La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro II

Capítulo XIX
De cómo el auctor todavía persuade a las mugeres a que críen a sus hijos, y que muchas señoras tienen por estado tener perricos en los pechos, y tienen por afrenta criar a sus proprios hijos.


En el año de la fundación de Roma de cccccij, acabada la muy porfiada guerra entre Cartago y Roma, en las quales fueron capitanes los muy nombrados Aníbal por los carthaginenses y Scipión por los romanos, luego en pos de aquella guerra se siguió la de Macedonia contra Philipo, y, acabada la de Philipo, siguióse la de Siria contra Anthíoco, rey de Siria; porque en seyscientos y treynta años siempre los romanos tuvieron continua guerra en Asia, o en África, o en Europa. Embiaron los romanos por capitán desta guerra al cónsul Cornelio Scipión, hermano del gran Scipión Africano; y, después de muchas batallas, fortuna mostrando sus fuerças en una ciudad llamada Sepila, que es en Asia la mayor, el rey Anthíoco fue vencido y todo su reyno desbaratado; porque en el árbol do las raýzes viéremos cortadas, muy en breve se secan y pierden las frutas. Vencido el rey Anthíoco y despojado de su tierra, Cornelio Scipión vínose a Roma, en la qual entró con el triumpho de Asia, de do se siguió que llamaron a su hermano Scipión Africano porque venció a África, y llamaron a éste Scipión Asiano porque venció a Asia. Eran tan amigos de honra los capitanes romanos, que no querían otro premio de su trabajo sino que les diessen el renombre del reyno que avían vencido. De verdad que tenían razón; porque los coraçones generosos y los hombres valerosos han de tener en poco aumentar la hazienda y han de tener en mucho perpetuar la fama. [458]

Según dize Sexto Cheronense, libro iii De ambigua justicia, este Cornelio Scipión por largos tiempos tuvo la governación del pueblo, en que fue cónsul, fue censor y fue dictador, ca no sólo era esforçado, mas aun era muy cuerdo, lo qual en un hombre es de tener en mucho; porque no se determina Aristóteles quál es mayor grandeza: ser uno prudente para governar a la república o ser esforçado para las cosas de la guerra. Siendo, pues, Cornelio Scipión dictador, que era como ser emperador, unos diez capitanes que con él avían estado en la guerra de Asia intentaron a entrar a las vírgines vestales un día, y aunque avían hecho grandes hazañas en la guerra y que también eran assaz emparentados en Roma, condenólos el dictador a que cada uno dellos le cortassen la cabeça; porque los romanos más crudamente castigavan a los que sólo requerían a las vírgines honestas, que no a los que forçavan a las mugeres casadas. Cornelio Scipión fue rogado de muchos en Roma que tuviesse por bien de comutar esta tan cruda sentencia, y el que más le importunava en este caso era su hermano Scipión el Africano, el ruego del qual no fue admitido, y al fin fueron perdonados aquellos capitanes por ruego de una muger hermana de leche de Cornelio Scipión. Y, agraviándose desto Scipión Africano, en que avía hecho más por la fija de su ama que no por el fijo de su madre, respondió: «Hágote saber, hermano, que yo tengo por más madre a la que me crió y no me parió, que a la que me parió y, en pariendo, me dexó; y, pues aquélla tuve por madre verdadera, justo es tenga a ésta por hermana muy cara.» Esto fue lo que passó entre los dos Scipiones sobre el perdón de aquellos diez capitanes. Curiosamente lo he mirado, y en las escripturas divinas y humanas lo he leýdo, que muchos tyranos se atrevieron a matar a las madres que los parieron, pero jamás hizieron ni solo un desacato a las amas que los criaron; porque a los crudos tyranos la sangre agena les pone sed, pero la leche propria les pone espanto.

Lo quarto, deven criar las madres a sus fijos para tenerlos a su servicio más obligados; porque si los padres viven largos años, al fin de venir han a manos de sus hijos. Y no hagan cuenta los padres viejos, diziendo que entre tanto que ellos [459] tuvieren el señorío de la casa, no le saldrán los hijos de la obediencia; ca los moços con la mocedad no sienten los trabajos de la vida, no saben aun conocer quán bueno es tener de comer en casa; porque al estómago que está ahíto todo manjar le es enojoso. Ya puede ser que, como los hijos no se criaron en casa, no conoscen a los criados, no tienen amor con los parientes, no se allegan a sus hermanos, no comunican con sus hermanas, desconoscen a sus padres, son desobedientes a sus madres, por cuya ocasión, como les sobra desemboltura y les falta criança, algún día harán alguna infame travessura por do los moços pierdan la vida y los padres pierdan la hazienda y todos juntos pierdan la honra.

