La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Capítulo XXXV
De lo que Marco Emperador dixo a un senador porque le loava mucho las fiestas del triumpho. Toca cómo son perseguidos los que son de otros muy honrados.


Passadas las fiestas, según dize Sexto Cheronense, díxole un senador, por nombre Albino, aquella noche que se acabó el triumpho: «Señor, alégrate, que razón tienes, pues oy has dado tanta riqueza al erario de Roma, y a tu persona viste oy en el triumpho de gloria, y para los siglos advenideros de ti y de tu casa dexas perpetua memoria.» Oýdas estas palabras, el Emperador respondió en esta manera:

Iusta cosa es, amigo Albino, que al caçador crean en la feroçidad de los animales, y al médico en las propriedades de las yervas, y al marinero en los peligros de las rocas, y al capitán en los sobresaltos de las guerras, y al emperador que triumpha en las embidias que ay de los triumphos. Assí los dioses immortales siempre me vean, y la bendición de mis passados consigua, y los hados malos nunca me hallen, si no ha sido mayor la tristeza que he tenido en estas fiestas que el temor que me ponían las aplazadas batallas. Y la razón de esto está muy clara do los juyzios son claros, porque de las crudas batallas siempre esperé sacar gloria y entre estos regalos temíame de algún revés de fortuna. ¿Qué podía yo perder en las batallas sino la vida, que es la peor cosa que los hombres tienen? Y en estos triumphos siempre temo perder la fama, que es el mayor don que los dioses me dieron. [139]

¡O!, quán bienaventurado es el que pierde la vida si, perdiendo la vida, dexa de sí perpetua memoria. Sienta cada uno lo que sintiere y diga cada uno lo que dixere, que entre los varones heroicos no muere el que pierde la vida y dexa buena fama, ni menos bibe el que tiene mala fama, aunque tenga largos años de vida. Y torno a dezir otra vez que los antiguos philósophos no contavan las vidas de los hombres por los muchos años que avían passado, sino por las buenas obras que avían hecho.

Yo fui muy importunado del Senado quisiese tomar este triumpho, y no sé quál fue mayor, como tú bien lo sabes: su ruego o mi resistençia. ¿Y no sabes por qué? De verdad te digo que no lo hize por no ser ambiçioso de toda gloria, sino de puro miedo de la maliçia humana. En el día del triumpho no es tanto el regozijo que muestran los pequeños quanto la embidia que conçiben los mayores. Pássase aquella gloria en un día, y quédase por todo el año la embidia. Aquel opulento reyno de Egypto, tan dichoso en la sangre de enemigos como en las aguas de Nilo, tenía por inviolable ley que nunca se negase clemençia a los captivos vençidos ni se diese triumpho a los capitanes vençedores. Burlan los caldeos de los triumphos romanos, affirmando que no da tanto castigo el reyno de Egypto al capitán vençido, como da el Imperio Romano al capitán vençedor quando le da el triumpho. Y de verdad tienen razón, porque el triste capitán, aviendo oxeado a los enemigos que Roma tenía en tierras estrañas con su propria lança, en pago de su trabajo le dan a él enemigos en su tierra propria. Yo hos iuraré que todos los capitanes romanos no dexaron tantos enemigos muertos a hierro quantos por embidia cobraron el día de su triumpho. Dexemos los caldeos y tomemos los nuestros antiguos romanos, los quales si oy tornasen al mundo, más querrían ir atados tras los carros como captivos que no ir ençima como capitanes vençedores. Y la causa de esto es porque, viéndolos ir como captivos, aquella miseria movería los coraçones de sus vezinos a que les hiziesen libres, como la gloria de su triumpho los mueve a que sean por ellos perseguidos. [140]

Siempre lo leý en las escripturas, y lo oý de mis passados, y lo vi en mis vezinos: que la abundante felicidad de uno causa cruel embidia en muchos. ¡O, entre quántos peligros están puestos los que con particular honra se quieren señalar entre otros! En los más altos árboles muestran sus fuerças los vientos, y en los sumptuosos edifiçios se precipitan más vezes los rayos, y en las muy nemorosas montañas se embravesçen más rezio los fuegos. Quiero dezir que en aquellos que tiene más encumbrados fortuna, en ellos derrama mayor ponçoña la embidia.

Esto tengan por cierto todos los virtuosos, que quantos más enemigos subiectaren a la república, tantos mayores émulos cobrarán de su fama. Gran compassión es de tener al hombre virtuoso, porque allende de lo que trabaja por ser bueno, quédale una cosa de la qual solamente en la muerte vee el cabo, y es que, quanto él cobra más fama entre los estraños, tanto más le persiguen con embidia los suyos.

Homero cuenta en sus Illíadas que Calviçio, rey de los argivos, era sabio en letras, esforçado en armas, dotado de muchas graçias, amado de sus pueblos y sobre todo gran cultor de sus dioses. Este buen rey tenía por costumbre que en todas las cosas que avía de hazer primero a los templos con sus dioses se yva a consejar. Ni començava guerra contra otros, ni ordenava pragmáticas en su reyno, ni dava respuesta a embaxadores, ni quitava la vida a los malhechores, ni echava tributos sobre sus pueblos sin que primero con muchos sacrificios offreçidos en los templos supiese la voluntad de sus dioses. Y como tantas vezes embiase o él en persona fuese a los oráculos, preguntando qué era lo que allí pedía porque a los dioses en secreto tantas vezes importunava, respondió: «Pido que no me den tan poco con que todos me abatan, ni me den tanto con que todos me aborrezcan, sino un mediano estado con que todos me amen, porque más quiero ser compañero de muchos por amor que rey de todos con embidia.» [141]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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