La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Carta VII
Embiada por Marco Emperador a Claudio y Claudina porque, siendo viejos, bivían a manera de moços. Es letra de notar.


Marco del Monte Çelio, a vosotros, Claudio y Claudina, marido y muger, moradores en mi barrio, salud vos desea y esta carta vos embía.

Por çierto, amigos, que me sois en cargo, porque a todos los que vienen pregunto de vuestras personas y a todos los que van doy para vosotros encomiendas. Si de mí sois bien queridos, preguntadlo a vuestros coraçones; y si en vuestro pecho estoy por sospechoso amigo, yo me doy por condemnado. El crudo olvido que puede causar mi absençia, espero que le desterrarán las muy buenas obras que resçebistes allá de mi persona. Si en alguna cosa hos he tractado mentira, en ninguna cosa hos pido me tractéis verdad; pero pues siempre hos fui buen vezino, si mi honra allá hos huviere menester, sedla buenos amigos. El que de coraçón ama, ni en absençia olvida, ni en presençia se descuida.

Cayo Furión, tan amigo mío como pariente vuestro, passando que passava a Alexandría, me dixo muchas cosas de allá de Roma, y entre las otras cosas fue una, la qual me causó mucha risa quando la oý y no menor lástima quando en ella más pensé. Algunas cosas luego luego tomamos en burla, que después, bien rumiadas, nos acarrean mucha pena. Dízenme que estáis muy viejos al paresçer de todos, y muy moços a juizio vuestro; y que assí hos vestís de nuevo como que huviésedes de yr al tálamo; y quando hos honran por viejos hos mostráis muy enojados; y que en ver correr los pallios [243] no sois vosotros los postreros; y que no ay liviandad en Roma que no se registre en vuestra casa; y assí hos dais a plazeres como quien nunca espera pesares. Y finalmente, quando hos avíades de alçar a vuestra mano, entráis a soldada de nuevo al mundo.

Por çierto, amigos y vezinos, hablando con devido acatamiento, yo tengo gran vergüença de vuestra desvergüença, y no poca pena de vuestra mucha culpa. Muchas culpas ay que, aunque sean graves, el descante de sus desculpas las hazen leves; y otras, aunque sean pequeñas, por no les hallar corte de desculpa se hazen graves. Por los dioses hos juro que a vuestras culpas yo no hallo una occasión con que las escuse, aunque veo hartas con que las condemne. Por eso, mandadme perdonar que, si no fuere tan recatado en el hablar, no es mucho, pues vosotros no lo sois en el bivir. Por çierto, yo no niego que tú, Claudio, no ayas sido muy suelto en tu persona, y tú, Claudina, muy hermosa en la cara, y que a tus fuerças tengan embidia muchos, y a tu muger deseavan para sí todos. Pero pregunto a la moçedad del uno y a la hermosura del otro: ¿qué tenéis de la vanidad passada y qué galardón esperáis en la estrecha sepultura? ¡O, bobos, bobos!, ¿y agora sabéis que buela el tiempo sin mover las alas, camina la vida sin alçar los pies, esgrime la fortuna sin mover los braços, se despide el mundo sin dezirnos nada, se consume la carne sin que nadie lo sienta, se passa nuestra gloria como si nunca fuera, y finalmente nos saltea la muerte sin llamar primero al aldava?