Para que los padres tengan siempre de su mano a los hijos, no ay mejor medio que es criarlos las madres a sus pechos, ca la madre quando ruega alguna cosa a su hijo proprio, no le ha de mostrar el vientre de do le parió, sino los pechos con que le crió; porque todo lo que por la leche que mamamos nos es pedido, dudo yo que aya coraçón tan duro que pueda negarlo. Dizen los historiadores que Antipáter fue el más famoso tyrano entre todos los griegos y Nero fue el más nombrado tyrano entre todos los romanos, y estos dos malaventurados príncipes no fueron grandes tyranos porque hizieron muchas tyranías, sino porque cometieron una que fue más grave que todas, ca no llaman a uno vorace porque come muchas vezes cada hora, sino porque come más de una assentada que comen los otros en todo el día. Fue el caso que Antipáter en Grecia y Nero en Roma determinaron de matar a sus proprias madres, y dizen los historiadores que al tiempo que Nero mandó matar a su madre, la madre le embió a dezir que por qué la matava, y él respondió que estava harto de ver los braços do se avía criado, y que la matava con desseo de ver las entrañas de dó avía salido. Fue tan horrendo este caso, que a muchos les paresció fuera mejor passarlo en silencio, pero concluyendo digo que quán injustamente las tristes madres perdieron la mortal vida, tan justamente los hijos cobraron para sí inmortal infamia.

No pudo ser igual maldad que matar los hijos a las madres que los parieron, pero con todo esso no leemos que matassen [460] ni aun desacatassen a las amas que los criaron. Junio Rústico, libro v De educandis pueris, dize que los dos Gracos, famosos romanos, tuvieron un tercero hermano bastardo, varón que fue valeroso en las guerras de Asia, assí como ellos lo fueron en las guerras de África; el qual, como viniesse una vez a Roma a visitar su casa, halló en ella a la madre que le parió y a la ama que le crió, y dio a la madre una cinta de plata y dio a la ama un joyel de oro. Agraviándose, pues, la madre del repartimiento que avía hecho el hijo, diziendo que a ella, siendo madre, dava plata, y a la ama, que solamente le avía criado, dava oro, respondió el hijo: «No te maravilles, madre mía, que hago esto; porque tú traxísteme en el vientre nueve meses, pero ella me crió a sus pechos tres años, y quando a mí, siendo niño, me echaste de tus ojos, ella me rescibió y crió en sus braços.»

Lo quinto, deven las mugeres esforçarse a criar sus hijos a causa de tenerlos más seguros, a que en las cunas o briços no sean trocados por otros. Dize Aristóteles que ay ciertas aves que, después que ponen los huevos en el nido, se descuydan dellos algún tiempo, y vienen otras aves y ponen allí sus huevos y quebrantan los otros; de manera que las primeras aves crían los hijos de las otras aves; y, como veen después que han criado hijos agenos, mátanlos; por lo qual los padres después toman entre sí tanta contienda hasta que todos pierden la vida, lo qual sería bien escusado si cada páxaro criasse a su hijo.

En el tiempo que reynava en Macedonia Philipo, padre que fue de Alexandro Magno, era rey de los epirotas Arthabano, al qual, como le naciesse un hijo siendo ya viejo, hurtáronle al hijo que era único heredero de la cuna y pusieron otro niño en ella (siendo consentidora en la trayción el ama que le criava, a causa que fue con codicia del gran dinero convencida; porque en el coraçón do reyna avaricia no ay trayción ni vileza que no se cometa). Passados muchos días murió el buen rey Arthabano y dexó por sucessor al hijo putativo, porque al hijo verdadero avíansele hurtado. No passó mucho tiempo en que la misma ama que consintió en el hurto, la misma descubrió el secreto, diziendo que ella mostraría al príncipe eredero, que el que lo era agora que era fijo de [461] un cavallerizo. Ya que se avía fecho el mal recaudo, más les valiera a los de aquel mísero reyno que la muger no descubriera el secreto; porque muchas vezes acontece que porfían a labrar a un cavallo sobre sano, y después sucede en quedar manco y perdido. Pero ¿qué haremos con las mugeres plebeyas (no digo muchas que ay generosas y virtuosas) que aquello que con más graves palabras y en mayor puridad les es dicho, muchas vezes no se desayunan hasta que lo han descubierto? Descubierta, pues, la trayción, levantáronse entre los dos príncipes tan grandes guerras, que al fin en una cruda batalla ambos juntos en un día perdieron la vida, de manera que el uno murió por ampararse en lo ageno y el otro murió por cobrar lo suyo proprio.

