La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro I

Capítulo XLVII
Cómo Philippo, rey de Macedonia, y el Magno Alexandro, y el rey Tholomeo, y el rey Antígono, y el rey Archelao, y Pirro, rey de los epirotas, fueron todos estos grandes amigos de sabios; y cómo se acompañavan y se aconsejavan con ellos; y de cinco cosas por que han de llorar los príncipes; y de tres cosas porque da gracia el rey Pirro a sus dioses.


Si Quinto Curcio no me engaña, Alexandro Magno, fijo que fue de Philippo, rey de Macedonia, no mereció este renombre de Magno porque tuvo más millares de hombres en su exército, sino porque tuvo más philósofos que los otros príncipes en su consejo. Jamás este gran príncipe emprendió guerra que primero por sus sabios y philósofos no fuesse en su presencia examinada la orden y manera que se avía de tener en ella. Y de verdad tenía razón, porque de solas aquellas cosas se ha de esperar próspero sucesso a las quales precedió largo y maduro consejo. Los historiadores que del Magno Alexandro escrivieron, assí griegos como latinos, no saben quál fue mayor en él: o la ferocidad con que hería en los enemigos o la humildad con que tomava los consejos. Caso que los sabios y philósofos que acompañavan a Alexandro eran en número muchos, pero entre todos ellos Aristótiles y Anaxarco y Onosíchrates fueron los sus tres más privados, y en esto se mostró ser muy cuerdo Alexandro; porque los príncipes prudentes han de tomar el consejo de muchos, pero después han de resumir con el parecer de pocos. No se contentava el Magno Alexandro con tener consigo muchos sabios y con embiar a visitar a los que no eran suyos, pero muchas [339] vezes él en persona yva a verlos y a visitarlos y a consejarse con ellos, diziendo que los príncipes de ser siervos de los sabios vienen a ser señores de todos.

En los tiempos deste Magno Alexandre fue el philósopho Diógenes, el qual por ruegos ni por promessas jamás quiso no sólo vivir, mas aun ni yr a ver al Magno Alexandre, a cuya causa el Magno Alexandro le fue a ver, y como le rogasse con mucha instancia se quisiesse yr en su compañía, respondióle Diógenes: «O, Alexandro, pues tú quieres ganar honra en llevarme en tu compañía, no es justo yo la pierda en dexar mi achademia, porque, en siguiéndote a ti, tengo de dexar de seguyr a mí; y, en siendo tuyo, avía de dexar de ser mío. Tú has alcançado nombre de Magno Alexandro conquistando el mundo, y yo he alcançado nombre de buen philósopho huyendo del mundo. Y, si tú ymaginas que has acertado, yo pienso que no he errado; y, pues tú no quieres ser menos que Alexandro, no pienses que yo quiero perder la auctoridad de philósopho; porque no ay en el mundo ygual pérdida con perder hombre la libertad propria.» Oýdas por Alexandre estas palabras, dixo a los que estavan en torno dél a altas bozes: «Por los immortales dioses juro, y assí el dios Mars en las batallas rija mi mano, que, si no fuesse el rey Alexandro, querría ser Diógenes el philósopho.» Y dixo más: «A mi parecer, no ay agora otra ygual felicidad sobre la tierra que ser uno el rey Alexandre que mande a todos, o ser Diógenes el philósopho para mandar a Alexandro que manda a todos.»

El Magno Alexandro, assí como tuvo por privados a unos philósophos mucho más que a otros, assí tuvo por familiares a unos libros más que a otros, en especial dizen que leýa mucho en la Elíada de Homero, que es libro do se trata la destrución de Troya, y que aquel libro y la lança y la espada ponía quando dormía a la cabecera. Philippo, rey de Macedonia, quando nasció su fijo el Magno Alexandre hizo dos cosas muy notables: la una fue que embió muchos y muy ricos dones a Delphos, a la ysla do estava el oráculo de Apolo, para que los presentassen en aquel templo porque tuviesse por bien de guardarle a su hijo; la otra cosa que hizo fue que luego escrivió una carta al gran philósopho Aristótiles, en la qual dezía estas palabras: [340]

Epístola

A ti, el philósopho Aristótiles, que lees en la gran Achademia de Grecia, Philippo, rey de Macedonia, salud y paz te dessea. Hágote saber que Olimpias, mi muger, ha parido un hijo, del qual parto ella y yo y toda Macedonia tenemos mucho gozo; porque gran plazer toman los reyes y los reynos quando nascen a los príncipes successores. Hago immortales gracias a los dioses, y he embiado a ofrecer grandes dones en los templos, y esto no tanto porque me dieron fijo, quanto por dármelo en tiempo de tan excelente philósofo. Yo espero que tú le criarás de tal manera, que por erencia será señor del mi patrimonio de Macedonia y por merecimiento será señor de toda Asia; de manera que le llamarán fijo mío y a ti llamarán padre suyo. Vale, felix, iterumque vale, ∧c.

