La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Carta VI
De Marco Emperador embiada a Domiçio, vezino de Capua, consolándole en un destierro, el qual fue desterrado por un ruido que se levantó en Roma entre él y otro vezino sobre un cavallo.


Marco, orador romano y oriundo del Monte Celio, a ti, Domiçio Capuano, salud y consolaçión en los dioses consoladores.

El invierno erizado ha levantado en esta tierra muy gran viento, y el gran viento ha despertado muchas aguas, y las muchas aguas han causado muchas humidades, y las muchas humidades crían muchas enfermedades, y entre todas las enfermedades de esta tierra, es una la gota de mi mano y la çiática de mi pierna. Por la salud de mi Faustina, que ni puedo andar ni menos escrevir. Dígolo porque no puedo escrevirte tan largo como lo requería el caso, y aun lo meresçía tu meresçimiento y lo deseava mi deseo.

Dicho me han que por occasión de un cavallo reñistes tú y Patriçio, tu vezino, y a ti desterraron de Capua y a él pusieron en la cárçel mamortina. Confiscáronte los bienes, desterráronte los hijos y derrocáronte la casa; y sobre todo quitaron de senador a tu nieto y a ti privaron por diez años del Senado. Dízenme que estás tal, que de día lloras, de noche velas; en compañía mueres, con la soledad descansas; aborreçes el plazer, amas la tristeza. Y no me maravillo, porque los coraçones tristes llorando biven y riendo mueren. Gran dolor tengo por verte perdido, pero muy mayor por tan poca cosa averlo perdido, que por un cavallo se levantase tan gran ruido y se perdiese todo tu estado. [239]

¡O, quán varia es la fortuna, y en quán poco acontesçe una desdicha! Delante los ojos traemos los males y no los vemos, con las manos los palpamos y no los sentimos, so los pies los traemos y no los cognosçemos, a la oreja nos hablan y no los oýmos, dannos muchas bozes y no los entendemos; y esto es porque no queremos. Finalmente, entonçes sentimos el peligro quando ya no lleva remedio. Por çierto, con pequeño ayre se derrueca la fruta, con pequeña çentella se abrasa la casa, con pequeña roca se hiende la nao, en pequeña piedra se lastima la espenilla. Quiero dezir: muchas vezes de lo que no teníamos miedo nos nasçió todo el peligro. En la fístola çerrada, que no abierta, pone peligro el çirugano; en los baxos profundos, que no en las altas olas, se teme el piloto; y de la celada secreta, que no de la vandera pública, se recata el buen guerrero. Quiero dezir que no de los estraños, sino de los suyos; no de los enemigos, sino de los amigos; no de la guerra muy cruda, sino de la paz más segura; no del público daño, sino del occulto peligro se deve guardar el hombre cuerdo.

¡O, quántos hemos visto que en los desastrados casos de la fortuna la fortuna no los pudo derrocar y a poco tiempo, por estar descuidados, con gran ignominia les hizo caer! Pregunto: ¿qué quietud puede tener la persona, ni quién se fiará jamás de la próspera fortuna, pues por una cosa tan liviana vimos tan gran ruido en Roma y tanta perdiçión en tu casa? Viendo lo que veo, ya ni quiero temer a los ventisqueros de los trabajos, ni creer a la serenidad de los plazeres; ni me espantarán sus truenos, ni me creeré de sus halagos; ni quiero plazer por lo que da, ni pena por lo que quita; ni velaré porque me diga verdad, ni me desvelaré porque diga mentira; ni reiré porque me quiera, ni lloraré porque me despida. Y si no sabes la causa de esto, pues oye; yo te la diré. Es nuestra vida tan dubdosa, y la fortuna tan repentina, que ni siempre hiriendo amenaza, ni siempre amenazando hiere. El hombre cuerdo, ni ande con tanta çoçobra, que piense a cada baibén caer, ni biva tan descuidado, que no piense aun en lo muy llano tropeçar, porque la falsa fortuna muchas vezes frecha y no hiere, y otras hiere y no frecha. [240]

