavan presentadas algunas ricas joyas, procurava de ponerlos en officios y en ellos buscarles achaques para tener occasión de quitarles la vida y robarles la hazienda. [555]


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Una década de Césares / El Emperador Cómodo
Capítulo VIII

De una trayción que tenía ordenada Perenio contra su señor, el Emperador Cómodo.

En muy breve tiempo se hizo muy gran rico Perenio, mas cotejada la presumpción con la riqueza, sin comparación fue muy mayor la soberbia que mostrava que no los thesoros que tenía. Confiava Cómodo tanto de Perenio, que no sólo le cometía toda la governación de la república, mas aun la guarda y honrra de su casa, y Perenio fue en lo uno y en lo otro tan absoluto y tan dissoluto, que, no contento de robar a Cómodo las riquezas, se echava con sus proprias mancebas, en las quales uvo hijos y hijas. Tenía Perenio dos hijos ya hombres, los quales andavan en los exércitos y, quando en la guerra se hazía alguna notable cosa, contava a la mesa de Cómodo que por esfuerço de sus hijos avían sido hechas, por manera que a los que estavan en paz tomava la hazienda y a los que morían en la guerra robava la honrra.

En el año quinto del Imperio de Cómodo embió el Senado un gruesso exército contra los britanos y fue por cónsul y capitán dél Perenio, y en aquella jornada no se contentava él que le sirviessen como a privado y le obedesciessen como a cónsul, sino que le reverenciassen como a príncipe y le adorassen como a Dios. Como le succedieron a Perenio prósperamente las cosas de la guerra, y que en su mano tenía toda la república, y que no tenía cuenta su riqueza, parescióle que ya no le faltava sino alcançar el imperio de Roma, y para esto determinóse de matar a su señor Cómodo y alçarse con el Imperio Romano. A los hijos púsolos pretores sobre todos los exércitos para que los tuviessen de su mano al tiempo que [556] allí llegasse la nueva cómo era Cómodo muerto, y por otra parte el Perenio atraýa a su voluntad a muchos de los senadores y a otros vezinos y ciudadanos romanos, y esto con muchos dones que de secreto les dava y muchos males que de Cómodo dezía.

A quatro días del mes de mayo celebravan los romanos la gran fiesta de Jovis Capitolino, a la qual concurrían gentes, no sólo las que avía en toda Roma, mas aun de todas las ciudades de Ytalia, y quando el Emperador se hallava aquel día en Roma, siempre con su presencia yva a auctorizar y ver la fiesta. Estando, pues, el Emperador Cómodo mirando los juegos que se hazían en aquella fiesta, y a la una mano assentada Crispina, su muger, y a la otra mano Perenio, su muy gran privado, vieron venir un carretón enrramado y los que le traýan venían dando grandes bozes, diziendo a todos que les hiziessen lugar para andar y que les escuchassen lo que querían dezir. Ya que el carretón llegó en presencia de Cómodo y que por su mandado todos tenían silencio, pensando la gente que querían hazer una farsa, súbitamente se assomó un hombre encima del carro, el qual tenía la barba larga, un cayado en una mano y una honda en la otra, y de la cinta arriba todo desnudo y la vestidura que traýa muy pobre y a manera de philósopho, y, dirigiendo las palabras a Cómodo, dixo:

Bien paresce, ¡o, Cómodo!, que eres príncipe y aun príncipe moço, pues en estos juegos y plazeres te estás tan descuydado, lo qual no devrías hazer, porque los príncipes de tu edad y condición más peligro corren en los sobrados plazeres que no en los medianos trabajos. Siendo tú como eres riguroso con los tuyos y dessabrido con los estraños, deves tener contigo por cierto que tienes enemigos, porque el príncipe que es temido de muchos también él a muchos ha de temer. La mayor riqueza y la mejor cosa que ay en el mundo es la verdad, de la qual soys más pobres los príncipes que todas las otras gentes, porque vuestras orejas, como no están abezadas sino a oýr lisonjas, no pueden tomar gusto en las verdades. [557]

Tú, Cómodo, y los otros príncipes no governáys mal las repúblicas porque con malicia de hecho las queréys destruyr, sino por no querer oýr a los pobres y agraviados que se vienen a quexar ni a los buenos y virtuosos que os quieren avisar, porque a vuestros officiales y privados no les está bien que sepáys los muchos vicios de sus personas y los grandes robos de vuestras repúblicas. Mucha culpa tenéys los príncipes por los vicios que cometéys, mas muy mayor la tenéys por lo que a vuestros privados dissimuláys, porque vosotros no offendéys sino a los dioses, mas ellos offenden a los dioses, perturban a los hombres y son traydores a vosotros mesmos.

Aunque tú, Cómodo, eres libre, absoluto, voluntarioso y aun no muy honesto, es impossible sino que, si viniessen a tu noticia los daños y escándalos y robos que en tus pueblos hazen tus officiales y privados, tú no los mandasses enmendar y aun remediar, porque al fin no ay príncipe tan malo, que no dessee el bien de su pueblo. Está oy la verdad en casa de los príncipes tan odiosa, que quien se atreviere a la dezir se ha de determinar de morir, y si alguno de los tales escapa con la vida es porque piensan que el que lo dize lo dize con locura.

Lo que yo agora te quiero aquí dezir y descubrir, protesto a los immortales dioses que ni lo digo con locura, porque yo estoy en mi natural juyzio, ni lo digo con malicia por quererme vengar de alguno, sino por quitar de peligro tu vida, ¡o, Comodo!, y por libertar a Roma de la servidumbre de un tirano. Por lo que oso dezir y por lo que me atrevo a descubrir, bien sé que antes que acabe la plática me han de quitar aquí la vida; mas hágote saber, ¡o, Cómodo!, que si no quisieres dar fe a mis palabras, tiempo verná en el qual conoscerás ser verdad lo que por mí te fue dicho quando ya tu daño no llevare reedio.

Tú, Cómodo, estás aý assentado, y tienes a tu mano derecha a la Emperatriz Crispina y a tu mano yzquierda a tu privado Perenio, al qual, si supiesses lo que él tiene contra ti ordenado, con tus propias manos le enterrarías bivo. No se ha querido contentar Perenio con aver muerto a todos [558] los buenos, averse vengado de sus enemigos, aver destruydo a todos sus criados, aver robado todos los thesoros, sino que agora tiene concertado de quitarte a ti la vida y de levantarse con esta ciudad de Roma. Sabe, si no lo sabes, ¡o, Cómodo!, que sus hijos de Perenio tienen sobornados contra ti los exércitos del Illírico, y el mismo Perenio te anda rebolviendo con el Senado y de secreto anda ganando voluntades, dando dones a los del pueblo, y todo esto es para que al punto que oyeren dezir que te han muerto sin ninguna contradición se pueda apoderar del Imperio Romano. Y no pienses que Perenio comiença agora esta trayción a intentar, porque te hago saber que ha ya tantos días que trae tan pensada y concertada esta malicia, y está tan a punto de ponerse en obra, que si no me atreviera a te dezir oy esto, sey cierto que, antes que oy se acabara la fiesta, se acabara aquí tu vida.

