La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Carta V
Embiada por Marco Emperador a Torquato, vezino de Gayeta, consolándole en un destierro. No declara la causa por que fue desterrado.


Marco del Monte Çelio, collega en el Imperio, a ti, Torquato, vezino de Gayeta, patriçio romano, salud a la persona y esfuerço contra la adversa fortuna desea.

Avrá tres meses que vinieron tu carta a me traer, la qual ni mis ojos la han podido acabar de leer, ni muy menos a ella responder. Tiéneme tan triste tu tristeza, y tan penado tu pena, y tan lastimado tu lástima, que lo que tú lloras con los ojos de fuera, yo lo lloro con las entrañas de dentro. Bien sé que quanto ay del árbol a la sombra y del sueño a la verdad, tanto ay de oýr los trabajos de otra persona agena a gustarlos la persona propria; mas donde los amigos son verdaderos, entre ellos las penas son communes. Por una cosa son de tolerar los graves infortunios, porque nos declaran quiénes son los verdaderos amigos.

Acá he sabido por tu carta cómo te desterraron de Roma, y proscripto y confiscado toda tu hazienda, y que de pura tristeza estás muy malo en la cama. Yo quisiera yr a ver y consolar tu persona, porque vieras quán de coraçón y voluntad llorava tu desdicha. Pero si me tienes por verdadero amigo, cree de mí lo que creería de ti, y es quán de veras siento este tu triste caso. Poc çierto, si tú estás desterrado en el cuerpo, yo lo estoy en el coraçón; y si a ti tomaron la hazienda, a mí me robaron la buena compañía; y si tu caresçes de tus amigos, yo moro entre mis enemigos. Pero pues no puedo remediar tu destierro con obra, quiero a lo menos consolar tu spíritu con alguna palabra. [233]

Si no me engaña mi memoria, jamás te vi contento en esta vida, porque en la prosperidad estavas empalagado y en la adversidad tenías siempre hastío, y lo que más agora siento es verte desesperado como si agora vinieses al mundo. Y torno a dezir que, si no me engaña mi iuyzio, treinta y dos años te cognosçí en gran gloria ¿y agora quéxaste de seis meses que ha buelto su rueda fortuna? ¡O!, Torquato, ¿y agora sabes tú que los hombres cuerdos más temen dos días de prosperidad que dozientos de adversa fortuna? ¡O, quántos y quántas vezes y en quántas çiudades tú y yo hemos visto de sus prosperidades escapar con cargos agenos, viçios proprios y enemistades estrañas, de manera que la gloria vana y prosperidad caduca les duró pocos días y la lástima de lo que perdieron y las crudas enemistades que cobraron les dura hasta oy en sus herederos! Por el contrario, vemos a otros metidos a somorgujo de las tribulaçiones, los quales escapan despojados de viçios, enforrados de virtudes, émulos de lo malo, zeladores de lo bueno, amigos de todos y enemigos de ninguno. ¿Qué más quieres que te diga, sino que los dichosos son vençidos en la paz y los desdichados vienen vençedores de la guerra? Pues parésçeme a mí, si te paresçe a ti, ¡o, mi Torquato!, que no menos neçessidad tienen de buen consejo los prósperos muy prósperos que de remedio los tristes muy tristes, porque no menos se cansan los que siempre van camino llano que se quebrantan los que a vezes suben cuesta arriba.

Por tu letra cognosçí cómo al tiempo que esperavas mayor descanso en tu persona te ha succedido más al revés la fortuna. No te espantes de esto, ca puesto que toda mudança nueva cause nuevo desasosiego en lo presente, empero es causa de mayor firmeza en lo futuro. Por çierto el árbol no da tanto fructo donde nasçe como donde se traspone, y los olores tanto son más odoríferos quanto más molidos. Dime, te ruego: morando tú en el mundo, siendo hijo del mundo y amando el mundo, ¿qué esperavas tú del mundo sino cosas del mundo? Mundo fue siempre, mundo es agora, mundo será y como mundo a sus mundanos tractará. Si cognosçieras a ti y a tu flaqueza; si cognosçieras a la fortuna y a su mudança; si cognosçieras a los hombres y a sus maliçias; si cognosçieras al [234] mundo y a sus halagos, alçáraste a tu mano con honra, y no dispidieran ellos con infamia. ¡O, quán desarmados esperamos a la fortuna! ¡O, quán sin reçelo passamos la vida! ¡O, quán sin cuydado tomamos el sueño! ¡O, quán abobados nos fiamos del mundo!; porque assí fiamos de su palabra como si jamás huviese hecho a ninguno ninguna burla.