A la sazón que esto passó, Olimpias, reyna que fue muy hermosa y valerosa, muger de Philipo y madre de Alexandro, tenía un hermano por nombre Alexandro, varón animoso en el conquistar y mañoso en el robar, el qual, como oyesse que el reyno de los epirotas estava diviso y que dos reyes avían muerto en el campo, metiósse en el reyno, y esto más de hecho que no de derecho. No se maraville alguno que sin más ni más este rey ocupasse aquel reyno; porque antiguamente los príncipes tyranos todo en lo que no avía resistencia pensavan que todo les pertenecía por justicia. Este rey Alexandro fue el que vino en Italia en favor de los tarentinos quando se rebelaron contra los romanos, y él fue muerto en una batalla cabe Capua, y aun su cuerpo careció de sepultura. Y de verdad es justa sentencia que el tyrano que en la vida quitó a muchos la vida muera con infamia y carezca de sepultura. He querido contar esta historia para que vean las princesas y grandes señoras que si la muger del rey Arthabano criara a su hijo, ni se le hurtaran de la cuna, ni murieran aquellos dos príncipes en la batalla, ni se perdiera aquella república; ni Alexandro entrara en tierra agena, ni viniera a conquistar a Italia, ni careciera el triste de sepultura; porque muchas vezes por no matar una pequeña centella se abrasa una hermosa montaña.

El divino Platón a los griegos y Ligurgo a los lacedemonios en todas sus leyes ordenaron y mandaron que todas las [462] mugeres plebeyas criassen a sus hijos, y las que eran princesas y delicadas a lo menos que criassen a los primogénitos. Plutarco, en el De regimine principum, dize que el sexto rey de los lacedemonios fue Othomistes, el qual como muriesse y dexasse dos hijos, eredó el reyno el hijo segundo porque le crió la madre, y no eredó el primero porque le crió una ama; y de allí quedó en costumbre en todos los más reynos de Asia que el hijo que no mamasse la leche de la madre que no eredasse la hazienda del padre. Jamás por jamás uvo ni avrá madre que tuviesse tal hijo como la madre de Dios, que tuvo a Christo, ni jamás uvo ni avrá hijo que tuviesse tal madre en el mundo; pero no quiso el Hijo mamar otra leche por no tener obligación de llamar a otra madre, ni la madre le dio a criar a otra persona porque no pudiesse llamarle hijo.

No me maravillo yo que las princesas y grandes señoras den a criar a sus hijos a las amas, pero de lo que me escandalizo es por qué la que concibió y parió el hijo se corre y afrenta de criarlo. Pienso que piensan las señoras que en concebir los hijos merescen y en tomarlos en los braços pecan. No sé cómo lo diga, ni sé cómo lo escriva esto que quiero dezir, que han venido ya a tanta demencia las señoras y mugeres, de manera que tener perricos en los braços tienen por estado y criar los hijos a sus pechos tienen por afrenta. ¡O!, madres crueles, yo no puedo pensar cómo podéys con vuestros coraçones a que veáys y tengáys páxaros en jaulas, monas en las ventanas, perros en vuestros braços y en las pobres aldeas veáys a vuestros hijos desterrados. Ni cabe en criança, ni lo sufre vergüença, ni lo permite conciencia, ni lo reza ley divina ni humana, que a las que hizo Dios madres de hijos se hagan ellas amas de perros.

Junio Rústico, libro iii De dictis antiquorum, dize que Marco Porcio (cuya vida y doctrina fue luz y exemplo a todo el pueblo romano) por manera de escandalizado dixo un día en el Senado: «¡O!, Padres Conscriptos, ¡o!, Roma desdichada, ya no sé qué vea después que en Roma tales monstruosidades veo, conviene a saber: ver a los hombres traer papagayos en las manos y ver a las mugeres criar perros en los pechos.» Replicáronle estas palabras en el Senado: «Dinos, Marco Porcio, [463] ¿qué tales quieres que seamos los que agora vivimos para que parezcamos a nuestros padres ya muertos?» Respondióles Marco Porcio: «A la muger que presume de matrona romana, en su casa la han de hallar entre los telares texendo, y fuera de su casa la han de hallar en los templos orando; y al varón romano y generoso en su casa lo han de hallar entre los libros leyendo, y fuera de su casa lo han de hallar en los campos peleando.» Fueron éstas palabras dignas de tal varón.

Annio Minucio fue un muy noble romano y capitán del gran Pompeyo, al qual Julio César, después de la Pharsalia, le tuvo por su grande amigo, porque era anciano y de muy buen consejo; y assí en Roma nunca escapava de ser senador, o cónsul, o censor cada año; porque Julio César fue tan piadoso con los que perdonava, que a los que le fueron mayores enemigos en la guerra, a aquéllos hazía mejor tratamiento en la paz. Siendo, pues, este Annio Minucio censor, que era un oficio en Roma como tener cargo de la justicia, yendo que fue a visitar a una muger de otro amigo suyo, la qual estava parida, acaso porque de leche tenía mucha abundancia, halló que la estava mamando una perrilla, y dizen que dixo en el Senado esta palabra: «Padres conscriptos, algún gran mal ha de venir en breve en Roma según el prodigio que yo he visto oy en ella, conviene a saber: que yo vi a una muger romana negar la leche a sus hijos, y vi que dava sus pechos a mamar a los perros.»