Tholomeo Socer, rey viii que fue de los egyptios, fue muy amigo de sabios, y assí de los sabios caldeos como de los philósophos griegos; y esto fue tenido a gran virtud a este rey Tholomeo, porque tan cruda enemistad avía entre los philósophos de Grecia y los sabios de Egypto, como entre los capitanes de Roma y los capitanes de Carthago. Fue este Tholomeo muy docto, y preciávase mucho de estar siempre de philósophos acompañado, y desta manera deprendió las letras griegas, latinas, caldeas, y aun hebraycas, a cuya causa como fuessen xi los reyes Tholomeos, y todos varones bellicosíssimos, a éste ponen por cabeça dellos, y esto no por las batallas que venció, sino por las sciencias que deprendió. Tuvo este rey Tholomeo por muy familiar suyo a un philósopho llamado Estelpón megarense, el qual fue deste príncipe tan amado, que, dexadas aparte todas las mercedes y favores que le hazía, no sólo comía con el rey a la mesa, mas aun muchas vezes el rey le dava a bever lo que sobrava de su copa. Y como los favores que dan los príncipes a sus criados no sean sino un despertador para citar a los maliciosos, acaeció que como este rey estando cenando diesse lo que le sobró de la copa para que beviesse el philósopho, no lo pudiendo sufrir un cavallero egypcio, dixo al rey Tholomeo: «Pienso, señor, que [341] por dexarlo para el philósopho Estelpón nunca te hartas de bever, y también pienso que él jamás mata la sed esperando lo que tú le has de dar.» Respondióle el rey Tholomeo: «Bien dizes que Estelpón no se harta con lo que yo le doy, porque no le haze a él tanto provecho bever lo que sobra de mi copa, quanto provecho haría a ti bever lo que a él sobra de philosophía.»

El rey Antígono fue uno de los famosos criados que tuvo el Magno Alexandro, el qual después de su muerte eredó muy gran parte de su imperio; ca el Magno Alexandro quan fortunado fue en la vida, tan infelice fue en la muerte, porque no tuvo hijos que le heredassen la hazienda y tuvo criados que le destroçaron la fama. Fue este rey Antígono hombre muy perdido y en todos los vicios fue muy estremado, pero junto con esto fue de philósophos muy amigo, y esto avíale quedado de la criança del Magno Alexandro, la casa del qual no era sino una escuela de todos los philósophos del mundo. De este exemplo se puede colegir quánto bien hazen los príncipes en hazer que sus criados sean bien doctrinados y enseñados; porque no ay ninguno tan malo ni tan mal inclinado que no se le apegue algo de lo bueno que aprendió quando era niño.

Este rey Antígono tuvo gran amistad con dos philósophos que florescían en aquellos tiempos, conviene a saber: Amenedeo y Abión, de los quales dos el Abión era muy docto y en estremo pauperríssimo; porque en aquella edad antigua ningún philósofo osara leer públicamente philosophía si tuviera un real de hazienda. Según dize Laercio, y muy mejor lo trae Publio, libro v De dogmatibus grecorum, estavan tan corregidas las academias de Athenas que el philósopho que más sabía, aquél menos tenía; y el que menos tenía, aquél en más le tenían; de manera que no se gloriavan sino de tener poca hazienda y saber mucha philosophía. Fue el caso que este philósopho Abión enfermó de grave enfermedad, y el rey Antígono embióle a visitar con su proprio hijo, e juntamente con él embióle mucho dinero, porque su vida era conforme a su doctrina, ca vivía en muy estrecha pobreza según convenía a los professos [342] en philosophía. Abión era muy viejo, era muy enfermo, y aquella enfermedad le tenía ya al cabo, de manera que se le acabava el sevo de la carne flaca, pero todavía ardía en él el pavilo de la buena vida. Quiero dezir que no menor ánimo tuvo en menospreciar aquellos dones que el rey Antígono tuvo generosidad en embiárselos. No contento este philósopho con averlo todo menospreciado, dixo al hijo del rey Antígono que le llevava el dinero:

