La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Capítulo VII
De lo que acontesçió a çinco sabios en casa del Emperador, los quales por no ser cuerdos fueron de su palacio expellidos.


En el mes de setiembre, a los onze días andados dél, celebrándose la fiesta del nasçimiento del Emperador en la mesma casa donde él nasçió, que era un barrio del Monte Celio, como un truhán hiziese lo que los semejantes en semejantes regozijos suelen hazer, el Emperador, teniendo la intençión más en los sabios que no los ojos en los locos, vio que çinco dellos pateavan con los pies, ladeávanse en las sillas, palmavan con las manos, hablavan alto y reýan demasiado, la qual cosa no menos fue notada del Emperador que mirada. Acabadas, pues, las fiestas, llamándolos aparte, díxoles estas palabras:

Amigos, queden comigo los dioses piadosos y vayan con vosotros los hados buenos. Yo hos elegí porque en mi casa los locos se tornasen sabios, y veo que los sabios se tornan locos. ¿No sabéis que en las brasas de la fragua se prueva el oro, y en las liviandades del loco se prueva el cuerdo? Por cierto, el oro fino defiende sus quilates entre las bivas brasas y el hombre cuerdo muestra sus virtudes entre semejantes locuras. ¿No sabéis que no se puede cognoscer el loco entre los locos ni el sabio entre los sabios? Entre los cuerdos se escureçen los locos y entre los locos resplandeçen los sabios. ¿No sabéis quán infame caso es los disçípulos de truhanes hazerlos maestros de príncipes? ¿No sabéis que de ánimo reposado proçede la compostura del cuerpo, el [44] reposo de la persona, la templança de la lengua? ¿Qué aprovecha la lengua experta, la memoria biva, el juizio claro, la sciencia mucha, la eloqüencia profunda, el estilo suave, si con todas estas graçias tenéis las costumbres malignas? ¿Para qué quieren los sabios las palabras muy marcadas si sus obras son livianas?

Y porque no hos parezca que hablo de gracia, quiérohos traer a la memoria una ley antigua de Roma. En la séptima tabla de las leyes de nuestros padres están escriptas estas palabras: «Mandamos que más grave castigo se dé al sabio por la liviandad que hizo pública, que no al hombre simple por el homicidio secreto.» ¡O!, iusta ley y iustos los que la ordenaron, porque el simple labrador no mató más de a uno con el cuchillo de la ira, mas el que es sabio mató a muchos con el mal exemplo de su vida. Curiosamente lo he mirado, que allí començó Roma a descementarse quando el nuestro Senado se despobló de colombinos senadores y se pobló de serpentinos sabios. Estava aquel Sacro Senado adornado de viejos prudentes, y no sin lágrimas lo digo que está agora lleno de moços parleros.

Antiguamente en las achademias de Grecia solamente enseñavan palabras, dexadas las obras, y en los templos de Roma enseñavan a hazer buenas obras, dexadas las palabras. Y agora es al contrario, que Grecia la parlera desterró los parleros a Roma, y Roma la que bien obrava desterró los buenos sabios a Grecia. Y desta manera yo deseo más ser desterrado en Grecia con los sabios que no tener vezindad en Roma con los locos. A ley de bueno hos iuro, amigos, que vi en el Senado, siendo yo mançebo, al philósopho Arispo, criado del buen Traiano, orar infinitas vezes, y era tan dulce en su dezir, que cada vez le esperavan más de tres horas, y nunca dixo palabra que no fuese digna de eterna memoria. Por otra parte, salido de allí, nunca le vi hazer obra que no mereçiese por ella gravíssima pena. Cosa por cierto era monstruosa de ver entonçes y de oýr agora la estima en su eloqüencia y la infamia en su persona. A toda Roma tenía espantada con sus palabras, y toda Roma y Italia estava escandalizada de sus malignas obras. [45]

Quatroçientos años duró la prosperidad de Roma, y tanto Roma fue Roma quanto huvo en ella simplicidad en las palabras y maiestad en las obras. Una cosa hos diré que haze gran confusión en los bivos y admiración en los muertos: que de todos los antiguos no he leído una palabra liviana que ayan dicho, ni una obra mala que ayan hecho. Qué cosa fue ver aquellos siglos gloriosos tan gloriosos viejos gozar y agora en nuestro siglo corrupto tan corruptos moços tener. Por cierto, yo tengo más embidia a sus hazañas que a nuestras escripturas. Ellos callando y obrando nos dexaron exemplos de admiración, y los sabios de agora dezimos en público y escrevimos en secreto doctrinas de perdición.

Pues por esto que digo y por otro exemplo que diré cognosçeréis lo que siento. Quando el reyno de Acaya sometió sus cuernos peligrosos y su cabeça sobervia a la melena blanda y a las coyundas suaves del Imperio Romano, sacaron de condiçión que querían ser huéspedes de las guarniçiones de toda Asia y no discípulos de los oradores de Roma. A la sazón estava en Roma un embaxador de Acaya, varón por cierto templado en las palabras, honesto en la vida y que tenía la cabeça muy blanca. Preguntado del Senado por qué era tan cruel a su tierra en llevar escuderos cobdiciosos y dexar los sabios cuerdos, respondió con aquel amor que devía a su patria, y con la gravedad que requería tal persona, y aun con la osadía que demandava su officio:

¡O, Padres Conscriptos! ¡O, Pueblo venturoso!, dos días ha que no como y tres noches que no duermo, maldiziendo a los hados que me traxeron a Italia y suspirando a los dioses que me tienen en esta vida, porque está puesto mi espíritu entre la yunque dura y el martillo importuno, a do todo lo veo duro, assí la yunque que se toca como el martillo que sobreviene. La cosa más peligrosa en entre las cosas peligrosas hazer eleción. Costriñísme vosotros que eliga, y mi juizio no lo alcança, y los dioses no me enseñan qué tengo de elegir. Si llevo guarniciones de gentes, son enojosas a las familias; si llevo abogados, son peligrosos a la república. [46] ¿Qué haré? Triste de mí, que lo pido; triste del reyno, que lo espera; y crudos vosotros, que lo mandáis. Pero pues assí es, yo me determino de llevar los que gastan nuestras haziendas y no los que corrompan nuestras costumbres, porque una legión con necessidad affligirá a solo un pueblo, mas un orador con malicia corromperá todo un reyno.

Pues mirad agora, amigos (dixo el Emperador a estos sabios), cómo ha subido el crédito de los ignorantes y perdídose el de los doctos porque quisieron más en Acaya dar de comer a los escuderos pobres que tener por vezinos a los oradores parleros.

Acabada esta plática, partiéronse los cinco ayos con muy gran vergüença y quedaron los nueve con sobrado temor. En todo este tiempo, que fueron dos meses, aún el príncipe Cómmodo no era salido de los amos, porque aquéllos le enseñavan la doctrina que le avían dado la leche, y iuncto con esto era de tierna edad y no de muy delicado iuizio. Este Cómmodo, aunque nasció en Roma en el Monte Celio y fue criado en el puerto de Hostia, fue tan querido de Faustina, su madre, quan aborrecido de Marco Aurelio, su padre. Y, hablando con devido acatamiento, entrambos tenían razón, porque la madre teníase por cierta madre del hijo y el hijo en las costumbres parecía mucho a la madre, y el padre estava en dubda si era su hijo y el hijo parecía poco en las virtudes al padre, etcétera. [47]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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