Hasta que aquel pobre hombre llegó a dezir que para aquel día estava aparejada la muerte de Cómodo, siempre calló y escuchó no sólo el pueblo, mas aun Perenio, el qual luego se levantó de la silla con gran furia y mandó a los gladiatores que a aquel tan osado loco le tomassen y matassen, y assí fue hecho, en que repentinamente fue muerto y arrastrado y despedaçado, y después quemado.

Como Perenio estava de todos tan mal quisto, no dexaron de sospechar ser algo lo que aquel pobre hombre avía contra él dicho, y aun Cómodo concibió contra Perenio algún escrúpulo; mas como aquel philósopho fue allí muerto y Perenio era tan poderoso, aunque de su trayción tenían todos sospecha, ninguno osava hablar palabra.

Estando, pues, algunos días la cosa más sospechosa que clara, vinieron unos cavalleros del Illírico y truxeron unos dineros de oro, en los quales estava la ymagen y el nombre de Perenio esculpido. Por mandado de Perenio avían hecho hazer en gran secreto sus hijos aquel dinero, y los que fueron en hazerlo, como oyeron lo que aquel philósopho avía dicho, con temor que después no fuesse descubierto, venidos a Cómodo descubriéronle todo el caso, los quales no [559] sólo fueron perdonados, mas aun con muchos dones remunerados.

Descubierta, pues, la trayción que el tyrano Perenio tenía ordenada, parescióles a los amigos de Cómodo y a los enemigos de Perenio que antes que él sospechasse alguna cosa le cortassen la cabeça, porque según Perenio era mañoso y poderoso, podría ser que pensando todos de matar a él, él matasse primero a todos. Siendo ya gran parte de la noche passada y estando reposando Perenio en su cama, embióle Cómodo a llamar muy de prissa, diziéndole que a la hora llegavan unas cartas de Asia, el qual como entrasse en la cámara de Cómodo no halló a Cómodo en la cámara, mas halló a quien luego en entrando le cortó la cabeça.

A la ora que Perenio fue muerto, partió con gran furia un correo para el Illírico en que escrevía Cómodo a los hijos de Perenio que, pospuestas todas las cosas, viniessen luego a Roma a ver a su padre que estava malo en la cama, porque si los hados permitiessen que uviesse de morir, succediessen ellos en su lugar. Bien pensaron los hijos de Perenio que era verdad lo que les escrevía Cómodo, los quales no pensando que la trayción era descubierta, se partieron luego para Roma, mas a la ora que entraron en la primera ciudad de Ytalia, cortaron a cada uno dellos la cabeça.

Éste, pues, fue el fin del tyrano Perenio, el qual perdió los hijos, la hazienda, la honrra y la vida, no tanto por ser malo, quanto por ser presumptuoso y soberbio. Deste exemplo tomen los príncipes exemplo qué se les sigue de criar criados muy ricos y poderosos, y esto se dize porque la potencia engendra embidia y la riqueza pare soberbia. [560]


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Una década de Césares / El Emperador Cómodo
Capítulo IX

De un tyrano llamado Materno, y de una trayción que tenía ordenada contra Cómodo.

Muy sobrado plazer tomaron todos los romanos de ver muertos a Perenio y a sus hijos, porque más áspero se les hazía de suffrir la avaricia y soberbia de Perenio que la locura de Cómodo. El officio que tenía Perenio dividióle entre muchos, porque le paresció que fiar tanta auctoridad y potencia de uno era poner en peligro su vida y en condición el Imperio. Fueron increýbles y innumerables las riquezas y joyas y dineros que se confiscaron y tomaron por la muerte de Perenio y sus hijos, mas fueron todas ellas tan mal repartidas y gastadas, que todo lo que allegó con cohechos Perenio, todo lo empleó en sus vicios Cómodo.

Avía en aquel tiempo en Ytalia un hombre que se llamava Materno, el qual desde niño se avía criado en los exércitos del Illírico, varón que era osado, versuto, laborioso, agudo, superbo, sedicioso y tartamudo, de manera que, aunque era muy torpe en la lengua, tenía muy prestas las manos. En todos los ruydos y debates y sediciones que acontescían en los reales o en las ciudades, este Materno se avía de hallar o por él se avían de levantar, y él más que otro se avía en aquel hecho de señalar, porque según dizen que dezía él, el día que no derramava sangre no le sabía bien el vino. Los capitanes de los exércitos por una parte dissimulavan con él porque era esforçado, mas por otra parte no le podían suffrir porque era muy reboltoso; mas al fin, no pudiendo ya suffrir sus locuras, no sólo le despidieron de la guerra, mas aun le desterraron de los confines de Ytalia. [561]

Como era Materno cabeça y abrigo de todos los malos que andavan en los exércitos, muchos le siguieron y se fueron con él en aquel destierro, y esto por no quedar obligados a bien bivir y aun por tener más libertad para mal hazer. Con los compañeros que Materno sacó de la guerra y con otros que se le yvan juntando cada día, llegó a tener debaxo de su vandera número de veynte mil de pie y dos mil de cavallo, y esto en espacio de quatro meses, con la qual gente hizo Materno tantos robos, incendios y muertes en las ciudades y tierras de Ytalia, como si resuscitara otra vez de nuevo Haníbal y viniera a conquistar a Roma. Robada y saqueada toda Ytalia, fuese Materno a Lombardía, y dende passó en Francia y después en España, en los quales reynos hizo lo que avía hecho en Ytalia, y lo que es más de todo, que cada día más y más su gente crescía y ninguno le resistía, por manera que a los presentes dava que hazer y a los absentes que dezir.

Este tyrano Materno y su gente no tenían por officio sino robar los templos, saquear los pueblos, correr los campos, talar las miesses, quemar las casas, forçar matronas y infamar vírgines, y lo que era peor de todo, que no contentos de bivir ellos libres, quebravan las cárceles y soltavan a los que estavan por malhechores presos. En un malo la suprema maldad y en un tyrano la mayor tyranía es, ya que no quiere él bivir según razón y justicia, no quiere consentir que de los malos hagan justicia.

