La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro I

Capítulo XLVI
Quién fue Phálaris el tyrano, y cómo fue muy sabio, y cómo mató a un artífice porque inventó un género de tormento, y de las sentencias que dixo en sus epístolas, y cómo fue muy gran amigo de sabios, y de una carta que escrivió a un philósopho que le motejó de tyrano.


En el año último del reyno de los latinos, y en el primero año del reyno de los romanos, siendo rey de los hebreos Ezechías, y siendo pontífice en el templo sancto Azarías, y siendo propheta en Judea Abacuc, y siendo rey en Babylonia Merodach, quando los lacedemonios fundaron a Bizancio, fue el muy famoso tyrano Phálaris. Deste Phálaris dize Ovidio que fue hombre muy feo en el rostro, en los ojos vizco, y de tener riquezas muy cobdicioso, y en todas las cosas que prometía era fementido, con sus amigos era ingrato, y con sus enemigos crudelíssimo; finalmente fue tal, que las tyranías que estavan en otros a pedaços se hallaron en él juntas. Entre todas las iniquidades que inventó, y entre todas las tyranías que obró, tuvo este tyrano una virtud muy grande, y fue que, assí como fue único tyrano entre todos los tyranos, assí fue único amador y amigo de philósophos y hombres sabios. No se halla que, en xxxvi años que tyranizó este tyrano, alguna persona llegasse a su barba, ni con él comiesse a su mesa, ni a solas le hablasse palabra, ni menos durmiesse en su cama, ni tampoco en su cara viesse alegría, si no era algún philósopho o hombre muy sabio, del qual liberalmente él fiava la hazienda y el cuerpo. Dizen que dezía muchas vezes este Phálaris: «El príncipe que sacude de sí sabios y se dexa acompañar y [332] tratar de necios, dígole que, si es príncipe de su república, es crudo tyrano de su persona; porque mayor trabajo es vivir entre simples que no morir entre sabios.»

Publio, libro vi De gestis romanorum, dize que un pintor famosíssimo presentó al Emperador Octavio una tabla, en la qual estavan todos los príncipes virtuosos, y al mismo Octavio por príncipe dellos, y al pie de la tabla estavan todos los tyranos, y a Phálaris por capitán de ellos. Vista por Octavio la tabla, loó la pintura y no aprovó la invención della, diziendo: «No me parece cosa justa que a mí, siendo como soy vivo, me pongan por cabeça de todos los virtuosos que son muertos; porque durante el tiempo desta triste vida siempre estamos subjectos a los vicios desta carne flaca. También me parece cosa injusta que a Phálaris pongan por príncipe de todos los tyranos, pues fue verdugo de necios y fue tan gran amador de philósophos.»

Como fuesse muy pública la fama por toda Grecia de las crueldades que hazía Phálaris, un vezino de Athenas llamado Perilo, varón subtilíssimo en labrar metales, vínose para Phálaris, diziendo que él le haría un género de tormento en que quedasse su coraçón bien vengado y el hombre reo bien castigado. Fue el caso que aquel artífice hizo un toro de cobre, y en él una puerta por do metiessen al hombre culpado, y, puesto huego debaxo, el toro dava bramidos como si fuera bivo; lo qual era no sólo acérrimo tormento al mísero que lo passava, mas aun ponía gran pavor a los que lo miravan. No nos maravillemos de lo uno ni de lo otro, porque a la verdad el coraçón piadoso y que en crueldades no está encarniçado, tanta piedad tiene de ver padecer a otro como del dolor y tormento que padece él mismo. Visto, pues, por Phálaris la invención del tormento, de la qual esperava su inventor supremo premio, proveyó que al mismo que inventó el tormento metiessen dentro del toro, y que aquella crueldad en él y no en otro fuesse esperimentada. No se mostró, por cierto, Phálaris en este caso crudo tyrano, sino príncipe clementíssimo y philósopho muy sabio; porque no pudo ser cosa más justa que la invención de su malicia se executasse en su carne flaca.

A fama que Phálaris era gran amigo de sabios, por muchas vezes le vinieron a ver de Grecia philósophos, y eran muy [333] humanamente dél tratados, aunque a la verdad ellos más se aprovechavan de la hazienda dél que no él de la philosophía dellos. Este tyrano Phálaris no sólo fue de los sabios muy amigo, mas aun él mismo fue muy docto, especial en la philosophía moral fue muy doctrinado, lo qual pareció bien en las epístolas que escrivió de su mano, aunque no en la vida que hizo de tyrano; porque no sé en quál se mostró mayor, o en las sentencias y doctrina que escrivió con su péñola, o en las muertes y crueldades que hizo con su lança. ¡O!, quántos compañeros tuvo en este caso Phálaris, el tyrano, en los tiempos passados, y oxalá no tenga agora algunos en el tiempo presente, los quales en sus dulces palabras no parecen sino al Emperador Nero. Nunca he leýdo otra cosa de los passados, ni he visto de los presentes, sino a muchos que blasonan de las virtudes, y a infinitos que se van en pos de los vicios; porque a la verdad en la lengua somos muy sueltos y en la carne somos muy flacos. Las epístolas que escrivió este Phálaris a todos son manifiestas, digo a los que saben griego o latín, y para los que no lo saben he querido sacar estas sentencias dellas en nuestro vulgar, y esto a fin de dos cosas: la una, para que vean los príncipes quán buena cosa es ser sabios, y que aun los tyranos se preciavan de sabios y de dar buenos consejos; la otra, para que vean los plebeyos quán fácil cosa es bien hablar y quán difícil es bien obrar; porque no ay cosa en este mundo que valga tan barato como es el consejo. Las sententias, pues, de las epístolas de Phálaris son las siguientes, según por más breve y mejor estilo las podimos collegir, etc.