Créeme una cosa, Domiçio, que aquella parte de la vida es más peligrosa que el mucho descuido la haze segura. ¿Quieres ver esto ser verdad? Mira a Hércoles, que escapó de tantos peligros por mar y por tierra, y después vino a morir a manos de una su amiga. Laomedón no peligró sobre Troya y matáronle en su casa. El muy venturoso Alexandro no murió guerreando toda la tierra y acabóle un poco de ponçoña. El animoso Cayo César libróse de cinqüenta y dos batallas, y después, assentado en el Senado, le dieron veinte y tres puñaladas. Asclipio, medio hermano de Pompeyo, no peligró que anduvo veinte años por la mar cossario, y después se ahogó sacando agua de un pozo. Diez capitanes que tuvo Scipión consigo en Áphrica, los quales por aquellas venturosas guerras sospecharás qué tales fuesen sus personas, por çierto burlando en una puente cayeron y todos iunctos se ahogaron. Drusio el Bueno, aviendo vencido a los parthos, el día de su triumpho yendo en el carro, cayó una teja que le hendió la cabeça, de manera que aquella gloria vana fue fin de su vida buena.

¿Qué más quieres que te diga? Bien sabes que a Luçía, mi hermana, teniendo una aguja en los pechos y un hijo en los braços, dando el niño una puñada burlando a la madre, por aquella parte açertó entrar el aguja por donde sacó el alma a la madre. Heneo Rupino, cónsul, destinado contra los germanos (el qual, aunque fue en nuestros tiempos, en esfuerço y armas no le sobrepujó alguno de los passados), peynándose sus canas el buen viejo, metiósele una brizna por la cabeça y hizósele una postema, por cuya occasión se acabó su vida honrada por una occasión tan pequeña.

¿Qué te paresçe, Domiçio, que como digo de estos pocos, te podría traer otros por exemplo infinitos? ¿Qué infortunio después de tanta fortuna? ¿Qué ignominia después de tanta gloria? ¿Qué desdicha después de tanta dicha? ¿Qué descante tan malo de muerte después de prinçipio tan bueno de vida? Yo siendo ellos no sé qué me querría, pero ellos siendo yo, antes eligiría trabajosa vida y honrosa muerte que mala muerte y honrada vida. De mi paresçer, el que quiere ser hombre entre los hombres, y no bestia entre las bestias, deve [241] trabajar mucho por bien vivir y muy mucho por mejor morir, porque al fin al fin la muerte mala pone dubda en la vida buena, y la muerte buena es escusa de la vida mala.

Ya te escreví en el prinçipio de la carta que con estas humidades me maltractava la gota, y por satisfazer a tu deseo quisiera escrevirte más largo de mi propria mano. Dos días ha que pelean el amor que tengo y el dolor que me tiene. Mi voluntad te desea escrevir y mis pulgares no pueden la péñola tomar. El remedio de esto es que, pues yo no puedo lo que quiero como tuyo, quieras tú lo que yo puedo como mío. Mi Faustina te saluda, y con mis males no anda bien dispuesta. Hanle dicho que se te paresçe mucho la herida de la cara. Ay te embía un peso de bálsamo porque no se parezcan los puntos della. Si hallares almendras verdes y nuezes quajadas y nochizos de campo, Faustina te ruega se las embíes de este camino. Hállome con pocos dineros: aý te embío una ropa y a tu muger una saya. No más, sino que ruego a los dioses te den lo que yo deseo para ti y a mí den lo que tú deseas para mí. Y aunque por mano agena, escrívote de coraçón proprio. [242]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

<<< Carta 5 / Carta 7 >>>


Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
© 1999 Fundación Gustavo Bueno (España)
Proyecto Filosofía en español ~ www.filosofia.org ~ pfe@filosofia.org