Estando, pues, Materno y su exército en España, escrivió Cómodo a todos los pretores de los pueblos que se hiziesse un exército muy poderoso para destruyr al tyrano Materno, y que se hiziessen muy grandes promessas por pregones públicos, que al que cortasse la cabeça o prendiesse la persona de Materno le haría merced de su hazienda y le pornían una estatua en Roma. Los primeros pregones que se dieron fueron en Çaragoça, y en esta sazón estava Materno en Tarragona, el qual, como fuesse avisado que se apercebían contra él los de España y que se hazían entre los capitanes grandes apuestas quál más quál le quitaría la vida, determinó de tornarse en Ytalia con pensamiento de matar a Cómodo en Roma. Concertó, pues, Materno muy secretamente con los más amigos [562] suyos, que eran los mayores ladrones y más denodados, de desamparar su exército y que ellos no fuessen juntos, sino que cada uno tomasse su camino y que en Roma se hallasen en uno para cierto día señalado. Luego que Materno desaparesció, desmayaron y se derramaron los que venían con él, de los quales fueron infinitos dellos presos y degollados y empozados y arrastrados y ahorcados, por manera que en tanto número de ladrones ninguno escapó que no fuesse muerto o a mejor librar no quedasse por esclavo. Materno y sus consortes para el día y ora que avían concertado en España fueron puntualmente juntos todos en Roma, los quales por algún tiempo anduvieron desparzidos y disfraçados de día y después juntávanse y hazían sus saltos de noche. No tenían otra cosa Materno y sus compañeros sino lo que de noche hurtavan o capeavan, y tenían en esto tan gran astucia, que no andavan más de dos juntos por Roma, sino que tenían entre sí tales señas y reclamos, que si los que rondavan la ciudad querían prender o afrentar a uno, se hallavan a defenderle todos, por manera que aunque eran muy desbaratados en el bivir, eran muy concertados en el hurtar.

Una de las cosas en que la malicia humana muestra su malicia es que para el mal luego nos concordamos y para hazer algún bien nunca nos avenimos. Bien pensava Cómodo que el tyrano Materno era ya muerto, ymaginando que a la ora que se determinó de deshazer el exército, de desesperado y aborrido se avía ahogado o ahorcado; mas Materno, en recompensa de aver perdido su potencia y aver descaýdo de su honrra, no andava pensando sino cómo quitaría a Cómodo la vida.

Tenían en costumbre los romanos de celebrar la fiesta de la diosa Berecinta a diez días de março, y aquel día yva el Emperador y el Senado a offrescer sacrificios a su templo, y después de offrescidos los sacrificios, disfraçávanse y enmascarávanse todos, y hazían por la ciudad muy grandes juegos, de manera que, como traýan los rostros cubiertos, no podían unos de otros ser conoscidos. Materno y los otros ladrones sus amigos tenían concertado de armarse con armas secretas y de enmascararse las caras, y al tiempo que Cómodo el Emperador [563] anduviesse muy metido en los juegos y estuviesse apartado de los suyos, rebolviessen los de Materno entre sí un ruydo, en el qual como que matavan a otro matassen a Cómodo. Aunque Materno avía perdido la hazienda, la potencia y la honrra, no por esso dexava de tener mucha presumpción y soberbia, y a esta causa todavía quería de los suyos ser tractado, reverenciado y servido no como amigo y compañero pobre, sino a manera de príncipe muy rico. Ciertos compañeros de Materno, estando ya cansados de andar abscondidos, y no pudiendo suffrir ser dél tan servilmente tractados, y aun con temor de no ser algún día descubiertos, vinieron a Cómodo y en mucha poridad y secreto descubriéronle el secreto, es a saber: que Materno el tyrano era bivo y tenía concertado en aquellas fiestas de matarlo. Yncreýble fue el espanto que tomó Cómodo en oýr que Materno el tyrano era bivo, y junto con esto fue immenso el gozo que tomó en ver que el secreto de su muerte fuesse descubierto; mas, dado caso que Cómodo supo esto algunos días antes de la fiesta, suspendió la execución hasta el día de la diosa Berecinta, porque no se revelasse a Materno lo que por los suyos era ya a Cómodo revelado. La orden que tenía dada Materno para matar a Cómodo, aquélla tuvo Cómodo para prender y matar a Materno, es a saber: que, venido el día de la gran fiesta, como saliessen Materno y los suyos enmascarados y armados, sacó también Cómodo los suyos armados y enmascarados, y como por ellos de industria se rebolviesse un ruydo, fue el tyrano Materno muerto y todos los suyos despedaçados. La mayor fiesta que se celebró en aquella fiesta fue degollar, acuchillar, despedaçar, arrastrar y quemar los cuerpos de aquellos ladrones, porque ya antigua ley es para los tyranos que los daños, robos, muertes, violencias y incendios que hazen en muchos días vienen a pagar en uno. [564]


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Una década de Césares / El Emperador Cómodo
Capítulo X

De un gran privado que tenía el Emperador Cómodo, y de su desastrada muerte.

Después que el tyrano Materno fue muerto, siempre anduvo asombrado y atemorizado el Emperador Cómodo ymaginando entre sí que algún día le matarían comiendo o dormiendo, burlando o caminando, porque él mismo se lo conoscía y aun se lo dezía, que eran pocos los que rogavan por su vida y muy muchos los que sospiravan por su muerte. Hasta que murió Cómodo siempre anduvo muy recatado, porque dobló la guarda para andar de día, y hazía cerrar las puertas de su casa de noche, y en lo que comía y dormía y en las bestias que andava y en las ropas que vestía ponía mucha guarda, de manera que no pagava sino con la vida el que osava tocar a su ropa. Muy pocas vezes yva ya al Senado y menos cavalgava por la ciudad en público, y los estrangeros no le hablavan sino por escriptura y los naturales no negociavan sino por entrepuesta persona, y lo que es más de maravillar, que muchas vezes se le antojava no sólo de no querer escrevir, responder, negociar y oýr, mas aun en quatro o cinco días ni sola una palabra quería hablar.

En el año onzeno de su imperio fue muerto el tyrano Materno, y luego el siguiente año uvo en toda Ytalia muy grande pestilencia y una muy general hambre, en que la hambre y la pestilencia consumieron la tercera parte de Ytalia. Luego que la pestilencia començó en Roma, se fue Cómodo para la ciudad de Laurento y fuese allí más que a otra parte porque avía muchos y muy sombrosos laureles, y de tener tantos laureles se llamó la ciudad Laurento. Y según dixeron los médicos a [565] Cómodo, era cosa muy apropriada contra la pestilencia estar debaxo del laurel a la sombra.

