La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro III

Capítulo XIV
Do comiença una carta de Marco Aurelio Emperador a Cornelio, su amigo, en la qual trata de los trabajos de la guerra y de la vanidad del triunpho. Es letra para los príncipes amigos de guerra y que se dan poco por la paz.


Marco, Emperador romano, a ti, Cornelio, su fiel amigo, salud a la persona y dichosa fortuna contra la adversa fortuna para ti y para sí a los immortales dioses demanda.

Dentro de quinze días que vine de la guerra de Asia, de la qual triumphé aquí en Roma, acordándome que fueste en los tiempos passados compañero de mis trabajos, embiéte luego a llamar por darte plazer de mis triumphos; porque los coraçones generosos más gozan del gozo de sus amigos que no de sus plazeres proprios. Si tomaras trabajo de venir quando yo te embié a llamar, soy cierto que por una parte sintieras mucho plazer de ver la grandeza de riquezas que yo traýa de Asia y ver el recibimiento que a mí me hazían en Roma, pero por otra parte no pudieras contener las lágrimas de ver tantos géneros de gentes captivas, los quales entravan delante los carros triumphales despojados y aherrojados para dar mayor gloria a los vencedores y que fuessen más afrentados los vencidos. Pocas vezes vemos hazer un día de sol muy claro al qual no aya precedido una gran ruciada en verano, o una muy frýa elada en invierno. Quiero dezir por esta comparación que una de las infelicidades que tiene la felicidad umana es que muy pocos veremos en este mundo prósperos cuya prosperidad no proceda de aver sido otros infelices y malaventurados, en cuyas riquezas o oficios sucedieron éstos. De venir a ser unos muy pobres, alcançan a ser otros muy ricos; por [698] ser éstos abatidos, vienen aquéllos a ser muy prosperados; de llorar mucho los unos, vienen a reýr tanto los otros; de manera que si no decienden los arcaduzes altos vazíos que están en la anoria, no pueden subir los que están abaxo cargados de agua. Hablando, pues, según la sensualidad, holgaras de ver aquel día nuestro triumpho, en que por la abundancia de riquezas, por la muchedumbre de cativos, por la diversidad de los animales, por la grandeza de los capitanes, por la ferocidad de los ingenios que truximos de Asia y con que entramos en Roma, pudieras muy bien conocer los peligros que passamos en aquella guerra; porque (hablando la verdad) fue la cosa entre nosotros y los enemigos tan porfiada, que a mejor librar escapamos los que escapamos los cuerpos con muy feroces heridas y quasi sin sangre traemos todas las venas. Hágote saber, mi Cornelio, que son gentes muy bellicosas los parthos, y en las cosas de guerra son determinados y osados, y, como se hallan en su tierra, de coraçón defiende cada uno su casa; y, que digamos que no, ellos lo hazen de verdad como hombres cuerdos y capitanes valerosos; porque si nosotros, los romanos, a sin razón y con ambición ymos a tomar lo ajeno, muy justo es que ellos con razón y justicia defiendan lo suyo proprio.

Sobra de malicia y falta de cordura es tener ninguno al capitán romano embidia del triumpho que le da su madre Roma; porque sepan los que no saben que por solo un día que le da de gloria arriscó el triste mil vezes la vida. Pues callo lo que es más, conviene a saber: que todos los que el triste triumphador lleva a la guerra y quedan en Roma, todos son crudos juezes de su fama; porque el tal no es juzgado por lo que merece su persona, sino por lo que les enseña su embidia. Aunque me tienen por hombre sufrido, y aun no por muy desacordado, pero hágote saber, mi Cornelio, que no ay paciencia que lo sufra, ni avrá coraçón que lo dissimule, ver a muchos romanos tener tanta embidia y aun burlar con la lengua de los triumphos ajenos, como sea verdad que ellos de puros covardes jamás osaron seguir los exércitos; porque ya antigua pestilencia es de los hombres malignos burlar y deshazer con malicia todo aquello que ellos no osaron emprender [699] por pereza. Todo esto no bastante, conviene saber: poner en la guerra tantas vezes en peligro la vida y después estar por tantas lenguas la honra, es nuestra locura tan loca y la reputación de los hombres tan vana, que sólo por un dezir vano más que por ningún provecho nuestro holgamos enrriscar la honra con trabajo más que gozar la vida con descanso; porque los hombres vanos no más de porque otros hombres vanos hagan dellos memoria, ellos mismos se ofrecen a qualquier trabajo y pena.

Por los immortales dioses te juro, mi Cornelio, que, el día de mi triumpho, allí do yva en el carro triumphando, allí yva pensando quán desplomado está el juyzio de todos los deste siglo; porque, siendo amonestados, siendo compelidos y siendo llamados de la razón, aún no la queremos oýr; y por contrario, siendo reprehendidos, siendo maltratados, siendo aborrecidos del mundo, lo queremos seguir y servir. Si yo no me engaño, prosperidad es de hombres locos y falta de buenos juezes querer entrar en casas ajenas por fuerça y no querer descansar en sus casas propias de grado. Quiero dezir que más fácilmente seguiríamos las virtudes y seríamos virtuosos, que yríamos en paz de los vicios y no seríamos viciosos; porque (fablando la verdad) los hombres que en todo y por todo quieren cumplir con el mundo, ellos se ofrecen a infinito trabajo y cuydado.

