La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Aviso de privados y doctrina de cortesanos

Capítulo VIII
De las compañías que el Cortesano ha de tomar, y de la orden que ha de tener en se vestir.


En Palacio, y fuera de Palacio, siempre debe el Cortesano llegarse a los buenos, y virtuosos; porque de otra manera no ganará él tanta honra con las buenas obras, cuanta perderá con las malas compañías. No se descuide de acompañarse con los Caballeros nobles, y comunicarse con los hombres graves, porque haciéndolo así, a ellos echará cargo, y a los que lo vieren dará buen ejemplo. A la hora que el Cortesano entrare en Palacio, a manera de enjambre cargarán de los mancebos livianos, galanes, enamorados, tahúres rabiosos, y truhanes codiciosos, con los cuales ha de cumplir, no más de con buenas palabras, y por otra parte huír de sus compañías. Los hijos de los nobles Caballeros han de pensar que no van a la Corte a desprender nuevos vicios, sino a cobrar nuevos deudos, para ser más valerosos. Los padres que envían a sus hijos a la Corte, y no los imponen en lo que haga, ni hay allá quien los corrija en lo que yerran, más valiera que los cargaran de hierros, y los enviaran a la casa de los locos; porque allí átanlos para que sean cuerdos, y en la Corte suéltanlos para que sean locos. Ninguno puede hacer tanto mal a un mancebo, como es no le ir a ninguna cosa a la mano; porque no pasará muchos días que no haga alguna travesura, por donde él se pierda, y a su padre lastime. El día que el padre tiene puesto en la Corte a un hijo, piensa que para siempre tiene perdido del cuidado, y después cuando no se cata, tórnasele a casa, rotos los vestidos, gastados los dineros, cargado de vicios, y deja escandalizados los amos. Ya que el Cortesano es mancebo, no podrá ser menos, sino que se alleguen a él otros mancebos, y en tal caso, sería yo de opinión, que tal reputación cobrase entre ellos, que para todas las gentilezas de Caballero le llamasen, mas para cometer liviandades de mozos de él se escondiesen. No es tampoco la intención de mi peñola persuadir a que sea hipócrita, es a saber, ser sacudido con los mancebos, ni comunicable con los galanes, triste con los alegres, y callado con los recogidos; porque muy poco hace al caso, para que sea uno buen Cortesano, en que al tiempo que toman los otros las pelotas para jugar, abra él las horas para rezar. Necesario es dejar al niño con sus niñerías, y al mozo con sus [145] mocedades, y al viejo con sus vejedades; porque al fin no podemos desechar la carne que tenemos, ni huir las inclinaciones con que nacimos. A los mozos débenles ir a la mano, a que no sean escandalosos, revoltosos, ladrones, mentirosos, y vagamundos, pues en todo lo demás, es por demás quitarles los pasatiempos. Es también necesario al Cortesano, que entre en Palacio bien vestido, y no mal acompañado; porque los Cortesanos, no miran tanto la sangre limpia donde venimos, como a las ropas, y criados que traemos. ¿Qué vanidad, y aun liviandad puede ser mayor, que no acaten, ni honren a un hombre de buena vida, y acaten, y honren a un malo porque trae un sayo de seda? Téngase por dicho el Cortesano, que ninguno le hará mesura, ni acatamiento por verle noble, y virtuoso, sino por verle bien vestido, y acompañado. Si tomasen juramento a nuestros mismos cuerpos, yo juro que jurasen ellos que no querrían traer ropas anchas que cogiesen aire, ni querrían faldas largas que hiciesen polvo: mas los galanes hacen anchas las ropas, y las damas traen las faldas largas, porque en la Corte, y donde quiera, no honran a quien viste lo necesario, sino a quien gasta lo superfluo. Al que es en su trato, y vestir hombre cuerdo, tiénenle por mísero, y avaro, y al que es pródigo, y desperdiciado, tiénenle por magnánimo, y generoso. Si por caso el Cortesano fuere en sangre generoso, y en edad mancebo, y en tener muy rico, sería yo de parecer, que el tal se mostrase en el vestir más lúcido que costoso; porque también le notarán de loco, si trae lo que puede comprar. Las ropas débense traer conforme al tiempo, es a saber, para las Fiestas unas que sean ricas, para el Invierno otras que tengan aforros, para el Verano otras de rasos, o damascos, para ir camino otras que sean cortas, y recias, porque la prudencia de un hombre se conoce en el hablar, y la cordura en el vestir. Nuevos trajes de vestir, no cure el pobre Cortesano de los inventar; porque echará a sí a perder, y dará ocasión a los otros de pecar. Hay ya inventadas tantas maneras en el aderezar de comer, y sacadas de nuevo tantas variedades en el vestir, que hay ya Cátedras, y Catedráticos de sastres, y cocineros.