Dado caso que aquel año uvo de pan y de vino mala cogecha, cierta occasión uvo para aver como uvo muy gran hambre en Roma, y fue ésta. Quando el buen Marco Aurelio triumphó de los argonautas, truxo entre otros captivos un mancebo que avía nombre Cleánder, el qual fue públicamente vendido en la plaça de Roma, y fue el caso que le compró un despensero para servir y barrer en la despensa de palacio. Diose tan buen maña este esclavo Cleánder en barrer, servir y contentar a su señor, que no muchos años después no sólo le libertó y le casó con su hija, mas aun le traspassó el officio de la despensa, por manera que, aviéndole comprado por esclavo, le tomó y dotó como a hijo. Ya que Cleánder se vio libre y casado y despensero de palacio, trabajó mucho de ganar la voluntad del Emperador Marco Aurelio, y esto alcançó él con ser muy cuidadoso en su servicio y muy diligente en el officio, y fue en este caso tan sagaz y tan agudo, que jamás en las provisiones le notaron de descuidado, ni en las cuentas que dava le accusaron de mentiroso. Muerto Marco Aurelio, acordó Cómodo de sacar a Cleánder de despensero y hízolo capitán de su guarda y camarero mayor de su cámara, y díxole Cómodo que no le dava aquella honrra porque la merescía, sino porque quando era despensero le dava de almorzar cada mañana. A ninguno de quantos en la niñez acompañaron y sirvieron a Cómodo fue Cómodo grato, si no fue a Cleánder, el despensero, al qual valiera más que nunca subiera en aquella honrra, porque ella le fue occasión de perder la vida.

Aunque la privança de Cleánder començó de burla, él hizo que en breve espacio se hiziesse de veras, y fue el caso que Cómodo, como ya andava amotinado y aborrido y no curava de la governación del Imperio, entremetióse Cleánder de tal manera en los negocios, que todos o los más se despachavan por sus manos, por manera que ya ninguna cosa Cómodo dava ni firmava si Cleánder no la señalava o la aprobava. Nunca tuvo Cómodo criado ni privado que en todo assí le ganasse la voluntad como Cleánder, el qual no quería sino lo que Cómodo quería, ni aprobava sino lo que él dezía, y aun [566] dezía que no pensava ni soñava sino lo que Cómodo soñava y pensava, y con estas y otras semejantes lisonjas Cleánder ganava el coraçón de Cómodo y a Cleánder servían todos los del Imperio. Después que Cleánder se vio de Cómodo ser único privado muy fácilmente se hizo rico, lo uno con tener de su mano el erario, lo otro con tener en su guarda los thesoros de Cómodo, y aun porque en el dar los officios y rescebir presentes no era muy limpio. En muy poco tenía ya Cleánder la privança y en muy menos la riqueza con pensar que al fin Cómodo le tractava como a vassallo y él le avía de reconoscer por señor, y para atajar este oprobrio y dar a su coraçón contentamiento, determinóse de matar a Cómodo y usurpar para sí el Imperio.

Hedificó Cleánder a la puerta Salaria unos vaños muy generosos y deleytosos, y mandó pregonar en Roma que los que se viniessen a vañar en ellos no pagassen derechos y, allende desto, hazíanles allí muchos regalos y teníanles aparejados todos los géneros de vicios, por manera que alimpiavan los cuerpos y ensuziavan las ánimas. Combidava muchas vezes Cleánder al Senado y embiávales presentes particulares a sus proprias casas; y a los pretores, censores, qüestores, tribunos, prefectos y otros officiales romanos hazíales pagar sus derechos; y toda la gente de guerra no sólo la pagava, mas aun trabajava de tenerla contenta, por manera que a los unos con regalos y vicios y a los otros con dádivas y dineros los cobrava a todos por amigos. El año que huvo hambre y pestilencia en Ytalia compró Cleánder todo el trigo que avía en las comarcas de Roma, y su fin no fue ganar en ello hazienda, sino poner en necessidad a Roma para que todos viniessen por trigo a su casa, porque viendo los romanos quán liberal era él en darles de balde o a menos precio el trigo en año tan caro, tuviessen por bien después de muerto Cómodo darle el Imperio. Como la hambre era tan rezia, y estava de passar aún gran parte del año, y no sabían la intención de Cleánder los del pueblo, y él no quería dar ni vender su trigo, repentinamente levántase toda Roma y comiença apellidar: «Muera, muera Cleánder como usurpador de los bienes de la república.» Cleánder, como era persona tan valerosa y poderosa, y [567] capitán de la guarda, hizo de presto armar la gente de su capitanía, los quales todos se pusieron en torno de su casa para guarda de su persona y para resistir a aquella civil furia, aunque es verdad que más lo hazía porque no le saqueassen la casa que no de miedo que le quitassen la vida. Los plebeyos de una parte y los de Cleánder de otra, travóse entre ellos una tan prolixa y tan peligrosa contienda, que no parescía sino que Silla y Mario peleavan otra vez sobre el señorío de Roma. Como era gente concertada y bien armada los que defendían la parte de Cleánder, hizieron en el primero ímpetu tan gran estrago en el pueblo, que apenas avía calle en Roma que no estuviesse con sangre vañada, ni avía plaça grande ni pequeña que de muertos no estuviesse llena. Visto por los plebeyos el estrago que hazía en ellos la gente de guerra, retruxéronse todos a sus proprias casas y, cerradas las puertas, peleavan todos de los tejados y de las ventanas, y desde allí echavan piedras, tejas, assadores, calderas, almirezes y, como en aquel peligro no menos peleavan las mugeres que los hombres, fueron los de Cleánder tan maltractados, que apenas quedaron ciento dellos que no fuessen muertos o heridos.

A la sazón que esto passava en Roma, estávase Cómodo recreando en una casa que tenía en una huerta, y como Cleánder era tan poderoso y que de unos era temido y de otros era amado, ninguno osava dezirlo a Cómodo, porque era tan estrecha la amistad que avía entre los dos, que temían desplazer al uno o enojar a entrambos. Estava en palacio de Cómodo una hermana suya que avía nombre Fadilla, la qual teniendo los ojos llenos de agua y messándose los cabellos de la cabeça, y como asombrada y turbada, dixo a su hermano Cómodo:

Sereníssimo príncipe y muy caro hermano:
Si supiesses lo que passa en Roma no te estarías tan descuydado holgando en esta huerta, porque te hago saber que la gente de tu guarda en favor de Cleánder y toda la otra gente de la república han travado entre sí tan gran pelea, que si luego a la hora no pones remedio, oy será el fin [568] del Pueblo Romano. La sobrada honrra, la mucha riqueza y la gran privança que tú has dado a Cleánder en tu casa le ha dado a él occasión de tener tanta soberbia, y desto, aunque él tiene la culpa, tú le diste occasión para tenerla, porque haziendo tú de los esclavos señores, cierto es que han de hazer ellos de los señores esclavos. Está el pueblo contra Cleánder tan furioso, y está Cleánder con su gente contra el pueblo tan encarniçado, que has de eligir una de dos cosas, es a saber: entregar a Cleánder a la república o esperar lo que de ti y de nosotros quisiere hazer fortuna, porque, según la cosa está enconada, es impossible que juntamente tu vida y su persona se conserven oy este día.