Por çierto es impossible de la sangre hazer nervios, de las venas hazer huesos, del despeñadero hazer camino, de lo possible hazer impossible, y de lo impossible hazer possible. Quiero dezir que ninguno piense que la flor muy verde de la iuventud no se ha de tornar marchita en la vejez. ¡O!, mundo, ¡y cómo eres mundo! Es tan poca nuestra fuerça y tan grande nuestra flaqueza, que tú lo queriendo y nosotros no te resistiendo, en el golfo más peligroso nos engolfas, y en las breñas más espesas nos emboscas, y por las sendas más çerradas nos descaminas, por los caminos más pedregosos nos adiestras. Quiero dezir que en los riscos de mayores favores [244] nos enriscas, porque de allí con un puntapié después nos despeñes. ¡O!, mundo, en el qual todo es mundo: çinqüenta y dos años ha que en ti nasçí, en los quales todos nunca me dixiste una verdad y tométe en diez mill mentiras; nunca cosa te pedí que no me la prometieses; nunca cosa me prometiste que jamás tú me la dieses; nunca contigo tracté que no me engañases; jamás a ti me llegué que no me perdieses; nunca vi en ti cosa por que te huviese de amar; y todo quanto en ti vía era digno de aborresçer. Y con todo esto no sé qué ay en ti, ¡o, mundo!, o qué falta en nosotros, tus mundanos, que si nos aborreçes, no te sabemos aborresçer; si nos riñes, sabemos dissimular; si nos acoçeas, querémoslo suffir; si nos das de palos, querémoslo callar; aunque nos despides, no nos queremos ir; y lo peor de todo: queremos más servir a ti de balde y con trabajo, que a los dioses con premio y descanso.

Por los immortales dioses iuro que muchas vezes hago cuenta con mis años del tiempo passado, otras vezes rebuelvo mis libros para ver lo que he leído, y no menos alguna vez pregunto a mis amigos porque me den algún consejo, y es por saber en qué está esto que quiero dezir. Estando yo leyendo en Rhodas rhetórica, teniéndome allí Hadriano, mi señor, siendo de edad de veinte y un años, mi carne iuvenil no menos flaca que tierna, puesta en aquella primera vera, hallóse en soledad, y la soledad con la libertad olieron al mundo; y oliéndole, sentíle; y sintiéndole, seguíle; y siguiéndole, alcançéle; y alcançándole, asíle; y asiéndole, probéle; y probándole, gustéle; y gustándome, amargóme; y amargándome, aborreçíle; y aborreçiéndole, dexéle; y dexándole, tornóse; y tornándose, reçebíle. Y de esta manera, çinqüenta y dos años de un pan hemos comido y en una casa hemos morado. Quando yo le vía bravo, servíale; quando él me vía triste, regalávame; quando yo le vía próspero, pedíale; quando él me vía alegre, engañávame; y así nos estamos hasta oy, sin él me despedir ni querer yo dél ser despedido.

¡O, mundo!, tienes tanto tino en tus desatinos, que nos traes a todos desatinados. Después que nos dexamos prender, jamás nos quieres soltar; si a dicha sacamos el pie del çepo, échasnos luego los grillos; y si acaso limamos los grillos, préndesnos con [245] las esposas. Quiero dezir que, aunque el camino sea estrecho, la senda fragosa, la iornada larga y la carne flaca, jamás están nuestros cuerpos sino cargados de viçios y nuestros coraçones llenos de cuidados. De una cosa estoy maravillado, y no puedo tomarme tino, y es ésta: sin que ninguno nos constriña, ni interesse alguno nos vaya, podiendo ir por la puente, arrodeamos por el vado; estando el vado seguro, nos aventuramos al golfo; estando el camino seco, nos ymos por los trampales; teniendo manjares de vida, buscamos ponçoña de muerte; iuramos de nos perder, podiendo bien açertar; sin interesse cometemos la culpa, viendo venir con ella la pena. Y finalmente, porque nos tengan por buenos assestamos en el blanco de las virtudes y desarmamos en el terrero de los viçios.