De verdad que tuvo razón el censor Annio Vero de reputar este caso a prodigio muy monstruoso, que como los dulces y verdaderos amores no están sino entre padres y hijos, la madre que al animal bruto abraça y al hijo que parió desecha no puede ser sino o que le falta cordura, o le sobra locura; porque el loco ama lo que deve aborrecer y aborrece lo que ha de amar. Ya que las madres por ser madres no quieren dar a mamar a sus criaturas, devríanlo hazer por el daño que se recrece a la salud de sus personas, que assí como viven más sanas las mugeres que paren que las que no paren, assí tienen más salud las que crían que las que no crían; porque a las mugeres el criar de los niños es enojo, pero a su salud es provechoso. Yo he afrenta dezirlo, pero mayor vergüença es a las [464] señoras hazerlo, ver los emplastos y çumos que se ponen en las espaldas porque no corra la leche a los pechos, y de aquí viene el justo juyzio de Dios, que muchas vezes por do atajan la leche por allí se les acorta la vida.

Ítem pregunto: si las madres no gozan de los hijos quando son niños, ¿quándo esperan de gozarlos? Qué cosa es ver a un niño quando se quiere reýr, cómo cierra los ogitos; quando quiere llorar, haze puchericos; quando quiere fablar, señala con los dedos; quando quiere andar, anda con pies y manos; y, sobre todo, quando comiença a hablar, en las unas palabras dubda y en las otras muy graciosamente cecea. Qué cosa es tan deleytosa al padre verlo y a la madre consentirlo quando maman los niños, con una mano descúbrenles los pechos y con otra mano las estiran de los cabellos, y sobre todo con los pies dan coces y con los ojos hazen cocos. Qué cosa es verlo quando están enojados, que no se dexan tomar del padre, dan de puñadas a la madre, arrojan las cosas de oro, y después amánsanse con un pero o con un palillo. Qué cosa es ver las innocencias que responden quando les preguntan, qué vejedades dizen quando ellos hablan, cómo juegan con los perros, cómo corren en pos de los gatos, cómo se paran a cerner el polvo, cómo en las calles hazen casas de barro, cómo lloran por las aves que van bolando, las quales cosas todas en los ojos de sus padres no son sino ruyseñores para cantar y panares para comer.

Por ventura diránme las madres que no quieren criar a sus hijos porque en la niñez son enojosos, y que después que fueren criados gozarán dellos. A esto les respondo que no me negarán las madres que alguna destas cosas no concurren en sus hijos después que fueren criados: que o serán sobervios, o serán embidiosos, o serán avaros, o serán perezosos, o serán luxuriosos, o serán ladrones, o serán blasphemos, o serán golosos, o serán reboltosos, o serán tahúres, y, sobre todo, quiera Dios que no sean incorregibles de los vicios y inobedientes a los padres. Bien creo yo que ay oy en el mundo muchas madres que esperavan ser honradas y servidas de sus hijos después que fuessen criados, las quales de buena voluntad perdonarían los plazeres que esperavan por los enojos que les [465] sucedieron; porque el tiempo que avían de gozar y aprovecharse de sus hijos, aquél emplean en llorar y remediar los desatinos que hazen como moços. Aconsejo, amonesto y ruego a las princesas y grandes señoras que críen y gozen a sus hijos quando niños, que después que fueren mayores cada hora le traerán diversas nuevas, en que uno le dirá que su hijo queda preso, otro que queda descalabrado, otro que queda retraýdo, otro que ha jugado la capa, otro que está infamado con una muger pública, otro que le hurta la hazienda, otro que le aguardan sus enemigos, otro que se acompaña con moços viciosos; finalmente, son tan aviessos de lo bueno, que muchas vezes holgarían más los padres ver a sus hijos bien morir, que no verlos como los veen tan mal vivir.

Paréceme a mí que es tan grande el vínculo del amor entre la madre y el hijo, que no sólo no le avía de criar fuera de su casa, pero aun por espacio de un día no le avía de quitar de su presencia; porque, viéndole, vee lo que nació de sus entrañas; vee lo que parió con tantos dolores; vee al que ha de eredar todos sus bienes; vee en quién ha de quedar la memoria de sus passados; y vee a quien después de sus días ha de tener cargo de su descargos. Concluyendo, pues, todo lo sobredicho, digo lo que dize el gran Plutarco, de quién saqué todo lo más deste capítulo: que la madre para ser buena madre ha de tener a su hijo en los braços para le criar y después quando fuere grande hale de tener en las entrañas para le remediar; porque de no criar la madre a su hijo vemos seguírsele daño y de criarle con leche agena pocas vezes se le sigue provecho. [466]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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