Dichas estas palabras por la infanta Fadilla, todos los que allí estavan tomaron nueva osadía, y persuadieron a Cómodo quitasse a Cleánder de por medio, y que luego se apaziguaría todo el Pueblo Romano, porque más cara avía de ser a él la paz de su república que no la amistad de Cleánder ni su vida. Oýdas estas cosas por Cómodo, cayóle temor sobre temor y espanto sobre espanto, y luego a la hora mandó llamar a Cleánder, el qual, como viniesse y ninguna cosa de lo que Cómodo le quería sospechasse, luego que entró en la Cámara le cortaron la cabeça, la qual puesta encima de una lança la llevaron luego a traer por toda Roma, y a la mesma hora se apaziguó toda la república. Degollado Cleánder, hízose justicia de sus hijos y criados y amigos, los cuerpos de los quales traýan por Roma arrastrando los mochachos, y, después de arrastrados y medio quemados y chamuscados, los echaron en las letrinas, lugares que eran muy immundos.

Éste, pues, fue el fin de Cleánder y de sus hijos, y de su casa y hazienda y honrra, el qual si de muchas cosas meresce ser reprehendido, por sola una deve ser loado, y es que quiso antes morir cavallero que no bivir esclavo. [569]


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Una década de Césares / El Emperador Cómodo
Capítulo XI

De un fuego que descendió del cielo y quemó el templo de Paz en tiempo del Emperador Cómodo.

Uno de los notables exemplos en que fortuna mostró quán variable es su rueda fue en el discurso que tuvo y usó con Cleánder y con su casa, al qual en breve tiempo hizo, de esclavo, libre; de libre, despensero; de despensero, pretor; de pretor, camarero; de camarero, casi monarcha del mundo; y después en un día y en una ora lo perdió todo para que conozcamos que, en quanto bivimos en esta vida, ninguno tiene cosa segura. No se deve atribular el que de poderoso viene a ser abatido, ni se deve gloriar el que de abatido sube a ser poderoso, porque no ay ninguno tan abatido, que no espere de subir, ni ay ninguno tan sublimado, que no tema de caer.

El mismo día que Cleánder fue muerto se fue Cómodo a su imperial casa y nunca más tornó a la huerta no sólo a morar, mas aun ni a passear, y si de antes estava cruel, dende adelante se mostró mucho más cruel y sospechoso, porque se le puso en la cabeça que aquella furia popular no se avía levantado por tomar de Cleánder vengança, sino por tener occasión de quitarle a él la vida. A los amigos, a los parientes, a los consegeros, a los criados, a los naturales y a los estrangeros: a todos los tenía por enemigos, porque pensava que todos quantos le venían a hablar le querían engañar y los que le entravan a visitar le acechavan para matar.

En el año dozeno del imperio de Cómodo, a diez y siete de março fue visto todo el cielo estrellado a mediodía como si fuera medianoche, y lo que más es, que jamás fue visto con [570] los ojos ni se leyó en los libros que aquella tarde al tiempo que naturalmente aquella hora es visto el sol ponerse en Occidente le vieron salir en Oriente. En el siguiente mes de julio aparesció también una cometa en el cielo, y la cometa era como una viga de lagar ancha y larga, y de fuego muy encendida, y las centellas que de sí echava parescían dirigirse a la ciudad de Roma. A veynte días andados del mes de agosto, repentinamente estando el cielo sereno y no añublado ni llovioso, fue en Roma un trueno, y en pos del trueno vino luego un globo de fuego, el qual quemó el templo que se llamava templo de Paz.

Era este templo en auctoridad el más antiguo, en hedifficios el más superbo, en riquezas el más rico, en sacerdotes el más poblado y en devoción el más extimado, porque en todos los otros templos podían los romanos orar y rezar a sus dioses en pie y assentados, mas en aquél forçado avían de estar de rodillas. Todos los que tenían dineros, thesoros, joyas y ricas alhajas, todas las ponían en el templo de Paz, lo uno porque pensavan tener allí sus thesoros muy seguros, siendo como eran los hedifficios de aquel templo muy rezios, y lo otro porque tenían devoción de offrescer sus riquezas al dios de la Paz porque se las dexasse gozar en paz. Fue sin cuento el daño que los romanos rescibieron de la quema de aquel templo, porque casi a todos los hombres ricos se les quemaron allí sus riquezas, de manera que no avía coraçón que lo suffriesse, ni ojos que lo dissimulassen, ver los alaridos que davan las mugeres y las bozes que davan los hombres, cada uno contando a otro su daño y todos juntos llorando la quema del templo.

Ya que el fuego avía quemado el templo de Paz, viéronle visiblemente passar al templo de las vírgines vestales, al qual también quemó todo sin dexar en él señal de hedifficio. Dado caso que allí se puso mejor remedio que no en el otro templo, porque luego que se emprendió el fuego sacaron a las vírgines vestales que estavan allí encerradas y a las reliquias que los romanos tenían allí depositadas. Y porque dezimos de reliquias, es de saber que los romanos tenían en aquel templo al Palladion, es a saber: una ymagen de la diosa [571] Palas, la qual ymagen dizen los antiguos que cayó del cielo en los muros de Troya, y desde Troya la truxeron a Roma, y en la veneración que a la Eucharistía tienen los christianos, en essa misma tenían aquella ymagen los romanos. Tenían los romanos aquella ymagen de la diosa Pallas tan guardada, tan encerrada y tan abscondida, que desde los tiempos antiguos que la truxeron de Troya nunca la vio hombre mortal, ora fuesse emperador, cónsul, ditador ni sacerdote, porque tenían ellos prophecía que en el año que aquella ymagen fuesse vista, avría muy gran mudança en la prosperidad de Roma. Tomaron, pues, los romanos a las vírgines vestales y a la ymagen de la diosa Pallas y lleváronla al palacio de Cómodo, y fueron tantos los llantos que hizieron en Roma por ver desencerrar a las vírgines vestales y ver descubrir el Palladion, que sin comparación lloraron más quemarse el templo do estavan aquellas reliquias que no avérseles quemado en el otro templo todas sus riquezas.