Yo no digo que lo oýmos con los oýdos, ni lo leýmos en los libros, sino que lo vemos cada día con nuestros ojos, a unos hombres resbalar y perder la hazienda, a otros tropeçar y perder el crédito, a otros caer de ojos y perder la honra, a otros atollar y perder la vida; ¿y con esto piensan todos ser libres por privilegio adonde jamás ninguno fue privilegiado? ¡O!, mi Torquato, de una cosa soy çierto, y tengan todos por averiguado: que son de tan mala yazija los hombres de quien nasçimos, y es tan fiero animal el mundo con quien bivimos, y es tan enconada serpiente la fortuna con quien tractamos, que acoçeados de sus pies, o mordidos de sus dientes, o arañados de sus uñas, o enconados de su ponçoña, ninguno toma la muerte ni menos passa la vida. Y si acaso vieres alguno passar larga vida sin aver algún revés de fortuna, no le tengas invidia, que no es por su dicha, sino por su mayor desdicha.

Es el mundo tan maliçioso, que allí aguarda armarle la çancadilla, adonde después le derrueque con mayor lástima. Más aýna mueren los muy sanos con enfermedad de pocos días que los muy flacos con mal de muchos años. Esto digo porque yo tengo por más seguro el hombre mísero, pues no puede passar sin miseria, que los trabajos guste poco a poco, y no que los trague todos iunctos. Muchas cosas se comen a pedaços, las quales ahogan comidas iunctas, porque diversos trabajos suffrimos en diversos días, los quales todos nos acabarían en un día. Pero pues los dioses lo quisieron permittir y en tu desdicha huvo de caer que el río saliese de su madre, y lo que pensavas tener más seguro a ti y a ello hallases en mayor peligro, appliquémoste algún socroçio porque no pierdas la fama buena, pues has perdido la hazienda mala.

Dime, te ruego, Torquato: ¿por qué te quexas como enfermo? ¿Por qué das bozes como loco? ¿Por qué sospiras como [235] desesperado? ¿Por qué lloras como niño? ¿Subiste por el rebentón y quéxaste porque te cansas? ¿Envestístete por las çarças y querellas que te rompen las ropas? ¿Caminas por las piedras y lloras porque tropieças? ¿Quesístete enriscar y pensavas de no caer? ¿Assentaste con el mundo y pensavas ser librado en el çielo? ¿Quieres tú salvoconducto de la fortuna, enemiga de muchos, no te lo podiendo dar naturaleza, que es madre de todos?

Una cosa te quiero preguntar: ¿prometerte ha para siempre la mar seguridad, el çielo serenidad, el verano nieves, el invierno flores? No, por çierto. ¡O!, mi Torquato, lo que no te puede prometer naturaleza, tu piadosa madre, ¿pensavas que te lo avía de dar la fortuna, que es tu iniusta madrastra? Esta regla ten por çierta, y jamás la pongas en olvido, que todos los cursos naturales son subiectos a mudança cada año y todos los mundanos que rastrean tras la fortuna han de padesçer eclypsi cada momento. Pues los bienes naturales no pueden estar siempre en un ser, siendo neçessarios, iusta y iustíssima cosa es que los bienes de fortuna perezcan, pues son superfluos. Muy iniustos fueran los dioses iustos si lo que es en daño de tantos hizieran perpetuo y lo que es en provecho de todos lo criaran caduco.

No quiero hablar más de tu prosperidad en el tiempo passado, sino que vengamos agora al destierro que padesçes en el tiempo presente. La sospechosa fortuna, quando a tu puerta hazía almoneda, ella sabiendo lo que vendía, y tú no lo que compravas, diote lo caro barato y lo barato vendióte muy caro; diote lo agrio por dulce y lo dulçe tornóte agrio; lo malo te dio por bueno y lo bueno te tornó malo; y finalmente engañóte en el iusto preçio, tú no pensando que te hazía daño. Y puesto que ella fue maliçiosa en el vender, no menos fuiste tú neçio en el comprar, quánto más que en la tienda de la fortuna es sospechosa toda mercadería. ¡O!, tristes de nosotros, que no se venden sino mentiras en esta feria, y no se fían sino sobreprendas de nuestra fama, y no se pagan al fin sino con el escote de nuestra vida, y lo que es de mayor lástima, sabiendo todos que contigo, ¡o, fortuna!, han de perder todos a porfía de ti, ¡o, maldita!, quieren comprar. [236]