«Di al rey Antígono que le agradezco mucho el buen tratamiento que me hizo en la vida y los dones que agora me embiava en la muerte; porque no deve más un amigo a otro amigo de ofrecerle la persona y partir con él la hazienda. E dile al Rey, tu padre, que, pues setenta y cinco años he andado el camino desta vida desnudo, ¿por qué me quiere cargar agora de ropa ni de oro al tiempo de passar tan estrecho piélago como es salir de este mundo? Los egipcios suelen a sus camellos aliviarlos de la carga para passar los desiertos de Arabia, que no doblárgela. Quiero dezir que aquél sólo passa sin trabajo los peligros de la vida que sacude de sí los cuydados de la hazienda. E dile más lo tercero al rey tu padre, que de aquí adelante al hombre que quisiere morirse no le socorra con plata ni con oro, sino con un maduro y sano consejo; porque el oro lo hará dexar la vida con lástima y el buen consejo le hará tomar la muerte con paciencia.»

El quinto rey de los macedonios fue uno que se llamó Archelao, el qual dizen que fue abuelo del gran rey Philippo y visabuelo del Magno Alexandro; y este rey se yactava descender de la sangre del rey Menalao, antiguo rey de Grecia y cabeça que fue en la destrución de Troya. Fue este rey Archelao amigo de sabios, y entre los otros tuvo consigo un poeta que se llamava Eurípides, el qual en aquellos tiempos tenía no menos gloria en su género de poeta que la tenía Archelao en ser rey de Macedonia; porque oy en día tenemos en más veneración a muchos sabios por los libros que escrivieron que no a grandes príncipes por los reynos que tuvieron, ni [343] por las batallas que vencieron. Era tan estrecha la privança que tenía Eurípides con el rey Archelao, y tan gran crédito el que tenía Archelao de Eurípides, que ninguna cosa en el reyno de Macedonia se expedía sin que primero por las manos deste philósopho no se examinava. E como los simples naturalmente no querrían estar subjectos a los sabios, aconteció que una noche se detuvo Eurípides mucho hablando con el rey Archelao en hystorias de los passados, y quando se yva el pobre poeta para su casa teníanle espiado sus enemigos, y echáronle unos perros hambrientos, los quales no sólo le despedaçaron, pero aun le comieron, por manera que las carnes fueron sepultadas en las entrañas de los perros y en la sepultura no pusieron sino los huessos roýdos.

Sabido por el rey Archelao el triste caso, y como se lo dixeron assí de súbito, sintiólo tanto, que aýna pareciera salir de juyzio. Y desto no se deve nadie maravillar, porque los coraçones humanos mucho se alteran en los desastrados y repentinos casos. Como fue grande el amor que el rey tuvo a Eurípides en la vida, assí fue grande el sentimiento que hizo en su muerte, ca lloró muchas lágrimas de sus ojos, cortó los cabellos de la cabeça, rayó las barbas de la cara, mudó las vestiduras que traýa de rey de Macedonia, y sobre todo hizo tan solemníssimo enterramiento a Eurípides el philósopho como si enterrara a Ulixes, el griego. No contento con todo esto, jamás le vieron al rey Archelao la cara alegre hasta que de todos los malfechores hizo muy cruda justicia; porque a la verdad la injuria o la muerte que se haze o se da al que bien queremos no es sino una fragua do se ha de mostrar lo que le amávamos.

Hecha, pues, la justicia de los homizianos, y enterrados aquellos huessos roýdos, dixo un cavallero griego al rey Archelao: «Hágote saber, Rey muy excellente, que está de ti escandalizado todo el reyno de Macedonia, no por más sino que de tan pequeña cosa has mostrado muy sobrada tristeza.» Respondió el rey Archelao: «Cosa es muy platicada entre los sabios que los coraçones generosos no deven mostrar flaqueza aun en los casos muy desastrados; porque, estando el rey triste, no puede (y si puede, no deve) estar su reyno alegre. A [344] mi padre oý dezir una vez que los príncipes nunca avían de derramar lágrimas si no fuesse por una de cinco cosas. Lo primero, ha de llorar el buen príncipe la pérdida y daño de su república; porque el buen príncipe todas las injurias hechas a su persona todas las ha de perdonar y por vengar la menor hecha a su república se ha de perder. Lo segundo, deve llorar el buen príncipe si le han tocado en la honrra; porque el príncipe que no llora gotas de sangre en cosa de la honrra, en vida le avían de meter en la sepultura. Lo tercero, deve llorar el buen príncipe por los que poco pueden y mucho mal passan; porque el príncipe que las calamidades de los pobres no llora, de balde y sin provecho vive sobre la tierra. Lo quarto, deve llorar el buen príncipe la prosperidad y gloria que tienen los tyranos; porque el príncipe a quien no desplaze la tyranía de los malos indigno es de ser amado ni servido de los buenos. Lo quinto, deve llorar el buen príncipe la muerte de los sabios y hombres cuerdos; porque a un príncipe no le puede en su vida venir ygual pérdida con morirse un sabio que governava su república.» Éstas fueron las palabras que respondió el rey Archelao al cavallero griego que le reprehendió porque avía llorado por Eurípides el philósofo.