Después que aquel globo de fuego uvo quemado el templo de Paz y el templo de las vírgines vestales, quemó otros muchos y muy solennes hedifficios, y lo que más es, que no se prendía fuego de con fuego, sino entre muchas casas quemava una y después ývase lexos de allí a quemar otra, de do colegían los romanos que aquél no era fuego como es el de los hombres, que es no más de para quemar, sino que era fuego embiado de los dioses para quemar y castigar. Vistos por los romanos estos tan dañosos incendios y tan espantosos prodigios, si hasta allí querían mal a Cómodo, dende en adelante ni le podían ver ni le querían oýr nombrar, porque tenían por cierto que todos aquellos malos agüeros con que los dioses amenazavan a la república, todos venían por su torpe y mala vida. Duró aquel globo de fuego por espacio de onze días, en los quales no hizo otra cosa sino quemar templos y casas, y después en el dozeno día cavalgó Cómodo y salióse a espaciar fuera de Roma, y a la hora que él salió por la puerta al campo, súbitamente se amató el fuego y fue occasión que se les confirmaron a los romanos sus pensamientos, es a saber: que durante la vida de Cómodo siempre sería de los dioses açotado el Pueblo Romano. [572]


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Una década de Césares / El Emperador Cómodo
Capítulo XII

De muchas crueldades y de no pocas liviandades que cometió Cómodo.

Según se ha dicho, algunos días anduvo Cómodo muy triste y muy pensativo, después que vio tantos tyranos ordenar de quitarle la vida y después que vio el grande y espantable incendio de Roma; mas en breve tiempo olvidó el castigo de sus dioses y las acechanças de los hombres, y paresció esto claro en que tan denodado se tornó a todos los vicios como si nunca uviera sido vicioso. Muerto Cleánder, hizo prefecto a Nigro y, dende a seys horas le revocó el poder y le mandó desterrar, y proveyó también de su camarero a Galba Rufo, al qual quatro horas después que le dio el officio se lo quitó y le desterró; y como Nigro y Rufo se quexassen de aquel agravio, díxoles Cómodo que no les desterrava por lo que avían hecho, sino por lo que podían en sus officios hazer. Crió por prefecto a Marco Dulio, hombre por cierto generoso y anciano, al qual después de tres días quitó la prefectura y le dio hasta la muerte por cárcel a su casa, y la occasión que tomó para esto fue diziendo que Marco era viejo y cansado, y que no era razón le enojasse nadie del pueblo, y que si alguno le rogasse alguna cosa respondiesse que estava preso y no podía salir de su casa a hazerla.

Dixo en el Senado que quería yr a Áffrica y que tenía necessidad para hazer armada por mar y exército por tierra de mucho dinero, y el Senado, aunque sospechava que los avía de burlar, no osaron otra cosa hazer sino abrir el erario y partir con él el thesoro, porque si otra cosa hizieran, a ellos todos matara y el thesoro todo robara. Era por abril en la [573] primavera quando el Senado le dio el dinero y Cómodo, después que se vio apoderado dél, partióse para Campania y echó fama que yva allí a hazer gente de guerra, y estúvose allí todo aquel verano y aun parte del invierno comiendo, beviendo, pescando, caçando, jugando, luchando, corriendo, saltando, baylando, nadando, estas y otras semejantes liviandades haziendo. Muy afrentados quedaron los del Senado y muy sentidos todos los de Roma de que supieron que los dineros que avían dado para la guerra de Áffrica los gastava Cómodo en los vicios de Campania.

Después que vino a Roma, fue avisado Cómodo que Motileno, prefecto que era en aquel año, avía más murmurado dél que otro ninguno y que llorava de puro pesar por ver gastar tan mal el dinero de la guerra. Entósicó Cómodo unos higos y combidó a Motileno a comer y, comiendo de aquellos higos, vino al tercero día a morir. Vistióse un día como sacerdote, y esto muy de pontifical, y assentósse encima de un carro de quatro cavallos muy furiosos, y pensando los romanos que querían yr a los templos a offrescer sacrificios, subióse encima de unos riscos muy altos y queriendo contra toda naturaleza correr por allí los carros, acaesció que los cavallos se despeñaron, los carros se despedaçaron y él se descalabró la cabeça y torció un pie. Finalmente en muy poco estuvo que en pago de su locura no perdió aquel día la vida.

Fue Cómodo un día al Senado, y dixo que quería que Roma se llamasse no Roma, sino Comodiana, y el Senado respondióle que no sólo eran contentos de llamar a Roma Comodiana, mas aun que el Senado se llamasse Comodiano. Lo que el Senado pensó que él pedía de burla y ellos le concedían de burla, Cómodo lo tomó de veras, en que desde aquel día las cartas que se escrevían y las provisiones que se hazían y los sellos que se sellavan en todos aquellos instrumentos llamavan a Roma Comodiana y al Senado Comodiano; y si por descuydo alguna la llamava Roma, luego le desterrava della diziendo que se fuesse para Roma, que aquélla no era sino Comodiana.

Mandó llamar a los sacerdotes de la diosa Ysis, y díxoles que ella le avía revelado que se rayessen las cabeças y que le [574] mandava a él como a su summo sacerdote que lo hiziesse, y, tomando un cuchillo boto, cortávales las uñas y raýales los callos porque se embotasse más, y después raýales las cabeças en seco, de manera que, como estava el cabello seco y el cuchillo boto, más con verdad se podía dezir que los dessollava que no que los affeytava. A los que guardavan el templo de la diosa Bellona hizo desconcertar los braços derechos, diziendo que pues a la diosa pintavan con el braço quebrado, que no avían de tener sus sacerdotes los braços sanos. Pintavan los romanos a la diosa Ysis los pechos descubiertos, y Cómodo, yendo un día a visitar aquel templo, vio la ymagen de aquella diosa assí pintada y hizo en su presencia raer los pechos de los sacerdotes con peynes de hierro, diziéndoles que no era justo que pues sus dioses tenían los pechos descubiertos, tuviessen ellos las entrañas abscondidas.

Mandó Cómodo pregonar que le llamassen todos Hércules, y para parescer a Hércules hizo un sayo de pellejos de león y tomó en las manos una valentíssima porra, con la qual andava de día y de noche matando hombres, quebrando puertas, derrocando columnas y haziendo otras semejantes liviandades, por manera que no hiziera tanto daño un león bravo como hazía Cómodo quando andava hecho león fingido. A los que eran pequeños de cuerpo o enanos les hazía hazer de palo o de trapos unas piernas tan altas, que parescían gigantes y después jugava en ellos a la vallesta como en terrero, por manera que les alargava las estaturas y después quitávales las vidas. Tenían los romanos en gran veneración los juegos nítridos, y en aquel día no se avía de hazer ni consentir cosa enojosa, ni penosa, ni peligrosa, sino que la fiesta fuesse con entera alegría festejada, y el maldito de Cómodo, estando todos en el mayor regozijo, mató con sus proprias manos a uno, cuya muerte lloró todo el Pueblo Romano no porque él murió, sino por el día en el que le mató.