¡Qué mayor vanidad, ni liviandad puede haber en el mundo, sino que las ropas de la madre, no aprovechen a la hija, diciendo que aquellas son viejas, que ya hay otros trajes nuevos! Están las ropas sanas enteras, desapolilladas, limpias, ricas, [146] y bien tratadas, y piden para casarse otras nuevas; por manera, que la nueva locura, siempre pide nueva ropa. Poco aprovecha que la dama, o el galán tengan las ropas sanas, si el seso tienen apolillado. Qué cosa es ver en la Corte a un Cortesano liviano, el cual trae la gorra que no cubre media cabeza, la barba atusada, los guantes adobados, los zapatos hendidos, la capa corta, las calzas estiradas, las mangas harpadas, la espada guarnecida, y por otra parte maldita la blanca trae en la bolsa, y todo lo que trae sacó fiado de la tienda. Las gualdrapas de las mulas que trajéreis, ni sean tan estrechas, que parezcan escapularios de Frailes, ni sean tan anchas, que parezcan de mulas de Obispos. Debe también el buen Cortesano traer las gualdrapas limpias, sanas, y no rotas, ni emborradas, ni descosidas, y esto se dice, porque hay algunos que las traen raídas, rotas, y descosidas, enlodadas, y estrechas, y aun molidas a espoladas. Ninguno con verdad se puede llamar buen Cortesano, sino se precia ser limpio en las ropas que trae, y de ser bien criado en las palabras que dice. Las guarniciones de las mulas débelas traer muy limpias, y mirar que las tiendas no estén quebradas, y no sin causa decimos; porque hay infinitos Cortesanos que jugando echarán de un resto cien doblas, y por otra parte no darán a su mozo dos reales para unas riendas. A mi parecer, el Cortesano que sufre abrocharse con agujeta sin clavo, y se deja ahumar al fuego, y cabalga con riendas quebradas a caballo, y corta a la mesa con cuchillo boto, digo que el tal es hombre de bajo suelo, o de torpe ingenio. Cuando cabalgare a caballo, trabaje por llevar los jaezes bien puestos, la cola, y las crines bien peinadas, los estribos muy limpios, los aciones recios, la silla bien encorada, y sobre todo a su persona lleve muy asosegada, y queda; porque este nombre de llamarse uno Caballero no nació sino de saber bien cabalgar a caballo. Al tiempo de batir las piernas al caballo guárdese de abajar también el cuerpo, y cuando le arrimare las espuelas, mire no le hiera sino alto, y si fuere corriendo, o estuviere quedo, jamás suelte las riendas de la mano, y en el tropel de la carrera, ni se vaya él meciendo, ni al caballo espoleando; porque correr honestamente a un caballo, a muchos lo he visto presumir, y a muy pocos bien hacer. Hora cabalgue a caballo, hora cabalgue a mula, nunca el buen Cortesano cabalgue bien sin espada, porque de otra manera más parecerá Físico, que anda visitando, que no Caballero que anda ruando. Si por [147] caso alguna señora le rogare que la acompañe para ir a visitar, o que la lleve a las ancas de su mula a ruar no sólo lo debe el buen Cortesano hacer, mas aun a ello se convidar. Mire bien, y no se descuide, al tiempo que tomare de la mano la dama, tenga descalzado el guante, y al tiempo que ella subiere en la mula tenga también quitada la gorra, y si fuere en algo hablando, no vuelva atrás la cabeza; porque caerá en caso de mala crianza. Regla general es entre Cortesanos, que cuando traten con señoras, han de tener mucha paciencia para sufrirlas, y suprema crianza para servirlas. Al tiempo que llevare ruando, o visitando alguna dama, debe ir muy despacio con ella, y si donde ella se apeare fuere larga la plática, debe tener el Cortesano paciencia; porque en caso de parlar, excusado es pensar que las mujeres han de acabar hasta que la noche las vaya a despartir. Debe asimismo el que anda en la Corte, traer los zapatos limpios, las calzas estiradas, las ropas