Una cosa te quiero confessar, y aunque sea en infamia mía, por ventura en los siglos advenideros será en provecho ageno. En çinqüenta y dos años de mi vida yo he querido probar todos los viçios de esta vida por ver si ay en qué se satisfaga la maliçia humana. Y después de todo esto visto, hallé que, quanto más como, me muero de hambre; quanto más bevo, tengo más sed; quanto más huelgo, más me quebranto; quanto más duermo, estoy desvelado; quando más tengo, estoy cobdiçioso; quanto más busco, mucho menos hallo; y finalmente, jamás pené por cosa que después no me empalagase y luego de otra appetito no tuviese. Ninguno piense mientras bive en la carne satisfazer a la carne. Poder podrá ella quitarnos la vida, mas nosotros no a ella su desordenada cobdiçia. Yo querría mucho saber de los dioses por qué hizieron finitos a nuestros días e infinitos a nuestros malos deseos. ¡O!, dioses crueles, ¿qué es esto? ¿Nunca avemos de passar un día bueno de vida, sino que en gustaduras de esto y de aquello se nos ha de passar la vida, y que sobre todo sea un sueño la vida y el despertador della sea la muerte? Sepan los que no lo saben que el mundo toma nuestro querer, y nosotros de voluntad se le queremos dar, y tomado nuestro querer, dél haze el nuestro no querer. Y porque no nos resabiemos, loa que loemos el tiempo passado, con tal que bivamos en el tiempo maldito presente. Para las virtudes ponemos buenos deseos, con tal que para los viçios se queden todas las nuestras obras. [246]

Esto todo he dicho por vosotros, Claudio y Claudina, que quando de setenta años no queréis salir de la cárçel del mundo, teniendo los pies podridos de los grillos, ¿qué esperaremos de los moços de veinte y çinco años? Si no me engaña mi memoria, quando yo allá estava, teníades nietos casados y visnietas desposadas. Pues paréçeme a mí que, venidas las guindas, no deven ya tener sazón las çerezas; y quando se ençierra el mosto nuevo para los hombres, echan el borujo seco a los muradales. No penséis, amigos, que se suffre tener muchos nietos en casa y pocos años la persona, porque pocas vezes vemos flor y fruta estar iuncta, sino, quando tiene sazón lo uno, está marchito lo otro.

Estado he pensando entre mí qué es lo que vosotros podríades aver hecho para acortar los años y paresçer moços, y no sé otra razón sino que, quando casastes a Lamberta, vuestra hija, con Drusio, y a Macrina, la nieta, con Lamberto, que todos eran muy mochachos, y como hos sobrava edad y hos faltava hazienda, que les distes a cada veinte años de los vuestros en lugar de los dineros del dote. Y de esta manera descargásteshos de años proprios y cargásteshos de dineros agenos. No menos me ha passado por el pensamiento que como paño corto en manos de texedor falso hos avéis puesto en tirador y percha para tirar y alargar la vida. Si fuésedes çerapez de çapateros blanda, que tirando se haze corteza, bien sería; mas vosotros no sois sino fruta de avellanos y muy livianos, que de fuera está muy seca y de dentro carcomida. Por el amor que hos tuve, y por la vezindad que me tuvistes, mucho quisiera, amigos, como hos cognosçí moços y muy moços, cognosçeros viejos muy viejos (no digo en la edad que hos sobra, sino en el seso que hos falta).

¡O, Claudio y Claudina! Hágohos saber que sustentar la moçedad, deshazer la vejez, y alargar la vida, y oxear la muerte no es en mano de los hombres que lo desean, sino en la de los dioses que lo dan, los quales según su iustiçia, y no nuestra cobdiçia, nos dan la vida por peso y la muerte sin medida. ¿Vosotros no sabéis que nuestra naturaleza es corrupçión de nuestro cuerpo, y nuestro cuerpo es mollidor de nuestros sentidos, y nuestros sentidos son alcaydes de nuestra ánima, y [247] nuestra ánima madre de nuestros deseos, y nuestros deseos verdugos de nuestra iuventud, y nuestra iuventud atalaya de nuestra vejez, y nuestra vejez espía de nuestra muerte, y la muerte mesón de nuestra vida, en la qual la moçedad se nos va por pies y de la vejez no podemos huir cavalgando? Pregúntohos una cosa: ¿qué halláis en la vida porque hos contente la vida después de ochenta años de vida? O vosotros avéis sido buenos o malos: si buenos, no temáis ir a gozar con los dioses buenos; si malos, también desead la muerte porque no seáis más malos; y si no, iustamente hos pueden matar por iustiçia, ca el que en setenta años ha sido de mala vida no espere jamás su emienda.