En quánta estimación ayan sido tenidos todos los philósophos y hombres sabios, assí entre los romanos como entre los griegos, no saben dezir otra cosa los escriptores antiguos; pero diré una cosa muy digna de ser notada. Ya es notorio en todo el mundo quién fue Scipión Euthica, y de la gran gloria que por su causa alcançó Roma, y como dél y della en todos los siglos advenideros avrá dél memoria, y esto no sólo porque venció a África, mas aun por el gran valor de su persona. No se deven tener en poco estas dos cosas concurrir en un hombre, conviene a saber: ser virtuoso y ser venturoso; porque muchos de los passados alcançaron gran gloria por la lança y después la perdieron toda con la mala vida. Dizen los escriptores romanos que el primero que escrivió en metro heroyco en lengua latina fue Ennio poeta, y tuvo en tanto las obras deste poeta Scipión Euthica, que, quando murió este [345] tan venturoso romano, mandó en su testamento que encima de su sepultura colgassen la estatua de Ennio poeta. Por lo que hizo el gran Scipión en la muerte podemos adevinar quánto fue amigo de sabios en la vida, pues tuvo por más honrra honrrarse con la statua de un pobre poeta que no colgar encima de su sepultura la vandera con que ganó a África.

En los tiempos de Pirro, rey que fue de los epirotas y gran enemigo que fue de los romanos, floreció un philósopho por nombre Cinas, natural de Thesalia, el qual dizen que fue discípulo de Demóstenes. Los historiadores antiguos engrandecen tanto a este Cinas en que dizen que fuesse metro y mensura de toda eloqüencia humana, porque fue muy suave en las palabras y muy profundo en las sentencias. Este Cinas servía de tres oficios en casa del rey Pirro: lo primero, dezía facecias en su mesa, porque en cosas de burla tenía mucha gracia; lo segundo, escrivía los grandes hechos de su hystoria, porque para el estilo tenía gran eloqüencia y para escrivir la verdad era testigo de vista; lo tercero, yva por embaxador a los negocios de grande importancia, porque de su natural era muy agudo y en despachar negocios era muy venturoso. Dava tantos medios en los negocios y tenía tanta persuasión en sus palabras, que jamás se atravessó a hablar en cosa de guerra que no pusiesse una tregua larga o alcançasse paz perpetua.

A este Cinas dixo una vez el rey Pirro: «¡O!, Cinas, muchas gracias hago a los dioses immortales por tres cosas: la primera, porque me criaron rey y no me criaron siervo; ca éste es el mayor bien de los mortales, conviene a saber: tener libertad para mandar a muchos y no tener obligación de obedecer a alguno. Lo segundo, hago gracias a los dioses en que me dieron naturalmente coraçón generoso; porque el hombre que en cada trabajo desmaya más le valdría dexar con tiempo la vida. Lo tercero, hago gracias a los dioses en que para governación de mi república y para los grandes negocios de la guerra te me dieron en compañía; porque muchas ciudades me dio tu dulce lengua, las quales no pudo ganar mi cruda lança.» Esto es lo que dixo el rey Pirro a su amigo [346] Cinas el poeta. Vean, pues, aora los príncipes modernos quán amigos de sabios eran los príncipes antiguos; y, como he puesto estos pocos exemplos, pudiera poner otros muchos.

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Aquí se acaba el Primero libro del famosíssimo Emperador Marco Aurelio con el Relox de príncipes, en el qual se ha tractado quán necessario es a los príncipes ser buenos christianos y ser amigos de hombres sabios.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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