desarrugadas, las espadas guarnecidas, las camisas labradas, y las gorras bien puestas; porque el primor de la Corte es, que los grandes señores anden ricos, y los buenos Cortesanos muy polidos. No sufre traer en la Corte el pantuflo hasta que se rasgue, ni lo rompa hasta que se rompa, ni la camisa hasta que se pudra, ni la gorra hasta que se sude, ni el sayo hasta que se raya, ni el ceñidor hasta que se quiebre; porque el buen Cortesano, no ha de contentar a sí sólo con lo que trae, sino a los otros que lo miran. Ya que se determina de andar en la Corte ha de andar muy bien vestido, o no se preciar de Cortesano, porque en este caso ninguna disculpa se recibe de pobreza, sino que se lo asientan a miseria, e infamia. El buen Cortesano, no ha de ahorrar en la Corte, para ir a gastar a su casa, sino ahorra en su casa para venir a gastar en la Corte. Torno otra vez a decir, que en las casas de los Príncipes, no han de tener ojo los Cortesanos a ahorrar, sino a medrar, y a gastar; porque muy pocas veces acontece, al hombre que no sabe gastar, le veamos medrar.

Vi en la Corte un amigo mío, que traía cabe la garganta unas pestañas de martas sudadas, y como le preguntase un Portugués gracioso, que qué aforro era aquél; y le respondiese él, que era aforro de martas, replicóle el Portugués: Por Dios vos digo señor Figueroa, que ese vuestro aforro, más parece Miércoles de la Ceniza, que no Martes de Carnestolendas. Sutilmente equivocó el Portugués de Martes a martas, y de martas a Martes: y a la verdad él tuvo mucha razón de [148] no se las loar, sino antes se les ha de afear; porque más honra le fuera a aquel Cortesano aforrar su sayo de unas corderitas nuevas, que no preciarse de unas martas sudadas. Las medallas que trajeren en las gorras, sean ricas en el valor, y muy primas en la hechura: y la invención que en ellas sacare, y el blasón que allí pusiere, ha de ser tal, que si le supieren leer, no le sepan entender. Tanto cuanto las cosas fueren más fundadas sobre cosas vanas, y livianas, tanto han de ser más oscuras, y secretas; porque las humanidades en que los hombres caen, abasta hacerlas, sin que se arrojen a descubrirlas. Es también necesario, que los mozos que anduvieren en su servicio anden también ataviados, y limpios, porque poco aprovecha que traiga sobre sí unos muy buenos vestidos, si los suyos andan hechos pedazos. Hay muchos Cortesanos que traen a sus criados las capas raídas, los sayos rotos, las camisas sucias, las calzas descosidas, y los zapatos hechos pedazos; por manera, que los tristes mozos rompen un mes de sus amos, y tres de sus carnes. No es cordura, sino locura, quiera ninguno tomar más familia de la que ha menester, y puede buenamente sustentar; porque el Cortesano que anda acompañado de muchos criados, y que todos andan desarropados, aquel tal, antes le podemos llamar amo de poner mozos, que no señor de criados. El curioso Cortesano, debe dar a todos, los de su casa acostamiento, y soledad; porque al criado que no está en casa por más de comer, nunca le verán a derechas servir. Si no fuere su sobrino, o hijo de algún legítimo amigo, no reciba a ninguno sin asentarle su sueldo; porque los tales serle han al cabo del año muy más costosos, y andarán más descontentos. En el tomar de mozos que le sirvan, y de criados que le acompañen, si por caso le ofrecieren hijos de amigos, o de criados, o de vecinos, o de sus propios hermanos, mire, y tantee mucho antes que los tome, si le conviene tomarlos; porque después de recibidos, ha de sufrir las travesuras de los mozos, o cobrar a sus padres por perpetuos enemigos. Grande trabajo tienen, los que algo tienen, en esto de los criados; ¿por qué quieren que sufra yo a su hijo, lo que él no le puede sufrir siendo su padre?