Quando el gran Pompeyo y el animoso Julio Cayo se enemistaron y en muy crudas guerras civiles vinieron, en las quales a Roma infamaron y a sí mesmos perdieron, cuentan los Annales de sus tiempos que vinieron en favor de Julio los de Occidente, y en socorro de Pompeyo toda Oriente, entre los quales vinieron una gente bárbara, moradores a las otras vertientes de los montes Ripheos que corren a la India. Tenían estos por costumbre que, quando llegavan a edad de çinqüenta años, hazían grandes hogueras de fuego y allí se quemavan bivos y se sacrificavan a los dioses, y aquel día los parientes y hijos hazían gran fiesta y comían las carnes medio quemadas y bevían en vino los polvos de los huesos. Fue visto esto todo por los ojos de Pompeyo porque algunos complieron los çinqüenta años en su campo.

¡O, siglo dorado, que tales hombres tuvo! ¡O, gente bienaventurada, que en todos los siglos advenideros dexaron de sí tal memoria! ¿Qué menospreçio de mundo, qué olvido de sí mesmos, qué acoçear de fortuna, qué açote para la carne, qué en poco tener la vida, quán en menos tener la muerte pudo ser mayor? ¡O, qué freno para viçiosos, qué espuelas para virtuosos, qué confusión para los que aman la vida y qué exemplo para no temer la muerte nos dexaron! Pues estos menospreçiavan la vida propria, por çierto bien es de pensar que no morirían por tomar hazienda agena.

De pensar que nunca ha de aver fin nuestra vida jamás ha fin nuestra cobdiçia. ¡O, gloriosa gente y diez mill vezes [248] bienaventurada!, que, dexada la sensualidad y vençido el natural querer bivir, no creyendo a lo que víades, teniendo la fee en lo que nunca vistes (como quien no dize nada) fuistes a los hados a la mano, salístesle a la fortuna al camino, distes çancadilla a la vida, hurtastes el cuerpo a la muerte, ganastes honra con los dioses, no que hos alargasen más vida, sino que tomasen lo que hos sobrava de vida. Archagato, çirujano, y Antonio Musa, médico, y Esculapio, padre de la medicina, pienso que poco ganaran en aquella tierra. ¿Quién mandara aquellos bárbaros xaroparse a la mañana, tomar píldoras a la noche, serenar sueros, tomar ordiates, untar el hígado, hazer lavatorios, sangrarse oy y purgarse mañana, comer de una cosa y abstenerse de muchas? No es de creer que quien de balde buscava la muerte diera dineros por alargar la vida. Pues parésçeme que aquellos de çinqüenta años, y vosotros de ochenta, si sois mayores en la edad, que a los menos seáis iguales en la cordura, y si no quisiéredes tomar la muerte dulce, a lo menos emendad la vida mala.

Acuérdome avrá muchos años que Fabriçio, nuestro vezino, me tenía armada una burla, de la qual, si vosotros no me desengañáredes, se me siguiera mucha deshonra; y, pues entonçes me hezistes tan buena obra, querríahoslo pagar en la mesma moneda. Hágohos saber, si no lo sabéis, pobres viejos, que estáis ya tales, que tenéis los ojos lagañosos, las narizes húmidas, los cabellos blancos, el oýr perdido, la lengua torpe, los dientes caídos, la cara arrugada, los pies hinchados, las espaldas corcobadas y los pechos ahogados; finalmente, si supiese hablar la sepultura, como a caseros suyos hos podía pedir por iustiçia viniésedes a poblar su casa. Por çierto gran compassión es de tener a la iuvenil ignorançia, porque entonçes se le abren los ojos para cognosçer los infortunios de esta vida quando es tiempo ya de çerrarlos y entrar en la sepultura. Y de aquí viene que en vano a los moços vanos damos consejo, porque la iuventud es sin experiençia de lo que sabe, sospechosa de lo que oye, incrédula de lo que le dizen, menospreçiadora del ageno consejo y muy pobre del suyo proprio. Pero yo hos digo, Claudio y Claudina, amigos, que yo hallé sin comparaçión no ser tan mala la ignorançia que [249] tienen de lo bueno los moços como la obstinaçión que tienen en lo malo los viejos. Malo es no saber lo que el hombre deve y puede saber, pero muy peor es tener el saber del sabio y la vida del bruto. ¡O, cuitados de viejos, que olvidándohos a vosotros mesmos corréis por postas la vida y nunca miráis qué avéis de ser hasta que sois lo que no querríades sin poder tornar atrás!; y de aquí viene que lo que hos falta de la vida queréislo supplir con locura. Pues despertad los que en el sueño estáis ahogados, abrid los adormeçidos los ojos, acostumbrad bien a obrar los vagabundos, aprended lo que hos cumple los simples, y finalmente conçertahos de espaçio con la muerte antes que hos haga execuçión en la vida.