Quando Cómodo hazía o dezía alguna cosa, si por caso alguno se reýa, mandávale echar en el corral de las fieras bestias, diziéndole que pues entre los hombres avía deprendido a reýr, que le era necessario entre las bestias deprendiesse a llorar. En el mismo día que nasció Calígula nasció Cómodo, y [575] como un rethórico leyesse en su presencia la vida de Calígula y dixesse en ella que avía sido continente, mandóle despeñar, diziendo que mentía, porque nasciendo ambos en un día, ambos avían de ser continentes, y que, pues no lo era él, tampoco lo avía sido el otro.

No sólo en las cosas de veras era Cómodo cruel, mas aun en las burlas era muy doblado, muy malicioso y aun peligroso, porque jamás burlava con espada o tomava en las manos alguna arma, que no quitasse a alguno la vida. [576]


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Una década de Césares / El Emperador Cómodo
Capítulo XIII

De las provincias que se revelaron en su tiempo, y de los prodigios de su muerte.

Reveláronse contra el Imperio Romano en tiempo de Cómodo los mauros, los dacos, los sármatas y los germanos, los quales todos fueron por solos los legados y capitanes vencidos, porque Cómodo más empleava las fuerças en los vicios que no en resistir a los enemigos. No sólo en las obras y en las palabras era vano y liviano, mas aun en las cartas que escrevía por el Imperio, porque muchas vezes le escrevían de las provincias negocios de muy grande importancia y respondía él cosas de burla. Acontescíale assimesmo que de una misma manera escrevía a todos y otras vezes embiava un pliego de papel por carta muy sellado y firmado, y dentro no yva más de una palabra en latín que se dize «Vale».

Como sea verdad que su tiempo fue el tiempo más infelice y desaventurado que tuvo el Imperio Romano, mandó que se llamasse el siglo dorado, por manera que como dezimos agora «¡o, triste mundo!, ¡o, siglo desdichado!» no osavan dezir entonces sino «¡o, siglo dorado!, ¡o, mundo bienaventurado!, pues en ti nasció Cómodo». A muchos delinqüentes que merescían grandes castigos y aun estavan condennados a ellos los perdonava porque le davan dineros. De que condennava a uno que estava absente, hazía buscar otro que fuesse de su edad y tuviesse su nombre, y avido a las manos mándavale matar, diziendo que, pues le parescía al otro en la edad y en el nombre, que también le avía de parescer en la pena, por manera que este tyrano matava a los innocentes por los culpados y a los culpados soltava por dineros. [577] Si algún rico tenía por enemigo a otro que fuesse rico o pobre o más poderoso que él, no tenía necessidad sino yrse a Cómodo y dezirle: «Señor, Fulano es mi enemigo. ¿Qué te tengo de dar porque me le hagas matar?»; y hecha entre ambos la venta, luego buscava Cómodo occasiones para quitar al otro la vida.

Todas las cosas suzias, torpes y feas que hazía Cómodo dentro de su casa, no sólo le pesava, mas aún holgava que se supiessen, por manera que no sólo era malo, mas aun se presciava del mal. Vino a tanta locura o demencia, que quantas cosas hazía y dezía, ora fuessen a su parescer buenas, ora fuessen al parescer suyo y de todos malas, luego las mandava escrevir y en los libros que estavan en el Capitolio poner. Como en unas fiestas grandes que hazían los romanos matasse Cómodo diez leones, quinze ossos, tres onças y cinco elephantes con sus proprias manos, como después le loassen de animoso y esforçado, él pensó que lo dezían no por le loar, sino por le lisongear y burlar; mandó luego matar a otros tantos hombres como él avía muerto bestias. Concertó una vez de quemar a toda Roma, y como quisiessen ya ponerle fuego por muchas partes, fuesse para Cómodo un cónsul que avía nombre Leto, y díxole tantas cosas y púsole tantos miedos, que por miedo que no le quitassen a él la vida dexó aquel día de quemar a toda Roma. Preguntado después Cómodo por qué quería quemar a su madre Roma, respondió que él no quería quemar a Roma, sino a su colonia Comodiana, y esto dezía porque a la sazón así se llamava Roma.

Precedieron los siguientes prodigios a su muerte: salieron de su casa unas aves pequeñas, del tamaño y color de tordos, las quales jamás fueron vistas no sólo en Roma, mas aun en los confines de toda Ytalia, y lo que más es, que estuvieron tres días encima de su casa sin yr ni bolar sobre otra, y el cantar que hazían más era para incitar a llorar que no para tomar plazer. Súpitamente se abrió la puerta del templo de Jano y la ymagen de cobre del dios Mercurio la vieron sudar y la ymagen de Hércoles sin llegar a ella la veýan menear, y encima de la cámara do él dormía se ponía cada noche un búho a gritar; y, vistas estas cosas, Cómodo fuese al monte [578] Celio a morar, diziendo que en sus palacios le espantavan de noche y no le dexavan dormir.

Aviéndose otro día de celebrar unos juegos delante su palacio, como le preguntassen los de su guarda que qué librea sacarían otro día, respondióles y mandóles que viniessen con capas pluviales, que era la vestidura que se traýa en Roma por luto, por manera que otro día los que le acompañavan parescían más yr a honrrar sus obsequias que no a festejar sus fiestas. [579]


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Una década de Césares / El Emperador Cómodo
Capítulo XIV

De cómo Cómodo fue muerto por astucia y por consejo de su manceba Marcia.

Allegándose ya el tiempo en que se acabassen las locuras y maldades del Emperador Cómodo y la triste de Roma fuesse libertada de la servidumbre de tan crudo tyrano, la occasión, pues, de lo uno y de lo otro fue ésta. El primero día del mes de enero celebravan los romanos la fiesta del dios Jano y determinó Cómodo de salir aquel día en hábito no de emperador, sino de gladiator, lo qual como lo supo Marcia, su manceba, suplicóle con mucha instancia y aun con muchas lágrimas que no hiziesse tal cosa, lo uno por el gran peligro en que se ponía y lo otro por la mucha auctoridad que perdía. Era esta Marcia tan quista y tan honrrada del Emperador Cómodo, que, aunque ella le servía a él de manceba, él hazía que la sirviessen a ella como a Emperatriz. Para prohibir a Cómodo que no entrasse en las fiestas en forma de gladiator, ni abastaron las lágrimas que Marcia derramó, ni los ruegos que rogó, ni los miedos que le puso, ni los amores y regalos que le hizo, lo qual visto por Marcia acordó de rogar a otros que le ayudassen a rogar aquel ruego, porque después, según ella dezía, dávale el coraçón que Cómodo avía de peligrar aquel día.