No se contenta un padre con que le reciban a su hijo, y hagan tan buen tratamiento como si fuese deudo, sino que si el mozo sale avieso, y travieso, quiere su padre que os hagáis vos a la condición del mozo, si el mozo no se quiere hacer a la condición vuestra. A los criados que el [149] Cortesano tuviere, no sólo trabaje en darles bien de vestir, mas aun darles bien de comer: porque los criados que andan hambrientos, sirven poco, y murmuran mucho. Mozos inquietos, bulliciosos, revoltosos, acuchilladizos, y aun arrufianados, no los debe recibir, ni en su compañía sufrir: porque los tales ponerle han en revuelta cada día su casa, y habrá muchos enojos con la justicia. No consienta el buen Cortesano, que en su casa haya naipes, ni dados, para con que sus criados jueguen: porque los más de los mozos que se andan a estos juegos, comienzan en jugar, y acaban en hurtar. Guárdese el Cortesano, de dar grandes voces cuando riñere con sus criados, como lo suelen hacer los mesoneros; y venteros: porque más afrenta es a él dar voces, que no a sus criados oír malas palabras. Guárdese también de llamar a sus criados borrachos, y ladrones, y bellacos ni Judíos: porque estas, y otras semejantes palabras, castigan poco, y lastiman mucho. A los oficiales, y criados que tuvieren en su servicio, si no les pudieren hacer mercedes, a lo menos páguenles muy bien las quitaciones, porque de otra manera podría ser que levantasen la queja sus criados, y después fuese a morir en poder de sus enemigos. No hay en el mundo enemigo tan pernicioso, como el criado que está de su señor descontento, porque aquel como es ladrón de casa, sabe ya qué pieza falta en el arnés, para por allí asestar la saeta. A la hora que un Cortesano sintiere que un criado se le amotina, o le dé lo que demanda, o le despida de su compañía, porque si esto no hace, hale de malsinar con los suyos, e infamar con los extraños. Sobre todas las cosas dichas debe advertir el Cortesano, en que las cosas secretas de la honra mire mucho de qué criados las fía: porque en este caso se suelen muchos engañar, y aun burlar, en que fían de un hombre la hacienda, y no confían de un hombre, sino de muchacho la fama. Cuanto el negociar fuere más humano, y liviano tanto menos le debe fiar, ni encomendar de ningún hombre, ni muchacho, porque si esto no hace, dende ahora le adivino, que primero sea él infamado, que el negocio venga a efecto. Debe también el curioso Cortesano, tener muy limpia su cámara, y muy barrida su posada: porque la limpieza, y la crianza, son grandes pregoneros de la nobleza. En la cámara donde él duerme, debe estar siempre la cama hecha, la antepuerta echada, la ropa cogida, la alfombra tendida, y el servicio alzado, y todo muy bien perfumado, que parezca se está riendo. Hay algunos en la [150] Corte tan poco limpios, y tan mal ataviados, que si los miran, más parecen sus posadas tiendas de buhoneros, que cámaras de Cortesanos.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Aviso de privados y doctrina de cortesanos (1539). El texto sigue la edición de Madrid 1673 (por la Viuda de Melchor Alegre), páginas 85-238.}

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