Çinqüenta y dos años ha que me conosçen y conosco a los de este mundo, que jamás conosçí vieja cargada de tantos años, ni viejo tan podridos los miembros, que no tuviesen el coraçón sano para pensar ruindades y la lengua entera para dezir mentiras. Mirad, pobres viejos, parésçeme que, pues es passado el verano, alçéis con tiempo de heras; y si hos queda poco del día, hos deis priesa a tomar posada. Quiero dezir que si el día passastes en la mar con peligro, la noche de la muerte hos tome en puerto salvo. Las burlas passen por burlas y las veras tomemos por veras, conviene a saber: que si hos conosçimos moços atrevidos, hos vean ya todos viejos muy retraídos. Quando el cavallero passa la carrera, no le culpan que el cavallo lleve descrinadas las crines; mas, llegado ya a su puesto, justo es que adereçe su cavallo. Y no hos engañe lo que suele engañar a muchos, y es que por eso seréis tenidos porque tenéis muchos dineros. Bien creo yo que os seguirán muchos y hos ternán embidia todos, pero creedme, que al fin al fin la honra antes se da al moço pobre y virtuoso que al viejo rico y viçioso. Poder podrá el rico ser más tenido de pobres y acompañado de cobdiçiosos, mas el pobre y virtuoso será más amado y menos aborresçido.

¿Qué mayor confusión puede ser a la persona, ni igual afrenta a nuestra madre Roma, que ver por las plaças y cantones no menos ruar los viejos que se caen de podridos como los moços que agora çiernen para pámpanos? ¿Qué cosa es ver los viejos de nuestro tiempo componer las canas, hazerse [250] a menudo la barba, traer el çapato muy iusto, la calça assaz estirada, la camisa muy descubierta, el pallio todo encarnado, la insignia de Roma muy esmaltada, argolla de oro a la garganta y tintinábulos en la ropa, nacre en los sombreros como griegos y perlas en los dedos como indios, de coco las ropas como histriones y largas como de flámines? Finalmente, lo que es peor de todo, que, quando la muerte los emplaza, responden que quieren servir de nuevo una dama. ¡O, quántos y quántos he conosçido yo en Roma que fueron muy estimados en la moçedad y después por estas liviandades la fama perdieron en la vejez, y lo peor de todo que ellos perdieron el crédito, sus parientes el favor y sus hijos el provecho.

Por çierto Gagüino Catón, del antiguo linaje de los Catones, fue en Roma flamen dialis çinco vezes, pretor tres, çensor dos, dictador uno, cónsul çinco vezes; como huviese sesenta y çinco años (passado el año climatérico) diose a servir a Rosana, hija de Gneo Curçio, dama por çierto moça y hermosa. Cresçióle tanto el amor y perdió tanto el sentido, que gastava quanto tenía en servirla y llorava como niño por verla. Acontesçió a la dama darle unas calenturas con hastío, y como dixese que comería de unas uvas y fuese tan temprano que en Roma no eran maduras, embió al Danubio por ellas a parte que avía más de mill millas; y como la cosa fuese sabida en Roma, y de la liviandad se diese notiçia en el Senado, mandaron los Padres Conscriptos que Rosana fuese con las vírgines vestales ençerrada y el viejo perpetuamente de Roma desterrado, y assí los hijos bivieron pobres y el padre murió infame.

