La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Capítulo XLVIII
De las últimas palabras que Marco dixo a su hijo, y de la tabla de los consejos que antes que espirase le dio, y de lo que se contenía en ella.


Acabadas las encomiendas que el Emperador a Cómmodo, su hijo, encomendó, quebrando ya el alba del día, començáronse a quebrar los ojos, turbar la lengua y temblar las manos. Y como esto el venturoso Emperador sintiese, sacando de la flaqueza fuerça y del desmayo coraçón, mandó a Panuçio, su secretario, fuese a su escriptorio y le traxese una arca grande allí en su presencia, y abriéndola sacó una tabla pequeña que tenía tres pies en ancho y dos en largo. Era de líbano, y al derredor guarnida de olicornio; çerrávase con dos puertas muy sotiles de una madera colorada, que dizen ser del árbol do cría el ave Fénix, que se llama rasín, y que assí como no ay más de una ave Fénix en el mundo, que se cría en Arabia Felix, assí no ay otro árbol en el mundo de aquella manera. De partes de fuera, en una de las tablas estava esculpido el dios Iúpiter, y en la otra la diosa Venus, y de la parte de dentro en las tablas que çerravan estava el dios Mars y la diosa Çeres. En la mesma tabla prinçipal, en lo alto della estava hecho un toro de talla entretallado a maravilla muy al natural. En lo más baxo estava un rey pintado, que dezían ser de mano del muy famoso Appelles, el antiguo pintor. Pues tomando el Emperador la tabla en las manos, apenas podiendo hablar, dixo:

Ya, hijo, vees cómo de los baibenes de la fortuna escapo y en los tristes hados de la muerto entro. No sé para qué [200] los dioses nos criaron, pues ay en la vida tanto enojo y en la muerte tanto peligro. Yo no entiendo a los dioses: ¿por qué tan gran crueldad usaron con las criaturas? Sesenta y dos años he navegado con grandes trabajos por el peligro de esta vida, ¿y agora mándanme desembarcar de la carne y tomar tierra en la sepultura? Ya se desata el argadillo, ya se destexe el ordimbre, ya se corta la tela, ya se me acaba la vida, ya despierto desta modorra. Acordándome de lo que he passado en la vida, no he gana de más vida. Y como no sé el camino por do nos encamina la muerte, rehúso la muerte. ¿Qué haré? Determínome de dexarme en mano de los dioses de mi propria voluntad, pues ha de ser de necessidad, a los quales pido que, si me criaron para algo bueno, por mis deméritos no me priven dello. Ya estoy en el último «vale», y para esta postrera hora te tengo guardada la mayor y más exçellente joya que yo he posseído en mi vida.

Sabrás que en el año décimo de mi imperio se me levantó una guerra contra los parthos, por cuya causa con mi persona propria les huve de dar la batalla. La guerra acabada, víneme por la antigua Thebas de Egypto por ver algunas antigüedades, entre las quales hallé en casa de un saçerdote esta tabla, la qual el día que alçavan a uno los egypçios por rey, luego a la cabeçera de su cama la colgavan. Y dezíame aquel sacerdote averla hecho un rey de Egypto por nombre Ptholomeo Arsáçides, que fue muy virtuoso, y por memoria de aquel, y para exemplo de los otros, la tenían muy guardada los sacerdotes. Yo, hijo, la he tenido comigo, y ruego a los dioses que tales sean tus obras quales en ella hallarás los consejos. Como Emperador, te dexo heredero de tantos reynos, y como padre te doy esta tabla de los consejos. Sea ésta la última palabra, que con el Imperio serás temido y con los consejos de esta tabla serás amado.

Esto dicho y la tabla entregada, bolvió los ojos el Emperador, y por espaçio de un quarto de hora passado espiró. Tornando, pues, a la sobredicha escriptura, estava en aquella [201] tabla, entre el toro y el rey un letrero de letras griegas, quasi por modo de verso heroico, que en nuestro vulgar querían dezir:

Nunca sublimé al rico tyranno, ni aborreçí al pobre iusto.
Nunca negué la iustiçia al pobre ni perdoné al rico por rico.
Nunca hize merçed por sola affectión, ni di castigo por sola passión.
Nunca dexé mal sin castigo, ni bien sin galardón.
Nunca clara iustiçia cometí a otros, ni la obscura determiné por mí.
Nunca negué iustiçia a quien me la pidiese, ni misericordia a quien la meresçiese.
Nunca hize castigo estando enojado, ni prometí mercedes estando alegre.
Nunca me descuidé en la prosperidad, ni desesperé en la adversidad.
Nunca hize mal por malicia, ni cometí vileza por avariçia.
Nunca di la puerta a lisongeros ni las orejas a murmuradores.
Siempre trabajé ser amado de buenos y temido de malos.
Finalmente, favorescí a los pobres que podían poco; fui favoresçido de los dioses que podían mucho.

Aquí acaba el primero libro llamado Áureo, en el qual tracta de los tiempos de Marco Aurelio, Emperador XVII de Roma. Fue traduzido por el Reverendo Padre fray Antonio de Guevara, predicador en la Capilla de la Sacra, Céssarea, Cathólica Magestad.

Finis historiae.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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