El particular amor que muestran los príncipes a unos más que a otros muchas vezes causan grandes alteraciones en sus reynos; porque de ser amado uno y de ser desprivado otro, de allí nasce el odio, y del odio nascen los malos pensamientos, y de los malos pensamientos proceden las embidias, y de las embidias vienen en malas palabras, y de malas palabras prorumpen en peores obras; finalmente el príncipe de admitir entre los yguales privança no es otra cosa sino poner fuego a la república. [334]

Deven los príncipes prohibirlo, y los hombres cuerdos no consentirlo, en que los hombres bulliciosos no alboroten los pueblos pacíficos; ca, en levántandose un pueblo, luego despierta la cobdicia, crece la avaricia, cae por sí la justicia, enseñoréase la fuerça, reyna la rapina, anda suelta la luxuria, prevalecen los malos, son supprimidos los buenos; finalmente huelgan de vivir cada uno en perjuyzio de otro por encaminar las cosas a su provecho.

Muchos hombres vanos levantan alborotos en los pueblos, pensando que a río buelto levantarán y aumentarán sus estados, los quales en breve espacio no sólo pierden la esperança de lo que buscavan, mas aun son desposseýdos de lo que antes tenían; porque no sólo es justo, pero es muy justíssimo, que conozcan los tales por esperiencia lo que no les dexó conocer su ciega malicia.

Gran bien es para los pueblos que sus governadores no sean desdichados, sino que de su natural sean venturosos; porque a los príncipes bien fortunados muchas cosas les acarrea fortuna como ellos las quieren y otras les encamina mejor que ellos las piensan.

Los príncipes generosos y valerosos, quando se veen con otros príncipes o se hallan en grandes auctos, deven mostrar la franqueza de su coraçón, la grandeza de su reyno, la preeminencia de su persona, el amor de su república, sobre todo la disciplina de su corte y la auctoridad y gravedad de su Consejo y Casa; porque los hombres sabios y curiosos no han de mirar en el príncipe las vestiduras de que anda vestido, pero han de mirar a los hombres de quien toma consejo.

Los hombres cuerdos y que no son cobdiciosos, si emplearen sus fuerças en allegar thesoros, han de ocupar los coraçones en gastarlos; porque no ay hombre tan mal aventurado como el que no puede hazerse fuerça a gastar su dinero.

Como la fortuna sea señora en todas las cosas, y a ella apliquen las buenas o malas obras, aquél sólo se puede llamar varón heroyco que por ningún revés de fortuna se da por vencido; porque a la verdad hombre es de grandíssimo ánimo aquél que la fuerça de la fortuna no le abaxa la fuerça del coraçón. [334]

Si a uno loamos que tiene buena lança, no por esso le loaremos que tiene buena pluma; y si tiene buena pluma, no por esso tiene buena lengua; y si tiene buena lengua, no por esso tiene buena doctrina; y si tiene buena doctrina, no por esso tiene buena fama; y si tiene buena fama, no por esso tiene buena vida; porque de muchos somos obligados a recebir las doctrinas que escrivieron, mas no a imitar las vidas que hizieron.

No ay peor oficio entre todos los oficios que es tomar cargo de castigar vicios ajenos, y por esso dél como de pestilencia deven huyr todos los hombres cuerdos, porque de reprehender los vicios más cierto se sigue odio al castigador que no emienda al que es castigado.

Mucho bien tiene el hombre que buenos amigos tiene, ca muchos ayudaron a sus amigos quando pudieron, y ayudáranles más si más pudieran; porque el amor verdadero ni dexa de amar ni se cansa de aprovechar.

Los hombres cuerdos, aunque ayan perdido mucho, no deven desesperar de alcançarlo en algún tiempo; porque al fin al fin los tiempos no dexan de hazer las mudanças que suelen, ni los amigos cesan de hazer las obras que deven.

Los hombres superbos y orgullosos por la mayor parte siempre caen en malos casos, por esso les es loable medicina alguna vez ser perseguidos; porque la adversidad haze al hombre cuerdo que viva más seguro y aun que ande en menos peligro.

Por mucho que escusemos al que cometió la culpa, no ay culpado ni culpa que no merezca pena; porque el tal, si la cometió con yra y de súbito, fizo muy mal; y si la cometió sobre pensado y con deliberación, hizo muy peor.