Bien creo yo que, oýdo esto, avrá muchos que afeen el hecho del viejo enamorado y loen la sentençia del Senado. Pero también pienso que, si tantos moços tuviese Gagüino en su destierro como terná viejos enamorados imitadores de su exemplo, que no avría tantos hombres perdidos ni mugeres mal casadas. Pues lo mejor de esto es que los tales, quando son avisados de sus criados, reprehendidos de sus parientes y rogados de sus amigos, toman por escusa que son sino enamorados de burla. [251]

Siendo yo moço y muy moço, no menos en el seso que en la edad, una noche, iuncto al Capitolio topé con un mi vezino, el qual me podía tener por nieto, y díxele: «Señor Fabriçio, y vos ¿también enamorado?» Respondióme: «Señor Marco, hágolo por passatiempo.» Por çierto, yo me maravillé toparle a tal hora y me escandalizé darme tal respuesta. En los viejos de mucha edad y gravedad, las tales reqüestas no se pueden llamar amores, sino dolores; no passatiempo, sino perder tiempo; no burla, sino burlería, porque de los amores de burla se les sigue infamia de veras.

A ti, Claudio y Claudina, pregunto: ¿qué otra cosa sois los viejos y viejas enamoradas y polidos como vosotros sino pendón de taberna, adonde no ay sino vinagre, huevos muy blancos y de dentro hueros, herida sobresana que tiene muy gran fístola, píldora dorada y gustada es muy amarga; redoma quebrada con sobrescripto nuevo, buey de perdizes y es hombre encorado, tremedal elado adonde no ay passo seguro, portada nueva y de dentro toda caída; finalmente el viejo enamorado es cavallo de axedrez, que ayuda a perder el dinero, y no para sacar de peligro. Por çierto, el viejo vicioso y luxurioso no es sino como el puerro, que tiene las barbas blancas y las porretas verdes. Pues parésçeme a mí, si hos paresçiese a vosotros que sois viejos, vezinos y amigos míos, que no aguardéis a quebrar las alas al tiempo quando no es razón que aya pluma en ellas. Y no hos engañéis diziendo que para todo ay tiempo. Creedme, y lo que pudiéredes andar de día, no lo dexéis para la noche de la vejez, porque mal corta el cuchillo gastado el azero, y el que está abezado a carne mal se amaña a roer los huesos. Pues vengamos al remedio para remediar este daño, y sea éste: que si la casa carcomida se va ya a caer, la apoyemos, no con cuentos de madera, sino con una estrecha cuenta que avemos de dar, a los dioses de la vida y a los hombres de la fama. Y si la viña de todas nuestras virtudes está vindimiada, andemos si al que no, a la rebusca de la emienda. Y pues las cubas de nuestra cosecha se estragaron con nuestras malas obras, remostémosla con mosto nuevo de nuevos y buenos deseos. Son los dioses tan buenos de contentar, que los serviçios que les devemos por las merçedes que [252] nos hazen, que si no podemos alcançar oro de obras, se pagan con cobre de buenos deseos. Finalmente digo que si tú, Claudio, y Claudina, offreçistes la harina de la iuventud a los viçios, offrezcáis agora los salvados de la vejez a los dioses.

Yo hos escripto largo, más de lo que tenía en mi pensamiento. Y porque a vosotros no tengan por covardes y a mí por atrevido, no curéis de esta carta dar parte a nadie en Roma. Saludarme heis a la vezindad toda; señaladamente a Drusia, honrada biuda. Aý embío dos mill sexterçios: daréis los mill a Gorbina, vuestra nieta, porque se los mande por un plazer que me hizo en una fiesta. Mi Faustina está mala: darás esos otros mill a las vírgines vestales porque rueguen a los dioses por ella. A ti, Claudia, embía mi Faustina una arca, y no sé, ¡por los dioses!, qué te embía en ella. Los dioses, pues sois viejos, hos den buena muerte, y a mí y a mi Faustina nos dexen hazer buena vida. Marco, vuestro vezino, hos escrive de su propria mano. [253]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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