Tenía Cómodo a la sazón por su camarero a Leto y por capitán de su guarda a Electo, los quales dos eran privados de Cómodo y amigos de Marcia, y a estos dos rogó ella que rogassen a Cómodo lo que ella le avía rogado; mas Cómodo estava ya tan obstinado y determinado de celebrar como gladiator la fiesta de Jano, que no sólo no los quiso oýr, mas aun [580] començóse contra ellos a enojar. Bíspera de la bíspera de la gran fiesta del dios Jano, mandó Cómodo a los capitanes de los gladiatores que le adereçassen las armas y insignias de gladiator, porque él quería celebrar aquellas fiestas no como Emperador, sino como gladiator. Esto hecho y proveýdo, mandó Cómodo a Leto y a Electo que se fuessen a dormir porque él quería reposar y, como se vio solo en su cámara, tomó papel y tinta y cerró por de dentro la puerta y començó de su mano a escrevir los que otro día con los gladiatores determinava de matar, porque el fin de celebrar aquellas fiestas no era principalmente por honrrarlas, sino por quitar a muchos las vidas. Hecho, pues, el memorial de los que otro día avía de matar, lo uno con aver bien comido, lo otro que de escrevir estava cansado, cargóle el sueño y puso el memorial a su cabecera sin pensamiento que alguno le toparía.

Tenía Cómodo en su cámara un mochacho pequeño y assaz muy hermoso, y llamávase Pugio, y a éste más que a otros amava y favorescía, no porque le servía más en la cámara, sino porque se holgava con él en la cama. Como Pugio era tan niño y tan privado y entrava y salía en la cámara de Cómodo, la fortuna que lo uvo de hazer, o por mejor dezir, Dios que lo uvo assí de ordenar, topó con el papel de los que Cómodo avía de matar y salió a la sala do estava Marcia con él a jugar, según que los niños lo suelen en costumbre tener. De que vio Marcia el papel en las manos del niño Pugio, pensando que era alguna escriptura de importancia, tomó al niño en braços y abraçóle y besóle y regalóle y diole con que jugasse otra joya, y tomóle la escriptura, y esto sin ningún pensamiento de hallar lo que halló después en ella. Sabía Marcia leer y escrevir y entendía la lengua griega y hablar la latina, y luego que tomó al niño Pugio el libro començó a leerlo, en el qual halló escripto de mano de Cómodo a sí misma puesta la primera de los que otro día avía de matar Cómodo y el segundo era el camarero Leto y el tercero el capitán Electo, y assí por orden estavan allí escriptos todos los más ancianos y más recios y más generosos romanos. Atónita y espantada de hallar lo que halló en aquel memorial Marcia, començó a llorar y solloçar y dezir entre sí misma: [581]

¿Qué es esto? ¿Por ventura soy yo, Marcia, la que reza esta escriptura y la que ha de ser justiciada mañana? Alégrate, Cómodo, alégrate, que do pensavas vengarte de tus enemigos, ellos tomarán oy vengança de ti, y será tal, que los hombres la loen y los dioses la aprueven, por manera que en tu riguroso castigo cobrarán todos los tyranos exemplo. Si alguna cosa tú heziste en toda tu vida buena, ha sido ponerme a mí entre los que has de matar mañana, porque muy justamente meresce la muerte la muger que con tal mal hombre hazía vida. Pues los dioses lo han assí permitido y mi buena fortuna quiso que esto fuesse descubierto, muy al revés de lo que pensavas succederá el caso, porque tú pensavas matar a mí y a todos los buenos y ricos del Imperio, y será el caso que oy verás tú el fin de tu mala vida y oy veremos todos la libertad de nuestra madre Roma.

Dichas estas y otras semejantes palabras, Marcia embió a llamar a Leto y a Electo y mostróles en gran poridad aquella escriptura, y como vieron ellos y ella que otro día avían de morir, acordaron de aquella noche a Cómodo matar, mas uvo entre ellos muy gran differencia con qué género de muerte le quitarían la vida.

Bíspera era de la fiesta de Jano, y aun passado gran parte del día, y no tenían determinado entre sí con qué muerte a Cómodo avían de acabar, porque si le matavan de súpito, podíase él deffender o podíase sentir; y si se alargava el negocio, estavan ellos sentenciados a otro día morir. Finalmente, determináronse de matarle con poncoña y offrescióse a dárselo de su mano Marcia. Fue, pues, el caso que aquella noche aconsejó Marcia a Cómodo que se fuesse a vañar, so pena que, si no lo hazía, no se yría con él a dormir. Viniendo, pues, Cómodo del vaño, díxole Marcia que venía descolorido y que le rogava que beviesse y comiesse algún bocado, y en aquello que Marcia le dio en colación para comer, en aquello le dio la ponçoña para morir. Dende a poco que hizo colación con lo que le dio Marcia, començóle a doler la cabeça, y ella aconsejóle y rogóle que se echasse en la cama, lo qual [582] como hiziesse Cómodo, proveyó Marcia que le despidiessen todos los que estavan en palacio, diziendo que el Emperador se sentía mal dispuesto y que no era razón hiziessen por allí ruido para quitarle el sueño. Poco más podía reposar de una ora quando le llegó al coraçón la ponçoña, y luego que le sintieron despertar, le vieron meter los dedos y revessar, y como Marcia y Leto y Electo vieron que tanto revessava, temieron que revessaría la ponçoña y que con razón les quitaría a todos después la vida. Leto y Electo, de que vieron a Cómodo tanto revessar, y aun que dexava ya de revessar, començaron a temer y a desmayar por ver que lo que avían intentado no salían con ello. Entonces Marcia, más como varón que no como muger, como conosció en ellos el temor y pavor, llamó a Narcisso, un mancebo que andava allí desbarbado y desvergüençado y chocarrero, al qual prometió mucho si entrava y acabava de matar a Cómodo. Entró, pues, Narcisso secretamente en la cámara, y como tornasse de nuevo a revessar Cómodo, arremetió a él Narcisso y, apretándole con los dedos la garganta, hízole acabar la vida antes que acabasse de revessar la ponçoña.

Éste, pues, fue el fin de la impúdica y torpe vida de Cómodo, y tal fin avrán los príncipes que bivieren como él en este mundo, porque a los malos, aunque por algún tiempo se les alarga la pena, no por esso se les perdona la culpa.

Fin.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Una década de Césares (1539). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 335-904, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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Antonio de Guevara
La versión de la Década de Césares, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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