¡O, Roma, Roma, maldita sea tu locura y maldito sea el que crió en ti tanta sobervia! Y maldito sea de los hombres y aborrecido sea de los dioses el que inventó en ti esta pompa!, porque han sido muy pocos los que con verdad la han alcançado y han sido infinitos los que por ella se han perdido! ¿Qué mayor vanidad ni qué ygual liviandad puede ser que a un capitán romano porque conquistó los reynos, alteró los pacíficos, assoló las ciudades, allanó las fortalezas, robó a los pobres, enriqueció a los tyranos, agotó los thesoros, derramó muchas innocentes sangres, hizo a infinitas mugeres biudas y quitó a muchos nobles las vidas, y después en pago de todo este daño recíbele Roma con gran triumpho? ¿Pues quieres que te diga otra mayor locura, la qual es tal, que ninguna otra con ella se yguala? Hágote saber que murieron infinitos en la guerra y [700] llévase uno solo la gloria, por manera que aquellos tristes aún no merecieron para sus cuerpos sepultura y vasse un capitán triumphando solo por Roma.

Por los inmortales dioses te juro, y passe esto como entre amigos secreto, que el día de mi triumpho quando desde el carro triumphal yva mirando a los míseros captivos cargados de hierros, y contemplava los thesoros que traýamos robados que eran de muchos innocentes, y oýa a las cuytadas biudas llorar por sus maridos, y me acordava de tantos nobles romanos que en Asia quedavan muertos; aunque mostrava plazer en lo público, yo llorava gotas de sangre en secreto; porque no es hombre de los que nacen en el mundo, sino una de las furias que residen en el infierno, el que del daño ajeno toma plazer proprio. No sé yo en qué possessión me tenga al príncipe o capitán que viene de la guerra y pide y procura de entrar triumphando en Roma; porque si él piensa (como es razón que piense) las heridas que trae en su cuerpo, los thesoros que ha gastado, los lugares que ha quemado, los peligros que ha passado, los daños que ha rescebido, los muchos ombres que a sinrazón ha muerto, los amigos que ha perdido, los enemigos que ha cobrado, lo poco que del reposo ha gozado, lo mucho que a muchos es obligado; en tal caso diría yo que este tal devría ser recebido con sospiros y él entrar derramando lágrimas de los ojos. En este hecho del triumpho ni alabo a los assirios, ni tengo embidia a los persas, ni me satisfazen los macedonios, ni apruevo a los caldeos, ni me contentan los griegos, a los troyanos maldigo y a los carthaginenses condeno: en que no con zelo de justicia, sino con ravia de sobervia por ocasión de alcançar estos triumphos, a sus reynos pusieron en muchos trabajos y a nosotros dexaron ocasión de perdernos. ¡O, Roma maldita, maldita fueste, maldita eres y maldita serás!; porque si los hados no me mienten, y el juyzio no me engaña, y fortuna el clavo no hinca, verán de ti, Roma, en los siglos advenideros lo que vemos agora nosotros de los reynos passados, conviene a saber: que como te heziste con tyranía señora de señores, con justicia te tornen a ser sierva de siervos.

¡O!, Roma desdichada, y muy desdichada te torno a llamar; dime, yo te ruego: ¿por qué estás oy tan cara de cordura [701] y tan barata de locura? ¿Dónde están tus antiguos padres que te fundaron y honraron, en cuyo lugar tienes agora tantos tyranos que te assuelan y te infaman? ¿Dónde están tantos buenos varones generosos y virtuosos como tú criaste, en cuyo lugar tienes agora tantos vicios y vagabundos? ¿Dónde están los que por tu libertad derramaron su sangre, en cuyo lugar sucedieron los que por subjetarte perdieron la vida? ¿Dónde están tus strenuos capitanes que con tanta vigilancia ampliaron y defendieron tus muros de los enemigos, en cuyo lugar sucedieron los que te derrocaron los muros y te poblaron de vicios y viciosos? ¿Dónde están tus grandes sacerdotes, los quales siempre oravan en los templos y aplacavan a los dioses con sacrificios, en cuyo lugar han sucedido los que no saben sino violar los templos y con sus maldades indignar a los dioses? ¿Dónde están tantos philósophos y oradores que con sus consejos te governavan, en cuyo lugar aora han sucedido tantos simples y ignorantes que con sus malicias te pierden? Acabáronsete, ¡o! Roma, todos aquellos antiguos, y sucedimos los que agora somos modernos. Y si tú con verdad conocieras la virtud de aquéllos y adevinaras la poquedad de nosotros, el día que ellos acabaron la vida, aquel día no avía de quedar en ti piedra sobre piedra, y desta manera olieran aquellos campos a huessos de virtuosos, y no como agora, que hieden a cuerpos de hombres viciosos. ¿Por ventura eres tú más antigua que Babilonia, más hermosa que Helia, más rica que Cartago, más fuerte que Troya, más poblada que Thebas, más cercada que Corintho, más deleytosa que Tyro, más fértil que Bizancio, más alta que Camena, más inexpugnable que Aquileya, más privillegiada que Gades, más torreada que Capua y más arriscada que Cantabria? Perecieron estas tan insignes y generosas ciudades, estando arreadas de tantas virtudes y guardándolas tantos virtuosos, ¿y esperas tú permanecer, estando apoderada de tantos vicios y poblada de tantos viciosos? ¡O!, madre mía Roma, ten una cosa por averiguada: que la gloria que agora es de ti fue primero dellas, y la destrución que fue dellas será después de ti; porque desta manera va el mundo rodando, en que todos los trabajos que agora nosotros oýmos de los passados, dirán de nosotros los advenideros. [702]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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