Querer hazer todas las cosas por razón es bueno, pero llevarlas todas por orden también es bueno, pero es muy dificultoso; porque los hombres pesados miran tanto en compassar los negocios y ponen tantos inconvenientes en ellos, que jamás se determinan a determinarlos.

Ser hombre en los negocios súbito o ser tardío son dos estremos peligrosos en el hombre que tiene govierno, pero destos dos el peor es el que es súbito; porque si por deliberar [336] tarde se pierde lo que se pudiera ganar, por determinarse presto se pierde lo ya ganado.

De ser los hombres súbitos se les siguen cada día muchos daños; porque de ser el coraçón mal sufrido y tener el juyzio levantado vienen en pos del hombre alborotos, enojos, mudanças, variedades, y aun vanidades, que pierden la hazienda y ponen en peligro la persona.

Como todos naturalmente dessean ser bienaventurados, aquél sólo se puede llamar felice entre todos los felices que con verdad se puede dél dezir que dio doctrina de bien bivir y dexó exemplo de bien morir.

Estas y otras muchas sentencias y doctrinas puso el tyrano Phálaris en sus epístolas, de las quales se aprovechó Cicerón en todas sus obras, y no menos Séneca en sus Epístolas, y otros muchos en sus escripturas; porque este tyrano fue breve en las palabras y muy compendioso en las sentencias. Estando, pues, este Phálaris en su ciudad de Agrigentina, escrivióle una carta un philósopho de Grecia, motejándole y agraviándole su tyranía, a la qual carta él responde en esta manera.

Carta de Phálaris tyrano para Popharco philósopho

Phálaris Agrigentino, a ti, Popharco, el philósopho, salud y consolación en los dioses consoladores. Tu letra recebí aquí en Agrigentina y, aunque la carta venía algo satýrica, no recebí con ella pena; porque de los philósophos y sabios como tú no hemos de agraviar las palabras ásperas que nos dizen, sino hemos de considerar la intención con que nos las dizen. Los hombres enojosos y maliciosos quieren por peso y por medida las palabras, mas los hombres virtuosos y pacíficos no miran sino las intenciones; porque si cada palabra que nos dizen nos ponemos a desaminar, a nosotros daremos pena y en la república siempre pornemos cizaña. Yo soy tyrano y aún estoy en la tyranía, mas por los immortales dioses te juro que iamás me alteró palabra, ora fuesse mala, ora fuesse buena; porque si la dize un bueno, sé que la dize por mi castigo; si la [337] dize un loco, tómola por mi passatiempo. Escrívesme que está toda la Grecia escandalizada de mí de lo que suena allá; pues yo te fago saber que está toda Agrigentina edificada de ti de lo que se dize acá. Y que tengas tú tanta gloria y fama, no pequeña ocasión soy yo para tú alcançarla, porque si no fuessen tan aborrecidos los tyranos, no serían tan amados los philósophos. Tú eres tenido por bueno, y éreslo; y yo soy tenido por malo, y soylo. Pues a mi parecer ni tú te deves ensobervecer por lo uno, ni yo tampoco devo desesperar por lo otro; porque la jornada de la vida es larga y en breve espacio da en ella muchas bueltas fortuna, y ya puede ser que yo de tyrano me torne philósopho y tú de philósopho te tornes tyrano.

Cata, amigo, que los largos tiempos muchas vezes hazen que la tierra se torne plata, y la plata y el oro se tornen escoria. Quiero dezir que jamás uvo tyrano en Sicilia ni en Agrigentina que primero no se criasse en la academia de Grecia. No quiero negar que todos los famosos tyranos se criaron en Sicilia, pero también no me negarás que nacieron en Grecia; pues mira quién tiene más culpa: la madre que los parió o la ama que los crió. Yo no digo que sería, pero digo que puede ser, que si yo estuviesse allá en Grecia, sería mejor philósopho que tú, y si tú residiesses aquí en Agrigentina, serías peor tyrano que yo. Querría mucho que pensasses cómo tú estás en Grecia, do podías ser mejor, y yo estoy en Agrigentina, do puedo ser peor; porque tú no hazes tanto bien como deves y yo no hago tanto mal como puedo. Acá vino el gran artífice Perilo y hizo un toro, y en él un género de tormento el más espantable del mundo, y a la verdad yo hize que lo que inventó su malicia supiesse él y no otro por esperiencia; porque no ay ley más justa que los artífices que inventaron arte de matar a otros hagamos que las esperimenten en sí mismos. Mucho te ruego me vengas a ver, y sey cierto que, aunque es grande mi tyranía para ser malo, es mayor tu philosophía para tornarme bueno; porque por buena señal la deve tener el médico quando el enfermo descubre su daño. No te digo más, sino que otra y otra vez te torno a importunar no dexes de me venir a ver, que al fin si no me aprovechare de ti, sey cierto que tú te aprovecharás de mí; y, ganando tú, no podré perder yo. Vale, felix. [338]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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