Espantado me tienes, Torquato: teníate yo por cuerdo y sabio, y agora pregónaste por loco perdido. Por çierto, quando te vi que eras moço en Gayeta, yo te iuzgué ser digno de la governaçión de Roma, y agora que eres viejo no meresçes sino que te echen en una galera. ¡O, quánto ay que cognosçer en un hombre: no ay cabeços de altas sierras que con los pies no se coçeen, ni ay tan profunda mar que al fin con plomo no la aplomen, y el coraçón de un hombre en çien años no ay quien le alcançe! Dime, ruégote: ¿qué esperavas tú de la fortuna después de tanta fortuna? ¿Viniendo en el mundo pensavas ser immundo? Anden y anden los hijos de la vanidad, que al fin sus deseos desordenados no quitarán al mundo sus ruindades antiguas. Lo que no hizo fortuna con los que ella sublimó hasta los çielos, ¿esperavas tú que lo haría contigo abatido hasta los abismos? ¡O, loco Torquato, ¿pensavas tú de yr por la mar sin peligro, comer carne sin hueso, bever vino sin hez, andar camino sin piedras, comprar trigo sin paja? Quiero dezir: ¿pensaste cobrar hazienda mala sin detrimento de tu fama buena y sustentar fama buena sin perder la hazienda mala? Querría saber de ti qué es lo que esperavas, pues al mundo tanto tiempo rostro hazías. Treinta y dos años estuviste en su graçia; tiempo era ya que huvieses tú y ella alguna renzilla.

A Bello, Rey de los assyrios, no esperó sino siete años prosperidad; a la Reyna Semíramis, solos seis; a Labello, Rey de los laçedemonios, çinco; a Lucreto, Rey de los caldeos, quatro; a Alexandro, Rey de los griegos, tres; a Amílcar, el gran carthaginense, dos; al nuestro Cayo romano, uno solo; y a infinitos antes y después de éstos no les dio alguno. Pues siendo tú el más ascondido por linaje, el más boto por ingenio, el más poco en persona, el más obscuro en fama, el más ínfimo en mérito; y con todo esto sublimóte la fortuna, pues ¿por qué te quexas de la fortuna? Si tú fueras cuerdo, en todos treinta años nunca comieras sin cuidado, ni hablaras sin sospecha, ni dormieras sin sobresalto, pensando en lo que tú podías errar, y en lo que la fortuna te podía empeçer, o en lo que los hombres malignos te pueden engañar. Quien tantos tiempos y de tantos enemigos estava çercado, yo no sé cómo [237] podía un momento tomar el sueño seguro. ¡O!, Torquato, Torquato, tiene tantos despeñaderos el mundo, y sabemos tan mal tenernos en ellos los mundanos, que apenas somos caýdos quando de pies y manos como esclavos nos tiene atados. Y porque, aunque queramos, no podamos soltarnos, embosca nuestras personas en viçios, esfuerça nuestros nervios a males, desmaya nuestros coraçones en las virtudes, y finalmente, echando a nuestra ánima pasmo y a nuestro iuyzio modorra y a nuestro gusto mudándole el gusto, permitten que nuestros males con un cruxido como bestias los mostremos sentir; pero no como los hombres los osemos dezir. Y que esto sea verdad, ¡o, quántos vemos saberse perder! y ¡o, quántos y quántas saberse quexar, y jamás ninguno se sabe valer!

Estas pocas cosas te he escripto porque de aquí adelante bivas con mayor cuidado. El potro que me embiaste sale muy bueno; el podenco vino bueno, sino que está todo sarnoso; la ternera era muy gorda, y yo quisiera que la comiéramos luego, y mi Faustina porfió a guardarla, y pienso se la hurtaron de la huerta. Aý te embío unos dos mill sextercios para socorro de tus trabajos. En lo que toca a tu destierro, avida oportunidad, yo lo despacharé en el Senado. La consolaçión de los dioses y el amor de los hombres sea contigo, Torquato; la assechança de los malos y la ira de las furias se aparten de mí, Marco. Mi Faustina te saluda, y de su parte y de la nuestra a tu suegra y muger nos encommienda. Marco desde Roma escrive a ti, Torquato de Gayeta. [238]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

<<< Carta 4 / Carta 6 >>>


Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
© 1999 Fundación Gustavo Bueno (España)
Proyecto Filosofía en español ~ www.filosofia.org ~ pfe@filosofia.org